Entregamos, a
continuación, el estudio de algunos aspectos relacionados
con la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Son trabajos que
aparecieron en diferentes ocasiones y medios, pero que se unifican
por el común objetivo de rastrear el saber filosófico
y teológico de Sor Juana. En su ambiente novohispano del
siglo XVII, en plena época barroca, ella reunió una
notable erudición filosófica y teológica, que
manifiesta en su poesía, tanto lírica como
dramática. La antigüedad, la escolástica, el
hermetismo y aun la modernidad, le dejan su huella. Fue atenta a
todos esos movimientos del pensamiento, los supo recibir y
transmitir.
Sobre todo es
preciso destacar la abundancia del saber filosófico de Sor
Juana, ya que no era usual en las religiosas de aquel tiempo.
Nuestra genial monja jerónima exhibe un caudal
filosófico muy amplio, plasmado en sus poesías y
demás producciones literarias, pero adquirido por un estudio
prolongado y profundo. La base de su filosofía es la
escolástica aristotélica, pero también deja un
lugar muy importante al neoplatonismo, al hermetismo y a la
incipiente filosofía moderna. Se han estudiado muchos los
aspectos no escolásticos de la poetisa, y queremos colaborar
a destacar los contenidos escolásticos de su obra, que son
los más numerosos, cual sucedía en aquella
época. En ella, a pesar de la recepción de otras
corrientes como el neoplatonismo renacentista, el hermetismo
barroco y la filosofía y la ciencia moderna, la corriente
base y el cimiento era la escolástica. Queremos contribuir a
subrayarlo. Con todo, vemos la importancia que cada una de esas
corrientes de pensamiento tuvo en la obra de Sor Juana.
Además,
como una gran escritora barroca, supo transubstanciar esos
elementos según lo pedía el momento literario, la
situación epocal cultural. Sin corromperlos, les da un ser
nuevo, novedoso, original. Se conjuntan en ella el ansia de
preservación de lo antiguo, característico del
humanismo renacentista, y el vértigo creativo del barroco.
Juntos en su imaginación y en su inteligencia, la llevan a
producir y a inventar un mundo simbólico, de resonancias
dispares unidas armoniosamente, un cosmos analógico que supo
ser confluencia del macrocosmos (natural y cultural) que la
envolvía y del microcosmos (natural y cultural) que era ella
misma.
Queremos, por
último, expresar nuestro agradecimiento a algunas personas
que discutieron con nosotros partes de este libro: Laura
Benítez Grobet, Dolores Bravo, Rafael Moreno, Bernabé
Navarro (†), José Pascual Buxó, Margarita
Peña, Aureliano Tapia Méndez y Elías
Trabulse.
—1→
El Universo filosófico de Sor
Juana
Para poder
apreciar, más en particular, las influencias
filosóficas que se hallan en Sor Juana, daremos una especie
de mapa cosmográfico de las corrientes filosóficas
que confluyen en ella. Son varias las corrientes que concurren
hacia ella. Por un lado se encuentra la inevitable
escolástica, la línea oficial en la colonia, sobre
todo en el sendero de Santo Tomás de Aquino, el tomismo. Esa
vertiente está cargada de la tradición de
Aristóteles y los desarrollos que añadió el
Aquinate, recogiendo muchas otras cosas de la Edad Media.
También estaba la filosofía hermética, la cual
había sido fomentada mucho en el Renacimiento, y era un
eclecticismo muy fuerte, que pretendía reunir
enseñanzas que se habían desplegado desde la
más remota antigüedad, a partir del mitológico
Hermes Trismegisto en Egipto. Pero más bien era un
conglomerado de doctrinas neoplatónicas del helenismo, como
fue mostrado por Isaac Casaubon ya en el año
16142.
Finalmente, pueden señalarse rasgos de incorporación
de la modernidad, sobre todo de Descartes, quien era estudiado,
entre otros, por el amigo de Sor Juana, el catedrático de
matemáticas y astronomía en la Universidad Mexicana,
Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Tenemos, así,
tres corrientes principales (que a su vez agregan otras
corrientes), a saber, tomismo, hermetismo y racionalismo
cartesiano. Tal vez este último, el cartesianismo,
pigmentó a Sor Juana de cierto escepticismo, muy acorde con
el criticismo del filósofo francés iniciador de la
modernidad.
Tanto el
neoplatonismo como el hermetismo han sido señalados en el
pensamiento de Sor Juana. El neoplatonismo, por Robert Ricard y por
Octavio Paz3.
El hermetismo, por Carl Vossler, por Francisco de la Maza, por el
mismo Ricard, por Paz y por Elías Trabulse4.
Igualmente se ha resaltado su modernismo cartesiano, por obra de
Francisco López Cámara, José Gaos, Rafael
Moreno y Laura Benítez5.
Pero el tomismo de Sor Juana lía sido escasamente tratado. A
veces se lo ha mencionado en forma de aristotelismo, como por
Ramón Xirau y José Pascual Buxó6.
Propiamente de su tomismo, algo dijo de él Alfonso
Méndez Plancarte, en algunas notas al Primero sueño;
Octavio Castro López lo menciona en un par de páginas
de su comentario a ese poema; y C.
M. Montross en un libro, pero sólo en
el plano de la ética y no en el de las otras partes de la
filosofía7.
A resaltar esta vena escolástica sorjuaniana hemos dedicado
otros trabajos8.
Haremos un balance de esas influencias y cómo se presentan
en Sor Juana, insistiendo en esa presencia de la escolástica
que hemos venido señalando.
—2→
Escolástica
Una cosa que llama
mucho la atención es que en las bibliografías se
reportan unas súmulas de lógica escritas por Sor
Juana, ahora perdidas9.
Es lástima que no se conserve esa obra lógica de la
monja, ya que nos mostraría muy a las claras su vena
escolástica, pues no había nada más
escolástico que las súmulas. Eran éstas unos
compendios (de ahí su nombre, proveniente del latín,
de «súmulas» o pequeñas sumas) en que se
albergaba lo más esencial de la dialéctica.
Encontramos también mención de las súmulas en
la Respuesta a Sor Filotea, donde dice: «Todo esto pide más lección de lo
que piensan algunos, que, de meros gramáticos, o, cuando
mucho, con cuatro términos de Súmulas, quieren
interpretar las Escrituras y se aferran del Mulieres in Ecclesia taceant,
sin saber cómo se ha de entender»10.
Se refiere a los que quieren hacer exégesis bíblica
sin suficiente preparación, no sólo teológica
sino también filosófica; que apenas han cursado la
gramática y un poco de la filosofía, representada en
la disciplina más básica de las que la configuran, a
saber, la lógica, en las súmulas que son su comienzo,
antes de la dialéctica, y de ello sólo un poco
también, apenas algunos conceptos.
En la misma
Respuesta a Sor Filotea alude Sor Juana a la lógica
como una disciplina auxiliar de la teología, sobre todo y
precisamente para la interpretación de la Escritura, para la
cual es necesarísima. Dice: «Proseguí dirigiendo siempre los pasos de
mi estudio a la cumbre de la Sagrada Teología;
pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los
escalones de las ciencias y artes humanas; porque
¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las
Ciencias quien aún no sabe el de las ancillas?
¿Cómo sin Lógica sabría yo los
métodos generales y particulares con que está escrita
la Sagrada Escritura?...»11.
Junto con ella agrupa las demás partes de la
filosofía, que sirven de criadas al saber
teológico.
Muchos textos de
Sor Juana son paradigmáticos de su conocimiento y
utilización de la escolástica. Pero atenderemos ahora
al Primer sueño, donde encontramos varios pasajes
que lo indican. En él aparecen, de entrada, alusiones a la
filosofía del hombre. Se enumeran las facultades
cognoscitivas del ser humano, y entre ellas son mencionados los
sentidos internos. En la escolástica eran cuatro: el sentido
común, la fantasía o imaginación, la
cogitativa o estimativa y la memoria sensitiva. Sor Juana equivoca
un poco el nombre de la cogitativa, y la llama
«estimativa», que era más bien el nombre con el
que se designaba esa facultad en los animales: el hombre
tenía cogitativa y los animales estimativa. O tal vez en ese
momento se usaban de manera indistinta e intercambiable. La
—3→
cogitativa era muy importante, pues se dedicaba a percibir
las representaciones que no eran captadas por los sentidos
(intentiones
insensatae)12.
El sentido común no era tanto lo que hoy entendemos por
él, sino lo que daba unidad a los datos de los sentidos
propios o particulares, que eran los cinco ya consabidos. La
memoria sensitiva guardaba en su reservorio los datos de los
sentidos, tanto externos como internos. Por lo que hace a la
fantasía, Sor Juana la ve como una especie de pintor:
Para el
funcionamiento del conocimiento sensible y del inteligible, los
escolásticos ponían las especies (cf. v. 403), o
representaciones mentales de las cosas, que eran las formas mismas
de los objetos que en ellas tenían un ser físico, y
en el alma un ser psíquico o intencional, signo interior de
las cosas. Las especies intelectivas (no las sensitivas) eran los
conceptos. Mas, dado que muchos nominalistas negaban estos
intermediarios cognoscitivos, Sor Juana pone buen cuidado en
subrayar que son indispensables para el funcionamiento del
conocer:
Cómo se ve
la desesperación de nuestra monja jerónima al atender
a las especies o conceptos confusos, que se obtienen
muchísimas veces, cuando no es alcanzable un conocimiento
distinto y preciso. Eso ocurría con su entendimiento,
Allí
señala bien la teoría
aristotélico-escolástica del conocimiento como
información, en el sentido de recibir las formas de las
cosas en el alma. Pero como en muchos casos es una
información defectuosa, la llama «informe
embrión», confeccionado con especies confusas o
conceptos imprecisos. Avanzando a otra disciplina
filosófica, Sor Juana habla de la física
aristotélica, la que apenas estaba siendo suplantada por la
cartesiana, ya no cualitativa, sino cuantitativa, ya no
dinamicista, sino mecanicista. Pero nuestra monja jerónima
todavía guarda mucho de esa física
escolástica, por ejemplo cuando habla de Dios como causa
final hacia la que tienden todas las cosas, causalidad que iba a
ser excluida de la nueva ciencia. Dice:
Igualmente es
escolástica la partición que nuestra monja admite del
alma en vegetativa, sensitiva y racional, división a la que
Descartes fue muy opuesto. También aborda la
metafísica, la más subida de las ciencias humanas. Ya
al mencionar las causas lo hacía, pero también lo
hace ahora al hablar de las categorías. Son las diez
categorías aristotélicas: la substancia y nueve
accidentes, a saber, cantidad, cualidad, relación,
acción, pasión, lugar, tiempo, situación y
hábito. Eran el esquema de predicamentos en los que
tenían que caber todas las cosas; por eso ella tenía
que hacer esto:
Podría
desconcertar el que Sor Juana llame «artificiosas» a
las categorías. Estaríamos tentados a interpretar eso
como otro rasgo más del fuerte criticismo y sutil
escepticismo de la monja, como crítica o incluso
oposición y rechazo de la teoría tradicional, signo
de su modernidad o, por lo menos, de su libertad de
espíritu. Pero no parece serlo, sino más
—5→
bien algo menos peyorativo. Octavio Castro nos dice que
«artificiosas» debe entenderse no como
«artificiales» o «arbitrarias», sino como
«ingeniosas»18.
Es decir, no como contrapuestas a lo natural en cuanto
antinaturales, sino como obra del ingenio humano, que reflejaba lo
natural. Aunque siempre queda abierta la duda de si estaba en
verdad criticando al aristotelismo.
Un indicio de que
tal vez no era crítica del aristotelismo en bloque es que a
Sor Juana no se la ve rechazar la metafísica, sino
plantearla como camino de conocimiento, aunque ciertamente con
reservas. Su propuesta principal es la reducción
metafísica. La reducción o resolución -ambos
nombres le daban los escolásticos- era el análisis de
los griegos, principalmente tal como lo había expuesto
Aristóteles. Tal reducción era un ascenso inductivo
por el que se resolvían las cosas en sus principios y causas
más universales. En cambio, el análisis de los
modernos, como el de Descartes y Leibniz, consistía en
descomponer las nociones en partes cada vez más simples.
Después de llevar las cosas a sus causas y principios, se
realizaba la composición o síntesis, que era el
descenso opuesto, el camino deductivo, por el cual se daba cuenta
explicativamente de todas las cosas a partir de esos principios
encontrados. La metafísica era al mismo tiempo intelecto y
ciencia, intuición y discurso, pero preponderantemente
intuición, por ser inducción, más que
deducción. Sin embargo, Sor Juana, alegando que la
intuición intelectiva no puede brindar el conocimiento
firme, lo coloca en el discurrir argumentativo, aunque para darse
cuenta luego de que tampoco éste colma sus aspiraciones.
Cuando se topa Sor
Juana con este fracaso de lo filosófico, en sus más
altas expresiones, da paso a la teología, que conoce con la
fe, más que con la razón, y sobrepasa su conocimiento
racional con un conocimiento místico. Más que una
racionalista cartesiana, vemos que Sor Juana es como algunos
escolásticos que, desde un sistema a veces muy cerrado y
pesado, llegaron, después de criticarlo, a una postura
mística de fe por encima de todo. Pensamos en el canciller
Juan Gerson y aun en Nicolás de Autrecourt, ambos del siglo
XIV20.
Hermetismo
Sor Juana recibe
el hermetismo sobre todo a través de Athanasius Kircher, el
erudito jesuita, que llegó a mantener correspondencia con
algunos novohispanos21.
Hay varios temas herméticos en sus poemas, singularmente en
el Primero sueño. Sólo aludiré a
algunos de ellos, para dar apoyo a mi afirmación de la
presencia que en ella tuvo el hermetismo. Uno de esos temas es la
torre de Babel, mencionada en dicho poema. Es un tema que aparece
en la obra de Kircher Turris Babel, de Amsterdam, 1679. Igualmente
el tópico de las pirámides y los jeroglíficos,
que aparece en otras obras de Kircher, principalmente en
Lingua aegyptiaca
restituta, Roma, 1643; Oedipus aegyptiacus, Roma, 1656; y Obeliscus aegyptiacus, Roma,
166622.
También se
puede ver en el influjo renacentista, como en el motivo del
microcosmos, que nos recuerda mucho a Pico de la Mirándola,
con su diálogo sobre la dignidad del hombre y a Luis Vives,
con su fábula del ser humano. El mismo motivo del
sueño es hermético, porque como que separa el alma
del cuerpo, y parece hacerlo más sutil y ágil. Por
una parte es la abstracción, por otra parte es una especie
de revelación, como la que daba Dios a los profetas por
medio de algún ángel o espíritu puro. En todo
caso, permitía una intuición muy sutil, precisamente
porque arrebataba el alma del cuerpo y de los sentidos. Era una
intuición intelectual, y la más pura que se
podía alcanzar.
Modernidad
Un rasgo de
modernidad en Sor Juana es la manera como en el propio Primero
sueño trasciende el hermetismo hacia el racionalismo,
cambiando el medio de conocimiento del hermetismo, que era la
intuición, por el de la modernidad, que es el raciocinio
deductivo. Este último es el que prefiere Sor Juana,
declarando impotente a la intuición —7→
para dar la verdad; pero sólo pasa al deductivismo
cartesiano para declararlo incapaz al poco de haberlo
adoptado23.
Otros rastros de
un sutil escepticismo, aunque no declarado ni pleno, se encuentran
en algunos poemas de Sor Juana. No llegan, ni mucho menos, a un
escepticismo fuerte como el pirrónico, ya que Pirrón
no aceptaba ningún argumento, ni los suyos, y no era
cognitivista, con lo cual se apartaba de la discusión
filosófica y se condenaba al silencio; o, mejor dicho,
buscaba la paz del alma. Ni siquiera llega Sor Juana al
escepticismo académico, centrado no en la suspensión
del juicio -como el anterior-, sino en la duda, y, por lo mismo,
menos completo y radical. El escepticismo académico, el
dubitativo, encontraba un representante en Descartes, con su duda
metódica. Es innegable que hay rasgos de este escepticismo
en algunos versos de Sor Juana, como los siguientes:
Pero no se le
puede adjudicar un escepticismo académico que sea completo.
Allí alude a la contraposición clásica entre
Heráclito, a quien se representaba siempre llorando, y
Demócrito, a quien se pintaba siempre riendo. Ambas posturas
mostraban que tanto valía lo uno como lo otro. Parece
también recoger la inquietud cartesiana del continuo
desacuerdo entre los filósofos, con lo cual Descartes
criticaba los fundamentos de toda la filosofía, y
decía que sólo en matemáticas se llegaba a
algo claro. Pero también parece tratarse de una actitud
lúcida que ve con humildad realista la finitud y las
limitaciones del conocimiento. Por eso se refugia en el no-saber de
la teología y la mística, un no-saber que es, sin
embargo, el mayor saber, según lo decía
Nicolás de Cusa en su concepción de la docta
ignorancia, con lo cual Sor —8→
Juana se muestra como tocando el renacimiento y la
modernidad. Esto se ve en algunos versos como:
Este saber por
padecimiento, pathos o empatía, es también el de
la mística, según lo exponía el Pseudo
Dionisio, saber no por discurso, sino por connaturalidad, con la
cual sobre todo se conocía -de acuerdo con lo que de ese
autor recogía Santo Tomás de Aquino- lo que
podía conocerse de Dios. Llevaba a un conocimiento de
Él más pleno y perfecto que el que se alcanzaba en el
raciocinio. Por lo demás, Sor Juana alude asimismo a un
conocimiento contrapuesto al teórico, un saber útil,
cual era el saber moral, más bien del lado de la
teología, que en la concepción cristiana se postula
como un saber de salvación:
Hay, pues, en Sor
Juana un innegable criticismo, pero no parece llegar a constituir
escepticismo. Por otra parte, en el Primero sueño
encontramos asimismo la mención de los átomos y de
los espíritus vitales. La idea de átomos ya
venía desde los griegos, pero fue subrayada por modernos
como Descartes y Gassendi en la idea de los corpúsculos
básicos. Los espíritus vitales parecen corresponder a
los espíritus animales, que para Descartes «son partículas sutiles de sangre que
pasan del corazón al cerebro y mueven la glándula
pineal para que ésta envíe información al alma
o bien reciben los movimientos de la glándula y se mueven a
través de los nervios para producir las respuestas de los
diferentes músculos de nuestro
cuerpo»27.
Igualmente, como ya se ha dicho, el subrayar los límites de
la razón es un rasgo general del cartesianismo28.
Balance
Vemos, pues, a Sor
Juana, distendida entre su gran ansia de saber y su
desengaño del conocimiento, su duda y su desconfianza del
conocimiento perfecto, su desencanto de los alcances del conocer
humano29.
Pero de alguna manera colmó sus aspiraciones de saber,
cuando entró en el silencio místico, y sobre todo
cuando entró en el silencio de la muerte. Es lo que trata de
cantar acerca de nuestra poetisa-filósofa el doctor don Juan
de Avilés en un soneto fúnebre dedicado a ella, que
dice:
Además del
conocimiento que tenía Sor Juana del hermetismo y de la
filosofía moderna, encontramos en ella un manejo bastante
aceptable de la filosofía y teología
escolásticas. Ya que esto ha sido poco resaltado,
ofreceremos un puñado de muestras tomadas de algunas
composiciones de la ilustre monja jerónima. La
escolástica era la corriente de pensamiento que atravesaba
la época colonial; y, dados sus intereses intelectuales, Sor
Juana no podía permanecer ajena a dicha corriente. Y llama
la atención el conocimiento tan notable que la poetisa
alcanzó en este ámbito.
En uno de los
Romances que escribió, precisamente el que funge como
Prólogo al lector, Sor Juana aborda el problema que tanto
preocupó a los teólogos escolásticos sobre el
libre albedrío. Aunque Dios impulsa al hombre y en todo lo
apoya, sin embargo, no lo mueve ni fuerza a hacer nada contra su
voluntad. Además, todo lo que el hombre hace Dios lo conoce
como libre, id
est como realizado con libertad. Sor Juana presenta esta
doctrina de manera correcta y abreviada:
En otro romance,
Sor Juana habla de las operaciones ontológicas y
cosmológicas (o metafísicas y físicas) de las
cualidades de las cosas. Las cualidades que se allegan a los
cuerpos son las que producen en ellos las alteraciones. Esto se ve
en el amor. Explica que, a semejanza de Dios, su naturaleza no es
abarcable por el humano entendimiento; y sólo se conocen sus
efectos, pero a través de ellos no se alcanza a llegar
plenamente a su esencia. Dice, pues, acerca del amor:
Habiendo partido
de las propiedades accidentales, sigue hablando de las propiedades
en general de un ente individual o sujeto, señalando que las
propiedades contradictorias no pueden darse simultáneamente
en él:
Alude a un tema de
la lógica y la filosofía del lenguaje, el de la
denominación extrínseca. La denominación o
significación hecha por los vocablos respecto a las cosas no
altera la substancia íntima de éstas:
En otra parte
muestra una idea escolástica de cosmología. Los
elementos son contrarios, pero el movimiento de las esferas, que
discurren por celestiales ejes, hace que lleguen a un equilibrio,
ya que no a la armonía perfecta, que es impensable entre
ellos, dada su oposición:
Habla
también de las causas, tema de física y de
metafísica. La causa, si es tal, lo es porque produce un
efecto. Así, una potencia o facultad se especifica y
determina por su objeto. Es lo que significan dos de sus
versos:
Cita a
Aristóteles y a Galeno, príncipes del saber antiguo.
Menciona una cuestión de índole escolástica,
la de si es posible una presencia bilocada o el estar presente un
mismo cuerpo en dos lugares al mismo tiempo. Alude a la
privación como un estado negativo. Y habla del supuesto, que
es el ente individual o substancia completa en todos sus
constitutivos, ya dispuesta para la existencia o inclusive con
existencia. Al hablar del queridísimo hijo de los virreyes,
dice:
Como ya se ha
mencionado al hablar de la causalidad, las potencias o facultades
tienen un objeto, al que se aplicaban; y cuando se aplican a
él, realizan su ejercicio propio. Por eso dice Sor Juana que
sólo saliendo del ocio podrá la voluntad ganarse el
nombre de potencia activa:
Se refiere
también a la sindéresis, hábito de los
primeros principios prácticos, radicado en el mismo
intelecto. Allí se contiene el primer principio de la vida
práctica que es buscar el bien y evitar el mal. Por ello
dice que con la sindéresis elegirá lo mejor:
En un poema al
capitán don Pedro Velázquez de la Cadena, menciona a
varios filósofos y literatos de la tradición,
mostrando así la erudición que tenía en
diversas letras:
En otro poema a un
caballero que le había escrito un romance burlesco, Sor
Juana parece apuntar a la discusión escolástica de la
naturaleza de los ángeles, es decir, la de si cada individuo
angélico constituía una especie, al no tener un
principio material que lo individualizara:
Dice eso con mucha
ironía, rechazando el que ella sola llenara una especie.
También trata de la acción inmanente, que es la que
se queda en el agente, cual sucedía con las acciones
anímicas, o sea, el entender y el querer. Se
contraponía a la acción transeúnte o
transitiva, que salía al exterior, como era la
mayoría de las acciones del ser humano:
Menciona la
teoría aristotélico-escolástica de los
opuestos. Cuando se trata de un amor según Dios, se tiene
una cualidad sin opuesto, no existe esa pugna que puede deshacer el
compuesto, sino que se tiene sólo armonía. Más
aún, se ocupa el centro natural o el lugar propio en el que
se realiza el equilibrio:
Se centra en la
teoría de los hábitos. La costumbre engendra el
hábito, en el sentido más fuerte de cualidad
inherente en el hombre; si es un hábito bueno, es llamado
virtud, y si es malo, vicio. Pero ambos surgen de la costumbre y
tienen la misma dificultad en ser removidos. Por eso, dado que Sor
Juana tenía adquirida ya una costumbre, le era
difícil quitarla y suplirla por la virtud que le
interesaba:
Las potencias o
facultades requieren de un incentivo para llegarse mejor a su
objeto. La necesidad es lo que más las agudiza para que
operen. Debido a eso, si no hubiera necesidad, la potencia se
quedaría sin objeto sobre el cual ejercerse, y así
sería frustránea o vana:
Entre las endechas
compuestas por Sor Juana, encontramos una que hace hablar a una
viuda que llora mucho al marido muerto. Allí vuelve el tema
de la información del cuerpo por el alma, que es en lo que
consiste la relación hilemórfica en el compuesto
humano. Hace decir a la viuda afligida:
Hay asimismo uno
de los sonetos en el que menciona los silogismos, de una manera muy
especial, pues aquí son hechos por los colores, que, por ser
perecederos, resultan en engaño y tienen entonces
carácter de argumento falaz o sofístico:
Siguiendo con el
tema de la lógica, en otro de los sonetos usa
términos de la disputa escolástica:
«negar», «conceder», «poner en
contra» un argumento:
En una de sus
Letras, alude a la posibilidad como elemento de la lógica
modal, es decir, nombrado con su tecnicismo: «en el modo posible», es decir, con el
modalizador o functor modal de posibilidad, que afecta a lo que
adyace a él con esa cualificación modal o modalidad
de lo meramente posible, abierto continuamente:
En una de las loas
agrupadas bajo el rubro general de «Otras loas»,
más precisamente, en la Loa de la Concepción, la
Devoción en su parlamento usa el adjetivo
«sofísticas», aplicado a unas redes, como
—19→
sinónimo de «engañosas», que es
como se toman en la lógica las falacias o sofismas. La
Devoción dice:
Allí mismo,
al hablar la Música, distingue, en el ámbito de la
física y la metafísica, el cambio accidental del
cambio substancial. Cuando se da este último, hay un cambio
de esencia, y la cosa se transforma en otra; pero en el caso del
primero, sólo cambian los accidentes, permaneciendo la
esencia inmutada:
Continuando con el
tema cosmológico, en la primera Loa a los años del
rey Don Carlos II, el Amor, en su parlamento, se refiere a los
cuatro elementos, que, aun cuando son contrarios entre sí,
unidos dan origen a muchas cosas, tanto con su oposición
como con su acuerdo. El cielo, que tiene movimientos rotativos
debidos a sus esferas, también produce efectos en la tierra,
como las estaciones, las lluvias y otros fenómenos
meteorológicos:
El Amor vuelve a
tomar la palabra, y hace alusión a la razón de
estado, inventada por Maquiavelo y muy usada por Guicciardini, con la cual se
justificaban muchas malas acciones que pudieran beneficiar a un
gobernante (pocas veces a su pueblo):
En la segunda loa
a los años del rey, la Vida habla de los derechos naturales
como trascendiendo a las leyes positivas, al paso que exalta la
prioridad del vivir sobre el gobernar, o de la vida sobre el
gobierno. Es decir, aplica el dicho escolástico de que
primero es el ser y luego cualquier otra acción («primero es el ser y luego el obrar»,
o «el obrar sigue al ser»,
operari sequitur ad
esse):
Allí mismo,
la Música reafirma lo anterior. Gobernar es un acto
operativo o accidental, mientras que vivir es un acto entitativo o
esencial. Está diciendo que el vivir es el ser o el existir
(según otro adagio escolástico: «el vivir, para los vivientes, es el
existir», Vivere viventibus est esse), y que la existencia
adviene a la esencia; pero no dice que el hombre tenga por esencia
la existencia (cosa que sólo puede darse en Dios):
En seguida la
Majestad explica que lo preciso o necesario no es unívoco,
es decir, tiene jerarquías. No por ser necesaria una cosa es
más perfecta. Puede ser de necesidad inmediata, pero menos
perfecta. Así, la materia es necesaria para el compuesto
físico, o cuerpo, pero la forma es más perfecta.
Asimismo, el alimentarse es necesario para discurrir, pero el
discurrir es más perfecto que el alimentarse,
etcétera:
A la Majestad se
le discute el que la vida sea esencial al hombre, ya que el hombre
muerto también es hombre. A lo cual ella responde que no lo
es. En efecto, ya no es hombre, sino cadáver; ya no tiene
forma substancial humana, sino de cadáver. Se han dividido
el cuerpo y el alma, y, así separados, se destruye el
compuesto humano, y aquello no es ya un hombre, sino algo distinto:
cadáver de hombre. El alma sola no es un hombre, sino un
alma humana suelta, y el cuerpo solo no es un hombre, sino restos
materiales de un hombre o cadáver. Sólo es hombre el
compuesto de los dos, de alma y cuerpo:
Esto último
es reafirmar lo mismo que se dijo antes. Sor Juana da muestras de
haber comprendido bien esta doctrina hilemórfica de la
antropología filosófica
aristotélico-escolástica. En general, da muestras de
tener un conocimiento muy aceptable de la filosofía y la
teología según esa corriente, y no sólo de la
hermética, como ya se ha estudiado bastante (por Octavio Paz
y Elías Trabulse), así como cierto contacto con la
filosofía moderna (señalada por Rafael Moreno y
Francisco López Cámara).