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621

La Sigea (Madrid, 1854), t.º I, pág. 126.

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Ibídem, t.º II, pág. 168. Pasajes de otros libros suyos, como por ejemplo La rueda de la desgracia (Madrid, 1873), págs. 35 y 36, muestran también el calor que puso en la pluma al reivindicar derechos femeninos.

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623

Jarilla (Madrid, 1873), pág. 119.

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624

Ib., pág. 229.

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La Sigea fue comenzada en 1849 y concluida en 1853. Paquita, La Luz del Tajo y Adoración, aparecieron precedidas de un prólogo de D. Adolfo de Castro. Adoración, que juntamente con Jarilla y las poesías de esta autora se publicó en la Biblioteca Universal, fue escrita en colaboración con El conde de B... «Un joven amigo mío -advierte la Coronado- escribió el primer capítulo [...] invitándome a escribir el segundo, sin darme cuenta del pensamiento que intentaba desenvolver en ella. Escribí el segundo, y él continuó con el tercero, concluyendo yo en el cuarto». Jarilla está dedicada a los tíos de D.ª Carolina D. Francisco y D. Pedro Romero de Tejada y La rueda de la desgracia a su hermano Emilio.

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626

No fue óbice esta denominación para que los dos únicos personajes repugnantes que hay en la obra, sean eclesiásticos: el abad de Maqueda y el padre Romualdo.

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Por D. Eugenio de Ochoa, en La España. Puede verse también en la edición de 1857, t.º II, pág. 278, de Fe, Esperanza y Caridad.

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[«Qua», corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

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Dintel, por umbral; fuistes, por fuiste; desapercibido por inadvertido, etc.

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(1821-1888). Nació el día de la Epifanía y en tal día, 67 años después, murió en Madrid. Estudió Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada. Poeta desde los 12 años. Alistado en el ejército desde 1840 a 1847. En La Discusión aparecieron sus novelas folletinescas y sus poesías en Semanario Pintoresco. En 1850 contrajo matrimonio con D.ª Manuela Muñoz de Padilla. Colaboró en la prensa nacional e hispanoamericana. El Ateneo de Madrid le brindó su tribuna. Tuvo por secretarios a Tomás Luceño y a Vicente Blasco Ibáñez. En 1868 regresó de Francia, donde estuvo algún tiempo dedicado por entero a las letras.

Cuentan de él que cuando murió, en una buhardilla y abandonado de todo el mundo, sólo tenía seis reales: exiguo patrimonio en verdad, dadas las cuantiosas sumas que ganó con sus novelas y folletines. En los últimos años de su vida hacía frente a sus necesidades más perentorias con el haber de un modesto empleo oficial. Su primer novela fue El doncel de Don Pedro de Castilla y la última La reina de los gitanos.

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