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Algunas consideraciones acerca del «Florando de Inglaterra» (1545)

Cristina Castillo Martínez


Universidad de Alcalá



A mediados del siglo XVI el género caballeresco está más que consolidado. Muchos son los libros que ya existen (alrededor de cincuenta), y continúan apareciendo no pocas reediciones de estas obras ya difundidas. Al mismo tiempo no cesan de surgir nuevos títulos que se suman a la serie, para entonces sobradamente conocida, de los Amadises, los Palmerines, y otros libros caballerescos, como el Floriseo (1516), el Arderique (1517) o el Clarián de Landanís (1518).

De esta abundancia de títulos fue consciente el anónimo autor: el Florando de Inglaterra, y así lo deja ver en un breve prólogo -en el que sigue muy de cerca las normas de la retórica-, al afirmar que estuvo a punto de renunciar a su propósito «por me recorrer a la memoria los muchos libros que d'este estillo en la española lengua avía, teniendo que de la abundancia viene la hartura, y de la hartura el desprecio».

El Florando de Inglaterra se divide en tres partes, impresas todas ellas en las prensas de Germán Gallarde. Las dos primeras aparecieron el 20 de febrero de 1545; y la tercera y última, el 20 de abril. El mismo año que vio la luz el Cirongilio de Tracia, de Bernardo de Vargas1, o el Cristalián de España, de Beatriz Bernal.

Nada se sabe de su autor. Tanto en el prólogo como a lo largo de las páginas de este libro, se afirma que el personaje del rey Cesáreo ordenó a su secretario Polismarco y a su escribano Palurcio que pusieran por escrito todas estas historias. Y de ambos se dice que fueron autores del «Florando de Grecia» y de otro volumen que incluía también las historias de los hermanos de este príncipe.

Se conservan varios ejemplares de la primera y única edición de la que tenemos noticia: uno de ellos es el impreso R-5892 de la Biblioteca Nacional de España (Madrid), que contiene tan sólo la primera y la segunda parte, de las que además se han perdido varios folios. Otro de los ejemplares se encuentra en la Bibliothèque Nationale de France (Paris), signaturas Rés. Y2 255, Y2 256. El tercero, en la British Library (Londres) C.62.h.14, que contiene la obra completa. Y el cuarto en Cambridge, Mass, Houghton Library, Harvard University3.

Aunque el título indica que se trata de las aventuras del príncipe don Florando, el autor de la obra, para situar al héroe en su contexto, precisa narrar la vida de su padre el príncipe Paladiano. Toda la primera parte está dedicada, de este modo, a Paladiano, hijo del rey Milanor de Inglaterra y de la infanta Selerina. El día de su nacimiento sobrevino una tormenta con truenos y relámpagos que, al cesar, dejó ver tres imágenes de metal: una con un escudo para el caballero más valeroso; otra con la imagen del dios de Amor; y la última con una corona de oro y diamantes para la doncella más hermosa. Predestinado, desde antes de nacer, a ser el progenitor de un gran héroe, una sabia protectora, de nombre Orbicunta, le hace llegar una espada y un escudo cuando alcanza la edad suficiente para ser armado caballero. La sabia se le aparece por primera vez en sueños, aconsejándole que vaya en busca de la doncella más hermosa y se case con ella. Con este propósito marcha del condado de Lurca, donde ha encontrado a la duquesa Brisalda, al territorio de Norgales, para comprobar si son ciertos los rumores acerca de la belleza de la infanta Belanicia; de ahí va en busca de la infanta Cesariana; hasta que concluye su peregrinar al conocer a la definitiva, Aquilea. Toda esta búsqueda puede entenderse como un proceso de selección de la madre del héroe.

La segunda y la tercera parte de la obra se dedican a narrar los hechos del príncipe don Florando, encantado por el sabio Medión para evitar que participe en la guerra contra el Gran Turco. Desencantado por sus hermanos Clariseo, Clarisarte y Clarisando, con ayuda de la maga Orbicunta, acomete diferentes aventuras hasta conocer a la princesa Rosalinda, de la que se enamora profundamente. Don Florando logrará dar término a algunas de las aventuras que no pudo superar su padre, como la guerra contra el Gran Turco4, y sobre todo la prueba de la Imagen del Escudo.




Estructura de la obra

La obra se divide en tres partes: 46 capítulos la primera; 67 la segunda; y 50 la tercera. Se caracteriza por el entrelazamiento habitual en los libros de caballerías, que hace alternar episodios bélicos con otros de índole amorosa, o bien con aventuras donde lo maravilloso tiene una mayor presencia. Estas, en última instancia, permiten al lector ciertas pausas en la sucesión de los acontecimientos principales, puesto que ofrecen descanso a las largas descripciones de las innumerables peleas y batallas que continuamente se suceden, de las justas que se desarrollan en las ciudades o de los combates que tienen lugar en los caminos, aunque el episodio bélico fundamental es la guerra contra el Gran Turco, en cuyo origen hay una mujer. Estas aventuras de armas se producen como consecuencia de diferentes circunstancias: unas veces el héroe es requerido para liberar a alguien que está preso, otras para vengar a una doncella que ha sido deshonrada o que se ve obligada a casarse en contra de su voluntad..., o bien son acometidas por el héroe en su propio beneficio.

Por otro lado, no será extraño encontrar, en varias ocasiones, la figura del pastor entre algunas de las muchas aventuras a las que se enfrentan los múltiples héroes de esta obra. Su presencia no tiene especial relevancia en el desarrollo de la narración, más bien se podría considerar que fundamentalmente aportan diversidad a las aventuras, ya que son personajes ajenos al mundo caballeresco.

No son pocos los libros de caballerías en los que, en mayor o menor medida, de una u otra forma, aparecen pastores. Especial atención han merecido los que describe Feliciano de Silva en sus obras5. También en el Florando de Inglaterra encontramos pastores tanto en la primera como en la segunda parte, en las que desempeñan diferentes funciones. Lo curioso de esta obra es que en aquellas aventuras en las que está implicado algún pastor, el héroe tendrá que adoptar la indumentaria de éste si quiere salir vencedor. Una de las principales ocasiones en las que aparecen pastores es en el capítulo I, 17: Paladiano ayuda a unos pastores a quienes les han arrebatado su ganado. Por consejo de uno de ellos se disfraza de pastor, con lo que consigue su propósito de recuperarlo. Aunque en un contexto distinto, en el capítulo II, 56, sucede algo similar: don Clarisando llega a la Torre de Organto en la que un grupo de pastores luchan por conseguir el amor de la pastora Galiana. También él lo intenta, pero para ello precisa de los hábitos de pastor. Tras la unión de Clarisando y Galiana, personajes procedentes de ámbitos diferentes, se producirá el contacto de los dos mundos a los que pertenecen, y el ejemplo más evidente es don Felinar de la Montaña, fruto de su relación. En cualquier caso, estos pastores apenas perfilados poco tienen que ver con los que más tarde se constituirán en protagonistas de los libros de pastores.

Junto a los episodios bélicos y a estos que presentan elementos pastoriles, encontramos otros que se podrían vincular con lo que tiempo después se conocerá por novelas bizantinas, inspiradas en los libros de aventuras griegos, especialmente en la primera parte, por la idea de peregrinaje que preside la obra. Paladiano, por poner un ejemplo, viaja por Londres, Hungría, Irlanda, Lurca, Norgales, París, Marsella y Aquilea. Muchas de las aventuras tienen lugar en el mar y se ven obstaculizadas por diferentes impedimentos, ya sea por la presencia de corsarios o de imprevistas tormentas, sin contar con la aparición de ínsulas maravillosas6. Con la intención de llegar a Aquilea, Paladiano y Mantileo (I, 24) se embarcan rumbo a Alejandría en un viaje lleno de obstáculos. Primero sobreviene una tormenta y luego los ataca una nave de corsarios turcos que intentan robarles. Y tras diez días de navegación llegan a la ínsula del Resplandeciente Fuego. Capítulos más adelante (I, 37) Mantileo parte en busca de Paladiano y aunque desconoce la dirección adecuada, curiosamente el destino se la va marcando, pues se embarca en una nave que no avanza mientras él está en ella, y sin embargo sí lo hace cuando desembarca. Es entonces cuando comprende que se trata de un aviso de que ha errado la dirección.

La primera y la segunda parte de la obra tienen protagonistas diferentes, pero a pesar de ello, están perfectamente engarzadas. La Aventura de las Imágenes, con la que comienza esta historia, es el hilo conductor de todas las partes en las que se halla dividida. Paladiano intenta enfrentarse a ellas, aunque sin éxito. Don Florando, en la segunda parte, consigue vencer la imagen del escudo, en un momento en que, por no estar enamorado, no puede siquiera enfrentarse a la segunda imagen. Por otro lado, la decisión de la princesa Aquilea de casarse con Paladiano provoca la ira del Gran Turco, que inicia una guerra contra la cristiandad. Sólo don Florando, según auguran los sabios que aparecen en la obra, podrá acabar con él, de ahí la causa de su encantamiento.

La importancia de lo descriptivo en los libros de caballerías es un aspecto sobradamente conocido. En el caso del Florando de Inglaterra no se queda en la mera explicación de las batallas, las muertes, las diferentes aventuras o los personajes, sino que todo esto se concreta numéricamente: los hombres que componen los ejércitos del Gran Turco y de la cristiandad, los caballeros que acometen las aventuras, o los días, meses e incluso años que duran determinadas batallas, la búsqueda de algún personaje o los encantamientos. Uno de los números que tiene especial relevancia es el tres: tres son las imágenes de alambre que aparecen en el nacimiento de Paladiano. Tres también, los hermanos de don Florando (Clariseo, Clarisarte y Clarisando), hijos de la unión de Paladiano y las tres hijas de Orbicunta (Junonia, Paladia y Venérea). Estos tres son acompañados por tres escuderos hermanos: Tarisel, Tariseo y Tarisín. De forma semejante, tres son los guardianes que custodian la Torre Hermosa: el gran Maniberto, rey de Polismaga; el jayán Vasturceo, y un caballero desconocido. El mismo número de los que protegen la Torre Fuerte. Tres son las vueltas que la sabia Orbicunta da alrededor de la cámara donde se encuentra la redoma de agua necesaria para desencantar a don Florando. Tres días y tres noches tarda Clarisarte en llegar a la ínsula sin Holganza donde lucha con Frandulán, para liberar al hijo del sabio del Castillo Encubierto. Y por «Los tres compañeros» se conoce a don Florando, don Rosián de Gaula, y al infante Belaneldo.

También los colores se concretan, especialmente en la descripción de las divisas de los escudos de los caballeros. De manera semejante, la casa de Orbicunta está decorada por fuera con piedras azules, amarillas, coloradas y verdes; y por dentro, con diferentes historias, como la batalla de Goliat muerto por David o la guerra de Troya.

Esta insistencia en la concreción de lo narrado se puede relacionar también con la narración de continuas coincidencias en lo que podrían considerarse hechos paralelos: don Florando, Roselinda y Magestadio son encantados al mismo tiempo. Este último guarda un impresionante parecido con Don Florando, y se enamora de la reina Filertea, viva imagen de la princesa Roselinda:

«-Por cierto, señora reina -dixo la emperatriz, muy admirada de ver su tan acabada hermosura-, que no sé lo que a esso diga, porque teniendo vós hermosura que a mi ver no ay su par en el mundo quererdes venir tan luengo camino a ver mi hija, lo cual a mi ver pudiera escusar con os mirar tan solamente a un espejo, porque os hago saber que, mirando vós en él a vós, veríades a ella, y esto digo porque en mi ánima os semejáis tanto que de una a otra no ay diferencia.

-Señora -dixo la reina-, yo a esso que dezís ya no quiero poner glosa, pues también el señor emperador me dixo de la misma manera que vos señora me avéis dicho.

Y con esto y otras pláticas se fue la reina a hablar a la princesa ante la cual se puso de rodillas, y la princesa hizo lo mismo; y cuando la una y la otra se vieron quedaron tan espantadas que mención no hazían de se levantar».


(II, 62)                


También son extremadamente similares los encantamientos de la Torre Hermosa y la Torre Fuerte. Realizados por esos tres sabios, conocedores de las artes mágicas: Orbicunta, protectora de Paladiano y don Florando; Titonia, abuela y protectora de Clariseo, Clarisarte y Clarisando; y Medión, protector de los antagonistas, que -como no podía ser de otra manera- encuentra un trágico final a sus malas artes.

Sin embargo, estos tres no son los únicos encantamientos: la hija del conde Gureste deja encantando a don Lispanor con una espada que le atraviesa el pecho, en venganza por haber gozado de ella y luego haberla olvidado. También la princesa Florismalta es objeto de las artes mágicas de algunos encantadores. Lo reseñable es que siempre el paso de un estado a otro viene marcado por la repentina aparición de una niebla espesa: don Florando (II, 7) aparece sentado, en medio de la plaza, en una silla de la que salen llamas. La princesa Florismalta queda encantada de forma similar: cuando el jayán Manfradeto quiso raptarla, una doncella que pasaba por allí la encantó de tal manera que tras una espesa niebla la princesa y las damas quedaron cercadas por un muro que las aislaba de los jayanes, hasta que fue desencantada por Lucidantel, el Caballero de las Doradas Saetas. Una doncella amiga de Orbicunta muere, y ésta y otra compañera, por medio de una serie de conjuros, hacen levantar una niebla espesa que deja ver una maravillosa sepultura, coronada con la figura de un león que echaba fuego cuando algún caballero se acercaba, y sostenida por cuatro unicornios que tenían unas bolas en sus cuernos dispuestas a lanzárselas a aquel que se aproximara. Cuando don Florando lucha con el fuerte Norpaldo, una espesa niebla se cierne sobre la plaza y al deshacerse Norpaldo y la tienda con todos los prisioneros desaparece, dejando sólo el rastro de una carreta. Don Florando se enfrenta a Norpaldo, y Orbicunta a la sabia madre de éste, ambas transformadas en serpientes.

En todo encantamiento aparecen elementos mágicos, como los libros que llevan consigo las sabias, signo inequívoco de su poder; el anillo de uno de los guardianes de la Torre Hermosa que le hace invencible; o la redoma de agua, de capital importancia. Si es el fuego el que mantiene inmovilizado a don Florando, será el agua, considerada elemento purificador, la sustancia mágica capaz de devolverle a la vida, tras el estado de inconsciencia al que estaba sometido por medio del encantamiento. El agua purificadora contenida en la redoma apagará esas llamas y permitirá que el joven príncipe recobre su estado originario.

Con la misma agua con que Orbicunta desencanta a don Florando, deshace también el hechizo de Roselinda, consiguiendo con ello que la historia de estos dos personajes vuelva a confluir a pesar de que ellos no se conocen todavía.

El elemento mágico que no falta en ningún libro de caballerías está íntimamente relacionado con el sueño. Durante este estado de semiinconsciencia en que la frontera entre la realidad y la ficción se diluye, los héroes son avisados de lo que les está por ocurrir. No es exclusivo de la literatura caballeresca, sino que forma parte también de la tradición popular e incluso de la bíblica. En sueños Paladiano entra en contacto por primera vez con Orbicunta, quien le aconseja ir en busca de la doncella más hermosa para tomarla por mujer. Y al final de la Segunda Parte, don Florando tiene un extraño sueño en el que varios unicornios tratan de atacarle. Parte de su significado será desentrañado en la propia obra (II, 66-67).

Y junto a estos sueños premonitorios, desempeñan un papel importante las profecías7.




Amor y cartas

Junto a la dureza que los caballeros muestran en los hechos de armas, contrastan las aventuras amorosas, que no son pocas, muchas vinculadas o desencadenadas a partir de aquéllas. En la primera parte, se concreta en el peregrinar de Paladiano en busca de la doncella más hermosa, siguiendo los consejos de la sabia Orbicunta, quien, de esta manera, planeaba unir a los padres del futuro príncipe don Florando. En la segunda parte, destaca especialmente la relación amorosa entre este último y la princesa Roselinda. Los encuentros de estos dos amantes se producen siempre de noche: cuando todo está oscuro, don Florando salta la pared del jardín del emperador y, trepando por un árbol, llega hasta el aposento de la princesa Roselinda. Los encuentros nocturnos de los amantes, en alguna ocasión, se ven alterados por algunos obstáculos que darán lugar a escenas de humor, como la que sucede en la primera parte de la obra, desencadenado por la confusión de dos parejas de amantes, Mantileo y Mercilana, y Landastanís y Florea.

Cuando los enamorados están ausentes uno del otro, se envían cartas. Se recurre así al cauce epistolar tantas veces empleado en la ficción sentimental y tan importante en el Renacimiento8. Por medio de esta técnica se mantiene la comunicación de los amantes, con un lenguaje cercano al de la ficción sentimental:

CARTA DE DON FLORANDO PARA LA PRINCESA ROSELINDA

«Única señora de mi aprisionado coraçón, seguríssimo puerto de mis dulces afanes, dame atrevimiento y osadía querer poner mis males en tu presencia la mucha fe con que los padezco a tu causa. E si por ello soy digno de culpa, dame tú la pena, porque antes quiero muerte por tu causa que vivir sin tu esperança [...]».


(II, 51)                







A modo de conclusión

Son escasos los datos que posemos acerca de la composición y de la evolución de esta obra, lo que no constituye un obstáculo para comprender que -en las dos primeras partes en las que nos hemos centrado-, es un ejemplo más de la importancia y del éxito que gozaron los libros de caballerías a mediados del siglo XVI y en sus páginas podemos advertir todas las características que lo hacen perteneciente al género.

Son muchos los personajes que conforman el universo del Florando. Junto a los caballeros aparecerán pastores, jayanes, doncellas, pero sobre todo, los más importantes serán los magos, cuya función es la de ser guía y protector de los héroes, responsables de encantamientos y desencantamientos, que muestran el camino al protagonista a través de sueños y profecías, y a quienes vemos, en algunos ocasiones, metamorfosearse para alcanzar sus objetivos.

La importancia que se le concede a la concreción de lo descriptivo, el modo en que se establecen las relaciones amorosas, o el relato de las aventuras, entre otros aspectos, no sólo nos permite establecer la relación entre el Florando de Inglaterra y el resto de los libros de caballerías, sino también vincularlo con otros géneros como el de la novela de aventuras griegas o el de la ficción sentimental.



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