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Panegírico al Excelentísimo Señor Almirante de Castilla


ArribaAbajo   Mil veces sea repetido el día,
Señor Excelentísimo, en que vea
quieta España su heroica Monarquía.

   Repetida la luz mil veces sea,
Señor Excelentísimo, en que Francia  5
los desengaños de su orgullo crea.

   De una y otra fortuna la distancia
fausta y infausta piedra la señale,
blanca al valor, y negra a la arrogancia.

   ¿Qué aplauso habrá que tanto triunfo iguale?,  10
¿qué triunfo habrá que iguale tanta gloria
si una sola por todos juntos vale?

   Roma lo diga, acuérdenos la historia
la variedad de honores que tenía
para quien la añadía una victoria.  15

   Mural corona ufana prevenía
al que contrarios muros asaltaba
por las brechas que abrió la batería.

   Cívica aquella era que se daba
al que en la lid tanto valor mostrase  20
que socorriese al que en peligro estaba.

   Vallar se concedía al que ganasse
las trincheas y fosos que tuviese
el enemigo donde se amparase.

   Triunfal la antigüedad quiso que fuese  25
la que ilustrase al que morir expuesto
en campal lid a cinco mil venciese.

   Obsidional la que al peligro opuesto
hiciese levantar al enemigo
sitio que ya una vez tuviese puesto.  30

   Pues siendo así, señor, que hoy es testigo
el mundo de que todo lo habéis hecho,
todos los triunfos que os aclaman digo.

   Todos os apellidan, satisfecho
cada cual de que él es el conseguido  35
del real valor, de vuestro ilustro pecho.

   Mural facción vuestra facción ha sido,
puesto que al enemigo habéis hallado
en regulares muros defendido.

   Por asalto fue dellos arrojado,  40
luego ganado por asalto el muro,
mural corona de oro habéis ganado.

   Cívica también es de roble duro,
puesto que a otro socorristeis cuando
aun de si mismo no vivía seguro.  45

   Can la hambre, el tiempo y el francés lidiando,
ya desahuciada de su valentía,
en brazos de la muerte agonizando

   estaba la leal Fuenterrabía
el día que feliz la socorristeis,  50
que aun fue con el valor preciso el día;

   luego si vida al casi muerto disteis,
la invasión de la patria asegurada,
la cívica corona conseguisteis.

   No menos la vallar, apellidada  55
así de los vallados en que se hacen
el foso, la trinchea y la estacada;

   si éstas a vuestro impulso se deshacen,
y llenas de despojos justamente
animo hoy y codicia satisfacen,  60

   más gloriosa, señor, más dignamente
el esplendor de la vallar corona
los rayos ceñirá de vuestra frente.

   Pero en vano sus méritos abona
a preferir atenta cada una.  65
Si la triunfal de su laurel blasona,

   mejor derecho tiene que ninguna,
mejor acción por ser en sus empleos
la dádiva mayor de la fortuna.

   Sólo aquel que ceñido de trofeos  70
de cinco mil triunfó en campal batalla,
con ella satisfizo sus deseos.

   Luego en vos, gran señor, para logralla,
no solamente el número cumplido
pero excedido el número se halla.  75

   Diez y ocho mil son los que habéis vencido
de poder a poder en la campaña
que tumba de cadáveres ha sido.

   ¡Oh! mire el sol con novedad extraña
triunfales pompas en España el día  80
que entre en su corte el defensor de España.

   Mas no, que tanta pública alegría
aun es bastarda voz de vuestra fama,
mudo clarín de vuestra bizarría.

   La obsidional corona es la que os llama,  85
quien desciñó por el laurel el oro,
ahora el laurel desciña por la grama.

   Rústica plante es, pero no ignoro
que fue de humana púrpura teñida,
de los Césares último decoro.  90

   Esta diadema a todas preferida
(de muchos con afecto deseada,
de pocos con efecto conseguida)

   para vos, héroe invicto, está guardada
en el templo de Marte, donde yace  95
más verde cuanto más ensangrentada.

   De las ruinas en quien silvestre nace
para don, el sitiado la tejía,
(que al don el celo, y no el valor le hace)

   al que le desitiaba la ofrecía,  100
siendo el mayor blasón de todos cuantos
la premiadora antigüedad tenía.

   Entre los dioses colocaba santos
al que entre el sitio y sitiador entraba,
noble despreciador de riesgos tantos,  105

   si un ejército pues desalojaba
y si un pueblo dejaba asegurado,
semidiós uno y otro le aclamaba.

   A tanta dignidad habéis llegado,
puesto en huida el sitiador lo diga,  110
dígalo en libertad puesto el sitiado.

   Pero no un premio a otro contradiga,
que quien todos a un tiempo los merece,
todos a un tiempo es bien que los consiga.

   Y así cuantas guirnaldas os ofrece  115
hoy la inmortalidad de vuestra fama,
que a nunca ser mayor por puntos crece,

   ceñid iguales y una y otra rama,
a vislumbres descubra entretejida
el oro entre el laurel, el roble y grama.  120

   No es modestia la gloria conseguida
recatarla, demás que siempre ha sido
la modestia virtud no agradecida.

   Pues habéis cinco glorias conseguido,
cinco triunfos lograd; no se nos quede  125
por pereza con ellos el olvido.

   Fiscalice la envidia que no puede
un hombre merecer, por más que un hombre
verá que sí, él mismo a sí se excede.

   ¿Qué virtudes le dan alto renombre  130
a un general para vencer glorioso
antes que con la espada con el nombre?

   ¿Ilustre sangre? ¿Espíritu brioso?
¿Feliz fortuna? ¿Prevención prudente?,
¿pródiga mano y celo religioso?  135

   Pues si tantas virtudes igualmente
caben en un sujeto, en un sujeto
tantos lauros cabrán precisamente.

   Perdonalde, señor, hoy a mi afecto
la ociosidad de ver que a cargo toma  140
haceros ejemplar deste concepto.

   Si ilustre sangre ¿qué cerviz no doma
lo Enríquez en los Reyes de Castilla
lo Colona en los Césares de Roma?

   Si ánimo invicto, ¿qué poder no humilla  145
ardimiento que en todas ocasiones
desenvaina el primero la cuchilla?

   Si prudente gobierno, ¿qué blasones
no adquiere desvelada una cordura
que obra tantos aciertos como acciones?  150

   Si fortuna feliz, ¿qué más segura
que aquella que a pesar trae de los hados
obediente a su arbitrio la ventura?

   Si generosidad, ¿qué más probados
argumentos que ver entre despojos  155
vos volvéis pobre y ricos los soldados?

   Y si celo católico, ¿qué enojos
no os cuesta algún insulto, desatando
iras el pecho y lágrimas los ojos?

   ¡Oh! enmudezca la envidia, confesando  160
silogismos que ya negar no puede
porque está la verdad argumentando,

   y pues la misma envidia los concede,
vivid, venced, triunfad, sin que ninguna
acción al tiempo contra vos le quede.  165

   Y si por dicha se volviere de una,
que es decir que en el mar no habéis tenido,
Señor, de vuestra parte a la fortuna,

   estad de la respuesta prevenido,
y no la general de que el acaso  170
siempre avisa después de acontecido.

   Particular razón en este caso
hay, sin aquella de que no amancilla
al valor la violencia del fracaso.

   Y es que siendo desde una hasta otra orilla  175
vos general del mar, por la gloriosa
dignidad de Almirante de Castilla,

   celoso el mar de ver vanagloriosa
con ejércitos vuestros a la tierra
amotinó su saña procelosa.  180

   Y desatando cuanta furia encierra
ningún socorro que os llegase quiso
por medio suyo para hacer la guerra.

   Venganza sin cordura y sin aviso,
pues hizo más osado el vencimiento  185
cuanto el número hizo más remiso.

   No advirtió que sobraba vuestro aliento
aun para conseguir mayores glorias
a despecho de mar, de fuego y viento.

   Ni es la primera vez que las historias  190
acordarán que en el cantabrio suelo
deben a vuestra casa sus victorias.

   Esa plaza, esa misma al desconsuelo
rendida de otra gálica violencia,
empresa fue de vuestro invicto abuelo.  195

   Su libertad os viene por herencia,
y hoy con mayor ventaja, cuanto ha sido
la mejor redención la providencia.

   Más tiene que estimar el socorrido
antes de verse padecer el daño  200
que no después del daño padecido.

   Luego claro probó este desengaño
que os debe más a vos, hoy defendida
la plaza, antes de riesgo tan extraño,

   que al que después la vio restituida.  205
pues la habéis socorrido vos sitiada
si vuestro abuelo la cobró perdida.

   Tanta victoria pues, tan señalada
facción, tan grande hazaña, tan altiva
empresa, gloria al fin tan celebrada,  210

   siempre inmortal a par del tiempo viva.
Con voz la fama de metal la cante
y con letras de oro el sol la escriba.

   Siendo para que dure más constante
un bronce repetido cada acento,  215
cada lámina un libro de diamante,

   que yo, muda la voz, torpe el aliento,
ya reconozco, gran Señor, que en suma
ha menester tan generoso intento,
mejor voz, mejor plectro y mejor pluma.  220




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Romance de Don Pedro Calderón de la Barca a una dama que deseaba saber su estado, persona y vida


ArribaAbajo   Curiosísima señora,
tú, que mi estado preguntas,
y de moribus et vita
examinarme procuras;
quienquiera que eres, atiende,  5
y en cómico estilo escucha;
que he de decirte un romance
para quitarte la duda.
Va de retrato primero;
luego, si quieres la musa,  10
irá de costumbres, bien
que habré de callar alguna.
Sea lámina el papel,
matiz la tinta, la pluma
pincel; quiera Dios que salga  15
parecida mi pintura.
Yo soy un hombre de tan
desconversable estatura
que entre los grandes es poca
y entre los chicos es mucha.  20
Montañés soy; algo deudo
allá, por chismes de Asturias,
de dos jueces de Castilla,
Laín Calvo y Nuño Rasura;
hablen mollera y copete:  25
mira qué de cosas juntas
te he dicho en cuatro palabras,
pues dicen calva y alcurnia.
Preñada tengo la frente
sin llegar al parto nunca,  30
teniendo dolores todos
los crecientes de la luna.
En la sien izquierda tengo
cierta descalabradura;
que al encaje de unos celos  35
vino pegada esta punta.
Las cejas van luego, a quien
desaliñadas arrugas
de un capote mal doblado
suele tener cejijuntas.  40
No me hallan los ojos todos,
si atentos no me los buscan
(que allá, en dos cuencas, si lloran
una es Huéscar y otra es Júcar);
a ellos suben los bigotes  45
por el tronco hasta la altura,
cuervos que los he criado
y sacármelos procuran.
Pálido tengo el color,
la tez macilenta y mustia  50
desde que me aconteció
el espanto de unas bubas.
En su lugar la nariz
ni bien es necia ni aguda,
mas tan callada que ya  55
ni con tabaco estornuda.
La boca es de espuerta, rota,
que vierte por las roturas
cuanto sabe; sólo guarda
la herramienta de la gula.  60
Mis manos son pies de puerco
con su vello y con sus uñas;
que, a comérmelas tras algo,
el algo fuera grosura.
El talle, si gusta el sastre,  65
es largo; mas si no gusta
es corto; que él manda desde
mi golilla a mi cintura;
de aquí a la liga no hay
cosa ni estéril ni oculta,  70
sino cuatro faltriqueras
que no tienen plus ni ultra.
La pierna es pierna y no más,
ni jarifa ni robusta
algún tanto cuanto zamba  75
pero no zambacatuña.
Sólo el pie de mi te alabo,
salvo que es de mala hechura,
salvo que es muy ancho, y salvo
que es largo y salvo que suda.  80
Este soy pintiparado,
sin lisonja hacerme alguna;
y, si así soy a mi vista,
¡ay, Dios, cuál seré a la tuya!
Dejemos en este estado  85
mi levantada figura
y vamos, de mis progresos,
a la innumerable chusma;
que hoy, en tu servicio, tengo
de cejar hasta la cuna  90
la memoria de mis años;
¡oh, no me aflije, entre burlas!
Nací en Madrid, y nací
con suerte tan importuna
que hasta un Ventura de Tal  95
conocí (¡no más ventura...!).
Crecí, y mi señora madre,
religiosamente astuta,
como dando en otra cosa
dio en que me había de ser cura.  100
El de Troya me ordenó
de la primera tonsura,
de cuyas órdenes sólo
la coronilla me dura.
Bachiller por Salamanca  105
también me hice luego, cuya
bachillería es licencia
que en mil actos me disculpa.
La codicia de un bolsico
en la literaria justa  110
de Isidro me hizo poeta;
¿quién no ha pecado en pecunia?
Con lo cual, Bártulo y Baldo
se me quedaron a escuras,
pues en vez de decir leyes  115
hice coplas en ayunas.
La cómica inclinación
me llevó a la farandula:
comedias hice; si malas
o buenas, tú te las juzga.  120
Desde letrado a poeta
pasé; y viendo cuánto acusan
a la poesía unos viejos
de impertinencia machucha,
traté de mudar estado;  125
y, por más estrecha y justa
religión, la de escudero
me recibió en su clausura.
Aquí discurra el lector
(si es que hay lector que discurra)  130
cuáles son, para seguidos,
los pasos de mi fortuna:
Gorrón, poeta, escudero
he sido y seré. ¡Oh suma
paciencia de Job!, ¿tuviste  135
más calamidades juntas?
Con estas tres profesiones,
¿quién imagina, quién duda
que habré sido el «no en mis días»
de cualquier suegra futura?  140
Y así, soltero hasta hoy
me quedé; y hoy más que nunca
por razones de que el duque,
mi señor, tiene la culpa;
que, como caballerizo  145
me hizo su excelencia augusta,
huyen todas, por no ser
caballeriza ninguna.
De este desaire de todas
me despico con algunas  150
que me sufren mis defectos
porque los suyos les sufra,
si bien el día de hoy
está, con las grandes lluvias,
el tiempo tan apurado  155
que hasta amor pena penuria;
más, como ajustarse al tiempo
dice un sabio que es cordura,
siendo congrua de mi amor
tres damas, con dos se ajusta:  160
dos damas tengo, no más;
que en la compañía más zurda
por fuerza ha de haber quien haga
primera dama y segunda;
y, como al fin, por el troppo  165
variar bella es la natura,
de las dos con que me hallo,
una es morena, otra rubia;
una es dama de alta guisa
con su poco de aventura;  170
de baja guisa es la otra,
que una es clara y otra culta;
una es fea, y otra, y todo;
que en esto sólo se aúnan
porque yo más quiero dos  175
fealdades que una hermosura.
A entrambas las quiero bien;
que aunque allá Platón murmura
que el que quiere a un tiempo a dos
no quiere bien a ninguna,  180
miente Platón; porque ¿qué es
querer bien a una criatura
sino querer su salud,
sus galas y sus holguras?
Pue si yo quiero que tengan  185
mucha salud, fiestas muchas
y muchas galas, aunque...




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A la Muerte


Décimas


ArribaAbajo   ¡Oh tú, que estás sepultado
en el sueño del olvido,
si para tu bien dormido,
pata tu mal desvelado!
Deja el letargo pesado,  5
despierta un poco, y advierte
que no es bien que desa suerte
duerma, y haga lo que hace
quien está desde que nace
en los brazos de la muerte.  10

   Da lugar al pensamiento
para que discurra, y veas
y que lo más que tú deseas
no es más que soplo de viento.
No labres sin fundamento  15
máquinas de vanidad,
pues la mayor majestad
en un sepulcro se encierra,
donde dice, siendo tierra:
«Aquí vive la verdad...  20

   Mira cómo pasó ayer,
veloz como tantos años:
evidentes desengaños
del limitado poder.
Lo que fue dejó de ser,  25
y no quedó dello más
del ha sido: tú, que vas
por este mundo inconstante,
mira que el que va adelante
avisa al que va detrás.  30

   La corona y la tiara
que tanto el mundo estimó
¿qué se hizo?, ¿en qué paró
sino en lo que todo para?
¡Oh mano del mundo avara!  35
Si tanto bien nos limitas,
¿para qué, di, nos incitas
a aspirar a más y más,
si lo que despacio das
tan de prisa nos lo quitas?  40

   Si te engaña el propio amor
para que no veas el daño,
la muerte, que es desengaño,
sirva de despertador.
Hoy nace la tierna flor  45
y hoy su curso se termina;
todo a la muerte camina:
la estatua del más bizarro,
como está fundada en barro,
la deshace cualquier china.  50

   ¿En qué piensas o a qué aspiras
cuando tras tu gusto vas,
pues dél no te queda más
que enemigos que conspiras?
Si es que adelante no miras,  55
mira la vida pasada,
que si en tan corta jornada
lo más pasa desa suerte,
hasta llegar a la muerte,
¿qué te queda? Poco o nada.  60

   Desde el nacer al morir
casi se puede dudar
si el partir es el parar,
o el parar es el partir.
Tu carrera has de seguir:  65
y pues con tal brevedad
pasa la más larga edad,
¿cómo duermes y no ves
que lo que aquí un soplo es
es allá una eternidad?  70

   Mira el tiempo volador
cómo pasa, y considera
cómo va tras la carrera
desde el menor al mayor.
El esclavo y el señor  75
corren parejas iguales,
que como nacen mortales,
iguales van a la hoya,
de cuya deshecha Troya
aún no quedan la señales.  80

   La juventud más lozana
¿en qué paró?, ¿qué se hizo?
Todo el tiempo lo deshizo
y anocheció su mañana,
la muerte siempre es temprana  85
y no perdona a ninguno:
goza del tiempo oportuno,
granjea con tu talento,
que aquí dan uno por ciento
y allí dan ciento por uno.  90

   ¿Qué eternidades te ofrece
la más dilatada vida,
pues que apenas es venida
cuando se desaparece?
Hoy piensas que te amanece  95
y es el día de tu ocaso.
¡Término breve y escaso!
Mas ¿qué mucho, si volando
te va la muerte buscando
cuando tú vas paso a paso?  100

   La dama más celebrada,
lazo en que todos cayeron,
ella y ellos, di, ¿qué fueron
sino tierra, polvo y nada?
¡Oh limitada jornada,  105
oh frágil naturaleza!
La humildad y la grandeza
todo en nada se resuelve:
es de tierra y a ella vuelve,
y así, acaba en lo que empieza.  110

   ¿De qué te sirve anhelar,
por tener y más tener,
si eso en tu muerte ha de ser
fiscal que te ha de acusar?
Todo acá se ha de quedar;  115
y pues no hay más que adquirir
en la vida que el morir,
la tuya rige de modo,
pues está en tu mano todo,
que mueras para vivir.  120

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