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Pressura, como priesa, del mismo prensus, -a, -ura. (N. del E.)

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Esto se enhebra, no con lo del corrector, sino con lo del autor: Esta quedo... ¿Para que no esté queda mi passión? (N. del E.)

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Con su pan se la coma. Allá ellos. CORR., 352. (N. del E.)

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CORR., 124: En hoto del conde no mates al hombre, que morirá el conde y pagarás el hombre, o y pedirte han el hombre. (N. del E.)

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935

Miraglos, de miraclu(m), luego, por metátesis, milagro. (N. del E.)

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Quiere amanecer, va a, está para. Cid, 235: Apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores. HERR., Agr., 3, 27: Cuando la higuera quiere comenzar a brotar. (N. del E.)

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937

De día... donde tu, en V: y las más noches que. Por el modesto y vergonzoso ordenares pone el corrector la desenvoltura con que después pintará ya a Melibea, la cual no conoció en ella el autor. (N. del E.)

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Aquí venía en la Comedia, tras la gran dicha de los amantes, la repentina mudanza de la fortuna y el trágico fin de entrambos (auto 19): ¡Escucha, escucha!, ¡gran mal es este! Este gran efecto trágico, nudo de toda la obra, en que el autor puso todo su empeño, y que hace la unidad de toda ella y su grandiosidad dramática, lo destruye el corrector rompiéndolo de un hachazo, con ingerir todos esos autos, descosidos de la acción verdadera que, no sólo no contribuyen a ella, sino que la degüellan lastimosamente. El autor, que con tan sutil agudeza prepara toda la acción y con tan soberano ingenio iba a levantarla aquí a lo más trágico, haciendo se despeñase de un golpe la felicidad de los amantes, no es posible perdiera de tal manera los estribos que se olvidara de todo y se olvidara tan neciamente de sí. ¿Fue Rojas el que escribió hasta aquí? Pues si Rojas añadió lo que sigue, perdió con ello la gloria que hasta este punto había alcanzado. Lo que sigue es tan indigno de un dramaturgo como el hacer desaparecer el momento trágico que tan admirablemente venía preparado. Y no se diga que es episódico, porque, demás de ser éste demasiado largo, los episodios, aunque distraen, no dañan a la acción principal, y así son admitidos en la épica, bien que no en la dramática. Lo aquí añadido no es episodio, pues parte por el eje la acción principal, destruye el nudo y el efecto trágico del punto central de la obra. (N. del E.)

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939

Advierta el discreto lector cuán otro es el que aquí comienza a escribir. ¡Qué flema de mozos, qué predicaciones trasnochadas! (N. del E.)

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En lugar de gozarse con lo alcanzado, el Calisto del corrector se divierte en llorar la deshonra causada con la muerte de sus criados. Y luego se embarca en consideraciones sobre la brevedad de la vida. No es este el Calisto del autor. Más parece primero caballero vengativo y luego fraile franciscano. Melibea se le fue de la cabeza, como si jamás la hubiera conocido. (N. del E.)

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