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Abajo

Antología poética

El aprendizaje de lo inesperado. Antología personal

1979-2005

Jorge Riechmann






ArribaAbajoPórtico




ArribaAbajoOtro ritmo posible


AbajoUn buen verso
no sacia el hambre.

Un buen verso
no construye un jardín.

Un buen verso
no derriba al tirano.

Un verso
en el mejor de los casos consigue
cortarte la respiración
(la digestión casi nunca)

y su ritmo insinúa otro ritmo posible
para tu sangre y para los planetas.

(de Poesía practicable)                





ArribaAbajoEl miedo horizontal (1979-1980)




ArribaAbajoMorada


ArribaAbajoEn alguna parte un pájaro escrito hace explosión
pues sus plumas estaban ordenadas
como las últimas páginas de un libro

Hay un imperceptible equilibrio de instantes
Si se moviese algo
el vacío se vertería en el vacío

De una habitación a otra
la luz puede seguirme voy andando despacio
Ante cada puerta
escucho largo rato sin atreverme a abrir:
un pianista manco impone silencio
en el sueño de un niño / sus manos en la tapa
ardiendo con la llama cortante del otoño

un ramo azul de rosas de jardines polares
una carta cerrada que contiene
el momento en que se abrirá
una ausencia disfrazada de ausencia / un frío tenue
un apenas error / una secreta sorpresa
que no alcanzo a distinguir

Dentro del azucarero he encontrado
en un charco áspero de lágrimas a
quien vive aquí






ArribaAbajoRazones para huir


ArribaAbajoA veces escribo buscando una palabra
que me justifique / verso a verso persigo
la única quimera de mi desfalleciente vida

Alanceo un instante de risa en el vacío
Paredes se derrumban
a mi alrededor / escapo por un pelo
Sigo corriendo con la nieve a mis talones
como un perro furioso como un blanco sarcasmo

(Sé que el hallazgo anula
la vana agitación del héroe y su búsqueda
Busco mi muerte y huyo de ella esta tarde
todas las tardes de esta indescifrable lucidez jadeante
de este jadeante poema inacabable)

Al cabo de la última línea doy con ella
El poema está terminado

(Nunca escribo / No hay poema)






ArribaAbajoParábola del jugador


ArribaAbajoQue yo te tenga así
de pie sobre las puntas de los dedos
al cabo de un movimiento leve
acróbata volcado

Que nadie sepa qué línea abismal
impávido atravieso
nadie pregunte desde cuándo es azul
la máscara lanosa de clown cruel que visto
ya sin dolor

Al norte de mi corazón de cuero
comienza el marfil de un país que recorro
muy raras veces
No hablo de mi ofrenda al demonio del naipe
funámbulo dormido sin lujo sobre el arpa

Cada minuto dejó
su piel sobre mi piel escaqueada
He conocido armados amores
de arlequín fervientemente insensible
Como San Pedro seré colgado de los pies:
que nadie diga nada

Este momento es mío
vértice íntimo o víctima frecuente
El azar no me quema las manos
Soy entonces el gran negador
dueño por un instante del mundo y de la nada

Entonces por qué ceder en la última escalera
saltar al vacío si el manotazo es luego
como un solo disparo que derrumba castillos
Mi padre era griego que no pregunte nadie
por la iguana de labios bezudos
que está lamiendo la sangre a mi costado




ArribaAbajoEl sueño de Sindbad

Velo a la orilla devastada de la noche, atento a su latir regular como pudiera serlo el de un alma libre de toda dependencia corporal y que sin embargo, o más bien precisamente por ello, respirase.

Negras olas depositan pies a mis pies, manos junto a mis manos. Atento a sorprender lo que no se repite, pienso que en esta ciega playa de tiempo todo estriba en que lo que he dado en llamar el mar, como antes lo llamé la noche, no se detenga. Alguien me dijo que el mar enseña a contar: acaso he venido por eso.

En mi sueño edifiqué una cárcel donde continúo preso tras despertar, si es que estoy despierto. La celda, espiral de nácar, es harto más dura que mis nuevas manos de corcho y espuma: y no puedo hallar las otras.

Las olas arrastran una concha roja, la sal comienza a dibujarme cristales en las venas. Pero mar adentro —si es que todavía duermo— aprenderé a cifrar mi deseo en algo que no conozco, en algo que nunca podría ser arrastrado hasta la orilla.






ArribaAbajoSoneto minusválido de la tercera vida


ArribaAbajoEn su breve corazón lanceolado
hay una ciudad con tres puertas
una es la entrada del día otra la de la noche
la tercera siempre permanece cerrada

Cuando cada mañana coincide con su asombro
bailan en su cuerpo transparente tres preguntas
una palabra es de tristeza otra de gozo
la tercera no la dice nunca

Hay labios en sus besos de tres colores distintos
su sueño guarda un animal con tres alas
se dan cita en su estirpe hasta tres casas condales

Su claridad me asusta no sabría decirle
—a ella que se cree a salvo en su secreto—
que estoy enamorado de su tercera vida




ArribaAbajoLa pulsación suspendida

Campanas de tinta llenan la madrugada con su aviso desvencijado. Mi amarga lengua.

Ladro, ladro, ladro con el largo perro amarillo del desconsuelo.

Qué escándalo de mil demonios este osario inútil, este sonajero de muertos en el pecho.

Es como tú decías.

Mi mortificada cortesía, mi escualidez impávida y una solicitud de fiebres tropicales que llevo siempre conmigo.

Es como tú decías. Como una fotografía. Un instante de descuido y una eternidad de desconcierto.

Y lo insoportable: todavía finjo que no lo sé. Monólogo de la vida con un ángel cocinero sentado sobre mi corazón.

Con un asfódelo en el ojal, con una sonrisa distante. Payaso de tu cuerpo desnudo.

Quiero detestar mi deseo y deseo hasta ese exceso de aborrecimiento, esa borrachera instintiva. Al desierto conducen todas las puertas abiertas.

El gran teatro. Llueve como si todos los caballos del cielo estuviesen orinando de repente. Turbios amores / entre bastidores. Qué risa.

De todo el mundo, de todas las muertes,

de todas las maneras te amo.






ArribaAbajoLa verdad es un fuego donde ardemos (1981-1984)




ArribaAbajoEl cuerpo se acuerda de un amor


«Había que escribir sin para qué, sin para quién. / El cuerpo se acuerda de un amor como encender la lámpara»

Alejandra Pizarnik                




1

ArribaAbajoDiente de dragón,
taba de libertad que hoy he perdido:
así, dando palos de ciego, destruyo
mi casa y las cornejas me envilecen
con su infinita compasión inútil.

En un tiempo lejano habitáronme dioses.
La caída:
un copo de ceniza en el dedal del miedo.


2

Mundo abierto como una vena
palpitante como una estrella inextinguida
río de vida que abreva
a las últimas panteras incesantes

Asombro: saberme súbitamente denso intacto
y apreciar el ímpetu verdadero de los seres
y su deseo y su amenaza.


3

Dejar que el silencio se abra como un fruto
y recoger la sazón de las palabras.
Sobre la muda piel, escribir el poema
que haga pedazos el vaso de la muerte.
Y no sobrevivirte nunca a ti,
corazón apretado, oniromante, efímero.


4

Porque permaneces allí donde no puedo durar.
Alfabeto en el cielo del deseo,
devastada alegría, sangre sin hipérboles
exterior al mezquino círculo del hábito
donde se abrigan los hombres, girando
como los perros sabios antes de dormir.
Donde no te alcanzo.

Hundida hasta los ojos en la aurora,
escueta y desesperadamente viva.
Amada de las hoces y las navajas rotas.
Donde no puedo estar,
donde te espero.


5

Durar
junto a tu corazón.
Arrostrar la noche de tus ojos.
Alimentar a la sangre inclemente
con la miel callada que cicatriza el vértigo.
Abrazar infinitamente tu riesgo,
amarte, amarte en el abismo
azotado por tu grave cabellera marina.


6

Me hundo en la leyenda de tu sangre,
recóndito furor prefigurado en el torrente,
escalera de luz.

Largas horas conversan con raíces.

Alcanzarte y perderte interminablemente
no es sólo la más cabal figura de mi historia:
yo nunca renuncié a mi pleura infernal.

Allegarse al crisol para anidar
en risco respirado.
La libertad de rostro rojo atisba
entre las ramas diáfanas
del ocaso por tus manos abierto.




ArribaAbajoCuerpo del amor



1

ArribaAbajoRecuerda, niñez mía
aquellos ibones vertebrales de los Montes Pirineos
en cuyo fondo mora una mujer bellísima de agua
que irresistiblemente llama a quien desde la orilla
se atreve mucho tiempo a contemplar, y enloquece.

El denso abismo azul impenetrable
se cierra sobre él, y quién ha visto
la mano delgada que le atrae al fondo.


2

Para decir tu nombre
desnudé las altivas paredes de mi casa
bruñí los ojos de las aves nocturnas
y despojé al gárrulo corazón
de penitencias y trofeos

convoqué a los más esquivos silencios del amor
me unté los labios de tierra negra y de sangre
pensé en la inapagable estrella de mi muerte
para decir tu nombre.


3

Recogí la espiga
en la libertad de tu cuerpo oferente.
No había otra luz que la del difícil amor,
otro poder que la soga de los miembros trenzados.
Otra senda que el laberinto de metal de tus venas.
Otro manantial que tu corazón transparente.

Si te negase, arcaico un dedo
fulgurante de nieve y cicatrices
no tardaría en reventarme los ojos.
Te he conocido. Eres todo cuanto sé.
Creo en este momento.

Confié mi verdad a la primavera del muérdago
y al bosque rumoroso de la sangre.
Tú aguardabas en cada gota de lluvia,
presente como la inmemorial alianza de la aurora,
como el beso del tiempo en el corazón del fruto.

Promesa de la libertad contra la muerte.


4

Cuerpo del amor
habitado desde más allá de sí mismo
cuerpo del reconocimiento
que me supone y me emplaza y me explica
Je est un autre
pero el otro es el mismo

Cuerpo del reencuentro
carne de eternidad y de abandono
cuerpo arrasado de deslumbrante demencia
de cósmica pereza donde se olvida el mundo

Cuerpo de revelación
dolorosamente fascinado por cuanto te niega
te abraza te destruye
Babel de múltiples tiempos y sentidos
encarnación de ti mismo
que nada explica pero disuelve
la pregunta

interminable aljibe de pureza.


5

Y sostengo tu mano.

El peso arrancado, que tiembla
en frondas oscuras, rasga
la hollada nieve del verbo.

Su tiempo, único augur,
en el hombre examina las vísceras del ave.
Detengo el torrente de párpados.

Y la sostengo, mano
sobre el charco de la muerte, racimo
invicto e instantáneo,
dura lumbre blanca donde intento durar.


6

Ángulos de tu piel que yo he creado
arándote en deseo

Lugares vastos en los que has vivido
como en las catedrales de mi espera

Sueños aún más antiguos que has soñado
porque yo te he soñado inexpresable

Desde el légamo oscuro de los días
difícil, fácilmente
he llegado ante ti.


7

Dijiste: todo, Todo, y se abatieron
como rastrillos de heridas familiares
relámpagos de sombra.

Todo se repetía: sin sarcasmo pudieras
morir dos veces; una en sueños,
otra necesitando abismos elegidos.

Pudieras desatar el nudo de tus venas
y el corazón callado.




ArribaAbajoDentro de un círculo de fuego


ArribaAbajoEncerrada en un círculo de fuego, dentro del cual
bailan las intangibles figuras de tu vida y también —sobre todo—
tu propia muerte con su máscara blanca, inagotable.

Absorta, extasiada en las distancias letales
que median entre el agua y la sed, entre el deseo
y ese espejo o ceniza que devuelve la nada de quien mira.

En un charco de un año. Y yo,
impedido por esta solitaria multitud de viajeros,
intentando rozarte con mis dedos quemados.

Con esta luz dulce y dura, en esta tibia mañana de premura
habremos de gritar hasta romper los cristales y a las sombras que fuimos
liberar de su triste danza mecánica, medrosa.

Y que nadie nos busque desde este instante mismo.




ArribaAbajoNocturno con tos


ArribaAbajoBuscaba a tientas, levantando
cautelosos remolinos de tiniebla,
certidumbre en tu carne.

Presa en ti, afantasmada por el sueño, ensayabas
una vez más tu muerte. La tos como una máscara roja
te tapaba la cara.

Sin reconocerte sufrí, con el vientre empuñado
por ese miedo amniótico que nunca nos permite
acabar de nacer.




ArribaAbajoOut of reach



1

ArribaAbajoToda la noche he abierto la puerta
preguntando quién es, quién
ha olvidado este maligno ovillo, desde qué sueño ácido
me alcanzan las manos o algas temblorosas.
Toda la noche ha rechinado el pecho,
han cantado las hojas como lanzas, han hablado
los muertos alrededor de su cena inolvidable.
Las luces
solamente encubrían,
yo me ahogaba en embarcaderos de risa o era alguien
chapoteando en la ciénaga evidente.
Quién es, quién
eres.
(Las horas
siguen moliendo sin pausa su arroz mojado).

En las venas se acendra la distancia. Como un arco, tenso
la esperanza de encontrar en mí mismo al otro, al extraño
pajarero inmaculado que me salve de mí. De
quién en este instante.


2

La más profunda noche
Entonces me buscaste

para asestarme un puñetazo helado
para ofrecerme lucidez y miseria
para engañarme con la verdad
para cumplir metamorfosis mortales
para explorar las trampas del deseo
para enseñarme el desprecio
para romper lo irremplazable
para engendrar vacío en el vacío
para amarme quizá y que yo te amase

Con estas palabras hago duda de ti
borro el perfil exacto de tu rostro
insoportablemente vivo hoy

doloroso ángel
inalcanzable en mí bajo mi cuerpo.


3

Hubieras muerto en Marruecos
nunca en Grecia
hubieras muerto en Schiele
nunca en Rembrandt
hubieras muerto en Celan
y nunca en Hölderlin
en el yogur nunca en la miel
donde mueres y mueres duraderamente.


4

Te regalé mis manos que enhebraste con lezna en un collar
y está bien

En tu piel nevada bebí el vertiginoso rocío de la fiebre
y está bien

Morías cada noche como yo en tus menudas pupilas arrasadas
y bien está

Amaste a una serpiente a un gran pez a una pantera y tuve miedo y creo
que todo estaba bien

Me arrojarás incluso del olvido yo haré igual
el solidario aunque ingenuo ángel del Edén
se dará muerte con su espada llameante y estará
bien o mal bien o mal bien y mal.




ArribaAbajoHabitarás mi silencio


ArribaAbajoA veces
gritar es acariciarte los muslos, o torpemente
girar con el escualo de tu sueño aterido

Tropezar en la blancura,
sumir la negra boca en tu pelo y sentir
hambre en las raíces

A veces aullar es amarte,
jugar a los dados con un lobo, otear
en el aire arrasado las naves
de la sangre. Creí que te besaba
cuando la hoz solar me cercenó los labios.




ArribaAbajoLa noche salada en tus ingles



1

ArribaAbajoArcilla roja soy en las manos inquisitivas del dolor.
Me hacen sentir la tormenta inmóvil de su fuerza
tan delicadamente, sin quebrarme.
Acaso
reservan mi sangre para otras fiestas de más hermosa agonía

o acaso sufrir es sólo el peor engaño,
la mentira incurable
que para mejor clavar las manos taladradas
arranca el clavo.


2

Fuera la alegría finísimo cuchillo
que separase mi carne fibra a fibra
siguiendo cada hilo hasta su origen secreto
desenredando cada turbio ovillo de dolor

y ondeara luego nuestro así sobrecuerpo
como una gloriosa cabellera agónica
libre a todo viento sensible a todo sol.


3

Bello como el
suicidio. Solamente
después, hermana, de amarte
—mendaz como quienes sustituyen
el pensamiento haciéndose por una frase hecha
iba a decir: ángel negro,
cuando tu vida entera es una explosión blanca,
blanca violencia tu cuerpo
de diosa degollada,
blanco sacrificio tu rebelión
inerme y cotidiana y absoluta—
sólo después de lamer la noche salada en tus ingles
he entendido la imagen.


4

A las pruebas de la muerte sucedieron
los hermosos dientes de la California.

«Es raro» me dijo
«que no llores nunca y no sientas
tal carencia como mutilación».
Ella arrojó los dados fracturantes:
no volví a despertar.




ArribaAbajoCredo




1

ArribaAbajoAscender a lo blanco.

Estuario incendiado de una herida
inmemorial y memorable,
transito de quietud, orilla tersa.
Lo blanco más allá de la visión.

Hemos nacido tantas veces
frente al imán de luz o bebiendo
de la copa recóndita.


2

«En nuestras tinieblas no hay un sitio para la Belleza. Todo el sitio es para la Belleza»

René Char                



Hincaré en cada herida en cada cráter
la bandera instantánea del gozo

Bucearé desnudo de los fondos
en las esclusas feroces de tiniebla
donde cónica brilla
la noche como intacto diamante

Escrito
en la gran luz de imposible que acuna
la palabra perdurable del hombre

alienta al sacrificio inconsumable del hombre.


3

Creo.

Palabras,
ejercicio de imposible.
Violencia contra el pánico del ser.
Fidelidad solamente a lo invisible.
La potencia más pura
para desvelar
te.


4

Realidad como metal fundido,
aroma cuajado en vértigo, en deseo
mortal, cristal insostenible.
Así el hombre y el árbol
encarnan y se abrasan,

o el vaho de la sangre da fe.




ArribaAbajoInconnue


ArribaAbajoMe expongo a ti como si fueras lluvia
capaz de deshacerme en átomos de cieno
merecedores del sedimento más hondo, más oscuro y callado
para otra edad; o pudieses
lavarme de ese barro y presentarme, exento,
con la gran precisión de la jornada última,
ante los umbrales de gozo de tu ser.




ArribaAbajoBorradores hacia una fidelidad (1984-1985)




ArribaAbajoBorradores hacia una fidelidad. Una docena para René Char [selección]




1

Porque la madre no pudo
hacerlo, hemos tenido
que devorar nosotros
nuestra propia placenta.

Por ausencia y por luto
somos fuertes.


2

Pourquoi le champ de la blessure est-il le plus prospère de tous?



La grave esperanza
rehusada, otorgada.

Los ojos tintos
o sabios con escamas
que besó la locura.

La amapola tronchada, para siempre
nuestra espina dorsal.


3

Para hablar y callar
con la resonancia justa,
desciende a un pozo.
Arrópate en el frío solamente.
Haz amistad con designios
que los demás despojan.
Haz conjuros infalibles
y no fíes en ellos.
Apiádate del sueño talado.

El amor
no ha de quedar al margen de estas tareas previas.
No concluyas.


5

Seigneur Temps! Folles herbes! Marcheurs puissants!



Tiempo guardián del éxtasis
piedra que cae desde la absoluta altura
desarbolado corazón, voz que agosta los muslos
pájaro carnicero

Tiempo de potente pisar
palabra como un pétalo suspenso
hogar de insurrección donde brasas sagradas
amenazan los ojos

álzame
levántame a la boca al corazón que estalla
a la nupcial locura de la sangre en los caminos
circulares del mundo

a tu ausencia.


7

Pourquoi écrivez-vous?



Enjuagaduras,
dijo el mejor de nosotros.

Otros son perros sabios
frente al perro oleoso de la noche.

El hilo de sombra de mediodía,
la hebra de luz de medianoche.
El fruto que buscamos se corrompe al morderlo.


11

...une santé du malheur...


Con mi enfermedad unilateral,
con mi ceguera esquilmada, con estas
casi inermes chozas del sentido.
Con mi silencio impuro y con las briznas
de pobreza no vivida,
con tales estameñas miserables, construir
la respiración erguida que reclama
nuestro tiempo de alta exigencia.


12

Vous serez une part de la saveur du fruit.


Como sólo nos concedían la miseria
resolvimos vivir en plenitud.
La fuerte voz de insurrección
del enterrado vivo
alzó en vilo relámpagos y abrojos
ya humanos.




ArribaAbajoCántico de la erosión (1985-1986)




ArribaAbajoCántico de la erosión


ArribaAbajoLa intimidad del viento es inmisericorde.
Descarna una casa como desnuda un cuerpo.

Beso a beso la vida
desnudará mi calavera.

Lo hará con la transparencia de tus manos,
testimonio feraz de un dios ingenuo;
con los rebeldes sarmientos de tu vientre.
Lo hará con la pala excavadora de los sueños,
con insectos aciagos, con el viento sumido,
con la estricta destrucción que veneran los hombres.

Ley de la luz humana.
Boca sin reconciliación que soplo a soplo
prende fuego a mis días.




ArribaAbajoPosiciones

Me recojo en la intimidad de una fragua. En voz baja transcribo las derrotas del fuelle, el estupor del martillo, la vacilación del fuego. Vivo la hora en que toda afirmación no puede ser sino desesperada; toda solidaridad, sino elegíaca.

La poesía, rejuveneciendo mientras a contracorriente avanza por el río atroz del tiempo, toca ya el manantial de su desnacimiento.

Nace del amor y del terror con que pueblos ágrafos cautivaban a la palabra viva. Muere en el desdén por la palabra de pueblos de nuevo ágrafos, trivialmente tiranizados a través de sus ojos intestinales. Subsiste como aliento.

Postula la perfección de un cristal de nieve en el interior del corazón humano. Transmite la memoria de lo no sido.

Se reconoce en la luz encrespada, magnífica, violenta, del chaparrón estival mientras sigue luciendo el sol. Aguamiel imprevisto que autentifica el pus de las heridas.

La herida, el aliento, la erosión. Imposible ya recogerse en el jardín, pero todavía cabe hacerlo en el risco, en el torrente, en el despeñadero.

Erosión. Parentesco de los fenómenos que destruyen la fertilidad de las tierras, la vitalidad social y mi propia identidad de persona libre.

Condenados a la abrasión y al despojamiento, no hagamos al menos de la necesidad virtud. Que los ojos abiertos —duras lunas erectas de piedad y herrumbre— vayan lentamente llenándose de arena.

Aunque apenas osemos ya pronunciar la palabra realidad.






ArribaAbajoHas olvidado la escritura del liquen, la de los cabellos blancos, la de las pisadas de los pájaros, la de las heces del lobo, la de la piel dormida de la amiga


ArribaAbajoEn saliendo de la pista en construcción
han robado los nombres de las cosas.

Intento remediarlo torpemente:
río despanzurrado, agua vígil,
trocha fruncida, hálito del deseo.

Lo que queda no es siquiera
la brizna de un temblor de paraíso:
imposible retorno.
No hay recreación adánica del mundo.
No hay visión del origen.

Lo que queda: un meollo de ausencia,
cerca del corazón perdigones de angustia,
una desposesión. El intocable
mantillo lancinante de las lenguas cortadas.






ArribaAbajoAbolir la nostalgia


ArribaAbajoEs la hermana tullida del deseo.
De nada verdadero se predica.
Le place avasallar: busca vasallos.
No le miréis las manos,
perder es imposible.

Abolir la nostalgia, esa tenia violenta,
esa impotencia desovillada en máscara,
mi desdentada enemiga más voraz.
Untarle el cuerpo de brea y de vergüenza.

Sea
la desolada quimera del presente
nuestro empeño imborrable.






ArribaAbajoLibertad para no mentir


ArribaAbajoTruncos los arcos eternos. El deseo
desjarretado. El arte estéril.

Que lo que muere ame a lo que muere:
no te dé miedo acariciar la rosa.




ArribaAbajoMenos almíbar, niño, que se te caen los dientes

Ser siempre el escolar díscolo que no dejaba desteñir sobre los libros la tristeza del pupitre, se asomaba sin vértigo a los márgenes de páginas prohibidas, prefería el negro habitable de la pizarra al mentiroso blanco de la tiza. Olvidar siempre la lección. No terminar nunca de aprender.
     (Pues que el poeta, alumno ambivalente que se quedó estancado en el parvulario, tiene que seguir siempre aprendiendo a leer y escribir).

Para interpretar a Bach no basta un clavicémbalo hambriento. No basta un violín de talco. No basta una almendra amarga en los cuévanos del corazón.

Extrañamiento. Un cabildo universal de verdugos endomingados donde sólo puedes ser el extrañado, el extranjero.

Acaso no resulte desventajoso, a la postre, ser ciudadano de una tierra que tan concienzudamente como Sefarad ha ennoblecido la condición del exilio.

A la radicalidad de la devastación que hoy degrada continentes y conciencias solamente cabe oponer la radicalidad de un rechazo que te proyecte, en cada momento, un paso más allá que el afirmativo chuzo progresista del criminal; por desgracia nunca irrecuperablemente. Y reiterar el exceso de este disparate mientras conserves uso de razón y fuerza en los muslos, a sabiendas de que al final vas a perder o a perderte. En algún lugar muy dentro de este mundo.

La ermita te sigue como un perro pastor. Acaricias descuidadamente el espinazo de piedra viva y retiras la mano abrasada por un incendio. Y así llamea la aparente consistencia de cada ser. ¿No ha de bastar esa quemadura para minimizar tu resignación, conformismo, sumisión? Algún día te atreverás a mirar derechamente los ojos traspasados de Vincent van Gogh.

«La verdadera vida está ausente». Pero antes de abandonarnos se ha posado un momento sobre la mano de miel del poema, y no hay ya renuncia capaz de restañar esa herida.

Pesa tan poco que no se quiebren los tallos de la hierba sobre la que caminas.

Con palos golpeaban rabiosamente la tierra envenenada, hasta que los deslumbró la vacilación del crepúsculo.




ArribaAbajoLa fidelidad posible

Llegas. Con los alimentos del manantial, las uvas álgidas que resumen diosas, el pan grave como un regalo del alma para el alma.

Las palmas de tus manos están húmedas de futuro. ¿Te das cuenta de que estamos vivos, erguidos frente al barranco donde la luz acogolla, sin que la casi insoportable condensación de libertad nos quiebre, nos aplaste?

Bajo las plantas de nuestros pies, el día excava ya las minúsculas galerías que oxigenarán a nuestra enfermedad exasperada.






ArribaAbajoLa ciudad blanca


ArribaAbajoAhí donde veis flores
amarillas encima del tejado,
ahí es mi casa.

Amarillas y azules.
Y la canción purísima del musgo.

No ha sido edificada.
Ahí es mi casa.




ArribaAbajoVivir tiene movimientos que no siempre se acuerdan con los de nuestro corazón. Es menester aprender no la resignación, sino una paciencia activa capaz del respeto por el ritmo adverso como condición para transformarlo

Una rendija de luz para desayunarnos hoy, porque la jornada será ardua. Parece que los verdugos andan preparando un nuevo paraíso. Que nuestra insurrección no dependa de la posibilidad de victoria (la generosidad, como el niño de Charleville decía del amor, aún hay que inventarla). Si el fulgurante punto de lo incondicional se asoma fuera del corazón —donde aún puede dar forma a esa modalidad de salud que es la esperanza—, inmediatamente envenena el cuerpo entero.

Somos débiles y somos invulnerables.






ArribaAbajoDon del desnudo


«Esto es ser hombre: horror a manos llenas»

Blas de Otero                



ArribaAbajoSoñar. Mas las vedijas
del sueño se tornan dura víbora
del soñador dándose muerte a sí mismo.

Reír. Pero la risa
rauda se ordena en sistema de la nada
(por decoro no hagamos
con la zurrapa del hombre metafísica).

Amar, únicamente amar.
Contra el tubérculo ahíto de la muerte
la dulce dignidad de tu desnudo.






ArribaAbajoDe ti


ArribaAbajoMe pierdo.
Me encuentro en las yemas de tus dedos.

Me pierdo.
Me encuentro en la sed clara de tu pelo.

Me pierdo.
Me encuentro en el mediodía de tu cuerpo.

Me pierdo.




ArribaAbajoAscensión del camino de la Larri

«La libertad es algo / que sólo en tus entrañas / bate como el relámpago»

Miguel Hernández                


Presencia que colma, ausencia que desgarra. ¿Quién osará menoscabar la torrencial nobleza de las posibilidades del ser humano?

Al incapaz de descansar en un lecho de ausencia le está también vedada la plenitud nupcial del insomnio de amor.

La luz más clara nos enjuga la frente, no la nuca. ¿Incluso cuando encaramos a la muerte?

Si has perdido el mundo en el instante anterior a aquel en que comienza tu memoria, no te contentes con las migajas de un festín de espectros. Tu desconsuelo dará —desesperadamente— testimonio de la plenitud posible.

Del cosmos al muladar, del ritmo a la ruina. No se detiene el progreso. Imperturbable, Dama Historia continúa avanzando sobre sus raíles de intestinos humanos.

Padeces una salud atroz: casi cada rasgo de la realidad mutilada te remite de inmediato a la fiesta de su cumplimiento. La agilidad con que tantas oportunidades abortadas moldean tu rebelión es insoportable.

Quimérica esperanza que nos ayudas a trenzar con cáñamo nuestros muslos rotos.

Por tanto cabos de hombre para una cuerda ¿de qué?

Esta danza macabra de nuestro tiempo apenas permite otra poesía que la que hace rimar preguntas con negaciones. Y que el vuelo de un vencejo se la llevase a su lecho de infinito.

Qué celaje de pesadumbre para cada flor humillada.

Una parcela de soledad para que el corazón sea también raíz. De un pino negro.

Cada máscara nos arranca el rostro. Y no logramos sacudirnos nuestra corona de moscas sin una carcajada.

He dormido con mi amor sobre un sendero tan estrecho que nuestros alientos no podían desenlazarse. Al despertar no supe si amonestar al sueño o escuchar el latido de mi corazón doble.

Amo, luego combato. Con escudo de vidrio y puños de sudor.

Abarcas de sangre para el trecho restante del camino. Las únicas que aguantan. Las únicas renovadas por la aspereza de la tierra.

Así su ausencia, ¿extraordinariamente?, no la adelgaza a ella sino a mí.

No contemples a la aurora desde arriba. No te asomes al ocaso por debajo.

Rotura tu espalda, acidifica tu lengua: dentro de poco solamente podrás beber cielo. Y será suficiente.

El penúltimo recodo del camino permitía atisbar la base azulada del glaciar, soberbio y postrero como la oración que no pronunciaríamos nunca. El sudor, la más delicada escarcha humana, urdía silenciosos laberintos para uno solo. Y el camino alzó el pecho por última vez.





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