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Prefacio a «Lumină de lună / Luz de luna», de Mihai Eminescu

Dorel Fînaru

Enrique J. Nogueras Valdivieso

Sabemos por una anotación manuscrita, redactada aparentemente como título y datada por Perpessicius en 1882, que Eminescu tenía la intención de publicar una selección de sus poemas, lo que habría sido su primer libro, que pretendía titular Lumină de lună. Poezii./Versuri lirice [Luz de luna. Poesías/Versos Líricos]1. Este título por sus implicaciones meta y para textuales podría sugerir una equivalencia metafórica poesía = luz de luna en el paradigma del lenguaje poético eminesciano. Se trataría, en cualquier caso, una definición sorprendentemente moderna de la poesía: el disco lunar sería una especia de espejo de oro, un espejo anamórfico del mundo real (= luz solar); la luz de la luna sería, al modo del signo poético, un signo de segundo grado que configuraría un sistema semiótico secundario: «las artes y la buena literatura deben de ser espejos de oro de la realidad [...] una cuerda nueva, original, propia, sobre el gran teatro del mundo» (Echilibrul [Equilibrio], Opere, IX, 93). En consecuencia, decenas de poemas eminescianos, o fragmentos en prosa, en los que la imagen de la luz de la luna constituye el elemento central podrían ser audazmente leídos como artes poéticas.

Por ejemplo, el palacio de la luna de la poesía Quando pasas el río de Selene sería así asimilable a un edificio de la poesía: el palacio sería, pues, un reflejo del mundo, con sus «altivas imágenes», «argenteas columnas» y «muros con espejos de diamante», puede sugerir una máxima apertura del objeto poético. Al mismo tiempo el acceso a la construcción de tres pisos es difícil porque tiene «altivas escaleras» y «balcones en el aire». Quando pasas el río de Selene, un río fronterizo, entras en la orilla mirífica de la poesía, que únicamente refleja de forma anamórfica el mundo real, entras en ese «otro mundo, producto del genio, / del cual nuestro mundo es solo una copia» (Icoana şi privaz [Icono y moldura], IV, 289).

Los escritos de Eminescu que hemos seleccionado son textos de convulsiones volcánicas, de movimientos tectónicos internos, textos en elaboración, reelaboración y poselaboración perpetua. Ofrecen implícita una imagen sobre el acto de su producción, de una obra en proceso de elaboración. «Mucho más me complace el hacerse del objeto que el objeto hecho en sí mismo; a mis ojos, el hacerse es la obra, el objeto capital, porque la cosa hecha no es más que un acto de otro», escribía Paul Valery2.

No queremos tampoco enredarnos en los largos hilos de estériles polémicas. No creemos que, tal como se ha dicho, Eminescu «el verdadero», sea solo el de los inéditos o solo el de la obra publicada en vida. Sin embargo, para nosotros, es evidente que la dicotomía entre poemas publicados en vida y poemas póstumos es completamente irrelevante en el caso de Eminescu.

Nuestra selección va a intentar completar la imagen de un hipotético lector sobre la poesía de Eminescu, ofreciendo «textos en bruto», puesto que: «Un Eminescu en bruto sería preferible a uno neto. Trabajando repetidamente sobre los textos, los habría privado de su savia y su perfume»3. Ahora bien, precisamente esta es la principal cualidad de los textos elegidos y traducidos por nosotros: están llenos de la savia y el perfume del trabajo poético. Son poemas en los que aparecen inseguridades en el hallazgo «de la palabra que exprese la verdad», pasos intermedios, prolongadas «vacilaciones entre sonido y sentido», un palacio de poesía a medio construir con rollos de diseños arquitectónicos, andamios y cascajos.

Al cruzar el río de Selene entramos en el universo del hada Miradoniz, un universo en segundo grado, con leyes propias, que nace y vive en la cabeza del poeta: «Oh cabeza mía! Veo descender el cielo sobre mí / y extender en los campos sus estrellas de fuego / y vapores argénteos caen sobre la tierra, me rodean / y se encienden sagradas estrellas sobre el juego de los valles / Alzo mi dedo mágico y los siglos se mueven / con sombras relucientes de dioses y de héroes / Y mi alma se prende, mi corazón se mueve / y respiran los bosques sombra y aromas de hoja» (Andrei Mureşanu, var, V, 258-259).

La obra de arte es un mundo en el mundo, y cuando entras en el terreno de la poesía: «La mente no es sino una ventana por la cual penetra el sol de una luz nueva: y penetra en el corazón. Y cuando levantas los ojos te hallas de verdad en un mundo nuevo. El tiempo ha desaparecido y la eternidad con su rostro severo te mira desde cada cosa. Parece que te has despertado en un mundo petrificado con todas sus bellezas y parece como si pasar y nacer, como si tu aparición y desaparición en sí mismas fueran solo una apariencia. Y el corazón no es ya capaz de trasponerte en este estado. Se estremece lentamente de arriba abajo, semejante a un arpa eólica, él es único que se mueve en este mundo eterno...él es su reloj» (Opere, XV, 42). Son las líneas de un poeta filósofo que describe el nacimiento y la existencia de su propio imaginario, un mundo nuevo en el que «la mente no es sino una ventana», y el arpa eólica del alma es el reloj de la eternidad.

El proceso de génesis de la obra es descrito incluso desde su estadio incipiente: «No me he aclarado todavía ni con la forma ni con el fondo; ni con las distintas partes ni con la relación entre ellas. Son más que nada sombras que arrojan en mi imaginación unas formas que vendrán de ahora en adelante» (Opere, XVI, 39). De momento se trata de las sombras de algunas formas virtuales, una especie de platónicas «sombras de unas sombras»: el elemento primero, incipiente, de la obra que empieza a crearse, lo constituyen estas sombras, las sombras de unas formas ausentes por el momento, una especie de sombras de la forma del contenido.

Para disolver la dicotomía publicados (antume en rumano) / inéditos (póstumos), Petru Creţia, sistematizaba sus argumentos del modo siguiente:

  1. «Eminescu no confería el estatuto de redacción definitiva a los textos que, directa o indirectamente destinaba a la imprenta.
  2. En la hipótesis de una edición personal, habría eliminado o habría modificado una parte de las poesías impresas con su consentimiento.
  3. Con una o dos excepciones [...], las poesías publicadas desde que enfermó hasta su muerte no pueden ser consideradas como representativas de la última voluntad de un autor plenamente consciente de sus decisiones; son poesías publicadas en vida en un sentido exclusivamente biológico.
  4. 26 poesías de gran valor, publicadas en la editio princeps de Maiorescu, no habían sido envidas antes por su autor a ninguna revista, y fueron publicadas por el crítico sin el acuerdo explícito o la revisión final del autor.
  5. Puesto de que la mayoría de las poesías enviadas a la imprenta los manuscritos originales se han perdido, las variantes impresas son sospechosas de erratas e incluso de intervenciones del editor, algo de lo cual, a partir de un momento dado, Eminescu se había quejado a Jacob Negruzzi, aunque no lo hiciera públicamente nunca».

Como cierre de su argumentación, Petru Creţia afirmaba que «desde el punteo de vista de la conformidad definitiva del autor, no podemos afirmar, sobre ninguna de las poesías publicadas durante la vida de Eminescu, que éste no habría vuelto a intervenir sobre ellas, fuera en el momento, eternamente aplazado, de preparar una edición de autor definitiva»4.

Durante años el desconocimiento de los inéditos no impresos de Eminescu tuvo como causa algunas opiniones aberrantes como la de Garabet Ibrăileanu, publicada en el número de Octubre de 1911 de la revista Viaţa Românească: «El mayor homenaje que se le podría rendir a Eminescu, más grande que la mayor de las estatuas, sería la destrucción del volumen de poesías póstumas, que no puede tener otra importancia que la de material de estudio para críticos e historiadores de la literatura». Numerosos críticos e intérpretes de la obra eminesciana han ignorado, como es natural por otra parte, la opinión de Ibrăileanu. En la confección de este volumen, hemos seguido, en buena medida, direcciones y sugerencias encontradas en algunos de ellos, entre los cuales cabe recordar especialmente a Perpessicius, Tudor Vianu, Ion Negoiţescu, Petru Creţia, Ioana Bot y Cătălin Cioabă (véase la Bibliografía).

Ion Negoiţescu integra creadoramente la oposición entre poemas publicados e inéditos: «La cara de Eminescu es doble: mira a veces hacia la noche común, la de la vigilia, la de la naturaleza y la de la humanidad, pero otras veces hacia la noche sin principio del sueño, de las edades eternas y de los genios románticos. Durante su vida, y durante varios decenios después, no se conoció sino la primera: probablemente tampoco él se atrevió a desvelar la segunda. Un temor extraño se clavó en su consciencia, de modo que el tesoro de los grandes sueños yació siempre escondido en los cuadernos del depósito de manuscritos: el poeta huía de algunas de las sombras de aquellos sueños, las Erinias de las metáforas, hacia las riberas menos arriesgadas de la naturaleza. Entre los planetas rumanos, la singularidad de Eminescu gana su forma de esta doble faz con dos perfiles: uno neptuniano, nacido de la amarga espuma y de las aguas que anhelan el horizonte del mundo, el otro plutónico, encendido por el fuego original»5.

Como es sabido, Negoiţescu llamaba neptuniana a la parte publicada en vida de la obra de Eminescu y plutoniana «a la parte que corresponde en general al laboratorio y que, tal como en la geología la roca nacida del fuego subterráneo, vine de las más hondas profundidades, donde se atormentan las oscuras llamas. Esta combustión de la poesía, esta irradiación casi demoniaca del espíritu, que crea, lejos de la común una naturaleza, otra enigmática y profunda: el anhelo de las inmensidades elementales, la edad de oro, el inconsciente ebrio de voluptuosidad del sueño, la sombra trágica sobre un reino de colores pálidos, el decorado alucinante, mirifico, la magia y el mito, sus ocultas implicaciones. Este es el universo plutoniano, la metáfora infernal»6.

Cuando cruzamos el río de Selene, entramos en el universo plutoniano: «En el círculo de unas visiones semejantes, cuando la naturaleza toma proporciones gigantescas, cuando, cruzando el río de Selene, bajo la protección de la noche, las huestes de flores crecen como grandes árboles, esparciendo su perfume mortífero y las mariposas flotan sobre este río de perfumes, como las naves, no tenemos solo una inflación de las formas para abarcar sentimientos exacerbados, simple imperialismo de la forma, sino una verdadera alegoría del espíritu, la idea poética en el reflejo de los cuatro elementos primordiales»7.

Los poemas nos trasladan a un mundo trasformado en sí mismo en cántico, tal y como afirmaba Petru Creţia: «Leer esas pocas decenas de hojas sobre las cuales se ha tendido la más intensa hoguera de la poesía rumana y leerlas pensando en su movimiento interior, hecho como está de inagotables proliferaciones y de fabulosos sacrificios, de ecos y reflejos que vienen y van en una infatigable sucesión, significa, si perseveras lo suficiente, acceder al mundo mismo de la poesía como dolor cósmico y como triunfo. Un mundo en sí mismo convertido en cántico, en su única liberación y ley, en un infinito susurro, como de hojas u olas, como de voces que tomaran y retomaran siempre una de otra los mismos pensamientos, los mismos sufrimientos profundos, las mismas palabras nunca oídas, y pasaran todo ello, en una lenta trasfiguración, a otros y otros, constituyéndose, nocturnas, entristecidas y soñadoras, en un mundo sin orillas»8.

Tal como observaba oportunamente en 1959 Tudor Vianu, la publicación integral de las poesías póstumas nos ofrece de un «Eminescu casi nuevo», porque «la verdadera figura de Eminescu, es decir su figura entera» debe de estar a la vista de lectores y de críticos: «La importancia de la publicación de todos los poemas póstumos proviene, pues, del hecho de que a través de ellos aparece la figura de un Eminescu casi nuevo, durante mucho tiempo cubierto por las directivas críticas de Maiorescu y no menos de sus tendencias políticas y sociales. Hoy, sin embargo, cuando se intenta una revalorización de todo el patrimonio literario, es necesario que la verdadera figura de Eminescu, es decir su figura entera, sea resucitada en las síntesis críticas que se preparan. La edición de Perpessicius y sobre todo el volumen dedicado a los póstumos surge en apoyo de esta necesidad»9.

Al ofrecer al lector un volumen que comprendía Versuri din manuscrise [Versos de los manuscritos], Ioana Bot y Cătălin Cioabă concluían en el prefacio de su antología: «Podemos descubrir a Eminescu esforzándose sobre una idea, sobre una imagen, sobre una forma, igual de bien como podemos verlo escribiendo bajo el impulso inagotable de una inspiración violenta, visionaria. Vemos aquí, puede que mejor que en otros lugares, el esfuerzo creador y la búsqueda de la forma, de la palabra perfecta, tal como vemos, también, el nacimiento de unos atrevidos experimentos poéticos, de los cuales no todos han cruzado el umbral de la obra terminada. Pero también vemos como algo de qué lo que ha sido lustrado con la meticulosidad de un joyero se ha dejado caer en el olvido de los manuscritos, de donde nadie puede decir hoy con certeza que el autor hubiera querido sacarlos alguna vez. Interrumpida por la enfermedad y una muerte demasiado temprana, la creación eminesciana ha quedado, es verdad, para siempre bajo el signo de lo posible, pero el redescubrimiento de unas páginas semejantes puede ayudarnos, está a claro, a dar precisamente una mayor concreción a este posible»10.

La mayoría de los poemas de nuestra antología son «cantos irregulares», de esa irregularidad bajo signo de la cual Mircea Cărtărescu ha colocado toda la obra de Eminescu: «Todos ellos son textos del mayor interés, todos son poemas poderosos, atrevidos, inventivos, de una extraña belleza... en todos está Eminescu, un Eminescu más fresco y más sorprendente, puesto que todavía no ha sido mellado por lecturas y relecturas, interpretaciones y reinterpretaciones, adosado artificialmente a diversas doctrinas e ideologías. De los esbozos a los textos elaborados los poemas fluyen como único Carmen Saeculare de órganos desafinados, desafinados programada y necesariamente. Porque la modernidad de Eminescu radica sobre todo en lo irregular y lo fragmentario abstruso y caótico del acto creador, aquel carácter neptuniano de los poemas póstumos sobre el que hablaba Ion Negoiţescu, en (falsa) oposición con el carácter uránico de la edición de Maiorescu. En realidad, todo Eminescu, el publicado en vida, el póstumo, la poesía y la prosa, se sitúa bajo el signo de la irregularidad».

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Como se ha dicho anteriormente, nuestra intención es ofrecer al lector una visión sobre facetas poco conocidas de la creación eminiesciana, partiendo para ello de textos en muy diferente estado de elaboración, textos de algún modo también «inconclusos»; un rasgo que en la medida de lo posible intenta reflejar la traducción. Por ello, por ejemplo, se han traducido algunas de las variantes del texto original recogidas en las notas; en general, solo las más significativas o con el simple objeto de dar una idea de la naturaleza de este.

Sabedores de los peligros de una traducción excesivamente «literal», y de cuánto puede llegar alejarse de la realidad material del original (independientemente de sus aciertos), hemos evitado cualquier propósito de reproducir sistemáticamente la métrica o las rimas del original. Solo eventualmente, cuando era posible sin violentarlo demasiado, lo hemos intentado, siempre priorizando la fidelidad semántica e incluso sintáctica o léxica. Eso no significa que hayamos perseguido una traducción «palabra por palabra»: creemos también que la traducción de un poema tiene que ser un poema, y así hemos huido también de una excesiva o absoluta literalidad. Las elecciones y ciertas libertades son, por lo demás, como es sabido, inevitables cuando se traduce.

Si la traducción de un poema tiene que ser un poema, la del borrador de un poema debería ser también el borrador de un poema. Así, hemos intentado ofrecer una versión rítmicamente aceptable en castellano y no absolutamente prosaica. Por otra parte, nos hemos permitido libertades léxicas y sintácticas que en el castellano actual serían cuando menos extravagantes, pero que condicen con el momento, la época y el contexto cultural en que los poemas fueron escritos. La decisión de mantener la mayúscula inicial del verso responde a esta misma idea. Pretendemos incitar al lector a sumergirse en el asombroso e inagotable universo de Eminescu, algo que no siempre es fácil para un español; sin embargo, para los buenos lectores de poesía aceptar este reto debería ser inevitable. Nuestra única y modesta aspiración es ofrecer alguna ayuda para hacerlo.

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La primera antología de poesía rumana en castellano de que tenemos noticia apareció en 1941 en el n.° 13 (vol. V) de la revista Escorial, uno de los principales órganos de la intelectualidad fascista en los primeros años del franquismo. En dicho número Cayetano Aparicio se encarga de seleccionar una breve antología de la lírica rumana. De Eminescu, Aparicio traduce tres poemas: «Sobre las cimas», «La plegaria de un Dacio» y «A la estrella».

El 1945 aparece la primera antología dedicada exclusivamente a Eminescu publicada en español; se trata de un folleto de 32 páginas, cuarto suplemento de la «Antología de la Literatura Contemporánea», editado por la revista Cuadernos de Literatura Contemporánea, publicada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La nota preliminar es de Joaquín de Entrambasaguas. La edición es bilingüe, aunque no en espejo, el texto rumano, correctamente transcrito, precede al español traducido por Maria Gabriela Corcuera. Los poemas traducidos son: «Sara pe deal» («La tarde en la colina»), «Dorinţa» («Nostalgia»), «Mai am un singur dor» («Solo tengo un deseo»), «Înger de pază» («Ángel de la guarda»), «Somnoroase păsărele» («Somnolientos pajarillos»), «Şi dacă...» («Si...»), «Crăiasa din poveşti» («La reina de los cuentos») y «Lacul» («El lago»).

En 1953, Manuel Batle Vázquez , publica, en el número 2 de la revista Monteagudo. Revista de literatura española e iberoamericana, una traducción de ««Mai am un singur dor» («Tan solo tengo un deseo») acompañada de una breve nota. En el número 23 de la misma revista y en 1958 Batle Vázquez publicaría la traducción de otros dos poemas de Mihail Eminescu: «Dorinţa» («Deseo») y «Lacul»»(«El lago»).

1958 es precisamente el año en que aparece en Buenos Aires la primera traducción extensa de la obra del poeta nacional rumano en lengua española, debida a Rafael Alberti y Maria Teresa León y publicada por la editorial Losada, con el apoyo del gobierno rumano. Esta es una de las muchas traducciones del rumano llevadas a cabo por la pareja. Una versión revisada y bilingüe aparecerá en España en 1973. Sigue siendo a día de hoy la más citada y difundida. Hay que recordar que Alberti y León traducen del francés y no del rumano.

Siguiendo un orden cronológico, habría que reseñar aquí los poemas incluidos en la Antología de la poesía rumana, aparecida en Toluca en 1977, editada por el Estado de México, y al cuidado de Mario Colín. La antología incluye 24 poetas, el primero de los cuales es naturalmente Mihai Eminescu del que se traducen nueve poemas: «Flor azul» («Floare albastră»), un extenso fragmento de la «Carta III» («Satira III»). «Atardecer en la colina» («Sara pe deal») «Cuantas veces amada...» («De câte ori, iubito»), «¡Oh madre!» («¡O, mamă»), «Al lado de los álamos sin par» («Pe lângă plopii fără soţ|»), «Solo tengo un deseo» («Mai am un singur dor»), «Melancolía» («Melancolie») y «Emperador si proletario» («Împarăt şi proletar»).

De 1980 es la primera versión de Omar Lara. Este importante poeta Chileno vivió como es sabido varios años en Bucarest, donde se instaló, huyendo de la dictadura de Augusto Pinochet de en 1974 a 1981, fecha en que se traslada a Madrid. La primera edición de la poesía de Eminescu, apareció en la Editorial Minerva, aún en Bucarest. En 1994, la editorial Tiempo de Concepción (Chile) publica el volumen El lucero y otros poemas a la que sigue una nueva edición en 1995 de Poemas, en la editorial LAR, también en Concepción. Por último, el número 17 de la tercera época de su revista Trilce, dedicado a la poesía rumana, incluye varios poemas de Eminescu: «Lejos estoy de ti», «Tocan la medianoche», «Tengo aún un deseo», «Y si de madrugada», «¡Oh madre», «Réplicas», «A la estrella», «Yo no creo ni en Jehová», «Cuantas veces, amada», y «De centenares de mástiles». Hay que señalar que Omar Lara solo en contadas ocasiones ha publicado ediciones bilingües y que reelabora constantemente sus traducciones, de suerte que estas llegan a presentar entre sí diferencias notables.

A continuación hay que considerar el volumen Mihai Eminescu, Poesías, Versión española y notas por Valeriu Georgiadi, prefacio por Zoe Dumitrescu-Buşulenga, Bucarest, Minerva, 1989. Sin el texto rumano, la apuesta del traductor es arriesgada, ya que conserva la métrica y la rima del original. La colección de 139 poemas es la más extensa que se haya publicado en castellano («89 de las 90 antumas y 40 de las póstumas»).

La actual versión de referencia es sin duda la de Dana Giurca y José Manuel Lucia, publicada en la colección Letras Universales de la editorial Cátedra de Madrid, 2004. Sigue la primera de Titu Maiorescu: «Por primera vez se ofrecen en español los poemas que formaron parte de la primera edición que, bajo el cuidado de Titu Maiorescu se publicó en 1884 en Bucarest». Está precedida de un amplio estudio y acompañada de valiosos apéndices y numerosas notas: es desde el punto de vista filológico la más rigurosa.

Un año después, la Pontificia Universidad Católica del Perú, publicó en Lima, póstumamente, el libro Variaciones Rumanas, del poeta César Calvo. Los poemas de Eminescu incluidos son «Tú, madre» y «Calino (hojas de un cuento)».

Una versión de la «Oda en metro antiguo» debida al poeta y escritor Francisco Javier Capitán Gómez en la revista de poesía (ahora digital) La sombra del membrillo (diciembre 2005) y la edición de Poezii alese/Poesías escogidas, del poeta chileno, residente en Iași, Mario Castro Navarrete, aparecida en 2012, de la que ha aparecido una versión muy ampliada en 2016, completa el corpus de las principales versiones aparecidas a día de hoy en castellano del gran poeta que nos ocupa.

A las que acaso deberíamos añadir la Antología poética publicada por la Editorial Fuego Azul y solo disponible como libro digital en la tienda Kindle de Amazon, sin que figure siquiera el traductor, pero de considerable extensión y que, presumiblemente, dado su módico precio, podría alcanzar cierta difusión, a pesar de que es un trabajo que carece del menor rigor y seriedad11.

Como hemos dicho, son muy pocos los poemas incluidos en nuestra antología traducidos previamente al castellano y, ninguno de ellos se ha tomado de la edición de Titu Maiorescu. Se han tenido en cuenta, pues, a la hora de completar las notas sobre la edición, solo tres ediciones, la de Omar Lara de 1980, la de Vasile Gregoriadis y la de Mario Castro. En los escasos casos en que es pertinente, incluimos el nombre del traductor seguido de una cifra que remite a la página donde figura el poema de que se trata. Para Castro tenemos en cuenta la edición de 2012.