Leche agria de la ambivalencia,
leche nutricia. Aquello que, a medida que se intensifica lo que es,
está ya a punto de ser su contrario.
Un sí que persistiera tras
el desvanecimiento del no. Un no cuya órbita no estuviera
limitada por el campo del sí. Desgastados anhelos de tantos
talleres clandestinos...
Mira a ése de ahí,
aquel que desaparece tras la esquina: es quien lleva en el bolsillo
la abeja de lo imposible.
Flor de la narcosis,
tentación suma. Pero no se deja prender y sigue
adelante.
La clave: no intentar conducirte a
ti mismo, sino conducir discretamente a aquello que te conduce. Lo
atisbas sólo con artes indirectas.
Para qué viajar lejos, si no
se toma uno el trabajo de intentar comprender lo
extraño.
La clave está en dejar
resonar. La potencia de esas parejas de contrarios es tan fuerte,
que desconfiarás de ella como de todo poder.
En definitiva, lo que convoca es
estar dispuesto a la desaparición.
Tú sabes que no hay oro en
las muelas del alquimista: mamó con avidez la leche agria,
pero no tuvo estómago para digerirla.
El
hechicero de la cueva de Chauvet
«Sucedían cosas difíciles de comprender para
los siglos posteriores. Una cabeza aparecía sin cuerpo. Dos
cabezas llegaban una detrás de la otra. Una sola pata
trasera escogía un cuerpo que ya tenía cuatro patas.
Seis cuernos se asentaban en un solo cráneo.
No importa el
tamaño que tengamos cuando empujamos a la superficie,
podemos ser inmensos o pequeños, lo único que importa
es lo lejos que hayamos llegado atravesando la roca.
El drama de las
primeras criaturas pintadas no se halla ni a un lado ni en el
frente, sino que está siempre detrás de la roca. De
donde salieron. Como lo hicimos nosotros...»
John Berger («Empujar la
roca»)
La mitad de un bisonte, la mitad de
un hombre, la mitad de una mujer. Los tres pedazos
buscándose, palpándose, abrazándose. Minotauro
y cautiva. Maga hechizando a un cazador. Orfeo andrógino
liberando al gran bóvido. Nunca las tres mitades formaron
una unidad previa, no existió aquella autosuficiente
supremacía que hubiera podido tapar con la huella de su
pataza la de cualquier otro ser, y sin embargo la mano que hace
treinta y cinco milenios trazó estas figuras conjuraba aquel
imposible.
Este irregular útero de
piedra caliza donde todas las formas nacidas de la oscuridad
primordial sueñan, se entrelazan, copulan, es nuestro primer
santuario. En el vaivén entre nuestra esencial incompletud y
la transparente corola de la totalidad, en el secreto de esta gruta
recóndita donde lo alto no se halla desconectado de lo bajo,
puedo concebir una sílaba como un grano que pasara de una
garganta a otra, de buche de pájaro a boca de oso a laringe
de hombre, manteniendo intacto su poder de germinación.
La conexión con todo lo
viviente y la fuerza de Eros son los recursos más valiosos,
el hilo más seguro hacia el exterior del laberinto opaco por
donde hoy erramos extraviados. Iluminado de repente por la lumbre
de la antorcha, abrazado a esa enigmática mitad de mujer, el
Minotauro de Chauvet nos recuerda lo que siempre supimos.
Derelicción del contexto
«Hablar con pedazos de palabras / ya que de poco o nada
ha servido / hablar con las palabras enteras»
Roberto Juarroz
Que el alba del pensamiento, la
deslumbrante aurora de nuestra sensibilidad, se nos transmita como
pecios arrojados por la mar después de algún
naufragio insondable es justo. Rescatados del desastre, piedras
palpitantes sobre la playa, los preñados fragmentos de
Heráclito, Tales, Anaximandro, Jenófanes... Restos de
alguna remota catástrofe geológica, regurgitados por
la memoria del mundo. ¿Cómo opera ésta?
Súbitos fogonazos, desapariciones selectivas, foco sobre el
detalle que parecía carecer de importancia,
superposición de los tiempos, extraña
recomposición del argumento, metonimia veloz,
exasperación, aroma. Esas arcaicas esquirlas forman para
nosotros un lecho actual, son delta acogedor para el veleidoso
río de nuestra conciencia. Presentes, respirables sin
término: Heráclito, Anaxágoras,
Empédocles, Epicuro. Y vuelta a Heráclito. Memoria
del mundo que funcionas como nuestra propia memoria: las
raíces del cardo, la base del atolón, el hielo azul
del iceberg, los aguazales lejanos. Aunque una superficial mirada
melancólica quedaría prendida en el
archipiélago del desastre, todo está ahí.
Esperando que recordemos aquellas palabras que son nuestras, que
son las más nuestras: el camino hacia arriba y hacia
abajo es uno y el mismo3.
Oh
padre que conservas una gota de incertidumbre en los ojos
estaba soñando con la falsificación, cuando
algo me arrancó del dormir para anotar esto:
Mi padre me enseñó
que ha de madrugar mucho quien desea subir a lo alto de la
montaña.
Me enseñó que se
puede adulterar una vida como quien falsifica un alimento.
Él me enseñó a
cuidar mi calzado, protegerlo con grasa y untos impermeabilizantes,
guardarlo relleno de hojas de papel prensado para que la humedad y
la fosforescencia no lo deformasen.
Mi padre me enseñó
que la flor puede contemplarse tanto con ojos de insecto como de
entomólogo, y que no existe una razón última
para privilegiar una de ambas perspectivas.
Me mostró la luz tamizada
del bosque de hayas, de manera que cuando, muchos años
después, quisieron darme gato por liebre, contesté:
estos gatos que no son liebres tampoco son hayas.
Me enseñó a
distinguir algunos frutos del bosque, pero no quiso o no supo
ahondar en la doctrina de los venenos.
Una vez me mostró la extrema
vulnerabilidad de su juventud, pero se retractó pronto.
Quiso alertarme sobre los hirsutos
delirios que descansan en muchas habitaciones de la Casa de la
Conciencia.
Me llevó cerca del taller
del herrero donde se rectifican los sueños de las
imágenes. Y entonces me enseñó que no vale la
pena sacrificar la vida por un efecto retórico.
Me hizo ver que no hay huerta sin
áspid ni inteligencia sin vasos comunicantes.
Me acostumbró a caminar con
una mochila bien cargada; pero sin eso ¿cómo hubiera
podido vaciar la mochila?
Me mostró un lugar
vacío. La limpieza y la resonancia de un lugar
vacío.
Me enseñó la magia de
la Cámara Oscura, y el sustantivo revelador que
luego se fue perfumando de infinito.
Me insinuó —¿o
son figuraciones mías?— que el drama del Rey, la Reina
y el Príncipe es en verdad mortífero, pero que se
pueden buscar preguntas que nos sitúen en otro lugar.
Se las arregló para
sugerirme que no es imprescindible repetir los crímenes de
los padres.
Mi padre me enseña que
tenemos que inventar a ese padre con dolor y sin ferocidad, un
padre que nos invente.
El
dios de la tramoya
Hemos pedido un cambio de
civilización, y nos ofrecen porcentajes de biodiesel. El
teatro está en llamas: centenares de imprevistos animales
nocturnos huyen despavoridos, se dispersan por las calles y las
travesías de una ciudad implacablemente hostil. Hay un
reguero de culpa negra que con lentitud va inundándolo todo,
desde los locales de ocio hasta los aún bien abastecidos
mercados populares. Mejor mirar hacia otro lado.
Los precios de las distintas clases
de petróleo —para los mercados brent, opep, texas, etc.; la
clasificación científica distingue 29 tipos de
crudo— se consultan con la misma desesperada unción
que el arúspice reservaba para las entrañas de la
víctima. El espeso humo del incendio forma figuras
extrañas, donde escribas alucinados creen reconocer los
planos de batallas que se pelearon hace cinco mil años.
Unos encuentran su consuelo en un
cuenco de sopa, otros en una página de Walter Benjamin. El
propio Benjamin hubiera preferido la sopa. No me habléis de
desesperación: no hay tiempo para los S.O.S., por eso escribimos poemas en
prosa. Todo lo que se perdió, todo lo que se perderá,
podéis venir a buscarlo aquí.
Mientras la casa se quema
—rezonga el bombero pirómano— miramos hacia otro
lado. El escuchimizado Deus ex machina no sabe qué sería
necesario hacer para que continuase funcionando la Máquina.
Nosotros seguimos buscando una soleada plaza de pueblo, o
más bien un rincón dentro de ella, donde quizá
lograríamos hospedar al equilibrio.
Después del vendaval
«Las normas sociales que protegen a las personas no
pueden seguir cediendo el paso a las que protegen las
mercancías en el comercio internacional, o ser sacrificadas
a la lógica del capital y de las finanzas»
Emilio Gabaglio, Cándido
Méndez y José Mª Fidalgo
Un vendaval hediondo arrasó
los lugares que sabíamos habitar. Se ha dislocado la
relación del campesino con la semilla, la del perro pastor
con las ovejas, la del algodón con la hilandería, la
de la ecuación con la trayectoria, la del minero con el
minero, la del tatarabuelo con la tataranieta, la del obrero con la
plaza del mercado. Un huracán hediondo nos sigue descarnando
los huesos y deshuesando el ánima.
¿Cómo pueden las
palabras ayudar a volver a ocupar el lugar devastado?
Mentiría si dijese que poseo secretas fórmulas
magistrales. Pero sé que hay fuerzas espaciosas que pueden
transportarnos muy lejos, a poco que permanezcan intactas algunas
fibras del músculo de la generosidad. ¡Si una palabra
es verdadera, también es incalculable! El gran capital tiene
las muelas cariadas, hasta un extremo que no pueden imaginar
quienes están sufriendo sus dentelladas terribles.
¿Se puede reabsorber tanto
dolor, tanta miseria, tal descoyuntamiento? No hay que intentarlo.
Es nuestro punto de partida: no debe quedar tapado. Jamás se
empieza desde cero, por más ilusiones que nos propongan los
farmacéuticos de la Inmaculada Concepción. Lo que
ahora nos solicita podríamos situarlo así:
¿cómo establecer sinapsis entre la mano y la aleta,
entre la mano y la estrella, entre la mano y la otra mano?
Cuantiosa concupiscencia
revolucionaria... No escribimos para saber quién tiene el
corazón más melifluo; luchamos por sacar a la hogaza
de pan de la carrera competitiva entre las mercancías. No
nos tientan los brindis funerales. Quedarán unas pocas
páginas de nuestro asombro. Unas pocas de nuestro esfuerzo
por comprender. Y unas pocas de nuestro amor. Eso es mucho, es todo
lo que hace falta, todo.
La
belleza de la huelga general
Con independencia de todos los
valores ético-políticos que pueda tener una huelga en
una situación determinada, en ella hay algo valioso en
cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas
que la enmarcan: su carácter de interrupción del
curso maquinal de las cosas.
Es un corte potencialmente capaz de
romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el
universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de
muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una
afirmación de vida.
Frente a la dictadura del
«tiempo real», la demora.
Frente a la brutal coacción
de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.
Frente al abaratamiento de la
palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo
de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el
silencio.
Frente a la falsa autoridad de la
imagen, la dignidad del hueco.
Frente a la tiranía del
trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la
restallante belleza de la huelga general.
Momento de parar
«...exterminando, en el más mínimo tiempo,
el legado de centenares de milenios de evolución
vulcanológica y geológica...»
César Manrique
Tengo el secreto: sólo
consiste en detenerse.
En las épocas de
parálisis, el secreto era la rapidez. Pero no parecen darse
cuenta de que, en esta era de aceleración incontrolada, el
secreto es la lentitud.
Para hacer sitio a la leche,
tendremos que irnos deshaciendo de un poco de cálculo
diferencial. Será sin duda el artista de la ausencia quien
nos adelante un par de claves viables para la felicidad.
Acogedor
Hospitalidad del café
anónimo. El café de los paseantes friolentos, de los
amantes embebecidos, de las muchachas solas, de los galanes
pelmazos, de los negociantes absurdos, de los escritores sin
éxito, de las amigas ancianas, de los vendedores
desfallecidos, de los remendadores de imposible, de las lectoras
abismadas, de los mendigos de su propia muerte, de los perros
tranquilos (¡ah, sí, esos cafés donde se
admiten perros!). El café cálido, acogedor, lento,
espeso. El café donde pedir un café crème al
garçon
aunque éste sea zaragozano o del barrio de Chamberí;
y donde reírse sin azoro de los terribles locales «a
la última», con su lúgubre juego de
apariencias.
El café se nos va llenando
de parroquianos a medida que avanza la tarde, de manera que en las
horas álgidas se mezclan simultáneamente cien
conversaciones diferentes, y media docena de silencios. Hay veces
en que me parece percibir materialmente cómo
empiezan a combinarse entre sí esos cien discursos —y
los silencios—, cómo se entrelazan y se persiguen y se
esquivan y se acuerdan, hasta acabar formando una sola frase
indecible, que sería sin duda una promesa.
En la tradición
judía, el nombre de Dios es la yuxtaposición de todas
las palabras de la lengua, y cada palabra no es más que un
fragmento desprendido de ese nombre. No hay que volar tan alto para
recoger, entre las gastadas mesas del café, la
intuición de una socialidad humana cualitativamente
diferente, más fraterna y más libre.
Segunda derivada de viajera en
autobús de extrarradio
¿Realidad con avitaminosis?
¿Silencio repartido entre demasiados comensales?
¿Ropa nueva probada ante un espejo vacío? Lo que
falta es decisivamente una mirada, una mirada que contuviera el
instante en que la falda ligera del verano bascula tristemente
hacia el recetario, la cartilla y la libreta de notas.
¿Cómo rehacer el camino perdido hacia lo que
quizá no se perdió? ¿Dónde fue a parar
la fiebre desamparada de aquella niña?
La luz se adensa y se oscurece, hay
grumos de vida con sabor salado, basta un trazo de laberinto para
producir ahogo. ¿Cómo puede ser que la simple forma
de esa carencia no convoque la circulación de algo entre el
mar y tú, entre el esperma y tú, entre tú y el
jardín innombrable?
Mujeres mal amadas, adormecidas
costureras del día previo, no soy quién para
anticipar ninguna instancia de vuestro recreo, pero
homeopáticamente os depositaré una gota de veneno en
el corazón.
A
pesar de
Los trajes oscuros con ordenadores
portátiles perderéis.
Los pies desnudos con silbidos
significantes ganaremos.
Todas las probabilidades y todos
los augurios están en contra, pero sucederá
así.
Blanca vela sin nave
Una vela blanca que lleve
más allá de la fragmentación del sueño,
más allá de los aromas intrincados, más
allá del Tiempo dentón y mayestático. Una vela
blanca amplísima, sin porqué y sin mañana.
Una vela semejante a la idea de la
celebración, abstracción no abstracta, vela exenta
donde se materializa toda la voluptuosidad marina de un planeta que
no conociese borrascas ni galernas. Dime por qué das en
pensar sobre la muerte en un momento así.
Quién no ha deseado algo
semejante. No por desplazarse a ningún lugar, nada
más que por ver henchirse la vela. Esa vela sin nave que
sólo ha de rendir cuentas ante el sol. Con ella voy ahora,
¿vienes conmigo?
Ven, te acompaño
La palabra
acompañar es una de las más hermosas de la
lengua castellana.
Aparece ya en el Cantar de
Mío Cid (1140); en su etimología encierra el
compartir el pan.
Acompañar, quizá la
forma básica de la atención, que es la virtud primera
del ser humano, ligera con entrambas alas (el ser atento y el estar
atento).
Un anciano que se encamina hacia
las últimas preguntas agradece ser acompañado.
También la niña que ingresa en el zumbante matorral
de enigmas necesita ser acompañada. Pero, de forma
quizá menos obvia, desde la diáfana soledad de cada
uno, todos y todas precisamos ser acompañados.
No tanto la estaticidad y
formalidad de la compañía, como ese acompañar
que está en movimiento, acompañando al que se mueve,
más cordial y cercano.
El amor tiene algo de excesiva
montaña rusa entre el cielo y el infierno. Los sabios
psicoanalistas nos dicen que la relación sexual no existe. Y
resulta dudoso que consigamos nunca ayudar al otro, en el
sentido más riguroso del término. En cambio, siempre
podemos acompañarle un trecho de camino.
Desde las formas más
fáciles de acompañar —acariciar a la gata
rumorosa— hasta las situaciones extremas de acompañar
donde no se puede acompañar: el agonizante, la parturienta.
(Pero los seres humanos no salimos adelante sin hacer lo que
resulta imposible hacer, por lo menos varias veces al
día).
La falta peor en que
podríamos acaso incurrir, ¿no es haber rehusado
acompañar a quien mudamente de verdad lo necesitaba?
No puedes responder a la pregunta
del otro, pero sí que puedes acompañarle mientras
recorre su propia formulación.
Precisamente porque no hay
respuestas y el tiempo pasa: acompañar.
Si
eres capaz de aprender
«Las mujeres se sientan o se mueven de un lado a otro,
jóvenes algunas, algunas viejas; / las jóvenes son
hermosas, pero las viejas son más hermosas que las
jóvenes»
Walt Whitman
Vas a corregir la errata en el
libro, haces un movimiento torpe, y el bolígrafo mancha el
pantalón blanco. El mínimo suceso enseña algo
—si eres capaz de aprender.
(Cuando uno empieza por fin a saber
cómo aconsejarse a sí mismo, desaparece la
tentación de dar consejos a nadie).
Un poema admirable de Emily
Dickinson comienza sugiriendo que el agua se aprende de la sed; su
último verso enuncia que por la nieve se aprenden los
pájaros. No hay que borrar las marcas de lo que se
perdió...
Hay tanto que aprender; sólo
que yo no puedo enseñarlo. Puede enseñarlo el
almendro, la ardilla. Puede enseñarlo el sapo, la retama.
Puede la luna nueva, la fresca brisa nocturna. Yo sólo puedo
indicaros aquel teatro de escarcha mientras mi corazón
ríe, mientras la levadura traza las exactas galerías
de la fertilidad.
Poesía desabrigada
(2001-2006)
Entonces, quizá
Alimentar
una senda
con nuestros pasos
alzar
un pequeño toldo
para salvarnos del ruido
desdoblar debajo
espacio alerta
afeitarle al autoengaño
el rabo
con delicadeza limpiarle los
zapatos
a la atención
y entonces
quizá entonces
poesía
Fueradentro
Dónde podrías ir
que no estés ya
ahora
no es un punto inextenso:
es tu respiración
acompasada
con la del mundo
es un surtidor sin comienzo ni
fin
arterial indistinguible
de ti mismo
es el mar
dentro de la gota de agua
dentro del mar
en el confín del mundo
qué encontrarías
que no fuese ya tuyo
dentro vuelto hacia fuera
fuera volcado dentro
ahí donde ya
estás
donde has estado siempre
Poesía social
Lo nunca dicho y la ternura
conjuran el momento en que
aparecen
lo nunca sido y la justicia
Ahí la poesía: el
susurro
de todo lo que se abre
Sermón bivalvo
Como el mejillón la almeja
otros moluscos
se ahíncan en su sitio y
desde ahí
respiran todas las aguas del
planeta
filtran la riqueza frágil
del sedimento
reinventan el mundo desde el
grumo
(en un solo barril de agua de
mar
dice el biólogo
cincuenta mil nuevas especies de
bacterias)
como el honesto
mejillón
hirsuto de satori
ahí
Sermón del mundo enfermo
En el panteón de los
dioses
mucha más biodiversidad
en la vulnerable biosfera
mucho más
politeísmo
en nuestros breves días
mucha más de esa lumbre
que llamamos deseo
Sermón microfísico
Como había poderes
tuvimos que crear
contrapoderes
Cuando los contrapoderes
reprodujeron
algunos de los peores rasgos de los
poderes
comenzamos a introducir
mecanismos
de contracontrapoder
Eso no evitó que
apareciesen
nuevos abusos otras
corruptelas
que hicieron necesarios
nuevos controles otras
correcciones:
con eso ya nos
internábamos
en estrategias de
contracontracontrapoder
Siguieron varias trabajosas rondas
más
Nos hemos vuelto menos
confiados
Miramos más hacia dentro que
hacia fuera
Eso no quiere decir que
descuidemos
las instituciones y reglas que
limitan
el mal uso del poder:
sólo significa que
sabemos
que la Bestia
no vive extramuros o en casa del
vecino:
habita en todas partes
también en nuestros
sueños nuestras luchas
y nuestros corazones
El
principio esperanza
El mantenimiento de la fuente
de la que mana leche y miel
es en realidad tan sencillo:
quien sabe cómo se abre una
puerta
no oculte la llave
Leyendo el poema de Peter Weiss sobre el
golpe de Estado en Chile y la muerte de Pablo Neruda
Como niños que en voz alta
hablan a solas de noche
para convencerse de que en realidad
no están solos,
y encienden una luz porque no hay
nadie en la casa,
nos decimos: el fascismo
va a acabar pronto. El
imperialismo
es pasajero
Capitalismo
«El hecho es que / miles de hombres adinerados /
determinan el destino del mundo, / y al hacerlo se orientan por un
/ principio fundamental: / aumentar los beneficios. //
(¿Hasta cuándo durará esta
estructura?)»
Joan Brossa
1
El parásito tiene
departamentos enteros de
public
relations
especializados en inocular al
hospedante:
sin mí
tú no podrías
sobrevivir nunca
2
No es
argumentándole racionalmente
a Pasteurella
pestis
de que está en su propio
interés no aniquilar
al organismo que le alberga
como se acabará con la
peste
Sociedad de consumo
Te enganchan ya de niño con
el exceso de azúcar
en las comidas, y a partir de
ahí la cosa va in crescendo
hasta el sí y amén a
la guerra preventiva.
Desintoxicarse resulta cualquier
cosa
menos fácil
Sermón del alfabeto
Se nos acaban
las letras
para bautizar a los huracanes
tropicales
Nunca
las primeras letras del alfabeto
griego
fueron tan ominosas
pero la verdad oficial
en los Estados Unidos de
América
sigue siendo que no hay
calentamiento del clima
en el planeta Tierra
ni en ninguna otra esquina del
Sistema Solar
—incluso en Nueva
Orleans
impera la patriótica verdad,
aunque no queden
después de
Katrina
vecinos para contarlo—
y que si hubiera cambio
climático
no se debería a la actividad
humana
y que incluso si lo hubiera
y fuese achacable a la actividad
humana
seguramente no sería tan
malo
y que si a lo peor fuese malo
al menos no lo sería para
nosotros
y que si por desgracia fuese para
nosotros
al menos no lo sería hasta
dentro de un tiempo
¡y que decir otra cosa
es dar alas al terrorismo!
Qué solecito tan rico esta
mañana
Intelectual meditabundo
1
En el paseo marítimo
las mesas del McDonalds casi
desiertas
bajo un gran despliegue de luz
mediterránea.
Una paloma picassiana rebusca
entre los restos de un
McMenú.
Pasa un mendigo y con soltura de
bailarín se apropia
de un vaso abandonado con
bebida.
El observador en el café
contiguo
se pregunta qué diablos
está haciendo
ahí.
2
Pues me pagan
para que me deje comprar.
3
Y quizá fui comprado
antes siquiera de decidir
que me ponía en venta
Amasando pan y asando
corazón
...que ha
cortado manos, que ha matado a su padre, que se ha comido su corazón y tiene miedo...
(relato de uno de los
niños-soldado de Sierra Leona, transmitido por el misionero
Chema Caballero, mayo de 2002)
...creí que eran los hornos para el pan. Había oído decir que allí se amasaba día y noche, era un campo muy grande...
(relato del Testigo 2 en Die Ermittlung [La
indagación] de Peter Weiss, «Oratorio en 11
cantos» escrito a partir de las actas del proceso sobre
Auschwitz celebrado en 1964-65 en Francfort del Meno)
1
Algunos
aquí y allá
lograron salir del horror.
Dicen que sí, que unos
pocos.
Pero no salió de
nosotros
el horror
Amasando la ceniza de ese pan
seguimos
y asando amargo corazón
en los hornos que no se apagan
nunca
que brillan día y noche
merced a lo inigualable de la
técnica
y lo inagotable
del combustible
Ha recibido tantos y tantos
nombres:
pero pongamos que se llama
indiferencia
2
Hay palabras
tan cargadas de horror
que la mano crepita y supura
y se empoza y casi no se atreve a
trazar
los signos:
Auschwitz
inversor
gulag
competitividad
Shoa
sanción de los
mercados
Treblinka
globalización
globalización
globalización
El
general Roméo Dallaire ha dejado de intentar suicidarse
«Corazón, ¿quién os ajena? / (...)
Llorad mi mal y tristura / con tal fe, tal confianza / que si os
vence desventura / no se pierda la esperanza. / No os
canséis, / que algún tiempo
gozaréis»
Anónimo castellano (siglo
XV)
1
Tres siglos
nos da el general Roméo
Dallaire
para dejar de
autodestruirnos
por nuestras
diferencias,
con los ojos todavía
desfondados
por el horror del genocidio de
Ruanda,
tres siglos sólo si
trabajamos duramente.
El militar quebequés estaba
al mando
de la impotencia con bandera de la
ONU:
2.260 soldados en el 93.
Estrechó la mano del
diablo,
la mano que al día siguiente
empuña el machete
y los cadáveres comienzan a
taponar los ríos
y a ocupar el lago Victoria.
A las mujeres las violaban
introduciendo palos y botellas
que rompían;
les cortaban los pechos.
A veces mataban
a los niños delante de
los padres,
les cortaban los genitales y
las extremidades
y les dejaban
desangrarse,
luego también mataban a los
padres.
Con un mohín de
desdén
miran a otro lado quienes pueden
detener la masacre
desde palacios y
cancillerías.
Había gente que
pagaba
para que les pegaran un
tiro
en vez de ser muertos con
machete.
El militar canadiense
estrechó la mano del diablo,
pero yo que lo escribo la he rozado
también
al escribirlo,
y parece que tú que lo
lees
la apretaste en más de una
ocasión.
Tres siglos
para dejar de asesinar al otro
sólo si trabajamos
duramente,
tres siglos para llegar al
día
en que todos serán
tratados
con dignidad y serenidad,
ya sabes: sólo si trabajamos
duramente
2
Trescientos años
para dejar de asesinar al
diferente
la cifra no se me va de la
cabeza:
trescientos
se dice pronto: trescientos
año más
año menos
Habida cuenta
de todo lo que ha llovido
desde los bisabuelos reptiles hasta
hoy
no es tanto tiempo
Trescientos años
pero la fragilidad
Trescientos años
pero la belleza
Trescientos años
pero la atención
Trescientos años
pero yo moriré
mañana
Día doce
1
Duerme la familia
en una sola habitación.
Si cayera aquí,
si —no lo quiera el
cielo— fuese aquí,
mejor estar todos juntos.
2
Tres mil bombas en dos
días
sobre Bagdad, sobre las otras
ciudades.
Día doce. De la infamia
relámpago
a la infamia de posiciones.
Los mismos —asesinos
de masas— que no consienten
ver
cómo la biosfera es
finita
no parecen saber
que hasta las bombas se
acaban.
¿De qué reservas
disponen?
Tres mil en dos días.
¿Si se les acabaran
qué?
Para destruir
lo que querrían
destruir
no hay en ningún caso
bombas suficientes.
3
La mano exenta.
Aparecía:
como imagen en un poema,
como angustia en una historia,
hasta como personaje
en un filme de
entretenimiento.
Ahora es sólo la mano
arrancada de cuajo por las
explosiones
la mano que todo el mundo ha
visto
la mano con la que nadie sabe bien
qué hacer.
4
Señor presidente:
si uno dice tantas veces
libertad
con el significado de
matanza
ya nunca
nunca nunca va a poder
quitarse
el mandil de carnicero
Algo de eso sabía
aquel antiguo hombre-caballo en
Grecia
llamado Neso:
morirá usted
con ese mandil sangriento
abrasándole
pegado a la piel
envenenándole
el nunca
y el siempre
el todos
y otra vez el nunca
y ningún muerto
derramará una lágrima
1 de abril de 2003
Balance provisional de la guerra contra
Irak
no se me van de la cabeza dos imágenes: la
fotografía de Rachel Corrie, joven pacifista estadounidense,
estudiante de la Universidad de Olympia en Washington, aplastada
adrede por una excavadora mientras intentaba detener una de las
casi diarias demoliciones de casas de las fuerzas israelíes
en Rafah, una población en el sur de la franja de Gaza, el
17 de marzo de 2003; y la foto terrible de la niña
iraquí desmayada, en brazos de un adulto, con los pies
convertidos en dos destrozados amasijos de carne sangrante, en los
primeros días de la guerra contra Irak
Los invasores muertos se cuentan por
decenas
Los iraquíes muertos por
miles
Los pozos de petróleo
están a salvo
la Biblioteca Nacional arde
del Museo Arqueológico de
Bagdad
no queda nada
Los partes de victoria siguen
hablando de democracia
libertad
civilización
Sócrates dijo una vez
que el uso perverso del
lenguaje
inocula el mal en el alma
Nuestras palabras
¿quién las
descontaminará?
Nuestros pensamientos
¿cuándo serán
liberados?
14 de abril de 2003
Supersticiones
para Juan Carlos Monedero, hostigado inquisitorialmente por
el gobierno de un Partido Popular que querría clausurar
cualquier espacio de disidencia política
Que los asesinatos en directo
son peores que los asesinatos en
diferido
Que los asesinatos masivos
son menos elegantes que los
asesinatos de uno en uno
Que los teleasesinatos
dejan más entera la
conciencia que los asesinatos presenciales
Que los asesinatos artesanales
son menos limpios que los
asesinatos vía satélite
Que mis asesinatos
son disculpables en
comparación con tus asesinatos
Inminencia silvestre
Podridos
de estética
insignificante
mientras la belleza
del mundo
se pudre
quizá no pueda remediar
nada
ni la filosofía
ni los ansiolíticos
ni la policía secreta
pero la yerba que inadvertida
crece
en los márgenes del
baldío
y las frágiles amapolas
sobre el talud
ellas sí que pueden
Sermón sobre la poesía y
la constitución del universo
4 por ciento materia ordinaria
96 por ciento materia oscura y
energía oscura
¿A la postre
Rilke resulta mejor
cosmólogo que Newton?
¿Cómo se hace un
poema?
1
Están los tontos que
creen
que lo bueno es meter
ibuprofeno en un poema
y están los tontos que
creen
que lo bueno en poesía
es no dejarlo entrar
2
Atento a lo que pasa
Y todavía más
atento
a lo que no pasa
No
suturar
Parar
esta hemorragia
de mundo
pero no dejar de oír
el cascabeleo
distraído
gatear
con unas pocas palabras
por los arbotantes del aire
pero no cerrar
los ojos ciegos
agradecer
acoger
no suturar
Amo tu cuerpo imperfecto
Ah, la mentira de los cuerpos
perfectos,
la gran mentira podrida de las
relaciones perfectas, de los momentos perfectos:
los cuerpos sólo pueden ser
perfectos
al precio de una traición,
de un tajo
que los cercena de la verdad de la
vida
La casa perfecta no puede ser
morada
Para que exista limpieza
ha de haber una poca suciedad
Y no se puede concebir la
transparencia altísima del gozo
sino velada
por imprevisibles aguas
dolorosas
Tu cuerpo imperfecto brillante
con el aceite cotidiano del
deseo
Bebida y postre incluidos
1
Llevo años explicando
cómo la mitad de la
población humana del planeta
está malnutrida:
unos por exceso
otros por defecto
Las calorías que faltan en
un lugar
son casi exactamente las que sobran
en otro
sin olvidar proteínas y
oligoelementos:
y la carencia tanto como el
exceso
generan graves problemas de
salud
Hartazgo aquí
simétrico del hambre
allá:
explico en conferencias clases
charlas
cómo si hay
subdesarrollo
ha de haber también
sobredesarrollo
Todo un señor profesor
que no parece por cierto
mal alimentado
Lo que me cuesta más hacer
entender
por no decir entender
es que lo que nos falta sobre todo
es alimento
para el alma
que los casos peores de
desnutrición
se dan en gentes que no comen
poesía
que el desmedro letal
se produce por falta de deseo
que es la consistencia emocional
del mundo íntimo
lo que determina la calidad de la
dieta
y que sin claridad de ideas y
limpieza de corazón
nos asaltan las peores
enfermedades carenciales
2
Si lo que comen los hombres y
mujeres
no es proteína o grasa
sino palabra y mirada, la mirada y
palabra del amor:
¿quién se dirá
nutrido?
¿Quién se
creerá saciado?
¿Quién sabrá
lo que no pudo asimilar?
3
Bacalao a la miel
sobre lecho de apio
con dos delicadísimas
patatas
dispuesto sobre el breve plato
blanco
como un poema japonés
olía
como uno de los misterios de la
creación
reverberaba el sabor
entre ahora y ahora
interminable
mar y abejas
miel y algas
crisol felicitario
era el plato principal
de un menú
de ocho euros cincuenta
y una oportunidad
para que lo dulce no se
disocie
de lo amargo
el agua comunique con la
tierra
afloren los secretos jugos de la
proximidad
se asiente la sustancia de las
fermentaciones
y este alimento nos remita al
otro
igual de nutritivo o de verdad
nutritivo
Sermón de la palabra que
acoge
Barbarie
se puede hacer
—contra lo que pensaban
aquellos optimistas—
en griego
Claro que sí:
se puede hacer
en latín en árabe en
hebreo
Se puede hacer con runas
con pictogramas
con ideogramas
con escritura cuneiforme
o con signos cirílicos
Se puede hacer desde luego
en español
y en inglés
en lenguas vivas
y también por supuesto en
lenguas muertas
La palabra que acoge
en cambio
es mucho más
difícil:
sólo entre tú y
yo
sólo en la orilla aterida
del deseo
sólo como buceando por
debajo del mundo
apnea interminable
con los pulmones
a punto de estallar
sólo ahí sola
Mirada de una niña
Todo en tus ojos.
Esa intensidad del deseo
que a veces llamamos horizonte o
verdad,
esa forma de refractarse
la vida inagotable en un
sujeto
(en tu caso un pequeño
sujeto de como mucho tres
años, conjeturo):
toda en el oscuro caudal vivo de
tus ojos.
Apacentar el silencio,
cambiar un par de historias con la
lluvia,
dejar crecer los
árboles.
Para lo visible y para lo
invisible
el mismo deseo.
Princesa mora,
amazona inuit, niña de
barrio, vienen
tiempos difíciles
—si tú supieras
cuán difíciles,
si lo supiera yo—
pero tú no te dejes
engañar:
todo está ahí,
y tan cerca de ti como tú
quieras.
En cada solemne
salón inhabitable
hay un secreto pasillo que lleva a
la despensa misteriosa
si sabes encontrarlo
y se te ve en los ojos que
tú sabes
Reforma del programa de estudios en la
escuela popular de sabiduría superior
Sólo saber aceptar
regalos
y prestar atención
Nadie sabe lo que puede un cuerpo
(lectura errónea de Benito Espinosa)
«Vivir es tan sorprendente, deja muy poco espacio para
otras ocupaciones...»
Emily Dickinson
«Nada más mortífero que una respuesta sin
pregunta»
Francisco Pereña
I
¿Qué haremos con la
pena que desborda ese círculo? ¿Qué
haremos
con la ligereza del tullido?
¿Con el precioso amor poco presente?
¿Y con la cintura de la
alegría?
Ponerla a respirar de esta
manera,
quedamente, en la almendra de lo
blanco.
II
Esta ahí. Un vaso lleno de
su propia luz.
Infinitamente grávido de
don. Nadie sabe
—decía el viejo
pensador judío—
nadie sabe lo que puede un
cuerpo.
III
Nadie sabe lo que puede un cuerpo.
Puede ser el que bebió la orina de las estrellas.
El que rastreó el pan hasta
la miel y la miel hasta el labio.
O puede ser el que recogió
los largos zarcillos extraviados de la muerte.
IV
Puede ser el que soñó
el primer hilo, el que inventó la ceremonia del agua,
el que depositó sosiego en
las celdillas, o el que asó la manteca
para ganar una urdimbre hacia el
conocimiento.
El que crecía intacto hacia
su límite.
V
Pero qué es un cuerpo si uno
omite las escamas,
las alas, los tendones, el
hígado, las plumas, los caninos:
lo que queda es deseo.
VI
Y todo se vuelve intento de
respuesta:
cómo habitar este
mundo.
Cómo dejar abierta la
pregunta.
VII
Vuelvo al lugar donde una puntada
de hilo,
un sorbo de agua cerca de la
hierbabuena,
allegan la tersura del
conocimiento.
Aniversario septuagésimo segundo
de la República Española
Nuestro trabajo es
esperar el milagro
obrar para que acontezca el
milagro
dar de mamar al milagro
dulce calostro verde
ser fulminados por el pedrisco
certero
del milagro
Sobre lo no coincidente (lectura
errónea de Hölderlin y López de
Briñas)
«En el taller, en las casas, en las asambleas, en los
templos, que cambie todo en todas partes»
Friedrich Hölderlin
(Hiperión)
«inventa todo de nuevo / con voz de nadie...»
Julia López de
Briñas
1
Pero en realidad no haría
falta
inventarlo todo de nuevo:
habría que cambiar tan pocas
cosas
bastaría
una desviación
infinitesimal
una pequeña inexactitud
un desencuadre
minúsculo
(como cuando un error de
impresión
desplaza levemente las
imágenes
de la cuatricromía)
para que en lugar del borbollante
horror
donde nos debatimos
existiese un mundo
habitable donde
amables personas
vivas
produjesen
lo necesario
con justicia social
y amistad hacia todo lo
viviente
bastaría
situarse solamente un instante
en la pequeña grieta
de lo no coincidente
2
En los materialistas antiguos
—santo y amistoso Epicuro,
delicado padre Lucrecio—
es una desviación muy ligera
de los átomos
lo que separa la existencia del
mundo
de su posible no ser
Clinamen: contingencia,
cilios y patitas de la libertad
Una muy leve torsión de
trayectoria
3
Digamos que
la huelga general
personal
de un instante de
duración
está siempre a tu
alcance
aquí y ahora
y luego nada vuelve a ser
igual
Jornada de puertas abiertas
No pasa nada
si el poema decisivo se pierde, la
rutilante página
del evangelio del mundo, los versos
redentores
que iban por fin a poner todo en su
sitio,
enemigos amigos cielo infierno. No
pasa nada.
No pasa nada porque la verdad
esté mezclada
con su poco de error. Ni porque
éste tampoco sea puro
total definitivo. Porque tengan los
besos más dulces
algo de gusto a sangre.
No pasa nada si te atrapa el
atasco,
si el chaparrón te obliga a
refugiarte,
si la cola en la tienda nunca
mengua,
si el aeropuerto se torna albergue
improvisado.
Despliega la escalera mental para
salir del pozo imaginario
y asciende por ella sin prisa: ves
que no pasa nada.
Nada pasa si pierdes
el tren que te llevaba a la cita
decisiva
de la que dependía la
beatitud del corazón
e incomparables éxtasis
genitales, esa chica tan guapa o el progreso
del que te hablan envarados
sacamuelas
con alfiler de corbata y
estadísticas. No pasa nada,
de veras, sal a la calle, entra en
el bar, pide un café caliente,
límpiate con la mano el
interior de los ojos,
disuélvete en el mundo como
terrón de azúcar.
Si entre el momento de la sed y el
vaso de agua
pasa un rato, no pasa nada. Hay muy
pocas cosas
que de verdad pesen tanto. Hasta la
muerte
—pero no estoy hablando
aquí del asesino—
sólo consigue matar a
quienes ya estaban
pasablemente muertos.
Lo que consideras arponazos
letales
son imperceptibles rasguños
de alfiler
para la vida común,
cetáceo gentil.
Mira esa mancha en el muro
donde el idiota sólo ve una
mancha:
es una de las puertas del mundo, y
está abierta
Soñar lo suficiente para penetrar
la realidad
«Nada de lo que haya acontecido ha de darse por perdido
para la historia»
Walter Benjamin
(«Tesis de filosofía de la historia», tesis
3)
¿Mas quién puede creer que
signifiquen algo
las probabilidades probables?
En enero del año cero dos
supimos
que en cierta reserva natural de
Kenia
una leona se apoderó de una
cría de oryx
(«antílope que forma
parte de la dieta
habitual de los grandes
felinos», precisa nuestra fuente)
y la cuidó afanosa durante
quince días.
Permitió a la madre
antílope aproximarse
para amamantar al
pequeño
«e incluso defendió al
oryx de un leopardo»
señala nuestra fuente; que
transmite también el luctuoso sucedido
del fin del pequeño oryx el
pasado domingo
«devorado por un león
mientras la leona dormía».
La madre adoptiva del
antílope
«dio diez vueltas en torno al
león rugiendo rabiosa
y luego se alejó por la
sabana»
a enterrar en qué
lejanías azules su amargura.
Qué quieren que les
diga:
es un acontecimiento de los que
curvan el tiempo,
modifican la historia del
mundo.
No importa que antes mil millones
de leonas
en parecidas circunstancias
devorasen al oryx,
no importa que cien mil millones
vuelvan a hacerlo después en el futuro.
Hay una norma nueva:
una leona puede ser madre de un
antílope
no en el registro simbólico,
no en forma de parábola,
no como anhelo jadeante de lo
otro,
sino como verdad: esa leona
flexible, aquel pequeño antílope.
Todas las demás veces
en que los dientes carniceros
trituraron los frágiles huesos de hierba
pasan a ser excepciones y confirman
la nueva regla:
la enorme lengua rasposa
acarició las delicadas carnes.
Hemos soñado lo suficiente,
susurra el gran cascarrabias
Virgilio poeta Piñera, para
penetrar la realidad.
El poema, al fin y a la postre,
tenía razón
frente a aquel estragado
incomprensible lancinante inverosímil mundo
donde los leones devoraban a los
antílopes.
Hoy festejamos lo nuevo del mundo
nuevo
que contra todas las probabilidades
probables
no cesa un solo instante de
nacer.
Final
Buscarruidos
Poesía: material
móvil. «Todo lo que se mueve es poesía / lo que
no cambia de lugar es prosa», se meneó Nicanor Parra.
Movimiento material. Búsqueda, indagación (de la base
y de la cima, según René Char, quien precisa
enseguida: «Indagaciones de la base. Tinieblas en la
cima», si es que hay siquiera cima: las tinieblas no permiten
apreciarlo). En castellano se llama buscarruidos a la
persona inquieta, un punto pendenciera. De repente, qué
atinada definición del poeta: un inquisitivo
buscarruidos.
Buscarruidos, buscavidas,
buscadichas. Dicha, del latín dicta: cosas dichas. La dicha del
decir: a la ventura, un buscarruidos, con el zurrón repleto
de cosas ya dichas, sigue el rastro de lo por decir. La virtud del
cazador es la sagacidad: el buen olfato. (Sagaz, del latín
sagax: con
buen olfato, capaz de seguir la pista). El buscarruidos es un
indagador (del latín indagare: seguir la pista de un animal).
Me dieron por nombre Riechmann. Del
alemán riechen: oler, olfatear, husmear. Riechmann es el
Husmeador. Me dieron este apellido: hoy, que bauticé mi casa
—Amargua—, lo hago mío por fin.
Al final de esta caza no se mata la
presa: el cazador, durante un venéreo y venatorio instante
sin tiempo, busca hacerse uno con ella. Dos en uno: amor, querencia
al menos. Querer, del latín quaerere: buscar, inquirir. Poesía: un
amor que indaga.
Poesía: decir lo que no se
sabe, y sin saberlo queriéndolo, y por eso indagando en
ello, aproximándose a algo que está ahí, que
siempre ha estado ahí, ya inmediato y de repente
inaccesible. El buscarruidos, chasqueado, guarda algo en el
zurrón —no está seguro de lo que
será— y sigue husmeando.