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- CXIX -


ArribaAbajo   Cual planta, que pidiendo el alto cielo,
muestra el verde remate y la belleza,
y del sonante rayo la braveza
la arroja con estruendo, rota, al suelo;

   tal mi esperanza ufana alzaba el vuelo,  5
mas de vuestro desdén cruel dureza
sin gloria la derriba, con tristeza,
cuando menos debía a su recelo.

   La aura, quede Favonio blando espira,
no concede, indinado, a la alma mía  10
Amor, que no se harta de mi daño.

   Rendido el desamor y a vuestra ira
sufro desesperado con porfía
de mi dolor la fuerza y vuestro engaño.



- CXX -


ArribaAbajo   Cuidé yo de tus lazos y tu fuego,
mal grado de tu saña, Amor tirano,
librarme, y fue mi pensamiento vano,
que tú no me sufriste algún sosiego.

   Tenté de tus engaños, rudo y ciego,  5
escaparme, y huyendo en campo llano,
vine a caer, oh mísero, en tu mano,
que tarde se conmueve a tierno ruego.

   ¡Cuánto, decía entonces, fortunado,
es quien se te defiende, señor fiero!  10
¿Mas quién, fiero señor, se te defiende?

   ¡Ay! que todo es esfuerzo imaginado,
que tu fuerza deshace el fuerte acero
y tu ingenio al más cauto engaña y prende.



- CXXI -


ArribaAbajo   Do el mauritano ponto fiero baña
de la soberbia Argel el fuerte muro,
el cielo con terror y horror oscuro
amenazó al muerte a toda España.

   Bramaba el mar, ardiendo en ira extraña;  5
bramando ardía airado el mar perjuro;
sólo en tanto pavor domó seguro
César del hado adverso la impía saña.

   El piélago y aliento embravecido
abatieron su ímpetu indignado,  10
y respiró el medroso y libio suelo.

   Ve alegre, corazón nunca vencido;
que la victoria no te impide el hado,
ni el viento y mar cruel; más todo el cielo.



- CXXII -


ArribaAbajo   Si en mano del Amor yo puse el freno
de esta mi voluntad, no bien sujeta,
¿De qué me espanto pues que se prometa
traerme tan rendido y siempre ajeno?

   Tarde llego al remedio; que el veneno  5
cruel destempla el pecho con secreta
virtud; no es justo ya en edad perfecta
andar lleno de afán, de afrenta lleno.

   Pueda abrir la razón la niebla oscura,
y ose romper por esta selva espesa,  10
que mil buenos deseos embaraza.

   Dura resolución, mas bien segura;
que quien teme el trabajo, y lento cesa,
el premio de la gloria en vano abraza.



- CXXIII -


ArribaAbajo   Grande fue, aunque infelice, tu osadía,
que por guiar ¡oh hijo de Climene!
El carro en que gobierna solo y tiene
Febo el vivo esplendor que ilustra el día,

   del fiero rayo muerto en yerta vía,  5
Eridano en sus ondas te sostiene;
gloriosos sepulcro, cual conviene
a tu alto corazón y a tu porfía.

   Yo, que cuidé estrenar la pura lumbre,
y de mi sol regir los cercos de oro,  10
dichoso Automedón, con diestra suerte,

   caí, abierto el pecho, de la cumbre,
y perdí, no la vida, el bien que lloro;
que en tal mal fuera el bien hallarla muerte.



- CXXIV -


ArribaAbajo   El corazón huido busco y llamo;
el do el rigor esfuerza el duro hielo
entra, y sin miedo pisa estéril suelo;
yo, esquivando el dolor, mis males amo.

   Las lágrimas y quejas que derramo  5
no vencen su porfía, y sin recelo
allí se pierde, y no osa alzar el vuelo,
y su obstinado error al fin desamo.

   No por que tema ya peligro alguno;
que no doy más lugar a miedo cierto,  10
ni admito en tanto afán remedio vano;

   mas porque es poquedad ser importuno
a un lento pecho, y ser más precio muerto
que esperar la salud de ingrata mano.



- CXXV -


ArribaAbajo   Amor, si el fuego en quien inunda el pecho
que mal puede entibiar la fría nieve,
con tus alas avivas, muerto en breve
será su ardor, y el corazón deshecho.

   Procuro, en esta llama satisfecho,  5
que sin cesar en mí su fuerza pruebe,
porque del mal mi alma el premio lleve,
causando el daño luengo algún provecho.

   Este suave incendio me sustenta,
y consagra en honor de mi Luz pura  10
mis entrañas, que crecen apuradas.

   Dichoso el corazón a quien alienta
tal virtud, que engrandece con ventura
la gloria de mis penas renovadas.



- CXXVI -


ArribaAbajo   Podrá (y no yerro) nunca luz ardiente
tocar mi pecho, y nunca ser vencido
de oro podrá, en madejas esparcido,
con gloria de otra ilustre y bella frente;

   que vuestra luz, do yace Amor presente,  5
tiene, y el rico cerco recogido,
mi cuello y pecho preso y mal herido,
y dulcemente el yugo y fuego siente.

   Nací yo destinado a vuestra llama,
amor me dio valor para mi muerte,  10
y pago, amando a vos, la deuda nuestra.

   Volando voy do el ciego ardor me inflama,
cual va a su fuerza el cielo, y es mi suerte
en vuestro fuego arder, y helaros vuestra.



- CXXVII -


ArribaAbajo   La llama crece y arde, y crece luego
el dolor que mi gloria y bien deshace;
el pecho exhala todo, y se rehace,
cual Ticio, sin hallar algún sosiego.

   No sé do alienta Amor, do esfuerza el fuego,  5
ni de qué pena ya me satisface;
mal me quejo del daño que me hace,
si es cruel, voluntario, ingrato y ciego.

   Felice Meleagro, cuya muerte
gastó su ardiente hado; mas ya veo  10
que renace mi vida en el tormento.

   No huyo la aspereza de mi suerte,
aunque sí por la causa la deseo,
la temo por el fiero mal que siento.



- CXXVIII -


ArribaAbajo   Regando enciendo todo, ardiendo baño
con triste humor, prolijo, el campo abierto,
y mi afán canso, y lloro sin concierto,
y el llanto con suspiros acompaño.

   Esperanza y razón mi injusto daño  5
causa; esta y aquella al fin desierto
me tiene de salud, y tan incierto,
que con el bien y con el mal me engaño.

   Voy como sombra pálida, y cuitoso
doy gemidos, y asombro el bosque oscuro,  10
que tarde en lasa y honda voz responde.

   En tanta confusión, do estoy medroso,
una luz se me ofrece y ardor puro
distante, pero cerca se me esconde.



- CXXIX -


ArribaAbajo   Yerto y doblado monte, y tú, luciente
río, de mi zampoña conocido,
cuando de los pastores el gemido
canté y mi mal con cítara doliente;

   si nunca en vuestra cima y pura fuente  5
de oír se deja mi dolor crecido,
y si por el camino que han seguido
otros, su afán llorando, voy presente,

   dos bellos ojos y un semblante honesto
son causa que cantar bien deseara  10
el principio y los fines de las cosas.

   El tiempo a todo pone en ser perfecto;
espero, pues, si me es la edad no avara,
mostrar cuan varias son y cuan hermosas.



- CXXX -


A Martín P. de Arellano


ArribaAbajo   Dura por mí fue al Tajo tu partida,
dejando solo el Betis, Arellano,
y en llanto me obligó y dolor insano
tu ausencia, de mí siempre aborrecida.

   Tú sabes que esparció a mi triste vida  5
afán el cielo y cuita en larga mano,
y en mi mal dulce amigo eras y hermano,
y no hay quien me consuele ya en tu ida.

   Hiriome fiera el pecho mi Luz bella,
y se escondió a mi vista, y con ardiente  10
fuego a la alma abrasó, en su mal envuelta;

   Y tú, que eras descanso a mi querella,
te vas en tanto, sin dejar presente
una cierta esperanza de tu vuelta.



- CXXXI -


ArribaAbajo   Canso la vida en esperar un día
de fingido placer, huyen los años
y nacen de ellos mil sabrosos daños
que esfuerzan el error de mi porfía.

   Los pasos por do voy a mi alegría  5
tan desusados son y tan extraños
que al fin van a acabarse en mis engaños
y de ellos vuelvo a comenzar la vía.

   Descubro en el principio otra esperanza
si no mayor, igual a la pasada  10
y en el mismo deseo persevero;

   mas luego torno a la común mudanza
de la suerte en mi daño conjurada,
y esperando contino desespero.



- CXXXII -


ArribaAbajo   Estos ojos, no hartos de su llanto,
que a tan estrecha suerte me han traído,
lloren sin descansar el bien perdido,
si lágrimas prolijas valen tanto;

   que cuanto mi dolor subiere cuanto  5
debe al mal y al amor, en lento olvido
sólo, a la ira y al desdén rendido,
cual cisne espiraré en funesto canto.

   Y este cielo, enseñado a mi lamento,
podrá llevar por este campo abierto  10
mi voz triste a la causa de mi daño;

   porque yo oso esperar que mi tormento,
pues es venganza indigna contra un muerto,
o venza o junto acabe con mi daño.



- CXXXIII -


ArribaAbajo   Si tiene a do reináis, mi pura Estrella,
lugar la fe, en la pena que consiento
mostrad algún pequeño sentimiento,
y el premio vendrá a ser que espero de ella;

   pero si vos queréis que pierda en ella  5
este bien, acabad con mi tormento;
que a quien daña el valor del pensamiento
no es justo permitáis vivir con ella.

   Y si estas obras, de afición ausente,
en vuestra voluntad tal vez la gloria  10
gozan que se concede al venturoso,

   aquí do estoy diré que estoy presente,
y que más vale el mal de mi memoria
que el bien que causa ajeno amor dichoso.



- CXXXIV -


ArribaAbajo   Dulces contentos míos ya pasados,
que sostuve en error de mi esperanza,
lo que vuestro recuerdo más alcanza
es dolor de mis días mal gastados;

   porque, envuelto en deseos y cuidados,  5
me consumo llorando la mudanza,
y Amor, que reconoce su venganza,
mis daños me descubre renovados.

   ¿Qué puedo yo si ausente me condeno,
sino sólo al olvido y niebla fría  10
esta memoria ingrata rendir muerta?

   Mas. ¡ay! que tiene el corazón, ajeno
de bien, presente siempre la Luz mía,
y ofrece en cierto mal su gloria incierta.



- CXXXV -


ArribaAbajo   Alzo ligeras alas al deseo,
sigo el bello esplendor de mi alegría,
hállolo reluciente en la osa fría,
y desespero el bien que más deseo.

   Suspenso en un incierto devaneo,  5
que mi esperanza cansa y mi porfía,
digo: «¿Por qué, serena Lumbre mía,
leda en estéril parte arder vos veo?

   Llevar debía el céfiro victoria.
Siempre de vuestra llama esclarecido,  10
al euro ufano, que con él contiende:

   mas ¡oh! que el cielo causa mi gemido
por honrar gente indigna de memoria.
Que el sol con tibio rayo apena enciende».



- CXXXVI -


ArribaAbajo   Amor con todo el fuego que el humoso
Etna espira y las islas de Vulcano
me abrasa el pecho, que asegura en vano
a su mortal ardor algún reposo.

   Con la nieve que el Caúcaso nevoso  5
y el desnudo Rífeo hace cano,
mi alma enfría, y rompe el inhumano
a la esperanza el paso temeroso;

   que en los ojos do siempre el hielo y llama
suya en mi muerte acuerdan, fijo tiene  10
el ímpetu y furor de su braveza;

   y por vengarse más, la seca rama
do estoy asido sin quebrar sostiene,
probando en nuevas penas mi flaqueza.



- CXXXVII -


ArribaAbajo   Un tiempo ave caristra viví en fuego,
pero ya blanco cisne en ondas vivo;
que sólo de mi mal cuitoso escribo
cuanto escribí de bien en mi sosiego.

   Pensé, trocando grado, trocar luego  5
suerte, y fue vano error; que Amor esquivo
en uno y otro estado al fin cautivo
me oprime y en igual desasosiego.

   De mi pecho exhaló un Vesubio ardiente,
ahora de mis ojos despedido  10
corre un Istro nevoso desatado,

   no esfuerza con la nieve la creciente,
antes con el ardor más encendido
va en abundoso curso dilatado.



- CXXXVIII -


ArribaAbajo   Ningún remedio espero en mi tormento,
y de mejor fortuna desespero;
muriendo vivo, aunque viviendo muero,
ajeno y ocupado en pensamiento.

   Temo el fiero dolor, y si contento  5
alguno tengo, temo el dolor fiero:
cansado, mi pasión abrazo y quiero,
y el mal que más rehuyo más consiento.

   Tan ufano estoy siempre en la tristeza,
que nunca ceso de alabar el día  10
que fue ocasión de merecer mi daño.

   No doy lugar al bien, y en mi estrecheza,
perdiendo vanamente la edad mía,
no sé hallarme libre de mi engaño.



- CXXXIX -


ArribaAbajo   Venció mi duro pecho Amor tirano,
y los nervios cortó su dura espada
de aquella ajena libertad amada
que mísero suspiro y lloro en vano.

   El me vuelve y me trae por la mano  5
a do mi afrenta y perdición le agrada;
mas de su afán la vida ya cansada,
tornar procura al curso usado y llano;

   Pero es flaca osadía, y con la muerte
luchando, abrazo alegre el dulce engaño,  10
y me aventuro en el deseo y pierdo;

   que yo no puedo ser al fin tan fuerte,
que contraste gran tiempo a tanto daño,
ni en tal error me vale ya ser cuerdo.



- CXL -


ArribaAbajo   «¿Do vas, do vas cruel, do vas? Refrena,
refrena el presuroso paso en tanto
que de mi dolor grave el largo llanto
a abrir comienza esta honda vena.

   »Oye la voz de mil suspiros llena  5
y de mi mal sufrido el triste canto,
que no podrás ser fiera y dura tanto
que no te mueva esta mi acerba pena.

   »Vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos
antes que quede oscuro en ciega niebla».  10
Decía en sueño o en ilusión perdido.

   Volví, halleme solo y entre abrojos,
y en vez de luz, cercado de tiniebla
y en lágrimas ardientes convertido.



- CXLI -


ArribaAbajo   Cuando pienso, cansado del tormento,
que con mi afrenta Amor herirme pudo
de una serena luz con rayo agudo,
y que rendí el valor y entendimiento,

   vuelvo triste a mirar mi perdimiento;  5
mas tan solo me hallo y tan desnudo
de fuerza, que romper el débil nudo
que me enlazó el deseo nunca intento.

   Seguir el mismo curso en el cerrado
laberinto, y sufrir ya más denuesto  10
no debo si en mí queda algún sentido.

   Acabe el vano error de mi cuidado;
pero ¿qué digo, simple? Yo protesto
que hablo enajenado y ofendido.



- CXLII -


ArribaAbajo   Si no es llorar, ¿qué pueden ya mis ojos?
Mi alma de lamento se mantiene;
con él crece el ardor y se sostiene,
y la pluvia se alienta en sus despojos.

   Un tiempo esperé premio a mis enojos,  5
mas tarde es ya que mi pasión previene;
pero acabar en lágrimas conviene
a quien de flores nacen los abrojos.

   En llanto me consumo, y cuando espero,
grande y nuevo milagro, dar memoria,  10
a mi nombre disuelto en triste río,

   ocurre el fuego, en él me abraso y muero,
desvaneciendo en llama con más gloria
justo aunque grave bien al dolor mío.



- CXLIII -


ArribaAbajo   Al sereno esplendor de luz ardiente,
de celestial zafiro a la belleza
la alma, volando en torno con presteza,
las alas rojas mueve dulcemente.

   Amor, que de este cielo nunca ausente  5
respira, le descubre su grandeza,
y de gloria mil bienes y riqueza,
que sola ella los conoce y siente.

   En este engaño siempre va, y se olvida
de quien, cuidoso de su afán, la llama,  10
y en conocido error cansa y porfía;

   porque espera tal vez allí, encendida
do aquellas puras luces en la llama
hallar sepulcro igual a su osadía.



- CXLIV -


Al Betis


ArribaAbajo   Corre soberbio al mar del llanto mío,
Betis claro, sagrado honor de ríos,
y no acaben mis grandes desvaríos
donde se acaba en él tu grande río;

   antes oigan mi afán y desvarío  5
entre el fuego y rigor de hielos fríos,
y se conduelen de los males míos
Libia ardiente y desnudo Islando frío;

   y el Indo, que primero ve la aurora,
y el otro que más tarde alumbra Apolo,  10
hagan memoria eterna de mis daños;

   y tú lamenta esta postrera hora
en que muero, de bien ausente y solo,
rico de pensamientos, pobre de años.



- CXLV -


ArribaAbajo   No espero en mi dolor lo que deseo,
que tanto bien no cabe en mi mal fiero,
mas deseo ya sólo lo que espero,
que es acabar en este devaneo.

   Tan cansado me tiene este deseo  5
que del mísero efecto desespero
y, engañado, en mi intento persevero
y al cabo el vano error, que sigo, veo.

   ¿Pero qué vale ver el mal presente
si porfío y contrasto, no espantado,  10
a los bravos asaltos de amor crudo?

   No temo y oso todo libremente
porque es al corazón desesperado
la obstinación impenetrable escudo.



- CXLVI -


Al doctor Martín Martínez


ArribaAbajo   Tú, que alegras el Tebro esclarecido,
y del Betis ondoso el curso ufano
dejas, y el precio antiguo italiano
miras en el sepulcro del olvido,

   ¿Por ventura, del yugo sacudido,  5
la cerviz alzas libre, y del tirano
amor en ti desmaya el furor vano,
o en fiero ardor espiras encendido?

   Que yo en la patria sin mi Luz me veo
triste, preso, herido, solo, ausente,  10
y perseguido siempre de un cuidado.

   Sin esperanza aviva mi deseo,
y apena de este río a la corriente
descubro el mal que sufro no cansado.



- CLXVII -


ArribaAbajo   Mi Luz, así en la vuestra bella frente
nunca ofenda las rosas hielo frío,
y así blando al ingrato señor mío
vea en esas estrellas yo presente,

   que me digáis, humilde amante ausente,  5
si en vuestro corazón hallo desvío,
si vuestro pecho tierno el desvarío
dulce, como en mi tiempo alegre siente.

   Porque, por esa púrpura templada
en blanca y pura nieve, y por los ojos  10
suaves, do respira mi esperanza,

   que en la más luenga ausencia y apartada
no vos negó mi alma los despojos
ni en mí temió el Amor jamás mudanza.



- CXLVIII -


ArribaAbajo   Cuando cantar deseo la belleza
vuestra y serena luz, que humilde honro,
el esplendor y puros rayos de oro,
do afinan los de Febo su riqueza,

   reconozco el valor y la grandeza  5
en quien d eterno ardor celeste coro
ensalzó de sus bienes el tesoro,
y desigual me inclino a tanta alteza.

   Dadme favor alguno en vuestra gloria,
de honesto amor oh llama generosa,  10
y de nuestra edad oh raro ejemplo,

   porque a la eternidad de la memoria
por precio de beldad maravillosa
consagre vuestro nombre yo en su templo.



- CXLIX -


ArribaAbajo   Llegue el dolor, si puede crecer tanto,
a desatar esta secreta llaga
que no me deja reposar, y haga
ante quien temo el justo oficio el llanto;

   que cuando descubriere de ello cuanto  5
mostrar se debe a quien tan mal se paga
de mi mal, podrá ser que se deshaga
la sombra del peligro y de mi espanto.

   Si no, escondido en esta oscura niebla
acabe a gusto ajeno, mas de suerte  10
que falte del remedio la esperanza;

   porque quien siempre yace en la tiniebla
no espere ver la luz sino en la muerte;
que la gloria de amor tarde se alcanza.



- CL -


Al conde de Gelves


ArribaAbajo   Señor, si este dolor del mal que siento
veo desvanecer en mi memoria
y en olvido yacer la triste historia
que fue dura ocasión a mi tormento,

   de España en voz alta y noble aliento  5
cantaré los triunfos y victoria
y daré en su valor y eterna gloria
el valor vuestro insigne igual asiento.

   Mas un dulce esplendor, un cerco y oro
que en crespas hebras arde, una armonía  10
y gracia que florece y orna el suelo,

   una belleza a quien suspenso adoro
impiden esta altiva empresa mía
y en su furor me llevan hasta el cielo.



- CLI -


ArribaAbajo   Profundo y luengo, eterno y sacro río,
que en el ancho curso tuyo y grande frente
mezclas en el mar hondo de Occidente,
y en él junto el amargo llanto mío;

   de mi deseo vano, en quien porfío,  5
de esperanza y remedio siempre ausente,
en esta soledad por tu corriente
hago ocasión a nuevo desvarío.

   Tú si del canto mío un tiempo oíste
el tierno son, aunque mayor que el Ebro,  10
y yo ¡cuánto menor que el claro Orfeo!

   Admite en estas ondas mi amor triste;
que será en los males que celebro
sólo mi Pimpla y mi Castalio Olmeo.



- CLII -


ArribaAbajo   No puedo sufrir más el dolor fiero
ni ya tolerar más el duro asalto
de vuestras bellas luces, antes falto
de paciencia y valor, en el postrero

   trance, arrojando el yugo, desespero,  5
y por do voy huyendo el suelo esmalto
de lazos rotos, y levanto en alto
el cuello osado y libertad espero.

   Mas ¿qué vale mostrar estos despojos
y la ufanía de alcanzar la palma  10
de un vano atrevimiento sin provecho?

   El rayo, que salió de vuestros ojos,
puso su fuerza en abrasar mi alma
dejando casi sin tocar el pecho.



- CLIII -


ArribaAbajo   Cubre en oscuro cerco y sombra fría
del cielo puro el resplandor sereno
la húmeda noche, y yo, de dolor lleno,
lloro mi bien perdido y mi alegría.

   Ningún alivio en la miseria mía  5
hallo, de ningún mal estoy ajeno;
cuanto en la confusión nublosa peno
padezco en la rosada luz del día.

   En otro nuevo Caúcaso enclavado,
mi cuidado mortal y mi deseo  10
el corazón me comen renovado,

   do no pudiera el sucesor de Alceo
librarme del tormento, no cansado,
que excede al del antiguo Prometeo.



- CLIV -


ArribaAbajo   Viví, cuando Amor quiso, en mi cuidado
ufano y sin temor, mas mi destino
no sufrió que este bien fuese contino,
que no dura en amor un dulce estado.

   Desierto de remedio y engañado,  5
cual mísero y errante peregrino,
por los montes voy solo, sin camino,
de mí mismo y de Amor desamparado.

   En medio del dolor, en la memoria,
tal vez consiento sombras de alegría,  10
que engañan dulcemente la esperanza.

   Mas esto es la segur, que de mi gloria
corta lo extremo, que en la suerte mía
del bien nace en mis daños la venganza.



- CLV -


ArribaAbajo   Cuando miro el fino oro al manso viento
en lucientes rieles esparcido,
o en hermosas lazadas recogido,
mil causas justas hallo a mi tormento.

   Cuando la llama y luz de puro aliento  5
rutilar veo en torno, y que el vencido
pecho tiene en su fuego convertido,
mil causas justas hallo al mal que siento.

   Cuando escucho la angélica armonía
y admiro el valor vuestro y gentileza,  10
mil causas hallo justas a serviros.

   Mas cuando en la humildad contemplo mía
y en vuestro dulce afecto y su nobleza,
no hallo causa justa a más suspiros.



- CLVI -


ArribaAbajo   ¿Qué espíritu encendido Amor envía
en este frío corazón esquivo,
que con la alba en calor el pecho avivo
y ardo al aparecer del nuevo día?

   Yo me inflamo si a Febo se desvía  5
la sombra, y cuando de aquel puesto altivo
declina el sol, me quemo en fuego vivo
y abraso, cuando el mar tuerce la vía.

   Centella soy, si el lubricán parece;
llama, cuando se ven las luces bellas  10
y el blanco rostro a Delia se colora;

   fuego soy cuando el orbe se adormece;
incendio, al esconder de las estrellas;
y ceniza al volver de nuevo aurora.



- CLVII -


ArribaAbajo   Clara, suave luz, alegre y bella,
que los zafiros y color del cielo
teñís de la esmeralda con el velo,
que resplandece en una y otra estrella;

   divino resplandor pura centella  5
por quien libre mi alma, en alto vuelo
las alas rojas bate y huye el suelo,
ardiendo vuestro dulce fuego en ella;

   si yo no sólo abraso el pecho mío
mas la tierra y el cielo y en mi llama  10
doy principio inmortal de fuego eterno,

   ¿por qué el rigor de vuestro antiguo frío
no podré ya encender? ¿Por qué no inflama
mi estío ardiente a vuestro helado invierno?



- CLVIII -


ArribaAbajo   Cuando de mi Luz bella el desdén siento
y fenecer mi gloria en tibio olvido,
huyo señero y triste, aborrecido,
el áspero dolor de mi tormento.

   Mis vanas esperanzas represento,  5
el poco bien, el mucho mal sufrido,
y ausente, despagado y ofendido,
mi libertad dorada osado intento.

   Pero si vos después rendido el cuello
y viéredes colgados mis despojos,  10
dudad las duras armas de amor ciego;

   que en las lucientes hebras del cabello
y alegre fucilar de alegres ojos
preso me pierdo todo, y ardo en fuego.



- CLIX -


ArribaAbajo   Vuelvo al ufano corazón el día
en que mi Luz mostró su luz hermosa
y relució suave y amorosa,
bella en mis ojos igualmente y pía;

   y acuérdome que el sol que descendía  5
paró al ardiente Flegon la espumosa
rienda, y con su tardanza espaciosa
sintió el íntimo polo ausencia fría.

   Entonces, inflamado en dulce fuego,
mi gloria alabo y bien, y alegre digo:  10
¿cuál buena suerte alcanza mi ventura?

   No el cetro del romano envidio y griego,
porque imperio mayor tiene consigo
quien ama soberana hermosura.



- CLX -


ArribaAbajo   El color bello en el humor de Tiro
ardió y la nieve vuestra en llama pura
cuando, estrella, volviste con dulzura
los ojos, por quien mísero suspiro.

   Vivo color de lúcido zafiro,  5
dorado cielo, eterna hermosura,
pues merecí alcanzar esta ventura
acoged blandamente mi suspiro.

   Con él mi alma, en el celeste fuego
vuestro abrasada, viene y se trasforma  10
en la belleza vuestra soberana,

   y en tanto gozo, en su mayor sosiego,
su bien en cuantas almas halla informa,
que en el comunicar más gloria gana.



- CLXI -


ArribaAbajo   Hórrido invierno, que la luz serena
y agradable color del puro cielo
cubres de oscura sombra y turbio velo
con la mojada faz de nieblas llena,

   vuelve a la fría gruta y la cadena  5
del nevoso Aquilón, y en aquel hielo,
que prime con rigor el duro suelo,
las furias de tu ímpetu refrena;

   que en tanto que en tu ira embravecido
asaltas el divino Hesperio río,  10
que corre al sacro seno de Occidente,

   yo triste, en nube eterna del olvido,
culpa tuya, apartado del sol mío,
no me enciendo en los rayos de su frente.



- CLXII -


ArribaAbajo   Cual dejando el olimpo soberano,
por la columna ebúrnea y roja frente
las ondas y sortijas de luciente
oro mi luz movió en semblante humano.

   En ellas centellando Amor tirano,  5
me anudó el corazón con red ardiente,
y blando puso el yugo a mi doliente
cuello entonces la tierna y blanca mano.

   Promesa fue este dulce acogimiento
para el bien de esperanza glorioso  10
y fin del peso que sufrí cansado.

   ¿Qué no podré esperar de mi tormento,
si en hebras que el sol mira envidioso
me hallo estrechamente relazado?



- CLXIII -


ArribaAbajo   Oye tú solo, eterno y sacro río,
el grave y mustio son de mi lamento,
y mezclado en tu grande crecimiento
lleva al padre Nereo el llanto mío.

   Los suspiros ardientes, que a ti envío,  5
antes que los derrame leve viento,
acoge en tu sonante movimiento
porque se esconda en ti mi desvarío.

   No sean más testigos de mi pena
los árboles, las peñas, que solían  10
responder y quejarse a mi gemido,

   y en estas hondas y corriente llena,
a quien vencen mis lágrimas porfían,
viva siempre mi mal y amor crecido.



- CLXIV -


ArribaAbajo   Del fresco seno ya la blanca Aurora
perlas de hielo puras esparcía,
y con serena frente alegre abría
el resplandor suave que atesora.

   El lúcido confín de Euro y de Flora  5
con la rosada llama, que encendía
Delio aun no rojo, al tierno y nuevo día
esclarece y esmalta, orla y colora.

   Cuando sale mi Luz, y en Oriente
desmaya el vivo ilustre. Oh vos del cielo  10
vagas lumbres, si tanto se consienten,

   digo con vuestra paz que en mortal velo
pareció más que vos bella y fulgente
mi Luz, que honora el rico Hesperio suelo.



- CLXV -


ArribaAbajo   Ardió en las llamas de Eta Alcides fiero,
que desdeñó el valor nunca vencido
de su inmortal espíritu encendido,
quedar mortal, sujeto al común fuero;

   tal yo, que en la serena lumbre muero  5
de mi Estrella inflamado, aunque el perdido
dolor me trae mísero, rendido,
eterno en su rigor vivir espero;

   mas ¡cuánto desigual es nuestra suerte!
que el veneno acabó su fuerte pecho,  10
y del error nació su grande gloria;

   pero mi luz no se preció en mi muerte,
y yo en sus rayos vivo, incendio hecho;
perpetua ofrezco al tiempo esta memoria.



- CLXVI -


ArribaAbajo   Dichoso fue el ardor, dichoso el vuelo
con que, desamparado de la vida,
dio Ícaro en su gloria esclarecida
nombre insigne al salado y hondo suelo.

   Y quien despeñó el rayo desde el cielo  5
en la onda del Eridano encendida,
que llorosa lamenta y afligida
Lampecie, en el hojoso y duro velo.

   Pues de uno y otro eterna es la osadía
y el generoso intento, que a la muerte  10
negaron el valor de sus despojos,

   yo, más dichoso en la alta empresa mía,
que hasta el Olimpo me encumbró mi suerte
y ardí vivo en la luz de vuestros ojos.



- CLXVII -


ArribaAbajo   Ya pues que no resiste mi esperanza
de esta ausencia mortal el golpe fiero,
y cuido que será dolor postrero
este que renació en vuestra mudanza,
acabad con mis ansias la venganza;  5

   que si de esta ocasión injusta muero,
libre, que en vida triste nunca espero,
sentiré en tanto afán tal vez bonanza.

   Y si vos no sufrís que mi tormento
ponga término al daño con la muerte,  10
porque jamás descanse de mi pena,

   diré contra mi mal que más contento
estoy con la dureza de mi suerte,
pues esto quiere en mí quien me condena.



- CLXVIII -


ArribaAbajo   Voy siguiendo la fuerza de mi hado
por este campo estéril y escondido;
todo calla y no cesa mi gemido
y lloro la desdicha de mi estado.

   Crece el camino y crece mi cuidado,  5
que nunca mi dolor pone en olvido;
el curso al fin acaba, aunque extendido,
pero no acaba el daño dilatado.

   ¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartarse y huir, si en la memoria  10
se estampa y muestra frescas las señales?

   Vuela Amor en mi alcance y no consiente,
en mi afrenta, que olvide aquella historia
que descubrió la senda de mis males.



- CLXIX -


ArribaAbajo   A do inclino los ojos, allí veo
de mi ingrata enemiga la belleza,
y en dulce sentimiento de terneza
cuitoso con mi pena devaneo.

   Cuánto debo en mi mal a mi deseo,  5
que entibia mi dolor con tal destreza;
que cuando más envuelto en mi tristeza,
descubro lo que busco y más deseo.

   Si este engañoso velo de mi daño
no sustentara el pecho, acostumbrado  10
al perpetuo furor de mi tormento,

   ya fuera muerto, más dañoso engaño,
que me enlazas de nuevo en mi cuidado,
¿por qué me huyes más veloz que el viento?



- CLXX -


ArribaAbajo   ¿Nací yo por ventura destinado
al amoroso engaño, y ofrecido
en mi ofensa a desdén, a ingrato olvido,
sujeto siempre a miserable estado?

   Rompa la aguda espada el implicado  5
nudo, pues de mi industria nunca ha sido
suelto por mi dolor, que en mal perdido
el más cruel dolor es acertado.

   Cuelguen de este alto roble los despojos
de mi penoso error, y la que incierto  10
me sostuvo esperanza a un tiempo, muera;

   que ya no doy lugar a bellos ojos
ni a dulce risa y habla lisonjera;
y en él se escriba: «Amor quedó aquí muerto».



- CLXXI -


ArribaAbajo   Mi bien, que tardo fue a llegar, en vuelo
pasó, cual rota niebla por el viento,
y creció siempre horrible mi tormento
después que me cercó el temor y el hielo.

   Alzaba mi esperanza al alto cielo;  5
pero en el comenzado movimiento
cayó muerta, y llorando sin aliento,
me lastimo, desierto en este suelo,

   donde, pagado sólo de mi llanto,
huyo aun livianas muestras de alegría,  10
ausente, aborrecido y olvidado.

   Triste memoria indina esfuerza el canto,
y quejoso en la instante pena mía
descanso cuando gimo más cuidado.



- CLXXII -


ArribaAbajo   No espero más de Faetón luciente
ni de la blanca Cintia noche o día;
discurra Iperión por otra vía,
y Properina ocupe el Oriente;

   porque los dulces rayos de la frente  5
que el cielo de la Estrella ilustran mía,
son mi Apolo y mi Delia, cierta guía
en la oscura tiniebla y luz presente.

   En tanta gloria ofende mi flaqueza;
que tolerar no puedo en ella atento,  10
cual águila, el ardor de su belleza.

   Dichoso yo sí, como el gran deseo
de cegar en la causa del tormento,
Argos fuera tal vez, después Fineo.



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