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Sergio Ramírez: «Mi oficio es la literatura»

José Vadillo Vila





A través de sus gruesos lentes, Sergio Ramírez contempla Lima. La ciudad ha cambiado mucho desde su última visita, hace nueve años, cuando vino para promocionar Margarita está linda la mar, que le valió el premio Alfaguara de la Novela. Ahora llegó como invitado a la Feria del Libro. «Como que las capitales pierden su perfil -comenta-; el paisaje urbano viene reproduciéndose de manera homogénea en toda América Latina». Lo dice alguien que viaja muy seguido por todo el continente.

Recientemente estuvo en Cartagena para los homenajes de su amigo Gabriel García Márquez. «Le decíamos a Gabo que era su coronación porque estuvieron todos, los reyes de España, Bill Clinton, Bill Gates... ¡Sólo faltó el Papa!», ríe Sergio. Su amistad con el Nobel colombiano tiene 30 años, pero nunca podría escribir una crónica sobre ello. «Nuestra amistad se da por el respeto a la privacidad», explica.

Le preguntamos si después de 11 años volvería a la política. Sergio dice que no la recuerda con disgusto -desde 1977 respaldó el sandinismo y fue vicepresidente de su país-; que entró por razones idealistas (la caída de Anastasio Somoza); pero «no hay ninguna tentación ni ganas».

«Cuando volví a la literatura me sentí muy liberado, en un estado de gracia porque recuperé mi oficio. Para mí escribir es un acto de felicidad», dice el prolijo escritor centroamericano, de 65 años de edad.

Insistimos. ¿Qué opina de este retorno de algunas naciones hacia las opciones de la izquierda? «Es producto del cansancio de sistemas que no dieron resultado en cuanto a la justicia social. Hoy, el gran desafío para la izquierda es demostrar que sin violentar el sistema democrático puede lograr el bienestar».


Animales, poesía y cuento

Aunque no es aficionado a las mascotas, Sergio Ramírez se ha inspirado en estos seres para su libro Reino animal (Alfaguara, 2006), una colección de 24 relatos. Toman como punto de partida notas rojas y rarezas de los diarios sobre animales, que hacen noticia cuando quieren ser libres. De este modo, analizó las relaciones entre los hombres y los animales.

Se sorprende de hallar en la librería El Virrey una sección grande de poesía y cuentos. «Me parece que se lee menos poesía ahora; se sigue escribiendo, pero están confinados a editoriales muy pequeñas. Mientras que el cuento, creo que ya no se escriben», se lamenta.

Si en Estados Unidos hay alrededor de 400 publicaciones sobre el cuento; Francia, España y América Latina ya no tienen grandes puntales del cuento. Ahora los jóvenes prefieren ser novelistas. «Creen que es la mejor manera de llegar a la fama». Sergio se despide y se mete en la librería, ha encontrado una joya literaria y está sonriente. Es el efecto de la poesía.







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