Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
—[24]→ —[25]→

El aucto noueno

ARGUMENTO DEL NOUENO AUTO

Sempronio e Pármeno van a casa de Celestina, entre sí hablando. Llegados allá, hallan a Elicia e Areusa. Pónense a comer. Entre comer riñe Elicia con Sempronio. Leuántase de la mesa. Tórnanla apaciguar. Estando ellos todos entre sí razonando, viene Lucrecia, criada de Melibea, llaman a Celestina, que vaya a estar con Melibea.

SEMPRONIO, PÁRMENO, ELICIA, CELESTINA, AREUSA, LUCRECIA.

SEMPRONIO.- Baxa, Pármeno, nuestras capas e espadas, si te parece que es hora que vamos a comer.

PÁRMENO.- Vamos presto. Ya creo que se quexarán de nuestra tardança. No por essa calle, sino por estotra, porque nos entremos por la yglesia e veremos si ouiere acabado Celestina sus deuociones772: lleuarla hemos de camino.

—26→

SEMPRONIO.- A donosa hora ha de estar rezando.

PÁRMENO.- No se puede dezir sin tiempo fecho lo que en todo tiempo se puede fazer.

SEMPRONIO.- Verdad es; pero mal conoces a Celestina. Quando ella tiene que hazer, no se acuerda de Dios ni cura de santidades. Quando ay que roer773 en casa, sanos están los santos; quando va a la yglesia con sus cuentas en la mano, no sobra el comer en casa. Avnque ella te crió, mejor conozco yo sus propriedades que tú. Lo que en sus cuentas reza es los virgos, que tiene a cargo e quántos enamorados ay en la cibdad e quántas moças tiene encomendadas e qué despenseros le dan ración e qual lo mejor e como les llaman por nombre, porque quando los encontrare no hable como estraña e qué canónigo es más moro e franco774. Quando menea los labios es fengir mentiras, ordenar cautelas para hauer dinero: por aquí le entraré, esto me responderá, estotro replicaré. Assí viue esta, que nosotros mucho honrramos.

—27→

PÁRMENO.- Mas que esso sé yo; sino, porque te enojaste estotro día, no quiero hablar; quando lo dixe a Calisto.

SEMPRONIO.- Avnque lo sepamos para nuestro prouecho, no lo publiquemos para nuestro daño. Saberlo nuestro amo es echalla por quien es e no curar della. Dexándola, verná forçado775 otra, de cuyo trabajo no esperemos parte, como desta, que de grado o por fuerça nos dará de lo que le diere.

PÁRMENO.- Bien has dicho. Calla, que está abierta la puerta. En casa está. Llama antes que entres, que por ventura están embueltas776 e no querrán ser assí vistas.

SEMPRONIO.- Entra, no cures, que todos somos de casa. Ya ponen la mesa.

CELESTINA.- ¡O mis enamorados, mis perlas de oro! ¡Tal me venga el año, qual me parece vuestra venida!

PÁRMENO.- ¡Qué palabras tiene la noble! Bien ves, hermano, estos halagos fengidos.

SEMPRONIO.- Déxala, que deso viue. Que no sé quién diablos le mostró tanta ruyndad.

—28→

PÁRMENO.- La necessidad e pobreza777, la hambre. Que no ay mejor maestra en el mundo, no ay mejor despertadora e aviuadora de ingenios. ¿Quién mostró a las picaças e papagayos ymitar nuestra propia habla con sus harpadas lenguas778, nuestro órgano e boz, sino ésta?

CELESTINA.- ¡Mochachas!, ¡mochachas!, ¡bouas! Andad acá baxo, presto, que están aquí dos hombres, que me quieren forçar.

ELICIA.- ¡Mas nunca acá vinieran! ¡E mucho combidar con tiempo! Que ha tres horas que está aquí mi prima. Este perezoso de Sempronio haurá sido causa de la tardança, que no ha ojos por do verme.

SEMPRONIO.- Calla, mi señora, mi vida, mis amores. Que quien a otro sirue, no es libre779. Assí que sujeción me relieua de culpa. No ayamos enojo, assentémonos a comer.

—29→

ELICIA.- ¡Assí! ¡Para assentar a comer, muy diligente! ¡A mesa puesta con tus manos lauadas e poca vergüença780!

SEMPRONIO.- Después reñiremos; comamos agora. Assiéntate, madre Celestina, tú primero.

CELESTINA.- Assentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar ay para todos, a Dios gracias: tanto nos diessen del parayso, quando allá vamos781. Poneos en orden, cada vno cabe la suya; yo, que estoy sola, porné cabo mí este jarro e taça, que no es más mi vida de quanto con ello hablo. Después que me fuy faziendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa, que escanciar782. Porque quien la miel trata, siempre se le pega dello. Pues de noche en inuierno no ay tal escallentador de cama. Que con dos jarrillos destos, que beua, quando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. Desto aforro todos mis vestidos, quando viene la nauidad; esto me callenta la sangre; esto me sostiene continuo en vn ser; esto me faze andar siempre alegre; esto me para fresca; desto vea yo sobrado en casa, que nunca —30→ temeré el mal año. Que vn cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del coraçón783, más que el oro ni el coral; esto da esfuerço al moço e al viejo fuerça, pone color al descolorido, coraje al couarde, al floxo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del anélito, haze potentes los fríos, haze suffrir784 los afanes de las labranças, a los cansados segadores haze sudar toda agua mala, sana el romadizo e las muelas, sostiénese sin heder en la mar, lo qual no haze el agua. Más propriedades te diría dello, que todos teneys cabellos. Assí que no sé quien no se goze en mentarlo. No tiene sino vna tacha, que lo bueno vale caro e lo malo haze daño. Assí que con lo que sana el hígado785 enferma la —31→ bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor, para esso poco que beuo. Vna sola dozena de vezes a cada comida. No me harán passar de allí, saluo si no soy combidada como agora.

PÁRMENO.- Madre, pues tres vezes786 dizen que es bueno e honesto todos los que escriuieron.

CELESTINA.- Hijos, estará corrupta la letra, por treze tres787.

—32→

SEMPRONIO.- Tía señora, a todos nos sabe bien788. ¡Comiendo e hablando! Porque después no haurá tiempo para entender en los amores deste perdido de nuestro amo e de aquella graciosa e gentil Melibea.

ELICIA.- ¡Apártateme allá, dessabrido, enojoso!789 ¡Mal prouecho te haga lo que comes!, tal comida me has dado. Por mi alma, reuesar790 quiero quanto tengo en el cuerpo, de asco de oyrte llamar aquella gentil. ¡Mirad quién gentil! ¡Jesú, Jesú!, ¡e qué hastío e enojo es ver tu poca vergüença! ¿A quién, gentil? ¡Mal me haga Dios, si ella lo es ni tiene parte dello: sino que ay ojos, que de lagaña se agradan791. Santiguarme quiero de tu necedad e poco conocimiento. ¡O quién estouiesse de gana para disputar contigo su hermosura e gentileza! ¿Gentil es Melibea? Entonce lo es, entonce acertarán, quando —33→ andan a pares los diez mandamientos792. Aquella hermosura por vna moneda se compra de la tienda. Por cierto, que conozco yo en la calle donde ella viue quatro793 donzellas, en quien Dios más repartió su gracia, que no en Melibea. Que si algo tiene de hermosura, es por buenos atauíos, que trae. Poneldos a vn palo794, también direys que es gentil. Por mi vida, que no lo digo por alabarme; mas creo que soy tan hermosa como vuestra Melibea.

AREUSA.- Pues no la has tu visto como yo, hermana mía. Dios me lo demande, si en ayunas la topasses, si aquel día pudieses comer de asco. Todo el año se está encerrada con mudas795 de mill suziedades. Por vna vez que aya de salir donde pueda ser vista, enuiste796 su cara con hiel e miel, con vnas tostadas e higos passados e con otras cosas797, que por reuerencia de la mesa —34→ dexo de dezir. Las riquezas las hazen a estas hermosas e ser alabadas; que no las gracias de su cuerpo. Que assí goze de mí, vnas tetas tiene, para ser donzella, como si tres vezes houiesse parido: no parecen sino dos grandes calabaças. El vientre no se le he visto; pero, juzgando por lo otro, creo que le tiene tan floxo, como vieja de cincuenta años. No sé qué se ha visto Calisto, porque dexa de amar otras, que más ligeramente podría hauer e con quien más él holgasse; sino que el gusto dañado muchas vezes juzga por dulce lo amargo798.

SEMPRONIO.- Hermana, paréceme aquí que cada bohonero alaba sus agujas799, que el contrario desso se suena por la cibdad.

—35→

AREUSA.- Ninguna cosa800 es más lexos de verdad que la vulgar opinión. Nunca alegre viuirás, si por voluntad de muchos te riges. Porque estas son conclusiones verdaderas, que qualquier cosa, que el vulgo piensa, es vanidad; lo que fabla, falsedad; lo que reprueua es bondad; lo que aprueua, maldad. E pues este es su más cierto vso e costumbre, no juzgues la bondad e hermosura de Melibea por esso ser la que afirmas.

SEMPRONIO.- Señora, el vulgo parlero no perdona las tachas de sus señores e así yo creo que, si alguna touiesse Melibea, ya sería descubierta de los que con ella más que con nosotros tratan. E avnque lo que dizes concediesse. Calisto es cauallero, Melibea fijadalgo: assí que los nacidos por linaje escogido búscanse vnos a otros. Por ende no es de marauillar que ame antes a ésta que a otra.

AREUSA.- Ruyn sea quien por ruyn se tiene801. —36→ Las obras hazen linaje802, que al fin todos somos hijos de Adán e Eua. Procure de ser cada vno bueno por sí e no vaya buscar en la nobleza de sus passados la virtud.

CELESTINA.- Hijos, por mi vida que cessen essas razones de enojo. E tú, Elicia, que te tornes a la mesa e dexes essos enojos.

ELICIA.- Con tal que mala pro me hiziesse, con tal que rebentasse en comiéndolo. ¿Hauía yo de comer con esse maluado, que en mi cara me ha porfiado que es más gentil su andrajo de Melibea, que yo?

SEMPRONIO.- Calla, mi vida, que tú la comparaste. Toda comparación es odiosa803: tú tienes la culpa e no yo.

AREUSA.- Ven, hermana, a comer. No hagas agora, esse plazer a estos locos porfiados; si no, leuantarme he yo de la mesa.

ELICIA.- Necessidad de complazerte me haze contentar a esse enemigo mío e vsar de virtud con todos.

—37→

SEMPRONIO.- ¡He!, ¡he!, ¡he!

ELICIA.- ¿De qué te ríes? ¡De mal cancre sea comida essa boca desgraciada804, enojosa!

CELESTINA.- No le respondas, hijo; si no, nunca acabaremos. Entendamos en lo que faze a nuestro caso. Dezidme, ¿cómo quedó Calisto? ¿Como lo dexastes? ¿Cómo os pudistes entramos descabullir dél?

PÁRMENO.- Allá fue a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco, a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu arremango805. Tu saya e manto e avn mi sayo, cierto está: lo otro vaya e venga. El quándo lo dará no lo sé.

CELESTINA.- Sea quando fuere. Buenas son mangas passada la pasqua806. Todo aquello alegra, que con poco trabajo se gana807, mayormente viniendo —38→ de parte donde tan poca mella haze, de hombre tan rico, que con los saluados de su casa podría yo salir de lazería, según lo mucho le sobra. No les duele a los tales lo que gastan e según la causa por que lo dan; no sienten con el embeuecimiento del amor, no les pena, no veen, no oyen. Lo qual yo juzgo por otros, que he conocido menos apassionados e metidos en este fuego de amor, que a Calisto veo. Que ni comen ni beuen, ni ríen ni lloran, ni duermen ni velan, ni hablan ni callan, ni penan ni descansan, ni están contentos ni se quexan, según la perplexidad de aquella dulce e fiera llaga de sus coraçones. E si alguna cosa destas la natural necessidad les fuerça a hazer, están en el acto tan oluidados, que comiendo se oluida la mano de lleuar la vianda a la boca. Pues si con ellos hablan, jamás conueniente respuesta bueluen. Allí tienen —39→ los cuerpos808; con sus amigas los coraçones e sentidos. Mucha fuerça tiene el amor809: no solo la tierra, más avn las mares traspassa, según su poder. Ygual mando tiene en todo género de hombres. Todas las dificultades quiebra. Ansiosa cosa es, temerosa e solícita810. Todas las cosas mira en derredor. Assí que, si vosotros buenos enamorados haués sido, juzgarés yo dezir verdad.

SEMPRONIO.- Señora, en todo concedo con tu razón, que aquí está quien me causó algún tiempo andar fecho otro Calisto, perdido el sentido, cansado el cuerpo, la cabeça vana, los días mal dormiendo, las noches todas velando, dando alboradas, haziendo momos811, saltando paredes, poniendo cada día la vida al tablero, esperando toros, corriendo cauallos, tirando barra, echando —40→ lança, cansando amigos, quebrando espadas, haziendo escalas, vistiendo armas e otros mill actos de enamorado, haziendo coplas, pintando motes, sacando inuenciones. Pero todo lo doy por bienempleado, pues tal joya gané.

ELICIA.- ¡Mucho piensas que me tienes ganada!812 Pues hágote cierto que no has tu buelto la cabeça, quando está en casa otro que más quiero, más gracioso que tú e avn que no anda buscando cómo me dar enojo. A cabo de vn año813, que me vienes a uer, tarde e con mal.

CELESTINA.- Hijo, déxala dezir, que deuanea. Mientra más desso la oyeres, más se confirma en su amor. Todo es porque haués aquí alabado a Melibea. No sabe en otra cosa, que os lo pagar, sino en dezir esso e creo que no vee la hora de hauer comido para lo que yo me sé. Pues esotra su prima yo me la conozco. Gozá vuestras frescas mocedades, que quien tiempo tiene —41→ e mejor le espera, tiempo viene, que se arrepiente814. Como yo hago agora por algunas horas, que dexé perder, quando moça, quando me preciauan, quando me querían. Que ya, ¡mal pecado!815, caducado he, nadie no me quiere. ¡Que sabe Dios mi buen desseo! Besaos e abraçaos, que a mí no me queda otra cosa sino gozarme de vello. Mientra a la mesa estays, de la cinta arriba todo se perdona. Quando seays aparte, no quiero poner tassa, pues que el rey no la pone816. Que yo sé por las mochachas, que nunca de importunos os acusen e la vieja Celestina mascará de dentera con sus botas enzías las migajas de los manteles. Bendígaos Dios, ¡cómo lo reys e holgays, putillos, loquillos, trauiessos! ¡En esto auía de parar el nublado de las questioncillas, que aués tenido! ¡Mirá no derribés la mesa817!

ELICIA.- Madre, a la puerta llaman. ¡El solaz es derramado818!

CELESTINA.- Mira, hija, quién es: por ventura será quien lo acreciente e allegue.

—42→

ELICIA.- O la boz me engaña o es mi prima Lucrecia.

CELESTINA.- Ábrela e entre ella e buenos años819. Que avn a ella algo se le entiende desto que aquí hablamos; avnque su mucho encerramiento le impide el gozo de su mocedad.

AREUSA.- Assí goze de mí, que es verdad, que estas, que siruen a señoras, ni gozan deleyte ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes820, con yguales a quien pueden hablar tú por tú, con quien digan: ¿qué cenaste?, ¿estás preñada?, ¿quántas gallinas crías?, llévame a merendar a tu casa; muéstrame tu enamorado; ¿quánto ha que no te vido?, ¿cómo te va con él?, ¿quién son tus vezinas?, e otras cosas de ygualdad semejantes. ¡O tía, y qué duro nombre e qué graue e soberuio es señora contino en la boca!821 Por esto me viuo sobre mí, —43→ desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otrie822; sino mía. Mayormente destas señoras, que agora se vsan. Gástase con ellas lo mejor del tiempo e con vna saya rota de las que ellas desechan pagan seruicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, contino sojuzgadas, que hablar delante dellas no osan. E quando veen cerca el tiempo de la obligación de casallas, leuántanles vn caramillo823, que se echan con el moço o con el hijo o pídenles celos del marido o que meten hombres en casa o que hurtó la taça o perdió el anillo; danles vn ciento de açotes e échanlas la puerta fuera, las haldas en la cabeça, diziendo: allá yrás, ladrona, puta, no destruyrás mi casa e honrra. Assí que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas, esperan vestidos e joyas de boda, salen desnudas e denostadas. Estos son sus premios, estos son sus beneficios e pagos. Oblíganseles a dar marido, quítanles el vestido. La mejor honrra, que en sus casas tienen, es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes acuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca dellas; sino puta acá, puta acullá. ¿A dó vas tiñosa? —44→ ¿Qué heziste, vellaca? ¿Por qué comiste esto, golosa? ¿Cómo fregaste la sartén, puerca? ¿Por qué no limpiaste el manto, suzia? ¿Cómo dixiste esto, necia? ¿Quién perdió el plato, desaliñada? ¿Cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián lo aurás dado. Ven acá, mala muger, la gallina hauada824 no paresce: pues búscala presto; si no, en la primera blanca de tu soldada la contaré. E tras esto mill chapinazos e pellizcos, palos e açotes. No ay quien las sepa contentar, no quien pueda sofrillas. Su plazer es dar bozes, su gloria es reñir. De lo mejor fecho menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he quesido825 más viuir en mi pequeña casa, esenta e señora, que no en sus ricos palacios sojuzgada e catiua.

CELESTINA.- En tu seso has estado, bien sabes lo que hazes. Que los sabios dizen: que vale más —45→ vna migaja de pan con paz, que toda la casa llena de viandas con renzilla826. Mas agora cesse esta razón, que entra Lucrecia.

LUCRECIA.- Buena pro os haga, tía e la compañía827. Dios bendiga tanta gente e tan honrrada.

CELESTINA.- ¿Tanta, hija? ¿Por mucha has esta? Bien parece que no me conosciste en mi prosperidad, oy ha veynte años. ¡Ay, quien me vido e quien me vee agora828, no sé cómo no quiebra su coraçón de dolor! Yo vi, mi amor a esta mesa, donde agora están tus primas assentadas, nueue moças de tus días829, que la mayor no passaua de deziocho años e ninguna hauía menor de quatorze. Mundo es, passe, ande su rueda830, rodee sus alcaduzes, vnos llenos, otros vazíos. La ley es de fortuna que ninguna cosa en vn ser mucho tiempo permanesce: su orden es mudanças. No puedo dezir sin lágrimas la mucha honrra, que entonces tenía; avnque por mis pecados e mala dicha poco a poco ha venido en —46→ diminución. Como declinauan mis días, assí se diminuya e menguaua mi prouecho. Prouerbio es antiguo831, que quanto al mundo es o crece o descrece. Todo tiene sus límites, todo tiene sus grados. Mi honrra llegó a la cumbre, según quien yo era: de necessidad es que desmengüe832 e abaxe. Cerca ando de mi fin. En esto veo que me queda poca vida. Pero bien sé que sobí para decender, florescí para secarme, gozé para entristecerme, nascí para biuir, biuí para crecer, crecí para enuejecer, enuejecí para morirme. E pues esto antes de agora me consta, sofriré con menos pena mi mal; avnque del todo no pueda despedir el sentimiento, como sea de carne sentible formada.

LUCRECIA.- Trabajo tenías, madre, con tantas moças, que es ganado muy trabajoso de guardar.

CELESTINA.- ¿Trabajo, mi amor? Antes descanso e aliuio. Todas me obesdecían, todas me honrrauan, de todas era acatada, ninguna salía de mi querer, lo que yo dezía era lo bueno, a cada qual daua su cobro. No escogían más de lo que yo les mandaua: coxo o tuerto o manco, aquel hauían por sano, que más dinero me daua. Mío era el prouecho, suyo el afán. Pues seruidores, —47→ ¿no tenía por su causa dellas? Caualleros viejos e moços, abades de todas dignidades, desde obispos hasta sacristanes833. En entrando por la yglesia, vía derrocar bonetes en mi honor, como si yo fuera vna duquesa. El que menos auía que negociar comigo, por más ruyn se tenía De media legua que me viessen, dexauan las Horas. Vno a vno, dos a dos, venían a donde yo estaua, a uer si mandaua algo, a preguntarme cada vno por la suya. Que hombre havía, que estando diziendo missa, en viéndome entrar, se turbaua, que no fazía ni dezía cosa a derechas. Vnos me llamauan señora, otros tía, otros enamorada, otros vieja honrrada. Allí se concertauan sus venidas a mi casa, allí las ydas a la suya, allí se me ofrecían dineros, allí promesas, allí otras dádiuas, besando el cabo de mi manto e avn algunos en la cara, por me tener más contenta. Agora hame traydo la fortuna a tal estado, que me digas: buena pro hagan las çapatas834.

SEMPRONIO.- Espantados nos tienes con tales cosas como nos cuentas de essa religiosa gente e benditas coronas. ¡Sí, que no serían todos!

—48→

CELESTINA.- No, hijo, ni Dios lo mande que yo tal cosa leuante. Que muchos viejos deuotos hauía con quien yo poco medraua e avn que no me podían ver; pero creo que de embidia de los otros que me hablauan. Como la clerezía era grande, hauía de todos: vnos muy castos, otros que tenían cargo de mantener a las de mi oficio. E avn todavía creo que no faltan. E embiauan sus escuderos e moços a que me acompañassen e, apenas era llegada a mi casa, quando entrauan por mi puerta muchos pollos e gallinas, ansarones, anadones, perdizes, tórtolas, perniles de tocino, tortas de trigo, lechones. Cada qual, como lo recebía de aquellos diezmos835 de Dios, assí lo venían luego a registrar, para que comiese yo e aquellas sus deuotas. ¿Pues, vino? ¿No me sobraua de lo mejor que se beuía en la ciudad, venido de diuersas partes, de Monuiedro, de Luque, de Toro, de Madrigal, de Sant Martín e de otros muchos lugares, e tantos que, avnque tengo la diferencia de los gustos e sabor en la boca, no tengo la diuersidad de sus tierras en la memoria. Que harto es que vna vieja, como yo, en oliendo qualquiera vino, diga de donde es. Pues otros836 curas sin renta, no era —49→ ofrecido el bodigo, quando, en besando el filigrés la estola, era del primero boleo en mi casa. Espessos, como piedras a tablado837, entrauan mochachos cargados de prouisiones por mi puerta. No sé cómo puedo viuir, cayendo de tal estado.

AREUSA.- Por Dios, pues somos venidas a hauer plazer, no llores, madre, ni te fatigues: que Dios lo remediará todo.

—50→

CELESTINA.- Harto tengo, hija, que llorar, acordándome de tan alegre tiempo e tal vida como yo tenía, e quan seruida era de todo el mundo. Que jamás houo fruta nueua, de que yo primero no gozasse, que otros supiessen si era nascida. En mi casa se hauía de hallar, si para alguna preñada se buscasse.

SEMPRONIO.- Madre, ningund prouecho trae la memoria del buen tiempo838, si cobrar no se puede; antes tristeza. Como a ti agora, que nos has sacado el plazer d'entre las manos. Álcese la mesa. Yrnos hemos a holgar e tú darás respuesta a essa donzella, que aquí es venida.

CELESTINA.- Hija Lucrecia, dexadas estas razones, querría que me dixiesses a qué fue agora tu buena venida.

LUCRECIA.- Por cierto, ya se me hauía oluidado mi principal demanda e mensaje con la memoria de esse tan alegre tiempo como has contado e assí me estuuiera vn año sin comer, escuchándote e pensando en aquella vida buena, que aquellas moças gozarían, que me parece e semeja que estó yo agora en ella. Mi venida, señora, es lo que tú sabrás: pedirte el ceñidero e, demás desto, te ruega mi señora sea de ti visitada e muy presto, porque se siente muy fatigada de desmayos e de dolor del coraçón.

—51→

CELESTINA.- Hija, destos dolorcillos tales, más es el ruydo que las nuezes839. Marauillada estoy sentirse del coraçón muger tan moça.

LUCRECIA.- ¡Assí te arrastren840, traydora! ¿Tú no sabes qué es? Haze la vieja falsa sus hechizos e vasse; después házese de nueuas.

CELESTINA.- ¿Qué dizes, hija?

LUCRECIA.- Madre, que vamos presto e me des el cordón.

CELESTINA.- Vamos, que yo le lleuo.

—[52]→ —[53]→

El décimo aucto

ARGUMENTO DEL DÉCIMO AUTO

Mientra andan Celestina e Lucrecia por el camino, está hablando Melibea consigo misma, Llegan a la puerta. Entra Lucrecia primero. Haze entrar a Celestina. Melibea, después de muchas razones, descubre a Celestina arder en amor de Calisto. Veen venir a Alisa, madre de Melibea. Despídense d' en vno. Pregunta Alisa a Melibea de los negocios de Celestina, defendiéndole su mucha conuersación.

MELIBEA, CELESTINA, LUCRECIA, ALISA.

MELIBEA.- ¡O lastimada de mí! ¡O malproueyda donzella! ¿E no me fuera mejor conceder su petición e demanda ayer a Celestina, quando de parte de aquel señor, cuya vista me catiuó, me fue rogado, e contentarle a él e sanar a mí, que no venir por fuerça a descobrir mi llaga, quando no me sea agradecido, quando ya, desconfiando de mi buena respuesta, aya puesto sus ojos en amor de otra? ¡Quanta más ventaja touiera mi prometimiento rogado, que mi —54→ ofrecimiento forçoso! ¡O mi fiel criada Lucrecia! ¿Qué dirás de mí?, ¿qué pensarás de mi seso, quando me veas publicar lo que a ti jamás he quesido descobrir? ¡Cómo te espantarás del rompimiento de mi honestidad e vergüença, que siempre como encerrada donzella acostumbré tener! No sé si aurás barruntado de dónde proceda mi dolor. ¡O, si ya veniesses con aquella medianera de mi salud! ¡O soberano Dios! A ti, que todos los atribulados llaman, los apassionados piden remedio, los llagados medicina; a ti que los cielos, mar e tierra con los infernales centros obedecen; a ti, el qual todas las cosas a los hombres sojuzgaste, humilmente suplico des a mi herido coraçón sofrimiento e paciencia, con que mi terrible passión pueda dissimular. No se desdore aquella hoja de castidad, que tengo assentada sobre este amoroso desseo, publicando ser otro mi dolor, que no el que me atormenta. Pero, ¿cómo lo podré hazer, lastimándome tan cruelmente el ponçoñoso bocado, que la vista de su presencia de aquel cauallero me dio? ¡O género femíneo, encogido e frágile! ¿Por qué no fue también a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso e ardiente amor, como a los varones? Que ni Calisto biuiera quexoso ni yo penada.

LUCRECIA.- Tía, detente vn poquito cabo esta —55→ puerta. Entraré a uer con quien está hablando mi señora. Entra, entra, que consigo lo ha.

MELIBEA.- Lucrecia, echa essa antepuerta841. ¡O vieja sabia e honrrada, tú seas bienvenida! ¿Qué te parece, cómo ha querido mi dicha e la fortuna ha rodeado que yo tuuiesse de tu saber necessidad, para que tan presto me houiesses de pagar en la misma moneda el beneficio, que por ti me fue demandado para esse gentilhombre, que curauas con la virtud de mi cordón?

CELESTINA.- ¿Qué es, señora, tu mal, que assí muestra las señas de su tormento en las coloradas colores de tu gesto?

MELIBEA.- Madre mía, que comen este coraçón serpientes dentro de mi cuerpo.

CELESTINA.- Bien está. Assí lo quería yo. Tú me pagarás, doña loca, la sobra de tu yra.

MELIBEA.- ¿Qué dizes? ¿Has sentido en verme alguna causa, donde mi mal proceda?

CELESTINA.- No me as, señora, declarado la calidad del mal. ¿Quieres que adeuine la causa? —56→ Lo que yo digo es que rescibo mucha pena de ver triste tu graciosa presencia.

MELIBEA.- Vieja honrrada, alégramela tú, que grandes nueuas me han dado de tu saber.

CELESTINA.- Señora, el sabidor solo es Dios; pero, como para salud e remedio de las enfermedades fueron repartidas las gracias en las gentes de hallar las melezinas, dellas por esperiencia, dellas por arte, dellas por natural instinto, alguna partezica alcançó a esta pobre vieja, de la qual al presente podrás ser seruida.

MELIBEA.- ¡O qué gracioso e agradable me es oyrte! Saludable es al enfermo la alegre cara del que le visita. Parésceme que veo mi coraçón entre tus manos fecho pedaços. El qual, si tú quisiesses, con muy poco trabajo juntarías con la virtud de tu lengua: no de otra manera que, quando vio en sueños aquel grande Alexandre, rey de Macedonia, en la boca del dragón la saludable rayz con que sanó a su criado Tolomeo del bocado de la bíuora842. Pues, por amor de Dios, te despojes para muy diligente entender en mi mal e me des algún remedio.

CELESTINA.- Gran parte de la salud es dessearla, por lo qual creo menos peligroso ser tu dolor. —57→ Pero para yo dar, mediante Dios, congrua e saludable melezina, es necessario saber de ti tres cosas. La primera, a qué parte de tu cuerpo más declina e aquexa el sentimiento. Otra, si es nueuamente por ti sentido, porque más presto se curan las tiernas enfermedades en sus principios, que quando han hecho curso en la perseueración de su oficio; mejor se doman los animales en su primera edad, que quando ya es su cuero endurecido, para venir mansos a la melena843; mejor crescen las plantas, que tiernas e nueuas se trasponen, que las que frutificando ya se mudan; muy mejor se despide el nueuo pecado, que aquel que por costumbre antigua cometemos cada día. La tercera, si procede de algún cruel pensamiento, que asentó en aquel lugar. E esto sabido, verás obrar mi cura. Por ende cumple que al médico como al confessor se hable toda verdad abiertamente.

MELIBEA.- Amiga Celestina, muger bien sabia e maestra grande, mucho has abierto el camino, por donde mi mal te pueda especificar. Por cierto, tú lo pides como muger bien esperta en curar tales enfermedades. Mi mal es de coraçón, la ysquierda teta es su aposentamiento, tiende sus rayos a todas partes. Lo segundo, es nueuamente nacido en mi cuerpo. Que no pensé —58→ jamás que podía dolor priuar el seso, como este haze. Túrbame la cara, quítame el comer, no puedo dormir, ningún género de risa querría ver. La causa o pensamiento, que es la final cosa por ti preguntada de mi mal, ésta no sabré dezir. Porque ni muerte de debdo ni pérdida de temporales bienes ni sobresalto de visión ni sueño desuariado ni otra cosa puedo sentir, que fuesse, saluo la alteración, que tú me causaste con la demanda, que sospeché de parte de aquel cauallero Calisto, quando me pediste la oración.

CELESTINA.- ¿Cómo, señora, tan mal hombre es aquel? ¿Tan mal nombre es el suyo, que en solo ser nombrado trae consigo ponçoña su sonido? No creas que sea essa la causa de tu sentimiento, antes otra que yo barrunto. E pues que assí es, si tú licencia me das, yo, señora, te la diré.

MELIBEA.- ¿Cómo Celestina? ¿Qué es esse nueuo salario, que pides? ¿De licencia tienes tú necessidad para me dar la salud? ¿Quál físico jamás pidió tal seguro para curar al paciente? Di, di, que siempre la tienes de mí, tal que mi honrra no dañes con tus palabras.

CELESTINA.- Véote, señora, por vna parte quexar el dolor, por otra temer la melezina. Tu temor me pone miedo, el miedo silencio, el silencio tregua entre tu llaga e mi melezina. Assí que será causa, que ni tu dolor cesse ni mi venida aproueche.

—59→

MELIBEA.- Quanto más dilatas la cura, tanto más me acrecientas e multiplicas la pena e passión. O tus melezinas son de poluos de infamia e licor de corrupción, conficionados con otro más crudo dolor, que el que de parte del paciente se siente, o no es ninguno tu saber. Porque si lo vno o lo otro no abastasse844, qualquiera remedio otro darías sin temor, pues te pido le muestres, quedando libre mi honrra.

CELESTINA.- Señora, no tengas por nueuo ser más fuerte de sofrir al herido la ardiente trementina e los ásperos puntos, que lastiman lo llagado e doblan la passión, que no la primera lisión, que dio sobre sano. Pues si tú quieres ser sana e que te descubra la punta de mi sotil aguja sin temor, haz para tus manos e pies vna ligadura de sosiego, para tus ojos vna cobertura de piedad, para tu lengua vn freno de silencio, para tus oydos vnos algodones de sofrimiento e paciencia, e verás obrar a la antigua maestra destas llagas.

MELIBEA.- ¡O como me muero con tu dilatar! Di, por Dios, lo que quisieres, haz lo que supieres, que no podrá ser tu remedio tan áspero, que yguale con mi pena e tormento. Agora toque en mi honrra, agora dañe mi fama, agora lastime mi cuerpo, avnque sea romper mis carnes —60→ para sacar mi dolorido coraçón, te doy mi fe ser segura e, si siento afluio, bien galardonada.

LUCRECIA.- El seso tiene perdido mi señora. Gran mal es este. Catiuádola ha esta hechizera.

CELESTINA.- Nunca me ha de faltar vn diablo acá e acullá: escapóme Dios de Pármeno, tópome con Lucrecia.

MELIBEA.- ¿Qué dizes, amada maestra? ¿Que te fablaua essa moça?

CELESTINA.- No le oy nada. Pero diga lo que dixere, sabe que no ay cosa más contraria en las grandes curas delante los animosos çurujanos, que los flacos coraçones, los quales con su gran lástima, con sus doloriosas hablas, con sus sentibles meneos, ponen temor al enfermo, fazen que desconfíe de la salud e al médico enojan e turban e la turbación altera la mano, rige sin orden la aguja. Por donde se puede conocer claro, que es muy necessario845 para tu salud que no esté persona delante e assí que la deues mandar salir. E tú, hija Lucrecia, perdona.

MELIBEA.- Salte fuera presto.

LUCRECIA.- ¡Ya!, ¡ya! ¡Todo es perdido! Ya me salgo señora.

—61→

CELESTINA.- También me da osadía tu gran pena, como ver que con tu sospecha has ya tragado alguna parte de mi cura; pero todavía es necessario traer más clara melezina e más saludable descanso de casa de aquel cauallero Calisto.

MELIBEA.- Calla, por Dios, madre. No traygan de su casa cosa para mi prouecho ni le nombres aquí.

CELESTINA.- Sufre, señora, con paciencia, que es el primer punto e principal. No se quiebre; si no, todo nuestro trabajo es perdido. Tu llaga es grande, tiene necessidad de áspera cura. E lo duro con duro se ablanda más eficacemente. E dizen los sabios que la cura del lastimero médico, dexa mayor señal e que nunca peligro sin peligro se vence. Ten paciencia, que pocas vezes lo molesto sin molestia se cura. E vn clavo con otro se espele846 e vn dolor con otro. No concibas odio ni desamor ni consientas a tu lengua dezir mal de persona tan virtuosa como Calisto, que si conocido fuesse...

MELIBEA.- ¡O por Dios, que me matas! ¿E no te tengo dicho que no me alabes esse hombre ni me le nombres en bueno ni en malo?

CELESTINA.- Señora, este es otro e segundo punto, —62→ el qual si tú con tu mal sofrimiento no consientes, poco aprouechará mi venida e, si, como prometiste, lo sufres, tú quedarás sana e sin debda e Calisto sin quexa e pagado. Primero te auisé de mi cura e desta inuisible aguja, que sin llegar a ti, sientes en solo mentarla en mi boca.

MELIBEA.- Tantas vezes me nombrarás esse tu cauallero, que ni mi promessa baste ni la fe, que te di, a sofrir tus dichos. ¿De qué ha de quedar pagado? ¿Qué le deuo yo a él? ¿Qué le soy a cargo? ¿Qué ha hecho por mí? ¿Qué necessario es él aquí para el propósito de mi mal? Más agradable me sería que rasgases mis carnes e sacasses mi coraçón, que no traer essas palabras aquí.

CELESTINA.- Sin te romper las vestiduras se lançó en tu pecho el amor: no rasgare yo tus carnes para le curar.

MELIBEA.- ¿Cómo dizes que llaman a este mi dolor, que assí se ha enseñoreado en lo mejor de mi cuerpo?

CELESTINA.- Amor dulce.

MELIBEA.- Esso me declara qué es, que en solo oyrlo me alegro.

CELESTINA.- Es vn fuego escondido847, vna agradable —63→ llaga, vn sabroso veneno, vna dulce amargura, vna delectable dolencia, vn alegre tormento, vna dulce e fiera herida, vna blanda muerte.

MELIBEA.- ¡Ay mezquina de mí! Que si verdad es tu relación, dubdosa será mi salud. Porque, según la contrariedad que essos nombres entre sí muestran, lo que al vno fuere prouechoso acarreará al otro más passión.

CELESTINA.- No desconfíe, señora, tu noble juuentud de salud. Que, quando el alto Dios da la llaga, tras ella embía el remedio848. Mayormente que sé yo al mundo nascida vna flor, que de todo esto te dé libre.

MELIBEA.- ¿Cómo se llama?

CELESTINA.- No te lo oso dezir.

MELIBEA.- Di, no temas.

CELESTINA.- ¡Calisto! ¡O por Dios, señora Melibea!, ¿qué poco esfuerço es este? ¿Qué descaescimiento? ¡O mezquina yo! ¡Alça la cabeça! ¡O malauenturada vieja! ¡En esto han de parar mis passos! Si muere, matarme han; avnque biua, seré sentida, que ya no podrá sofrirse de no publicar su mal e mi cura. Señora mía Melibea, ángel mío, ¿qué has sentido? ¿Qué es de tu habla graciosa? ¿Qué es de tu color alegre? Abre tus claros ojos. ¡Lucrecia! ¡Lucrecia!, ¡entra presto acá!, verás amortescida a tu señora —64→ entre mis manos. Baxa presto por vn jarro de agua.

MELIBEA.- Passo, passo, que yo me esforçaré. No escandalizes la casa.

CELESTINA.- ¡O cuytada de mí! No te descaezcas, señora, háblame como sueles.

MELIBEA.- E muy mejor. Calla, no me fatigues.

CELESTINA.- ¿Pues qué me mandas que faga, perla graciosa? ¿Qué ha sido este tu sentimiento? Creo que se van quebrando mis puntos.

MELIBEA.- Quebróse mi honestidad, quebróse mi empacho, afloxó mi mucha vergüença, e como muy naturales, como muy domésticos, no pudieron tan liuianamente despedirse de mi cara, que no lleuassen consigo su color por algún poco de espacio, mi fuerça, mi lengua e gran parte de mi sentido. ¡O!, pues ya, mi buena maestra, mi fiel secretaria, lo que tú tan abiertamente conoces, en vano trabajo por te lo encubrir. Muchos e muchos días son passados que esse noble cauallero me habló en amor. Tanto me fue entonces su habla enojosa, quanto, después que tú me le tornaste a nombrar, alegre. Cerrado han tus puntos mi llaga, venida soy en tu querer. En mi cordón le lleuaste embuelta la posesión de mi libertad. Su dolor de muelas era mi mayor tormento, su pena era la mayor mía. Alabo e loo tu buen sofrimiento, tu —65→ cuerda osadía, tu liberal trabajo, tus solícitos e fieles passos, tu agradable habla, tu buen saber, tu demasiada solicitud, tu prouechosa importunidad. Mucho te deue esse señor e más yo, que jamás pudieron mis reproches aflacar849 tu esfuerço e perseverar, confiando en tu mucha astucia. Antes, como fiel seruidora, quando más denostada, más diligente; quando más disfauor, más esfuerço; quando peor respuesta, mejor cara; quando yo más ayrada, tú más humilde. Pospuesto todo temor, has sacado de mi pecho lo que jamás a ti ni a otro pensé descobrir.

CELESTINA.- Amiga e señora mía, no te marauilles, porque estos fines con efecto me dan osadía a sofrir los ásperos e escrupulosos desuíos de las encerradas donzellas como tú. Verdad es que ante que me determinasse, assí por el camino, como en tu casa, estuue en grandes dubdas, si te descobriría mi petición. Visto el gran poder de tu padre, temía; mirando la gentileza de Calisto, osaua; vista tu discreción, me recelaua; mirando tu virtud e humanidad, me esforçaua. En lo vno fablaua el miedo e en lo otro la seguridad. E pues assí, señora, has quesido descubrir la gran merced, que nos has hecho, declara tu voluntad, echa tus secretos en —66→ mi regaço, pon en mis manos el concierto deste concierto. Yo daré forma cómo tu desseo e el de Calisto sean en breue complidos.

MELIBEA.- ¡O mi Calisto e mi señor! ¡Mi dulce e suaue alegría! Si tu coraçón siente lo que agora el mío, marauillada estoy cómo la absencia te consiente viuir. ¡O mi madre e mi señora!, haz de manera cómo luego le pueda ver, si mi vida quieres.

CELESTINA.- Ver e hablar850.

MELIBEA.- ¿Hablar? Es impossible.

CELESTINA.- Ninguna cosa a los hombres, que quieren hazerla, es impossible.

MELIBEA.- Dime cómo.

CELESTINA.- Yo lo tengo pensado, yo te lo diré: por entre las puertas de tu casa.

MELIBEA.- ¿Quándo?

CELESTINA.- Esta noche.

MELIBEA.- Gloriosa me serás, si lo ordenas. Di a qué hora.

CELESTINA.- A las doze.

MELIBEA.- Pues ve, mi señora, mi leal amiga, e fabla con aquel señor e que venga muy paso e d'allí se dará concierto, según su voluntad, a la hora que has ordenado.

CELESTINA.- Adiós, que viene hazia acá tu madre.

MELIBEA.- Amiga Lucrecia e mi leal criada e —67→ fiel secretaria, ya has visto cómo no ha sido más en mi mano. Catiuóme el amor de aquel cauallero. Ruégote, por Dios, se cubra con secreto sello, porque yo goze de tan suaue amor. Tú serás de mi tenida en aquel lugar, que merece tu fiel seruicio.

LUCRECIA.- Señora, mucho antes de agora tengo sentida tu llaga e calado tu desseo. Hame fuertemente dolido tu perdición. Quanto más tú me querías encobrir y celar el fuego, que te quemaua, tanto más sus llamas se manifestauan en la color de tu cara, en el poco sossiego del coraçón, en el meneo de tus miembros, en comer sin gana, en el no dormir. Assí que contino te se cayan, como de entre las manos, señales muy claras de pena. Pero como en los tiempos que la voluntad reyna en los señores o desmedido apetito, cumple a los seruidores obedecer con diligencia corporal e no con artificiales consejos de lengua, sufría con pena, callaua con temor, encobría con fieldad; de manera que fuera mejor el áspero consejo, que la blanda lisonja851. Pero, pues ya no tiene tu merced otro medio, sino morir o amar, mucha razón es que se escoja por mejor aquello que en sí lo es.

—68→

ALISA.- ¿En qué andas acá, vezina, cada día?

CELESTINA.- Señora, faltó ayer vn poco de hilado al peso e vínelo a cumplir, porque di mi palabra e, traydo, voyme. Quede Dios contigo.

ALISA.- E contigo vaya.

ALISA.- Hija Melibea, ¿qué quería la vieja?

MELIBEA.- Venderme vn poquito de solimán.

ALISA.- Esso creo yo más, que lo que la vieja ruyn dixo. Pensó que recibiría yo pena dello e mintiome. Guarte, hija, della, que es gran traydora. Que el sotil ladrón siempre rodea las ricas moradas. Sabe esta con sus trayciones, con sus falsas mercadurías, mudar los propósitos castos. Daña la fama. A tres vezes, que entra en vna casa, engendra sospecha.

LUCRECIA.- (Aparte.) Tarde acuerda nuestra ama.

ALISA.- Por amor mío, hija, que si acá tornare sin verla yo, que no ayas por bien su venida ni la recibas con plazer. Halle en ti onestidad en tu respuesta e jamás boluerá. Que la verdadera virtud más se teme, que espada.

MELIBEA.- ¿Dessas es? ¡Nunca más! Bien huelgo, señora, de ser auisada, por saber de quien me tengo de guardar.