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Literatura y periodismo en la época del Romanticismo en España

Descripción de la publicación El Artista (1835-1836)

por María José Alonso Seoane
Universidad Complutense de Madrid

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Portada de «El Artista» (Madrid, 1835). Tomo I, 5 de enero de 1835 Aunque El Artista: periódico semanal (de artes, literatura, historia, etc.), tuvo una vida relativamente breve, de enero de 1835 a abril de 1836, fue la publicación periódica decisiva para la aceptación y consolidación del Romanticismo en España; tanto por la calidad de sus textos como la de las estampas litografiadas que acompañan sus entregas.

Sus creadores, Eugenio de Ochoa y Federico de Madrazo, junto con José de Negrete, conde de Campo de Alange, que desde el principio compartió la dirección de la revista, marcaron su tono genuinamente romántico. En El Artista, partiendo de los principios básicos del romanticismo schlegeliano y del aprecio particular por el patrimonio cultural español del Siglo de Oro, se incorporan los cambios que se producen en Francia en torno a 1830; en un canon que incluye, no solo a los autores habituales, antiguos y modernos -la Biblia, Homero, Dante, Calderón, Shakespeare, Lord Byron, entre otros-, sino también, entre los actuales, a Victor Hugo y Alexandre Dumas. La inserción de estos últimos como autores paradigmáticos, muestra la defensa en El Artista de un Romanticismo no conservador, identificado con la modernidad en el presente.

La primera entrega de El Artista se publicó en Madrid el 4 de enero de 1835. Siguió apareciendo cada domingo consecutivo a lo largo de quince meses, siendo el 27 de marzo de 1836 el correspondiente al último número, aunque este se repartió con retraso el domingo siguiente, 3 de abril, por no haberse podido ejecutar a tiempo tres retratos que los editores se proponían dar al público en el momento en que habían tenido que cesar su publicación. La revista constaba de 12 páginas en papel vitela, salvo el último número que tiene 16. La imprimía Indalecio Sancha e iba acompañada de estampas exentas, litografiadas en el Real Establecimiento Litográfico; algunas, independientes, pero la mayoría vinculadas a los textos de las entregas. El precio en Madrid era de 30 rs. por un mes, 78 por tres meses, 178 por medio año y 240 por un año.

Anuncio de la salida de «El Artista» publicado en la Gaceta de Madrid, 28 de junio de 1834. Detalle Como es conocido, el proyecto de la revista era anterior en casi un año. En abril de 1834, estaba decidida la publicación de un periódico del estilo de L´Artiste, del que Ochoa y Madrazo serían los editores. El 17 de junio de 1834, presentan el escrito de solicitud, con letra de Federico de Madrazo, que firman y rubrican Eugenio de Ochoa y Federico de Madrazo, con caligrafía muy juvenil; solicitud avalada el 18 de junio por el duque de Gor. El 28 de junio, después de los trámites correspondientes, anuncian en la Gaceta de Madrid la salida de El Artista para el domingo 6 de julio, describiendo sus características de edición y precio, propósitos y contenidos. Sin embargo, el incremento de la epidemia de cólera en Madrid hace que los editores tengan que renunciar por el momento a su publicación, como avisan al público la víspera, 5 de julio, en la Gaceta de Madrid. Meses después, en los últimos días de diciembre de 1834 se da cuenta en la prensa de la próxima salida de El Artista, el 4 de enero de 1835.

Los propósitos de los creadores de El Artista se expresan en el anuncio de su aparición publicado en la Gaceta de Madrid el 28 de junio de 1834, en el Prospecto, y en varios artículos editoriales. En especial, en el artículo de fondo que encabeza el primer número, en que se exponen aspectos esenciales de su ideario. En un panorama optimista sobre las posibilidades de España en el contexto de la cultura europea actual, El Artista va a aportar su grano de arena; convencidos sus redactores de que en el suelo privilegiado de su patria prenderán las semillas del saber y de la civilización, cuando todos los españoles olviden sus discordias civiles, desplieguen las brillantes prendas de que fue naturaleza tan pródiga con ellos, y se esfuercen por fin en mostrarse dignos de la sublime historia de sus antepasados (I, 1 [04/01/1835]).

Portada de «L'Artiste: journal de la littérature et des beaux-arts», Paris, 1831. En Bibliothèque nationale de France – Gallica. El Artista se inspira en la revista francesa L´Artiste, journal de la littérature et des beaux-arts, con préstamos ocasionales de otras procedencias. La revista L´Artiste apareció en París en 1831, fundada por Achille Ricourt, estaba dedicada a hacer llegar al público los principios del arte romántico y enaltecer a todos aquellos que participan de su misión. Además de participar en sus propósitos, El Artista sigue, en general, a su modelo, en cuanto a las distintas secciones y el uso de estampas litografiadas; con aspectos diferentes, como la importancia que se da a la poesía en El Artista, además, obviamente, de la aplicación de los contenidos a un ideario totalmente español.

El peso de la publicación de El Artista lo llevan, en un primer momento –de enero a marzo de 1835-, especialmente Eugenio de Ochoa y Campo Alange, que gestionan las colaboraciones, la relación con la imprenta, y la puesta a punto para la salida de cada número; además de escribir las «Variedades» -breves comentarios de actualidad cultural- e incluir sus propias aportaciones en artículos y creaciones literarias. Ochoa y Federico de Madrazo continuaron impulsando El Artista hasta su cierre, sin duda, con la ayuda directa de Pedro de Madrazo que, desde el principio, había colaborado con la empresa y fue uno de los que con más intensidad secundaron la lucha por el Romanticismo en la revista. Otros redactores importantes, algo mayores que los promotores de la revista pero sin llegar a la generación de sus padres, fueron Santiago de Masarnau, dedicado a la crítica musical, y Valentín Carderera que, entre otros, publicó artículos de historia del arte bajo el epígrafe «Bellas Artes».

Federico de Madrazo, no solamente dirige la parte gráfica y colabora con numerosas litografías y algún texto ocasional, sino que, siendo un pintor preocupado por la filosofía del arte desde muy joven, es una figura clave para la interpretación del profundo romanticismo en El Artista a través de sus litografías, como «El pintor de ogaño» y «Un romántico». En la tarea de dibujar imágenes románticas en España, aunque con menor número de estampas, tienen relevancia Carlos Luis de Ribera, a quien se debe, entre otras láminas, la portada del primer tomo de El Artista, y Elena [Hélène] Feillet. Otros artistas que colaboraron en la publicación son Pharamond Blanchard, Cayetano [Gaetano] Palmaroli, José María Avrial y Léon-Auguste Asselineau.

Federico de Madrazo y Kuntz. Retrato expuesto en el Musée Goya, en Castres, Francia.Entre los escritores, el número de textos que publicó Eugenio de Ochoa es abrumador. Además de dirigir El Artista en todas las etapas de su publicación, Ochoa colabora con numerosas poesías, relatos de ficción, originales y traducidos, así como crítica de teatros y obras literarias, semblanzas biográficas de autores antiguos y contemporáneos, y excelentes artículos literarios -en ocasiones apoyados por litografías de Federico de Madrazo-, como «Un romántico» y «De la crítica en los salones». Con menos colaboraciones, pero de importancia esencial por su número y calidad, figura el conde de Campo Alange. Además de colaboraciones de creación literaria, Campo Alange, que al comienzo de la revista hace un llamamiento «A la aristocracia española», a proteger el arte (I, 3 [18/01/1835]), escribe importantes artículos en defensa del drama romántico, demostrando su bien informado conocimiento de la actualidad literaria europea. Pedro de Madrazo aunque a mucha distancia con Ochoa, es el autor que, después de Ochoa, más colaboraciones, presenta en géneros diversos.

Entre los escritores que colaboran con textos de distinto carácter, destacan José de Espronceda, Luis de Usoz y Río, José Augusto de Ochoa, Jacinto de Salas y Quiroga, Nicomedes Pastor Díaz, José Bermúdez de Castro -que también aporta el dibujo de la portada del segundo tomo-, Patricio de la Escosura, Juan Eugenio Florán, Leopoldo Augusto de Cueto, Salvador Bermúdez de Castro, Marcelino Pedro de Aragón Azlor y Fernández de Córdoba, XIV Duque de Villahermosa, que firma como Marcelino Azlor, Joaquín Mencos y Manso de Zúñiga, barón de Bigüezal, Cecilia Böhl de Faber y Larrea, Mariano Roca de Togores, Telesforo de Trueba y Cosío, Ventura de la Vega, Luis González Bravo, Joaquín Francisco Pacheco, José Zorrilla, Gabriel García Tassara, Julián Romea, entre otros.

Litografía «Un romántico», firmada por Federico de Madrazo. Ocasionalmente, colaboran escritores mayores relacionados con los jóvenes por familia o amistad entre ellos, participantes en las tertulias en las que tomó forma la idea del nuevo periódico. Sin embargo, aunque tiene relevancia como testimonio del apoyo de la generación anterior y del deseo de los jóvenes de mostrar su respeto en el ámbito al que pertenecen, no es significativo el número de aportaciones de estos autores que quizá esperaban algo distinto de la revista. Entre autores como Bartolomé José Gallardo, Juan Nicasio Gallego y Alberto Lista, destaca José de Madrazo por su situación y, en especial, por la polémica que creó con un artículo sobre los conceptos de música y pintura a propósito del relato de Campo Alange Pamplona y Elizondo, y la contestación de este. Otras figuras pertenecientes a la generación anterior, están presentes de modo indirecto en la «Galería de ingenios contemporáneos»; entre ellos, los dos escritores que fueron decisivos para el Romanticismo en España, Francisco Martínez de la Rosa y Ángel de Saavedra, duque de Rivas, en artículos biográficos escritos con admiración por Eugenio de Ochoa, con algunos de los mejores retratos ejecutados por Federico de Madrazo para la revista.

Pedro de Madrazo y Kuntz retratado por J. Laurent. Forma parte del Álbum de retratos de la colección Hartzenbusch. 17-LF/64 (48) en la Biblioteca Digital Hispánica (BNE). El objetivo de El Artista de dar a conocer los tesoros de la cultura española se refleja en la atención a la historia del arte y la literatura. Ochoa se ocupa de escribir biografías de escritores y artistas antiguos -románticos, como Calderón, Velázquez, Murillo-, y contemporáneos. Se incluyen descripciones de obras de arte, edificios nobles, ciudades cargadas de historia y arte como «Toledo», de Pedro de Madrazo, o la serie «Sevilla», de Campo Alange; y se informa sobre novedades en antigüedades de provincias, desde el hallazgo de un pavimento romano en Mérida, noticia enviada por Campo Alange, a recientes descubrimientos en La Alhambra.

La actualidad cultural está presente en distintos aspectos, además de las observaciones puntuales que aparecen en las «Variedades», en artículos sobre el «Real Conservatorio de Música de María Cristina», por Masarnau; sobre la exposición de pintura en la Academia de San Fernando, por Pedro de Madrazo, o la reseña crítica de libros recientemente publicados, como la que Ochoa hace de las Poesías de Juan Bautista Alonso y del Panorama matritense, de Ramón de Mesonero Romanos; así como, Campo Alange, de El último día de reo de muerte, de Victor Hugo, traducido por José García de Villalta; así como las reseñas teatrales y los artículos de crítica de arte, literatura y música que tratan la actualidad. Las noticias sobre personajes actuales relevantes en artes y letras, aparecen fundamentalmente en la «Galería de Ingenios contemporáneos», con sus retratos correspondientes, en que Ochoa presenta, entre otros, además de los ya citados Martínez de la Rosa y el duque de Rivas, a Alberto Lista, Manuel Bretón de los Herreros, Telesforo de Trueba Cosío -poco antes de su muerte- y, ya a punto de cerrarse El Artista, a Esteban de Ágreda, Ramón Carnicer, Antonio García Gutiérrez. En la misma «Galería», Carderera se ocupa de José de Madrazo, y Pedro de Madrazo, de Santiago de Masarnau. Aunque ocasionales, son también significativas e interesantes las necrologías, como la de Ochoa sobre el barón Gros y la de Masarnau sobre José María Cruz.

Descripción de la ciudad histórico-artística de Toledo realizada por Pedro de Madrazo, publicada en «El Artista» (Madrid. 1835). Tomo II, 1835, pp. 107-108. Una aportación esencial en el combate de El Artista a favor del Romanticismo, reside en artículos literarios y relatos de ficción; a veces mezclados en una intencionada indeterminación genérica, que ofrecen una visión crítica de la actualidad en artes y literatura.

Ochoa se dedica incansablemente a la tarea en pro del Romanticismo y en contra de los clasiquistas -no los clásicos-, con la ayuda de Campo Alange, Federico de Madrazo, Espronceda -con su extraordinaria sátira «El pastor Clasiquino»-, así como Pedro de Madrazo, en textos como «Afecto a las artes», «Dibujante-colorista».

En el lado de la batalla en que se lucha por dar una imagen positiva del nuevo movimiento, destaca el artículo de Ochoa «Un romántico», secundado por Federico de Madrazo en la litografía que representa al joven romántico, culto y digno (I, 3 [35/01/18]). Al comenzar el 2.º tomo, el artículo «De la crítica en los salones» (II, 1 [05/07/1835]), sirve a Ochoa para dar cuenta de la trayectoria de El Artista después de sus primeros seis meses de existencia, con sus logros y dificultades, y, humorísticamente, de la contrariedad constante de los críticos de los salones que acorralan con su amateurismo al pobre periodista; sin escapatoria, puesto que, como los reyes, nunca mueren: a crítico muerto, crítico puesto.

La poesía, junto con la prosa de ficción, fue un aspecto esencial de la revista, que sus contemporáneos apreciaron. Salvo excepciones, los poemas representan aspectos del Romanticismo más genuino en sus temas y elaboración formal, destacando algunos textos memorables para la historia del movimiento, como la primera versión de la «Canción del pirata”, de Espronceda -con la inspiradora litografía de Elena Feillet-, «La muerte del bravo», de Jacinto de Salas y Quiroga, «El bulto vestido de negro capuz», de Patricio de la Escosura, y «Una estrella misteriosa» y «El día de difuntos», de José Bermúdez de Castro.

Inicio del artículo «De la crítica en los salones», firmado por Eugenio de Ochoa, publicado en «El Artista» (Madrid. 1835). Tomo II, 1835, pp. 6-7. En cuanto a la narrativa de ficción, se publican distintos tipos de textos breves originales relacionados con los géneros vigentes en la prensa europea, especialmente en Francia, que, en El Artista, pueden leerse tempranamente en España. Destacan por su gran calidad las colaboraciones de José de Negrete, conde de Campo Alange, «Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes por los franceses en 1832», y «Sevilla»; así como con su excelente novela corta Pamplona y Elizondo. Eugenio de Ochoa contribuye con un relato fantástico-legendario, «El castillo del espectro», y «Luisa (cuento fantástico)» -posteriormente, «Hilda», en Miscelánea de literatura, viajes y novela (Madrid, 1867)-. De gran interés resultan otros relatos de Ochoa, de ambientación actual y escritura autobiográfica que se da como autoficción en «Una visita a Santa Pelagia (Prisión por deudas)»; y, sin serlo, pero con muchos elementos autobiográficos, «Zenobia» y «Stephen». Otras muestras interesantes de narrativa de ficción lo constituyen los relatos de autoficción de Jacinto de Salas y Quiroga, «La predicción» y «Una visita a Victor Hugo»; así como el relato de José Bermúdez de Castro «Los dos artistas», y «La madre o El combate de Trafalgar», de Cecilia Böhl de Faber y Larrea, que, escrito originalmente en francés, fue traducido por la madre de la autora, Francisca Ruiz de Larrea y Aherán, y enviado sin su conocimiento a la revista. Cabe destacar también las aportaciones de José Augusto de Ochoa; especialmente, sus artículos de la sección Costumbres, ejemplo de un concepto de artículo costumbrista en El Artista muy distinto del habitual.

Litografía de Elena Feillet que apareció publicada con la primera versión de la «Canción del pirata» de José de Espronceda, publicada en «El Artista» (Madrid. Tomo I, 1835, pp. 43-44. Con respecto a las traducciones en El Artista, sin ser numerosas para no quitar el carácter español de la revista, tienen gran interés por los autores y textos traducidos, con los que transmiten a sus lectores una parte de las corrientes literarias actuales fuera de España. Así ocurre con las de Ochoa, de Honoré de Balzac –«¡Yadeste! ¡Yadeste!»-, «Una escena de Antony», de Alexandre Dumas, y «Aventura de un estudiante alemán», de Washington Irving, cuya autoría como traductor se desvela en Lecturas amenas sacadas de varios autores extranjeros (Paris, 1864). También aparecen traducciones realizadas por Pedro de Madrazo -«Lorenzo Sampierra»-, Trueba y Cosío - «Fragmento traducido del Sitio de Corinto. Poema del célebre Lord Byron»-, y otras traducciones e imitaciones, como las de Salas y Quiroga, dos poemas tomados de Les orientales, de Victor Hugo, y «La maldición. Fragmento del Manfredo de Byron».

Un aspecto esencial del Romanticismo como es el teatro, particularmente el drama romántico, es seguido en El Artista con el correspondiente apasionamiento; tanto en artículos dedicados al tema, como los de Campo Alange -«Teatro», y «Del drama moderno en Francia», réplica a un artículo publicado en el Eco del Comercio-, como en las críticas teatrales que se suceden al hilo de las obras dramáticas que se iban representando en Madrid.

Ochoa, que reivindica el teatro español del Siglo de Oro en su reseña a Blanca de Borbón, de Antonio Gil y Zárate, sobre el teatro actual, escribe una importante crítica con ocasión del estreno de Lucrecia Borgia, de Victor Hugo, cuya representación considera de la mayor importancia para la comprensión del Romanticismo en el público español. Asimismo, la reseña de la primera representación de otra obra de Hugo, Angelo, le da pie, brevemente, a observaciones sobre Victor Hugo al que, de forma explícita, iguala a Shakespeare y Calderón.

Introducción de «El Renacimiento» (Madrid. 1847). 21/3/1847, núm. 2. En Hemeroteca Digital – BNE. La primera representación de Don Álvaro o la fuerza del sino, fue el estreno más importante de la temporada teatral que recoge El Artista. Campo Alange, con su brillante estilo, escribe su elogio, dejando ver su alivio por la acogida del público, y, con algunas objeciones muestra la relevancia de esta obra para el triunfo del Romanticismo. Por su parte, Ochoa anota, en su artículo sobre el duque de Rivas en la Galería de Ingenios contemporáneos, que considera a Don Álvaro el tipo exacto del drama moderno. Cueto, que ha leído el Don Álvaro, contribuye desde Sevilla a su defensa, en un artículo, fechado el 15 de mayo de 1835, en que resalta la originalidad y el encanto de las situaciones que no son previsibles puesto que proceden del destino.

A la defensa del drama romántico en El Artista se sumarán las reseñas críticas de José de Espronceda sobre Alfredo, de Joaquín Francisco Pacheco, y José Bermúdez de Castro, a propósito de la «Primera representación de Teresa», de Alexandre Dumas.

A finales de 1835, los rumores de la próxima desaparición de El Artista fueron tan insistentes que motivaron una «Advertencia» (II, 25 [20/12/1835]), seguramente redactada por Ochoa. En la nota, se reconocía que no les faltaba razón a quienes así pensaban; pero, entre otros motivos, las pruebas de aprecio e interés que continuamente estamos recibiendo de personas cuya opinión respetamos mucho, entre otros motivos, les han hecho cambiar de opinión, alentándoles en la utilidad de su tarea.

Imagen de la cubierta de «Les revues littéraires de l'Espagne pendant la première moitié du XIXe siècle. Aperçu bibliographique», par Georges Le Gentil. Librairie Hachette, Paris, 1909. De manera que la revista comenzó animosamente el tomo III, el 3 de enero de 1836, pero sus editores tuvieron que abandonar a finales del primer trimestre. El impacto de El Artista fue imborrable. En las décadas siguientes se le recuerda repetidas veces; y varias publicaciones quisieron seguir su estela, manifestándolo directamente los propios promotores en El Renacimiento (Madrid, 1847).

Los redactores de El Artista eran conscientes de cómo su revista había influido favorablemente en el clima en España con respecto al Romanticismo, como señalan en el artículo editorial al comienzo del tercer tomo, en enero de 1836, al cumplirse un año de su aparición. Los redactores se admiran del cambio que se ha producido en el panorama cultural español, al que justamente consideran haber contribuido, compensándoles de sus trabajos y contratiempos: La revolución literaria que empezaba a formarse cuando salió a luz este periódico y que nosotros abrazamos con entusiasmo y convicción, ha sido ya coronada por el más brillante triunfo. En poco tiempo, a las piececitas de Scribe, han sucedido los dramas de Victor Hugo, Delavigne, Dumas, y de autores españoles; la poesía en España ha cambiado totalmente con respecto al carácter anterior, y la afición a las artes y a la literatura, ha aumentado de un modo extraordinario, casi increíble (III, 1 [03/01/1836]).

Imagen de los tres volúmenes de la edición facsimilar con estudio introductorio de Francisco Calvo Serraller y Ángel González García, Turner, Madrid, 1981. En la conocida nota «El Artista a sus lectores», publicada en la última entrega de la revista, correspondiente al 27 de marzo de 1836, se resume esta lucha contra el clasicismo anterior, a la que contribuyeron con tanto tino; insistiendo en su tarea de poner la literatura en el presente, en el momento actual: En fin, después de quince meses de azarosa existencia, llégale al Artista el momento fatal de decir un adiós, acaso eterno. Los redactores afirman, con mucha broma, haber hecho una guerra de buena ley, a Favonio, a Mavorte Insano, al Ceguezuelo alado Cupidillo, a las zagalas que tienen la mala costumbre de triscar, y a todas las plagas, en fin, del clasiquinismo [...]. Vivimos en el siglo XIX; el XVIII, a nuestro parecer, ya se cayó de puro viejo (III, 13 [27/03/1836]).

La consideración de El Artista como revista de singular importancia en el Romanticismo español no ha dejado de crecer desde la época en que Georges Le Gentil le dedica un espacio en su fundamental Les revues littéraires de l´Espagne pendant la première moitié du XIXe siècle. Aperçu bibliographique (1909). Posteriormente, José Simón Díaz abre con El Artista, en 1946, la Colección de Índices de Publicaciones Periódicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con su estudio e índice, y otros trabajos complementarios. Si ya Donald A. Randolph en 1966 señalaba la amplitud de la bibliografía sobre El Artista, debido a su interés, esta bibliografía, en especial desde la edición facsimilar de Francisco Calvo Serraller y Ángel González García (1981), con su interesante estudio introductorio, entre otros, no ha dejado de ampliarse continuamente en los últimos años.

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