LVI (Cortejo y Epinicio) - fonoteca
Twilight
Soler ir por arcanos recodos, timonel
de mallas y barrancos y claustros y atavismos,
acosando el oleaje de sensatos delirios
con la soberanía de lo que no ha de ser.
Como a la esposa esposo vigilante y dormido,
proteger el regazo del ángelus que sufre,
aguardando en portales de ciudades de herrumbre,
noche, tu advenimiento, cual si llegara un hijo.
Aguardarte, sí, noche, con tumultuoso hierro
y templar en el aire el materno alarido
y a la tarde que cae pungirle: «¡Es hijo nuestro!».
Y bebiendo la sangre del lubricán herido,
a ti, negro pomar, celada de senderos,
ofrecerme cual padre con los brazos tendidos.