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11

Raimundo Lida (Quevedo en sus cartas, en Prosas de Quevedo, Barcelona, Crítica, 1981, p. 33) pensaba que había habido una colaboración entre el rey y Quevedo a propósito de la Carta.

 

12

Agradezco a D. Quintín Aldea la información que amablemente me ha brindado. Habrá que esperar a los siguientes volúmenes de su España y Europa en el siglo XVII. Correspondencia de Saavedra Fajardo, I, Madrid, CSIC, 1986, para completar los escasos datos que poseemos de Don Diego en 1635. [Ha aparecido ya el volumen II, pero se refiere sólo a 1634: La tragedia del imperio: Wallenstein 1634.]

 

13

Para la importancia que Saavedra concedía al Cardenal francés, ver J. Dowling, Saavedra Fajardo y Richelieu: la frustración de un designio maquiavélico, en Monteagudo, 64, 1984, pp. 21-27.

 

14

Diego de Saavedra Fajardo, Locuras..., en Obras Completas, ed. cit., p. 1204.

 

15

Id. Carta fechada en Münster, 1644, en Obras Completas, p. 1383.

 

16

Para poemas satíricos y burlescos contra franceses, ver Poesía original completa, edición J. M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1981. No me refiero a ellos porque sólo he elegido textos en que Don Francisco se manifiesta en primera persona. Tampoco me ocupo de una obrita tan jugosa para la francofobia quevedesca como es la Relación en que se declaran las trazas con que Francia ha pretendido inquietar los ánimos de los fidelísimos Flamencos..., cuya autoría ha puesto en duda A. López Ruiz, Quevedo: un apócrifo más, en PSA, 60, 1971, pp. 121-138. Ni a la pieza contra Richelieu, Visita y anatomía de la cabeza del Eminentísimo Cardenal Armando Richelieu, editada por Josette Riandière en Criticón, 25, 1984, pp. 19-113.

 

17

Para las «personalidades» quevedescas, ver Henry Ettinghausen, Quevedo ¿un caso de doble personalidad?, en V. García de la Concha, ed., Homenaje a Quevedo. Actas de la I Academia literaria renacentista, Salamanca, Universidad, 1982, pp. 27-44.

 

18

«Yo hablaré» (p. 2), «yo me persuado» (p. 5), «No pretendo yo» (p. 12), dice Quevedo en la Carta...; «mas yo los tengo» (p. 10), «a mi ver» (p. 16), «yo quiero» (p. 23), dice la Respuesta... de Saavedra.

 

19

Como ya anotó Astrana en su edición de la Carta... (Epistolario de Quevedo, Madrid, Reus, 1946), Juan de Jáuregui censuró en su Memorial al rey nuestro Señor el adjetivo «amartelado», por considerarlo poco respetuoso. Sobre este asunto, una Relación del 18 al 25 de octubre de 1636 dice lo siguiente: «El señor Don Juan de Jáuregui ha sacado un discurso sobre que se ha de hablar y tratar bien de palabra a los enemigos, el cual dicen lo han tomado muy mal los superiores. La jácara que ha compuesto el señor Don Francisco de Quevedo contra Franceses sigue otro diferente estilo y va con ésta» (La Corte y la Monarquía de España en los años de 1636 y 1637, edición A. Rodríguez Villa, Madrid, L. Navarro, 1886, p. 62). Según J. M. Blecua, la jácara es La toma de Valles Ronces, pp. 1363 y siguientes de su edición citada. Ver también J. A. Cid, «Centauro a lo pícaro» y voz de su amo: Interpretaciones y textos nuevos sobre «La vida y hechos de Estebanillo González», I: La «Sátira contra los monsiures de Francia» y otros poemas de 1636-1638, en Criticón, 47, 1989, pp. 29-76.

 

20

Jean Molino (Stratégies de l'autobiographie au Siècle d'Or, en L'autobiographie dans le monde hispanique. Actes du Colloque International de La Baume-les-Aix, Aix-en-Provence, Université, 1980, pp. 115-137) propone para la autobiografía una definición más amplia que la de Philippe Lejeune, para que quepan en ella poemas autobiográficos, memorias, novelas más o menos autobiográficas, etc. Por su parte, el propio Lejeune (Le pacte autobiographique (bis), en L'autobiographie en Espagne. Actes du Colloque International de la Baume-les-Aix, Aix-en-Provence, Université, 1982, pp. 7-25) retoma su definición y admite mayores posibilidades para el género autobiográfico.