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- XII -

Los gigantes de la naturaleza


Dibujo letra C

Celébrase una feria en la ciudad, y Enrique había ido con un tío suyo a comprar juguetes. Aquel chiquitín era tan amable y estaba tan bien educado, que a pesar de su tierna edad no causaba la menor molestia a las personas en cuya compañía se hallaba; de modo que la familia de su tío, encantada de sus gracias infantiles, le tuvo toda la tarde en su compañía y sólo se decidió a desprenderse de él después de haberle dado una buena merienda, cuando ya anochecía y empezaba a llover.

La madre preguntó si su hijo menor se había conducido bien, y al recibir excelentes informes acerca de su comportamiento, le colmó de besos y caricias.

Retirose el tío y Enrique empezó a enseñar sus juguetes.

Llevaba a la espalda una escopetita colgada con una correa, que le cruzaba el pecho como el portafusil de los soldados; en la mano, un paquete de bellísimos cromos que representaban los principales pasajes de la Historia Sagrada, y debajo del brazo una caja de madera.

-¿Qué hay en esa caja?, preguntaron a la vez Jacinto y Blanca.

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-Ahora lo veréis: esto es, precisamente, lo más bonito, contestó el recién llegado.

La madre abrió la caja y empezó a sacar de ella una colección de animales trabajados en marfil con suma pulcritud y esmero.

-¿Veis como no os engañaba?, decía el pequeñuelo saltando de gozo. Mira, Blanca, ¿ves? Este es un caballo, este es un galguito y esto, ¿qué significa con estos cuernos que parecen las ramas de un árbol?

-Este es un ciervo, respondió Jacinto.

-¿Y este otro, tan gordote y tan feo?

-Es un oso.

-Mira, mira, Jacinto, este es aún más feo, con unas narices que le llegan hasta el suelo.

Jacinto soltó una carcajada y contestó

-Este es el elefante, y lo que tú llamas narices es la trompa. Me parece que no esta proporcionado, porque es poco mayor que buey, y los elefantes son mucho mayores. ¿Verdad, mamá?

-Es claro que los fabricantes de juguetes no son muy escrupulosos en guardar las proporciones de los objetos. Imitan las formas, y creen hacer bastante. Aquí tienes un conejo que es poco menor que una cabra, dijo la interrogada.

-Pues eso es un mal, repuso Basilio, porque los pequeños, como éste, forman ideas falsas de las dimensiones de los objetos.

-Bueno, bueno, respondió Enrique, mi caja de animales es muy bonita. Ya quisierais vosotros tenerla. En aquel momento llamaron a la puerta.

-¡Ah, ja! Ya está aquí papá. Esta noche, como llueve, no volverá a salir y la caja con el elefante vendrá de molde para preguntarle acerca de los animales de gran tamaño, porque aquello de los microbios me dejó medio asustado. Lo malo es que este chiquillo nos estorbará.

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-¿Quién? ¡Yo! No os estorbaré mucho, porque no tengo gana de cenar y tengo sueño. En viendo a papá y enseñándole mis juguetes, si mamá me lo permite, me iré a la cama. Pero eso sí, me llevaré la caja.

-Si papá no te manda que la dejes. Enrique miró a su madre con sobresalto.

-No se lo mandará, porque si quiere explicarnos lo relativo a un animal no necesita tenerlo a la vista.

-Bueno, pues le preguntaré dónde se crían los elefantes, qué tamaño tienen y para qué sirven, dijo Jacinto.

En aquel momento entró el padre, que venía de dejar su abrigo y su paraguas; los hijos mayores le besaron la mano, el pequeño levantó los bracitos hasta que él se bajó lo bastante para que ciñese su cuello, le contó lo que ya saben mis lectores, le enseñó los regalos con que le habían obsequiado; y su mamá lo llevó a la cama.

Poco después Jacinto formuló su pregunta; y el amable caballero se explicó de esta manera:

-Dos especies de elefantes se conocen. Ambas tienen ciertos caracteres que les son comunes, como es la trompa a la que decís que Enrique ha llamado nariz, no tan disparatadamente como creéis, y los incisivos (vulgarmente llamados colmillos) de la mandíbula superior, salientes y que crecen toda la vida.

En Zoología... Ya veo, Jacinto, que abres la boca para preguntar «¿qué es Zoología?», pues, la parte de la Historia Natural que trata del reino animal. En Zoología, como iba diciendo, se le conoce por proboscídeo porque proboskis en griego significa nariz, y la trompa no es más que una prolongación de ésta. Se divide dicha trompa en dos tubos y termina en un apéndice móvil y digitiforme, esto es, en forma de dedo. Así dispuesta, constituye un excelente órgano de tacto, olfato y prensión.

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-¿Qué quiere decir eso?, preguntó Blanca.

-¿Cuál es en ti el órgano del olfato?

-La nariz.

-Pues para él la trompa. ¿Y en qué parte de tu cuerpo reside la facultad de conocer si la superficie de un objeto es suave o áspera, blanda o dura, y está fría o caliente?

-En todas, pero particularmente en las manos.

-Pues eso es el tacto, y él lo tiene en la trompa. ¿Y la facultad de tomar y retener un objeto cualquiera?

-En los dedos.

-Pues eso es la prensión. El elefante lo mismo mata un hombre, cuando está enfurecido, con un golpe de su trompa, o arranca un robusto árbol, que toma un niño y le coloca sobre su lomo o coge para llevar a la boca cualquier objeto, aunque sea diminuto, un grano de arroz, por ejemplo; de manera que la fuerza que reside en este apéndice de la nariz del bruto cuya descripción nos ocupa, no excluye la delicadeza de su tacto.

He dicho que había dos especies de elefantes, y en efecto, unos son los de la India, que tienen la frente cóncava y los colmillos y orejas pequeños; y la otra especie es la de África, cuya frente es convexa y los colmillos y orejas grandes.

Unos y otros, sin ser hermosos son admirables por su corpulencia, por la majestad de sus movimientos, por la tranquilidad de sus costumbres, la frugalidad de su régimen alimenticio y la docilidad con que se someten al hombre, a quien son tan superiores en fuerza muscular.

Los elefantes viven en los bosques pantanosos de la zona tórrida, o en las grandes islas del mediodía de la India; estos son los de una raza, y los de la otra en África, desde el Senegal hasta el Cabo de Buena Esperanza. Los hombres de este último país no sacan provecho alguno de un animal tan útil: pues unos pueblos le   -138-   adoran atribuyéndole virtudes y cualidades maravillosas y otros le alejan para que no tale sus plantaciones, dejándole completamente libre.

Ellos viven en sociedad formando agrupaciones, de cada una de las cuales se constituye jefe el macho más entrado en años.

En cuanto a los indios, se aprovechan de él haciéndole servir para el tiro y para la carga. Un solo elefante conduce fardos enormes, arrastra cualquier vehículo por pesado que sea, y no obstante su gran masa, aventaja en la carrera a los caballos, aunque éstos corran al galope.

La caza del elefante es difícil y peligrosa, pero una vez reducido este animal a servidumbre, es dócil y pacífico y nunca se rebela contra sus poseedores.

Los antiguos llevaban a la guerra ejércitos de elefantes amaestrados, cada uno de los cuales conducía sobre sus lomos una pequeña fortaleza guarnecida por ocho o diez combatientes. Los formidables golpes de su trompa eran capaces de derribar a los más temibles enemigos, y muchas veces su sola presencia sembraba el espanto en las fuerzas contrarias, poniéndolas en precipitada fuga.

Cuenta la historia que Pirro se presentó en la batalla de Heraclea hacia el año 288 antes de Jesucristo, con sus elefantes de guerra, alcanzando (gracias a estos poderosos auxiliares) completa victoria sobre el cónsul romano Levino.

La dureza de su piel les servía de escudo, haciéndolos poco menos que invulnerables, pues, como ya sabéis, entonces no existían las armas de fuego, ni mucho menos los torpedos y otras invenciones modernas, a las que no resisten ni los buques blindados con gruesas planchas de acero.

Mas de una vez la aparición de los elefantes descorazonó, pues, a las legiones romanas, tan valientes como   -139-   soberbias cuando de pelear con hombres se trataba; pero que se hallaban sobrecogidas a la vista de un bruto menos que desconocido y al que juzgaban invencible por su fuerza, su resistencia y su tamaño.

Hoy los elefantes son empleados por los indios en la caza del tigre y el león, además de hacerlos servir para el tiro y la carga como queda dicho; y de sus colmillos se saca el marfil, artículo muy apreciado por su blancura y su dureza. Los chinos le trabajan con gran primor e inagotable paciencia formando de él pies y varillaje de abanicos, cubiertas de libros, tarjeteros, cajas de mil formas y destinadas a diversos objetos, y juguetes preciosos delicada y prolijamente adornados con paisajes, árboles y figuras de hombres y animales. Estos mismos juguetes que ha traído vuestro hermanito son de marfil.

-Bien está, papá mío, dijo Blanca, nos ha hablado usted de un animal de cuatro patas, gigantesco...

-Los animales de cuatro patas se llaman cuadrúpedos, interrumpió Basilio.

-Ahora díganos usted si hay también aves de gran tamaño, continuó Blanca.

Águila

Águila

-Las hay en efecto, contestó el padre; por ejemplo el águila, llamada reina de las aves, no precisamente porque sea la mayor en estatura, sino por su aspecto majestuoso, por la rapidez de su   -140-   vuelo y la inmensa altura a que se remonta, por su fuerza muscular y su vista perspicaz y penetrante que se fija en el Sol sin deslumbrarse. Mide frecuentemente unos dos metros desde la punta de una de sus alas hasta la extremidad de la opuesta.

-¿Habrá, pues, otras aves mayores?, preguntó la niña.

Avestruz

Avestruz

-Indudablemente: el avestruz, originario del África y de los desiertos de la Arabia, es realmente el gigante entre las aves; alcanza a veces dos metros de altura; pero al contrario del águila, tiene las alas tan cortas que no le sirven para el vuelo. En cambio es velocísimo en la carrera, pues los caballos a escape no pueden seguirle y aun cuando se diera el caso de que uno de estos nobles cuadrúpedos siguiera a un avestruz,   -141-   el primero tendría que rendirse a la fatiga, mientras el segundo atraviesa, en su rápida e incansable marcha, desiertos arenales sin que el hambre ni la sed consigan postrarle.

Los orientales le llaman ave camello, y en efecto la longitud de sus piernas y la pequeñez de su cabeza le dan alguna semejanza con dicho animal, en cuanto puede existir parecido entre un cuadrúpedo y un ave, pudiendo, asimismo, compararse en la ligereza de su marcha y en el sufrimiento de las privaciones. También sobre el lomo de un avestruz domesticado monta un indio, y es llevado a larga distancia, a través de abrasados desiertos sin agua ni verdura.

-¿Y no sirven para nada más los avestruces?, dijo Blanca.

-Su inteligencia, continuó el padre, es escasa, su timidez extremada, no sabiendo defenderse de los que intentan dañarle y apelando a la fuga en todas ocasiones.

Moisés había prohibido a los hebreos alimentarse con la carne de avestruz, los mahometanos también la tienen vedada, como la de cerdo, los romanos por el contrario eran muy aficionados a ella; hoy día los árabes tampoco la comen y se aprovechan únicamente de su grasa para fricciones, ya con objeto de dar lustre y elasticidad a su piel, ya para curarse el reumatismo y otras enfermedades.

-Papá, preguntó Blanca, y entre los animales que viven en las aguas ¿cuál es el más gigantesco?, sin duda la foca marina, de que nos habló usted en otra ocasión.

-No por cierto. Hay otro muchísimo mayor también mamífero que es la ballena, la cual mide a veces 18 o 20 metros de longitud.

-¡Dios mío! Como una casa, observó Blanca.

-¡Y para qué sirve este animalucho tan grande?, interrogó Jacinto.

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-Las ballenas, enormes cetáceos, respondió el padre, se crían en los mares del Norte. Los marinos inexpertos las han tomado a veces por pequeños islotes; pero los pilotos de los buques balleneros no equivocan jamás aquella enorme masa flotante con ningún otro objeto. Además, con frecuencia saca afuera la cabeza para respirar, otras veces se endereza verticalmente, sacando la mitad superior del cuerpo, y después se deja caer de lado, con grande estrépito y agitación de las aguas. La delatan, asimismo, dos surtidores de agua que salen de sus fosas nasales, casi unidos al principio y que se van separando en forma de V.

Los barcos pescadores rodean al monstruo, el arponero lo arroja su arma que es un hierro fuerte y agudo, de la figura de una flecha, el animal herido se zambulle para huir de sus perseguidores; pero le es imposible escapar porque el arpón va unido a un largo cable a cuyo extremo hay un tonel vacío que no se sumerge y flotando en la superficie del mar indica el sitio y la dirección del animal. Éste, después de permanecer algunos minutos debajo del agua (media hora lo más), se ve precisado a sacar la cabeza, pues respira el aire atmosférico, y no como los peces la cantidad de este fluido que contiene el agua; entonces le tiran otro arpón, si el primero se ha quedado clavado, y esto se repite hasta que el cetáceo, desfallece por la pérdida de sangre y queda tendido y flotante a merced de sus enemigos.

-Pero bien ¿qué hacen con él, para qué sirve?, insistió Jacinto.

-Tiene la ballena, continuó su padre, formado el paladar de unas láminas córneas que se dividen en barritas filamentosas, y son las que, tomando la parte por el todo, designamos con el nombre de ballenas y sirven para corsés, armazones de paraguas y otros usos semejantes. Su grasa o aceite, que se vende a buen precio, sirve para el alumbrado; pues las bujías, que están   -143-   hechas de esperma o grase de ballena sin mezcla ni adulteración, son las mas bellas, dan una luz sumamente clara y no producen humo ni desagradable olor.

Además los farmacéuticos y los perfumistas emplean esta materia para la confección de ciertos ungüentos y pomadas, siendo difícil de reemplazar por su incomparable suavidad y frescura.

-Ahora, papá, díganos usted algo de los gigantes del reino vegetal, dijo el más curioso y preguntón de los niños, que, como ya habrán observado nuestros lectores, era Jacinto.

-Los árboles más gigantescos se producen en los bosques vírgenes de la zona tórrida. La caoba, por ejemplo, que conocéis perfectamente, pues de esta madera es la mayor parte del mueblaje de nuestra casa, es un árbol muy corpulento que se cría en la Isla de Cuba, en Honduras y en otros países. Creo que os habéis fijado en su hermoso color y en el pulimento de que es susceptible, pulimento y brillantez que si con tiempo se oscurecen un poco, reaparecen en cuanto se frota el mueble con un trozo de lana ligeramente untado en aceite y después con otro enjuto.

En la India, se produce el ébano, árbol también de grandes dimensiones que da una madera negra, dura y brillante, la cual algún día constituyó en España la única madera de que se construían muebles de lujo, dando nombre a los industriales que trabajan en madera fina. Magnífico es un mueblaje de ébano, y aunque ha caído algo en desuso en nuestros días, no debe esto atribuirse a que se desconozca su mérito, sino más bien al gran coste de tan precioso artículo; y la prueba es que le vemos empleado en objetos pequeños, como bastones, abanicos, cajas o cofrecillos para guantes, pañuelos, etc.

Majestuoso cual ningún otro árbol es el cedro del Líbano, monte de la Judea. En las vertientes de esta   -144-   empinada montaña, tan célebre en la Biblia, existían bosques enteros de cedros de elevadísima talla, pues llegaban a medir treinta metros de altura por diez o doce de contorno, y eran muy apreciados por la dureza de su madera que se tenía por incorruptible.

Tú, Blanca, que tan aficionada te muestras a la Historia Sagrada, quizá sabrás que en el maravilloso templo que Salomón mandó construir en Jerusalén no se empleó otra madera que la rica y costosa de cedro.

-No lo recuerdo.

-Hoy aquellos inmensos bosques del gigantesco vegetal no existen ya, y se encuentran ejemplares en otros puntos, pudiéndose aclimatar en Europa. Parece haber seguido la suerte de los judíos sus compatriotas, que se hallan diseminados por todo el mundo.

Otros dos árboles muy notables son el baobab y el vellingtonia gigantea. Del primero os diré que puede llegar a la edad de 6 mil años y que muchas de sus ramas miden 20 metros de longitud: el tronco tiene de 10 a 12 metros de circuito de suerte que para abrazarlo se necesitarían unos 3 hombres con los brazos extendidos dándose las manos. El vellingtonia gigantea se encuentra en California y mide hasta 130 metros de altura: es el vegetal más elevado que se conoce y os formaréis idea de sus extraordinarias dimensiones sabiendo que con el tronco vaciado de uno de ellos, se hizo una sala en que cupieron 140 niños.

Baobab

Baobab

-¡Qué barbaridad!, exclamó Jacinto.

-Ya que de grandes plantas nos ocupamos, no puedo menos de mencionar, y con esto concluyo mi explicación, el cocotero.

cocotero

Cocotero

Ya conocéis su fruto. El árbol es notable por sus dimensiones, porque alcanza muchas veces de 20 a 25 metros de altura; sus hojas son grandísimas, pues suelen medir tres o cuatro metros de largo por uno o poco menos de ancho. En las islas Oceánicas abunda este utilísimo   -145-   vegetal, cuyo cogollo es comestible y casi tan sabroso como la rica almendra que encierra el coco, el líquido que hay en la parte interior de éste es una bebida   -146-   refrigerante; el tronco da excelente madera de construcción, y cuando es tierno y se hacen en él incisiones, se obtiene otro líquido de muy grato sabor que destilado si convierte en aguardiente de superior calidad; de las flores sale un jugo que acedado es muy buen vinagre; con las hojas cubren los indios sus chozas; con la parte leñosa de la corteza del fruto se hacen vasijas, juguetes y otros objetos, y, por fin, la almendra, no sólo es un alimento muy agradable, como ya sabéis, sino que de ella se extrae un aceite que sirve para la fabricación de bujías y de excelente jabón.

-¿Ve usted, papá mío? Ya decía yo que las cosas grandes eran más útiles que las pequeñas, observó Blanca.

El padre se sonrió y dijo:

- Acerca de las excelencias del reino vegetal, voy a recitaros un




Soneto


El cedro erguido, la gentil palmera,
la encina secular del bosque umbrío,
el frutal, que produce en el estío
la endrina dulce y la sabrosa pera;

La flexible y graciosa enredadera
cuyo tallo se mece en el vacío,
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la flor que brota junto al claro río
y él musgo que tapiza la pradera;

Todo es obra del genio Soberano
que desde el alto celestial asiento
el orden establece y la armonía;

Y el repartirlo con fecunda mano
dio a los hombres albergue y alimento,
sombra y solaz, perfume y ambrosía.

Hoja y flor de baobab

Hoja y flor de baobab



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