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- CXIX -



ArribaAbajoGuardas inútiles



- I -

-Ya anocheció: ¿quieres que hablemos, Lola,
      aquí, a solas los dos?
-La que es buena, señor, nunca está sola,
      pues está con su madre o está con Dios


- II -

-Lola, ¿es verdad que un día os encontraron  5
      solos, allí, a los dos?
Eso es porque aquel día se quedaron
      mi madre en casa y en el cielo Dios.





- CXX -



ArribaAbajoContrastes



- I -

    ¡Mucho le amaste y te amó!
¿Recuerdas por quién lo digo?
Era tu amante y mi amigo.
¡Amaba, sufrió... y murió!
Cuando su entierro pasó,  5
todos te oyeron gemir.
Mas yo, Inés, al presentir
que lo habías de olvidar,
sentí, viéndote llorar,
la tentación de reír.  10


- II -

   Al año justo ¡oh traición!
al baile fui de tu boda,
y allí, cual la villa toda,
vi el gozo en tu corazón.
¿Y el muerto? ¡En el panteón!  15
¡Ay! cuando olvidada de él
a otro jurabas ser fiel,
yo, al verte reír, gemí,
y dos lágrimas vertí
amargas como la hiel!  20


- III -

   Primero amor: ¡luego olvido!
Aquí tienes explicado
por qué en el baile he llorado
y en el entierro he reído.
¡Siempre este contraste ha sido  25
ley del sentir y el pensar!
¡Por eso no hay que extrañar
que, quien lee en lo porvenir,
vaya a un entierro a reír
y acuda a un baile a llorar.  30





- CXXI -



ArribaAbajoEl pájaro ciego



- I -

Porque dicen que un pájaro en cegando
      canta más y mejor,
los ojos le vació, como jugando,
      Casilda a un ruiseñor.


- II -

Y después ¿cantó más y con más fuego  5
      el ruiseñor? ¡Ah, sí!
Se siente más cuando se está más ciego.
      ¡Esto lo sé por mí!





- CXXII -



ArribaAbajoDos libros de memorias



- I -

Lo escrito en el libro de él

   Así se hace uno querer.
¡Cuánto gusto a aquella fatua
con mis posturas de estatua!
Miro... y mira... al fin, mujer.
Escribe para hacer ver  5
que tiene las manos bellas.
¿Se va? Pues sigo sus huellas,
porque prueba su rubor
que ya está muerta de amor.
Ésta es como todas ellas.  10


- II -

Lo escrito en el libro de ella

   Aquel don Juan de parada
pone para enternecerme
los ojos como quien duerme.
Cree el muy necio que me agrada.
¡Qué osadía en la mirada!  15
¡Qué modos tan importunos!
Me voy, me voy; hay algunos
que, amantes dignos de algunas,
creen que todas somos unas
porque ellos todos son unos.  20



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- CXXIII -



ArribaAbajoEl amor y el interés

   Sentía envidia y pesar
una niña que veía
que su abuela se ponía
en la garganta un collar.
   «¡Necia! -la abuela exclamó.-  5
¿Por qué me envidias así?
Este collar irá a ti
después que me muera yo».
   Mas la niña, que aun no vela
con la ficción la codicia,  10
le pregunta sin malicia:
-«Y ¿morirás pronto, abuela?».





- CXXIV -



ArribaAbajoLo que se piensa al morir



- I -

   Cree la vulgar opinión
que el alma de un moribundo
piensa, más que en este mundo,
en Dios y en la salvación.
Oye, Leonor, la canción  5
que hirió el pensamiento mío
al son del eco sombrío
de mi funeral campana:
-CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río.  10


- II -

   Partiste, y del sentimiento
en cama enfermo caí,
y cuando a exhalar por ti
iba ya mi último aliento,
embargó mi pensamiento,  15
en vez de tu amor y el mío,
este cantar tan vacío
que oí de niño a mi hermana:
-CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río.  20


- III -

   Y como todo el que olvida
es de salud un dechado,
después que te hube olvidado
volví otra vez a la vida.
Aun vivo muerto, querida,  25
pensando con hondo hastío
que tú, en vez del canto mío,
oirás, al morir, mañana:
-CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río.  30


- IV -

   ¿A qué tan grande inquietud
para llenar la memoria
de tantos sueños de gloria,
de amor y de juventud,
si, al llegar al ataúd,  35
podrán tu pecho y el mío
no oír más que el tema frío
de esta canción de mi hermana:
-CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río?  40





- CXXV -



ArribaAbajoLos progresos del amor



- I -

   Así un esposo le escribió a su esposa:
-«O vienes, o me voy. ¡Te amo de modo
que es imposible que yo viva, hermosa,
      un mes lejos de ti!
   ¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,  5
que te prefiero a todo, a todo, a todo!...».-
Y ella exclamo: -«No hay nada en este mundo
      que él quiera como a mí!».


- II -

   Mas pasan unos meses, y la escribe:
-«¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!  10
¡Sólo él, él sólo, en mis entrañas vive!
      Piensa en él más que en ti.
   Su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado».-
Y ella prorrumpe: -«¡Es que, el ingrato, ya ama  15
      al hijo más que a mí!».
—[291]→


- III -

   Después de algunos años la escribía:
-«Espérame. Ya sabes lo que quiero:
mucho orden, mucha paz y economía.
      ¿Estás? Yo soy así.  20
   Cierra el coche; me espanta el reumatismo.
Avísale que voy al cocinero».
Y ella pensó: -«Se quiere ya a sí mismo
      más que al hijo y que a mí!».





- CXXVI -



ArribaAbajoEl último amor



- I -

   Ve un hombre amante a una mujer muy bella;
mas, por fatal disposición del hado,
      ella es más joven, y él
calla su amor, porque le apartan de ella
treinta años, en que el triste ha derramado  5
      un mar de llanto y hiel.


- II -

   ¿Qué pasa luego? Nada. Que entre tanto
que ella un amor inmenso, aunque tardío,
      mira en él con piedad,
por la parte de allá del mar de llanto,  10
«¡Adiós -dice él- último sueño mío,
      hasta la eternidad!»...





- CXXVII -



ArribaAbajoVenus sacratísima


   Una estatua de Venus Citerea
vio un Abad en un huerto abandonado;
      la vistió, y con fervor
llevándosela al templo de una aldea,
transformó aquella afrenta del pasado  5
      en virgen del pudor.

   ¡Grande impiedad! La Diosa que en Oriente
se hace adorar porque al desnudo ostenta
      su hermosura carnal,
cubierta con un velo, en Occidente  10
encantando a los fieles, representa
      la belleza moral!

   ¡Hondos misterios de la fe que ignoro!
Se deja Venus contemplar sin velo,
      y es ideal lo real.  15
Mas se cubre después con seda y oro,
y Venus pasa del Olimpo al Cielo,
      y es lo real ideal.





- CXXVIII -



ArribaAbajoUna cita en el cielo


   -«En la noche del día de mi santo
(a Londres me escribiste)
mira la estrella que miramos tanto
la noche en que partiste».

   Pasó la noche de aquel día, y luego  5
me escribiste exaltada:
-«Uní en la estrella a tu mirar de fuego
mi amorosa mirada».

   Mas todo fue ilusión; la noche aquella,
con harta pena mía,  10
no pude ver a nuestra querida estrella...
porque en Londres llovía.





- CXXIX -



ArribaAbajoRosas y fresas



- I -

   Porque lleno de amor te mandé un día
una rosa entre fresas, Juana mía,
tu boca, con que a todos embelesas,
besó la rosa sin comer las fresas.


- II -

   Al mes de tu pasión, una mañana  5
te envié otra rosa entre las fresas, Juana;
mas tu boca, con ansia, y no amorosa,
comió las fresas sin besar la rosa.





- CXXX -



ArribaAbajoEl gran festín



- I -

   De un junco desprendido, a una corriente
      un gusano cayó;
y una trucha, saltando de repente,
      voraz se lo tragó.
   Un martín-pescador cogió a la trucha  5
      con carnívoro afán;
y al pájaro después, tras fiera lucha,
      lo apresó un gavilán.
   Vengando esta cruel carnicería,
      un diestro cazador  10
dio un tiro al gavilán, que se comía
      al martín-pescador.
   Pero ¡ay! al cazador desventurado
      que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia, y en vedado,  15
      un guarda lo mató.
   A otros nuevos gusanos dará vida
      del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
      a empezar otra vez.  20


- II -

   ¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
      ¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
      del universo en el atroz festín?...



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- CXXXI -



ArribaAbajoEl buen ejemplo


   Dejó un proyectil perdido,
de una batalla al final,
junto a un asistente herido,
medio muerto a un general.

ima292

   Mientras grita maldiciente  5
el general: -¡Voto a bríos!-
resignado el asistente
murmuraba: -¡Creo en Dios!-

   Callan, volviendo a entablar
este diálogo al morir:  10
-¿Tu, qué haces, Blas? -¿Yo? rezar.
¿Y vos, señor? -¡Maldecir!

   ¿Quién te enseñó a orar? -Mi madre.
-¡La mujer toda es piedad!
-¿Y a vos a jurar? -Mi padre.  15
-Claro, siendo hombre... -Es verdad.

   -Rezad, señor, como yo.
-Eso es tarde para mí.
Yo no creo... porque no.
Tú ¿por que crees? -Porque sí.  20

   -Ya hay buitres en derredor
que nos quieren devorar,
-Son los ángeles, señor,
que nos vienen a salvar!-

   Y ambos decían verdad,  25
pues a menudo se ve
que halla buitres la impiedad
donde halla ángeles la fe.

   -¡Adiós, señor! -¿Dónde vas?
-Voy allí... -¿Dónde es allí?  30
-A la gloria... -¿Y dejas, Blas,
tu general aquí?

   No me dejes, mal amigo.
-Pues venga esa mano... -Ten;
y, aunque dudé, iré contigo  35
creyendo en tu Dios también.-

   Y así, cuando ya tenían
una misma fe los dos,
abrazados repetían
el «¡Creo en Dios!». «¡Creo en Dios!».  40

   Y como era ya un creyente,
pasó, lo que es natural,
que, abrazado a su asistente,
subió al cielo el general.





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ArribaAbajoQuinta parte



- CXXXII -



ArribaAbajoLa ley del hambre


ima293

   Corre la madre al motín,
adonde el rencor la llama,
dejando un niño en la cama
bello como un serafín.

   Niño que al ver junto al lecho  5
de una Virgen el retrato,
que da alegre y sin recato
a un niño Jesús el pecho,

   Con hambriento frenesí
ansioso a la Virgen toca  10
en los pechos y en la boca,
como diciendo: «¡a mí, a mí!».

   Pero, aunque con vivo anhelo
el niño el pecho pedía,
la Virgen se sonreía  15
más impasible que el cielo.

   Y mientras la madre hiere
gritando: «¡muera el tirano».
y hambrienta y puñal en mano
lucha y lucha, y mata y muere.  20

   El niño, exánime y yerto,
hunde el dedo en el papel,
gime airado, tira de él,
rasga el cuadro, y cae muerto.

   ¡Así, venciendo a los dos  25
del hambre la dura ley,
ella, inicua, mata al Rey,
y él, impío, rasga a Dios!



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- CXXXIII -



ArribaAbajoLo que es el Olimpo

    ¿Qué es el Olimpo? -Para el niño un juego
de pájaros, de músicas y flores.
¿Qué es para el joven? -Lupanar de amores,
eterna forma del Elíseo griego.
   ¿Qué es para el hombre? -Para el hombre ciego  5
es un templo de glorias y de honores;
y el viejo se lo finge en sus dolores
como un rincón de paz y de sosiego.
   Y el viejo ya senil, ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida morada?-  10
En un no ser, que es menos que la muerte.
   ¡Así la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta suerte
en flores, en amor, en paz, en nada!





- CXXXIV -



ArribaAbajoLos tres guardapelos



- I -

   La madre de mi amor, que está en el cielo,
cuando era niño aún, como un tesoro
llevaba en un hermoso guardapelo
cabellos míos del color del oro.


- II -

   Otra mujer, que con el alma toda  5
me quiere, tan leal como hechicera,
aun guarda desde el día de mi boda
un rizo de mi obscura cabellera.


- III -

   ¡Ay! ¡como nadie, por horror al frío,
quiere hoy tocar de mi cabeza el hielo,  10
ya sólo para ti, cabello mío,
mi sepulcro será tu guardapelo!





- CXXXV -



ArribaAbajoViaje redondo



I. -A la ida

   Parte el buque, y lo bate inútilmente
      la tempestad. ¿Por qué?
Porque al ir, la tormenta es impotente
      contra el genio y la fe.

   Sobre el buque los pájaros cayeron  5
      cansados de sufrir.
   Los hombres, sin piedad, se los comieron,
      salió el sol, y ¡a vivir!

   ¡Qué hermoso es el principio de la vida!
      ¡sentir, creer, triunfar!  10
   ¡Un viaje, en buque nuevo, es a la ida
      un festín sobre el mar!


II. -A la vuelta

   Nada, a la vuelta, a resistir alcanza
      los ímpetus del mar.
¡Sin juventud, sin fe, sin esperanza,  15
      es inútil luchar!

   De pedazos del buque haciendo naves,
      y ansiando otro festín,
en cómoda actitud vieron las aves
      el naufragio hasta el fin;  20

   Y haciendo ellas después lo que antes vieron,
      con un hambre voraz
las aves a los hombres se comieron...
      Y ¡todo quedo en paz!





- CXXXVI -



ArribaAbajoCaballos y caballeros



- I -

    Cercado un francés quedó,
pero, escapando ligero
el caballo, al caballero
de los prusianos salvó.
De éstos el corcel huyó  5
con tanto ardor y constancia,
que el francés con arrogancia,
después que pasó el rastrillo,
desde su propio castillo
libre grito: -¡Viva Francia!  10


- II -

   Sitiado por hambre, y fiero
destrozándolo a sablazos,
se fue comiendo a pedazos
al caballo el caballero.
-¿Al que lo salvó primero  15
lo pudo él matar después?-
¡Sí! ¡por un vil interés
hacen mil gentes que callo
lo que hizo con su caballo
el caballero francés!  20





- CXXXVII -



ArribaAbajoLa insurrección del agua


   Una fuente de un valle en Santa Elena
      ve correr Napoleón,
cierto día de invierno en que la pena
      le atrofia el corazón.
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   -Como yo -murmuró -que impenitente  5
      caeré en el ataúd,
aspirando a ser mar vive esta fuente
      en perpetua inquietud.-

   Y una pobre aguadora que le oía,
      contestó a Napoleón:  10
-El agua con su eterna rebeldía
      huye de la opresión.

   ¿Cómo, señor, el agua de las fuentes
      tranquila podrá estar,
si la arrastran, en tierra las pendientes,  15
      los vientos en el mar?-

   Sintiendo un frío que le llega al alma,
      dice el héroe: -Es verdad;
buscando el agua en su nivel la calma,
      busca la libertad.  20

   La insurrección del agua de esta fuente
      no se podrá calmar
hasta que halle cabida suficiente
      en la extensión del mar.

   Con los diques que alzó mi tiranía  25
      he faltado al deber,
y trajo, en vez del orden, la anarquía
      mi omnímodo poder.

   ¡Sí! ¡Sí! Pese a mi nombre, no es la historia
      una vieja locuaz,  30
cuando dice que el mundo, antes que gloria,
      pide a los dioses paz.-

   Y terminó diciendo: -En el planeta,
      la loca humanidad,
como esa agua que corre, estará quieta  35
      cuando esté en libertad.-

   ¡Y al pensar que ha llevado el desconcierto
      al mundo su poder,
con la cara más lívida que un muerto
      mira el agua correr!...  40





- CXXXVIII -



ArribaAbajoLa fe de las mujeres


   Cierto monte por su altura
no dejaba ver el mar
desde la casa del cura
   de un lugar.

   Para ampliar el horizonte,  5
con un cuento baladí
trasportó el cura aquel monte.
   -¿Cómo? -Así:

   -A las que una piedra -dijo-
lleven de aquel monte, Dios  10
les dará a algunas un hijo,
      y a otras dos.-

   Hubo mujer diligente
que se llevó de una vez,
no una piedra solamente,  15
      sino diez.

   Con fe rubias y morenas
fueron al monte a buscar
más hijos-piedras que arenas
      tiene el mar.  20

   Despojando grano a grano
las niñas el monte aquel,
lo pusieron con el llano
      a un nivel.

   Perdió así el monte su altura,  25
y al fin vino a resultar
que desde casa del cura
      se vio el mar.

   ¡Como cree con las entrañas
toda mujer, cuando cree,  30
trasporta hasta las montañas
      con la fe!





- CXXXIX -



ArribaAbajoEl sol perdido



- I -

   Un sabio, a cuya hija fue la muerte
      de la cuna a arrancar,
como sabio, a la madre de esta suerte
      la quiere consolar:

   -¡Oh, qué inmenso dolor! ¡esas estrellas  5
      que ves resplandecer,
circundaban a un sol más grande que ellas
      que se ha apagado ayer!

   ¡Cuántos hijos y padres sin consuelo
      habrán muerto quizás  10
en ese sol que se perdió en el cielo
      para siempre jamás.-


- II -

   Mirando con desprecio al firmamento
      mientras el padre habló,
-¿Qué le importa tu ciencia al sentimiento?-  15
      la madre replicó:-
—[296]→

   Si hoy falta en el espacio de una estrella
      el pálido arrebol,
la cuna de tu hija está sin ella
      como el cielo sin sol.  20

   No hay locura mayor que la locura
      de querer comparar
un sol con aquel ser cuya hermosura
      al cielo fue a alegrar.

   Ha muerto un sol, mas, de la niña bella  25
      al invencible imán,
en el espacio azul, al paso de ella,
      mil soles brotarán.

   ¡Ay! ¡desde el día en que sus labios fríos
      quedaron sin color,  30
no habrá sol que a los tuyos ni a los míos
      les devuelva el calor!

   ¡Ya esta cuna vacía nos condena
      a eterna soledad!...-
Y el sabio murmuró con honda pena:  35
      -¡Es verdad! ¡Es verdad!-


- III -

   ¡E implorando los padres sin fortuna
      la clemencia de Dios,
se abrazaron, cayendo ante la cuna
      de rodillas los dos!  40





- CXL -



ArribaAbajoLa copa del rey de Thulé


   -¿Me quieres? le preguntó
un galán a una doncella.
Él era muy pobre, y ella
le contestó airada: «No!»
   Quedó él lleno de pesar  5
sobre una roca sentado,
y al verse tan despreciado
se echó de cabeza al mar.

   Llegó al fondo, y, al morir,
tentando un cáliz, lo asió,  10
pensó en Dios... nadó... subió...
y dijo: «¡quiero vivir!».
   Cuando hizo a la orilla pie
vio el cáliz de oro en que había
un letrero que decía:  15
copa del Rey de Thulé.

   Sobre la roca después
se hablaron él y ella así:
-Soy rico, ¿me quieres? -Sí!
-Dame un beso... -Y dos y tres...  20
   Mas cuando le fue a besar,
viendo él la codicia de ella,
rechazando a la doncella
la echó de cabeza al mar.





- CXLI -



ArribaAbajo¡Si una pudiera hablar!


   ¿Te acuerdas, madre mía? Apasionada
      le iba a hablar de mi amor,
cuando ahogaste mi voz con tu mirada
      en nombre del pudor.

   Alcé los ojos, apelando al cielo...  5
      Me volviste a mirar,
y obediente otra vez, mordí el pañuelo
      para poder callar.

   Te escribo, protestando, madre mía,
      que en pláticas de amor  10
si es muy malo pecar, la hipocresía
      es mil veces peor.

   ¡El dolor y la mentira son las cosas
      que convirtiendo van
la sangre femenil de agua de rosas  15
      en lava de volcán!

   Nunca encauza a la fuerza el albedrío,
      como el cielo no dé
gran temple a la razón, gran lecho al río
      y al corazón gran fe.  20

   Aunque es, con un amor incontrastable,
      imposible luchar,
aun sería la vida soportable
      ¡si una pudiera hablar!

   Y en vano es resistir: cuando se adora,  25
      a pesar del pudor,
nace, brilla, se extiende y nos devora
      la llama del amor.

   ¡Callar y sucumbir! ¡Cuántas mujeres,
      sintiéndose abrasar,  30
cumpliendo lo que llaman sus deberes,
      se mueren por no hablar!

   ¡Gangrenando el fastidio hasta sus huesos,
      ¿qué fue de él? Que, cual yo,
con la fiebre del hambre de dar besos  35
      sufrió mucho, y murió!

   Y yo muero también; con él unida
      gozaré la embriaguez
de un amor que calle toda mi vida
      por no hablar una vez.  40
—[297]→

   ¿Quién no anhela morir, con la experiencia
      de que, si es bueno amar,
un martirio sin gloria es la existencia
      por no poder hablar?

   He visto otras hermosas criaturas,  45
      pero, a su imagen fiel,
en lo hondo de sus ojos no hallé honduras
      como en los ojos de él.

   Aun quema la raíz de mi cabello
      su imagen celestial,  50
y le llevo al morir colgado al cuello
      lo mismo que un dogal.

   ¡Adiós! Como una tromba de alegría
      voy de su amor en pos...
Espejo de mi alma, madre mía,  55
      ¡adiós! ¡adiós! ¡adiós!





- CXLII -



ArribaAbajoLa santa realidad


   ¡Inés! tú no comprendes todavía
el ser de muchas cosas.
¿Cómo quieres tener en tu alquería,
si matas los gusanos, mariposas?

   Cultivando lechugas Diocleciano,  5
ya decía en Salerno
que no halla mariposas en verano
el que mata gusanos en invierno.

   ¿Por qué hacer a lo real tan cruda guerra,
cuando dan sin medida  10
almas al cielo y flores a la tierra
las santas impurezas de la vida?

   Mientras ven con desprecio tus miradas
las larvas de un pantano,
el que es sabio sus perlas más preciadas  15
pesca en el mar del lodazal humano.

   Tu amor a lo ideal jamás tolera
los insectos por viles.
¡Qué error! ¡Sería estéril, si no fuera
el mundo un hervidero de reptiles!  20

   El despreciar lo real por lo soñado,
es una gran quimera;
en toda evolución de lo creado
la materia al bajar sube a su esfera.

   Por gracia de las leyes naturales  25
se elevan hasta el cielo
cuando logran tener los ideales
la dicha de arrastrarse por el suelo.

   Tu dejarás las larvas en sus nidos
cuando llegue ese día  30
en que venga a abrasarte los sentidos
el demonio del sol del medio día.

   Vale poco lo real, pero no creas
que vale más tampoco
el hombre que, aferrado a las ideas,  35
estudia para sabio y llega a loco.

   Tú adorarás lo real cuando, instruida
en el ser de las cosas,
acabes por saber que en esta vida
no puede haber sin larvas mariposas.  40

   ¡Piensa que Dios, con su divina mano
bendijo lo sensible,
el día que, encarnándose en lo humano,
lo visible amasó con lo invisible!





- CXLIII -



ArribaAbajoLa cruzada de Pachín


   Como cruzado, a Judea
fue de escudero Pachín
con el Abad de la aldea
      de Serín.

   Para hacer un relicario  5
juro traer a su amor
un pedazo del sudario
      del Señor.

   Pero Pachín ¿no sabría
que, si Dios bajó a morir,  10
volvió al cielo al tercer día
      a subir?

   Y si la tumba sagrada
no encerró a Cristo jamás,
¿qué halló en ella? -¡Polvo y nada,  15
      nada más!

   -«Por un sepulcro vacío,-
Pachín se atrevió a decir,
-¡cuánto hombre viene, Dios mío,
      a morir!».  20

   Y, sin lograr los tesoros
que, al ir, pensaba traer,
le vapulearon los moros
      al volver.

   Perdió la fe en tal jornada...  25
y se condenó por fin.
Así acabó la cruzada
      de Pachín.



  —[298]→  

- CXLIV -



ArribaAbajoEl origen del mal



- I -

   Sabrá todo el que estudie esta dolora,
si ya no lo sabía,
que el diablo antiguamente, como ahora,
era un bribón de la mayor cuantía.

   Y sabrá con escándalo la gente,  5
con qué vil artificio
pudo el diablo probar que es solamente,
prolongación de la virtud, el vicio.


- II -

   -Le dijo Dios a un ángel cierto día,
en viejo castellano:  10
-«Bajarás al Edén, de parte mía,
a animar con mi aliento el barro humano.»

   Y bajó. Y las virtudes cardinales
trajo de la alta esfera,
para nervios de Adán, por ser iguales  15
a un haz de filamentos de palmera.


- III -

   Una tarde que el ángel contra un pino
se durmió dulcemente,
el demonio llegó por un camino
que es cauce en julio y en abril torrente.  20

   Y como es un traidor, diestro en su oficio,
probó el diablo con maña
que va entrañado en la virtud el vicio,
como se halla el castaño en la castaña.

   Y estirando, a medida de su gusto,  25
las fibras vegetales,
pasó de un justo medio a un cabo injusto
a todas las virtudes cardinales.

   Y resultó pecado la belleza;
el poder, tiranía;  30
un horror a la especie, la pureza;
y el grande amor a Dios, idolatría.

   La esperanza extendida, hace que el hombre,
aspirando a la gloria,
se lance a la ambición, porque le nombre  35
sol de primera magnitud la historia.

   Y ayer perseguidor, y hoy perseguido,
con el fuego y el hierro,
va el hombre con su gloria haciendo un ruido
como el que hace la res con el cencerro.  40

   Y hasta es la caridad una estulticia,
y no existe conciencia,
si la ley que hace Dios con gran justicia
la aplica la bondad con gran clemencia.

   Y ¿qué es la fe agrandada? un buen deseo  45
llevado al desvarío;
hay creyente, más tonto que un ateo,
que es, mas bien que un fanático, un impío.

   Y lo justo, Señor, ¿qué es de lo justo,
si con mayor pericia,  50
después del juez, con fallo más augusto
la equidad ajusticia a la justicia?


- IV -

   Ya veis que mato el diablo en lo futuro
lo bueno y verdadero,
como el que sorbe un huevo está seguro  55
que se come un presunto gallinero.


- V -

   Duerme el ángel, y el diablo, que celebra
su dejadez tranquila,
huye escurriendo el cuerpo de culebra,
reptil en tierra, y en el agua anguila.  60


- VI -

   Tocando el polvo, un hálito del cielo
pasó como un conjuro,
y Adán, y Eva después, surgen del suelo
vestidos con sus trajes de aire puro.

   Sin linde el vicio y la virtud, absortos  65
ven con hondas miradas,
que siendo las virtudes vicios cortos,
los vicios son virtudes alargadas.


- VII -

   Después que de Adán y Eva recibieron
esta herencia tan triste,  70
por el mundo sus hijos se esparcieron
buscando una ventura que no existe.

   Y unas veces gimiendo, otras llorando,
las pobres criaturas
en cenizas de muertos van cavando  75
para otros nuevos muertos sepulturas.

   ¡Paciencia, hijos de Adán! ¡Ya un gran cristiano
en vuestro honor decía,
que al marchar por el mundo el ser humano
si el demonio le mueve, Dios le guía!  80