21
A partir de
ahí, es lógico que pronto pensara que esas canciones
exigían la declaración de forma análoga a como
los textos bíblicos reclaman la exégesis. De hecho,
como observó Jean Vilnet, la palabra
declaración y su significado de interpretar en
sentido espiritual, «que
normalmente se reservaba para la exégesis bíblica,
San Juan de la Cruz la emplea a veces para dar a entender
cómo deben interpretarse sus propios escritos»
(J.
VILNET, La Biblia en la obra de San Juan de la Cruz,
Buenos Aires, 1953, p. 83). La
comprensión de este punto -explica Cristóbal Cuevas-
es de capital importancia para entender el género literario
de la obra sanjuanista: «Al homologar el
santo, al menos en cierta medida, sus textos poéticos
glosables con los escriturísticos -ambos proceden, en
efecto, de mociones divinas-, la exigencia del comentario como
exégesis se convierte en algo ineludible. Estos libros no se
redactarán ya en base a procedimientos filológicos y
técnicas humanistas -como los del Brocense o Herrera o
Garcilaso-, sino por los métodos de la hermenéutica
bíblica»
(C. CUEVAS, «La literatura como
signo de lo inefable: el género literario de los libros de
San Juan de la Cruz», en José Romera Castillo
(coord.), La literatura como
signo, Madrid, 1981, pp.
100-101; Id., «Estudio literario», en
Introducción a la lectura de San Juan de la Cruz,
p. 159).
22
Cf. J. LECLERCQ, Iniciation aux auteurs monastiques du moyen âge: l'amour des lettres et le désir de Dieu, París, 1983, p. 83.
23
«Hasta los umbrales del siglo XIX -resume Franz
Rosenzweig- en el Cantar de los Cantares se reconocía una
canción de amor y, en ella, precisamente, de manera
inmediata, al mismo tiempo un poema místico. Se
sabía que el Yo-Tú del lenguaje interhumano es sin
más también el Yo-Tú entre Dios y el hombre.
Se sabía que en el lenguaje se cancela la diferencia entre
inmanencia y trascendencia. No a pesar de que el
Cantar de los Cantares era una auténtica, o sea,
una mundana canción de amor, sino justamente por
ello mismo era un autentico canto espiritual del amor de
Dios al hombre. El hombre ama porque y como Dios ama. Su alma
humana es el ama despertada y amada por Dios. Le estaba reservado
al paso del siglo XVIII al XIX confundir y perturbar esta clara
visión conforme al sentimiento -que lo era porque
tenía sus raíces en la Revelación- de la
relación de lo humano con lo divino, de lo mundanal con lo
espiritual, del alma con la Revelación. Cuando Herder y
Goethe consideraron el Cantar de los Cantares una colección
de canciones mundanas de amor, lo que expresaba este
adjetivo de mundanas era, ni más ni menos, que Dios
no ama. Realmente era esto lo que se quería decir [...] La
relación auténtica de amor de Dios por el alma
singular se negó, con lo que se hizo del Cantar de los
Cantares una canción de amor puramente humana [...]
Dios había dejado de hablar el lenguaje del
hombre»
(F. ROSENZWEIG, La Estrella de la
Redención, Salamanca, 1997, pp. 246-247).
24
D. ALONSO, O. C., p. 217.
25
C. CUEVAS, «La poesía de San Juan de la Cruz», en Introducción a la lectura..., p. 299.
26
Ibid., p. 298.
27
P. RICOEUR, Du texte à l'action. Essais d'hermenutique, vol. II, París, 1986, p. 156.
28
H. G. GADAMER, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica, Salamanca, 1977, p. 23.
29
M. J. MANCHO, El símbolo de la Noche en San Juan de la Cruz, Salamanca 1982, pp. 16-19; Id., «Panorámica sobre las raíces originarias del símbolo de la Noche de San Juan de la Cruz», en Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, 63 (1987) 125-155, incluido también en su libro Palabras y símbolos en San Juan de la Cruz, Madrid 1993, pp. 177-209.
30
J. BARUZI,
O. C., p. 332. «Da la
impresión, efectivamente, de que se hubiera elegido el
símbolo de la noche para que pudieran fundirse en una unidad
superior las más ricas variedades de la experiencia
mística [...] Cualquiera que fuera el origen del
símbolo con el que iba a expresar la total desnudez
interior, tenemos la impresión de que la palabra "noche"
resume esta experiencia suya y traduce una intuición del
mundo»
(pp.
314-315).