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ArribaAbajoHumor

H

Creyéndose hermosos, los mayores han ofrecido al niño unos libros que representan al adulto con sus mezclados atributos, con su sentido práctico, su ciencia, hipocresía y anquilosamiento. Les han brindado unos libros que rezuman aburrimiento, capaces de convertir para siempre el buen sentido en cosa antipática; libros necios y hueros, pedantes y pesados; que paralizan los ímpetus espontáneos del alma; obras absurdas, a docenas y a centenares, que se han abatido como el pedrisco sobre la primavera.


P. Hazard, Los libros, los niños y los hombres.                


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Ha llegado el momento de reír un poco o, al menos, de sonreír con el HUMOR fino, británico, absurdo o cotidiano. Humor que ya cultivaban los antiguos griegos y egipcios, pero no parece que nos interese a los países de la comunidad económica europea hasta el siglo XVII, cuando británicos y franceses introducen el vocablo humor en sus diccionarios y enciclopedias, para definir cosas distintas. Unos se referirán a los estados de ánimo (buen o mal humor) y otros a esos chistes agudos que les definen (humor inglés). Poner de acuerdo a ambos pueblos en este tema es imposible, pero pensadores, escritores y graciosos en general, llegan a estar de acuerdo en que el humor es (o puede ser dentro de acepciones varias) una forma de enfrentarse al mundo con un distanciamiento ingenioso, con una alegría especial para afrontar y soportar situaciones (para Michael Ende el humor «es siempre humano y amistoso»). Gracia y salero serán aportaciones hispanas, pero siempre en torno a esa visión aguda e irónica de lo que nos rodea.

La literatura infantil también está llena de humor, aunque buscar (y encontrar) la risa del niño no sea tarea sencilla. Antoniorrobles decía que «el humor fino lo va adquiriendo el niño sin reír». Y esto es una verdad grande y pequeña (¿por qué una «gran verdad» tiene que ser «más» verdad?): el sentido del humor, como el sentido estético e incluso el sentido común, se educa a través de juegos de palabras, adivinanzas, disparates, canciones, onomatopeyas, utilizando la fantasía y manejando siempre el lenguaje.

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ArribaAbajoHumor: su evolución como especie infantil

Con pocos años se sonríe ante las exageraciones de las imágenes de un álbum ilustrado o se disfruta con los errores de personajes y situaciones. Los cuentos acumulativos producen el regocijo a los cuatro años y los temas escatológicos triunfan a cualquier edad aunque tienen su público en torno a los seis años (pruébese con El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza, de W. Holzwarth y W. Erlbruch). Muchos cuentos populares son de risa y muchos libros para pequeños tienen juegos que divierten (¿De quién es este rabo?, de Barberis).

Luego el niño y la niña, que a partir de seis años tienen ya una lectura autónoma, son capaces de enfrentarse a personajes que conocen pero que pueden saborear ahora desde el humor: así pueden enfrentarse a monstruos ya nada peligrosos y sí bromistas (El monstruo peludo, de H. Bichonnier), a miedos nocturnos en forma de esqueletos (¡Qué risa de huesos!, de A. Ahlberg), a animales nada feroces (El cocodrilo enorme, de R. Dahl), dando la vuelta a cuentos clásicos (Caperucita Roja y otros cuentos, de Tony Ross) o entrando ya en los aledaños de la historieta (Historia de una manzana roja, de J. Loof).

Con el afianzamiento de la lectura a partir de los ocho años, el niño domina en mayor medida los recursos lingüísticos que sustentan el humor. Si los fonéticos son los que primero producen regocijo casi desde que se aprende a hablar (onomatopeyas, repeticiones, concatenaciones...), ahora es el momento de adentrarse en los morfosintácticos, muy explotados por el nonsense (derivaciones, composiciones, acrónimos...) y los semánticos (antítesis, hipérboles, metonimias, metáforas...), los de más difícil elaboración y comprensión. Las situaciones cómicas, y los libros que las cuentan, pueden ayudar a crear más fácilmente el hábito lector.

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La madurez lectora, que puede y debe tenerse con doce años, permite aventurarse con todo tipo de libros y con todo tipo de humor, desde el más clásico de Carroll o Twain, hasta el más actual de Christine Nöstlinger o Andreu Martín.

Heidi




ArribaAbajoY ¿en clase qué?

En clase el desarrollar un sano sentido del humor tendría que ser más importante y curricular que la casi totalidad de objetivos pedagógicos. Percibir el humor que nos rodea, expresarse y afrontar contrariedades con   —62→   humor, aprender ciertas técnicas de creación de humor y divertirse son objetivos a los que los libros infantiles colaboran. Con ellos podremos:

-DESCUBRIR Y ANALIZAR: Una gran parte de los actuales libros para niños están llenos de juegos con las palabras, sorpresas, parodias, chistes, humor visual... decenas de recursos para hacer amena la lectura. Estos recursos pueden analizarse, copiarse, inundar un mural, ser comentados para el grupo..., introduciéndose poco a poco en el lenguaje habitual.

-INVENTAR Y PRACTICAR: O el pensamiento divergente al poder. Jugar con los sinónimos y las exageraciones, los homónimos y sus equívocos, los antónimos y su proliferación en un texto escrito, practicando metáforas e ironías, sinsentidos e historietas.

-Llegar a crear un TALLER DEL HUMOR, que puede ser la base de otras actividades como revistas, Semanas del Humor, entrevistas a humoristas y bienhumorados, dramatizaciones, máscaras, cartas a un personaje (Nicolás o Manolito Gafotas), visitas de un autor o autora (están a mano Consuelo Armijo, Paloma Bordons, José Antonio del Cañizo, Juan Muñoz Martín, Miquel Obiols, Joles Sennell, Elvira Lindo... y un buen número de ilustradores de álbumes infantiles grandes cultivadores del humor: Joma, Montse Ginesta, Fernando Krahn, Marta Balaguer, Francisco Meléndez...)





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ArribaAbajoIlustradoras

I

No sé cuantas cosas se pueden ver a la vez, si pueden verse diez, quince o cuarenta y cinco, pero al menos yo, al bajar del bosque hasta el molino viejo, vi una cantidad enorme de cosas. Vi la luna en cielo despejado del atardecer, y a lo lejos una montaña grande que para aquella hora ya estaba medio en sombras; y delante de esa montaña, otra más pequeña; y delante de esa montaña más pequeña, otra más pequeña todavía; y delante de esa montaña más pequeña todavía, una larga fila de colinas muy suaves. Pero no vi sólo eso; al mismo tiempo que la luna, el cielo y todas aquellas montañas, vi el valle en que había nacido, con su bosque, sus prados y sus casas; una casa al   —64→   lado izquierdo del riachuelo, otra al lado derecho, y luego más cerca Balanzategui, y todavía más cerca, enfrente de mí, el viejo molino...


Joseba Irazu (B. Atxaga), Memorias de una vaca.                


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Itinerantes y sin descanso seguimos nuestro camino. Esperamos que tú, amigo lector, no te hayas quedado atrás; si has dado un salto ya te encontraremos, pero te has perdido el disfrute estético que nos producen siempre las buenas ILUSTRADORAS.

Los colores de Asun Balzola y de Carme Solé van a teñir por unos días la vida de unos cuantos niños de un entrañable pueblo de Cantabria, con su intensidad y delicadeza. Ellas dos son las protagonistas de esta letra porque se lo merecen, pero como es lógico, lo que a continuación relataremos puede ser protagonizado por otros autores.

Conocer a un ilustrador o escritor era el norte que nos movió en todo momento; pero no de forma superficial, sino profunda, hasta convertirlo en un miembro más de nuestra escuela y por extensión de nuestro vivir cotidiano. Como los niños eran de Educación Infantil decidimos escoger a un autor que hubiera trabajado profusamente el álbum ilustrado, y quién mejor que Asun o Carme, que tienen una bibliografía repleta de este tipo de obras. Además ellas habían trabajado las dos facetas: la de ilustradora y la de escritora, lo que les confería un mayor dominio de este sector de la creación artística.

Esta letra no tiene sólo un punto como el resto de las íes de los alfabetos; posee más, muchas más, tantos como estos...

Lo primero y principal era contar con la complicidad de la protagonista; conseguido esto el éxito del viaje estaba casi asegurado. Después y como punto previo,   —66→   realizamos un profundo trabajo de recopilación de sus obras y de documentación sobre su existencia, trabajos y anhelos. Era muy importante porque de él iba a depender la ruta que nuestro viaje iba a tomar.

Enigmático resulta este signo porque no sabíamos por qué rutas transitábamos hasta que no conocimos toda la información recogida. Los libros, los personajes, sus aficiones y gustos personales determinaron los valles que conocimos durante los quince días siguientes...

Una vez definidas las actividades que íbamos a llevar a cabo, comprobamos que toda la vida del aula se veía afectada por ellas: la asamblea, la plástica, el teatro, la biblioteca, la cocina, el lenguaje en sus distintos aspectos, todas tenían una misión que llevar a cabo.

Recibimos una carta de Asun y esa fue la llave motivadora que nos abrió las puertas de su vida de par en par, y aún después de dos años siguen sin cerrarse. A partir de ese momento empezamos a leer sus libros poco a poco, a conocer a Munia, a Santino, al erizo, al Ratón de biblioteca... Al año siguiente otras lecturas nos presentaron a Juan y su Luna, a Pedro y su roble, a Llivia, a Cepillo, al Oso nuboso y a otros muchos. En días sucesivos hicimos teatro con los Elefantes nunca saltan, sombras chinescas con Munia y la Señora Piltronera y pastas con Santino el pastelero. También escribimos la segunda parte de la Historia del erizo, vimos en diapositivas al caracol y su Serenata Nocturna, hablamos como el Oso nuboso, volamos cometas con Peluso, coleccionamos cromos de todos ellos y jugamos a la oca con Fab, el monstruo amarillo. Asun nos enseñó a pintar con acuarelas y nosotros le escribimos un libro de Poemolas para Balzola. Carme terminó el libro sobre nuestro pez Chispas y nosotros le pintamos a sus personajes en los cristales de nuestras ventanas. Ella también nos presentó a su amigo Joan Miró y con sus dibujos creamos unos preciosos móviles, que oscilaban con las leves ráfagas de viento que nos iba acariciando.

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Indio

Recogimos diariamente lo que íbamos haciendo en un diario de viaje; ellas después completaron nuestras anotaciones con sus pinceles y sus tonos. Nosotros queríamos descubrirlas realmente y para que vieran las cosas que habíamos realizado, puesto que no podíamos desplazarnos hasta Madrid o Barcelona, decidimos grabarlo todo en una película de vídeo. Los niños se convirtieron por unos días en presentadores, actores, cicerones, poetas, narradores... Metimos en una carta la pinta, unos regalos, el diario, unas fotos, los libros y se lo enviamos a su casa, con un montón de preguntas y1

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Al cabo de unas semanas el correo nos trajo de vuelta las imágenes con su cara, su voz, su casa, sus colores, algunos regalos y una tremenda satisfacción por habernos conocido. Disfrutamos con su visión durante muchos minutos y se la enseñamos a los padres para que conocieran en persona a nuestras amigas, ya que hasta entonces sólo las conocían de oídas.

Durante estas dos semanas de viaje nos lo pasamos en grande; ellos estaban deseando acabar lo que estuvieran haciendo, para ponerse a hacer una de las actividades que acabamos de relatar. Los libros de Asun y de Carme corrían de un lado a otro, no permanecían en la biblioteca más de dos o tres días; en seguida había alguna mano deseosa de tenerlo, que se lo llevaba para su casa.

Por unos días entramos en un mundo de fantasía, rebosante de sentimientos, color y ternura, impregnando nuestra atmósfera y nuestras aguas de tal manera, que todavía subsisten sus sabores y su embrujo.



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