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Mexicana

Gabriel Lobo Lasso de la Vega




ArribaAbajoDon Luis de Vargas Manrique, al retrato de Cortés

Soneto



Este es aquél que, aunque cortés, se puso
en puntos con Alcides, y a las faldas
del nuevo y rico mundo, en sus espaldas
las dos columnas, le pasó y opuso.
    Las sienes veis que la razón y el uso
con el duro metal -consideradlas-
quitaron a coronas y guirnaldas,
y a diademas que intentó el abuso.
   Este es el cierto Eolo que a porfía
los vientos sujetó y, con regocijo,
nuevo mundo pisó y desconocido.
   Este es el hijo de la cortesía
y, del valor y, aunque de entrambos hijo,
escogió de su madre el apellido.




ArribaAbajoAprobación

Yo he visto este libro, intitulado Mexicana, de Gabriel Lasso de la Vega, que se le ha dado otra vez licencia para imprimir, y asimismo lo añadido, y digo que se le puede dar mejor ahora, por haberle mejorado con más cuidado y curiosidad.

Don Alonso de Ercilla




ArribaAbajoEl Rey

Por cuanto por parte de vos, Gabriel Lasso de la Vega, nos fue hecha relación que vos habíais compuesto en octava rima y verso un libro intitulado la Mexicana, que trataba de los hechos de Hernando Cortés y otros españoles en el descubrimiento y conquista de la Nueva España, el cual habéis impreso con licencia nuestra; el cual dicho libro habíais enmendado y añadido, incorporando en él un pedazo de la última parte que teníais prometido, en lo cual habíais pasado mucho trabajo y cuidado, y nos suplicasteis os mandásemos dar licencia para le imprimir y privilegio por veinte años, o como la nuestra merced fuese. Lo cual visto por los del nuestro Consejo, y como por su mandado se hicieron las diligencias que la premática por nos últimamente hecha sobre la impresión de los libros dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien. Y por la presente vos damos licencia y facultad para que por tiempo de diez años primeros siguientes, que corren y se cuenten desde el día de la fecha de esta nuestra cédula, podáis imprimir el dicho libro de que de suso se hace mención, con lo a él añadido por su original, que en nuestro Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Miguel de Ondarza Zavala, nuestro escribano de cámara, de los que en el nuestro Consejo residen, con que antes que se venda le traigáis ante ellos juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, y traigáis fe en pública forma cómo por corrector nombrado por nuestro mandado se vio y corrigió la dicha impresión por el original. Y mandamos al impresor que así imprimiere el dicho libro, no imprima el principio, ni primer pliego de él, ni entregue más de un solo libro con el original al autor o persona a cuya costa le imprimiere, ni otra persona alguna, para efecto de la dicha corrección, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los de nuestro Consejo, y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y seguidamente ponga esta nuestra cédula y privilegio, y la aprobación, tasa y erratas, so pena de incurrir en las penas contenidas en la dicha premática y leyes de nuestros reinos. Y mandamos que persona alguna sin vuestra licencia no lo pueda imprimir y vender, so pena que el que lo imprimiere haya perdido y pierda todos y cualesquier libros, moldee, y aparejos que de los dichos libros tuviere, y más incurra en la pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere; la cual dicha pena sea la tercia parte para el juez que lo sentenciare y la otra tercia parte para la persona que lo denunciare, y la otra tercia parte para la nuestra cámara. Y mandamos a los de nuestro Consejo, presidentes y oidores de las nuestras Audiencias, alcaldes y alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a todos las corregidores, asistentes, gobernadores, alcaldes mayores y ordinarios, y otros cualesquier jueces y justicias de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros; reinos y señoríos, así a los que ahora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced que así vos hacemos, y contra su tenor y forma no vayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar por manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra cámara. Fecha en el Pardo a seis días del mes de diciembre de mil y quinientos y noventa y un años.

Yo el Rey

Por mandado del Rey nuestro señor

Juan Vázquez




ArribaAbajoPrólogo del Licenciado Jerónimo Ramírez al discreto lector

Siendo preguntado Tales Milesio cuál sea la cosa más sabia de esta vida, respondió que el tiempo, porque descubre la verdad y perfección de las cosas, que en su primera invención no pueden salir tan acabadas que con la experiencia humana no vayan cada día recibiendo aumento, hasta llegar al punto de su perfección. Considerando esto, el poeta Horacio da un buen consejo en su Arte de poesía: que no se den prisa los que escriben libros a divulgarlos, sino que tengan sufrimiento, y por espacio de nueve años no los dejen salir de casa; porque las más veces, los que no sufren la tardanza del estilo -que siempre va borrando y añadiendo- sacan sus escritos imperfectos y semejantes a los partos abortivos, los cuales por faltarles el justo tiempo que la naturaleza ordena, perecen luego. Si muchos escritores de los antiguos, y casi la mayor parte de los modernos, hubieran refrenado el deseo de publicar sus obras, no les pesara tanto de ver en ellas algunas cosas que las pudieran hacer mejores si aguardaran la corrección de sus propios juicios. Cicerón decía que los libros [de] De inventione se le cayeron de las manos. Ovidio se quejaba de la licencia que dio fuera de tiempo a sus Transformaciones para que saliesen al teatro del mundo a representar la tragicomedia de tan varios sucesos. Virgilio, estando cercano a la muerte, mandó que su Eneida fuese quemada, para que el fuego corrigiese las faltas que él no había podido enmendar. Tanto como esto importa que los autores reconozcan sus libros, y que los limen y laman como hacen las osas para formar sus hijos. He querido usar de este preámbulo, no para disculpar a Gabriel Lasso de la Vega en esta segunda impresión de su Mexicana, porque aunque la primera vez la sacó a luz dejándose llevar del ímpetu de su juvenil ingenio, fue obra tan bien recibida de todos que ninguno pudiera poner falta en ella; sólo el que la compuso dejó lugar para vencerse a sí mismo en aquella materia y sujeto que tan felizmente había tratado antes, y así puedo decir con verdad que la impresión de ahora es tan diferente de la pasada que puede pasar por nueva, así en la disposición como en lo que lleva añadido. Van en convenientes lugares algunas ficciones ingeniosas, sin las cuales pierden el ser y gusto las obras de poesía. No quiso antes usar de ellas el autor por parecerle que de esta manera guardaría mejor el rigor que pide la historia; después acá, considerando de la importancia que es (mayormente a los que escriben metro) juntar lo dulce con lo provechoso, quiso tomar la licencia que se concede al poeta para fingir; pero hizo esto con tanta prudencia y artificio que lo que es ficción parece que tiene dependencia con la materia que se trata, sin disminuir el crédito de la historia, acerca de lo cual ha sido siempre tan escrupuloso y sucinto que ni encarece, con hipérboles los memorables hechos de Cortés, ni para hacerlos mayores sube de punto la fortaleza de los indios (como lo piensan algunos envidiosos de la gloria ajena). En lo uno y en lo otro procede con mucha verdad, sin poner ni quitar nada de lo substancial, como yo largamente lo declaro en una apología que tengo hecha en defensa de los indios de la Nueva España, que va impresa en el fin de esta obra, a la cual me remito. Sólo resta ahora, discreto lector, exhortarte al fin de este breve prólogo que en las horas dedicadas a la lección de buenos libros recrees tu ánimo con la armonía de estos cantos de Gabriel Lasso, en los cuales hallarás la facilidad de Ovidio, la elegancia de nuestra lengua castellana, avisos de graves sentencias, descripciones de muchos lugares, dichos de soldados, razonamientos de capitanes; verás en ellos pintadas al vivo crueles batallas, muertes violentas, sucesos repentinos. Finalmente, no sin admiración y gusto tuyo, leerás los discursos, peligros, tormentos y victorias inmortales de Hernando Cortés, gloria de nuestra nación española, puestas en dulce estilo por Gabriel Lasso de la Vega, el cual no ha querido perder el tiempo celebrando fabulosas aventuras de caballeros incógnitos, como muchos lo han hecho; antes tendiendo las velas de su ingenio por la profundidad del mar Océano, dejó atrás las columnas de Hércules y las cosas vulgares de nuestro polo, por darnos clara noticia de las que hay en el otro mundo, que tan ocultas han sido, asía cosmógrafos como a poetas, porque solos tres (si no me engaño) han ilustrado con sus versos las cosas de la India Occidental, entre los cuales ocupa muy buen lugar nuestro poeta Gabriel Lasso de la Vega.




ArribaAbajoAl Marqués del Valle

Luego que tomé la pluma alentado de tan alto sujeto, conocí cuán debidas le eran a V. S. mis justas ocupaciones y cuán propia la gloria de tan altos hechos; y así se las ofrezco, para que nadie se les atreva y quede premiada mi voluntad con la que V. S. muestra en recibirlas. A quien guarde nuestro Señor, etc.

De Madrid, 7 de marzo, 1594.

Gabriel Lasso de la Vega




ArribaAbajoDel Capitán Don Jerónimo Cortés, hermano del Marqués del Valle


Soneto

Con dulce son de nuevo se derrama
de mi invencible abuelo la grandeza,
los trabajos, peligros y braveza
con que tiene ganada eterna fama.
   Al más tímido pecho y fuerza inflama,
viendo de tal varón tal fortaleza,
que no pudo del hado la aspereza
domar ni oscurecer su ardiente llama.
   Esto se debe a ti, divino Lasso,
cuya musa con plectro sublimado
cantó el alto valor del fuerte pecho.
   Bien muestras que a deber te dio el Parnaso
tanto licor que el verso delicado
en majestad iguala en todo al hecho.




ArribaAbajoDel Capitán Francisco de Aldana al retrato de Gabriel Lasso de la Vega


Soneto

Tú, que el furor francés cantar pudieras,
como de quien alcanzas parte tanta,
por ser felice rama de la planta
de las flores de lises verdaderas,
   y del héroe francés, que sus banderas
junto de Santillana, y Torre planta,
¿cómo callas aquesto y ahora canta
tu musa iberios hechos tan de veras?
   Tu propia causa dejas de prudente
y no era de dejar la del Salado,
que dio a los Lassos dos perpetuo nombre,
   ni el hecho entre los hechos excelente
del glorioso letrero restaurado
por otro Lasso digno de renombre.



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