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ArribaAbajoFestividad de San José

QUEZALTEPEQUE
19 de diciembre de 1977

Queridos hermanos sacerdotes, queridos católicos de Quezaltepeque y comunidades que han tenido ese gesto de comunión, viniendo a convivir esta fiesta patronal de la parroquia de Quezaltepeque, en honor de San José: que todos, católicos de Quezaltepeque, han tenido la feliz ocurrencia de celebrar el día de San José en las cercanías de la Navidad. Sabemos que en la Iglesia Universal se celebra el 19 de marzo, pero aquí, Quezaltepeque, destacándolo del año, lo coloca cerquita de la cuna del niño Jesús el día de su patrón San José. Coincide esta idea con una idea grandiosa que tuvo el Papa Pío IX, el siglo pasado, 1870, que escogió precisamente el mes de diciembre, el 8 de diciembre para proclamar el patrocinio de San José, quiere decir, poner bajo el cuidado de San José a la Iglesia Universal. Estamos, pues, como celebrando ese aniversario del patrocinio, de la protección de San José sobre esta Iglesia fundada por Cristo y así recobra todo su bello sentido la oración que se ha dicho aquí hace un momento: «¡Oh Dios que confiaste a San José los principios de la redención!». Esta es la fiesta de hoy, acercarnos a los principios de nuestra redención y en esos principios de la redención cristiana encontramos los dos personajes protagonistas de toda esa redención: Cristo y María.

LOS ORÍGENES DE LA IGLESIA

Esos dos personajes los más grandes que han existido en la tierra, son los orígenes de esa fuentecita que en Belén comenzó a crecer como un río   —80→   que ahora es un torrente por el mundo, la Iglesia Universal, que lleva como objeto la salvación de los hombres. San José fue puesto como el cuidador de esa fuente que nacía. Justo era que en los tiempos modernos, cuando ya esa fuente se había hecho río inmenso, Iglesia Universal, se recordara también a los hombres de nuestro tiempo el papel importante de San José dentro de esa Iglesia.

En los orígenes, esta Iglesia se denomina con dos nombres: Cristo, María. Para los dos ellos, San José tiene una relación única como todos sabemos. Para María es su esposo. Reflexionen aquí los que llevan esa dignidad de esposo, lo que significa en un hogar el esposo, el padre de familia. Eso es San José no sólo para la sagrada familia sino para esa familia que va a crecer inmensamente, la familia de Dios.

LA PRIMERA CRISTIANA

María, su esposa, la acaba de llamar el Concilio Vaticano II el principio y el modelo de la Iglesia. Miren qué bella descripción de esa mujer bendita el principio y el modelo, quiere decir que la Iglesia que va a trabajar a lo largo de los siglos con todos los hombres que creen en Cristo, tienen que parecerse a María. María es la primera cristiana, María es el modelo de un evangelio que se hace vida, María es el ideal de la Iglesia. Cómo quisiera la Iglesia en su trabajo con los pueblos, hacer que todos los hombres y todas las mujeres sobre todo, se parezcan a María, el modelo del alma que se deja redimir, el modelo del alma que le dice a Dios en sus proyectos de salvación: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Por eso María es llevada también en cuerpo y alma a los cielos para constituirse allá también, el principio de aquella Iglesia que nosotros vamos a ir a construir cuando nos muramos y nos salvemos y cuando después del juicio final, resuciten también nuestros cuerpos y se encuentren allá con el cuerpo de María que ya está en el cielo como primera piedra de aquel edificio glorioso con que va a construir Dios su templo para toda la eternidad. María, pues, es el principio, el modelo que la Iglesia tiene delante para copiar en el corazón de todos sus cristianos, la imagen que Cristo redentor ha querido hacer de todos sus redimidos.

REDIMIDA Y ESPOSA

María, se le llama por eso «prima redenta», la primera redimida, el modelo de los redimidos, la redimida por excelencia, la flor más hermosa de la redención, el lujo de Cristo crucificado en la cruz. La sangre de Cristo no pudo brotar de una roca más bella que María su propia madre. Esa mujer bendita que va a ser el principio y el modelo de todos los hombres que quieran ser salvos. Se le entrega a José como una esposa. Mediten aquí las que tienen esa dignidad en sus hogares, esposas, madres, y así como lo sientan las esposas nobles en su hogar, eso siente María; en el hogar de los   —81→   hijos de Dios, eres la consejera, la conciencia, el calor de amor, la ternura, todo lo que vale una esposa, en su hogar, una madre en su hogar, eso es María en la Iglesia, y esa es la esposa de San José.

JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA

Ahora comprendemos un poquito la dignidad de ese hombre, la confianza que Dios debió de tener a ese hombre para confiarle una mujer tan delicada, tan grandiosa, verdaderamente el lujo de la humanidad. María, lo más noble de la humanidad se le entrega a José para que la cuide, para que la proteja. Y el otro gran ejemplar que fue puesto bajo el patrocinio de San José, es Cristo Nuestro Señor. Ayer, en las lecturas del domingo, San Pablo nos decía que ese Cristo en cuanto hijo de María, descendiente de David, es un hijo de David como declaraba el evangelio. Pero no acaba allí la dignidad de Cristo, en cuanto ungido por aquella concepción virginal, María concibe en sus entrañas un hombre que al mismo tiempo es Dios. Por eso Cristo es el único hijo de mujer que no tiene un padre en lo natural aquí en la tierra. ¿Cómo puede ser esto? dice María, cuando el Ángel le anunció ¿cómo voy a tener un hijo si no tengo relación con ningún hombre? y el ángel le declara: no, es que el fruto de tus entrañas no es un hombre cualquiera, lo que va a nacer de ti es lo santo, lo ungido por el Espíritu de Dios, será el fruto de un milagro para aquel que no tiene imposibles. Aquel que hizo posible que tu prima Isabel, anciana, estéril, pudiera ser capaz de ser madre del precursor, va a hacer que de ti, sin perder tu virginidad, sin concurso de hombre, puedas tener un hijo virginalmente, porque viene ungido por el milagro de Dios. Tu hijo se llamará hijo del Altísimo, hijo de Dios, Cristo el redentor, el que va a perdonar los pecados de todo el pueblo.

TU PADRE Y YO

Qué gloria la de María tener tal hijo, y ese hijo sin ser fruto natural de José, se llamará hijo de José. No hay elogio más hermoso para San José que aquella queja de María cuando encontró al niño Jesús en el templo: hijo, ¿por qué has hecho esto con nosotros, no ves que tu padre y yo te andábamos buscando? José y María sabían que Cristo no era hijo de José en la forma natural en que un hombre es padre de un hijo, José sabía y respetaba aquel milagro virginal de Cristo, sin embargo, María le dice a Cristo: tu padre y yo. Qué honor el de San José, lo que el Padre Eterno puede decir a Cristo, este es mi hijo muy amado, lo puede decir José: es mi hijo. Y el hijo que llamó tantas veces en su oración: padre, al padre de los cielos, me imagino yo tantas veces diciéndole a José, papá, padre. Qué hermosa esta relación entre José y Cristo, pero resulta, queridos hermanos, que así como María es el modelo de toda una Iglesia que va viviendo durante toda la historia, Cristo todavía más, es un hijo de José que se prolongará en su Iglesia.

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LA IGLESIA BAJO SU PROTECCIÓN

Y aquí es lo que yo quisiera que nos fijáramos principalmente, queridos hijos de Quezaltepeque, yo quiero que nos fijemos en este concepto, sobre todo, que José, siendo el padre legal de Cristo, ve que ese Cristo se prolonga en su Iglesia y siente que todos nosotros los cristianos, somos también hijos suyos, estamos bajo su protección y con el mismo cariño con que cuidaban a su niño Jesús en el taller de Nazaret, nos cuida también a nosotros, su Iglesia. Este misterio, hermanos, es el que yo quisiera que se grabaran muy hondo en esta misa que estamos celebrando en su honor. Cómo define el concilio Vaticano II a la Iglesia, dice así: «Cristo, el único mediador, instituyó y sostiene una Iglesia como un conjunto jerárquico para transmitir por medio de ese conjunto su verdad y su vida».

Voy a repetirles este concepto, que aquí está la esencia de mi pobre mensaje: «Cristo, el único mediador, instituyó y sostiene su Iglesia como un conjunto jerárquico para transmitir por medio de ese conjunto, su verdad y su vida». Aquí hay tres cosas: 1.ª) la Iglesia es un conjunto jerárquico, 2.ª) la Iglesia transmite la verdad de Cristo, 3.ª) la Iglesia es el instrumento de Cristo para transmitir su vida.

1.ª) LA IGLESIA ES UN CONJUNTO JERÁRQUICO

Es un conjunto jerárquico, quiere decir que la Iglesia es una sociedad visible, que tiene sus pastores, a los cuales el pueblo sigue y obedece. Al pueblo servimos nosotros, por eso hemos querido darle a esta misa parroquial todo el sentido jerárquico: he querido estar con Uds. En mi calidad de arzobispo de la Arquidiócesis, junto con mis queridos hermanos y colaboradores: los sacerdotes. Estos somos los que representamos la autoridad jerárquica, el centro de la unidad, el instrumento que usa Cristo para transmitir su verdad y su vida: todo aquel que quiera vivir esta vida y esta verdad de Cristo, tiene que estar en comunión con este conjunto jerárquico: Cristo habla y da su vida por su predicación que dan sus obispos y los sacerdotes en comunión con el Obispo.

EN UNIÓN CON EL OBISPO

Cuando un sacerdote se descoyunta de esta comunión con el Obispo, ya no es su instrumento de la jerarquía y por tanto ya no es un miembro vivo de esa vida que transmite la verdad y la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Mucho más grave todavía cuando no solamente ha descoyuntado la unidad sino que, haciendo un atentado contra la unidad de la Iglesia, él solo se ha excomulgado como aquel que toca un alambre de alta tensión, nadie lo ha quemado, el solo se quemó. Así resulta que todo aquel que se desconecta y se excomulga ya no es conexión de este cuerpo jerárquico: Hermanos, naturalmente que la verdad y la gracia de Cristo se dará a toda   —83→   persona de buena voluntad y así resulta que aun viviendo en el protestantismo o en una religión falsa, se puede salvar uno, cuando de buena voluntad vive en esa religión falsa, pero cuando no hay buena voluntad, cuando conscientemente se le está haciendo guerra al Obispo y hay quien acuerpa esa guerra, ya no puede haber allí buena voluntad, ya ese grupo de hombres o mujeres que instrumentalizan un sacerdote descoyuntado de la unidad jerárquica ya no están viviendo la verdad y la vida que Cristo ha traído al mundo sino que están viviendo su propio capricho, su propia excomunión.

Vivamos hermanos esta unidad que la Iglesia trae no de sí, sino de Cristo Nuestro Señor, si la Iglesia no está dando nada; sí, la Iglesia es como un canal, como un alambre eléctrico; el canal se conecta con la fuente y así trae agua, no es el caño el que da agua sino la fuente que usa este caño para traer el agua, no es el alambre el que da corriente eléctrica son los dínamos generadores de donde el alambre trae la corriente para convertirla en luz de nuestros ojos, en energía eléctrica de nuestras cosas eléctricas. Así también la jerarquía del Obispo con sus sacerdotes, deben estar conectados con la fuente, con los dínamos que dan la vida y cuando ya se desconectan no es más que un caño cortado de la fuente, no es más que un alambre cortado del dínamo, alambre sin corriente, caño sin agua; esto es el cisma, esto es separarse de este cuerpo jerárquico que Cristo quiso para transmitir su verdad y su vida.

Esto es lo primero, hermanos, y por esto en esta fiesta de San José, lo que yo pido a mis queridos católicos es que agrupemos más firmemente nuestro conjunto jerárquico, que estemos más sólidamente unidos con nuestros párrocos así como los párrocos lo están con su obispo. La semana pasada tuvimos una reunión del clero y les quiero confesar, hermanos, mi satisfacción profunda cuando escuché de todos mis queridos sacerdotes una palabra tan profundamente solidaria, hasta llegar a decir «Todo lo que es con el Obispo lo es con nosotros». Yo les quiero agradecer a mis queridos sacerdotes aquí presentes y en ellos a todos los de la Arquidiócesis, que esta comunión que expresaron el jueves de la semana pasada, ha servido para mí de un estímulo poderoso y puedo decirles de nuevo que me siento muy unido a todos los sacerdotes que están tan noblemente en comunión con su obispo y así quiero sentir también de las comunidades que voy visitando, que todas ellas me van expresando su solidaridad, no por ser yo una persona humana, en eso no soy más que un caño, un alambre, sino porque este caño y este alambre está conectado y quiere estar con Cristo y así con todos aquellos que están solidarios conmigo transmitirles la verdad y la vida de nuestro Señor Jesucristo.

2.ª) LA IGLESIA TRANSMITE LA VERDAD SOBRE CRISTO

Y así, hermanos, la segunda idea es que esta unidad jerárquica no es   —84→   para sí sino para dar la verdad y para dar la vida. La verdad en primer lugar, la verdad solamente existe en comunión con el magisterio de la Iglesia, la verdad revelada por Dios y por eso manténganse siempre unidos en la verdad que la Iglesia predica. Hoy, hermanos, es muy peligroso que nos tilden que nos hemos hecho comunistas, que nos hemos hecho subversivos, que nos hemos metido en política y así se está desacreditando la verdad de la Iglesia. Pobrecitos los que, como los fariseos, oyen de Cristo la terrible maldición: «hipócritas, que no entráis vosotros en el Reino de los Cielos y estáis estorbando que otros entren en el verdadero Reino de la Verdad».

Mucho cuidado, hermanos, no se dejen seducir, Dios ve que ustedes tienen criterios, es decir, saben pensar; no se dejen seducir por la mentira aun cuando esa mentira esté envuelta en conveniencias políticas, en conveniencias económicas o sociales. Cuántos hay que venden la verdad por un puesto miserable que se les da por denunciar o por condenar, por desprestigiar esta Iglesia: periódicos, transmisiones de radio bien pagadas, para que desprestigien la Iglesia, no les importa decir la Verdad, les importa el dinero que ganan, las 30 monedas de Judas traicionando la Verdad de su divino Maestro. Cuidado, hermanos, no quisiera en Quezaltepeque ningún traidor de la Verdad sino hombres y mujeres firmes en su Verdad, como los mártires, aunque nos quiten la vida. Esta es la verdad, Dios nos dará la vida eterna a cambio de la vida que perdemos en la tierra. Dios nos dará felicidad muy superior a la que nos pueden ofrecer los poderosos de la tierra. No nos vendamos por nada y esta verdad es muy superior y hay que conservarla, es la fe que decía Cristo, aquellos que dan su vida por esta verdad la encontrarán, en cambio los que se avergüencen de esta verdad, la perderán.

No es una ventaja de mucho valor el de estar bien en esta tierra, cuando se traiciona a Cristo y a su Iglesia, es una ventaja que se vende muy barata, porque se va a dejar con la vida, y es terrible oír de los labios de Cristo: apartaos malditos, inicuos, no os conozco porque yo me avergonzaré de aquel que se avergüenza de mí delante de los hombres.

3.ª) LA IGLESIA ES EL INSTRUMENTO DE CRISTO PARA TRANSMITIR SU VIDA

Y finalmente, hermanos, la Iglesia que San José cuida, conjunto jerárquico para transmitir la Verdad, transmitir también la Vida. Qué bonito ver aquí delante de mí, una niña de Primera Comunión, va a recibir la Vida, ya recibió la Confirmación, el Bautismo. Los sacramentos que administramos los sacerdotes son la Vida de Dios que se da a las almas, les alimenta a ustedes hermanos, y en este momento estamos viviendo el sacramento de la Eucaristía, Cristo presente aquí entre nosotros, gracias al ministerio de los sacerdotes; entonces esa vida vivámosla intensamente, no la perdamos por el pecado.

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Y mucho cuidado, también, que así como he dicho que el sacerdote mantiene su potestad sacerdotal aunque cuando se haya apartado de la Iglesia, no vamos a decir que son inválidos los sacramentos que él administra, pero vamos a decir que aquel que los recibe conscientemente de un sacerdote ilegítimo, está en pecado, comete ese pecado que se llama el sacrilegio, porque van a recibirlo donde no lo deben recibir, sabiendo que no lo pueden recibir de un excomulgado. Peca el que lo recibe a sabiendas, el que no lo sabe, pues, naturalmente que le vale la absolución, el perdón. Gracias porque el Señor es misericordioso y al sacerdote le pedirá cuentas: ¿por qué estas administrando ilegítimamente lo que no puedes administrar? Él dará cuenta a Dios, pero Dios es tan bueno que aquellos que reciben su ministerio, lo reciben de verdad, con tal que sea ignorantemente. Pero en Quezaltepeque no se puede hablar de ignorancia cuando es un hecho que toda la república lo sabe.

LO QUE IMPORTA SON USTEDES

Hermanos, tenemos, pues, que la Iglesia que fue confiada a San José, viva aquí. Y termino con este pensamiento del Concilio: «La Iglesia es el cuerpo de Cristo, que es el medio eficaz de la unidad del género humano. No importa que no estén todos los hombres, dice el Concilio, puede ser una pequeña comunidad, pero en esa pequeña comunidad está toda la fuerza de la redención, toda la fuerza unificadora de la Iglesia». Hermanos, no contemos la Iglesia por la cantidad de gente, ni contemos la Iglesia por sus edificios materiales, la Iglesia ha construido muchos templos, muchos seminarios, muchos edificios, que luego se los han quitado, se los han robado y han hecho bibliotecas y cuarteles y otras cosas, mercados también. No importa, las paredes materiales aquí se quedarán en la historia, lo que importa son ustedes, los hombres, los corazones, la gracia de Dios, dándoles la Verdad y la Vida de Dios. No se cuenten por muchedumbres, cuéntense por la sinceridad del corazón con que siguen esta Verdad y esta Gracia de nuestro Divino Redentor.

Queridos hermanos, yo auguro, pues, que en Quezaltepeque se mantenga sólida esa comunión de los verdaderos católicos con su verdadero párroco y quiero aprovechar para felicitar al querido padre Roberto, que ha sido fiel a mantener ese signo de unidad. En torno de él quiero agradecer y felicitar a las hermanas, principalmente a las hermanas de este colegio por la solidaridad con que han sabido defender la causa del cristianismo verdadero, lo mismo a las hermanas belgas que han sufrido en estas circunstancias pero que están firmes en el mantenimiento de esta unidad en nuestra Iglesia. Así también a las comunidades, conscientes de su deber de bautizados, de aceptar esta unidad jerárquica expresada aquí en Quezaltepeque por su verdadero párroco, el padre Roberto. Mantengámonos unidos a él y él a su obispo, como el Obispo al Papa, y el Papa a Cristo. Así es la corriente eléctrica que va trayendo hasta Quezaltepeque esa fuerza dinámica de la   —86→   Gracia de Dios y esa luz iluminadora de la verdad de nuestro Señor Jesucristo.

Bendito sea San José, que nos protege y cuando Nuestro Señor le confió la vida de la Virgen y de Cristo, Nuestro Señor, sabía San José, a lo largo de la historia, que su papel es importante, cuidar esa unidad jerárquica, cuidar esa verdad que transmite la Verdad jerárquica y cuidar esa comunión de la vida para que así como cuidó a María y al niño Jesús en Nazaret, la Iglesia se siente protegida, querida, amparada, fuerte bajo ese patrocinio del gran obrero, del hombre sencillo. La grandeza de un hombre no se mide por su categoría social sino por la nobleza de su corazón y San José fue eso ante todo, el hombre de la confianza de Dios para confiarle los misterios nacientes de la redención que ahora se han convertido en la Iglesia Universal. Como miembros de una Iglesia Universal, como miembros de las comunidades aquí presentes en la misa de Quezaltepeque, vamos a ofrecer nuestra misa en honor de San José para gloria de Nuestro Señor. Así sea.



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ArribaAbajoVigilia de Navidad

24 de diciembre de 1977

Is. 62, 1-5
Hechos 13, 16-17
Mt. 1, 1-25

En las lecturas que acaban de escuchar, yo encuentro estos tres pensamientos, que serán como el mensaje de la navidad; 1.º) es cuando el apóstol y evangelista San Lucas hablando de María dice: «se le llegó la hora»; 2.º) pensamiento es recoger de las tres lecturas las maravillosas descripciones o calificativos que se hacen de ese niño que nace en Belén; 3.º) consideración es el llamamiento que la palabra de Dios hace a cada uno de nosotros como colaboradores en esta empresa que Dios ha mandado realizar a su propio hijo.

1.º) POR QUÉ ESTA ALEGRÍA

El primer pensamiento, pues, se refiere a explicarnos el por qué de esta alegría de Navidad. Parece como si esta noche, 24 de diciembre de 1977, por primera vez los ángeles cantarán sobre todos nuestros pueblos: «gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres». Y parece como que los hombres escuchan por primera vez con la sorpresa de una buena noticia, lo que los ángeles anuncian en Belén. «Os anunciamos una buena nueva, hoy os ha nacido un salvador». Es una hora solemne, hermanos, la que el evangelista hablando de María dice: le llegó su hora, no solamente la hora que llega a cada mujer cuando va a dar a luz a su hijo, sino que ese hijo que va a   —88→   brotar de las entrañas virginales de María, marca una hora tan solemne en el momento de su nacimiento, que desde ese punto el mundo se divide y la historia, en un antes de Cristo y después de Cristo. Antes de Cristo todo era esperanza, promesa, profecía. ¿Tú eres el que ha de venir o esperamos a otro? Le decían a Cristo cuando ya le vieron presente; el esperado de las naciones. Era la esperanza de los viejos profetas y patriarcas la que hoy se hace realidad en el niño que nace y, a partir de Belén, toda aquella esperanza que ha llegado a la plenitud de los tiempos, a la realización de Dios, ya no puede vivir sin Cristo. Desde ese momento, se puede decir lo del Concilio «El Señor de la historia», y aun esa historia que era antes que él, no ha habido un nacido de mujer del cual se haya hablado con tanta profundidad antes de nacer, como de Cristo nuestro Señor. ¿Qué es lo que viene a marcar esa hora de Cristo? Viene a marcar el gran ideal de Dios sobre los hombres: «Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres que ama el Señor». No es que Dios espere de la benevolencia humana como el motivo para ser bueno con los hombres. En esto conocemos que nos ha amado tanto, en que siendo pecadores y viviendo de espaldas a Dios, él nos ama y ha trazado un proyecto sobre nosotros los pecadores, el proyecto que el profeta Isaías nos ha descrito esta noche como un reino que va a ser construido por ese niño, un reino con una paz sin límites, un reino sostenido y consolidario con la justicia y el derecho, un reino que durará ahora y por siempre; o como San Pablo lo ha descrito en su carta a Tito que se ha leído, se trata de que este Cristo viene a formarse un pueblo purificado de sus pecados que será su gloria, no sólo en el tiempo sino en la eternidad.

CRISTO EN LA HISTORIA

Hermanos, con Cristo, Dios se ha inyectado en la historia, con el nacimiento de Cristo el Reino de Dios ya está inaugurado en el tiempo de los hombres. Desde hace XX siglos todos los años esta noche, recordamos que el Reino de Dios ya está en este mundo y que este Cristo ha inaugurado la plenitud de los tiempos. Ya su nacimiento marca que Dios está marchando con los hombres en la historia, que no vamos solos y que la aspiración de los hombres por la paz, por la justicia, por un reino de derecho divino, por algo santo, está muy lejos de las realidades de la tierra; lo podemos esperar, no porque los hombres seamos capaces de construir esa bienaventuranza que anuncian las sagradas palabras de Dios, sino porque está ya en medio de los hombres, el constructor de un reino de justicia de amor y de paz.

RETORNARÁ

Estamos en la plenitud de los tiempos. Desde la primera venida de Cristo que marca el origen del cristianismo hasta la segunda venida a la cual se refiere también San Pablo diciéndonos a los que estamos celebrando la Navidad que si hoy hay alegría en el recuerdo de aquella espera de Cristo hace 20 siglos, los cristianos deben de vivir la gran alegría, la gran   —89→   esperanza del que retornará para coronar la plenitud de los tiempos, a recoger todo el trabajo de su Iglesia, a recoger toda la buena voluntad de los cristianos, todo lo que se ha sembrado en el sufrimiento, en el dolor, lo recogeremos convertido ya en el reino definitivo que no puede dejar de cumplirse. Vendrá ese reino de justicia, vendrá ese reino de paz, no nos desanimemos, aun cuando el horizonte de la historia como que se obscurece y se cierra, y como si las realidades humanas hicieran imposible la realización de los proyectos de Dios. Dios se vale hasta de los errores humanos, hasta de los pecados de los hombres, para hacer surgir sobre las tinieblas lo que ha dicho Isaías: «Un día se cantará también no solo el retorno de Babilonia sino la liberación plena de los hombres. El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; habitaban tierras de sombras pero una luz ha brillado».

En esta noche Santa, hermanos, la luz que fulgura en Belén es el signo de nuestra esperanza, no nos desanimemos ante las pruebas de nuestra esperanza, esperemos contra toda esperanza, aferrémonos a esa plenitud de los tiempos, vivamos ese ideal de Dios que tiene que realizarse. La Navidad es un mensaje de optimismo que yo quisiera clavar muy adentro en el corazón de cada cristiano para que esta noche marcara, como la palabra divina nos lo está haciendo, una noche que marque el principio de un Reino de Dios que se espera con seguridad.

2.º) CRISTO, EL CONSTRUCTOR DEL REINO

¿Por qué? Este es mi segundo pensamiento; no lo vamos a hacer nosotros los hombres, ese reino ya lo está construyendo Cristo. Hemos oído con que belleza nos ha descrito el profeta Isaías la bella figura de Cristo Nuestro Señor: un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, lleva al hombro el principado y es su nombre maravilla de consejero, Dios guerrero, padre perpetuo, príncipe de paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites, sobre el trono de David, y sobre su reino. Cuenta la historia que cada vez que un descendiente de David era ungido como sucesor en el trono que Dios había prometido mantener, se pronunciaban como un ritual, estas palabras de Isaías, en las cuales, no era propiamente el hombre que se coronaba en el trono de David el que iba a realizar este proyecto de Dios, sino que se pensaba en la profecía. Todos los reyes de la dinastía davídica tenían un ideal y se realizaría no con un simple hombre de la historia, sino cuando ese hombre fuera, al mismo tiempo, un Dios, Emmanuel, Dios con nosotros; de tal manera que los reyes de Israel y de Judá sabían que ellos eran muy limitados, pecadores, imperfectos y que ningún rey, ningún gobernante, puede realizar la plenitud del proyecto de Dios. Y la Iglesia y el Reino de Dios será el que le toca criticar, concientizar, analizar, que los reinos de la tierra todavía les falta justicia, les falta paz, les falta eficiencia y sólo cuando el rey verdadero anunciado por Dios, Cristo, sea verdaderamente el rey de todos los corazones, entonces habrá ese reinado que Dios   —90→   proyecta. El rey ideal nunca se realizó en el trono de David, hasta esta noche en que pudieron cantar los ángeles las palabras del profeta: «ha nacido ya el niño y sobre su hombro está ya un reinado de paz, de justicia y de amor».

JESUCRISTO, EL SEÑOR

Sólo Cristo lo puede dar, por eso también leemos en la segunda lectura, donde San Pablo define a este Cristo, esta Navidad, como la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. En esta noche, hermanos, nos acercamos a una cuna que no es la de un niño, es la de un Niño Dios y ante esa cuna, esta palabra de San Pablo debe ser la iluminación de nuestra fe, confesión de su divinidad. «Es el gran Dios y salvador nuestro que ha nacido: Jesucristo». Y por eso también en el evangelio, cuando los ángeles van a anunciar a los pastores al recién nacido en Belén lo describen así: «os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor». Miren qué tres bellos nombres: «os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor». Mencionar «Señor», en aquellos tiempos en que se escribió el evangelio, era dirigir un reto a los ídolos de la tierra. Para el cristiano no hay más que un Señor, ha nacido hoy y hemos de adorarlo, al único Señor ante los hombres, ante el cual los hombres deben doblar las rodillas; ante ningún otro Señor de la historia ni del tiempo; Cristo es el Señor, Cristo es el Mesías, Cristo es el Salvador.

3.º) LO QUE DIOS ESPERA DE LOS HOMBRES

Y finalmente, hermanos, si este es el proyecto de Dios y su propio hijo es el artífice de ese proyecto, no quiere hacerlo solo. El tercer pensamiento de este mensaje navideño, es traducir de la palabra divina lo que Dios espera de los hombres. Lo que Dios encuentra muchas veces es la oposición, es el desprecio de Dios; y aquí en la lectura de Isaías encontramos cómo las sombras que se cernían sobre aquella región de tinieblas era precisamente el fruto del atropello que los hombres hacían. Pero ya anuncia Isaías: «la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro los quebrantará como en día de Madián. La bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre, serán combustible pasto de fuego». No es el triunfo de la grosería ni de los hombres, lo que va a prevalecer; está profetizado que los hombres también que se oponen al Reino de Dios, servirán para manifestar más el esplendor de la gloria de Dios y se convertirá en combustible de incendio todo aquello que se opone al Reino de Dios.

TODOS, INSTRUMENTOS DE SU REINO

En cambio, encontramos en la lectura del Nuevo Testamento, el evangelio y San Pablo, como hasta los hombres que ignoraban a Cristo, Dios los hace instrumentos de su reino. Oyeron cómo comenzó el evangelio de hoy:   —91→   «Salió un decreto del emperador Augusto y un censo que hizo Cirino, gobernador de Siria». Los gobernantes, los grandes de la tierra, son instrumentos de Dios. ¿Quién le iba a decir al imperio romano que toda su grandeza iba a terminar aquí, de rodillas ante la cuna del Niño Jesús? ¿Quién le iba a decir al emperador Augusto, que su orden de irse a empadronar cada uno a su pueblo de origen, iba a ser obedecido por José desde Nazaret y María, para que Cristo cumpliera una profecía, nacer en Belén? Los hombres, aun sin saberlo, somos instrumentos de Dios, pero cuando el hombre no se opone a Dios y no ignora a Dios sino que se hace conscientemente instrumento de Dios, es María, es José, es el grupo de pastores, es Pablo apóstol, es la Iglesia, somos los cristianos, que habiendo recibido en el bautismo la incorporación a este pueblo santo que Cristo se está formando para hacerlo presente en todas las horas de la historia tenemos que escribir estas consignas que nos da San Pablo hoy.

¿DE QUÉ GRUPO SOMOS?

Trae Dios la salvación y nos está enseñando a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos y a llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dichosa esperanza. Hermanos, esta es la llamada de Dios en esta noche. Cómo quisiera yo ir acercándome a cada corazón para preguntarle, ¿a cuál de estos grupos humanos perteneces en esta noche santa? ¿A los que se oponen a Dios y siembran tinieblas en la tierra? ¿A los que desconociendo a Cristo le sirven sin saberlo de instrumento de su reino como el emperador y los grandes en tiempo de Cristo? Ojalá sean más bien como el tercer grupo, el de la Virgen, el de los pastores obedientes, el de los que acuden al llamamiento del Señor.

CRISTO ESTA NACIENDO HOY

Nosotros los cristianos, tomemos conciencia en esta noche que Cristo no nació hace 20 siglos, Cristo está naciendo hoy en nuestro pueblo, en nuestro corazón, en la medida en que cada cristiano trate de vivir a integridad el evangelio, la vida cristiana, las consignas de la Iglesia verdadera de Dios, en esa medida, cada uno de nosotros es como el apóstol, es como María, es como el pastor que da gloria a Dios, canta la alegría de haber conocido a Cristo y trata de llevar esa noticia a otros como los pastorcitos de Belén. Para esto es necesario convertirse sinceramente a Cristo, convertirse al amor que nos visita, hacer eco a la bondad infinita de Dios que nos trae la redención; no rechazarla, no ser tiniebla, ser corazón abierto como una cuna para que nazca Cristo en cada alma esta noche y desde entonces se inunde de luz cada corazón para cantar con los ángeles el anuncio que tenemos que llevar a todos los hombres, a toda la sociedad, a toda la Patria: «Os ha nacido un salvador». Hermanos, desde este mensaje de la gloria de Dios, de la paz a los hombres, quiero decirles respaldado por la palabra divina: ¡FELIZ NAVIDAD!

Vamos a pronunciar ahora de manera especial nuestro Credo.



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ArribaAbajoCristo manifestación de Dios y el hombre. La Iglesia manifestación de Cristo

Navidad
25 de diciembre de 1977

Isaías 52, 7-10
Hebreos 1,1-6
Jn 1,1-18

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso, para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio, en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en 3.er lugar: la Iglesia manifestación de Cristo.

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PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo: de aquellas madres y esposas que en esta celebración de navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos. En otra carta parecida dice: «Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad». Y cartas de expresión así dolorosa, pues son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad.

También cartas que llegan de los campos donde hoy se trabaja en cortas de café, etc. Para denunciar anomalías, injusticias de mandadores, de caporales, etc. contra comida mala, a horas tardías, con la discriminación de los que van con ese nuevo título de ayuda, maltrato a quienes van a veces a buscar trabajo.

TAMBIÉN LOS TRABAJADORES

Tampoco queremos olvidar hermanos en estas injusticias, la poca promoción de algunos trabajadores y queremos decir, pues, también a ellos, un reclamo de promoción. También ellos cometen injusticias, entre ellos mismos, cuando se roban unos a otros, cuando malgastan su salario y descuidan sus deberes de familia; tanto unos como otros, en esta injusticia, tengan en cuenta esta voz de la Iglesia pronunciada en el Concilio Vaticano II. «La Iglesia, a la vez que reconoce que el progreso puede servir a la verdadera   —94→   felicidad humana, no puede dejar de hacer oír la voz del apóstol cuando dice: "No queráis vivir conforme a este mundo", es decir, conforme a aquel espíritu de vanidad y de malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana ordenada al servicio de Dios y de los hombres».

Si tuviéramos siempre en cuenta, en todos los trabajos, tanto los patronos como los servidores, que todo hombre trabaja para gloria de Dios y para paz de los hombres, el canto de Belén, qué hermosa sería la humanidad, el trabajo; las diferencias mismas de pobres y ricos no serían barreras de odio ni de resentimiento sino que serían cadenas que aman en la fraternidad.

NOTICIAS OPTIMISTAS

Quiero también mencionar una serie de cartas de otro estilo, muy optimistas. Yo quiero agradecerles a quienes acogieron la invitación para celebrar una Navidad con un sentido de más caridad cristiana. Así tuvimos por ejemplo el gusto, ayer, de recibir de la comunidad cristiana de San Antonio Abad, una colecta para los hogares donde han desaparecido los hombres que los sostenían. De la comunidad de San Marcos, un sobre con ¢ 70.00 (setenta colones) diciendo que han hecho una cena más frugal para dejar a beneficio de más gente necesitada. Donativos para la viuda que quedó con nueve hijos en Dulce Nombre de María, grupos de empleados que entregaron parte de su sueldo y de su aguinaldo y reflexionan que el tiempo no está para lujos y gastos, sino para ayudar al necesitado. Me llenó mucho el corazón el haber estado en un grupo de jóvenes, muchos de ellos eran protestantes, muchos católicos, pero en una fraternidad en Cristo; dijeron que querían aprender a celebrar un nuevo estilo de Navidad, en que se reflexionara en el amor inmenso de Cristo y en el compromiso que pide a los jóvenes en esta hora de la historia. Esto, hermanos, es para que nos llenemos de júbilo de que hay sentimientos muy nobles y esto ha hecho ya posible la creación de un Fondo de Beneficencia en nuestra Arquidiócesis, para necesidades de emergencia.

OTRO REGALO NAVIDEÑO

Finalmente también en esta semana, hemos tenido el gusto de recibir el texto íntegro del discurso que el Papa dirigió en la persona de nuestro Embajador ante la Santa Sede, el saludo y el mensaje a todos los salvadoreños. Ya nuestra radio extrañó que se hayan publicado esas noticias parciales, tendenciosas que no reflejan el pensamiento exacto del Papa; el próximo número de Orientación va a publicar el discurso íntegro y verán como yo he calificado para mí ese discurso, un verdadero regalo de Navidad a nuestra Iglesia, ya que el Papa se sitúa, hablando al gobierno y al pueblo salvadoreño, en la línea en que hemos tratado de situar nuestra   —95→   predicación: El Concilio Vaticano II, la Encíclica y todos los documentos del magisterio actual de la Iglesia.

MANIFESTACIÓN DE UNIDAD

Así, en esta semana, la Iglesia ha tenido también consuelos, alegrías como son el esfuerzo edificante de unidad cristiana entre los católicos que estaban un poco divididos, allá en San Antonio Abad, y con gusto hemos sabido que celebraron ya juntos su Navidad en el templo parroquial.

También es un testimonio de solidaridad con la unidad eclesiástica, la celebración del patrón San José en Quezaltepeque. Era todo un pueblo y peregrinaciones venidas de diversas partes, que repudian aquello que por desgracia están apoyando las autoridades del pueblo, el cisma, pero la Iglesia que no necesita de templos materiales ni de Personerías Jurídicas, sino que vive la realidad del cuerpo místico de Cristo, en la unidad con sus verdaderos pastores, demostró en Quezaltepeque que está muy fuerte esa unidad con su verdadero párroco, el padre Roberto.

En Cojutepeque tuvimos una reunión para laicos, donde tuvimos el gusto de ver cómo se va promoviendo este sector, el más populoso e importante de la Iglesia, que son los seglares, ustedes los laicos.

Ese mismo día, el martes, tuvimos el gusto de felicitar en su propia oficina, al grupo de locutores y trabajadores de esta emisora YSAX. Es el día del locutor y quisimos expresarles nuestro cariño, nuestro agradecimiento, así como ellos nos expresaron su solidaridad y colaboración.

También en la parroquia de Sto. Tomás, celebramos el 21 fiesta del patrono, sacando del evangelio el mensaje tan oportuno para nuestros tiempos que nos da Sto. Tomás, como cuando dice a los otros apóstoles miedosos de ir con Cristo a Jerusalén: «vayamos con él y, si es necesario, muramos con Él»; el movimiento ecuménico celebró esta semana una reunión para estudiar un documento de solidaridad con la Iglesia Católica; yo les agradezco, lo mismo que para preparar los ocho días de oración, que por tradición se celebran del 18 al 25 de enero, por la unidad de todos los cristianos del mundo.

La vida religiosa también ha tenido una expresión muy bella en esta semana en la Arquidiócesis. Una comunidad de religiosas Betlemitas, se prepara para ir el 6 de enero a tomar posesión de un pueblo sin párroco. El Paraíso, en Chalatenango.

Y quiero alegrarme también con las comunidades de Zacamil y Cantón S. Roque de Ayutuxtepeque, donde unas dos noches de esta semana celebramos las alegrías navideñas y el mensaje de Cristo Dios y hombre. Finalmente   —96→   hermanos, quiero recordarles que el 4, 5 y 6 de enero, vamos a celebrar las jornadas por la paz que quiere el Papa; analizaremos su mensaje al mundo y celebraremos así en la Arquidiócesis y en el país, el precioso lema: «No a la violencia, sí a la paz». Y este no a la violencia, queremos también decirlo en esta semana cuando hemos tenido las noticias de un nuevo secuestro, en el Señor Safié, y pedimos al Señor pues, que cese toda violencia y que impere ese imperio de paz, de confianza, de justicia, por el cual aboga nuestra Iglesia. Y es que nuestra Iglesia, queridos hermanos, es precisamente la prolongación de Cristo encarnado en Belén.

Vivamos esta reflexión de esta mañana en estos tres puntos:

1.º CRISTO QUE NACE EN BELÉN ES LA MANIFESTACIÓN DE DIOS ANTE LOS HOMBRES

Nos ha dicho hoy San Juan en ese hermoso prólogo: «En el principio ya estaba la palabra en Dios, y por esa palabra fueron hechas todas las cosas». Toda la creación comenzó a existir, su existencia se la dio la palabra de Dios. De modo que esa palabra de Dios, que es Dios omnipotente hablando, ya existía y él le dio el ser a las cosas, y en las cosas creadas, Dios se revela como cuando yo me revelo hablando, yo hoy estoy reflejando mi propio pensamiento y cuando Uds. hablan, dicen la palabra que refleja su propio ser. Y Cristo decía: «de la abundancia del corazón habla la boca». El hombre bueno habla cosas buenas, el hombre que tiene en su corazón abundancia de maldad habla solamente cosas malas. Dios, que es la bondad infinita, misterio escondido, nadie lo puede ver ni oír, habla, y dice: háganse las cosas. Se hace el sol, se hace la naturaleza y en la belleza de las cosas, en el orden, en la grandeza, en la hermosura de todo lo creado, sentimos una huella de Dios, una palabra, un eco de Dios. Por eso decía San Pablo: los romanos que no quieren creer en Dios son imperdonables porque Dios se les descubre en la creación.

DIOS NOS HA DICHO TODO

La creación, pues, fue hecha por la Palabra, esa palabra eterna de Dios, cuando vino a hacerse hombre. Recuerdan cuando en el ángelus rezamos «El ángel del Señor anunció a María y el Verbo, la Palabra, se hizo carne y habitó entre nosotros». Entonces la palabra de Dios, ya no es una palabra que se refleja en un mundo natural, es una palabra que viene a reflejarnos su vida más íntima, viene a decirnos que en Dios hay un hijo y que ese hijo, palabra eterna de Dios, toma forma humana. Y cuando lo vimos pasar por esa tierra, San Juan escribe: «Hemos visto la gloria de Dios en él, Cristo en la epifanía de Dios». Cuando en la última cena un apóstol le dice: «Señor, muéstranos al padre». Cristo le dice: «Felipe, tanto tiempo he estado con Uds. y no me conocen. Quien me conoce a mí, conoce al Padre». Qué hermoso es pensar que en Cristo tenemos una revelación de la Verdad   —97→   infinita, Dios nos ha dicho todo, cuando nos ha dado toda su palabra. Por eso en la epístola de hoy de los hebreos, qué elocuente comienza diciéndonos: Dios, que había hablado antes por los profetas, ahora nos ha hablado en su propio hijo, ya no tiene nada que decirnos, ya no son mensajeros separados como fueron los profetas, que venían a decir algún rasgo de la revelación de Dios: «esto dice el Señor».

LA IGLESIA POSEE A CRISTO

Ahora viene el mismo Señor, su misma palabra. Ya la verdad la poseemos en toda su integridad los cristianos que aceptamos a Cristo, aun sin comprenderlo, como cuando recibimos de un sabio una palabra que no la entendemos, pero decimos, la ha dicho él y basta. Así también, como cuando un niño recibe de su papá una palabra, es la suprema autoridad y dice: lo ha dicho mi papá mi mamá lo ha dicho y esta es la máxima autoridad; el amor con que se lo dice, no le quiere engañar. Cuando Cristo aparece en Belén la humanidad puede decir: nos lo ha dicho nuestro Padre, en Cristo, que es su palabra eterna, nos lo ha dicho todo. Y cuando Cristo después de tres años de educar a sus discípulos se va a despedir, les dice: «Muchas cosas os he enseñado, pero tengo muchas otras cosas más que no las podéis captar, os enviaré el espíritu de la verdad para que os vaya diciendo todas estas cosas». Y así va la Iglesia por el mundo, ella posee a Cristo y ahí lo tiene todo, pero no lo usa todo porque no lo necesita todo de un solo golpe. A medida que van llegando las circunstancias, ese Verbo le dice a la Iglesia la palabra oportuna que hay que decir, ante los inventos modernos, ante los progresos de los hombres o ante los atropellos de la dignidad humana, ante las circunstancias difíciles de los tiempos, allí tenemos la palabra encerrada en la Iglesia y el espíritu de Dios nos lo revela: ¿Qué hay que hacer? ¿Qué hay que decir en esta circunstancia?

CRISTO VIVE EN SU PUEBLO

Por eso hermanos, yo les agradezco cuando en solidaridad con la Iglesia dicen; estamos pidiendo al Espíritu Santo que le ilumine, que diga lo que hay que decir, y cuando sentimos que en el pueblo hay un consenso, hay una alegría, hay un amor, hay una unidad, decimos nosotros: esto no puede ser otra cosa que la palabra de Dios que habla, Cristo que vive en su pueblo. Este es el gran misterio de ese Cristo que es palabra, que es vida de Dios y ha venido a hacernos su verdad, su vida, como dice el Concilio que el misterio del Padre y del amor suyo, se revela en Cristo. Sí, en Cristo se revela el misterio del amor, cómo nos ha amado. Cuando el apóstol escribe: «De tal manera amó Dios al mundo que le dio a su propio hijo». ¿Qué padre entrega a su hijo para que quede salvo un prisionero, un esclavo? Esto lo ha hecho el Padre Eterno, nos dio a su hijo, su Palabra, su vida, y en Cristo, nosotros podemos recuperar esa vida de Dios. Se perdonan los pecados porque Cristo se hizo precio de nuestra deuda y   —98→   todos podemos morir con la esperanza de un cielo, porque Cristo nos ha ofrecido abrirnos esa puerta del cielo aunque seamos pecadores, con tal que nos arrepintamos, que nos convirtamos y nos volvamos a él: «yo soy el camino, la verdad y la vida».

APRENDER DE MARÍA LA FE

Cristo, pues, es la epifanía de Dios, la manifestación de Dios, la revelación de Dios. Cuando miramos al niño Jesús en los brazos de María, elevemos nuestra mente, necesitamos la gran virtud de la fe. María la necesitó para ver en aquel niño que alimentaba en sus propios pechos, no un niño cualquiera; sino la encarnación de un Dios, y en su niño Jesús, María adoraba la verdad, la vida eterna, el Dios hecho hombre. Por eso María, la Virgen, tiene que ser el modelo de los cristianos que celebran la Navidad, si quieren de veras ahondar en el gran misterio del Dios, del Padre, del amor, de la vida, de la verdad que se hicieron carne. Se hace carne, es como la antítesis más marcada, como lo más opuesto, Dios la carne; Dios infinito, la carne limitada, y el Dios infinito se encierra en un hombre que pertenece a un pueblo y a una historia, y quiere continuar ese misterio como lo vamos a ver después en cada uno de nosotros.

2.º CRISTO, REVELACIÓN DEL HOMBRE

Pero antes quiero decirles mi segundo pensamiento: Cristo, así como es la revelación de Dios, es la revelación del hombre. Oía cuando entrábamos a la misa, que un seminarista les estaba leyendo el n.º 22 del documento «Gaudium et Spes», o sea, del diálogo de la Iglesia con el mundo actual, redactado por el Concilio Vaticano II. Y allí dice en ese número, que el misterio del hombre ya no se puede descifrar si no es en Cristo. Cristo revela el hombre, al mismo hombre. Sin Cristo, el hombre es un absurdo. ¿Qué sentido tiene mi vida?, ¿de dónde vengo?, ¿para dónde voy?, ¿qué significa mi inteligencia, mi capacidad de amar, de ser libre?, ¿qué significan todos estos bienes que Dios ha puesto bajo mis pies? Cuando se olvida uno de Cristo, convierte todas esas capacidades humanas: inteligencia, libertad, amor, capacidad de dominar, de organizar la tierra, en un sistema de opresión, de esclavitud, de odio, de venganzas. Cuando lo mancha el pecado, este retrato de Dios que es el hombre, no hay cosa más horrible. Pero cuando en Cristo volvemos a descubrir que es hombre, comprendemos lo que nos ha dicho hoy San Pablo en la carta a los Hebreos.

EL HOMBRE SELLADO POR DIOS

Impronta. Impronta es el sello, un sello que se pone en un papel deja la misma figura del sello, esa figura del sello es Cristo, el sello es Dios. Él ha marcado pues, la imagen de Dios y cuando Dios dijo hagamos al hombre a nuestra imagen, quiso decir el hombre sea como nuestro sello en la   —99→   creación. Ya ese sello solamente se descubrirá cuando vuelva la impronta, el sello auténtico, el original de Dios, el Verbo en el que se refleja la esencia divina hecha hombre, es el hombre perfecto, es el hombre de las virtudes humanos, cristianas, celestiales, en el cual cada hombre tiene que reflejarse a sí mismo, si quiere ser digno a su dignidad de hijo de Dios. Ya el hombre no encuentra el sentido de su vocación sino es en Cristo, Cristo dijo: «Yo he venido, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de mi padre que me ha enviado». Y el hombre ya no encontrará otra razón de su felicidad y de su ser sino reflejando el canto de anoche de los ángeles: «Gloria a Dios». Mi vida tiene que ser para la gloria de Dios, yo no tengo que buscar mis ventajas políticas, sociales, económicas, esto es muy secundario; lo que tengo que buscar es que en este ambiente en que me toca desarrollar mi vida, con estas relaciones políticas o económicas o sociales, yo tengo que buscar la gloria de Dios. Y en medio de mi pobreza y de mi miseria, de mi opresión, de mi cautiverio, no debo de olvidarme nunca que soy impronta: imagen de Dios.

Ahora comprenden, hermanos, por qué la Iglesia es tan celosa de los Derechos Humanos, de la dignidad humana, de la libertad humana. Por qué grita como una madre que siente que le atropellan al hijo, cuando ve que le atropellan las imágenes de Dios que ella tiene que volver a su original belleza. Por esto, porque Dios le ha encomendado a la Iglesia la prolongación de esa impronta de Dios, de ese sello del Señor. Comprendemos entonces, hermanos, nuestra propia dignidad. Se leía hoy en el precioso documento del Concilio, que Dios hecho Cristo trabajó con manos de hombre, pensó con pensamiento de hombre, amó con corazón de hombre y desde entonces puedo decir yo: mi corazón de hombre, ya es corazón de Dios, mi mente de hombre ya puede elevarse a categoría de Dios porque ese Dios que vino a traerme la vida de Dios cuando se hizo hombre, quiso enseñarme cómo debo manejar mis manos, mis pies.

CANTAR DE ESPERANZA

Hermoso el pasaje que se ha leído hoy en la primera lectura: qué bellos los pies del que va evangelizando la paz sobre las montañas que vienen anunciando la libertad de los pueblos oprimidos. Es Cristo ese mensajero misterioso que poniendo sus pies en la tierra, anuncia a los pueblos y a los hombres que ya Jerusalén será reconstruida y sobre las ruinas del pueblo, que al oír al mensajero con los pies benditos de la paz, se llena de alegría, de esperanza, de optimismo. Este es el canto de navidad, el mensajero que viene con pies de hombre para posarse en la tierra y enseñarnos a caminar, con manecitas de niño que van a ser manos de un Divino Maestro que un día quedarán clavados en la cruz. Con corazón de hombre que aprendió a amar, en el amor virginal de María, las experiencias humanas del hogar de la tierra; y de su padre legal San José, la honradez en el trabajo. Hombre que aprendió entre los hombres y vivió entre hombres y quiso hacerse   —100→   en todo semejante a los hombres, menos en el pecado, dice claramente la Biblia. Todo lo demás que nosotros sentimos lo sintió Cristo; cansancio, tristeza, desaliento, soledad, alegría, ilusión, amistad, todo eso que siente el corazón humano, lo ha sentido Dios en Cristo. Por eso Cristo es la revelación del hombre al mismo hombre, démosle gracias, hermanos, a nuestro Padre Celestial y a la Virgen María que quiso ser colaboradora en esta gran empresa de hacer carne, de hacer hombre, de poner instrumento humano al amor infinito de Dios.

3.º LA IGLESIA MANIFESTACIÓN DE CRISTO

Finalmente quiero decirles este tercer pensamiento, porque estas cosas tan bellas no las hubiéramos aprendido nosotros ahora, a 20 siglos de distancia de Cristo, si no existiera una institución fundada por el mismo Cristo que se llama la Iglesia. La Iglesia es la manifestación de Cristo, así como Cristo es la manifestación de Dios. La Iglesia manifiesta a Cristo a los hombres de todos los pueblos; como mi Padre me envió, así yo os envío. Hay una conexión directa, en este envío secular, histórico, de la Iglesia hasta la consumación de los siglos. Gracias a la Iglesia, se presentará a los hombres de todos los tiempos la impronta de Dios en Cristo, para que los hombres descubran y vivan su verdadera grandeza, su verdadera vocación. Si no fuera por la Iglesia, este destello de la gloria de Dios en la noche de Belén, se hubiera quedado muerto en aquella noche. A lo más, en aquellos años, se contaría como un recuerdo que ya pasó. Pero lo hermoso es que esta liturgia de navidad de 1977 está haciendo presente como si ahora hubiera sido la navidad de Cristo en Belén. Hoy ya no es sólo Belén, es San Salvador, es todos los pueblos donde están sintonizando esta radio, es todas las comunidades, todos los cantoncitos, caseríos, casitas de enfermos donde están escuchando este mensaje de la Iglesia.

NINGÚN RESENTIMIENTO

Yo tengo el inmenso honor en esta mañana, de ser la voz de la Iglesia, anunciando el nacimiento de Cristo a los hombres de 1977, y decirles que por encima de todas las alegrías, mejor dicho, dándoles razón a todas las alegrías de Navidad, está eso que muchos no comprenden, la alegría que hasta los incrédulos celebran en Navidad, hasta los enemigos de la Iglesia, los que han calumniado y difamado a la Iglesia en este año, se están valiendo de la Iglesia para esta alegría de Navidad. Por eso les dije en mi saludo de Navidad, que en mi corazón de pastor no hay ningún resentimiento, aun para las ofensas personales, si no que nadie me puede quitar la alegría de poderles decir a mis mismos enemigos, ¡feliz Navidad!, porque no es mío este mensaje, sino que es de la Iglesia que desde Cristo está trayendo felicidad, alegría, aun sin comprenderla. Pero en esta mañana yo estoy haciendo lo posible por hacerla comprender y es que esta Iglesia, prolongación de la encarnación de Cristo, tiene una parte humana y una   —101→   parte divina. Como el Niño Jesús tiene unos miembros humanos que tomó de las entrañas de una mujer, pero tiene un elemento divino que no se lo dio la Virgen, el Padre eterno envió a su Verbo, a su palabra, para que se encarnara en esas expresiones humanas que la Virgen le dio al niño Jesús.

HUMANA Y DIVINA

Y así tenemos que la Iglesia, siendo como Cristo una parte humana que le damos los hombres y otra parte divina que no la damos los hombres sino Dios, tiene que ser la conjugación maravillosa de lo imperfecto y de lo divino, como Cristo que se cansa, que sufre, que tiene las deficiencias humanas; pero como Dios no se cansa, es infinito, es perfecto, la Iglesia también, como humana no tiene por qué avergonzarse de sus deficiencias humanas y cuando la crítica amarga de nuestros enemigos quiere sacar los trapos al sol, se queda corta, y eso es poco en comparación de lo mucho pecaminoso que tenemos en la Iglesia. Hay miserias, somos tan humanos como Uds. los enemigos de la Iglesia, capaces de odiar tanto. La Iglesia también es humana, y puede caer en el pecado también del desamor; en lo humano la Iglesia siente lo que siente todo hombre, siente el desprecio, siente el deseo, siente las cosas de tentación, es humana. No lo olvidemos, que prolonga la humanidad la carne de Cristo en la historia pero en cuanto divina, la Iglesia es impecable. El Niño Jesús como Dios puede enfrentarse a todos los hombres y decirles: ¿quién de Uds. me puede echar en cara un solo pecado? Y la Iglesia también le puede decir a todos los hombres como encarnación de lo divino, si me pueden echar en cara muchos defectos y pecados humanos, reto a todo el mundo que me eche en cara un solo pecado como institución divina. Que un día haya enseñado la mentira, el odio, la violencia, jamás, porque el amor de Dios que ella encarna es impecable, es divina, es encarnación de Cristo.

Por eso la iglesia, hermanos, seguirá proclamando su palabra de manifestación de Cristo en la historia, y por eso el Papa acaba de decir a los salvadoreños, en la persona de nuestro embajador, el Dr. Prudencio Llach, que aboga a esa Iglesia para que se de plena libertad al mensaje del evangelio en El Salvador y que pueda predicar su doctrina social y moral sin ninguna traba. La Iglesia no tiene por qué ser temida, es el mensaje de Cristo el que vino en la noche de Belén.

LAS TINIEBLAS DE POR MEDIO

Pero una cosa, hermanos: esta Iglesia, como Cristo, se desarrolla también en una noche de tinieblas, y así dice la lectura del Evangelio de San Juan: «Vino a este mundo y este mundo no lo conoció. Las tinieblas no lo pudieron comprender». Qué triste pensar que esta luz, que esta vida de Dios, que este amor infinito que el Padre tiene en Cristo y que la Iglesia sigue ofreciendo a los hombres, los hombres no lo quieren comprender. No   —102→   es que Dios haya hecho a unos capaces y a otros incapaces de comprender el mensaje de Cristo: el secreto está en la libertad de cada uno, el secreto está en la buena voluntad con que unos acogen y reciben, como María y los pastorcitos, al Jesús que nace en Belén; mientras que otros como Herodes, como el orgullo de Jerusalén, no se dieron cuenta que tan cerquita estaba pasando la fuente de la vida eterna. Cuando vinieron los magos del Oriente y preguntaron al rey en Jerusalén, dónde ha de nacer el rey y sus sabios, no le supieron decir; pero una estrella los supo conducir a donde los pastores y los humildes encontraban al que buscaban también los Sabios y los ricos cuando se hacen humildes y sencillos como los magos que venían del oriente para ofrecerles oro, incienso y mirra. Las riquezas también caben junto a la cuna del niño Jesús pero cuando son depositadas por las manos humildes de los pastores y de los magos.

REFLEXIÓN CONCLUSIVA

Queridos hermanos, hemos reflexionado pidiéndole a la Virgen María que nos haga comprender el misterio de su niño y ella nos ha resumido a través de mi humilde palabra: mi niño no es otra cosa ni nada menos que la manifestación de los hombres al hombre mismo: su dignidad, su grandeza de Dios que llevan como imágenes de Dios. Sepan ser dignos de esa impronta que cada hombre lleva: y en tercer lugar, este niño en mis brazos, nos dice María, es la imagen bella de la Iglesia que se prolongará por los siglos llevando la vida de Dios entre deficiencias humanas, entre pobrezas de cuna de Belén. ¡Dichosos los que no se escandalizan! dijo Jesucristo, sino que saben captar la belleza de la luz por encima de todas las bellezas de la tierra. Así sea.

Proclamemos ahora nuestro credo en ese Jesús que nace.



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ArribaAbajoDios escoge providencialmente a los hombres para sus planes de redención

Antiguo Cuscatlán,
28 de diciembre de 1977

Queridos hermanos:

LA DEVOCIÓN A LOS SANTOS INOCENTES

Nuestra Diócesis de San Salvador guarda una de esas costumbres típicas, que siendo expresión de piedad popular nos une con el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, que se predica en todo el mundo. Se trata aquí de esta devoción que todos los años atrae gente de todas partes: la devoción de Los Santos Inocentes. Aquí al lado de la Iglesia podemos ver las imágenes de niños traídos en peregrinaciones de diversos lugares: es la fe, la devoción de nuestro pueblo expresada en esa inocencia de los niños que se identifican con el Niño Jesús en estos días de Navidad. Al mismo tiempo hacen como en una forma plástica esa escena del evangelio que hemos leído. La presencia de aquellos niños en torno de Belén, de dos años abajo como los buscaba el cruel Herodes, nos recuerdan esas imágenes, aquella dolorosa situación que se creó en Belén cuando Herodes, hombre sanguinario que deseaba quitar todo estorbo, todo peligro a su afán de reinar, mandó a asesinar a aquellas madres afligidas, ¡cómo gritarían las pobres! Para arrancar de las manos de aquellos verdugos la carne inocente de sus niños que implacablemente los mataron. Aquí la devoción popular llama a esta mujer, expresión de aquellas madres, Santa Juana.

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Como ven, pues, es un conjunto folklórico que hay que conservar como esos valores típicos de nuestro modo de ser salvadoreño, yo quiero agradecer a los padres Somascos que cuidan la devoción en esta parroquia y quiero felicitar a ellos y a ustedes, queridos hermanos, que están aquí presentes ante este cuadro también típico de los Santos Inocentes que preside la ceremonia en esta iglesia de Antiguo Cuscatlán. Fieles de la parroquia o peregrinos venidos de diversas partes, estamos aquí. Pero yo quisiera, hermanos, como orientador espiritual de todas estas costumbres que tienen relación con la Iglesia y con el Evangelio, decirles esta palabra que nos convierta en verdaderos creyentes del Evangelio, verdaderos hijos de la Iglesia Católica, no vaya a ser que nos quedemos solamente en la superficialidad de una costumbre popular y las devociones populares. La religiosidad popular es una ocasión magnífica para profundizar en el Evangelio, pero es también un gran peligro de que convirtamos la religión solamente en una costumbre popular, en algo folklórico, en algo artístico, en tradiciones meramente humanas sin raíces evangélicas. Por eso quiero aprovechar yo este momento folklórico, popular, pintoresco, de la devoción a los Santos Inocentes en Antiguo Cuscatlán para que profundicemos en esta profundidad del Evangelio.

Yo me permito invitarles a ustedes a reflexionar en estos tres pensamientos:

1.º) Todos los hombres somos instrumentos de Dios.

2.º) Cómo la verdadera inocencia que salva es la que da Jesucristo.

3.º) Cómo hasta los errores y crímenes de los hombres nos llevan al triunfo de Jesucristo y al desarrollo de los designios de Dios.

1.º TODOS LOS HOMBRES SOMOS INSTRUMENTOS DE DIOS

En primer lugar, hemos visto pasar en el Evangelio de hoy varios personajes en los cuales podemos vernos a nosotros mismos, a nuestra historia, a nuestro momento: así hemos de leer el Evangelio no como una novela que pasó hace 20 siglos, sino como una encarnación de Dios que se hizo hombre en un momento histórico, para que de ese momento aprendamos también a vivir el evangelio en los momentos que nos toca vivir a nosotros. Es necesario, pues, deponer un poquito de fantasía: como que se está leyendo una novela cuando leen el evangelio: prescindir un poco de aquel ambiente de hace 20 siglos, o mejor dicho, trasladarlo a nuestro ambiente: El Salvador, 1977, y así es como hemos de leer el evangelio. En los momentos de problemas de la familia, de la Patria, de la propia vida leamos siempre el evangelio pero trayendo aquel momento para que me ilumine este momento de aflicción, ese momento de esperanza: esto que vivimos cada uno en su familia, en su propia vida, o en su propia patria.

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a) LOS PERSONAJES DEL EVANGELIO

¿Cuáles son los personajes que aparecen aquí en esta escena del evangelio?

LAS MADRES Y LOS NIÑOS

En el centro, los inocentes, los niños de dos años abajo; junto a ellos, sus madres, defendiéndolos con la bravura con que una mujer defiende a su hijo cuando lo ve en peligro de muerte; capaz de dar su vida: mejor que la maten a ella pero que no muera su niño.

HERODES

Otro personaje: Herodes, el sanguinario. Nos cuenta Flavio Josefo, un historiador de los tiempos de los evangelistas, de los tiempos en que se escribió el evangelio -también tenemos siglos de historia profana y una de esas historias es la de Flavio Josefo-, nos cuenta que Herodes tenía un afán enfermizo de poder y tenía como sospecha de todo el mundo, por eso es que mató a algunos familiares suyos porque sospechaba que le querían quitar el poder; todo lo que era sombra contra su poder, daba miedo, y así mandaba a eliminar. El evangelio la recoge precisando precisamente el que, temiendo a un rey de los judíos que anunciaban los magos que venían de oriente, se llenó de terror y mandó a matar a todos los niños de dos años abajo para eliminar el que es el peligro.

SAN JOSÉ

Aparece también un personaje simpático, San José. En sueños oye que el cielo le avisa: «Levántate, toma al niño y a su mamá y llévalo a Egipto porque Herodes lo está buscando para matarlo». Y José, que es instrumento de Dios para salvar al Redentor, va a Egipto, y el evangelio hace un bonito comentario:

«Y estuvo en Egipto hasta que murió Herodes, entonces volvió para que se cumpliera la escritura: de Egipto he llamado a mi hijo». Es una profecía que no se refiere propiamente a Jesús, se refiere al pueblo de Israel esclavo en Egipto a quien Dios libró trayéndolo a la tierra prometida. Pero miren en el evangelio la bella perspectiva: Cristo que regresa de Egipto defendido por Dios es como la encarnación de todo el pueblo de Israel que también fue defendido por Dios de la esclavitud, de la opresión; y esta es la traslación hermosa que hemos de hacer nosotros: Cristo perseguido pero protegido por Dios. Valiéndose de los hombres sus instrumentos como José, es otra vez regresado incólume a su patria.

LOS SOLDADOS

Encontramos allí, también, personajes crueles como los   —106→   emisarios, los enviados, los soldados de Herodes cumpliendo órdenes inmorales. Cuando un rey manda matar niños, matar gente, los soldados no tienen que obedecer. Es una orden cruel, inmoral, sanguinaria; sin embargo, las espadas serviles matan a los inocentes.

En fin, hermanos, hay un conjunto de personajes en los cuales nosotros tenemos que ver la historia nuestra, los personajes malos para no ser como ellos. Es el pecado que la Iglesia repudia. La Iglesia es el Reino de Dios que trata de copiar en los corazones, lo bueno que aparece en el evangelio para eliminar de la sociedad, de la familia, del hombre, todo lo malo que el evangelio también repudia.

Por eso, la Iglesia, al pensar en los personajes del evangelio en esta historia de los Santos Inocentes, tiene que anunciar el Reino de Dios para decirles a todos Uds., queridos peregrinos de los Santos Inocentes en Antiguo Cuscatlán, seamos como José, seamos como María, seamos como los hombres providenciales que Dios ocupa para sus planes de redención. De los que estamos aquí, todos cristianos, todos hemos recibido la vocación de ser buenos, buenos padres de familia, buenas madres de familia, buenos colaboradores en la implantación del Reino de Dios. Todos los cristianos que están aquí presentes tienen que comprometerse, en esta mañana, a ser colaboradores con Dios. Dios necesita hombres, Dios necesita instrumentos que sean como José, que sean como los ángeles, que colaboren con Dios en desarrollar sus designios de amor, de salvación, de esperanza en la tierra. Dichosos los cristianos que saben santificar su vida con el evangelio y se hacen como José instrumentos de la salvación de Dios.

b) EL PECADO DE HERODES SE REPITE HOY DE DIVERSAS FORMAS PERO LA IGLESIA HACE UN LLAMADO DE CONVERSIÓN

Pero, también, hermanos, desde esta página del evangelio la Iglesia tiene que recoger la triste herencia del pecado para decirle a los hombres de hoy: no sean sanguinarios como Herodes, no sean serviles como los soldados, que a las órdenes de Herodes van a matar inocentes; no sean crueles, no torturen, no maltraten, no hagan madres que, como Santa Juana, lloren la desaparición de sus hijos que no saben donde están; no sean crueles, el pecado no lo quiere Dios; es necesario convertirse, es necesario dar a la Patria y a nuestro ambiente más tranquilidad, más esperanza, más seguridad. Los que hacen la violencia, los que asesinan, los que hacen chorrear sangre no son queridos por Dios mientras no dejen de hacer esas cosas. De allí, hermanos, que desde los Santos Inocentes grita la justicia contra las injusticias, la inocencia contra el pecado, grita la bondad contra la maldad.

En este día de los inocentes tenemos que oír un clamor también, hermanos, desde tantos inocentes que pudieron, debieron haber nacido y no   —107→   los dejaron nacer sus propias madres. El pecado del aborto, el pecado de los anticonceptivos, el pecado de Herodes se repite hoy también en esos campos donde se prostituye la facultad que Dios ha dado al hombre y a la mujer para engendrar hijos; no para el placer, no para usar de la carne, no como Herodes solamente por el egoísmo; es el rey y los demás le importan nada, aunque sean los propios hijos. El pecado del aborto es el pecado de Herodes. Hermanos, hoy venimos a rasgar las vestiduras en el día de los Inocentes y gritamos: ¡qué cruel Herodes!, ¡qué crueles sus soldados!, pero sabemos que hoy mueren mucho más que aquel pequeño grupo de niños de Belén. Es horroroso saber que ya esos hospitales, en las clínicas, y en formas clandestinas, se cuentan por millares, millares y millares de inocentes abortados de las entrañas de sus propias madres. ¡Qué ejemplo da aquí Santa Juana! defendiendo el producto de sus entrañas contra aquellas madres que ellas mismas los mandan a matar.

Es el crimen, hermanos, en cualquiera de sus formas. En su forma institucionalizada mata el ejército, mata el que secuestra, mata también la madre que manda a abortarse. Todos estos son crímenes que claman al cielo. En el día de los Inocentes, la voz de la Iglesia hace suya la voz de los que ya no pueden hablar, de los que fueron asesinados en formas tan crueles, tan viles, tan inmorales, para gritar ante Dios: ¡Señor, perdónales! porque son estas sin duda, las culpas por las cuales vienen tantos castigos a nuestra tierra. Perdónanos y haz que los pecadores se arrepientan también, para que vuelvan a estar en gracia y para que no haya más sangre y más violencia entre nosotros.

2.º CÓMO LA VERDADERA INOCENCIA QUE SALVA ES LA QUE DA JESUCRISTO

Fijémonos ahora, hermanos, en la figura central: los Inocentes, para decir una cosa: sólo la inocencia que Cristo da es la que salva.

LOS MÉRITOS DE CRISTO SALVAN AL MUNDO

Pueden preguntarse muchos ¿qué mérito tenían esos niños si ni podían hablar, ni tenían conocimiento para que ahora los veneremos como santos en los altares? ¿Qué mérito tenían esos niños para que ahora estén gozando en el cielo junto con los santos que hicieron tan grandes obras y sufrieron martirios en formas más conscientes? ¿Qué mérito? Hermanos, esta es la palabra que nos dice como un mensaje el día de los Inocentes. Niños de dos años abajo ya merecen en el cielo la alegría y el gozo de Dios que esperamos nosotros, adultos, ya viejos, porque lo vamos a ganar a base de nuestras buenas obras. No, no son nuestras buenas obras solamente. Nuestros méritos personales, el esfuerzo de ser buenos, el arrepentimiento de nuestros pecados es algo humano, no tendría ni valor de ser una mano que abre el cielo, imposible. Por eso dice San Pablo en su carta a los Romanos   —108→   que nos salvamos no por nuestras buenas obras sino por nuestra fe en Cristo. Las dos cosas: buenas obras como condición de mérito humano para que Cristo nos de sus méritos divinos. Lo que salva al mundo son los méritos de Cristo, el Redentor.

Estamos todavía en el mes de la Inmaculada Concepción de María. María fue inmaculada, no cayó en el pecado original no por sus méritos, no tenía méritos María antes de nacer, pero dice la teología: «Por atención a los méritos de Cristo, Cristo la hizo inmaculada; antes de nacer, la previno de no caer en el pecado original, así, también, los niños que se salvan. Los niños deben ser bautizados porque no es el mérito personal del bautizado el que lo hace cristiano sino que es la redención de Cristo que se le puede aplicar a un niño aun sin tener uso de razón. Los méritos de Cristo aplicados a los inocentes de dos años abajo son los que han hecho posible que este martirio de inocentes se convierta en almas en la gloria. Y no nos imaginemos que allá en el cielo estos niños están a la edad de dos años. El alma desarrollada allá en el cielo es igual la de un niño que acaba de nacer con la de un sabio que adquirió mucha sabiduría en la tierra, porque no es la sabiduría de la tierra la que los hace felices en el cielo sino la visión de Dios que adquirimos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo».

SE NECESITAN TAMBIÉN NUESTRAS BUENAS OBRAS

En este sentido, hermanos, el mensaje de los inocentes es un reproche al orgullo de los mayores. Nos creemos demasiado, creemos que todo mundo nos debe agradecer, creemos que nos vamos a salvar por nuestros mismos méritos. No, hagamos buenas obras porque si no hacemos buenas obras no nos vamos a salvar, nos vamos a condenar como dice el Evangelio: «Tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber». Todo el mal que habéis hecho, todas las obras buenas que no habéis hecho, son la causa de esta maldición: «id malditos al fuego eterno». Cierto, se necesitarán las buenas obras para salvarse pero no serán las buenas obras solas sino añadidas a los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo.

Estaba muriendo una artista cuando llamó al confesor, al sacerdote. Y llorando, aquella mujer que había ganado mucho dinero, muchos aplausos, mucha fama, le decía: «Padre, qué vacía me siento».. Y se ponía a llorar. «Me duele tener que presentarme ahora con mis manos vacías ante Dios». Miren hermanos, de nada sirve la fama de la tierra, el poder, el dinero, la gloria del mundo. ¡Que va! Se queda con la muerte. Todos los méritos que podamos tener como hombres, no valen para el cielo, las manos están vacías si no lo hemos hecho por amor a Dios. Pero, entonces, aquel confesor, aquel sacerdote tuvo una feliz idea para consolar a aquella mujer moribunda, se quitó su crucifijo y lo puso en sus manos y le dijo: «no diga que tiene sus manos vacías. Ya tiene a Cristo en sus manos. Preséntese con él al Tribunal de Dios que no nos salvamos por nuestros méritos, por nuestro   —109→   dinero por nuestros aplausos, por nuestra fama; nos salvamos por Cristo que dio su sangre por nosotros. Confíe en él, que él llenará el vacío que ahora siente su espíritu. Deje todas las cosas de la tierra que no valen nada y entréguese a Cristo. Llore su vacío confiando en él y él lo llenará».

Hermanos, que hermoso es pensar en este día de los Inocentes, que lo que le da ese título a esos niños inconscientes no son sus méritos humanos sino los méritos de Cristo que ya comienza a ser Redentor desde que es niño en la cuna de Belén.

3.º CÓMO HASTA LOS ERRORES Y CRÍMENES DE LOS HOMBRES NOS LLEVAN AL TRIUNFO DE JESUCRISTO Y AL DESARROLLO DE LOS DESIGNIOS DE DIOS

Por eso, hermanos, mi tercero y último pensamiento es este: todo lo que sucede en la historia concurre a la gloria de Cristo Nuestro Señor. Y esto nos da un gran consuelo y una gran esperanza por más estorbo que los hombres, como Herodes y los soldados, le quieran poner al reinado de Cristo eliminándolo en su infancia; todo eso se madurará para el bien, porque ese Cristo huyendo hacia Egipto va a retornar a cumplir las promesas del Padre. Nadie lo puede detener, el proyecto de Dios tiene que realizarse a pesar de los estorbos de los hombres, o mejor dicho, valiéndose de los mismos crímenes de los hombres que Dios ocupa también como instrumentos para hacerse sentir en el mundo; ¡qué vacío es el mundo cuando no tienen a Dios! Cristo triunfará, Cristo triunfando sobre las intenciones malvadas de los que lo quisieron matar, su reino triunfará, sus proyectos son la victoria porque confían en la fe. Esta es la victoria que ha vencido: la fe, la esperanza cristiana.

Y entonces, hermanos, desde esta peregrinación a los Santos Inocentes en la iglesia de Antiguo Cuscatlán, conservando esta alegre tradición de nuestro pueblo, se convierta ya en una oración por nuestras intenciones personales, por nuestras preocupaciones de familia. Pero de manera especial, hermanos, yo les quiero pedir una oración muy especial por la querida Patria salvadoreña y por nuestra Iglesia, la que nos ha dado esta fe, esta esperanza, este amor; para que en estas circunstancias de nuestra historia nacional en vez de ser víctimas del pesimismo como si todo estuviera perdido, miremos el triunfo de Cristo sobre las ambiciones y las maldades de los hombres. Y así como Cristo niño en los brazos de la Virgen y de José supera las instigaciones del mal, también la Iglesia, que es la prolongación de Cristo en la historia, protegida por Dios, sepa cumplir siempre su deber de ser el instrumento bueno de salvación y sepa también ser instrumento valiente para arrancar del mundo los pecados que estorban al Reino de Dios.

Celebremos así nuestra Eucaristía, el Cordero de Dios que quita los   —110→   pecados del mundo, que Cristo, que nació en Belén y que salvado por Dios va llevando adelante sus proyectos de amor y de salvación, sea también la inspiración de esta comunidad reunida en oración en esta preciosa devoción de los Santos Inocentes. Y desde aquí elevemos esta plegaria que vale como hemos dicho, no por nuestros méritos, no por nuestras limosnas o candelas, no por nuestras devociones populares sino porque Cristo es Dios hecho hombre. Está aquí presente dandole sentido a esa limosna, a esas candelas, a esta oración. La romería de los Santos Inocentes tiene un valor divino porque nosotros tenemos fe que no es nuestra plegaria sola, sino que Cristo presente ya en la misa de esta mañana y en la fe de cada corazón, es el que eleva hasta Dios y le da un sentido eficaz a la plegaria y a la peregrinación que juntos hemos venido a realizar en esta mañana.

Proclamemos ahora nuestro Credo. Ya nosotros podemos hablar no como los Inocentes todavía sin poder menear la boca para decir la palabra, pues la palabra se da en el corazón y en la vida. Digamos nuestra fe en Dios. Creemos en un solo Dios...



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ArribaAbajoAcción de gracias y súplica de perdón. Celebración de fin de año

31 de diciembre de 1977

RELACIONES ENTRE DIOS Y SU PUEBLO

Queridos hermanos, queridos radioyentes:

La comunidad que está rodeando el altar de la Catedral, lo mismo que todos los que con un sentido cristiano se unen a nuestra reflexión allá a través de la radio, sintámonos herederos de aquel pueblo de Dios, el Israel que Dios escogió para depositar en él sus promesas, sus bendiciones cuando vino el Prometido. Cuando las promesas llegaron a la plenitud de su cumplimiento en Cristo, nació este nuevo Israel, el pueblo cristiano, somos nosotros. Y lo que hemos escuchado en la primera lectura se refiere no sólo a las relaciones entre aquel Israel del Antiguo Testamento y su Dios, sino entre este pueblo, moderno Israel, el cristianismo de 1977, que ya va a comenzar a ser el pueblo de Dios de 1978.

Las relaciones con ese mismo Dios de Israel marcan nuestro más grande orgullo, nuestra más profunda satisfacción, la razón firme de nuestra esperanza, la alegría de nuestro corazón. Así podemos comprender lo grandioso de esta noche en que muchos, olvidándose de esta relación con el Creador, Señor del tiempo y de la eternidad, se entregan a las alegrías de este mundo. Casi como un sarcasmo, precisamente, cuando se están dando cuenta en esta noche de que el tiempo pasa, ellos como que quisieran   —112→   aferrarse, instalarse en este mundo. La reflexión cristiana se vuelve al único eterno. Sólo Dios no pasa. El tiempo pasa con todas sus cosas, como un río que se va llevando todas las arenas movedizas.

BENDICIÓN DE DIOS A SU PUEBLO

Este año se está terminando pero cuando el tiempo pasa, nosotros nos volvemos a Dios, el cual mandó bendecir así al pueblo que creía en él: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz; así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré». ¡Qué promesa más bella para terminar el año! Invocar el nombre del Señor es una expresión clásica de la Biblia. Quiere decir no solamente invocarlo con los labios, quiere decir tomar conciencia de que somos el pueblo de Dios. Quiere decir que en la historia del hombre está comprometida la Iglesia de Dios. Quiere decir invocar el nombre del Señor sobre su pueblo, que este pueblo tiene un compromiso con ese Dios y que en su marcha por la historia ese pueblo tiene que dar gloria a Dios no sólo con la expresión de sus buenos sentimientos, sino realizando una sociedad que de verdad sea la sociedad de los hijos de Dios. Donde la paz no solamente sea el equilibro del temor, donde la paz no sea el silencio de los cementerios, donde la paz sea la alegría dinámica de un Dios de paz que precisamente por ser un Dios de la paz construye, se desparrama -diríamos- en bondades, realiza la pluriforme maravilla de la creación. Y sus hijos tenemos que hacer lo mismo: una paz que se construye en la justicia, en el amor y en la bondad.

Desde esta perspectiva, queridos hermanos, miremos el año que termina. Luego miremos hacia el año que va a comenzar dentro de pocas horas. El año que termina si lo vemos desde el corazón de este pueblo de Dios que es la Iglesia fundada por Cristo, el heredero de todo el Viejo Testamento para transmitirlo a su pueblo cristiano, es un año que nos invita a una profunda acción de gracias y también a una súplica de perdón.

1.º UNA ACCIÓN DE GRACIAS

Porque la Iglesia, el pueblo de Dios en esta comunidad de la Arquidiócesis de 1977, marca lo que hemos llamado una hora de Pascua y de Cruz. Cruz en el dolor de la persecución, cruz en el asesinato de los sacerdotes que murieron este año. No debían haber muerto, estarían todavía trabajando con nosotros pero ya los enumeramos de entre los difuntos, no por voluntad de Dios, sino por el crimen de los hombres. Cruz de persecución que la sentimos en los muchos puestos vacíos de sacerdotes en que nos deja este año, en el temor de las comunidades en donde se reflexiona la Palabra de Dios y, como en los primeros tiempos del cristianismo, se sospecha de que el cristianismo atenta contra la paz de los hombres. «Llegará el tiempo», dice Cristo. Y bendiciendo ese tiempo lamentaba que los hombres   —113→   pensaban hacer un servicio a Dios mientras mataban a los cristianos. Es una hora de cruz porque también para la Iglesia es sufrimiento de su corazón los múltiples atropellos a la vida, a la libertad, a la dignidad humana. La Iglesia, encargada de la gloria de la tierra, siente que en cada hombre hay una imagen de su Creador y que todo aquel que la atropella ofende a Dios. Y tiene que clamar «Iglesia santa defensora de los derechos y de las imágenes de Dios». Ella siente que han sido también escupidas en su cara, latigadas en sus espaldas, cruz en su pasión, todo lo que han sufrido los hombres aunque no tengan fe, pero han sufrido como imágenes de Dios. No hay dicotomía entre la imagen de Dios y el hombre. El que tortura a un hombre, el que ha ofendido a un hombre, atropellado a un hombre, ha ofendido la imagen de Dios y la Iglesia siente que es suya esa cruz, ese martirio.

Pero al mismo tiempo, hermanos, esta hora de cruz de la Iglesia ha sido como la cruz del calvario plantada en el dolor, junto a María nuestra madre, un Dios hombre que agoniza, pero es el granito de trigo que muere para dar cosecha. Démosle gracias a Dios que junto a esta cruz de 1977 ha florecido un trigal de esperanzas, de renovaciones de conversiones de vocaciones, de fe. ¡Cuántos se han acercado a la Iglesia para decir que habían perdido ya la fe y gracias a esta cruz de 1977 han vuelto! Es cierto que también muchos se han alejado. Se alejaron los que tenían que alejarse, hojas amarillas del árbol que no soporta el vendaval. Tenían que arrancarse, esperando, tal vez, tiempos mejores para volver a ser lo que ansiamos, convertidos de su cobardía, de sus debilidades, de sus traiciones.

2.º UNA SÚPLICA DE PERDÓN

Porque también esto, hermanos, mientras lamentábamos y gritábamos contra la persecución, mientras rechazábamos, repudiábamos la violencia que arrancó tanta sangre en 1977, nuestro grito jamás fue el grito de la venganza, la calumnia encuentra aquí una evidencia de su mentira. Como Cristo puedo decir: «En público he hablado, a través de la radio se han oído mis mensajes, la Iglesia ha rechazado todos los atropellos que en este año se le han hecho a ella y a la dignidad de los hombres; pero jamás hemos invocado una violencia de venganza contra nadie». Yo reto a todos los que me oyeron a que me convenzan en este sentido de que la Iglesia sembró la violencia o el desorden. Tengo la conciencia tranquila de una Iglesia que al mismo tiempo que rechazó la violencia, llamó a los pecadores al perdón los llamó a la penitencia, los sigue llamando, porque seguimos viendo las manos crispadas del odio, de la venganza, de la persecución. La Iglesia no odia. Como Esteban el mártir -que celebrábamos en estos días-, mientras moría bajo la lluvia de las pedradas, levantaba su voz, la voz de la Iglesia: «¡No les tengas en cuenta este pecado; perdónalos Señor, no saben lo que hacen!»

  —114→  

Esta es la acción de gracias, hermanos, en esta noche, al terminar el año recogiendo tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta injusticia, tanto atropello De veras -como lo ha dicho nuestro periódico- hemos vivido quizá el año más trágico de nuestra historia, pero al mismo tiempo para la Iglesia el año más fecundo de nuestra historia eclesiástica.

Cristo. Démosle gracias al Señor porque hasta las ofensas, las injurias, volvían a Cristo ensangrentado y sucio en el Calvario, para volverse a su Padre: «Perdónalos, Padre, no saben lo que hacen». Y esta voz de la pasión de Cristo se ha hecho en este año la voz de la Iglesia pidiendo misericordia para los que la ofendieron. Ella también, hermanos, se vuelve a Dios para decirle: Padre, perdónanos, también como humanos dentro de nuestra Iglesia hemos cometido nuestras faltas. ¿Por qué no lo vamos a reconocer? Esto nos honra también, porque lo frágil, lo miserable, cuando es humilde alcanza el perdón.

Y es que al volvernos hacia 1978 yo quisiera hacer un llamamiento a todas las fuerzas vivas de nuestra Iglesia: sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, comunidades de todas las categorías, familias que se precian de cristianas, también a los que no tienen fe en nuestra Iglesia -los hermanos protestantes-, también los que no tienen fe en Cristo pero aman la paz y desean el bien. Un llamamiento que hice ante el cadáver de un sacerdote asesinado en este año, quiero hacerlo también de nuevo en este fin de año y principio del nuevo año: el Llamamiento a que todos hagamos un esfuerzo por la paz, que construyamos esa paz dinámica que arranca, desde luego, en una Iglesia que trata de ser auténtica, fiel a su evangelio.

3.º ACCIÓN DE GRACIAS POR TRATAR DE SER FIEL AL EVANGELIO

Y este es un motivo para darle gracias también al Señor: la fidelidad que hemos tratado de realizar a nuestro evangelio, al esposo santo de la Iglesia, a Jesucristo. La Iglesia tiene allí bien claro su programa: ser fiel a su evangelio, tratar de analizar su propia vida, sus relaciones sociales, su instalación en el mundo a la luz del evangelio, y sólo lo que puede resistir esa luz del evangelio es auténtico. Ninguna felicidad de un hijo de la Iglesia puede ser felicidad auténtica si no se funda en el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo que proclamaba: «Bienaventurados los que tienen libre el corazón de las prisiones de la riqueza, de los egoísmos, de las venganzas, de los rencores, de los odios». Una actitud así en la Iglesia es la que pido para todos mis queridos católicos al principiar el año.

Que 1978 marque para todos los que se glorían de ser hijos de la Iglesia Católica, una conversión. Todos necesitamos convertirnos, yo el primero, mis queridos sacerdotes, mis hermanas religiosas, los laicos bautizados. Una conversión a las promesas de nuestro bautismo, renuncia a   —115→   todo lo malo y conversión hacia todo lo que es evangélico. El que no quiera vivir así su profundo sentir con la Iglesia, sería más honrado que dijera: «yo no creo en la Iglesia, no me cuenten más entre los bautizados». Pero los que están fuera de la Iglesia: los cristianos, los protestantes, los que creen en Cristo a su manera, miren a Cristo no desde la Iglesia, mírenlo desde su propia conciencia, desde su propio seguimiento a Cristo. Yo me alegro, hermanos, de que en el campo protestante se está haciendo una revisión seria de vivir el evangelio. Ya hay conflicto. ¡Bendito sea Dios! Porque cuando se pone la mano en la llaga hay conflicto, hay dolor. Y el protestantismo está poniendo la mano también en la llaga, está diciendo que no se puede ser verdadero protestante, verdadero seguidor del evangelio si no se sacan todas las conclusiones que el evangelio tiene para las realidades de esta tierra. Que no se puede vivir un evangelio demasiado angelical, un evangelio de conformismo, un evangelio que no sea paz dinámica, un evangelio que no sea de dimensiones exigentes para las cosas temporales también.

Y aún más alla del evangelio, más alla del cristianismo también pedimos para 1978 a los hombres de buena voluntad, que por su simple hombría, por sus simples sentimientos humanos, sepamos dar a nuestra patria un rostro distinto de 1977. Una convivencia fraternal que se inspire en el sentido de una sociedad, democrática -digamos- pero en verdadero sentido; no en el abuso de esa palabra, sino en el sentido en que todo hombre sea respetado en sus derechos legítimos, en sus derechos primigenios que ha recibido de su misma creación. Todo esto, hermanos, nos sugiere el mensaje que Dios manda decir: así invocarán mi nombre en una sociedad que se precia de llevar la protección de Dios.

4.º ACTITUD PROFUNDA DE ESPERANZA ANTE UN NUEVO AÑO

Queridos hermanos, vamos a celebrar nuestra última misa de 1977. La misa es el sacrificio de Cristo y en Cristo ponemos toda nuestra confianza. Señor, no confiamos en nuestros méritos, nuestras manos están vacías, pero sí confiamos en los méritos infinitos de Cristo, el Señor de la historia, que al terminar el año sepa recompensar con el sacrificio de su cruz que vamos a renovar en el altar, las muchas formas en que te hemos ofendido este año. Perdona tanta sangre derramada, perdona tanto odio, tanta injuria, tanta calumnia. Perdona, Señor, a este pueblo tan manchado, de rostro tan feo, es tu imagen, imagen de un pueblo que lleva tu nombre. Lávalo, con tu sangre, purifícanos. Y entramos entonces a 1978, hermanos, entramos con un profundo sentido de esperanza de alegría, de optimismo. Por más pecador que haya sido un hombre cuando escucha de Dios la palabra del perdón, ya es criatura nueva.

Eso es lo que le pedimos en este día, ya que celebramos hoy, junto al 1.º de enero, la maternidad divina de María, la mujer Virgen y Madre que   —116→   dio ese alumbramiento del hombre que salva al mundo, sea también el nombre de la Virgen invocado sobre nuestra patria en el 1.º de enero, para que Ella sea también la autora de un alumbramiento, parto doloroso, de un año de sangre y de odio y de tantas maldades, a un año nuevo, humanidad nueva, renovación de los corazones, dolor de conversión, dolor de cruz pero de esperanzas, de una cruz que redime. Que todo el dolor de 1977 sea un dolor redentor, que hasta las manos criminales que sacaron sangre o que escribieron odio en las páginas de los periódicos -que es lo mismo matar que difamar, es matar la fama también. ¡Cuantos asesinos de la fama!-. Que todas esas manos criminales que han derramado tanta sangre roja y blanca se conviertan y conviertan su dolor en arrepentimiento, y sean también constructores de un mundo mejor en 1978.

Yo tengo fe -canta aquella canción-, yo tengo fe que todo cambiará, yo tengo fe en Cristo, el Señor, que es capaz de que contando con la buena voluntad de los hombres, podamos hacer un año nuevo, una página blanca mejor escrita. Lavemos con lágrimas, con amor, con plegarias, con conversión de esta noche, junto a las lágrimas de Cristo en su calvario, que es el altar. Lavemos todas las manchas que nos deja la historia al morir este año y abramos una página nueva; hermanos, escribámosla con más amor, con más fraternidad, con más sentido de acción de gracias al Señor, dice el Señor. Ojalá, Señor, haya podido interpretar lo que tú quisiste decir por medio de Moisés cuando mandaste invocar tu nombre en medio de los hombres Yo no he querido hacer otra cosa que invocar tu nombre en medio de nosotros los de nuestra Arquidiócesis, para que sea bendito tu nombre; y nosotros, en nuestra historia, seamos gloria tuya como tú quisiste cuando nos creaste: hacemos a tu imagen y semejanza. Proclamemos así, queridos hermanos nuestra fe en Dios. Creemos en un solo Dios...



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