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Mansilla mismo parece dar la razón a Ghiano en la relación entre digresión y técnica folletinesca cuando sostiene: «¿Mas, hase visto -dirá el lector- un sistema semejante de digresiones, en forma de vaivén, de marea que no sube ni baja si se está queda, sino que tiene por objeto llenar papel? Alto ahí si esto dice el lector. Porque si eso dice, y sospéchome que así es, no entiende de la misa la media de lo que son folletines» (470).

 

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En «Entre-nos, folletín de la memoria», prólogo a Lucio V. Mansilla, Horror al vacío y otras charlas, Buenos Aires, Biblos, 1995, p. 13.

 

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Ibídem.

 

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Ya Popolizio destaca la figura del secretario y luego la señala Ghiano, en su estudio de la edición que manejamos (26). Asimismo lo han hecho C. Iglesias y J. Schvartzman en el prólogo a la antología de Causeries titulada Horror al vacío y otras charlas, Buenos Aires, Biblos, 1995, 14 y 15. Sylvia Molloy, en «Imagen de Mansilla», relaciona esta figura con el afán de mostrarse, de que lo vean: «Lo que se dice en Entre-nos se eclipsa ante la parodia del contacto: contacto entre autor y público (complicado por las permanentes dedicatorias y contradedicatorias dentro de una misma causerie), encuentro del autor consigo (el ‘careo espiritual’ (EN, 490) que se resuelve en ‘coloquios divinos’ entre dos máscaras), y por fin el comercio -con el otro, con sí mismo- a través de la figura de un secretario que es imagen especular de Mansilla: ‘mi secretario y yo somos... nosotros’ (EN, 333). O como se lee en otra causerie: ‘¡O no faltaba otra cosa, que mi secretario, que mi alter ego, no me elogiara!’ (EN, 317). La importancia que adjudica Mansilla a este doble y amanuense (hubo más de uno en su vida) parecería confirmar, pese a sus protestas, su ‘fondo simiesco’ (EN, 664). El yo asentado, asumido, es sustituido por un alter ego que registra el espectáculo con admiración y lo aplaude» (en Ferrari G. y E. Gallo comps., La Argentina del Ochenta al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, p. 753).

 

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Señala Ghiano: «Mansilla no ignoró -¡ya en sus años!- que el ritmo de la existencia había cambiado, y que los lectores comunes reclamaban brevedad y concisión» (23).

 

66

Walter Ong distingue entre la oralidad primaria, aquella que utiliza la comunicación de boca a oreja, y la oralidad secundaria, que es aquella que se produce cuando las sociedades con un alto desarrollo escriturario alcanzan una comunicación oral a través de la técnica (teléfono, radio, grabaciones, etc.). (Walter J. Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993).

 

67

Como señala Ofelia Kovacci, «la preposición entre solo acepta caso terminal en construcciones en que el pronombre tiene sentido reflexivo (su referente es el mismo del sujeto de la oración en que se halla): Un sabio entre sí decía... Pensé entre mí... En las demás situaciones el nominativo es obligatorio» (El comentario gramatical, I, Madrid, Arco/Libros, 1990, p. 67).

 

68

Una excursión a los indios ranqueles, Buenos Aires, CEAL, 1967, I, pp. 190-191.

 

69

La crónica de este acto, realizado el 23 de abril de 2000 en la Feria Internacional del Libro, puede leerse en NOTICIAS del presente volumen.

 

70

«La lengua y los medios de comunicación», en Manuel Alvar, La lengua de..., Universidad de Alcalá de Henares, 1993.