Primera jornada |
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Sale JERUSALÉN, en hábito de vieja anciana, con unas cadenas arrastrando de los pies, y el TRABAJO, que ha de ser un viejo anciano junto a ella, que la lleva puesto un yugo sobre los hombros.
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JERUSALÉN | ¿Que nunca has de dejar mi compañía, | | enfadoso Trabajo? ¿No te cansas? | | ¿Por qué movido de la pena mía | | esa tu esquiva condición no amansas? | | Parece que en crecerme el agonía | 5 | te alegras, regocijas y descansas. | | Deje por un momento mi cansada | | cerviz tu yugo y mano tan pesada. | | ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres? ¿A qué estremo | | piensas llegar con mi dolor estraño? | 10 | Pues ni más mal ni desventura temo, | | tanto se estiende de mi angustia el daño. | | Llega, llégate abajo, aquel supremo | | punto con que se acabe un mal tamaño: | | abre los senos de la madre Tierra | 15 | y allí mi vida y tu furor encierra. | |
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TRABAJO | Con las mesmas palabras te respondo | | con las cuales el Santo Yeremías | | lloró sobre ti mesma y de lo hondo | | del pecho dio a luz sus profecías. | 20 | El cumplimiento de ellas no te ascondo, | | pues sabes su verdad ha muchos días; | | mas quiérote decir que siempre dura | | y durará tu amarga desventura. | | Bien podré preguntarte en qué manera | 25 | sola te sientas, oh ciudad famosa, | | cual viuda triste hecha ya heredera: | | la reina de provincias venturosa, | | llorando lloras en la noche fiera, | | sin ser de tus amigos con piadosa | 30 | ayuda consolada en tus mancillas, | | y tus lágrimas riegan tus mejillas; | | lloran las calles de Sión que miran | | ya la soledad, cuán pocos llegan | | [a] tus puertas destruidas, y suspiran | 35 | tus sacerdotes que su bien le niegan; | | las rosadas colores se retiran | | del rostro de tus vírgenes que entregan | | el ánimo al temor, y en esta priesa | | tú de amargo dolor eres opresa. | 40 | Jerusalén, pecaste, a cuya causa | | eres hecha inconstante y varïable, | | y en tus loores había[n] puesto pausa | | cuantos te dieron título loable; | | de tu inominia su burlar se causa, | 45 | y se causa también que en miserable | | llanto deshecha, hacia atrás revuelvas | | y que a acordarte de su fin no vuelvas. | |
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JERUSALÉN | Vosotros que pasáis por la carrera, | | ved si hay otro dolor igual al mío: | 50 | vendimiado me han ya con mano fiera, | | cual lo dijo el Señor en quien confío; | | díjolo el día de su ira, que era | | también de su furor y su desvío, | | envïando a mis huesos desde el cielo | 55 | fuego, y puso a mis red[es] en el suelo. | | Mas ya, Señor, ¡[con] cuántas ciertas pruebas | | son ya cumplidas estas profecías! | | ¿Por qué mi angustia y mi dolor renuevas | | haciendo eternas las pasiones mías? | 60 | Mira, buen Dios, que si adelante llevas | | el quitarme mis justas alegrías, | | que dirá el que no sabe ansí regirse | | que con eso no vale arrepentirse. | | |
-[fol. 247v]-
| Tú dijiste, si acaso me olvidare: | 65 | «De ti, Jerusalén, de ti se olvide | | mi diestra», y así es bien que tu ira pare, | | pues siempre con razón tu azote mide; | | si yo otra vez, oh buen Señor, pecare, | | de tu favor y gracia me despide. | 70 |
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TRABAJO | Vana es la contrición que poco dura | | cuando con el obrar no se asegura. | | Viénele a tu maldad justo castigo | | y aun tienes mayor pena merecida, | | pues con malicia y furia de enemigo | 75 | diste la muerte a quien te dio la vida. | | Será de esta verdad cierto testigo | | este sagrado monte, do ofendida | | fue la divina Majestad del cielo, | | cubierto de mortal corpóreo velo. | 80 |
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JERUSALÉN | Desde aquel punto que la vida muerta | | se vio, y la muerte muerta por la muerte, | | de en par en par a mi dolor la puerta | | abrió la corta inexorable suerte. | | Pero ya veo mi salud abierta | 85 | [de] otra que en gloria mi af[l]ición convierte: | | ya engendran en mi pecho el cuento nuevo | | el estruendo de Marte y son de Febo. | |
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(Suenan a este punto trompetas y atambores y chirimías.)
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TRABAJO | ¿Qué insólito acidente es el que siento | | de gusto y regocijo en mi sentido? | 90 | ¿De cuándo acá en mi pecho es el contento | | por un mínimo espacio consentido? | | ¿El Trabajo no soy? ¿No es el tormento | | el que conmigo está contino unido? | | Pues, ¿qué quiere conmigo el alegría | 95 | si no puede tomar mi compañía? | |
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(Sale la ESPERANZA, con una tunicela puesta y un ramo de oliva en la mano, y dice:)
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ESPERANZA | ¡Jerusalén, Jerusalén, cuitada, | | conviértete al Señor con puro celo | | si quieres ver con dulce fin llegada | | la hora de tu gusto y tu consuelo! | 100 | En tu arrepentimiento está encerrada | | cuanta ventura puede darte el cielo, | | mas ya el alto Señor, que el cielo ha hecho, | | está de tus gemidos satisfecho. | | Y porque el yugo del Trabajo insano | 105 | no te canse y aflija y dé más pena, | | el alma del segundo papa Urbano | | de intenciones divinas tiene llena. | | Este santo varón tomó la mano | | para limar tu grillo y tu cadena, | 110 | y en Claramonte la francesa gente | | llenó de furia santa y brío ardiente. | | Representóle tus miserias tantas | | y tus santas iglesias derribadas, | | con las reliquias de los santos santas | 115 | de las bárbaras manos profanadas; | | puestas al filo agudo las gargantas | | de aquellos que con voces levantadas | | del agua santa aprueban del bautismo | | y no el circuncidar del paganismo. | 120 | Díjoles que mirasen que así estaba | | el sepulcro santísimo de Cristo, | | y que con pies sacrílegos le hollaba | | el pueblo infame en mil errores visto. | | Esto les dijo, y luego se mostraba | 125 | el más cobarde tan brioso y listo | | para seguir la declarada empresa, | | que al arma grita cada cual apriesa. | | El Pontífice santo abrió el tesoro | | tan rico de la Iglesia y concedióles | 130 | mayores bienes que de plata y oro; | | y con nuevas razones animóles, | | y el pecho atado con igual decoro | | con coloradas cruces señalóles, | | y los que de esta impresa son soldados | 135 | les quedará por nombre «los Cruzados». | | Los cuales, siendo su cabeza y guía | | Godofre de Bullón, varón prudente, | | ya son pasados de la Romanía | | |
-fol. 248r-
| y a ti vuelven el paso diligente. | 140 | Queda Antioquía de temor vacía, | | rendida al brío desta ilustre gente: | | en fin, a las espaldas no le queda | | ciudad contraria, que dañarlos pueda. | | Presto verás del alto Boemundo | 145 | las ínclitas hazañas valerosas, | | y del conde Virgilio, gran Reimundo, | | no menos muchas que valientes cosas. | | Verás también que no tiene segundo | | el latino Reinaldos, que en honrosas | 150 | y cristianas impresas se señala, | | de modo que al francés famoso iguala. | | Verás la estraña fuerza y el denuedo, | | el valor, el donaire y cortesía, | | del rayo de la guerra, gran Tancredo, | 155 | cifra de toda humana valentía, | | un corazón do nunca cupo miedo, | | una dulce amorosa fantasía, | | que el ciego amor en medio de la guerra | | hace tres tiros y ninguno yerra. | 160 | Oirás de un ermitaño las razones, | | en quien se muestra espíritu del cielo, | | con que las da a los flacos corazones | | y hace venir al tardo agüelo. | | Este ajuntó cristianos escuadrones, | 165 | y fue el primero que con santo celo | | puso en plática y obra esta venida, | | que ha de cobrar tu libertad perdida. | | Ansí que puedes ya regocijarte, | | Jerusalén, y hacer júbilo y fiesta | 170 | y del pesado yugo descargarte | | que tanto te fatiga y te molesta. | |
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JERUSALÉN | ¿Con qué podré, señora, yo pagarte | | nueva que tantas lágrimas me cuesta | | si no es con darte cuanto puedo y valgo? | 175 | Que si algo soy, por ti sólo soy algo, | | que sola tú, Esperanza, has sustentado | | mi flaca, débil, temerosa fuerza. | | Animada de ti, siempre he mostrado | | ánimo y rostro al mal que así me fuerza. | 180 | Y este enfadoso yugo tan pesado | | que a más cargarme y fatigar se esfuerza | | mil veces en tus hombros yo le he puesto | | por hacer su rigor menos molesto. | | ¡Quítale ya, Trabajo! |
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JERUSALÉN | Pues, dime, ¿hasta cuándo? |
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TRABAJO | Hasta que vea | | lo que aquesta te ha dicho tan visible | | que la verdad me haga que lo crea. | |
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JERUSALÉN | ¡Oh, cómo tienes condición terrible! | |
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ESPERANZA | Pues, aunque más terrible y duro sea, | 190 | presto te ha de dejar. |
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TRABAJO | Harélo cuando | | esté el contento y gusto de su bando. | |
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ESPERANZA | Ya viene y viene envuelto en sus rumores | | del cristiano escuadrón. Ya, ya se acerca; | | ya las trompetas suenan y atambores, | 195 | ya descubren tu santa y alta cerca. | | Desecha, oh ciudad santa, los temores | | y el continuo dolor que a tu alma cerca, | | y al ejército amigo no contrastes | | y en tu dureza sus aceros gastes. | 200 | Muéstrale tus murallas sin defensa | | o, a lo menos, la parte menos fuerte, | | pues el hacerte en este trance ofensa | | es librarte del yugo y de la muerte. | | En esto solo estudia, en esto piensa, | 205 | que son los medios por do espero verte, | | después de destruida y saqueada, | | con triunfo y nueva gloria renovada. | | Da lugar, por agora, a que se aloje | | el cristiano escuadrón ante tus muros | 210 | y está suspensa y mira cuál recoge | | los suyos donde estén de ti seguros. | | Y si pudieres, su altivez encoge, | | y a los encuentros reiterados, duros, | | de las cristianas máquinas de guerra | 215 | muéstrate frágil y arenosa tierra. | |
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JERUSALÉN | Haré lo que me mandas, pues me importa. | |
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JERUSALÉN | ¡Cuál me tienen tus manos ya deshecha! | |
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ESPERANZA | Consuélate, que ya tu pena es harta. | 220 |
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-fol. 248v-
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(Vanse, y salen GODOFRE DE BULLÓN y BOEMUNDO y PEDRO, ermitaño, REIMUNDO y TANCREDO y soldados, lo más que pudieren, y todos los que pudieren armados con sus ballestas; trairán todos en el lado izquierdo una cruz como aquella de Montesa. Han de salir con sus banderas, que sean dos o tres, y escritas con letras grandes estas palabras: «SIC VULT DEUS», y en otra: «SIL BOLE INDIO», y entrarán en orden al son de los atambores, y dan un paseo al teatro.)
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GODOFRE | Pues que la tierra santa ya pisamos, | | término y fin del áspero camino | | y principio del triunfo que esperamos, | | con puro afecto y corazón benigno, | | todos con humildad pongan la boca | 225 | donde puso sus pies el Rey divino. | |
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(Arrodíllanse todos y besan la tierra.)
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REIMUNDO | ¡Dichoso, oh tierra, el labio que te toca, | | o dichosos los ojos que te han visto | | con tal deseo que su bien provoca! | |
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BOEMUNDO | ¡Oh, sepulcro santísimo de Cristo! | 230 | ¿Cuándo por bien, por medio desta gente | | se hará, aunque indigna, el deseado aquisto? | |
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PEDRO | Alzad, amigos, la inclinada frente, | | mirad la tierra y la ciudad dichosa, | | cabeza y gloria del rosado Oriente. | 235 | Aquella torre que allí veis hermosa, | | la torre de David, cierto, se llama; | | estotra es la de Antonio, bien famosa. | | Aquel alto edeficio, que encarama | | sus chapiteles hasta el alto cielo, | 240 | tan celebrado templo de la Fama, | | es el templo famoso que, con celo | | santo, que el hijo de David discreto | | con tanta casta levantó del suelo, | | y después muchas veces por decreto | 245 | del alto Dios, que en él se veneraba, | | se ha visto destruido y en aprieto. | | Este es el monte de Sión, do estaba | | llorando el gran profeta Jeremías | | el daño que a su pueblo amenazaba. | 250 | Aquel es el Calvario do a los días | | de su aflición dio fin el verbo eterno | | y [a] los de nuestras tristes agonías. | | Aquel lugar que desde aquí discierno, | | es el castillo de Betania, adonde | 255 | Cristo dejó espantado el mismo infierno, | | pues del cóncavo escuro, do se esconde, | | el ánima de Lázaro difunto | | a una palabra de Jesús responde | | y cobra gracia y vida todo junto; | 260 | que nunca Dios sanó cuerpo doliente | | que no sanase el alma al mismo punto. | | Este aro que veis es el torrente | | que llama de los cedros la Escritura, | | sabroso al gusto, manso en la corriente; | 265 | Getsemanís aquel de sangre pura | | los santos miembros de Jesús sudaron | | hasta bañar la estéril tierra y dura. | | Es éste el mismo suelo que pisaron | | los santísimos pies de Cristo acaso | 270 | y aquí su estampa y señal dejaron. | | Besémosle otra vez, oh campo raso, | | donde con Lucifer entró en batalla | |
(Besan otra vez el suelo.)
| el Rey divino con humano paso. | |
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GODOFRE | ¡Oh, soldados de Cristo, en quien se halla | 275 | alta virtud cristiana y un cuidado | | de con raras hazañas aumentalla! | | El punto felicísimo es llegado, | | con inmensas fatigas adquirido | | y con estraño ay nuestro deseado, | 280 | |
-fol. 248r [249r]-
| donde ha de ser a dulce fin venido | | aquel cabal justísimo deseo | | del cielo en vuestras almas infundido. | | No es menester, a lo que entiendo y creo, | | animaros al trance riguroso | 285 | con promesas de palmas y trofeo. | | Yo sé que cada cual al fin honroso | | pondrá los ojos y alzará las manos | | con brazo diestro y paso presuroso. | | Que aquel intento que os movió, cristianos, | 290 | a dejar, con la patria regalada, | | quién hijos, quién mujer, quién padre y hermanos, | | dará brío al valor, filo a la espada | | vuestra, para quitar al Aladino | | esta santa ciudad tiranizada. | 295 | No se pierda el trabajo del camino, | | tan de enemigos nuestros contrastado, | | agora que está el premio tan vecino. | | Haced seguro el prado al lastimado, | | contricto peregrino, que a ver viene | 300 | el lugar do Jesús fue sepultado. | | Para esta impresa haré lo que conviene, | | pues soy general vuestro, y por agora | | conviene que vuestro brío se refrene, | | que yo os diré cuándo será la hora | 305 | de dar asalto a la ciudad, y en tanto | | nuestro campo se aloje a su mejora. | |
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BOEMUNDO | Dices muy bien, señor, porque el quebranto | | de nuestra gente un poco se rehaga, | | que la tiene cansada el marchar tanto. | 310 |
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GODOFRE | Del modo que conviene así se haga. | |
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(Vanse, y salen TEODORO y ANSELMO, cautivos cristianos, que están en Jerusalén. Salen vestidos de anjeo negro, y el uno sale espantado y el otro tras él.)
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ANSELMO | ¿Por qué de aquesta suerte | | mueves ligero el paso, Teodoro? | |
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TEODORO | Por huir de la muerte | | que el pueblo infame moro | 315 | al tímido cristiano | | apareja con fiera y cruda mano. | |
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ANSELMO | Pues dime, ¿por qué causa? | |
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TEODORO | ¿Tan ignorante estás del mal estraño | | que nuestros males causa, | 320 | cuando de nuestro daño | | y libertad perdida | | era, cual vemos, la salud venida? | |
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ANSELMO | ¿Vuélvese, por ventura, | | nuestro cristiano ejército a su tierra? | 325 |
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TEODORO | No, que otra desventura | | nos consume y atierra, | | la cual verás, si puedo | | mover la lengua que la turba el miedo. | | Retírate a esta parte, | 330 | do no seamos vistos de ninguno, | | que en breve he de contarte | | el mal fiero, importuno, | | que en medio del contento | | nuestra esperanza parte por el viento. | 335 | ¿Conoces a Marsenio? | |
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ANSELMO | ¿No es aquel renegado y nigromante | | de tan mágico ingenio | | que hace en un instante | | turbar los elementos, | 340 | andar los montes y parar los vientos? | |
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TEODORO | ¿No sabes lo que hizo | | en el rey enemigo? | |
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ANSELMO | Sé que le satisfizo | 345 | con un consejo estraño | | que le dio. |
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TEODORO | Pues de ahí nos vino el daño. | | Díjole que importaba | | tomar la imagen de la Virgen pura | | que en nuestro templo estaba, | 350 | y con estraña cura | | guardarla en su mezquita. | | Hízolo así con intención maldita, | | |
-fol. 248v [249v]-
| diciendo que entre tanto | | que en su poder la imagen estaría, | 355 | ni pérdida o quebranto | | a la ciudad vendría, | | y que sería en vano | | llegado aquel ejército cristiano. | | Creyóle el rey, y toma | 360 | la santa hermosa imagen y bendita, | | y adonde su Mahoma | | se adora en la mezquita, | | tan guardada la puso | | que sosegó su espírito confuso. | 365 | Llegó en este conmedio | | el ejército bravo ante este muro | | para nuestro remedio, | | y luego a su conjuro | | acudió el renegado, | 370 | mas no le han en nada aprovechado. | | Dicen que es causa de esto | | que la sagrada imagen no parece, | | que algún sutil y presto | | cristiano la robó y que empece | 375 | tanto la falta de ella | | que el mago ignora qué hacer sin ella. | | Por esto en ira ardiente | | se abrasa el rey, y con furor insano | | manda ciego, inclemente, | 380 | que no quede cristiano | | con vida si no damos | | la imagen o el ladrón que no hallamos. | |
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ANSELMO | Pues, ¿quién pudo hurtalla? | |
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TEODORO | El cielo, que es ladrón santo y benigno, | 385 | que quiso trasladalla | | a otro lugar más digno, | | que no la inmunda aljama | | donde el infierno su maldad derrama. | |
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ANSELMO | Pues, ¿qué remedio agora? | 390 |
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TEODORO | Huir la furia del tirano fiero | | por ver si se mejora. | |
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ANSELMO | Pues yo contigo quiero | | esconderme, si quieres. | |
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TEODORO | Pues no hagas más de lo que hacerme vieres. | 395 |
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(Vanse, y sale ALADINO, Rey de Jerusalén, y MARSENIO, encantador, y otros dos moros.)
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REY | No quede de la pérfida canalla | | uno con vida. Mueran todos luego, | | si por ventura entre ellos no se halla | | el fiero turbador de mi sosiego. | | ¿La imagen ascondéis? ¿No queréis dalla? | 400 | Pues yo os entregaré todos al fuego. | | Cristianos perros, perros enemigos, | | ¿confiados estáis en los amigos? | | ¿A dicha veis esta ciudad vacía | | de aparato de guerra [y] turcos bravos? | 405 | ¿En quién yo temor cobarde vía? | | Infame gente, tímidos esclavos, | | ¿no hay en esta ciudad famosa mía | | navajas, garfios, cuerdas, cruces, clavos? | | ¿No hay verdugos en ella? ¿Qué se espera? | 410 | ¡Muera esta gente luego! ¡Muera, muera! | |
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MARSENIO | Mueran, señor, si tardan por ventura | | de darnos el retablo que han hurtado, | | con el cual, si se vuelve, se asigura | | no sólo esta ciudad pero tu estado. | 415 |
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REY | ¡Dad a vuestros puñales sepultura | | en el cuerpo robusto o delicado | | de cualquiera cristiano! ¡Acabad luego! | | ¡Dadlos al lazo, al hierro, al palo, al fuego! | |
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(Sale SOLINDA, doncella cristiana, honestamente aderezada, y luego de allí a un poco entra tras de ella un cristiano de los de Jerusalén, y párase a escuchar lo que pasa entre ella y el REY: llámase LUSTAQUIO.)
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-fol. 250r-
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SOLINDA | Tiempla, rey, la furia insana, | 420 | que yo te daré en la mano | | a aquel robador cristiano | | de la imagen soberana. | | Manda que cese la furia | | de tus ministros, señor, | 425 | y guarda todo el rigor | | para el que hizo la injuria. | |
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(Llégase LUSTAQUIO al rey y dice:)
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LUSTAQUIO | Haz envainar las espadas | | que con rencor tan siniestro | | en daño del pueblo nuestro | 430 | han sido desenvainadas. | |
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SOLINDA | Digo | | que no mueran los cristianos | | pues que te daré en las manos | | el que merece el castigo. | 435 |
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REY | Yo revoco la sentencia. | | Haced que no mueran más. | |
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MARSENIO | Yo creo que en balde das | | esas muestras de clemencia. | |
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(Vase uno de los moros a cumplir el mandamiento del REY.)
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REY | Dime, pues, ¿quién se atrevió | 440 | a acometer tal maldad? | |
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SOLINDA | Pues he de decir verdad, | | el atrevido fui yo. | | Yo soy quien la imagen bella | | robé de tu aljama. |
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REY | Baste; | 445 | pero ya que la robaste, | | dime, cristiana, ¿qué es de ella? | |
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SOLINDA | Cuando me atreví a roballa, | | y al peligro me dispuse, | | en mi corazón propuse | 450 | de nunca jamás tornalla. | | Y porque amenaza o ruego | | no torciese mi intención, | | con seguro corazón | | di la imagen santa al fuego. | 455 | Y fue bien que se abrasase | | en el fuego aquel retablo | | antes que en poder del diablo | | y en el tuyo se entregase. | | Así que ya es por demás | 460 | poner aquí tu cuidado, | | que si el ladrón has hallado | | el hurto no le hallarás. | |
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MARSENIO | ¿Hase visto tal maldad? | | ¿Hay igual atrevimiento? | 465 | ¿Dónde está tu sufrimiento? | | ¿Dónde tu severidad? | | Alto, señor, di, ¿qué haces? | | ¿cómo con la sangre y vida | | de esta cristiana perdida | 470 | tu agravio no satisfaces? | | ¿Hacen torcer tu decoro | | los bellos ojos que miras, | | o arrójante al pecho viras | | sus luengos cabellos de oro? | 475 | ¡Muera esta perra, señor! | |
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REY | ¡Muera, y entréguese al fuego! | | ¡Muera digo, muera luego! | |
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SOLINDA | Que «viva» dirás mejor, | | |
-fol. 250v-
| que no me mata la muerte | 480 | por tal ocasión venida, | | antes a esta corta vida | | en eterna la convierte. | | ¡No aprietes! |
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SOLINDA | No, mas no haré defensa, | 485 | porque esta muerte y ofensa | | por vida y honra la estimo. | |
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LUSTAQUIO | Justicia, Rey, no permitas | | que de mi hazaña notoria | | otro me quite la gloria | 490 | que tú mesmo no me quitas. | | Los lazos y muerte injusta | | que esta doncella se aplica | | míos son, cual testifica | | mi confisión cierta y justa. | 495 | Si ella por su altivo brío | | quiere al mundo eternizarse, | | busque otro modo de honrarse, | | déjeme a mí lo que es mío. | | Con más verdaderas cosas | 500 | busque dar fama a su nombre, | | que mal se alcanza renombre | | con hazañas mentirosas. | |
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LUSTAQUIO | Quiero | | que entiendas, alto señor, | 505 | que yo soy el robador | | de la imagen verdadero. | | ¿Cómo pudo esta doncella, | | sin compañía y sin maña, | | acometer tal hazaña? | 510 | Yo sí que salí con ella; | | si no, pregúntale el modo | | que tuvo para tal hecho | | y quedarás satisfecho | | de que burla y miente en todo. | 515 | Yo soy el que la robé. | |
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REY | Pues, perro traidor, ¿por qué? | |
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LUSTAQUIO | Por estorbar los intentos | 520 | de Marsenio. |
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REY | Antes, traidor, | | multiplicaste el rigor | | mío y de vuestros tormentos. | |
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SOLINDA | Di, mancebo, ¿desvarías | | o piensas que en esta suerte | 525 | no podrán sufrir la muerte | | las débiles fuerzas mías? | | Pues sal de aquesa dubda | | porque yo te sé decir | | que para haber de morir | 530 | no quiero ninguna ayuda. | | Sin culpa no te condenes, | | que ya yo tomé esta carga. | | Goza tu vida más larga | | y por la mía no penes. | 535 | Descubro el blanco a do tiras | | y sé que no das en él, | | aunque con justo nivel | | y santa intención lo miras. | |
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MARSENIO | Estos se burlan de ti, | 540 | señor, y de tus cuidados. | |
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REY | Ellos serán los burlados. | | Llevaldos luego de aquí, | | y juntos los abrasad, | | pues que juntos se condenan | 545 | ya, si aquí se me refrenan | | de decirme la verdad. | |
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-fol. 250r [251r]-
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REY | Yo también me engañaré | | en daros la pena al justo. | |
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LUSTAQUIO | Si a mí me la das es justo. | |
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SOLINDA | ¡A mí, a mí, que la hurté! | 555 |
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REY | En dubda, abrásanse entrambos. | | Llevaldos, y tú, Marsenio, | | ven y despierta el ingenio | | para el trance que esperamos. | |
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(Vanse el REY y MARSENIO, y queda el otro moro y ata las manos a LUSTAQUIO atrás con el cordel que está atada SOLINDA.)
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LUSTAQUIO | No penséis siento el rigor | 560 | de esta cuerda, oh gente cruda, | | que más me aprieta y añuda | | el fuerte brazo de amor. | | No pensé yo que éste fuera, | | Solinda, el que nos juntara, | 565 | sino que amor ordenara | | lazadas de otra manera. | | Días ha, Solinda bella, | | que te vi y te adoré. | |
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SOLINDA | Días ha que yo no sé | 570 | tu nombre ni tu querella. | |
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LUSTAQUIO | Tu honestidad se oponía | | a todo mi atrevimiento, | | y con sólo el pensamiento | | mis ansias te descubría. | 575 | En el tiempo y en mi fee, | | tan ajena de mudanza, | | mi ventura y esperanza | | con santo intento fundé; | | mas, agora, con esquiva | 580 | mano, la Fortuna brava | | mi ventura menoscaba | | y mi esperanza derriba; | | mas, pues que quiso mi suerte | | que fueses de mí seguida | 585 | con solo el alma en la vida, | | con alma y cuerpo en la muerte, | | contento y alegre muero, | | y soy bien afortunado | | sólo por morir al lado | 590 | de la vida que más quiero. | |
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SOLINDA | Mancebo de altos intentos, | | tiempo es ya que a mejor vía | | revuelvas la fantasía | | y amorosos pensamientos. | 595 | Pon otro amor en tu alma, | | no de las cosas del suelo, | | mas de aquellas que en el cielo | | pueden darte triunfo y palma. | | De ellas serás entendido | 600 | aunque no muevas la lengua, | | y no te tendrán a mengua | | habellas tarde querido. | | A la belleza del cielo | | mira, eterna y duradera, | 605 | adonde el premio se espera | | del justo y cristiano celo; | | y a mi caduca belleza | | no mires en este trance, | | que ya la va dando alcance | 610 | muerte con su ligereza. | | Y en este aviso te pago | | todo aquello que te debo, | | y a tu amor, con otro nuevo | | y más cabal, satisfago. | 615 |
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LUSTAQUIO | Solinda, sola en el mundo | | en valor y en hermosura, | | si quieres que en la ventura | | yo no tenga otro segundo, | | y que este trance dudoso | 620 | no me sea tan terrible, | | rescíbeme, si es pusible, | | gloria mía, por tu esposo. | | |
-fol. 250v [251v]-
| Mira que en esto no irás | | contra mi casta intención, | 625 | pues que el tiempo y la ocasión | | hacen que no pida más. | |
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SOLINDA | ¡Fácil cosa, duro aprieto, | | grande amor, intento sano! | | Dime, mancebo, ¿cuál mano | 630 | te daré para este efeto | | si a entrambas el lazo liga? | |
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LUSTAQUIO | Di que sí, que tanto importa. | |
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LUSTAQUIO | Ventura corta, | | áspera y larga fatiga, | 635 | a un mesmo tiempo acabáis | | pena y gloria todo junto. | |
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MORO | ¿Estáis en tan triste punto | | y desposorios tratáis? | | Caminad, caminad luego | 640 | do acabará con rigor | | vuestra vida y vuestro amor, | | que un fuego saca otro fuego. | | ¡Vamos! |
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LUSTAQUIO | Dejadme llegar, | | señor, es por cortesía. | 645 |
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MORO | No hay para qué. Caminemos | | fuera de Jerusalén. | |
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LUSTAQUIO | Solinda, del mal y bien, | 650 | igual gracia al cielo demos. | |
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