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La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón

Miguel de Cervantes Saavedra


[Nota preliminar: Fuente utilizada como base: Ms. II-460, fols. 246-268. Biblioteca de Palacio. Cotejado con Stefano Arata, Criticón, 54 (1992), págs. 9-112. (N. del E.)]

  -fol. 246r-  
Figuras siguientes:
 

 
GODOFRE DE BULLÓN,   capitán general.
BOEMUNDO,   príncipe de Calabria.
TANCREDO,   príncipe.
PEDRO,   ermitaño.
[REIMUNDO,   conde de Tolosa.]
FABRICIO,   soldado.
CHARLES,   soldado.
Cuatro soldados de acompañamiento.
JERUSALÉN,   en figura de dueña.
SOLINDA,   cristiana cautiva.
LUSTAQUIO,   su esposo, cautivo.
ANSELMO,   cautivo.
TEODORO,   cautivo.
ENRIQUE [DE] VOLTERRA,   cristiano.
EL TRABAJO,   que es un viejo.
LA ESPERANZA.
EL CONTENTO.
LA LIBERTAD.
CLORINDA,   mora.
ERMINIA,   mora.
ALZARDO,   su ayo.
ARGANTE,   moro.
ALADINO,   rey de Jerusalén.
JALDELIO,   embajador de Egito.
[MARSENIO,   nigromante].
[ARGENTE,   eunuco, ayo de Clorinda].
[Dos moros].




  -fol. 246v-     -[fol. 247r]-  

ArribaAbajoPrimera jornada

 

Sale JERUSALÉN, en hábito de vieja anciana, con unas cadenas arrastrando de los pies, y el TRABAJO, que ha de ser un viejo anciano junto a ella, que la lleva puesto un yugo sobre los hombros.

 
JERUSALÉN
   ¿Que nunca has de dejar mi compañía,
enfadoso Trabajo? ¿No te cansas?
¿Por qué movido de la pena mía
esa tu esquiva condición no amansas?
Parece que en crecerme el agonía5
te alegras, regocijas y descansas.
Deje por un momento mi cansada
cerviz tu yugo y mano tan pesada.
    ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres? ¿A qué estremo
piensas llegar con mi dolor estraño?10
Pues ni más mal ni desventura temo,
tanto se estiende de mi angustia el daño.
Llega, llégate abajo, aquel supremo
punto con que se acabe un mal tamaño:
abre los senos de la madre Tierra15
y allí mi vida y tu furor encierra.
TRABAJO
    Con las mesmas palabras te respondo
con las cuales el Santo Yeremías
lloró sobre ti mesma y de lo hondo
del pecho dio a luz sus profecías.20
El cumplimiento de ellas no te ascondo,
pues sabes su verdad ha muchos días;
mas quiérote decir que siempre dura
y durará tu amarga desventura.
    Bien podré preguntarte en qué manera25
sola te sientas, oh ciudad famosa,
cual viuda triste hecha ya heredera:
la reina de provincias venturosa,
llorando lloras en la noche fiera,
sin ser de tus amigos con piadosa30
ayuda consolada en tus mancillas,
y tus lágrimas riegan tus mejillas;
    lloran las calles de Sión que miran
ya la soledad, cuán pocos llegan
[a] tus puertas destruidas, y suspiran35
tus sacerdotes que su bien le niegan;
las rosadas colores se retiran
del rostro de tus vírgenes que entregan
el ánimo al temor, y en esta priesa
tú de amargo dolor eres opresa.40
    Jerusalén, pecaste, a cuya causa
eres hecha inconstante y varïable,
y en tus loores había[n] puesto pausa
cuantos te dieron título loable;
de tu inominia su burlar se causa,45
y se causa también que en miserable
llanto deshecha, hacia atrás revuelvas
y que a acordarte de su fin no vuelvas.
JERUSALÉN
    Vosotros que pasáis por la carrera,
ved si hay otro dolor igual al mío:50
vendimiado me han ya con mano fiera,
cual lo dijo el Señor en quien confío;
díjolo el día de su ira, que era
también de su furor y su desvío,
envïando a mis huesos desde el cielo55
fuego, y puso a mis red[es] en el suelo.
    Mas ya, Señor, ¡[con] cuántas ciertas pruebas
son ya cumplidas estas profecías!
¿Por qué mi angustia y mi dolor renuevas
haciendo eternas las pasiones mías?60
Mira, buen Dios, que si adelante llevas
el quitarme mis justas alegrías,
que dirá el que no sabe ansí regirse
que con eso no vale arrepentirse.
-[fol. 247v]-
    Tú dijiste, si acaso me olvidare:65
«De ti, Jerusalén, de ti se olvide
mi diestra», y así es bien que tu ira pare,
pues siempre con razón tu azote mide;
si yo otra vez, oh buen Señor, pecare,
de tu favor y gracia me despide.70
TRABAJO
Vana es la contrición que poco dura
cuando con el obrar no se asegura.
    Viénele a tu maldad justo castigo
y aun tienes mayor pena merecida,
pues con malicia y furia de enemigo75
diste la muerte a quien te dio la vida.
Será de esta verdad cierto testigo
este sagrado monte, do ofendida
fue la divina Majestad del cielo,
cubierto de mortal corpóreo velo.80
JERUSALÉN
    Desde aquel punto que la vida muerta
se vio, y la muerte muerta por la muerte,
de en par en par a mi dolor la puerta
abrió la corta inexorable suerte.
Pero ya veo mi salud abierta85
[de] otra que en gloria mi af[l]ición convierte:
ya engendran en mi pecho el cuento nuevo
el estruendo de Marte y son de Febo.
 

(Suenan a este punto trompetas y atambores y chirimías.)

 
TRABAJO
    ¿Qué insólito acidente es el que siento
de gusto y regocijo en mi sentido?90
¿De cuándo acá en mi pecho es el contento
por un mínimo espacio consentido?
¿El Trabajo no soy? ¿No es el tormento
el que conmigo está contino unido?
Pues, ¿qué quiere conmigo el alegría95
si no puede tomar mi compañía?
 

(Sale la ESPERANZA, con una tunicela puesta y un ramo de oliva en la mano, y dice:)

 
ESPERANZA
    ¡Jerusalén, Jerusalén, cuitada,
conviértete al Señor con puro celo
si quieres ver con dulce fin llegada
la hora de tu gusto y tu consuelo!100
En tu arrepentimiento está encerrada
cuanta ventura puede darte el cielo,
mas ya el alto Señor, que el cielo ha hecho,
está de tus gemidos satisfecho.
    Y porque el yugo del Trabajo insano105
no te canse y aflija y dé más pena,
el alma del segundo papa Urbano
de intenciones divinas tiene llena.
Este santo varón tomó la mano
para limar tu grillo y tu cadena,110
y en Claramonte la francesa gente
llenó de furia santa y brío ardiente.
    Representóle tus miserias tantas
y tus santas iglesias derribadas,
con las reliquias de los santos santas115
de las bárbaras manos profanadas;
puestas al filo agudo las gargantas
de aquellos que con voces levantadas
del agua santa aprueban del bautismo
y no el circuncidar del paganismo.120
    Díjoles que mirasen que así estaba
el sepulcro santísimo de Cristo,
y que con pies sacrílegos le hollaba
el pueblo infame en mil errores visto.
Esto les dijo, y luego se mostraba125
el más cobarde tan brioso y listo
para seguir la declarada empresa,
que al arma grita cada cual apriesa.
    El Pontífice santo abrió el tesoro
tan rico de la Iglesia y concedióles130
mayores bienes que de plata y oro;
y con nuevas razones animóles,
y el pecho atado con igual decoro
con coloradas cruces señalóles,
y los que de esta impresa son soldados135
les quedará por nombre «los Cruzados».
    Los cuales, siendo su cabeza y guía
Godofre de Bullón, varón prudente,
ya son pasados de la Romanía
-fol. 248r-
y a ti vuelven el paso diligente.140
Queda Antioquía de temor vacía,
rendida al brío desta ilustre gente:
en fin, a las espaldas no le queda
ciudad contraria, que dañarlos pueda.
    Presto verás del alto Boemundo145
las ínclitas hazañas valerosas,
y del conde Virgilio, gran Reimundo,
no menos muchas que valientes cosas.
Verás también que no tiene segundo
el latino Reinaldos, que en honrosas150
y cristianas impresas se señala,
de modo que al francés famoso iguala.
    Verás la estraña fuerza y el denuedo,
el valor, el donaire y cortesía,
del rayo de la guerra, gran Tancredo,155
cifra de toda humana valentía,
un corazón do nunca cupo miedo,
una dulce amorosa fantasía,
que el ciego amor en medio de la guerra
hace tres tiros y ninguno yerra.160
    Oirás de un ermitaño las razones,
en quien se muestra espíritu del cielo,
con que las da a los flacos corazones
y hace venir al tardo agüelo.
Este ajuntó cristianos escuadrones,165
y fue el primero que con santo celo
puso en plática y obra esta venida,
que ha de cobrar tu libertad perdida.
    Ansí que puedes ya regocijarte,
Jerusalén, y hacer júbilo y fiesta170
y del pesado yugo descargarte
que tanto te fatiga y te molesta.
JERUSALÉN
¿Con qué podré, señora, yo pagarte
nueva que tantas lágrimas me cuesta
si no es con darte cuanto puedo y valgo?175
Que si algo soy, por ti sólo soy algo,
    que sola tú, Esperanza, has sustentado
mi flaca, débil, temerosa fuerza.
Animada de ti, siempre he mostrado
ánimo y rostro al mal que así me fuerza.180
Y este enfadoso yugo tan pesado
que a más cargarme y fatigar se esfuerza
mil veces en tus hombros yo le he puesto
por hacer su rigor menos molesto.
    ¡Quítale ya, Trabajo!
TRABAJO
No es posible.
185
JERUSALÉN
Pues, dime, ¿hasta cuándo?
TRABAJO
Hasta que vea
lo que aquesta te ha dicho tan visible
que la verdad me haga que lo crea.
JERUSALÉN
¡Oh, cómo tienes condición terrible!
ESPERANZA
Pues, aunque más terrible y duro sea,190
presto te ha de dejar.
TRABAJO
Harélo cuando
esté el contento y gusto de su bando.
ESPERANZA
    Ya viene y viene envuelto en sus rumores
del cristiano escuadrón. Ya, ya se acerca;
ya las trompetas suenan y atambores,195
ya descubren tu santa y alta cerca.
Desecha, oh ciudad santa, los temores
y el continuo dolor que a tu alma cerca,
y al ejército amigo no contrastes
y en tu dureza sus aceros gastes.200
    Muéstrale tus murallas sin defensa
o, a lo menos, la parte menos fuerte,
pues el hacerte en este trance ofensa
es librarte del yugo y de la muerte.
En esto solo estudia, en esto piensa,205
que son los medios por do espero verte,
después de destruida y saqueada,
con triunfo y nueva gloria renovada.
    Da lugar, por agora, a que se aloje
el cristiano escuadrón ante tus muros210
y está suspensa y mira cuál recoge
los suyos donde estén de ti seguros.
Y si pudieres, su altivez encoge,
y a los encuentros reiterados, duros,
de las cristianas máquinas de guerra215
muéstrate frágil y arenosa tierra.
JERUSALÉN
    Haré lo que me mandas, pues me importa.
ESPERANZA
¡Apártate, Trabajo!
TRABAJO
No aprovecha.
JERUSALÉN
¡Cuál me tienen tus manos ya deshecha!
ESPERANZA
Consuélate, que ya tu pena es harta.220
  -fol. 248v-  
 

(Vanse, y salen GODOFRE DE BULLÓN y BOEMUNDO y PEDRO, ermitaño, REIMUNDO y TANCREDO y soldados, lo más que pudieren, y todos los que pudieren armados con sus ballestas; trairán todos en el lado izquierdo una cruz como aquella de Montesa. Han de salir con sus banderas, que sean dos o tres, y escritas con letras grandes estas palabras: «SIC VULT DEUS», y en otra: «SIL BOLE INDIO», y entrarán en orden al son de los atambores, y dan un paseo al teatro.)

 
GODOFRE
    Pues que la tierra santa ya pisamos,
término y fin del áspero camino
y principio del triunfo que esperamos,
    con puro afecto y corazón benigno,
todos con humildad pongan la boca225
donde puso sus pies el Rey divino.
 

(Arrodíllanse todos y besan la tierra.)

 
REIMUNDO
    ¡Dichoso, oh tierra, el labio que te toca,
o dichosos los ojos que te han visto
con tal deseo que su bien provoca!
BOEMUNDO
    ¡Oh, sepulcro santísimo de Cristo!230
¿Cuándo por bien, por medio desta gente
se hará, aunque indigna, el deseado aquisto?
PEDRO
    Alzad, amigos, la inclinada frente,
mirad la tierra y la ciudad dichosa,
cabeza y gloria del rosado Oriente.235
    Aquella torre que allí veis hermosa,
la torre de David, cierto, se llama;
estotra es la de Antonio, bien famosa.
    Aquel alto edeficio, que encarama
sus chapiteles hasta el alto cielo,240
tan celebrado templo de la Fama,
    es el templo famoso que, con celo
santo, que el hijo de David discreto
con tanta casta levantó del suelo,
    y después muchas veces por decreto245
del alto Dios, que en él se veneraba,
se ha visto destruido y en aprieto.
    Este es el monte de Sión, do estaba
llorando el gran profeta Jeremías
el daño que a su pueblo amenazaba.250
    Aquel es el Calvario do a los días
de su aflición dio fin el verbo eterno
y [a] los de nuestras tristes agonías.
    Aquel lugar que desde aquí discierno,
es el castillo de Betania, adonde255
Cristo dejó espantado el mismo infierno,
    pues del cóncavo escuro, do se esconde,
el ánima de Lázaro difunto
a una palabra de Jesús responde
    y cobra gracia y vida todo junto;260
que nunca Dios sanó cuerpo doliente
que no sanase el alma al mismo punto.
    Este aro que veis es el torrente
que llama de los cedros la Escritura,
sabroso al gusto, manso en la corriente;265
    Getsemanís aquel de sangre pura
los santos miembros de Jesús sudaron
hasta bañar la estéril tierra y dura.
    Es éste el mismo suelo que pisaron
los santísimos pies de Cristo acaso270
y aquí su estampa y señal dejaron.
    Besémosle otra vez, oh campo raso,
donde con Lucifer entró en batalla
 

(Besan otra vez el suelo.)

 
el Rey divino con humano paso.
GODOFRE
    ¡Oh, soldados de Cristo, en quien se halla275
alta virtud cristiana y un cuidado
de con raras hazañas aumentalla!
    El punto felicísimo es llegado,
con inmensas fatigas adquirido
y con estraño ay nuestro deseado,280
-fol. 248r [249r]-
    donde ha de ser a dulce fin venido
aquel cabal justísimo deseo
del cielo en vuestras almas infundido.
    No es menester, a lo que entiendo y creo,
animaros al trance riguroso285
con promesas de palmas y trofeo.
    Yo sé que cada cual al fin honroso
pondrá los ojos y alzará las manos
con brazo diestro y paso presuroso.
    Que aquel intento que os movió, cristianos,290
a dejar, con la patria regalada,
quién hijos, quién mujer, quién padre y hermanos,
    dará brío al valor, filo a la espada
vuestra, para quitar al Aladino
esta santa ciudad tiranizada.295
    No se pierda el trabajo del camino,
tan de enemigos nuestros contrastado,
agora que está el premio tan vecino.
    Haced seguro el prado al lastimado,
contricto peregrino, que a ver viene300
el lugar do Jesús fue sepultado.
    Para esta impresa haré lo que conviene,
pues soy general vuestro, y por agora
conviene que vuestro brío se refrene,
    que yo os diré cuándo será la hora305
de dar asalto a la ciudad, y en tanto
nuestro campo se aloje a su mejora.
BOEMUNDO
    Dices muy bien, señor, porque el quebranto
de nuestra gente un poco se rehaga,
que la tiene cansada el marchar tanto.310
GODOFRE
Del modo que conviene así se haga.
 

(Vanse, y salen TEODORO y ANSELMO, cautivos cristianos, que están en Jerusalén. Salen vestidos de anjeo negro, y el uno sale espantado y el otro tras él.)

 
ANSELMO
    ¿Por qué de aquesta suerte
mueves ligero el paso, Teodoro?
TEODORO
Por huir de la muerte
que el pueblo infame moro315
al tímido cristiano
apareja con fiera y cruda mano.
ANSELMO
    Pues dime, ¿por qué causa?
TEODORO
¿Tan ignorante estás del mal estraño
que nuestros males causa,320
cuando de nuestro daño
y libertad perdida
era, cual vemos, la salud venida?
ANSELMO
    ¿Vuélvese, por ventura,
nuestro cristiano ejército a su tierra?325
TEODORO
No, que otra desventura
nos consume y atierra,
la cual verás, si puedo
mover la lengua que la turba el miedo.
    Retírate a esta parte,330
do no seamos vistos de ninguno,
que en breve he de contarte
el mal fiero, importuno,
que en medio del contento
nuestra esperanza parte por el viento.335
    ¿Conoces a Marsenio?
ANSELMO
¿No es aquel renegado y nigromante
de tan mágico ingenio
que hace en un instante
turbar los elementos,340
andar los montes y parar los vientos?
TEODORO
    Aquése mismo digo.
ANSELMO
Pues bien, ¿qué hay?
TEODORO
¿No sabes lo que hizo
en el rey enemigo?
ANSELMO
Sé que le satisfizo345
con un consejo estraño
que le dio.
TEODORO
Pues de ahí nos vino el daño.
    Díjole que importaba
tomar la imagen de la Virgen pura
que en nuestro templo estaba,350
y con estraña cura
guardarla en su mezquita.
Hízolo así con intención maldita,
-fol. 248v [249v]-
    diciendo que entre tanto
que en su poder la imagen estaría,355
ni pérdida o quebranto
a la ciudad vendría,
y que sería en vano
llegado aquel ejército cristiano.
    Creyóle el rey, y toma360
la santa hermosa imagen y bendita,
y adonde su Mahoma
se adora en la mezquita,
tan guardada la puso
que sosegó su espírito confuso.365
    Llegó en este conmedio
el ejército bravo ante este muro
para nuestro remedio,
y luego a su conjuro
acudió el renegado,370
mas no le han en nada aprovechado.
    Dicen que es causa de esto
que la sagrada imagen no parece,
que algún sutil y presto
cristiano la robó y que empece375
tanto la falta de ella
que el mago ignora qué hacer sin ella.
    Por esto en ira ardiente
se abrasa el rey, y con furor insano
manda ciego, inclemente,380
que no quede cristiano
con vida si no damos
la imagen o el ladrón que no hallamos.
ANSELMO
    Pues, ¿quién pudo hurtalla?
TEODORO
El cielo, que es ladrón santo y benigno,385
que quiso trasladalla
a otro lugar más digno,
que no la inmunda aljama
donde el infierno su maldad derrama.
ANSELMO
    Pues, ¿qué remedio agora?390
TEODORO
Huir la furia del tirano fiero
por ver si se mejora.
ANSELMO
Pues yo contigo quiero
esconderme, si quieres.
TEODORO
Pues no hagas más de lo que hacerme vieres.395
 

(Vanse, y sale ALADINO, Rey de Jerusalén, y MARSENIO, encantador, y otros dos moros.)

 
REY
    No quede de la pérfida canalla
uno con vida. Mueran todos luego,
si por ventura entre ellos no se halla
el fiero turbador de mi sosiego.
¿La imagen ascondéis? ¿No queréis dalla?400
Pues yo os entregaré todos al fuego.
Cristianos perros, perros enemigos,
¿confiados estáis en los amigos?
    ¿A dicha veis esta ciudad vacía
de aparato de guerra [y] turcos bravos?405
¿En quién yo temor cobarde vía?
Infame gente, tímidos esclavos,
¿no hay en esta ciudad famosa mía
navajas, garfios, cuerdas, cruces, clavos?
¿No hay verdugos en ella? ¿Qué se espera?410
¡Muera esta gente luego! ¡Muera, muera!
MARSENIO
    Mueran, señor, si tardan por ventura
de darnos el retablo que han hurtado,
con el cual, si se vuelve, se asigura
no sólo esta ciudad pero tu estado.415
REY
¡Dad a vuestros puñales sepultura
en el cuerpo robusto o delicado
de cualquiera cristiano! ¡Acabad luego!
¡Dadlos al lazo, al hierro, al palo, al fuego!
 

(Sale SOLINDA, doncella cristiana, honestamente aderezada, y luego de allí a un poco entra tras de ella un cristiano de los de Jerusalén, y párase a escuchar lo que pasa entre ella y el REY: llámase LUSTAQUIO.)

 
  -fol. 250r-  
SOLINDA
    Tiempla, rey, la furia insana,420
que yo te daré en la mano
a aquel robador cristiano
de la imagen soberana.
    Manda que cese la furia
de tus ministros, señor,425
y guarda todo el rigor
para el que hizo la injuria.
 

(Llégase LUSTAQUIO al rey y dice:)

 
LUSTAQUIO
    Haz envainar las espadas
que con rencor tan siniestro
en daño del pueblo nuestro430
han sido desenvainadas.
REY
    ¿Qué decís, cristiana?
SOLINDA
Digo
que no mueran los cristianos
pues que te daré en las manos
el que merece el castigo.435
REY
    Yo revoco la sentencia.
Haced que no mueran más.
MARSENIO
Yo creo que en balde das
esas muestras de clemencia.
 

(Vase uno de los moros a cumplir el mandamiento del REY.)

 
REY
    Dime, pues, ¿quién se atrevió440
a acometer tal maldad?
SOLINDA
Pues he de decir verdad,
el atrevido fui yo.
    Yo soy quien la imagen bella
robé de tu aljama.
REY
Baste;
445
pero ya que la robaste,
dime, cristiana, ¿qué es de ella?
SOLINDA
    Cuando me atreví a roballa,
y al peligro me dispuse,
en mi corazón propuse450
de nunca jamás tornalla.
    Y porque amenaza o ruego
no torciese mi intención,
con seguro corazón
di la imagen santa al fuego.455
    Y fue bien que se abrasase
en el fuego aquel retablo
antes que en poder del diablo
y en el tuyo se entregase.
    Así que ya es por demás460
poner aquí tu cuidado,
que si el ladrón has hallado
el hurto no le hallarás.
MARSENIO
    ¿Hase visto tal maldad?
¿Hay igual atrevimiento?465
¿Dónde está tu sufrimiento?
¿Dónde tu severidad?
    Alto, señor, di, ¿qué haces?
¿cómo con la sangre y vida
de esta cristiana perdida470
tu agravio no satisfaces?
    ¿Hacen torcer tu decoro
los bellos ojos que miras,
o arrójante al pecho viras
sus luengos cabellos de oro?475
    ¡Muera esta perra, señor!
REY
¡Muera, y entréguese al fuego!
¡Muera digo, muera luego!
SOLINDA
Que «viva» dirás mejor,
-fol. 250v-
    que no me mata la muerte480
por tal ocasión venida,
antes a esta corta vida
en eterna la convierte.
    ¡No aprietes!
MORO
¿Ya te lastimo?
SOLINDA
No, mas no haré defensa,485
porque esta muerte y ofensa
por vida y honra la estimo.
LUSTAQUIO
    Justicia, Rey, no permitas
que de mi hazaña notoria
otro me quite la gloria490
que tú mesmo no me quitas.
    Los lazos y muerte injusta
que esta doncella se aplica
míos son, cual testifica
mi confisión cierta y justa.495
    Si ella por su altivo brío
quiere al mundo eternizarse,
busque otro modo de honrarse,
déjeme a mí lo que es mío.
    Con más verdaderas cosas500
busque dar fama a su nombre,
que mal se alcanza renombre
con hazañas mentirosas.
REY
    ¿Qué quieres, cristiano?
LUSTAQUIO
Quiero
que entiendas, alto señor,505
que yo soy el robador
de la imagen verdadero.
    ¿Cómo pudo esta doncella,
sin compañía y sin maña,
acometer tal hazaña?510
Yo sí que salí con ella;
    si no, pregúntale el modo
que tuvo para tal hecho
y quedarás satisfecho
de que burla y miente en todo.515
    Yo soy el que la robé.
REY
¿Y adónde está?
LUSTAQUIO
Dila luego...
REY
Dime a quién.
LUSTAQUIO
... Señor, al fuego.
REY
Pues, perro traidor, ¿por qué?
LUSTAQUIO
    Por estorbar los intentos520
de Marsenio.
REY
Antes, traidor,
multiplicaste el rigor
mío y de vuestros tormentos.
SOLINDA
    Di, mancebo, ¿desvarías
o piensas que en esta suerte525
no podrán sufrir la muerte
las débiles fuerzas mías?
    Pues sal de aquesa dubda
porque yo te sé decir
que para haber de morir530
no quiero ninguna ayuda.
    Sin culpa no te condenes,
que ya yo tomé esta carga.
Goza tu vida más larga
y por la mía no penes.535
    Descubro el blanco a do tiras
y sé que no das en él,
aunque con justo nivel
y santa intención lo miras.
MARSENIO
    Estos se burlan de ti,540
señor, y de tus cuidados.
REY
Ellos serán los burlados.
Llevaldos luego de aquí,
    y juntos los abrasad,
pues que juntos se condenan545
ya, si aquí se me refrenan
de decirme la verdad.
  -fol. 250r [251r]-  
LUSTAQUIO
    La verdad he declarado.
SOLINDA
Mejor la declaré yo.
LUSTAQUIO
Eso no.
SOLINDA
Mas eso no.
550
LUSTAQUIO
Yo la hurté.
SOLINDA
Haste engañado.
REY
    Yo también me engañaré
en daros la pena al justo.
LUSTAQUIO
Si a mí me la das es justo.
SOLINDA
¡A mí, a mí, que la hurté!555
REY
En dubda, abrásanse entrambos.
Llevaldos, y tú, Marsenio,
ven y despierta el ingenio
para el trance que esperamos.
 

(Vanse el REY y MARSENIO, y queda el otro moro y ata las manos a LUSTAQUIO atrás con el cordel que está atada SOLINDA.)

 
LUSTAQUIO
    No penséis siento el rigor560
de esta cuerda, oh gente cruda,
que más me aprieta y añuda
el fuerte brazo de amor.
    No pensé yo que éste fuera,
Solinda, el que nos juntara,565
sino que amor ordenara
lazadas de otra manera.
    Días ha, Solinda bella,
que te vi y te adoré.
SOLINDA
Días ha que yo no sé570
tu nombre ni tu querella.
LUSTAQUIO
    Tu honestidad se oponía
a todo mi atrevimiento,
y con sólo el pensamiento
mis ansias te descubría.575
    En el tiempo y en mi fee,
tan ajena de mudanza,
mi ventura y esperanza
con santo intento fundé;
    mas, agora, con esquiva580
mano, la Fortuna brava
mi ventura menoscaba
y mi esperanza derriba;
    mas, pues que quiso mi suerte
que fueses de mí seguida585
con solo el alma en la vida,
con alma y cuerpo en la muerte,
    contento y alegre muero,
y soy bien afortunado
sólo por morir al lado590
de la vida que más quiero.
SOLINDA
    Mancebo de altos intentos,
tiempo es ya que a mejor vía
revuelvas la fantasía
y amorosos pensamientos.595
    Pon otro amor en tu alma,
no de las cosas del suelo,
mas de aquellas que en el cielo
pueden darte triunfo y palma.
    De ellas serás entendido600
aunque no muevas la lengua,
y no te tendrán a mengua
habellas tarde querido.
    A la belleza del cielo
mira, eterna y duradera,605
adonde el premio se espera
del justo y cristiano celo;
    y a mi caduca belleza
no mires en este trance,
que ya la va dando alcance610
muerte con su ligereza.
    Y en este aviso te pago
todo aquello que te debo,
y a tu amor, con otro nuevo
y más cabal, satisfago.615
LUSTAQUIO
    Solinda, sola en el mundo
en valor y en hermosura,
si quieres que en la ventura
yo no tenga otro segundo,
    y que este trance dudoso620
no me sea tan terrible,
rescíbeme, si es pusible,
gloria mía, por tu esposo.
-fol. 250v [251v]-
    Mira que en esto no irás
contra mi casta intención,625
pues que el tiempo y la ocasión
hacen que no pida más.
SOLINDA
    ¡Fácil cosa, duro aprieto,
grande amor, intento sano!
Dime, mancebo, ¿cuál mano630
te daré para este efeto
    si a entrambas el lazo liga?
LUSTAQUIO
Di que sí, que tanto importa.
SOLINDA
Sí, digo.
LUSTAQUIO
Ventura corta,
áspera y larga fatiga,635
    a un mesmo tiempo acabáis
pena y gloria todo junto.
MORO
¿Estáis en tan triste punto
y desposorios tratáis?
    Caminad, caminad luego640
do acabará con rigor
vuestra vida y vuestro amor,
que un fuego saca otro fuego.
    ¡Vamos!
LUSTAQUIO
Dejadme llegar,
señor, es por cortesía.645
MORO
Pues, di, ¿qué quieres?
LUSTAQUIO
Querría
a mi esposa...
MORO
¿Qué?
LUSTAQUIO
... Abrazar.
MORO
    No hay para qué. Caminemos
fuera de Jerusalén.
LUSTAQUIO
Solinda, del mal y bien,650
igual gracia al cielo demos.

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