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El apéndice no es la única actualización que propone la edición de 1983. En esta aparecen también unas leves modificaciones del texto del ensayo publicado en 1972. Como constata con acierto Mariano Aguirre, «La última [versión] difiere de la primera por la supresión de algunos extensos párrafos, en especial en la sección tercera, presuntamente por su pérdida de actualidad», Aguirre (1984), p. 28. Véanse fragmentos de las pp. 47, 52, 56, etc. de la edición de 1972, que no aparecen en el texto de 1983.

 

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Esta retórica se traduce en la Historia personal por el empleo recurrente de adverbios de duda -«tal vez», «quizá», «probablemente» (pp. 94-95)- o de conclusiones que toman la forma de preguntas: «¿Cuáles serán las novelas que queden?» (p. 95). La misma prudencia se encuentra bajo la pluma de Emir Rodríguez Monegal, que publica su famosísimo El boom de la novela hispanoamericana el mismo año de la publicación de la Historia personal. Véanse p. 36: «Por ahora no queda sino conformarse con un panorama provisional», op. 104: «Es posible, aunque no completamente seguro, que el boom haya muerto», Rodríguez Monegal (1972), subrayado mío. En fin, la interpretación que hace José Donoso del adjetivo «personal» tal como lo emplea Alone confirma su intención de no rebasar los juicios provisionales en su ensayo. Escribe Donoso a propósito de la Historia personal de la literatura chilena: «[...] el adjetivo ‘personal’ tiene la dimensión, más que nada, de una ironía, una ironía que el autor dirige tanto al público como a sí mismo. Parece querer decir: ‘No importa, las cosas no tienen un valor universal y eterno, todo es relativo -mi valor, mi juicio, mi obra- así como los valores que en una época dada parecen sólidos’», Donoso (1962), p. 14.

 

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Otros críticos no esperaron tanto antes de dotar sus escritos de un apéndice actualizador: recordemos que ya en 1969, apenas tres años después de la publicación de Los nuestros, Luis Harss agregó un «epílogo, con retracciones» a lo que considera un «[...] libro ya envejecido», Harss (1975), p. 463, subrayado mío.

 

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Otro paralelismo, que abarca tanto ambas ficciones como el conjunto de los dos ensayos, es la estructura de estas obras, terminadas todas por un epílogo/apéndice separado del cuerpo del texto por una distancia, sea metaficcional, sea temporal.

 

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Historia personal, p. 85. El término «mafia» también aparece en la p. 56.

 

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Véase la Historia personal, pp. 50, 52 y 53 para la aplicación de la palabra «momento» a los escritores del boom. Véase también Joset (1995), pp. 141-148, quien analiza, entre otros enfoques, la percepción de la unidad del boom en términos de historia literaria generacional, y constata que «las respuestas afirmativas sobre la existencia y unidad del boom se multiplican a lo largo del libro» (p. 143).

 

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Historia personal, p. 58. Ernesto Sábato es «el único que no escribió sus grandes novelas [...] en el extranjero» (Diez años después, p. 153). Para una reflexión más desarrollada de Donoso sobre el exilio y sus implicaciones literarias, remito al lector a su conferencia Ithaca: The Impossible Return [Donoso (1980)].

 

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Por lo menos hasta 1971, cuando el caso Padilla divide las filas del boom.

 

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Además del exilio y la adhesión a la causa cubana, los rasgos que autorizan, según Donoso, la visión del boom como conjunto son la adopción del género novelístico en un continente que se solía conocer por sus producciones poéticas, un factor cronológico (la publicación casi simultánea de los grandes textos del boom), así como las posiciones tomadas por sus autores frente a la revolución cubana (véase Historia personal resumida en Diez años después, pp. 144-145). Por fin, Donoso subraya más de una vez, no sin ironía, el papel constructivo que jugaron sin quererlo sus detractores en la consolidación del boom (Historia personal, pp. 11, 13, 85, etc.).

 

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Se pueden señalar algunas excepciones a este paralelismo riguroso, pero que no hacen tambalear las líneas directrices de este análisis. Conciernen sobre todo a unos temas cuyo tratamiento en la Historia personal se aproxima al que reciben casi un cuarto de siglo más tarde, en Donde van a morir: el ensayo de 1972 ya alude a las limitaciones artísticas del exilio (p. 56) y anticipa la transformación de las obras sulfurosas del boom en clásicos inofensivos (p. 25), unos elementos presentes en la novela de 1995.