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- XIX -

La marina. La brújula


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¿Sabe usted, papá, que el otro día dejó muchas carreras sin explicar?, decía Jacinto.

-Hijo mío, os hablé en general de las más comunes para que fuerais examinando vuestra vocación y preparándoos con los estudios que para la mayor parte de ellas son necesarios; pero no es posible que en una breve explicación abarque todas las profesiones, artes y hasta oficios a que un joven instruido puede dedicarse.

En el mutuo comercio humano y en el actual estado de la civilización, son muchas las ocupaciones que brindan al hombre ocasión de prestar servicios a sus semejantes, adquiriendo, al propio tiempo, honra y provecho.

-Pero la carrera de telégrafos, que necesita estudios especiales, no le mereció a usted particular mención, y habiéndole preguntado a mamá nos habló de ella.

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-¿Pues qué más, quieres?

-Es que hay otras. Por ejemplo, la marina, que por cierto me llama mucho la atención, pues me encanta ver un oficial de marina con su bonito uniforme, su elegante gorrita y pensar que se lanza en su buque a recorrer los mares, arrostrando las tempestades.

-Creía que no te gustaba ser militar.

-Le diré a usted: lo que no me gusta es andar a tiros con los hombres que en una guerra civil pueden ser mis compatriotas, mis paisanos y aún mis parientes; y aun cuando sean de otro país, no me gusta, digo, mandar hacer fuego y que caigan gravemente heridos o muertos algunos de mis semejantes, y francamente, tampoco me gustaría que me matasen a mí de un balazo, y menos todavía, que me llevasen brazo o pierna y me dejasen estropeado para toda mi vida.

-Pues sepas que esos oficiales que tú ves con levita y gorra de uniforme pertenecen a la marina de guerra, de manera quo no tan sólo tienen que luchar con las tempestades y arrostrar los furores de la naturaleza, más terribles e incontrastables que los de los hombres, sino que también han de andar a tiros con sus semejantes; ya se encuentren dos escuadras enemigas frente a frente, ya reciban orden los jefes de un buque de bombardear una plaza, que desde sus fuertes hace también fuego contra los barcos que la hostilizan.

-Yo no he visto nunca un barco por dentro, dijo Blanca, así es que le agradecería a usted mucho que nos explicase cómo son, en qué consiste que anden, y cómo se inventó la navegación.

-Os llevaré a ver un buque mercante y otro de guerra, y entretanto, escuchad:

Así como las primeras habitaciones fueron chozas formadas de ramaje y se han ido perfeccionando hasta convertirse en templos y palacios de jaspes y mármoles labrados, también la náutica tuvo su origen en la observación que se hizo   -226-   de que un madero sobrenadaba y era conducido por la corriente de un río. Cortando tablas, y uniéndolas fuertemente por medio de cuerdas, se formaron rústicas balsas: después se discurrió el cubrir las embarcaciones y así se navegó, pero solamente en una dirección; siendo preciso para volver el barco al punto de partida, ligarle cuerdas o cadenas y arrastrarle desde la orilla, tirando de ellas hombres o animales. Pensose después en utilizar la fuerza del viento, con lo cual se conseguía el bogar no sólo en los ríos, contrastando la corriente, sino a través de los mares procelosos; y se fabricaron buques de vela, empezando por pequenos esquifes y llegando a construirse magníficos navíos que son arrastrados con gran velocidad por sus hinchadas velas de lona.

-Pero si querían dirigirse, por ejemplo, a Oriente y el viento soplaba de Occidente, ¿cómo lo hacían?, preguntó Jacinto.

-Lo que hacían y hacen, respondió el padre, pues todavía hay barcos de vela, es no moverse del puerto mientras soplan vientos contrarios, y aprovechar los favorables para hacerse a la vela.

-¿Y los contrarios les sorprenden en medio del viaje?

-Si los sorprenden en alta mar, recogen las velas y esperan que el viento cambie.

-Así necesitan perder mucho tiempo.

-Para obviar esos inconvenientes, se aplicó el vapor al arte de navegar, pues este medio de locomoción es rápido y constante.

-¡El vapor!, dijo Blanca meditando; parece imposible que una cosa tan tenue y tan ligera pueda mover barcos y otras cosas.

-Sí, mujer, respondió Basilio, eso todos lo sabemos. El agua desprende vapores a todas temperaturas; calentándola a 100 grados, hierve y entonces la producción del vapor es muy grande. Si esto es verifica en una vasija destapada, no ocurre nada de particular: el vapor, ligero y tenue, se eleva   -227-   y se desparrama por la atmósfera. Pero si la vasija es cerrada pugna por salir y ejerce, por consiguiente, una presión contra las paredes; presión que es tanto mayor, cuanto más se eleve la temperatura y que puede ser causa de la explosión de la vasija.

Esta gran tensión que adquiere el vapor encerrado es la utilizada en las máquinas de vapor para poner en movimiento el eje principal, el cual por medio de ruedas que engranan unas con otras, mueve ya los telares y cualesquiera aparatos de una fábrica, ya un tren de ferrocarril, ya un buque, etc. ¿Lo he explicado bien, papá?

-Medianamente. Hoy existen buques de vapor; tanto de guerra, los cuales suelen estar blindados, esto es, forrados con gruesas planchas de cobre, como mercantes, es decir, destinados a conducir los géneros que abundan en un país a otro que carece de ellos; hay también vapores correos, que salen con perfecta regularidad de nuestros puertos, conduciendo la correspondencia a todas las poblaciones marítimas del mundo, y regresan también periódicamente al punto de partida. Estos admiten, generalmente, carga y pasajeros; y tanto los que acabo de indicar como los del comercio y de guerra, se construyen hoy con el mayor lujo, disfrutándose durante el viaje de todas las comodidades que pueden gozarse en tierra.

Sus cámaras de finísimas maderas están alfombradas, sus lechos son cómodos, su sillería elegante y su comedor magnífico, con rica vajilla, y tan bien servido como el de una buena fonda.

-De modo, dijo Jacinto, que los pasajeros podrán hacerlo todo menos pasear.

-Pasear por un bosque o por una alameda no, pero sí sobre cubierta.

-Lo que no podrán es oír misa, observó Blanca.

-También, porque hay capellán y oratorio.

-¿Y médico?

-Sí, y también botiquín.

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-Pues diga usted que es un pueblo.

-Sí, un verdadero pueblo flotante. Ahora querréis saber cuando están en alta mar cómo lo hacen, para no equivocar su derrotero; pues el que viaja por el ferrocarril o la carretera, además de los pueblos, caseríos, valles, bosques y montañas, que sucesivamente encuentra y deja atrás, tiene los postes de piedra o de madera que, al lado de la vía colocados, señalan los kilómetros recorridos; pero en la inmensidad de los mares, cuando no se ve más que la llanura sin límites del océano y la bóveda azul que en el horizonte se confunde con ella, no podría precisarse el punto en que se encuentra la embarcación si no fuese por la brújula.

-He oído hablar de la brújula, dijo Basilio, pero no sé bien lo que es.

-Yo, ni bien ni mal, añadió Jacinto.

-Habéis oído hablar también del imán, sin duda alguna.

-Sí, señor, pero tampoco sabemos lo que es, repuso el niño.

-Pues es una piedra negruzca que tiene la propiedad de atraer el hierro, cualidad que, si hemos de creer a la tradición, se descubrió de un modo que llamaríamos casual, si no estuviéramos convencidos de que nada hay casual en el mundo, sino que todo es obra de la Providencia.

Cuéntase que un pastorcillo llamado Magnés apacentaba sus ganados en el monto Ida, en Grecia; y que habiéndosele extraviado una oveja, el pobre zagal que la buscaba en todas direcciones, quedó aterrado al llegar a cierta parte del monte y encontrarse clavado en el suelo, sin poder avanzar ni retroceder un solo paso; y no sólo sus pies estaban como adheridos a las peñas, sino también el cayado en que se apoyaba. Como habréis comprendido ya, el prodigioso suceso se explica diciendo que el calzado del pastor estaría claveteado de hierro, y que la piedra que había pisado era la que hoy llamamos imán y que tomó su nombre precisamente de Magnés, que, como he dicho, era el que llevaba el pastor a quien se debe el descubrimiento.

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-¡Pobre muchacho, dijo Blanca, cuán pasmado se quedaría el pobre! ¿Y cómo salid de allí?

-La historia no dice, continuó el padre, si dio voces y vino gente, o si abandonó el cayado y los zuecos o zapatos y se fue descalzo a continuar la persecución de la res fugitiva; el caso es que desde entonces se conoce el imán y sus propiedades, siendo la más notable la de atraer el hierro.

Aquél era un imán natural, pero hoy el hombre confecciona imán artificial, es decir, magnetizan o imanan (pues de las dos maneras se dice) una varilla de acero o de hierro, y adquiere las mismas propiedades que aquel cuerpo; pero hay dos clases de fluido magnético, llamados respectivamente positivo y negativo. Ahora bien, los fluidos de un mismo género se rechazan y los de diferente género se atraen mutuamente. En una varilla imantada, un extremo tiene el fluido positivo y el otro el negativo, quedando equidistante de ambos una línea que se llama neutra, en la cual el imán no ejerce atracción, porque se neutralizan las dos fuerzas.

-Pero ¿y la brújula?

-La brújula es una flecha o una aguja que podría tener otra forma cualquiera, que está imantada. Considerando la Tierra como un inmenso imán, sus polos son los extremos a que acuden los fluidos y el Ecuador es la línea neutra; por eso en el hemisferio Norte la brújula vuelve siempre un extremo hacia el pelo Norte; y en el hemisferio meridional, la vuelve hacia el polo Sur, que es el más inmediato.

Nosotros, interrumpió Jacinto, ya sabíamos que la Tierra era una grande esfera, que el Ecuador era la línea que la dividía en dos partes iguales llamadas hemisferios, y que los polos eran los extremos de la Tierra; pero no sabíamos en qué consistía la brújula, ni sé aún por qué ni cómo vuelve.

-En la mayor parte de los descubrimientos humanos, la práctica ha precedido a la teoría, es decir, que se ha observado un hecho constante, un fenómeno cualquiera, y los hombres sin saber la causa de aquel hecho o las leyes a que obedecía el fenómeno, han sacado de él la utilidad que podía   -230-   proporcionarles; después los sabios lo han estudiado, lo han comprendido hasta cierto límite, pues siempre quedé en la ciencia un punto oscuro, como si Dios quisiera recordarnos nuestra pequeñez o insuficiencia; y al paso que han indagado las causas, han utilizado con más conocimiento los efectos.

Antes de que se conociera la ley de la atracción de los cuerpos, y antes de que se descubrieran las propiedades de los imanes, y cuando no se consideraba aún la Tierra como un imán inmenso, se observó que una aguja que se hubiese rozado por un extremo en esta materia, volvía siempre aquel extremo hacia el Norte; y de esta observación dedujeron que se podría formar un aparato cuya parte principal fuese una aguja imantada, colocada de modo que pudiese girar libremente, y que, hallándose siempre vuelta hacia dicho punto, indicaría la dirección que seguían los viajeros por mares o tierras desconocidas.

Principio de la brújula

Principio de la brújula

Nada más sencillo que disponer un vaso lleno de agua y colocar en él la aguja indicadora, flotando en una madera ligera o en un corcho; hízose así, y existió la primera brújula. Después se discurrió colocar la aguja sobre un eje puntiagudo, situado en el fondo de una cajita que se cubre con un cristal; feliz invención que se atribuye generalmente a un marino napolitano llamado Flavio Gioja. Sucesivamente se fue perfeccionando el aparato, y hoy se construye de un modo análogo; pero poniendo en el fondo de la caja la rosa de los vientos, que no es otra cosa que una estrella de 32 puntas, una de las cuales corresponde a la de la aguja (que tiene la forma de una flecha): ésta tiene una N. e indica el Norte; la otra al extremo opuesto y se indica con una S., pues señala el Sur o mediodía; otra a la derecha, que se marca con una E, pues señala el Este o Levante; otra a la izquierda, que tiene   -231-   una O, que quiere decir Occidente o Poniente; equidistantes de éstas están las que señalan el N. E. que se lee Noreste, etc.; en los puntos intermedios las otras 8, y finalmente otras 16 en los que median entre los 16 anteriores.

Brújula

Brújula

-Esa rosa de los vientos, cualquiera puede dibujarla sabiendo un poco de Geometría, dijo Basilio.

-Y diga usted, papá, preguntó Jacinto, ¿Cristóbal Colón llevaría brújula?

Carabelas de Colón

Carabelas de Colón

-Sí por cierto; sin su auxilio no se hubiera arriesgado a un tan largo viaje por mares remotos y desconocidos. Con todo, fue extraordinario su valor de lanzarse en alta mar con tres carabelas, que son buques pequeños.

-Yo creía que los marinos consultaban el Sol de día y las estrellas de noche, y así se orientaban en su rumbo.

-Esto sucedía en efecto, antes de inventarse el aparato de que hemos hablado; pero en un día de niebla o en una lóbrega noche, el Sol y las estrellas se ocultan a nuestros ojos; y cuando un buque, después   -232-   de haber sido desviado de su derrotero por la fuerza del viento y de las encrespadas olas, queda sobre un mar negruzco y bajo un cielo plomizo con un horizonte oscuro, ¿cómo se orientarían el capitán y el piloto, mientras no se descubrió el sencillo mecanismo que hoy le guía a través de la oscuridad?

-Y sin brújula, ¿cómo se sabe dónde está el Norte, el Sur, etc.?, preguntó Blanca.

-Si papá no quiere molestarse, yo, te lo explicaré, respondió Basilio.

Accedió el padre, y el muchacho se explicó así:

-El Oriente, y de aquí viene la palabra orientarse...

-Yo no decía el Oriente, sino el Norte.

-Calla, mujer, sabiendo dónde está uno de los cuatro puntos cardinales, se sabe todo lo demás.

Modo de hallar los puntos cardinales

Modo de hallar los puntos cardinales

-¡Si es más tonta!, dijo moviendo la cabeza Jacinto, con ademán desdeñoso.

-Decía, continuó Basilio, que el Oriente corresponde al punto por donde sale el Sol...

-Pero el Sol no sale siempre por el mismo sitio.

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-Es cierto, el punto por donde sale el Sol en el equinoccio de primavera.

-¡Ah! ¡ya!, sobre el 21 de Marzo.

-Justamente. Si estamos de cara a este punto tendremos el Occidente a nuestra espalda, el Norte a la izquierda y a la derecha el Sur o Mediodía.

O bien, si te sitúas de modo que tu derecha se dirija a Oriente y tu izquierda a Occidente o Poniente, que es el punto en donde se pone el Sol el 22 de Septiembre; tendrás enfrente el Norte, y a espaldas el Sur.

-Ahora sí que lo entiendo. La segunda explicación podías haberla ahorrado, pues es igual a la primera.

-¿Para qué más sirve la brújula?, interrogó Jacinto.

-¿Sabes lo que es un túnel?, preguntó a su vez el padre.

-Ya lo creo. Cuando viajamos en el ferrocarril, vemos que encienden los farolillos siendo de día, y digo yo: ahora vamos a pasar un túnel. En efecto, silba la máquina y entramos en un sitio oscuro donde, si no fuera por la luz de los faroles, todo estaría negro como a media noche, aún peor, porque no se ven las estrellas; el tren allí dentro hace más ruido, vuelve a silbar la máquina, salimos y volvemos a ver la hermosa luz del Sol.

-Bien explicado. Pero, ¿sabes por qué está allí el túnel?

-Usted me dijo un día que, encontrándose alguna montaña en el sitio por donde tiene que pasar la vía, el rodearla costaría tiempo y dinero y sería causa de que el trayecto fuese más largo; y para evitar esto se horada la montaña, formando un camino subterráneo que es el túnel.

-¿Y cómo se puedo horadar una montaña?, preguntó Blanca.

-Las rocas más duras se hacen saltar valiéndose de una materia explosiva, pólvora o dinamita, el ingeniero y sus operarios abren aquella vía en las entrañas del monte, y en la profunda oscuridad que allí reina, la brújula, como la mano de un sabio, mejor diría, como el dedo de Dios, los guía marcándoles la línea recta, que (como sabéis, es siempre   -234-   la más corta que conduce de un punto a otro) para llegar a la boca que se han propuesto abrir como término de aquella vía subterránea, y para que el tren pueda seguir marchando a la luz del día, como ha dicho Jacinto.

Ya veis, pues, que, el que viajemos cómodamente, con rapidez y seguridad por mar y tierra, se debe, como otras tantas ventajas que disfrutamos, por una parte, a las maravillosas propiedades de que Dios ha dotado a la materia inanimada que nos rodea, y por otra, a la inteligencia con que ha enriquecido al hombre para estudiarlas.

-Bendigamos su Providencia infinita, dijo Flora que con el niño menor dormido en su regazo había escuchado las explicaciones de su esposo. Ahora, añadió, vamos a descansar, para madrugar mañana y entregarnos a nuestras respectivas ocupaciones.

Dibujo



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