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ArribaAbajoLa contracultura en la poesía de Mario Benedetti

Antonio Pedrosa Gutiérrez (Madrid)


Al acercarnos a un término como contracultura se nos plantean varios problemas. El primero es que toda nueva cultura se contrapone siempre a otra cultura dominante. Esta dialéctica cultural a la que me refiero es la denominada bajo la acertada expresión de la «tradición de la ruptura», en el estudio ya clásico de Octavio Paz296. El segundo problema es que el término contracultura está aún sin fijar, sin unos contornos claros, que incluso a veces son contradictorios, debido, en gran parte a su propia idiosincrasia: la de oponerse a toda definición. Incluso abunda el uso de contracultura para aludir a las nuevas formas subsidiarias de cultura. De ahí, que esta ponencia no deje de ser una apuesta personal. El tercer problema es que en el momento histórico en el que vamos a delimitar la contracultura se producen por lo menos dos contraculturas. Por un lado, estaría la contracultura o cultura alternativa, que nacería como rebelión no sólo cultural, sino política297, que se produce en gran parte del mundo, y que en Hispanoamérica está condicionada por el subdesarrollo. Frente a ella, estaría la reacción ultraconservadora, que Benedetti en sus ensayos denomina bajo el nombre de «contra la cultura»298. Las dos contraculturas no sólo se diferencian por un artículo. Esta última sería el intento de empobrecer aquellas culturas que por su desarrollo, habían adquirido una función de esclarecimiento ideológico y de movilización política contra la estructura del autoritarismo.

Por todo ello, en esta ponencia nos limitaremos, de una forma muy concisa, a fijar el término contracultura, señalar algunas de sus características y rastrearlas en la poesía y el ensayo de Mario Benedetti, para finalizar mostrando las repercusiones del fracaso contracultural y la solución que plantea Benedetti desde su escritura.

En líneas generales, por contracultura entiendo el movimiento juvenil y revolucionario de las décadas de los 60 y 70, que ideológicamente se definen por su radicalidad y la mezcolanza de ideologías y propuestas -Marcuse, Brown, Laing, Reich, Alan Watts, Foucault, Deleuze, etc.-, cuyos objetivos van desde la consecución de libertades personales a la resolución de problemas internacionales como el capitalismo y el imperialismo, y que en los ensayos de Benedetti coincidiría con lo que nuestro autor denomina como «cultura alternativa» o «cultura de la liberación». La contracultura pese a opiniones contrarias es un movimiento que ocurre en casi todos los países del mundo y no sólo en los países de un capitalismo avanzado; pues nace de un malestar común que impulsaba a la rebelión. Así entiende Elena Poniatowska el movimiento estudiantil mexicano de 1968:

Asimismo, hay que tomar en cuenta a Leopoldo Zea que anota cómo en la década de los sesenta surgieron todas las explosiones políticas juveniles de las más altas instituciones de formación cultural: las universidades, en muchas partes del mundo: Stanford, California, Harvard, la Sorbona, Berlín, Tokio, Sao Paulo, Buenos Aires, Montevideo, Varsovia, Praga, Roma y, finalmente, México. Nuestro movimiento se insertaba, por lo tanto, dentro de las grandes sacudidas juveniles que se dieron en la vida política de casi todos los países del mundo...299



Se luchaba por muchas cosas y contradictorias. Existía un malestar provocado por el determinismo político y vital300. Una sociedad conformista, que pensaba que iba por el camino adecuado y, que pensadores como Walter Benjamin301, ya se percataron del peligro que suponía este nadar a favor de la corriente. En Hispanoamérica fue la conciencia de subdesarrollo, especialmente, la que produjo el chispazo frente a los países desarrollados donde fueron las minorías marginales las que se manifestaron: negros, mujeres, gays, estudiantes, etc. En Hispanoamérica se producía una falsa imagen gubernativa de progreso que se intentaba exportar frente a la realidad y la pobreza. Por eso, suponía una concienciación, un comprobar y un oponerse al gobierno. Mario Benedetti en sus ensayos investiga las causas de este subdesarrollo y las consecuencias del mismo:

Ahora bien, la comprobación del infortunio, la conciencia del subdesarrollo, significan también una investigación de sus causas, y es ante esa revelación que surgen la rebeldía, la voluntad de cambio, pero ya no basadas en la ayuda divina, ni en la infrecuente bondad patronal, ni en la Alianza para el Progreso, sino en las posibilidades reales de los pueblos302.



Uruguay no era ajeno a esta realidad representada por la burocracia. Benedetti nos presenta el estilo de vida303 burócrata, producto de la tecnocracia304, ya en su poemario Poemas de la oficina305, y lo irá desarrollando en libros posteriores. En este estilo de vida, el proyecto de identidad personal queda alienado, reducido en el espacio, la oficina, y reducidas en el tiempo las relaciones puras306, que son aquellas que no están ancladas en las condiciones de la vida social o económica, que se desarrollan en la intimidad y se sustentan en la confianza, y son las que nacen en el terreno de la sexualidad, el matrimonio y la amistad. En el poemario de Benedetti no hay tiempo para ello, a excepción del domingo. Un domingo sucio, reservado y horrible como nos aparece en «Elegía extra». En el resto de la semana no hay tiempo, como en «Amor de tarde» donde el amor queda para después de lo demás. El ser ha perdido su tiempo307, el tiempo para realizar su proyecto personal y aquí nace la tragedia del hombre burócrata. Tragedia porque, según Ortega y Gasset308, la tragedia nace del enfrentamiento entre la voluntad del hombre por ser y la realidad que le circunda y se le opone. No hay futuro para el ser, no hay cielo ni horizontes en una sociedad determinista y alienada como nos aparece en el poema «Ángelus». Así la contracultura significaba el intento de redención del destino personal, la capacidad del hombre para hacer la historia y no la historia al hombre.

La contracultura como tal movimiento lo podemos encuadrar, pero no necesariamente, dentro de lo que se ha llamado Posmodernidad. Según afirma Huyssen309 dentro de la Posmodernidad existirían dos momentos. Una fase temprana que comenzaría en la década de los sesenta, vástago de la Generación Beat como afirma Miguel R. Green310, y que cuyos criterios se acabarían agotando durante la década de los setenta, donde empieza a reinar una estética ecléctica y pesimista. Esta fase temprana es a la que denominaremos contracultura y que se caracteriza, según Huyssen, por cuatro puntos:

1. Esperanza en un futuro redentor y mesiánico311.

2. Por un arte comprometido con este futuro. El arte tenía la capacidad de poder contribuir a transformar la consciencia y los impulsos de los hombres y mujeres capaces de cambiarlo (el mundo)312.

3. Optimismo hacia las nuevas tecnologías como la televisión.

4. El intento vigoroso y acrítico de validar la cultura popular como desafío al canon del arte. Bajo este giro hacia lo popular está el germen revolucionario como Marcuse313 afirma «el arte revolucionario debe hablar el lenguaje del pueblo».

Las dos primeras características con la última son muy difíciles de separar, porque entre ellas existe una relación de causa-efecto. Por eso, las vamos a estudiar seguidas en nuestro análisis de la poesía de Benedetti, dejando para el final la tercera de ellas.

1. El Futuro: Benedetti cree en la posibilidad de un futuro mejor a través de la revolución314 y una cultura alternativa que «debe restaurar esa verdad histórica, despojarla de falsificaciones, desenterrarla en fin. Pero una cultura alternativa debe también restaurar el futuro. Hay futuros que nos son asignados desde fuera, impuestos desde arriba, futuros que son cepos»315. Cultura alternativa, que en su ensayo «Soledad y lucha de clases», no sólo le llevará a creer en la capacidad revolucionaria del escritor desde la soledad, sino también desde la acción316. Desde su poesía, Benedetti se reafirma como en su poema «Interview» de Poemas del hoyporhoy, donde escribe siempre pensando en el futuro; aunque, a veces, y aunque lo pretendan, se quede sin magia. Un futuro que esperando la revolución, se hace con pequeñas y grandes conspiraciones como en los poemas «Estaciones» y «Todos conspiramos» de Próximo prójimo; pues la vida es en sí misma una conspiración contra cualquier limitación que la impida. Un futuro que nunca nos es descrito en su poesía; pero del que conocemos el camino: el Che-Guevara317 y la Revolución Cubana. Sin embargo, a veces, hay dudas hacia ese futuro, hacia ese nuevo mundo quizás inhabitable. Duda que aparece en el poema «Habanera» de Contra los puentes levadizos y que se resuelve a través de la confianza. Confianza como la que tiene el «Hombre que mira al techo».

2. El Compromiso: La poesía de Benedetti es doblemente comprometida. Por una lado, está comprometida con ese futuro mejor y realizable, y, por otro lado, con la cultura misma y su capacidad crítica y emancipadora que se opone al «genocidio cultural» de las dictaduras. Este compromiso le lleva al exilio; porque no sólo le pide la unión, sino coherencia entre su vida y su literatura. Compromiso que desde un punto de vista literario repercute en un estilo depurado de retórica, directo y popular, como veremos. Señala Octavio Paz318 que «Las relaciones entre la retórica y la moral son inquietantes: es turbadora la facilidad con que el lenguaje se tuerce y no lo es menos que nuestro espíritu acepte tan dócilmente esos juegos perversos. Deberíamos someter el lenguaje a un régimen de pan y agua, si queremos que no se corrompa y nos corrompa». Por eso, la poesía de Benedetti es una poesía directa, dice lo que quiere decir, pensada no sólo para ser leída, sino para provocar a la acción. Por eso, su poesía se convierte en un clarín de la conciencia, es una poesía ética y moral, aunque tras Nietzsche parezca anacrónico, Benedetti expresa su postura en poemas como «Los anacrónicos» de Contra los puentes levadizos o «Las baldosas» de Noción de patria, por ejemplo. Pero su poesía es moral sin ofrecer una moraleja, es el lector quien se tiene que encargar de extraerla, es una concienciación que el lector deduce y que no se le impone desde el texto. El propio Benedetti afirma que todo escritor debe crear su ética de liberación y su moral de justicia319.

4. Poesía Popular: Se vuelve al habla popular, a la cultura y a las formas populares. En Benedetti, por ejemplo, destacan por su éxito y popularidad sus «Versos para cantar»; donde se vuelve a la rima y al octosílabo. Porque, como observa Eliot en su estudio sobre la función social de la poesía:

Donde mejor se expresa la emoción y el sentimiento, pues, es en la lengua común del pueblo; es decir, en la lengua común a todas las clases320.



Pero en la contracultura no es sólo un problema de expresión, existe la consciencia de que hay que redimir y renovar el lenguaje, que al igual que el proyecto de identidad personal, está alienado y prefijado por los clichés, producto de la forma de razonar del behaviorismo, donde los conceptos quedan absorbidos a la palabra y, por tanto, reducidos al uso común y generalizado de las palabras. Es así que «Muy pocas veces el lenguaje popular y coloquial ha sido tan creador. El hombre común (o sus portavoces anónimos) parece afirmar su humanidad frente a los poderes existentes mediante el lenguaje»321. De ahí, que antes habláramos de lenguaje directo, que se hable de una «poesía conversacional»322, donde no sólo entran giros y expresiones del habla, sino que el verso responde a las pausas respiratorias de la conversación. Toda la poesía de Mario Benedetti responde a estos criterios, en mayor o menor grado.

3. Optimismo hacia las nuevas tecnologías:. Benedetti por principio es opuesto a todo optimismo. Así en su poema «Hasta mañana» nos dice: «Mi pesadilla es siempre el optimismo». La postura de Benedetti ante las nuevas tecnologías es bastante crítica. En su ensayo «Algunas formas subsidiarias de la penetración cultural»323, habla sobre la TV y su falsa imagen del mundo a través de la violencia y la felicidad. Nos presentan la TV, por un lado, una imagen feliz del mundo que es falsa, y, por otro, nos presenta diariamente la violencia ante la que ya nos mantenemos inmunes. Su televidente es un ser insensible y egoísta, dominado por la cultura de la desafiliación. Benedetti aboga por la desconfianza. Así en su poema «Desinformémonos» de Letras de emergencia, bajo el humor, nos pide que nos desinformemos, que arrojemos de nosotros la información y la visión feliz del mundo consumista para ser nosotros mismos; pues los mass-media están colonizados por la máxima: «El que paga es el que manda»324.

Sin embargo, la contracultura es la historia de un fracaso, de una revolución posible que nunca fue. Tras el fracaso de la contracultura entramos de lleno en el eclecticismo, en el pesimismo en el arte, que define la Posmodernidad. Jorge Enrique Adoum nos refleja muy bien el panorama en su poema «Pasadología»325:



    a contrapelo a contramano
contra la corriente
a contra lluvia
.........................
contra tú y tus tengo miedo
contra yo y mi certeza al revés
contra nosotros mismos
o sea contra todo
y todo para qué

Así Baudrillard326 puede afirmar que la utopía del arte se ha realizado plenamente en las democracias actuales, tal y como lo querían ver el comunismo ruso tras la revolución. De ahí, el dominio del eclecticismo, donde tendencias que en su origen se opusieron, ahora conviven. El arte se vuelve indiferente y sólo cabe preguntarse si es interesante; pero «¿cómo la indiferencia puede ser interesante?»327. Benedetti, consciente del peligro en que incurre la literatura y la cultura, en general, al estar dominadas bajo estas ideas, vuelve a comprometerse con la literatura y con la libertad. Contraataca, por ejemplo, con su ensayo «Los intelectuales y la embriaguez del pesimismo»328 y con su poesía. Benedetti observa muy bien que ese pesimismo es más fruto de la coyuntura, que de la existencia. En ese sentido, creo que el uruguayo acierta de lleno. Dentro del caos comunicativo, ecléctico, existe la posibilidad de la emancipación, ya sea a través del extrañamiento como afirma Vattimo329, ya sea a través de la confianza como afirma Benedetti. Confianza en la capacidad real del escritor y no en las ayudas de las instituciones. Esta confianza, que ya existía en la poesía de Benedetti, y que como antes no se realiza desde el optimismo a ciegas, sino, que ahora y tras el fracaso de la revolución, se ejerce desde la ironía. No desde una ironía como tropo, que es la que aparece en la época contracultural, como en su poema «Los pitucos»; sino desde la ironía como posición vital, tal y como la entendió y la vivió Sócrates. Enemiga de toda petulancia, una ironía

que empieza justo cuando se empieza a ser consciente de que «lo que se dice ahora no parecerá muy convincente más adelante, que, de todo lo que digamos, siempre hay una parte que habrá que rechazar o modificar si se tienen en cuenta todas las cosas que se podrían decir» (...) un completo equilibrio entre la confianza en la razón como instrumento para abarcar la realidad, y a la vez la conciencia de lo limitado de esa herramienta330.



Esta es la postura vital, el compromiso y la solución de Mario Benedetti al pesimismo que domina la revisión del pasado, que es la Posmodernidad. Así, por ejemplo y para finalizar, en su poema «Utopías», del libro Las soledades de Babel331 nos dice:


    cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía»