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Retórica y Poética

Los sofistas

José Antonio Hernández Guerrero
María del Carmen García Tejera

Obras

En gran medida, la mala prensa que ha tenido la Retórica se debe a los prejuicios y a la incorrecta interpretación de la aportación de los sofistas quienes, a mediados del s. V a. C., sirven de cauce y de adaptadores de las ideas y de los preceptos retóricos, tanto de Córax y Tisias, como de las doctrinas pitagóricas y de los procedimientos psicagógicos.

Debemos advertir que, entre los atenienses del siglo V antes de Cristo, la denominación «sofista» no estaba cargada de connotaciones peyorativas ni de exageraciones caricaturescas: en sentido estricto, «sofista» significa «portador de la verdad». Era un término bastante neutro aplicado a los profesores que enseñaban el «nuevo saber»: la literatura, la ciencia, la filosofía y, especialmente, la oratoria. Se preocuparon más de los caracteres formales de la poesía, que por sus contenidos extraliterarios. Los sofistas, afirma Alfonso Reyes (1961: 55), fueron los primeros humanistas, y surgen de la necesidad de superar la limitada educación del gimnasio, y de extenderla a todas las artes liberales.

El sofista, creador de la ciencia del espíritu, defiende que la palabra, no es sólo la expresión de las ideas, sino también el instrumento inevitable del pensamiento. Su interés por la demostración mediante la palabra le lleva al estudio de las figuras del discurso ‑la Retórica‑ y a la investigación científica del lenguaje ‑la Gramática‑.

El desarrollo de la Retórica sofista tiene su fundamento teórico, por lo tanto, en la relación que establecen entre el funcionamiento interno del pensamiento y la organización externa del discurso. La palabra, según ellos, no sólo es la manifestación de las ideas sino también la herramienta indispensable del razonamiento. El hombre se configura a través de sus relaciones con las cosas y de sus comunicaciones con las personas.

Según los sofistas, el hombre se define a sí mismo y se diferencia de los animales por el lenguaje, expresión de su naturaleza psicofísica: es la condición y el efecto de su carácter social. Gracias a él, puede perfeccionarse personalmente e integrarse socialmente. En este hecho se fundamenta la dignidad social que adquiere la elocuencia y, consecuentemente, la importancia académica que alcanza la Retórica.

La interpretación fisiológica y teológica del hombre y de sus comportamientos cede su puesto a la consideración política y filosófica. Los sofistas, con su revalorización del lenguaje, tienden a un relativismo nominalista: palabras y cosas se identifican. Por eso la sofistica enseña a «establecer el pro y el contra de la cuestiones, a hacer triunfar una causa, a hacer creíble lo probable, puesto que lo necesario compete a la filosofía» (A. Reyes, Ibidem: 57). El desarrollo, por lo tanto, de la Retórica es paralelo al crecimiento del interés por el hombre, por la sociedad, por la libertad, por la ética y por la lengua.

El hecho de que algunos sofistas establecieran escuelas de Retórica que, en ocasiones, se constituyeron en verdaderos negocios, hizo posible que algunos «charlatanes» se aprovecharan. Se puede aceptar que, de alguna manera, tras los excesos cometidos por algunos maestros de la oratoria, como Protágoras y Gorgias, el término «sofista» adquiriera un significado peyorativo. El éxito de los rétores‑sofistas fue enorme; el mismo Sócrates fue considerado uno de ellos, hasta el punto de que Las Nubes de Aristófanes lo caricaturiza como maestro de sofística.

También debemos a los sofistas importantes logros en el ámbito de la teoría y de la creación literarias. Además de su insistencia en el valor de la palabra (y, como consecuencia, en la importancia del lenguaje literario), defienden la doble finalidad de la literatura, como fuente de placer -por su condición estética- y como medio de conocimiento: en este sentido, fueron grandes impulsores del comentario y la crítica de los poetas (C. Bobes, 1995, I: 49). Y, como indica A. López Eire, hicieron especial hincapié en la capacidad de la poesía para «hechizar» a los oyentes (2002: 75).

Bibliografía

  • Carmen Bobes y otros (1995), Historia de la Teoría literaria, 2 vols. I: La Antigüedad grecolatina, Madrid, Gredos.
  • José Antonio Hernández Guerrero y María del Carmen García Tejera (1994), Historia breve de la Retórica, Madrid, Síntesis.
  • Antonio López Eire (2002), Poéticas y Retóricas griegas, Madrid, Síntesis.
  • Antonio Melero Bellido (1996), Introducción, traducción y notas a Sofistas. Testimonios y fragmentos, Madrid, Gredos.
  • James J. Murphy (ed.) (1983), Sinopsis histórica de la Retórica clásica, Madrid, Gredos, 1988.
  • Alfonso Reyes (1961), La crítica en la Edad Ateniense. La Antigua Retórica, en Obras Completas, XIII, México, FCE.
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