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Luis Sáinz de Medrano Arce

Apunte biobibliográfico de Luis Sáinz de Medrano Arce

Aragonés de nacimiento, madrileño de adopción no menos que tinerfeño y fundamentalmente americanista, Luis Sáinz de Medrano Arce inició sus estudios en Zaragoza, en el colegio Labordeta, institución de talante laico, no frecuente en la época del franquismo.

Años más tarde se traslada desde la Universidad de Zaragoza a Madrid, para cursar Románicas. La interdisciplinariedad propia de los estudios contemporáneos del momento, le facilita una perspectiva más cultural de los sucesos literarios, que se advierte en un número considerable de sus publicaciones. Gran parte de sus escritos iniciales delatan el interés por las múltiples interconexiones sociales entre los escritores, así como la incidencia que la historia literaria tiene en ellos.

El concurso oposición a una plaza en el Ministerio de Asuntos Exteriores le proporciona el cargo de subdirector de Asistencia Universitaria en 1952. Un trabajo que le relaciona con el mundo docente y prepara su colaboración institucional en la organización de planes de estudio y convalidaciones, como demuestra su participación tanto en España como en Italia y otros centros de la UNESCO.

Sin embargo, su labor como profesor, a la que dedicará el resto de su vida profesional, no tendrá lugar hasta cinco años más tarde y será en la Universidad Católica de Puerto Rico. Llama la atención que ya en su primer artículo («Estilística y gramática») esté presente un rasgo esencial de sus clases: su especial interés por la retórica y el estudio propiamente filológico de los textos.

En relación con esta labor docente cabe reseñar tanto los tres volúmenes que abarcan toda la Historia de la Literatura Hispanoamericana (en las editoriales Magisterio Español, Guadiana y Taurus), como los monográficos de la editorial Akal que dirigió, así como la Antología de la Literatura Hispanoamericana (2 vols.), cuyo primer volumen mereció ser reeditado, en versión ampliada, por la editorial Verbum. Su colaboración en la Historia de la Literatura Hispanoamericana de editorial Cátedra revela, al tiempo que la predilección por los rasgos históricos, la continuidad de su interés en la narrativa contemporánea, que ya manifestara en sus primeros ensayos. De igual modo demuestran su preocupación por la docencia los Cursos de Verano de El Escorial que dirigió sobre temas esenciales en su investigación: Pablo Neruda, César Vallejo, Sor Juana Inés de la Cruz y La narrativa contemporánea escrita por mujeres.

Su primera publicación en torno a un autor concreto está dedicada a Rubén Darío, y establece ya uno de los primeros rasgos de su crítica: las relaciones entre la literatura española y la hispanoamericana, pero en las que destaca con verdadero tesón sus diferencias. No en vano su tesis doctoral había versado sobre Farsa y licencia de la reina castiza de Valle-Inclán, uno de los autores más relacionados con el mundo americano y con el propio Rubén Darío.

Un artículo antológico y esclarecedor está dedicado a la nueva narrativa y va a ser el germen de una de sus constantes en la investigación: «La novela hispanoamericana: una crisis animada». En este ensayo ofrece un repaso completo y acertado sobre la narrativa del boom, que no soslaya la narrativa del realismo y del naturalismo, con nombres como Argerich, Reyles o Cambaceres a los que analiza como verdaderos cimientos sobre los que se construye la nueva literatura alejada ya de los servilismos precedentes. De hecho, en ellos, según sugiere, podría beber el determinismo de García Márquez en Cien años de soledad. Así mismo destinado a la nueva narrativa es el ensayo «El lenguaje como preocupación en la literatura hispanoamericana» (ALH, 1980), donde se centra en la aventura de la expresión (la literatura no se hace, strictu sensu, con ideas sino con palabras, dirá) para señalar los cuatro momentos esenciales (cronistas, romanticismo, modernismo y vanguardia) en los que en Hispanoamérica se cristaliza la inquietud por el lenguaje. Momentos que son un antecedente a la retórica innovadora que ha supuesto para el español el llamado boom, pues si en Borges proliferan los oxímoros, hipálages y metonimias, en Miguel Ángel Asturias es el surrealismo el rival con el que se bate, mientras que Yáñez verbaliza lo americano, al igual que el precortazariano, por su riqueza verbal, Marechal. Carpentier por su parte crea un mundo sensualmente plástico que rivaliza con la búsqueda de la espontaneidad imaginativa de Cortázar y con la precisión rigurosamente calculada de Onetti. Todo lo contrario del fulgor irresistible y la imaginación creadora de un Lezama. Contradictorio e insinuante, Sábato escapa al encuadre, mientras que los coloquialismos de Arguedas, Roa Bastos y Donoso optan por reflejar el indigenismo, un punto de unión entre tres autores que, por lo demás, sobresalen por sus diferencias. El coloquialismo y la oralidad, se esgrime como defensa de la subliteratura de la que hace gala Manuel Puig. Entre todos ellos destacan un García Márquez con un lenguaje cercano a la fábula, Vargas Llosa y su defensa de una estética kitsch, llena de enálages, anacolutos, metátesis, metábasis, permutaciones diaporasis, y una especial velocidad sintáctica. Los últimos escritores, como señala acertadamente, se debaten entre la importancia extrema concedida al lenguaje, o la actitud crítica ante él, en lo que siguen la estela dejada por sus predecesores.

Tres años antes de este ensayo había llevado a cabo una revisión de los cronistas de Indias («Reencuentro con los cronistas de indias», ALH, 1977) donde iniciaba su ensayo de la Crónica de Indias indicando la necesidad de análisis mediante un código crítico propio de cada generación. Es así como lleva a cabo una relectura de los cronistas, reseñando especialmente el modelo que ha supuesto para la narrativa contemporánea habida cuenta de la ausencia de novela en Hispanoamérica hasta ya entrado el siglo XIX, puesto que -como indicara Luis Alberto Sánchez- la experiencia superaba en interés a la ficción. De este modo los cronistas notifican la realidad del Nuevo Mundo a la vez que la crean, mediante lo que denomina una verbalización primera del mundo americano. El paradigma para llevar a cabo las descripciones procede tanto de la novela de caballerías, como del romancero y la épica. Desde Colón pasando por las Casas, la hipérbole es otro elemento más de la retórica para describir el paraíso del Nuevo Mundo, mientras el indígena, franco e inocente, da origen al mito del buen salvaje. Este estudio culmina con la edición crítica de la obra de Bernal Díaz del Castillo, donde presenta al viejo soldado rodeado por ese mito, esa superación de la realidad que él mismo protagonizó.

En la década del noventa, volverá nuevamente al descubrimiento de América, tema que había rondado en varias ocasiones, a través del análisis de uno de sus autores más admirados, Abel Posse, a cuya relectura del descubrimiento y conquista de América dedica un número considerable de estudios, así como la Semana de Autor del Instituto de Cooperación Iberoamericana. Él mismo confiesa que desde la primera lectura se sintió atrapado y fascinado por cuanto saliera de la pluma subversiva del novelista chileno. La transformación de la realidad de la crónica mediante la hipérbole y la parodia, coincide con su afirmación inicial que ya se ha reseñado: la literatura no se hace con ideas, sino con palabras. O diríamos por igual que no se hace con historia, sino con ficción, de ahí el título homónimo -Historia y ficción- que otorga a su ensayo en La semana de autor de Abel Posse. Pero es en el análisis del escritor donde encontramos el acervo crítico que maneja: valga como ejemplo el abanico de imágenes que pergeña la crítica sobre Colon ya sea como místico, idealista o como hombre de negocios dominado por la avaricia, versión esta última que procede de la crítica anglosajona como Goodrich o Brown, frente a Menéndez Pelayo, Pérez de Tudela, Leonard, Anderson Imbert, Sánchez Barba, García Ramos, etc. El seguimiento del propio Abel Posse ofrece un abigarrado panorama de personajes que conviven a distancia del tiempo y del espacio como Lope de Aguirre, Cabeza de Vaca, Eva Perón y Che Guevara, que le hacen coincidir con la teoría expuesta por él mismo en sus estudios sobre el barroco, donde así mismo trabaja la figura del Inca Garcilaso, como ejemplo de las dificultades para explicar la realidad. Destacará en Abel Posse no un reflejo de la realidad, sino una reinterpretación que mezcla personajes, tiempos y circunstancias. Un proceso de transformación que convierte en símbolo el pasado y, en definitiva, la búsqueda del Paraíso, pero que no logra eludir el desastre final, porque -y cita a Bellini- la desaparición del mal le quita sabor a la existencia, lo que le recuerda a Wenceslao Fernández Flórez, quien en su obra Las siete columnas (1932), desarrolló en cierto modo la misma idea: sin los siete pecados la humanidad no funciona.

Como historiador de la literatura hispanoamericana así mismo redactó varios ensayos sobre el barroco, el primero de ellos, al igual que ocurre con la novela es un salto temporal entre los rasgos del barroco del XVII y el neobarroco contemporáneo. Este ensayo fue escrito a raíz del XVII congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (1975), donde afirmaba, con Walter de Reyna la esencialidad del Barroco para la cultura del Nuevo Mundo que acaba calando en toda la literatura hispanoamericana. En un ensayo posterior («Los límites del barroco literario») puntualizaba la coincidencia de la crítica y del propio Carpentier en estas afirmaciones, al tiempo que plantea el Barroco como un carácter tan esencial que se puede advertir en toda la realidad americana -como también indicara Octavio Paz y el propio O'Gorman con el concepto de la invención de América- que convoca lo maravilloso y el uso de la hipérbole como un común punto de referencia que nace ya en el Diario de Colón y que incluso puede llegar a advertirse en el lenguaje de Andrés Bello entreverado de gongorismo.

A esta valoración del pasado como modelo del presente responde su apreciación de Sor Juana cuya modernidad resalta en esa conjunción destacada de lo culto y lo popular, así como de los clásicos latinos y de la filosofía y de los escritores que fueron sus contemporáneos como Calderón y Quevedo. En la edición crítica dedicada a la monja mexicana destaca su pragmatismo vestido de dosis de imaginación que revelan una versatilidad, propia de su carácter inquieto, cuyo motor se encuentra en el afán de conocimiento siempre dentro de un irreprochable catolicismo. Su intensa sensibilidad y su búsqueda casi de laboratorio en la que experimentar con nuevas formas, son los elementos que destaca en la monja mexicana, puesto que su novedad abarca también el experimento retórico puesto de manifiesto en el monorrimo, el decasílabo dactílico, la jácara a lo divino, el uso del náhuatl o el lenguaje mestizo de los negros, sin olvidar, como señala, una divertida manipulación del portugués y los alardes de euskera.

Un número considerable de investigaciones tienen como eje a Rubén Darío, Borges, Neruda, Vallejo, Gonzalo Rojas y Carlos G. Belli. El punto de unión entre todos ellos reside en la mirada que aporta, esto es una lectura desde lo peninsular, ya sea como presencias literarias de la tradición hispánica ya sea por la preocupación que mantienen todos ellos en sus acercamientos o alejamientos de España desde un componente político y social. Por supuesto en este rasgo hispanista cabe destacar a Darío, Vallejo y Neruda. Sin embargo de Vallejo al tiempo que indica su sentir España por causa de la guerra española, insiste en sus rasgos más incaicos, más peruanistas en obras como su novela corta Hacia el Reino de los Sciris, o su teatro, especialmente La piedra cansada. Ensayo que concluye con esa faceta que le es propia de su equilibrada ponderación de Vallejo como autor en el que, si bien se equiparan su indigenismo y su hispanismo lo que cabe valorar es su humanidad.

En todo caso sobresalen por su número las investigaciones dedicadas a Rubén Darío y Neruda, autores que fueron los titulares de sus cursos monográficos de doctorado. De Darío destacan, entre otros análisis, los estudios dedicados a sus viajes. Tanto en Hispanoamérica como en España o Europa, el viaje en Rubén Darío está analizado bajo la óptica del aprendizaje, como señala Keyserling, un viaje con el fin de encontrarse a sí mismo. Para el análisis se sirve del detalle preciso que encuentra en la correspondencia y en la obra ensayística de Darío, al tiempo que convierte su investigación en un recorrido por el ámbito cultural y político. Desde Managua a El Salvador, Darío, en breves pinceladas, informa sobre la política centroamericana y el concepto de América, al tiempo que muestra las directrices literarias de la época. Sin embargo esta atención biográfica y cultural a Darío se complementa con otras reflexiones en torno a temas como la afirmación o no de una modernidad en el poeta nicaragüense para afirmar, finalmente, su apego a la tradición y su innovación siempre dentro de un marco lógico que desecha las extravagancias.

El otro gran tema dariano que ocupa sus investigaciones en este entorno es su labor al frente del Archivo Rubén Darío, una labor heredada de dos grandes críticos darianos, Oliver Belmás y Sánchez Castañer. Además de la custodia de los documentos, redactará varios ensayos en los que narra la historia del archivo y el papel que le correspondió como iniciador de la «modernización» del mismo a través de su digitalización para preservar los documentos.

Sus estudios en torno a la poesía del siglo XX, ocupan un amplio escenario en sus historias literarias, especialmente en la publicada en la editorial Taurus. En ella se observa la importancia concedida a los autores del llamado posmodernismo. Un tema al que volverá, si bien mucho más concentrado, en un ensayo final publicado en la Historia de la Literatura Hispanoamericana (Ed. de Trinidad Barrera, 2008, Cátedra): «Desde el posmodernismo a las vanguardias», donde discute el término (posmodernismo) adoptado por Federico de Onís. Desde el famoso verso de González Martínez (Tuércele el cuello al cisne) elige a un olvidado Pezoa Véliz (Chile) y alude al rescatado López Velarde, con su aire de provincias, que coincide en el tiempo con Evaristo Carriego y Luis Carlos López; dos autores atentos también a esos personajes humildes de los pueblos, y a la poética de lo cotidiano, como tendencia que culmina en el sencillismo de Fernández Moreno y el simbolismo de José María Eguren. Posmodernismo, pero también modernismo el de las mujeres que merecen un apartado especial donde se dan cita: Agustini, Ibarbourou, Storni con su famoso poema «Tú me quieres blanca» y sobre todo Gabriela Mistral a la que dedica un extenso párrafo indicando los ecos de D'Annunzio, Rubén Darío y Vargas Vila. Autores que coinciden con las Vanguardias y que suponen un gozne entre tradición y modernidad, tan presente en el estridentismo, el diepalismo, la poesía negrista y la jitanjáfora, el ultraísmo, el creacionismo y otros muchos y efímeros movimientos que muestran un amplio abanico de tendencias marcadas por la originalidad y la versatilidad infinita de la vanguardia en Hispanoamérica.

Lector atento y sagaz de Neruda, al igual que en diversas ocasiones, analiza los puntos de unión con otras literaturas como su ensayo de literatura comparada «Neruda y la poesía francesa» dedicado a Alonso Zamora Vicente, así como las investigaciones que confluyen en su monografía Pablo Neruda: cinco ensayos publicado en la editorial Bulzoni. Neruda es, nuevamente, otro poeta ligado a España, afirmación que corrobora la proclamación del propio chileno como español de raza y de lenguaje. Esta valoración se torna puro sentimiento en su conocido «Viaje al corazón de Quevedo» donde el poeta chileno afirma su consonancia con el español, como se recoge en las últimas palabras que Sáinz de Medrano recupera para insertarlas como aliento final: A mí me hizo la vida recorrer los más lejanos sitios del mundo antes de llegar al que debía ser mi punto de partida: España («Viaje al corazón de Quevedo», 1955). Este ensayo se corresponde con el ensayo más crucial del libro, «Neruda crítico de la literatura hispanoamericana», donde al mismo tiempo expone las «paradojas» de la admiración y la influencia, junto al rechazo explícito de algunos autores y que, como indica, en todo caso responde al noble ejercicio de develar, zanjándolas o no, algunas de sus muchas turbaciones en voz alta. Neruda alcanza a modificar la imagen del «buen salvaje» de la lírica, para convertirle al final del Canto General en el combatiente.

El último estudio analiza la pervivencia de Neruda en la posvanguardia y la vanguardia, lo que lleva a cabo con un alarde de erudición habitual en sus estudios históricos. Al igual que ocurre con Darío y Vallejo Sáinz de Medrano advierte de la necesaria individuación del poeta con respecto a su tiempo, si bien no puede escapar a los dictados de la vanguardia y de ciertos poetas españoles e hispanoamericanos que incluyen la poesía de las cosas, propia de la antipoesía, y el eclecticismo propio de lo que se llamaría la «poesía impura».

El volumen, por tanto nos ofrece una muestra de lo que ha sido la corriente crítica seguida por Sáinz de Medrano, la inclusión del poeta dentro de su tiempo y su tradición literaria, especialmente en relación con España, y la actitud crítica que ofrece frente a la historia. Caracteres que conjuga con el análisis retórico para sustentar las afirmaciones de novedad y originalidad.

Durante los últimos años se interesa por autores a los que ha ido conociendo personalmente y cuya trayectoria sigue con interés y continuidad. Es el caso de Gonzalo Rojas en cuya evolución destaca los iniciales rasgos de Vanguardia que paulatinamente van evolucionando hacia la recuperación de la tradición y los mitos. Una valoración paralela a la de Germán Belli pues en ambos admira su posición posvanguardista en plena convivencia con la raíz clásica -sobre todo en los volúmenes publicados en el último cuarto de siglo- en un momento en el que los escritores miran hacia la antigüedad -y a la historia, al igual que ocurre en la novela- como resultado de la reflexión sobre una época culturalmente heroica. Sobre su poesía volverá en un ensayo en torno a la poesía chilena, publicado en el mismo volumen de la Historia de la Literatura Hispanoamericana de la editorial Cátedra.

La tendencia más general en sus últimos ensayos es una especial atención a la escritura de mujeres como Elena Poniatowska, Isabel Allende y Gabriela Mistral. De Poniatowska cabe destacar el hecho de haber dado a conocer su obra en España, pues no en vano le cabe el mérito de ser uno de los primeros profesores españoles -tras Ignacio Uzquiza- en haberla invitado al curso de verano de El Escorial, sobre la literatura de mujeres. En breve va a ser publicado su ensayo sobre la obra Tinísima, por la que manifiesta un verdadero asombro, como explicó con sus propias palabras, tanto o más que por Hasta no verte Jesús mío.

Como se ha indicado, la trayectoria científica de Luis Sáinz de Medrano se inicia en relación con la docencia. Circunstancia que comporta, como consecuencia, su interés por explicar y llevar a cabo una historia de la literatura hispanoamericana. A su vez el análisis de esta literatura estará siempre enlazada con sus raíces europeas, si bien desde la individualidad y la independencia que le caracteriza. Su labor como educador, a su vez, prolonga estos dos núcleos esenciales: unidad con el pasado, independencia y autonomía con el futuro.

María Rocío Oviedo Pérez de Tudela
(Universidad Complutense de Madrid)

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