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Juan KRUZ IGERABIDE, Breviario perplejo

Trea, Gijón, 2017, 108 págs.

También la revolución es el opio del pueblo.


La unanimidad fabrica monstruos. La inevitable discordia subsiguiente les da vida.


Hacerse partidario de alguien es el eludir responsabilidades mayores.


Todo es un peligro, sobre todo la seguridad total.


La indignación es un arranque. Si se estabiliza, es amargura.


Esa necesidad abstracta de hermanamiento humano y solidaridad. Esa necesidad concreta de imponerse al vecino.


El desmoronamiento lo provoca más un vacío que un empuje.


Del canibalismo solo hemos superado la fase de ingestión.


Cuando alguien tiembla ante ti, también tiembla tu suelo.


La vanguardia se suele sorprender mucho cuando se da de bruces con el trasero de la retaguardia.


El liberalismo es como una llamada que te hacen a cobro revertido. Puedes hablar cuanto quieras.


Primer objetivo educativo: salir indemne del sistema educativo.


La enseñanza pública universal es un gran logro social penitenciario. Analfabeto es un insulto que solo usa el analfabeto funcional.


La obsesión por proteger a los hijos hace que nos olvidemos de protegerlos de nosotros mismos.


El crimen perfecto es dejar que el cadáver siga viviendo.


La boca es una herida que no acaba de cicatrizar.


Un aforismo siempre cae de canto.


Un pensamiento profundo eriza la piel.


Morimos cuando estalla el vacío en el que vivimos.


Más allá de mi muerte está la vida de los que me sobreviven. Hay vida después de la muerte. Pero qué ajena es.


Un aforismo es la súbita aparición de un pez saltando del agua.


Lo único que renace de sus propias cenizas es el incendio.