21
Por la Europa católica, ed. cit., p. 249.
22
Al pie de la torre Eiffel (Crónicas de la Exposición), Madrid, La España Editorial, s. a. [1889], p. 95.
23
Al pie de la torre Eiffel (tomo XIX de Obras Completas), ed. cit., p. 189, y Por Francia y por Alemania (Crónicas de la Exposición), Madrid, La España Editorial, s. a. [1889], p. 1.
24
Al pie de la torre Eiffel (Crónicas de la Exposición), ed. cit., p. 107.
25
En Mi romería se refiere varias veces a la «feroz empresa» y abundan comentarios de este estilo:
«Los romeros, próximos ya al célebre santuario de Lourdes, olvidan la serie de desastres al pormenor
que les aflige desde su salida de Madrid. Y cuenta que llueven espesos como granizo»
(Mi romería,
ed. cit., p. 31) o «Desde Toulouse, los romeros vamos de sorpresa en sorpresa, y todas desagradables»
(Mi romería, ed. cit., p. 39).
26
Cuando llega a París para visitar la Exposición de 1889 y habla del tren en el que ha viajado observa:
«Fortuna [...] que estamos en tierra francesa. Allá en mi querida e incorregible patria, esto se habría
convertido ya en tren botijo, y en lugar de los ocho asientos de cada departamento, iríamos aquí
trece o catorce personas hacinadas, molestándonos, y por consiguiente aborreciéndonos de todo corazón»
[Al pie de la torre Eiffel (Crónicas de la Exposición), ed. cit., p. 82]; y todavía en Cuarenta días en la Exposición
dedica el capítulo III, titulado irónicamente «De San Sebastián a París en barco de vapor», a las
calamidades de los trenes de lujo: también los de lujo, no solo los de tercera clase, magistralmente descritos
-son sus palabras- por su paisano Luis Taboada.
27
Mi romería, ed. cit., p. 45.
28
Al pie de la torre Eiffel (tomo XIX de Obras Completas), ed. cit., pp. 40-41.
29
Al pie de la torre Eiffel (Crónicas de la Exposición), ed. cit., p. 64.
30
Como cuando habla de san Antonio de Padua, «a quien representan las esculturas caseras risueño,
sonrosado, frescachón»
(Mi romería, ed. cit., p. 148), y dice que su devoción en Italia es «cariño popular,
confianzudo y democrático»
(ibid.). La crítica se desató ante el título -nada peyorativo en su intención- de
la crónica que en Mi romería dedicó a la persona del papa León XIII, «El fantasma blanco».