Que tu paso, Jesús, por esta
tierra sea la aurora de nuestra segunda redención.
Después de la hornada
podemos descansar bajo la ovenia.
Ha sido el caminar por los parajes
un nudo de presagios.
En palma de la tarde
5
pendiente quedará nuestro alegato.
Los has visto, si lo has visto.
Queríamos que vieras desde el suelo.
Tu cielo es tan distante para el rudo
peón de la intemperie.
10
Son fuentes de extramuro
los ojos que no lloran cuando mueren.
Has visto por doquiera
robustos ejemplares de tu imagen:
praderas enjoyadas, largos ríos,
15
arroyos, serranías.
Y has visto embrutecido
al trozo de tu entera simetría.
¿Más vale la belleza
que el trágico sudor de tantos seres?
20
Los ranchos, las taperas de las lomas
¿no han dado ya testigos
que afirman siempre a solas
la esencia de la vida, tu camino?
Tu nuevo pensamiento,
25
que en cálida tristeza se humaniza,
de gérmenes y espacios esperamos.
Tu grávido silencio,
tan nuestro bajo el árbol,
inunde de palabras los senderos.
30
—379→
¡Semilla y horizonte!
¡Tu verbo inmediato sobre el ansia!
El polvo, el rocío, los esteros,
que guardan tu promesa,
alientan en acecho
35
la pronta vibración de tu sentencia.
¡Oh sueño desgarrado!
Tenemos ya en la tierra tu mirada.
Tu fértil Providencia sobre el surco
nos colme de un destino.
40
¡Oh paso taciturno!
Tu causa se dibuja de racimos.
Tierra
(Fragmento)
III
Pero, a pesar
de todos sus estigmas,
esta tierra resuella
y a veces canta todavía.
Rara agonía
en lecho desolado.
Alguna vez la ausencia se poblaba
de lluvia silenciosa.
Y la tierra combada
surgía a la constancia
de su retoño verde.
¡Qué difícil matar por abandono
su corazón
tan claro y peregrino!
Su flotante adhesión
a la esperanza
la tiende largamente
a proponer
sin tregua
el asidero justo de la vida.
—380→
Se nutre su vertiente
de profundo hontanar
de rebeldía.
Los hijos, allá lejos
en horas importunas
revisan sus conquistas, sin quererlo,
a la vista del álbum de recuerdos.
No era tan exacta
la tierra prometida.
Gloria y estigma
de Dios
sobre la carne viva.
Terca semblanza
de aquella escena germinal
del mundo:
¡tierra nativa!
Miguel Ángel Guillén Roa
(1926): En su acento se unen lo místico y telúrico en
proporciones ajustadas. Su fe estriba en que la providencia divina puede
depararle a esta patria un mejor destino. Obra poética:
Tierra y horizonte,
Caminos,
Inminencia terrena y
Romances serranos.
—381→
Juan Francisco Bazán
La palabra que más sentiremos
(IX-73)
La palabra que más sentiremos
cuando ya estemos viejos,
será aquella que nunca dijimos
para ponerle nombre
a lo que está ocurriendo
5
en todos estos años;
la que tuvimos en la sangre
y en la rabia,
y en el momento preciso
no salió de nosotros.
10
Las cosas requieren ser nombradas
para que no caigan simplemente
en olvido.
Cada día ocurre un hecho, pasa algo
que precisa ser llamado
15
por su nombre exacto.
Es una cuestión de dignidad
que le asiste a cada uno de nosotros,
ponerle a la injusticia su acepción,
llamarle por su nombre a la miseria
20
y llenar de vocablos el cómplice
silencio ignominioso
que sella nuestras bocas
de miedo y de prudencia.
Al cabo de los años
25
las palabras no dichas
se convierten
en muchas cosas muertas,
sepultadas en la carne macilenta
de los hombres que callaron.
30
De la que más nos doleremos
será de aquella que muriera
sin que nunca fuera historia,
que no alentó esperanza,
ni ofició de muro
35
—382→
para recostar la pena;
la palabra que no salió
jamás de nuestros labios.
Entonces saturados y vacíos,
a lo largo de los años
40
nos iremos quedando sin palabras,
en ese haz de angustia
antigua y fatigada
en que al cabo se convierte
el hombre que somos
45
cualquiera de nosotros...
Alguien entonces,
sin duda el más dolido,
entenderá que nunca
fui ni poeta, ni verdugo,
50
ni siquiera un hombre
de su tiempo.
El sol con la mano...
(IX-73)
Y vos que pensás
que tu destino
no va [a] alcanzarte.
Y yo que pienso
que cuando llegue
5
el tiempo,
estos versos
no serán necesarios
ante lo que andará
sucediendo en las calles.
10
Tan preparadas
estarán las cosas,
tan maduras,
tan incuestionablemente
dispuestas.
15
—383→
Estarán ocurriendo
las cosas a todo
vapor,
y la gente andará
gritando libertad
20
por las calles,
desplegando banderas,
pidiendo cada uno
lo suyo.
Sin pensar
25
en ningún derecho,
ni texto, ni tratado,
sino amasando
simplemente
con la mano
30
la justicia.
Qué sencillo,
qué simple:
gritando por las calles
libertad y justicia.
35
Y vos que creés
que tu destino
no va [a] alcanzarte.
Y aquel otro
oculto y tenaz,
40
peor que nosotros,
que no está
preparado
y que cree poder
tapar con la mano
45
el sol,
¡con la mano...!
—384→
Mayoría
Y uno se pregunta
cómo
pudo hacerse
para implantar
la unanimidad.
5
No es verdad,
señores, que aquí
no impere
un mismo sentir.
En este país
10
reina y señores
tal democracia:
del miedo,
del silencio
y la abyección.
15
En esto
coincide
y decide
señores,
la gran mayoría...
20
Juan Francisco Bazán (1927): Poeta
claro y de ajustada palabra, su verbo por ello golpea la conciencia ciudadana
como con un ariete, llevándola a la diafanidad y a la reflexión.
Versos:
Espejo lírico,
En la ribera de la esperanza, que
reúne el manojo de sus poesías sociales. Incursiona
también en el ensayo, siendo su trabajo más importante un estudio
sobre la personalidad de Eligio Ayala como intelectual.
—385→
Gonzalo Zubizarreta-Ugarte
Harlem
De noche, en San Nicolás
entre rufianes en levitas
de falso leopardo,
entre fosforescencias
y sombreros con plumas,
5
entre aromas y cánticos
y columnas de sombra,
caminando sin prisa,
sin horizontes,
caminando
10
como los negros de Harlem,
he visto negras
mecidas por la nostalgia
de la brisa dormida de las palmeras,
negras de voces
15
como alcobas profundas,
de cabelleras
cargadas de rocío,
negras juncales,
negras azules,
20
doradas, blancas como lirios...
Cerca de San Nicolás,
a la vuelta
de las esquinas,
en las calles cortadas
25
al borde de la luna,
caminando
como los negros de Harlem
entre las fauces
de los tachos de basura,
30
escuchando el crujido del silencio
y de las ratas,
también he visto
la sombra del caballero
blanco, ceñida la frente
35
de cruces llameantes,
turgiéndose de amor
por las negras de Harlem.
—386→
Los leprosos de Banaras
Aquí, en Banaras,
junto al río sagrado,
hoy me avergüenzo
de ser humano.
Mirad a ese brahmín
5
que va cruzando el mercado.
Nunca mira en torno suyo. Pasa como un fantasma.
Blanca la barba, blanca la tez, inmaculado.
Sí, aquí la vigilia y la luna
horripilante
se han congregado.
10
Y yo recuerdo, siempre recuerdo
a ese viejo vestido todo de pardo
que pasaba por la acera de mi casa.
Yo me recuerdo de las manos
como garras, de la niebla siniestra de los ojos
15
y de aquello que dolía como el escarnio
de la sonajas.
Hoy me avergüenzo de ser humano.
Mirad a ese brahmín
que va cruzando el mercado
20
podrido de Banaras,
que va cruzándolo lejanamente blanco.
Gonzalo Zubizarreta-Ugarte (1930):
Recientemente la Editora Alcándara dio a conocer su único libro
de versos,
Los altos muros desde lejos,
señalando que es el fruto de un «poeta universal y
paraguayo» y «cuya límpida melodía» revela los
«fundamentos de su propia condición: el amor y el miedo, la
esperanza y la miseria, la amistad y la muerte».
—387→
María Luisa Artecona de Thompson
El sueño heroico
(Fragmento)
Viril Libertador del cielo de estos mundos
donde se espeja el caudaloso azul del firmamento,
que en la quietud del valle calca el agua
y en la altura del árbol labra su himno
de inmarcesibles tardes nacaradas.
De allí miro alzarse tu estatura,
jamás inmensa como en esta hora
de opresoras cadenas y dolores.
... Heroísmo, firmeza y sentimiento,
fe en el poder de la justicia exacta,
nivelaron los mares de tu sangre
con diadema de cíclopes ignotos.
Tiempo augusto y lozano de la hazaña,
tu mano en alto sólo besa el aura
donde el alma inmortal en Dios existe.
La estrella vésper de tu añeja espada
-sabor de sangre y eslabón de amores-
se descuelga del cielo por las tardes,
mendicante del pecho de un guerrero.
Apenas la potestad del pensamiento
puede rozar tu historia en cuerpo y alma.
Ni tan sólo la hondura del poema.
Ni tan sólo el espíritu de sus formas.
Ni el ánfora del sol,
ni el plenilunio,
ni la amapola,
ni su sombra, en vano.
Ni el vértigo sin cuerpo,
ni la intangible claridad del agua
donde derrama el viento sus campanas.
—388→
Ni el hombre
Sólo estás en la estela libertaria
que el mar ensaya para asir la estrella.
Para encontrar tu nombre
Para encontrar tu nombre
cuyo calor abraza
el transcurso perenne
de los Andes,
ha regresado el tiempo
5
de aquellos hombres libres
que encendieron la antorcha
de tus heroicos sueños.
Lo encontraron en el fulgor del día.
Lo encontraron en la savia salvaje.
10
Lo encontraron vestido de cansancios
en la vigilia inmensa del suelo
americano.
Hoy que tu espada quiere
retornar al castigo
15
del opresor oscuro.
Hoy que tu espada busca
el sigilo y la saña
de los perturbadores,
encontraron tu nombre
20
en el umbral del día,
como un astro remoto
surgido de otros mundos
donde otra Marsellesa
entonará victorias.
25
Para encontrar tu nombre, en Dios,
Simón Bolívar.
—389→
Bolívar
Bolívar,
dadnos tu acero
que ya nos traen el mal.
Nos quieren hacer de acero,
de impiedad y de estupor,
5
hermanos de tierras negras,
islas sin perdón ni pan.
Bolívar,
nuestros molinos
nos quieren arrebatar
10
para moler carne hermana
sobre el último trigal.
Bolívar,
la caña dulce
amarga nos quieren dar
15
bajo los cielos de sangre
que ellos mismos construirán.
Bolívar,
el Cristo con sus candelas,
la Virgen de los Milagros,
20
los lapachos y las arpas
nos quieren arrebatar.
Bolívar,
dadnos tu acero
que ya nos traen el mal.
25
María Luisa Artecona de Thompson
(1924): Versificadora excelente, ha obtenido varios premios en
certámenes literarios. Sus poemas de jesucristina levadura tienen una
apagada intención social centrada principalmente en el enaltecimiento de
la libertad. Obras:
Viaje al país de las campanas,
Canción para dormir a una rosa,
El metal y la espuma,
Grito en los Andes y varios
más.
—390→
Elsa Wiezell
Orilla de mi pueblo
A los escritores guaraníes
Con el surco deforme de la cara
empujaba lágrimas
en su guitarra
llena de claridades.
Desorbitando su propia fosa
5
era tronco y raíz
campánula del alba.
Su corazón de pájaro
cantaba el verso
como una leyenda.
10
Y en ciénagas de jornadas
se cubría con heraldos
la frente.
Mi pueblo andaba...
con su verdad de acero.
15
Calentaba el fusil del odio
si le robaban la frontera
porque su pedestal
era la tumba del hermano.
El Chaco sonámbulo
20
sabía de la niebla
aferrado a su propio soldado
sin estrellas.
Mi pueblo era soberbio y puro
caminando sobre su propio llanto.
25
¡No podré olvidarlo!
—391→
Ritmo vulgar
Marchan
sobre los niños muertos.
Ríen
sobre el cadáver del hombre.
Caminan
5
sobre el dolor del pobre.
Asesinan
la verdad de Cristo.
Siguen marchando
lejos del corazón del poeta
10
porque lo inefable
no lo comprenderán jamás.
Marcha del hombre
Piel negra, blanca y amarilla.
Cruz liviana de madera.
Mujeres con banderas.
El niño subido en calesita
rompiendo las murallas.
5
Tambores. Esperanza.
Por último
los que sigan odiando.
Todas las manos blancas.
Mil brazos azules
10
a la barrera del sonido.
El rojo corazón a sangre viva.
Me olvidaba:
tú y yo las manos amputadas.
(Todos juntos)
15
Elsa Wiezell (1927): Poeta fecunda, tiene
innumerables libros publicados. En su mensaje se anudan lo místico con
un deseo de mejoramiento ético y social, de claridad difusa. Su
afán innovador en lo formal es admirable. Obras:
Poemas de un mundo en brumas,
Barro de estrellas,
Por las calles de Cristo,
Poema ciego,
Eco tridimensional, y otros muchos.
—392→
Carmen Soler. La
desconocida voz abroquelada por la distancia y el silencio. Representa, como ha
dicho de ella Augusto Roa Bastos, «la irrupción de la mujer como
poeta de combate».
Allí está, asilado en el ideal vacío
de realidades,
creando para el curioso mórbido extenuado,
para el hastío elegante
y el
snob cansado en su
postura.
15
—397→
Unido al histerismo miedoso y sin entrañas
empachado de sueños absurdos y aspirando
a lo absoluto inalcanzable.
Allí está, ¡extratérreo,
inhumano, delirante!
Amparado en lo mágico, en el misterio
fideísta,
20
en el inconsciente abisal y pavoroso,
no freudiano y sujeto al estudio y la experiencia
sino al cósmico, intocable, incognoscible
espiral de locuras...
¡Prudente neurosis la del arte
«puro»!
25
Exactamente cuando es peligroso
dar su nombre a las cosas,
descubre que es artístico hablar de vaguedades,
mistificar la vida, exhibir lo subjetivo
y crear símbolos nuevos en claves misteriosas.
30
¡Todo lo demás, es decir todo, la realidad,
lo vivo,
es tabú del arte «libre», esclavo de su
fuga!
El hombre es de tierra, yerma o florecida,
pero tierra.
Sus ojos de arena, incontable y movediza,
35
contemplan por igual la herida y las estrellas.
¡No hay medida que pueda
traspasar los límites humanos!
¡Todo está en el hombre, todo está en
la tierra,
proyectándose hacia el infinito!
40
Lo desconocido que aún nos esclaviza
mañana será el abecedario de los
niños;
ni brujerías ni magia: ciencia; y para matizar
la aridez de la ecuación exacta,
la fantasía poeta y creadora,
45
sin abismos misteriosos,
sin monstruos de infantiles pesadillas...
¡Luz! ¡Luz!, como clamaba Goethe;
¡todo debe ser iluminado
hasta que el hombre se sienta luminoso
50
aunque no se sienta nunca transparente!
No concebimos, ni podemos, ¡felizmente!,
conquistar el Todo definido;
sólo iremos ascendiendo y ascendiendo
escalera a los siglos, y cada paso
55
aliviará el paso de mañana.
Y nos liberaremos del temor primario, de la necesidad
—398→
que apremia, de la angustia inmediata.
¡Dominaremos las fuerzas oscuras que aún nos
gobiernan,
el mono ancestral que todavía puebla nuestros
sueños!
60
¡Por eso, ahora debemos, una vez más,
abrir las compuertas de la historia;
salvar al hombre de la angustia inútil,
sembrar el trigo del pan necesario
que destruya el hambre que destruye!
65
¡No cultivar flores de papel
en un jardín cerrado, mientras afuera crecen
las rosas de la sangre!
Es cobarde soñar cuando la necesidad
reclama el sueño, porque soñar es
fácil
70
y la vigilia es dura...
¡Sólo la inconsciencia adorna patios
pobres
con flores subjetivas,
robándole la tierra a la mandioca!...
Opio para el pueblo que pide
75
su pan de cada día...
Pero el hambre no duerme, ni espera,
ni entiende sofismas filosóficas
y artísticas caretas; es puro hambre,
¡hambre libre que corre por un mundo
80
que no tiene barreras para el hambre!
Aúlla libremente en nuestras calles,
a lo largo del río, en el monte, en el campo;
se pasea por rostros y por brazos,
nos mira desde todos los ojos,
85
nos habla desde todas las lenguas;
¡látigo diabólico de todos los
pigmentos!
Está azotando el cuerpo quebrantado,
blanco, negro o amarillo.
Está perdiendo el fruto de las madres,
90
americana, asiática, europea.
¡Está quemando el origen germinante
y la fuente nutritivas, aplastando
la libertad de carne, corrompiendo
el acto del amor, socavando
95
la simiente de las razas!...
¡Al aullido del hambre se estremecen las
piedras!...
¡Pero sigue impasible el corazón del
«arte»!
—399→
Arte «puro» y «libre». ¡Puro
cobardía!
¡Puro no enfrentar la realidad quemante!
100
¡Libre para olvidar, precisamente,
lo que el poderoso quiere que se olvide!
¡El horror está allí! ¡Lo vemos
todos
los que no tenemos el honor rentado!
¡En la arena del circo moderno,
105
el arte -payaso- hace piruetas
con un artístico espinazo
de manteca!
Más palabras mías
Perdonadme,
amigos literatos,
mis queridos amigos
académicos, perdonadme.
No seguí la «carrera» de poeta.
5
Crecí nomás con esta
vocación de recoger calandrias,
pero nunca supe
amaestrarlas.
Son incultas,
10
no hacen reverencias.
Son salvajes,
no pulen sus violines.
Son sencillas,
no se adornan con plumas alquiladas.
15
Por eso -perdonadlas-
su canto ineducado
es vivo e imperfecto.
¿Qué voy a hacer?
Si recojo palabras de agonía
20
no me fijo si suenan musicales,
y si encuentro esperanzas,
las reparto,
por más que no posean
las medidas exactas.
25
Entonces,
¡dejadme así!
—400→
Dejadme allí, en las calles,
con ellos, los sencillos.
Que Juan, María y Pedro
30
repitan mis canciones,
las lleven al mercado,
las metan en las fábricas,
las manden al obraje.
Dejad que las repitan
35
ahora y mientras tanto
les sean necesarias.
Después, mañana, pronto,
las habrán olvidado.
Y está bien así.
40
Y entonces,
perdonadme.
Perdonadme
que en medio del combate,
que en medio de las cárceles,
45
que en medio de las bestias que torturan,
que en medio de la noche y su acechanza,
que en medio de las víctimas y el miedo,
que en medio de la mugre y la vergüenza,
que en medio de la pólvora y el fuego,
50
que en medio del hambre y los lamentos,
y en medio de este mundo dislocado,
a veces pierda el ritmo
¡y no cuente con los dedos cada verso!
No tiene eso remedio.
55
¡No sé medir la sangre!
¡No sé contar las lágrimas!
¡No sé rimar el llanto!
Sangre cautiva
Sangre india, sangre india hay en mi pueblo.
¡Arde!
En el quebracho herido de mis selvas.
¡Sufre!
En el infierno verde del minero.
5
¡Gime!
—401→
En la boca de quejas sofocadas.
¡Hierve!
Ha mordido las entrañas de mi tierra.
¡Sube!
10
Masticando lentamente sus cadenas.
¡Ruge!
Impulsando la vida que amanece.
¡Grita!
Su derecho sagrado de ser sangre.
15
¡Libre!
Sangre india, sangre india hay en mi pueblo.
¡Lucha!
Carmen Soler (1924):
«Representa», como bien lo dice Augusto Roa Bastos, «por
primera vez en la literatura paraguaya la irrupción de la mujer como
poeta de combate». Y es, podríamos agregar, hoy por hoy, su mejor
expresión: violenta, en ocasiones sensible y sencilla, peregrina con
alta voz levantada por los ásperos caminos que conducirán a la
libertad de los hombres de su tierra. Su obra permanece aún dispersa en
periódicos y revistas. Vive fuera del país de obligada
manera.
—402→
Luis María Martínez
Cavador
Sólo soy un cavador paciente
de la soterrada aurora,
y que con cien manos, igual que Argos,
aliento darle el parto necesario.
Oficio
-¿Cuál vuestro oficio?
-Mi oficio: ¡arador!,
pero arador de nubes de tormentas,
de un cielo peligroso
con rayos de revolución y de hachas.
5
-Pues, serénese primero aquí
en este campo de hierbas rudas,
y tome ese caballo de madera...
A Elvio Romero
A ti te llamo ahora, Elvio Romero,
leal amigo de la primavera,
que huele a tierra esa tu voz sonora,
que es duramente fiel a lo guerrero,
para que veas aquí junto a mis uñas
5
ese dolor cruel de pueblo en vuelo,
que una guitarra sucia escoge y llora...
Pero mira también este ciruelo
que es... ¿sabrás acaso?
¡nuestra voz que ha crecido en su ribera!
10
—403→
Las alas
Las alas limpias suenan por el cielo.
Guarania, latitud, laurel y balas.
Mesa, patria, luciérnagas en vuelo.
Brigada azul y mástiles y escalas.
Las alas son las manos trabajando
5
con música, con sol y recipiente,
en tanto vanse al alba desgranando
estrellas de laurel sobre la frente.
Arenas que se pierden, humo y piedra,
por verídica lumbre de semilla
10
que asedia un pabellón claro y de acero;
mientras sólido rifle, ya sin yedra,
alza escarcha de luz a la mejilla
y pulso de metal y azucarero.
España vive
Sólo conozco a España por los libros;
pero siento como si allí estuviera,
y palpitara en mí,
la vida, la gran muerte española,
peninsular, reciente.
5
(Pero no fue una muerte total,
sino una crítica, notoria...
más bien, herida abierta).
Yo sé que la esperanza
-ese sonoro empuje de la vida-
10
crece con voz de pino fresco
y recorre los valles,
las montañas, las áridas llanuras,
los ríos con vocación de mar...
y su color es vino y olivo, entremezclados.
15
—404→
Ni aun la cárcel,
la bala que asesina,
ese terror color de plomo oscuro,
pueden contra su sol republicano
vestido de guerrilla.
20
Sufre España, grandemente sufre,
por valladar y mares...
La España, sí, la España,
de pastores y obreros,
de campesinos pobres y mineros,
25
la España de los altos trovadores.
Las garras de ultramar -las de las 13 bandas-
traen frías neblinas,
barro mortal
y espadas asesinas.
30
(Ay, del toro español
sin banderilla y sólo;
toro y torero en sombras...).
España no se ha muerto;
jadea de dolor pero no muere.
35
El clavel se prepara para una larga lucha;
el olivar se exalta;
trepida el naranjal que se colora en rojo;
el Quijote de lanza y armadura
no tan sólo español, sino del mundo;
40
las voces apagadas
por los oscurecidos fusileros
(la verde y clara voz de Federico,
la dura de Miguel desde la cárcel,
la dulce de Machado desde el Duero,
45
la de Seoane y Gómez
sin miedo frente al muro,
-¡hay tantas por nombrar
como una larga historia, inacabable!-;
las pobres gentes todas,
50
desde el minero al límpido marino gaditano:
¡vena y raíz de España,
guitarra y romancero!
—405→
Ella vive, no muere,
caminando en la sombra.
55
Ya pronto se dirá: «España vive
definitivamente junto al cielo...».
Al muro ciudadano
Sólo al muro le está dado decir:
«¡Abajo los tiranos!»,
porque nadie le puede
torcer, encarcelar las manos,
ni lentamente urdir
5
su muerte soberana.
Él está en la semana
parado como un rígido soldado
cumpliendo una misión de fuerza y vida,
para decir que el pueblo no está helado,
10
que hay una juventud atenta y aguerrida
que al porvenir lo atisba en su ventana.
Muro propalador,
¡cuántas verdades propaga tu pintura
cotidiana,
que el pueblo sabe entenderlo en tus mensajes
15
con rumores humanos de oleajes!
(Firme sigue en tu voz de piedra:
«¡Abajo...!»,
cuya evidencia es casi sobrehumana...).
De cadenas
Estamos tan llenos de cadenas,
de bosques de barrotes
y trampas medievales
de un maldito color,
que a veces siento al pueblo
5
querer tornarse un pleno
volcán exasperado
que escupe
su vieja rabia de sentirse en prisión...
—406→
Triste país sin vientos
Triste país sin vientos,
casi país sin cantos,
déjenme que le cante.
Mucho país del llanto,
poco país del viento,
5
déjenme que le llore.
Triste país sin nada,
caro país callado,
déjenme que le hable.
Lento país del día,
10
¡qué le pasa en su vida!,
déjenme que lo aliente.
Yerto país del fuego,
mucho país del cieno,
déjenme que lo mueva.
15
Déjenme que le diga
solamente estas cosas:
«No desfallezcas nunca,
nunca te pongas luto,
luto para tus años,
20
años para tus fuegos.
Fuegos ponle a tus vientos,
vientos que necesitas».
Ciego país y triste,
triste país y mustio,
25
déjenme que lo alegre.
Triste país sin vientos,
casi país del llanto,
déjenme que le cante.
Déjenme que le llore,
30
déjenme que le hable,
déjenme que lo aliente,
—407→
déjenme que lo mueva,
déjenme que lo alegre,
triste país sin vientos.
35
La puerta
La puerta está cerrada;
no hay manera de abrirla con unas simples manos de
paloma,
ni un hombre sólo puede usando una
ganzúa.
La puerta está cerrada marcial y firmemente,
porque algunos que dieron su miedo al muladar
5
y entrenaron su sangre en épicas tensiones
para abatir la puerta que clausura hasta el aire
hoy visten reposados su traje funeral.
Yo recuerdo y medito herido de tristezas;
sangro de pena, ardo de cólera y quedo más
caído
10
que una hoja abatida por un viento de otoño,
que esparce su tristeza respirando en la tierra.
¡Qué mal habremos hecho
para que el tiempo cierre tan fuerte nuestra puerta
y el miedo sea el aire que ronda nuestra casa
15
con un horario amargo que amarga nuestro aliento
y el vuelo sea un pálido recuerdo de paloma!
Yo no lo sé ni creo recordarlo.
La puerta está cerrada por hoy frente a
nosotros.
Abrirla es imposible con una sola mano.
20
Muchas manos lo pueden, y es cierto, lo podrán.
—408→
El trino soterrado
Y siempre así escondido,
agazapado siempre y soterrado,
sin que nadie conozca que canta,
que avizora, que ama, que atesora,
el futuro en su canto despreciado,
5
que en su modestia es algo,
que en el mañana del destino cierto
será una llama altísima y cimera,
acaso ese volcán de las alondras
donde el pueblo atorado
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se atorará de trinos liberados,
y se verá que ha sido...
que es ahora algo diferente,
y más mañana, trasmañana, en
años...
Y sin embargo ahora,
15
qué pobre trino indefendido, triste,
despreciado, evitado,
por los que no comprenden que es su trino,
tirado en el silencio del presidio,
asfixiado en la fosa del hospicio,
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pobre trino arrojado a la basura
de las prosternaciones y el desdoro,
conducido al patíbulo del llanto,
y allí sacrificado
maniatado y cegado previamente en el foso.
25
¡Pobre trino que sabe que su destino es grande!
¡Alto trino que sabe que su presente es pobre!
¡Grande trino que intuye que la lucha es su
vida!
¡Pobre trino que apura su vaso de cicuta!
¡Vivo trino que lucha, que luchará
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por verse seguro en su destino!
—409→
Luis María Martínez (1933):
«Se ha impuesto en el mundo poético de su país a
través de una obra en la cual se ve una permanente preocupación
con el pueblo. Publicando sus libros en ediciones casi anónimas,
consiguió afirmarse no sólo en el país, sino
también en el extranjero; de ahí que un conocedor de la
lírica latinoamericana como el belga Fernad Verhaesen escribiera lo
siguiente: ‘Una gran libertad de escritura y de sensibilidad se unen a la
inquietud humana y la naturaleza, con un soplo solo une en bellas
poesías’.
»La independencia y el coraje son elementos que se
pueden vincular a los que mencionan Verhaesen para dar la visión de un
poeta de los buenos -y de los menos conocidos» (Antología de la
poesía latinoamericana, 1950-1970, recopilado por Stefan Baciu, State
University of New York Press, E. U. A.).
Por involuntaria alteración del orden de páginas en el
original, 3 poemas de Santiago Dimas Aranda del I tomo quedaron con el texto
inconexo, por lo que en salvaguarda del autor, seriedad y contenidos, son
reproducidos nuevamente.
Ofrenda
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto
y un corazón bandera desplegado en el viento.
Los nuestros que roturan la noche tiempo adentro
nos hablarán de cómo se conquista un lucero.
Nos hablarán del hambre compartido, del verso
5
que en las picadas nace como un hijo a destiempo,
del sueño que cabalga sobre piernas de acero
trazando densos mapas en el silencio denso
del ñandutí que tiende su falda color malva
a lo largo del rumbo donde se filtra el alba.
10
Nos hablarán del rostro taciturno de enero
de la dura estrategia de medir con el cuerpo
los caminos por donde llegarán tiempos nuevos.
Y nos dirán de cómo, con los labios resecos
la canción es torrente con frescor de aguaceros.
15
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto
y en los ojos un río de rebelde misterio.
Es difícil; tenemos
en los pies el veneno de una brújula inquieta
en los brazos un mástil de irreducto madero.
20
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto.
Esta noche es coraje el que empuja mis huesos.
Es un grito que rompe la estrechez de mi cuerpo.
¡Es un grito de tierra que en los tuétanos
siento!
El silencio
Nadie comprende lo que está ocurriendo
en esta casa grande.
Los gritos prenden, corren, y de pronto
el tiempo vuela como un cisne grave.
Nadie comprende
5
aunque sufran todos de la noche al alba
aunque duelan cosas
aunque esté doliendo una tajada de hambre
en las amargas bocas
de los herejes de cualquier pelambre.
10
Ya no es sólo de pan que necesitan
los pequeños gigantes de esta casa.
Vivir ya no es guardar en alcancías
el guisante y su sal alquimizada.
Ya no es cubrir con ropa y con corbata
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una herida callada cada día.
No piden libertad los que soportan
vitalicia mentira sin sosiego
los callosos obreros, los maestros
sembradores antiguos, olvidados
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y obligados a seguir sembrando
sobre el parco terrón de los olvidos.
No se nutren de libertad los niños.
No se visten de pan los estudiantes.
No alimenta la esperanza al pueblo.
25
Un silencio caliente es el silencio
un silencio de tempestad latente
contra toda servidumbre y fuero.
Nadie comprende lo que está ocurriendo
en esta casa grande.
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Yo tampoco comprendo pero pienso
que dos y dos son cuatro desde siglos
(aunque el vivir no es suma sino resta)
que la verdad no es cuento ni es trofeo
que la felicidad es hembra recia
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que sólo por amor se acuesta
que en esta casa el tiempo no es amigo
y que la libertad no es el silencio.
El canto demorado
(A la gallarda y combatiente juventud de
mi tiempo)
Ahora que no he muerto de esperarte
reconstruyo mis días sin ojeras
descalzos y briosos que llegaban
cabalgando y cantando
con sus bravas cosechas estivales.
5
Incubado en tu barro -te confieso
enamoré a las flores de los cardos
y a las oníricas hembras de los pájaros
con quienes aprendí la artesanía
de la vida y el canto.
10
Y también aprendía que hacer la casa
acostarse
vivir
procrearse en el barro
serían meramente un sucio juego
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si no fuese humano.
El barro -digo-
enfurecido a veces como la sangre misma
dio símbolo a mis pies
raíz a mi vital madera
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asidero a mis manos que empujaban por la endiablada cuesta