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Epigrafía..., pp. 53-54.

 

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Permítaseme hacer, de paso, un par de sugerencias al inventario de distinciones propuesto por el doctor Maluquer. 1. ª, extender también a los signos de velar más e la hipótesis propuesta para los demás pares de velares con otras vocales, que se habría expresado de manera análoga: empleando los signos C y Figura_1 o similares para ge y reservando Figura_2 y Figura_3 o similares (que tal vez en otros textos pudieron no haber sido más que variantes gráficas estilísticas, cf. la propia Epigrafía..., p. 41) para ce, de modo que también la presencia de un trazo más constituyera el signo diacrítico para marcar la sorda: en este supuesto, procedería modificar en las lecturas del plomo de Ullastret que se dan ibíd., pp. 53 y 130, los términos que así resultarían abaŕgeporste, neitegeru, clebobeŕcuge, abobager y abaśage, en tanto que sólo tuiceśira quedaría con la sorda; igualmente, en las del de Castellón de pp. 54 y 129, ultitegeŕaicase y aŕgitiger, quedando con sorda uŕceceŕeŕe y astebeiceaie; y aun tratar de extender una diversificación similar a otro plomo de Ullastret (ibíd., p. 129), cambiando en geibośteŕ y manteniendo en corvice. 2.ª, distribuir diferentemente la distinción establecida entre los grupos de velar más i, agrupando como meras variantes gráficas de representación de la sorda los signos Figura_4 y Figura_5 y aislando como representante de la sonora Figura_6 por cuanto carece de todo travesaño, y ello parece más importante que la forma que éste pueda tener; de acuerdo con ello, en la lectura del mencionado plomo de Castellón (en Ullastet la distinción se habría verificado con otros diacríticos, cf. ibíd., p. 53), habría que modificar en übardiaicis y baidesci, alineándolos junto a abaŕieicide y dejando con sonora sólo el ya mencionado aŕgitiger. (Me ha parecido bien anticipar ya la parte así modificada en la cita de este término unas líneas más arriba; así como, en general, tomar las lecturas con distinción de Epigrafía... 53 y 54, en todos aquellos casos en que los mismos términos vienen transcritos sin ella, ibíd., 129 y 130).

 

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En cambio, he de reconocer que no puedo sentirme igualmente optimista con respecto a la viabilidad de la propuesta que dicho pormenor figuraba, juzgar por el grado de aceptación que ha tenido, y por las reflexiones que pueden sacarse de la consideración de otros datos. En aquella representa un cierto apoyo el haberse visto acogida la lectura completa ildubeir en un paréntesis a continuación de ilubeir por don Pío Beltrán en su reedición de El plomo escrito de la Bastida de Les Alcuses (Mogente), Valencia, 1962, p. 23 (citaré Plomo...); pero ninguna referencia ni a la u ni al grupo id entre las varias posibilidades aludidas por el padre Ángel C. Vega en su De la santa iglesia apostólica de Iliberri (Granada), tomos LIII-LIV de su continuación de la España Sagrada, Madrid, 1961, pp. 12-14, 87-88 y 132-141, pese a que la primera edición de la indicada obra de don Pío Beltrán, donde ya figuraba ilubeir, remontaba a 1954, y con ella ya se imposibilitaba prácticamente el mantenimiento de la etimología por el vascuence, iri-berri «ciudad nueva», y que una admisión de reducir el valor del signo du a u había sido atisbada por don Antonio Tovar en el artículo aludido al comienzo de este trabajo, lo propio que de reducción de id a l, si bien esto se atribuyera a fonética vascuence en seguimiento de don Julio Casares. El Dr. Maluquer, por su parte, siguiendo a don Maumel Gómez Moreno, continúa manteniendo en Epigrafía..., 85, una transcripción ilberir, siendo así que en el correspondiente cuadro de la página inmediatamente precedente, si bien cabe hallar como r la figura de la que se supone que el cuarto signo de la leyenda monetal sería una variante, en cambio para el tercero no hay ningún lugar en be, antes se le halla en la casilla de tu; ello le hace interpretable como du, lo que exigiría, en realidad, la admisión del ildurir de Hübner que ya señalé en Datos..., 266-267, n. 4. La aportación de datos nuevos, por su lado, no parece contribuir a que se incline definitivamente la balanza. La propuesta del doctor Maluquer de que sea co el valor (directamente correspondiente a su figura de qoppa) del signo que don Pío nos había enseñado a leer be en el alfabeto del Sudeste (plomo de Mogente, cf. Epigrafía..., 35 y 43) y consiguientemente en las monedas de Iliberis, que pasarían a leerse ilducoir encontraría tal vez un cierto apoyo en la lectura indudable de las de la ceca 16 de Vives, ilducoite, en silabario levantino. Pero la probabilidad del valor be y consiguiente lectura ildubeir se ve, en compensación reforzada por la difusión (en el suplemento de la 2. ª edición de las Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, de Msr. J. Vives Gatell, Barcelona, 1969, p. 324, núm. 581) del antropónimo Ildiuer, que, en la tardíamente romanizada región gallega donde se encontró el anillo de época visigótica que lo exhibe, se ofrece sin la asimilación de ld propia del latín arcaico y, en cambio, con la presencia de i donde antes u y de u donde antes b, correspondientes a evoluciones menos antiguas en la historia del fonetismo latino, a menos que se prefiera ver una abreviación -con otras tres alteraciones fónico-gráficas- del germánico Hildebertus. En consecuencia, no me parece imprudente insistir en mi propuesta de Datos... acerca de esas discutidísimas monedas, y especialmente por lo que hace a los siguientes extremos: 1. º, sin excluir la posibilidad de que el vascuence ofrezca casos de asimilación análoga, según reconocimiento de don Antonio Tovar a don Julio Casares en Estudios..., 25, sigue pareciéndome más lógico atribuir las grafías asimiladas -y aun, en muchos casos, con redacción de la geminada resultante de la asimilación- de los nombres ibéricos conocidos por los latinos en la época arcaica de su lengua a la asimilación que ocurría en su propio idioma en lugar de cargarlos en la cuenta de un supuesto fenómeno ascendiente del vascuence o concomitante con él en la lengua de los iberos, justamente los que no sólo seguían escribiendo el grupo sin asimilarlo en ninguno de sus silabarios, sino que los seguían manteniendo en su antroponimia autóctona no sólo en tiempos de escritura ya latina en la Galduriaunin de Jódar y similares aducidos por María Lourdes Alberto, en La onomástica personal primitiva da Hispania Tarraconense y Bética. Salamanca, 1966, 118 (citaré Onomástica...) sino incluso en el Ildiuer de Lugo, ya en época visigótica, recién mencionado, y casi análogo al topónimo medieval de forma todavía Besaudú (con vocalización ya románica de la t) tratado ya en Datos..., 268-269, nota 2, como «resistencia del hábito nativo a la innovación latina». 2. º, por otro lado, se hace difícil un mecanismo gráfico del fenómeno -«desarrollo de un signo vocálico a partir de uno silábico en la forma Figura_7en casos como el de ilduro > Iluro» (Tovar, l. ú. c.): ante todo, el término con u no existe sencillamente en ibérico o no está atestiguado por el momento -cf. Estudios..., 240, y Léxico..., 310-, sino solamente en las transcripciones latinas: en segundo lugar, la hipótesis no sería exactamente «paralela a la expuesta por Casares sobre el origen de la o < bo», pues en este caso, además del posible parecido entre los grafemas, se da una homoorganicidad efectiva entre b y o en cuanto labial una y abocinada otra, mientras que no hay semejante comunidad de rasgos ni otra análoga entre d y u; por último, ello dejaría sin explicación los casos no menos abundantes y frecuentes donde la vocal no fue u sino i (ildirda > Ilerda) y que sufrieron la misma evolución. 3. º La hipótesis del Dr. Maluquer acerca de una posible persistencia del valor de qoppa en el signo a ella correspondiente en el silabado del Sureste -aludida en esta misma nota- puede hallar una contrapartida en la admisión, por el propio autor, de una anterior del Dr. Tovar (Epigrafía... 34) acerca del empleo de este signo para la Figura_8 del silabario levantino «elegido por su proximidad a la r en el abecedario griego»: efectivamente, la misma proximidad había con respecto al carácter anterior en dicho alfabeto; ahora bien, éste corresponde precisamente a una bilabial, y bilabial es el valor be/pe que para la zona del Sureste le adjudicó don Pío Beltrán en su citado trabajo y aplicó en el mismo a las monedas de Iliberris. 4. º Ya en Datos..., 264-265 y 269-270, hube de advertir que varias de las evoluciones aplicadas al paso de ildubeir a Iliberr(is) no eran aceptadas por todos los tratadistas, a diferencia de otras de las que cabe decir, con don Antonio Tovar (Estudios..., 26), que pueden «verse en cualquier fonética latina»; aunque, a mi modo de ver, eran preferibles las opiniones en que allí me apoyé. He de insistir en una tal preferencia con respecto al carácter latino general de la repetida asimilación Id > Il; que allí di como inobjetada, a base de la coincidencia de los tratados de Leumann y de Sommer (Datos..., 264, nota l), y ello no precisamente por lo ya indicado en el extremo primero de esta misma nota, sino porque tal asimilación no se encuentra enumerada en los lugares correspondientes de la Fonética latina de mi maestro Dr. Bassols de Climent (Madrid, 1962 y 1967; citaré en adelante Fonética...), e incluso se la cuenta entre los rasgos dialectales del latín hispánico por mi amigo, el Dr. Díaz, en la p. 247 de Dialectalismos, 237-250 del vol. I de la ya mencionada Enciclopedia lingüística hispánica siguiendo a don Ramón Menéndez Pidal, que lo presentaba como una de las pruebas de la latinización de Hispania por colonos suritálicos, defendida por él (cf., p. ej., Introducción a la propia Enciclopedia, LIX-CXXXVIII). También L. Michelena, «Cuestiones relacionadas con la escritura ibérica», en Emerita 23, 1955, pp. 265-284, se inclina por la negativa, al emplear esta «simplificación» como ejemplo de reducciones que «no es preciso que se trate de algo debido a gentes de habla latina». También a una evolución dentro del propio ibérico lo atribuye A. Tovar, Fonología..., 179.

 

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Sin ir más lejos, sirva de ejemplo la ya mencionada reconstrucción iriberri, mucho más cercana por la forma a la latina Iliberris que cualquiera de las lecturas (en su mayoría, aludidas también en lo que precede) de las monedas que contienen su verdadero étimo.

 

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Una sencilla ojeada a la clásica lista de hispanismos en autores latinos confeccionada por E. Hübner en sus Monumenta linguae Ibericae (Berlín, 1893), LXXX-LXXXIII, basta para experimentar hasta la sensación de estar leyendo en otra lengua, si se comparan con la impresión que produce una lectura de un texto ibérico o incluso celtibérico auténtico sencillamente transliterado. Añádase a esta reserva la de que, aun los casos dados por Hübner como no dudosos en su lista, no ofrecen todos la misma seguridad de haberse tomado de lenguas efectivamente habladas en Hispania.

 

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El «casi», equivaldría más o menos a los pocos casos en que cabría hablar de una «heteróclisis» en -a/o ausa? o ause? (cf. ausescen) / Avso, eusti)baicula / BAECVLO(NENSES, ibolca / OBVLCO; viceversa, beligio / VELEGIA; ilduro / ILLORA (actual, frente a varios otros ILVRO sin heteróclisis). Pero aun ella es poco seguro que estribe precisamente en la adaptación de la lengua hispánica al latín, ya que del mismo tipo se da en palabras ciertamente no hispánicas, cf. Bvrigantia /Brigantio y aun Brigantium, Natissa/Natisso, con las referencias que les hago en general en mi «Heteróclisis de topónimos en Rev. Uni. Madr. 19, 1970, pp. 435-463.

 

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Como que, en realidad, se ha logrado tal conocimiento, en buena parte, por comparación con dicha morfología latina en los tenaces y agudos intentos de Hernando Balmori, M. Lejeune y, sobre todo, don Antonio Tovar, cf. Testimonios..., 107-110.

 

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Así, p. ej., en la lista de compuestos con segundo elemento adin: BALCIADIN, NALBEADEN, SOSINADEM, TVRCIDARIN, VISEDARIN, el mantenimiento uniforme de la -a- en sílaba interior libre podría atestiguar contra su neutralización con timbre i sólo en caso de que supiera con seguridad que era breve o lo que era en su adaptación latina -pero saber esto con seguridad total parece imposible, cf. luego, en al texto I, 2-; y que, aun siéndolo, las adaptaciones correspondientes a época en que en latín estuviera todavía en actividad el proceso de neutralización, y no ya sólo sus consecuencias.

 

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Paralelo, pues, de los helenismos del tipo Figura_9, regular en la poesía clásica.

 

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Allí mismo aduje las fuentes y bibliografías a propósito para esa importante corroboración de la llamada «ley mamma/mamilla».

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