Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoActo tercero

 

El teatro representa el campo; a la derecha está el castillo, prisión de BLANCA, con rejas de hierro salientes; a la izquierda se eleva una montaña escabrosa, toda coronada de rocas, entre las cuales, a cierta altura, se ve la boca de una caverna. De la cima de esta montaña, así como alrededor y al lado del castillo, siguen dos bosques dejando un claro por donde se descubre el Guadalquivir. El fondo del teatro es la otra orilla del río. Es de noche y sólo alumbra la luz que arde dentro de la caverna.

 

Escena I

 

LA MAGA y ABENFARAX, aguzando un puñal.

 
ABENFARAX
Mejor después lo aguzaré en su sangre.
 

(Mostrándole el cuchillo a su madre.)

 
¿No está bastante ya? Pronto en su pecho
Ha de hacerse la prueba.
LA MAGA
No, hijo mío;
Tú no le has de matar; su hermano mismo
Tiene que asesinarle. ¿No concibes
Mi regocijo, cuando Enrique muerto
Por la espada de Pedro yo contemple,
Al un hermano hollar del otro el cuerpo?
ABENFARAX
Sí, madre, sí; pero su sangre entonces
No verás humeando en el acero
De tu hijo; ni al dártelo en tu mano;
Oiré las carcajadas del espectro
Que vaga en la caverna.
LA MAGA
Cuando Enrique
A los pies de su hermano caiga yerto,
En las redoblará: yo le he ofrecido
Un fratricidio horrible; en el infierno
Festejarán al recibir a Enrique,
Y aprestarán a Pedro otro festejo.
¡Jamás sentí tan puro regocijo!
Ni aunque volviera al fortunado tiempo
Cuando, en mi patria venturosa y joven,
Libre viví de los cristianos hierros,
¡Tanto gozo y placer sentir pudiera!
Es imposible, no; los amos nuestros
Entre sí se encarnizan. ¡Ah!, su sangre
Al fin mi pecho beberá sediento.
Y venganza juré: para saciarla
Yo os evoqué, demonios del Infierno,
Y vosotros vinisteis, y mi dicha,
Mi único gozo, mi mayor contento,
Fue cuando vi que, a mi furor sensibles,
Un hijo como tú me concedieron:
Un hijo en que a mi vista se retrata
La propia forma y el semblante de ellos.
ABENFARAX

 (Con alegría brutal.) 

Tus furores, ¡oh madre!, son mi halago;
Son mi mayor placer, cuando te veo
Correr el bosque en la sombrosa noche,
Con alaridos y horrorosos gestos;
Cuando te escucho hablando solitaria
Y oigo de los demonios el acento,
Entonces yo con júbilo y con risa
Contemplo tu furor.
LA MAGA
¡Júbilo horrendo
Que refresca mi alma! Sí, tu risa
Es la luz del relámpago funesto,
Precursora del rayo. ¡En tu miseria,
Tú, al cabo, eres feliz! Tu horrible aspecto
Es terror de los hombres, tu cuchillo
De su maldita sangre está cubierto,
Goteándola siempre; tu alegría
Es verlos a tus pies; hasta el tormento,
La furia misma de tu misma madre
Es para mí un placer.
ABENFARAX
Yo te prometo
Darle el tuyo también; pronto a ofrecerte
Vendré de Enrique o de su hermano el cuerpo,
Y, sin ir a excavar las sepulturas
Para traerte descarnados huesos,
Su vil cadáver palpitante acaso,
Servirá a tus encantos.
LA MAGA
Y otro luego
Me servirá también: la del castillo,
La que allí gime en miserable encierro,
También perecerá. Blanca es cristiana,
Y esposa fue del delincuente Pedro.
La Padilla, celosa, la detesta,
Y aguarda sólo mí fatal consejo
Para matarla; sí, Regó ya el día
De hartar de sangre mi sediento pecho.
ABENFARAX
Regocíjate, ¡oh, madre! Yo te juro
Traértela también.
LA MAGA
Allá entreveo
Por el bosque una sombra; si es Enrique,
Antes que llegue, en la caverna entremos.
ABENFARAX
Si me dejaras, madre, asesinarle...
LA MAGA
No; su hermano lo hará.

 (Entran en la caverna.) 



Escena II

 

LA PADILLA, sola (Aparece por la espalda del castillo.)

 
¡Qué hondo silencio
Reina en la soledad! ¡Qué triste calma!
Tal vez el ruido súbito del viento
Me hace estremecer. ¡Oh cuánto el crimen
Aquí en la soledad remuerde el pecho!
No hay voz de cortesanos que lo halague;
No aquí lo aplaude el engañado pueblo,
Y el grito de la tímida conciencia
Se eleva a resonar en el silencio,
Más tremendo que nunca, y nunca el día
Llega de arrepentirme. Amor funesto,
Precipita mis pasos en el crimen;
Y yo su senda abandonar no puedo,
Y arrastrada por mano del destino
La sigo con vergüenza a mi despecho.
Pero la sigo, al fin. Tal vez mañana
Reciba yo el castigo que merezco.

 (Se para delante del castillo.) 

Aquí está mi rival; he aquí su cárcel.
¿Quién sabe acaso si rompió sus hierros,
Y, libre al lado de su amante Enrique,
Espera ahora recobrar el cetro
Que mi amor le robó? ¿Quién, si yo misma
Vendré a ocupar el solitario encierro
Donde yo la arrojé? Tal vez... ¡Ah! Blanca
Al fin inspira compasión al pueblo.
Mientras que yo, infeliz, yo únicamente
Puedo esperar su escarnio y su desprecio.
¿Y mi hijo? ¡Gran Dios! ¡Ah! Nunca, nunca
Yo me arrepentiré, no; consultemos
La Maga de estos bosques; sus furores
Yo misma igualaré: cólera y fuego
Brotará el corazón. ¡Oh!, si es forzoso
Perder al fin el esperado reino
Y verme puesta a voluntad de Blanca
Implorando perdón, yo haré un veneno
Que ella habrá de gustar, y ambas entonces
Gozaremos al ver nuestros tormentos
Moribundas las dos: nuestra venganza
Así veremos satisfecha a un tiempo.

 (Se acerca a la cueva y dice): 

Maga de la caverna, yo te imploro;
Una infeliz demanda tus consejos.


Escena III

 

LA MAGA desde la caverna, responde:

 
¿Quién interrumpe con su grito ahora
Mi trabajo infernal? Mujer, tu intento
Me es conocido ya; yo sé quién eres;
Vienes, Padilla, a consultar mi espectro.
¡No entres en la caverna!
LA PADILLA
Si mis males
Te ha revelado el poderoso genio
Que te protege, ¡oh Maga!, sé piadosa,
Ten de mí compasión.

 (Se oye un ruido dentro de la caverna, seguido de una carcajada horrible.) 

LA MAGA

 (Dentro.) 

Inútil ruego.
¡Compasión! ¡Compasión! ¡Ah! Los cristianos
Imploran compasión... ¿Y cuándo ellos
La tuvieron jamás? Mas tú, María,
Eres también querida del infierno,
Querida como yo; tú, sí, mereces
Llegar a ver cumplidos tus deseos.
Ánimo y me verás.

 (Sale de repente con una antorcha en la mano, desgreñada y como de en medio de las llamas.) 

¡Mujer!, qué, ¿tiemblas?
Acostúmbrate ya. ¿Ves este incendio...?
En él ha de acabarse tu hermosura.
Tus gustos, tu poder. ¡Ese es el fuego
Que en el infierno abrasará tu alma
Toda una eternidad! ¡Qué! ¿Te amedrentas?
Acostúmbrate ya; justo, muy justo,
Es que corone tu trabajo un premio
Digno de tu maldad. ¿Cuándo gozará
Placer el triste, si, después de muerto,
No pudiera reír del poderoso
Y burlar de su angustia?
LA PADILLA
Esos tormentos
Te guarda el cielo a ti. ¡Calla! ¿No sabes
Que yo, si irritas mi furor, te puedo
Hacer arrepentir? ¿No me conoces?
¿Sabes tú quién yo soy?
LA MAGA
En ti yo veo
La manceba del rey. ¡Desventurada!
Tu furia es impotente; mi recreo
Es verte así sufrir, verte así humilde
Ajar tu orgullo y tu esplendor soberbio
¿Y qué puedes tú hacerme? Tu destino
Está en mi mano; en mi poder yo tengo
Tu vida, todo; y el monarca mismo,
Que humilde pone ante tus pies su cetro
Y que te anima a amenazarme, sólo,
Cuando tú fueras muerta, con lamentos
Te pudiera vengar; tú no conoces
Que, árbitra yo de poderosos genios,
Trastornar puedo a mi placer el mundo,
Hacer dejar sus tumbas a los muertos,
Mover tormentas, a mi voz calmarlas,
Hacer estremecerse los infiernos
Y mostrar sus abismos. ¡Miserable!
Yo sí que ahora aniquilarte puedo
Sólo de una mirada; si no fuera
Que seres como tú son instrumentos
Siempre de mi furor, aquí, ahora mismo,
Se abrieran a tus pies bocas de fuego
Para sumir tu orgullo.
LA PADILLA

 (Con temor.) 

¡Ah! Yo te pido
Que me escuches no más. Ya que encubierto
No hay nada para ti, di: ¿mi destino
Será siempre feliz, o quizá adverso
Ha de tornarse pronto? ¿El rey acaso
Olvidará mi amor? ¿Veré yo el reino
Gobernado por Blanca?
 

(Aparece la luna por cima del monte y refleja el río.)

 
LA MAGA
No, tu estrella
Radiante siempre brillará en el cielo,
Aunque ahora alumbre opaca y temerosa.
Mas te es forzoso exterminar primero
La esposa de tu rey. Blanca es forzoso
Que muera al punto. El inconstante pecho
De Pedro la amará, si tú retardas
La muerte de su esposa que...
 

Se oye una voz cantando acompañada de un arpa, acercándose por el río; todo van sucediendo como dice LA MAGA.

 
LAVOZ
   Lloraba la hermosa Elvira
   En su lóbrega prisión,
   Donde tirano su esposo
   Por otro amor la olvidó.
   ¡Ay, Elvira! ¡Elvira! ¡Elvira!
      Sólo te llora
      Tu trovador.
LA MAGA
¡Silencio!
¿No oyes, Padilla, un armonioso canto
Y el son de un arpa resonar no lejos,
Y de un barco el rumor...?
LA VOZ

 (Más cerca.) 

   Todo sirve a recordarla
   La libertad que perdió;
   Responden sólo a sus quejas
   Los ecos de su prisión.
   ¡Ay, Elvira! ¡Elvira! ¡Elvira!
      Sólo te llora
      Tu trovador.
LA MAGA
En el castillo
La silenciosa reja han entreabierto;
He allí Blanca y Leonor: aquí a esta sombra
Ocultémonos, pues.
 

Pasan LA MAGA y LA PADILLA a la derecha del teatro, cerca del castillo de BLANCA, entre los árboles, sin abandonar el foro. La reina y LEONOR, aparecen en una ventana del castillo.

 
LAVOZ

 (Ya junto al foro.) 

   Todos olvidan la hermosa
   Que un tiempo reina brilló,
   Sólo la llora el que siempre
   Sin esperanza la amó.
   ¡Ay, Elvira! ¡Elvira! ¡Elvira!
      Sólo te llora
      Tu trovador.


Escena IV

 

Dichos, BLANCA, LEONOR.

 
BLANCA
¿Leonor, es cierto?
¿Será la voz de Enrique?
LEONOR
Sus promesas
Ved cómo, al fin, cumplió; llegó el momento
En que va a renacer nuestra esperanza,
En que vais a ser libre: yo he de veros,
Reina, otra vez feliz...
BLANCA
¡Ah! Tú deliras
Y te finges, Leonor, sabrosos sueños
Que están lejos de ser.
LEONOR
Dejad, señora,
Esas tristezas ya; mostrad esfuerzo;
Estad alegre como yo; el sonido
Cesó del canto y lo repite el eco;
Ved, Enrique está allí.


Escena V

 

Dichos y ENRIQUE, que embozado en su capa, salta en tierra.

 
LA MAGA

  (A LA PADILLA.)  

¿No le conoces?
Ve allí el bastardo que se lanza al riesgo
Sin conocer el lazo.
LA PADILLA
¿Es éste Enrique?
LA MAGA
¿Por qué tiemblas, mujer? Tu triunfo es cierto;
Él viene a perecer.
 

(ENRIQUE pasa al pie del castillo y reconoce a BLANCA.)

 
BLANCA
¡Enrique!
ENRIQUE
¡Blanca!
¡Cuánto es sabroso al corazón tu acento!
Cobra esperanza ya; mañana el día
Es de tu libertad; cien caballeros
Hoy por la cruz juraron de su espada
Salvarte o perecer: mi hermano mesmo
Nos presta la ocasión. ¡Ah! No lo dudes,
Mañana el cielo auxiliará su esfuerzo.
BLANCA
¿Y tú, dónde estarás? ¡Ah! Teme, Enrique,
Y no al peligro te despeñes ciego.
¿Por qué mañana, di?
ENRIQUE
Nunca, o mañana.
Ninguno es el peligro; el triunfo es nuestro.
Y va a abrirse tu cárcel; mis amigos
La súplica que hiciste al rey supieron,
Y su intento también. Cuando tú salgas
Mañana de su corte y piensen ellos
Volverte a tu prisión, Castro animoso,
Espada en mano, romperá tus hierros,
Sorprendiendo tu guardia: yo, entretanto,
Cerca te aguardaré; todo dispuesto
Allí estará para auxiliar tu fuga,
Y verte libre y en tu patrio suelo.
LA PADILLA
Muerta primero la verás.

 (Siempre al paño.) 

LA MAGA
¡Ah! ¡Libre...!
La habrás de libertar después de muerto.

 (Suelta una carcajada.) 

BLANCA
¿No has entendido hablar?
ENRIQUE
No temas, Blanca:
Nadie puede escucharnos.
BLANCA
¡Ah! Yo tiemblo.
¿No has sentido una voz?
ENRIQUE
No, nada temas.

 (Registra a un lado y a otro y vuelve.) 

Era sólo ilusión; reina el silencio.
El ruido melancólico del agua,
O el rumor en los árboles del viento,
Te ha engañado tal vez; mañana el día
Con nueva luz alumbrará sereno
Y calmará tu sobresalto, Blanca,
Nada exijo de ti; ¿nada merezco?
¡Ah! Tú jamás te acordarás de Enrique:
Tus lágrimas, tu amor, tu pensamiento,
Sólo posee el tirano que te oprime,
¿No tendrás una lágrima, un recuerdo
Al menos para mí?
BLANCA
¿Por qué mis penas
Gozas en amargar? ¡Ah! Tu tormento
Agrava, más que todo, mi desdicha.
Yo le idolatro, Enrique, a mi despecho.
Ten lástima de mí: calma tu gente
Y reprime su ardor; retarda al menos
Tu aventurada empresa; si, mañana
Tal vez el rey se doblara a los ruegos
De su esposa infeliz; tal vez entonces
Dichosa y libre me veré, sin riesgo,
Sin que peligres tú.
ENRIQUE
Piensas en vano
Que han de ablandar tus lágrimas el pecho
De un monstruo de crueldad. ¿Cuándo el balido
Del corderillo mísero al hambriento
Lobo compadeció? Llegó ya el día
De alzar la frente, de blandir el hierro,
De lanzarse a la lid: mañana mismo
Es forzoso empezar.
BLANCA
¡Oh! Quiera el cielo
tu vida proteger.
LEONOR
La ronda ahora
Hace mi padre del castillo, y siento
Sus pasos acercarse.
BLANCA
Adiós, Enrique,
Ten compasión de mí.
ENRIQUE
Blanca, a lo menos
Guárdame tu amistad; piensa que Enrique
Es infeliz por adorarte ciego.
 

(BLANCA y LEONOR cierran la ventana y se retiran.)

 


Escena VI

 

ENRIQUE se retira por la espalda del castillo, haciendo de modo que cruce a colocarse detrás de la caverna. LA MAGA y LA PADILLA vuelven a donde estaban antes de ocultarse.

 
LA PADILLA
Blanca ya se alejó.
LA MAGA
Su muerte ahora
Es fuerza apresurar.
LA PADILLA
¿Y quién su brazo
Prestará a mi furor?
LA MAGA
Tienes el hierro,
Y el veneno a elegir: si el rey acaso
No consiente que muera, yo te ofrezco
Asesino y puñal.
 

(ENRIQUE aparece a poca distancia de ellas, y recatándose.)

 
ENRIQUE

 (Aparte.) 

Aquí el encanto
De estas selvas está, la voz que a Blanca
Ahora sobresaltó.
LA PADILLA
Y el vil bastardo
Que intenta darla libertad mañana,
¿Piensa que vencerá?
LA MAGA
¿Vencer?, sus pasos
Sin él saberlo a perecer le guían.
Antes que nuevo sol tienda sus rayos
Habrá expirado; la postrera noche
Es esta de su vida.
LA PADILLA

 (Con sarcasmo.) 

¡Temerario!
El mismo causará la justa muerte
De su adorada Blanca: el insensato
De nuevo ya mi enemistad provoca:
¡Triste de aquel que, en medio del océano
Desprecie su furor, viéndole en calma!
Él se abrirá para tragarle airado.
ENRIQUE

 (Aparte.) 

Nombran a Blanca: mis intentos saben;
Los suyos yo descubriré: atendamos.
LA MAGA

 (Con alegría infernal.) 

Esa orgullosa cólera me alegra.
Me ensancha el alma. ¡Réprobos cristianos!
Corred a la matanza; en vuestra sangre
Hundid los brazos, reteñid los labios;
Hartaos de matar; nunca descanse
Vuestro horrible puñal; exterminaos.
¡Oh!, quién me diera contemplar muriendo
Vuestra maldita raza, vuestras manos
Rasgando vuestros pechos, vuestros hijos
El seno de sus madres destrozando;
Y ver vuestras entrañas palpitantes
De hambrientos perros regalado pasto,
Y el hondo abismo del infierno abierto,
Sus gargantas de fuego, jadeando,
Los demonios abrir, entre humo y llamas,
Ciudades sepultar, reinos cristianos.

 (Asiendo fuertemente del brazo a LA PADILLA.) 

Mujer que anhelas sangre, un hijo mío
vuestra sed calmará. Sangre en el cráneo
De Blanca beberás.
LA PADILLA
¡Ah! Tus furores
Me estremecen. ¡Gran Dios!
LA MAGA
¿Dios? Es en vano
Que le llames aquí, sólo a ese nombre
Pudiera el cielo responder tronando,
Si te escuchara Dios, Mujer responde:
¿Quieres que muera Blanca? Ya ni un paso
Puedes retroceder; un hondo abismo
Se abre detrás de ti, vano es el llanto,
Vano es rogar, arrepentirse inútil;
Fuerza es seguir por el camino usado.
¿Quieres que muera Blanca?
LA PADILLA
Sí; es forzoso,
Es forzoso que Blanca o yo muramos.
ENRIQUE

 (Se presenta delante de ellas con la espada desnuda y armado.) 

Nunca; vosotras, infernales furias,
Sí que vais a morir. Temblad; mi brazo
Blande la espada con que el cielo mismo
Va a castigar vuestro delito infando.
LA MAGA

 (Sonriéndose.) 

¿Vienes tú a castigarnos?
LA PADILLA
Caballero...
¿Y osas cobarde levantar tu mano
Contra mujeres débiles?
ENRIQUE
¿Mujeres?
Con rostro de mujeres, sanguinarios
Corazones de tigres son los vuestros:
Corazones de hiena, cuyo pasto
Es sangre de inocentes.
LA MAGA
Sí; y el tuyo
Inocente es también, infame hermano
Del rey infame del cristiano pueblo.
¡Ah, ya caíste en el tendido lazo!
Cerca está de sonar tu última hora;
La muerte ya con silencioso amago
Te estrecha en derredor, ¡Genios terribles!
¡Espíritus del tártaro, alegraos!
Vuestra víctima es esta: aquí ella misma
Codiciosa su fin viene buscando.
¡Angeles de la muerte, y tú, hijo mío,
Ministros de mi furia, aquí mostraos!
ENRIQUE
Tus gritos no me espantan, ¡miserable!
Llama en tu auxilio los agentes vanos
De tu necio furor, llámalos, grita;
No salvarán tu vida tus encantos.
 

(Se arroja a ella, y LA MAGA de un salto, deshaciéndose de él, se pone a la boca de la caverna.)

 
LA MAGA
Impotente es tu cólera, ¡Demonios!
¿No piden sangre vuestros secos labios?
Aquí está vuestra víctima. Hijo mío,
¿No tiembla tu cuchillo entre tus manos?
¡Qué! ¿No te dice el corazón que hay sangre?
¡Ministros de mi furia! ¡Aquí mostraos!


Escena VII

 

Dichos y ABENFARAX,con serenidad estúpida. ENRIQUE retrocede, como asombrado.

 
ABENFARAX

 (Sobre las breñas.) 

¿Hay, madre, ya que asesinar a alguno?
LA MAGA
Regocíjate, sí.
ABENFARAX
Su mismo hermano,
¿No le había de matar?
ENRIQUE
Hombre o demonio.
Sólo un ser como tú puede ser parto
De esta furia infernal. Baja, que el cielo
Redobla ya el esfuerzo de mi brazo,
Que se alza a castigarte.
ABENFARAX

 (Mofándose brutalmente y bajando muy despacio.) 

Ya hace tiempo
Que te persigo yo. ¿Te causo espanto?
Nada ternas de mí; yo intento sólo
Retorcer mi puñal, cuando a enclavarlo
llegue en tu corazón.
ENRIQUE
¡Vil asesino!
Vosotros, si matáis, matáis temblando,
No frente a frente. Un solo caballero
Mil como tú desprecia; tú, malvado,
Vas a morir; yo libraré a la tierra
De tu madre y de ti, monstruo inhumano.
 

(Se va hacia él y LA PADILLA se interpone.)

 
LA PADILLA

 (A LA MAGA.)  

Detén tu hijo.
LA MAGA

  (A LA PADILLA.)  

¡Y qué! ¿No es tu enemigo?
LA PADILLA
Es mi enemigo, sí; pero es hermano
También del rey, y su valor merece
Otra espada más digna, otro contrario.
Detén, Maga, tu hijo.
ABENFARAX
Yo ya es fuerza
Que beba sangre. Para ti he aguzado
Esta noche el puñal.
ENRIQUE
¡Muere, asesino!

 (Arrojándose a él y luchando los dos.) 

 

(EL REY y GARCÍA, embozados, salen por el lado del castillo.)

 
EL REY

 (Aparte a GARCÍA.)  

Las voces son en la caverna; en alto
Una espada relumbra; apresuremos
Nuestros pasos allí: pronto, corramos.
LA MAGA

 (Animando a su hijo.) 

¡Lánzate a él, devórale, hijo mío!
LA PADILLA

 (Aparte.) 

Dos hombres llegan con veloces pasos.
¡Triste de mí si me conocen! ¡Cielos!
¡Verme reunida a seres tan malvados...!

 (Ocúltase entre los árboles.) 

GARCÍA

  (Al REY.) 

Son Enrique y Farax.
EL REY

 (En voz alta a los que pelean.) 

¡Tened, cobardes!

 (Suspenden el combate y miran al REY.) 

ENRIQUE
¿Y quién cobarde me apellida? ¿Acaso
Otro asesino vil? ¡Eh! Caballeros,
Quien quiera que seáis, podéis marcharos.
EL REY
O acometerte y arrancarte el alma.
Y darte así de tu traición el pago.
ENRIQUE
¡Traición! ¡Traición! Y bien, acometedme
juntos todos, venid: solo os aguardo.
ABENFARAX
Sobre ti nos verás.
EL REY

 (Deteniéndole bruscamente.) 

¡Tente, asesino!
Yo juro a Dios que el que adelante un paso
Cae tendido a mis pies.
LA MAGA
Ven, hijo mío;
Ellos se matarán.
EL REY

 (Siempre sin descubrirse.) 

¡Traidor villano!
Yo vengo a hundir mi espada en tus entrañas
¿Tú me buscabas?, ya me has encontrado:
Yo salgo a recibirte.
ENRIQUE
No imagines
Que el duelo yo retarde; mas si acaso
Iguala tu linaje a tu osadía,
Sepa tu nombre el que aborreces tanto,
El que tu reto acepta.
EL REY
¡Miserable!
No pregunto yo nunca a mi contrario
Su nombre en la batalla; empero, sabe
Que no me nombran, como a ti, el bastardo,
Ni me llaman traidor; que espada en mano
Decido siempre diferencias mías,
Y nunca con traición.
ENRIQUE
¡Traición! ¿Y cuándo
La he cometido yo? Sólo ese nombre
Diera a mis hechos el indigno esclavo
Que el lodo inmundo encenagado vive,
Gozoso en su baldón. Vil cortesano,
Si el rey mi hermano a batallar te envía
Contra el que osaste apellidar bastardo,
Tiembla no sea que mi espada vengue
En ti mi injuria, y que escarmiente al bajo
Cobarde adulador, que a ser se ofrece
Ministro vil del mísero tirano,
A cuya vista tiembla.
EL REY
¿Y qué, tu sólo
No le habías de temblar? Más humillado
Has de verte a sus pies que los que, altivo,
Osas ahora apellidar esclavos.
¡Defiéndete!

 (Quítase el embozo y se presenta armado.) 

ENRIQUE

 (Retrocediendo.) 

¡Es el rey!
 

(LA PADILLA sale de donde estaba.)

 
LA PADILLA
¿El rey? ¡Oh, cielos!
¿Piensas, Enrique, asesinar tu hermano?
EL REY
Huye de aquí, mujer; mírame, Enrique.
¿Me conoces? Defiéndete.
LA PADILLA
¡Insensato!
Si así tu vida en despreciar te empeñas,
He aquí mi corazón; tu acero insano
Clava bárbaro en él.
ENRIQUE

 (Envainando la espada, con extrañeza.) 

¿Tú me buscabas?
EL REY
¿No te mostró mi cólera tu hermano?
Yo te buscaba, sí; yo te aborrezco.
Vengo para satisfacer nuestros agravios.
Sé tus ofertas, tu traición, tu infamia;
Todo, Enrique, lo sé; piensas en vano
Tus tramas ocultar: fuerza es ahora
La máscara arrojar, lanzarte al campo,
Exponerte a morir. ¡Pérfido! Sabes
Que estoy al fin de tus maldades harto.
ENRIQUE
¡Tú me llamas traidor! Ese es el nombre
Con que siempre los déspotas tacharon
Al que brioso, independiente y libre,
Osa arrostrar sus bárbaros mandatos.
¿Con qué derecho a tu capricho piensas
Los hombres todos sujetar esclavos?
EL REY
Mi esfuerzo y mi valor me dan seguro,
Y en mi propio derecho me afianzo,
Y al vil traidor que mi enemigo sea
Para hacerle morir basta mi brazo.
ENRIQUE

 (Con despecho.) 

Eres mi hermano al fin.
EL REY
¡Bajo cobarde!
¿Me das ahora el nombre de tu hermano
Por dar disculpa de tu miedo indigno?
¿No era tu hermano yo cuando has osado
Alzarte contra mí, juntar secuaces,
Salvar a Blanca, arrebatarme el mando
Y aun la vida? ¡Pérfido! Ahora
Hiéreme si te atreves, yo te aguardo,
Diversa sangre por tus venas corre
Que la que hierve en mí. ¿Quién? ¿Tú, mi hermano?
Vergüenza eterna para mí sería
Dar tan honroso título a un bastardo.
ENRIQUE
Quien nos ha dado el ser fue un mismo padre,
Que hizo un hombre de mí; de ti, un tirano.
EL REY
La que te dio a ti a luz fue una ramera
Y de ella hubiste lo cobarde y bajo
De tu alma ruin.
ENRIQUE
¿Y quién más causa
Ha dado a la venganza? Mis agravios,
Tus injusticias, tu altivez, tu furia,
Harto disculpan mi traición si acaso
Llamarse así mis hechos merecieran...
EL REY
Si te resienten mis ofensas tanto,
Yo ante ti mismo las mantengo todas,
Para unir el baldón a los agravios.
Satisfácete ya, la espada sea
Único juez y mediador de entrambos.
LA PADILLA

 (Al REY.)  

¿Y siempre tú te arrojarás al riesgo
De morir o matar? ¿Nada mi llanto
Puede alcanzar de ti?
EL REY
¿Qué? ¿Tú proteges
También a mi enemigo?
ENRIQUE
Yo retado
Yo al duelo respondí siempre; mi espada
Pronta y mi brazo está para aceptarlo.
Testigo Dios y el universo entero
Que si mi mano contra ti levanto,
Es pesaroso y a despecho mío,
Es porque tú me fuerzas.

 (Pone mano al puño de su espada.) 

EL REY
Cuanto hago
Y quise hasta aquí hacer está bien hecho
Por haberlo hecho yo, que nunca he dado
De mis gustos razón: Sí, yo insulto,
Yo te fuerzo a lidiar, yo, porque ansío
Verte a mis pies y sin razón alguna,
Sólo por ser mi voluntad lo hago.
ENRIQUE

 (Con pesadumbre.) 

¿Y habré yo al fin de desnudar la espada
Contra un hermano, yo?
EL REY
Tú, al fin, bastardo
Y cobarde a la vez, la luz del día
Te halle lejos de aquí. Lleva tus pasos
Donde tu nombre yo jamás escuche,
Y olvide así tu nacimiento aciago
Y que existes también; yo te desprecio,
Te juzgo indigno de probar mi brazo,
Y te ordeno partir. ¡Ah!, si mañana
Tus intentos seguir piensas acaso,
Y aún te ocultas aquí, por cielo y tierra
Juro hacerte morir en un cadalso
Para infamia mayor; huye, y si osas
Con los tuyos volver, llámame al campo.
 

(Le vuelve la espalda. ENRIQUE le mira con desdén y se retira despacio a emboscarse por la derecha.)

 
GARCÍA
¿Y así dejáis vuestro enemigo libre,
Para que junte su ominoso bando
Y vuelva contra vos?
LA MAGA

 (Aparte a su hijo.) 

Síguele, y muera.
ABENFARAX

  (Aparte a LA MAGA.) 

Yo te lo juro: morirá a mis manos.
 

(Vase por donde se fue ENRIQUE.)

 
EL REY
Cobarde ahora se mostró a mis ojos;
Yo le desprecio ya; lleno de espanto
Temblará siempre al recordar mi nombre
Y nunca más parecerá en el campo
A arrostrar mi furor. Darle la vida
Es aun mayor castigo que matarlo.
 

(Va a retirarse, y LA MAGA se presenta delante de él como inspirada de repente.)

 
LA MAGA
El denso velo que el destino cubre
Miro rasgarse ya. Rey de cristianos,
Oye mi voz, y a mi tremendo acento
Ronco responda el tártaro tonando.
Próximo está tu fin; ya tu enemigo
Con alta pompa y esplendente fausto
Va muy pronto a brillar; óyeme y tiembla:
¡La vida, sí, te arrancará tu hermano!
 

(EL REY titubea un momento como sorprendido; la mira después con desprecio, y hace ademán de irse, y cae el telón.)