La filosofía
escolástica en algunos poemas de Sor Juana
Señalaremos
a continuación algunas ideas y términos
escolásticos que utiliza Sor Juana en poemas suyos,
agregando clarificaciones y explicaciones sobre dichos
términos.
En el poema en el
que se opone al poeta José Montoro, Sor Juana menciona la
díada substancia y accidente, que trata ontológica y
lógicamente, distinguiéndolos bien por el
carácter de necesidad respecto del ser que tiene el primero,
y el carácter de contingente del segundo. La substancia es
necesaria, pero los accidentes pueden estar en ella o faltar, sin
que eso signifique la desaparición de aquél; lo
necesario es la substancia o esencia:
No sólo
trata a la substancia como esencia, sino que también se
refiere a ella como supuesto (30, 41), a saber, como ente concreto
e individual. Un poema festejando el nacimiento del hijo de los
virreyes expresa el deseo que dice haber tenido la monja de que
viniera al mundo, y lo hace utilizando términos
metafísicos:
En efecto, el
mundo de los posibles era visto como una región de las ideas
divinas, el mundo pensado por Dios; por eso Él lo
había hecho pasar de la idea al ser.
—26→
Junto con estas
nociones tan fundamentales, se encuentran ciertos principios de la
escolástica. Algunos son de metafísica, por ejemplo
del orden de la causalidad, como aquel que se enunciaba «cessante causa, cessat effectus», y que
Sor Juana pone en verso así:
Dentro de ese
orden de la causalidad, la causa principal era la final, cuyo
máximo axioma era que el fin es lo primero en la
intención y lo último en la ejecución, lo cual
expresa así:
Pasando de la
metafísica u ontología a la física o
cosmología, también susceptible de ser llamada
filosofía natural, alude a los cuatro elementos, en
algún paso, de manera general (8, 15), y de manera
específica en otro:
Igualmente
aparecen otros conceptos cosmológicos, por ejemplo los que
dan expresión a esa idea fundamental del hilemorfismo, es
decir, la composición de los cuerpos a base de materia y
forma:
El hilemorfismo
vuelve a mostrarse no sólo como ese conocimiento de la
díada materia y forma, sino con la sutil distinción
entre la forma natural y la artificial:
También
sabe discernir la forma natural en inanimada y animada. Esta
última, la animada, tiene como principal el alma racional,
que es peculio de los seres humanos. Por eso dice:
En el
ámbito de la misma física
aristotélico-escolástica, menciona la idea antigua de
la tendencia natural que se suponía en las cosas hacia un
lugar determinado, que era su lugar natural, el centro que la
atraía, o el peso que la arrastraba o inclinaba:
Como una parte de
la filosofía natural o física, se veía a la
biología. Y conocimientos de esta disciplina, en su
versión aristotélico-escolástica, se
encuentran en Sor Juana. El alma es un acto del cuerpo (de hecho,
—28→
para Aristóteles, era el acto primero del cuerpo, el
más fundamental). Por eso llama al cuerpo «tierra
organizada», la cual es vivificada por el alma, que es acto o
forma (76, 96). Alma y cuerpo se unen como compuesto (78, 98). Y el
alma puede ser vegetal, animal o racional, aunque en el hombre es
una sola, con esos tres aspectos. Así, no sólo habla
de la dimensión racional y sensible o animal, sino
también de la vegetal:
También
posee Sor Juana la teoría del conocimiento, que en la
escolástica tiene que ver con las potencias o facultades
cognoscitivas y sus objetos. La potencia o facultad es la que pone
el acto, y el objeto es el aspecto de la cosa que se conoce, por
ello está por parte de la cosa (a parte rei) conocida, y no por parte
del cognoscente:
La
abstracción es división, y esta precisión es
la más fina, esto es, división de razón o
mental. Toma muy en cuenta el axioma capital o primer principio del
ser y del conocer, tanto de la metafísica como de la
gnoseología y la lógica, que es el de no
contradicción (6, 13).
También
muestra el conocimiento de las relaciones, poniendo a la
relación como una tensión que media entre dos
extremos, los cuales son los correlatos, esto es, un término
a quo y otro
ad quem; en el
primero se encuentra el fundamentum de la relación, que es lo
más constitutivo de la relación misma, sin lo cual no
puede darse. Esta teoría de la relación le sirve para
plantearse, en el terreno de la ética, el problema de la
búsqueda del bien, que es a lo que esta disciplina se
dedica:
Ya que se refiere
al bien, avanza en esa línea y nos muestra que conoce
distintas clases de bienes, como el bien útil, que es el que
prepara para el bien deleitable y el bien honesto, los cuales son
superiores a él. Sor Juana alude asimismo a la
comunicabilidad del bien, que la escolástica había
reflejado en aquel adagio suyo del «bonum est diffusivum sui», en cuanto que
siempre se deja participar:
Recordándonos algunos puntos de lógica o
metodología escolástica, Sor Juana menciona la ley de
las definiciones que ordena usar términos positivos para dar
a conocer las ideas:
Comenzando el
camino de la lógica, Sor Juana menciona conceptos
escolásticos del tratado de los signos o semiótica y
la filosofía del lenguaje. Hurgando en la relación
del lenguaje con el pensamiento, revisa la conexión de los
signos con la mente, a saber, cómo se daba la
vinculación del término con el concepto o palabra de
la mente (verbum
mentis) o del corazón (verbum cordis), como preferían
algunos, siguiendo a San Agustín:
Está
aludiendo a la idea escolástica de que las palabras son
signos y efectos del pensamiento, antes que de las cosas, aunque
son signos de las cosas de manera definitiva y principal. En cuanto
a los signos, que se dividen en naturales y artificiales, menciona
al humo como signo natural del fuego, ejemplo que era muy frecuente
en los manuales de lógica al uso.
Tiene Sor Juana
varios versos y aun poemas que son todo un ejercicio y
aplicación de la teoría escolástica de la
argumentación, así por el modo de hablar y exponer,
como por los términos técnicos que aparecen. De este
modo, encontramos que dice a José Montoro:
Al modo de aquellos que
sutilmente defendieron
que de la nieve los campos
se visten de color negro,
de tu sutileza fue
airoso galán
empeño,
sofística
bizarría
de tu soberano ingenio.
Probar lo que no es probable,
bien se ve que fue el intento
tuyo; porque lo evidente
probado se estaba en ello.
Acudistes al partido
que hallastes más
indefenso
y a la opinión
desvalida
ayudastes, Caballero.
Este fue tu fin; y así,
debajo de este supuesto,
no es ésta ni puede ser
réplica de tu
argumento,
sino sólo una
obediencia
mandada de gusto ajeno,
cuya insinuación en
mí
tiene fuerza de precepto.
Extraño
gusto que tenía Sor Juana por la argumentación
lógica, que nos hace creíble el que haya escrito esas
Súmulas de dialéctica que se le han atribuido y que
ahora andan perdidas78.
Vuelve a mostrarnos su posesión del arte y los tecnicismos
de la argumentación en estos versos:
¿Será ésta una alusión a su trabajo de
sumulista, que debió ser muy competente, así haya
sido sólo de ocasión y tal vez sin un mayor
propósito? Quizá no dio clase de súmulas a
nadie, pero su estudio le permitió bromear y conjuntar ahora
la lógica y el amor:
En otros versos se
alude a la teoría de la argumentación más de
pasada, apuntando de modo especial a la forma lógica de los
silogismos, dado que la función de esta disciplina es
desentrañar esa forma lógica de los conceptos,
definiciones, enunciados, razonamientos, etc. De ahí que
señale una verdadera catástrofe cuando dice:
Mas el texto que
nos muestra más a las claras la pericia de Sor Juana en
estas cosas tan arduas, es un villancico, todo él escrito en
registro de lógica, lleno de expresiones
escolásticas, que bien vale la pena reproducir entero:
Sor Juana sabe
afirmar, negar, distinguir, conceder e inferir con los
términos propios de la técnica de la discusión
escolástica; lo hace con expresiones muy formales. Ello nos
muestra un conocimiento muy amplio y profundo que tenía Sor
Juana de la lógica de su momento, y se —34→
ve que muy bien pudo escribir ese tratado de Súmulas
de lógica que se le adjudica. Principalmente, nos muestra lo
mucho que sabía aquella que llegó a afirmar que
vivía estudiando:
Llegando a la
conclusión, podemos decir que estos poemas de Sor Juana nos
hacen ver que su conocimiento de la filosofía era muy
amplio, y no sólo en las líneas hermética y
cartesiana, muy reconocido y estudiado, sino también en la
escolástica, que, por lo demás, era el ingrediente de
su contexto cultural que tenía más extensión.
En su espíritu abierto, curioso y estudioso a la vez, no
pudo faltar ese elemento cultural.
—[35-36]→—37→
Ideas escolásticas en las
loas de Sor Juana
Sor Juana se
caracterizó siempre por su gran amor al saber.
Recorrió y abarcó muchos ámbitos de
éste. Entre ellos estuvo el de la filosofía y,
concretamente, según ya hemos visto, la filosofía
escolástica. Esta sale a relucir en sus escritos, tanto en
verso como en prosa. Muestra un buen conocimiento de la
filosofía tomista, que era la parte principal y más
extendida de la escolástica, corriente más estudiada
en esa época. Se cultivaba la filosofía
hermética, de corte renacentista, y ya se comenzaba a
conocer en la Nueva España la filosofía moderna,
sobre todo cartesiana. Pero estaba muy presente el tomismo. Veremos
algunas muestras de ello en poemas de Sor Juana, especialmente en
algunas de las loas que escribió para diversas
ocasiones.
En uno de sus
poemas, expresa Sor Juana su aprecio por el saber, el cual era tan
grande, que llega a ver el saber como intercambiable con el vivir,
de manera que sólo es vivir el saber, y sólo por el
saber se puede en verdad vivir. Esta es una idea de abolengo
aristotélico, recogida por la escolástica. La
primacía de la vida teórica sobre la vida
práctica, o la directividad de la contemplación sobre
la acción, de modo que la vida mejor es la del
conocimiento:
En otra parte,
contrasta el rigor de las escuelas (que puede tomarse como la
universidad, los colegios y, sin más, la escolástica)
con la blandura de la corte palaciega. Con ello muestra su aprecio
por la discusión cerrada y formal que se estilaba entre los
escolásticos, y no el discurso más bien superficial y
basado sólo en el ornamento que se usaba entre los
cortesanos.
De hecho, Sor
Juana tiene piezas en las que, como vimos, reproduce la disputa
escolástica en alguno de los diálogos. Pero
también tiene palabras un poco duras para la escuela, o la
teología que se hacía en las escuelas. Le reprocha
apartarse de la devoción, que nutre la reflexión
teológica, pues sin ella se corre el peligro de encerrarse
en la erudición y en la vanidad. Tiene el riesgo de quedarse
en palabras vacías, que, sin el fervor, se marchitan. Alude
a la frase de San Pablo: «la ciencia
hincha, el amor edifica» (I Cor., 8:1) . También se refiere a las
palabras del libro de la Sabiduría: «la sabiduría no entra en corazón
malévolo» (Sab., 1:4). Señala con ello las
condiciones morales del conocimiento, es decir, hay condiciones de
posibilidad para la marcha del intelecto que se hallan en el
corazón o la voluntad, y que, juntamente con las del
entendimiento, configuran la vida moral, la cual no puede
desprenderse de la vida intelectual. Esto se da en la Loa en la
celebración de los años del rey Carlos II, donde el
Entendimiento increpa así a la Escuela:
En esa vena
intelectualista. Sor Juana habla del amor espiritual, radicado
más en el entendimiento que en los sentidos. Por ello no
necesita del alimento material que pudiera brindarle la vista. Es
un amor que se nutre de la consideración interior, con el
recuerdo del ser amado, sobre el cual reflexiona y pondera los
motivos que lo hacen amable:
Pasando a la
teoría del conocimiento, Sor Juana se refiere al dato
cognoscitivo o contenido del conocimiento como un simulacro,
refiriéndose a la teoría de la species o especie, es decir,
semejanza o similitud (simulacro) de la cosa, semejanza o
asimilación realizada en los sentidos para conocer el objeto
por medio de un intermediario psíquico o
«intencional» en el que pueda estar representado dentro
del alma. Inclusive, siendo un simulacro, se resalta su
carácter de signo, ya que es un signo formal, el más
perfecto de los signos:
Habla del orden y
del caos, su opuesto. El mayor orden es el del cosmos, el cual
tiene sus grados o jerarquías, no sólo de lugar, sino
en el ser. Esos grados son precisamente los que constituyen el
orden natural. Es el orden creado por Dios, y alude a la
creación a partir del caos. Pero no parece desdecir la
creación a partir de la nada, sino que le da otra forma de
expresión, como si el caos fuera la nada. Hubo algunos, como
San Agustín, que al ver el pasaje del Génesis que
dice que Dios había creado primero la tierra, pero que
ésta estaba caótica, lo interpretaban como que
había creado primero la materia, y ésta se hallaba
informe, en espera de las distintas formas. Pero Sor Juana no
parece hacerlo así. Por la escolástica tomista
sabía que la materia no puede subsistir sola y sin formas,
de modo que no podía haber sido creada en estado de desnudez
de toda forma. Así, en una de las loas, dice el Amor:
En otra loa a los
años del rey (la III.ª), reproduce ideas
cosmológicas de la filosofía antigua,
platónica, pero que también pasó a la
escolástica.
—40→
Los astros giran
y, al hacerlo, producen una armonía que sólo pueden
oír los que atienden a ella con la clave de los
números, esto es, la astronomía como una ciencia
matemática, y la música como algo conectado con ella.
Es también una idea que recogió el renacimiento, en
clave y registro platónico, semejante a la que expresa Fray
Luis de León en su famoso poema a Francisco de Salinas y
semejante también a lo que recoge Galileo Galilei de esa
tradición platónica (y, en el fondo,
pitagórica). Con todo, a pesar de ese carácter
platónico, la idea de la astronomía como una ciencia
matemática también es aristotélica y
escolástica. Dice el Cielo:
Otra idea de
filosofía natural escolástica es la que atribuye al
sol la virtud generativa que hace crecer a las plantas y les da
vida. En efecto, las plantas tienen vida por su ánima
vegetativa, y sin el sol (y otros elementos nutrientes) se
morirían. Por eso el sol era considerado un universal en el
causar; esto es, siendo uno, con su virtud generativa causaba el
nacimiento, y propiciaba el crecimiento, de muchos seres vivos.
Esto aparece en otra loa (la IV.ª) a los años del rey,
donde habla así el dios Pan:
Una cosa muy
importante es el recuerdo que hace Sor Juana de Mercurio o Hermes,
como el dios de la oratoria. Así lo proclama el Sol, en la
V.ª de las loas a los años del rey; y el propio
Mercurio dice de sí mismo que es el que, con la elocuencia,
hace ostentación del saber. En efecto, sin la elocuencia no
se logra transmitir el saber, ni tampoco el —41→
deseo; por eso dice que quien no sabe persuadir no es temido
ni amado. Y termina diciendo que la elocuencia aprisiona en el oro
de sus cadenas.
Hay una clara idea
en Sor Juana de que el ornato del discurso ayuda a comunicar el
saber, e incluso a profundizar en él. En este caso, es la
retórica, pero también es la poética, la que
apoya al conocimiento. Tímidamente hace mención de
los Hados, que gobiernan las contingencias humanas; pero pone buen
cuidado en aclarar que de todas maneras existe ese reducto de la
libertad que es el libre albedrío o arbitrio del hombre, por
el que trasciende esos influjos de los astros y conserva la
capacidad de decidir su acción, esto es, de elegir lo bueno
o lo malo, con lo cual es susceptible de premio o castigo por su
responsabilidad, y así no desaparece la ética. Dice
allí el Sol:
Menciona los
cuatro elementos, y su relación con lo animado y lo
inanimado. Coloca lo viviente en la tierra y en el agua, y lo
inerte en el viento y en el fuego. Aunque en el aire se
podría situar el reino de las aves, Sor Juana prefiere
colocarlas en la tierra, ya que en el aire sólo están
secundariamente, y en la tierra de manera principal. Prefiere ver
el aire, al igual que el fuego, como inhóspito lugar para lo
vivo. Por eso dice el planeta Marte:
En la Loa a los
años de la reina Doña María Luisa de
Borbón, se tocan los objetos del sentido, que son signos
sensibles (metáforas) de las ideas del entendimiento. Las
esencias son el contenido de las ideas, y son de suyo invisibles;
pero pueden representarse en las imágenes simbólicas.
En dichas imágenes se representan allí las tres
potencias del alma: entendimiento, memoria y voluntad. Así,
aunque las tres son una misma cosa en el alma, al igual que el alma
es una sola cosa en el cuerpo, así en la loa de Sor Juana
son tres cosas, representadas por tres personajes, pero que hablan
de su unidad. Así, dice el Entendimiento:
Al hablar de la
memoria, se menciona de pasada la estimativa, que es, junto con
ella -y el sentido común y la imaginación-, uno de
los cuatro sentidos internos. Se alude otra vez a las especies
cognoscitivas, «mentales caracteres» con los que se
representan las cosas y se guardan en el recuerdo. Se trata, en
verdad, de las ideas e imágenes consideradas como signos,
pues son en verdad -para la escolástica, y así lo
recupera puntualmente Sor Juana- signos formales, distintos de los
signos instrumentales, que son los restantes. Habla el Pasado:
En una Loa a los
años del virrey, marqués de la Laguna, aparece la
idea de supuesto, que es lo mismo que substancia individual o
esencia individualizada, la cual está dispuesta para la
existencia, y cuando ella le adviene resulta un ente individual. La
personificación de Belona exclama:
Finalmente, en una
loa representada en unas huertas donde se divirtió la
virreina, un personaje, el Céfiro, habla de
metafísica de las causas y dice un axioma en verso:
Ciertamente era un
principio muy conocido, casi de sentido común; pero
también recibe en ella la formulación adecuada que
tenía en las escuelas. Así se expresaba como
principio escolástico de la suspensión del influjo
causal sobre los efectos. Téngase en cuenta que no se puede
decir con propiedad que Sor Juana usara los conceptos
filosóficos escolásticos para hacer un tratado o una
disquisición sobre esos asuntos, pues su intencionalidad es
poética. Se vale de esos conceptos porque en parte estaban
en el legado común de la mentalidad de su época y
porque en parte eran señal de cultura, erudición y
hasta buen gusto, dado que también eran vistos como la
enseñanza superior brindada en los colegios y
universidades.
Tanto en
metafísica, como en teoría del conocimiento y en las
demás disciplinas, Sor Juana da muestras de conocer la
filosofía escolástica, y de conocerla no de modo
superficial o cursi, sino de modo bastante logrado y hasta
profundo. Esto es lo que manifiestan los versos suyos que hemos
considerado, confeccionados con nociones de esta escuela
filosófica. Y, aunque pudiera decirse que sólo
ocasionalmente son puestos allí, o que se usan de pasada y
sin un propósito de hacer explícitamente
disertaciones filosóficas, su uso es correcto y adecuado,
inteligente y oportuno; y, así, esa utilización
poética de tales conceptos nos revela la competencia
filosófica que había llegado a tener Sor Juana,
precisamente en la corriente que inundaba su tiempo, a saber, la
complicada y difícil filosofía de las escuelas, la
escolástica.
La
conclusión a la que nos conduce la consideración de
la obra de Sor Juana es que manejó muchas cosas, y las
manejó con holgada competencia. Tanto en la filosofía
como en la teología escolásticas muestra un uso fino
y acertado de las nociones, que refleja en sus poemas. Ellos nos
sirven de camino y de indicador para rastrear los conocimientos que
acumuló nuestra célebre monja literata. No podemos
—45→
pensar en ella como alguien que tuviera profesión de
filósofa o de teóloga, que nunca lo hizo, ni lo
pretende en sus escritos, que son de índole literaria y no
ejercicios de esas disciplinas. Pero tiene un conocimiento muy
notable en cada una de ellas. Sin ser especialista en esas
materias, está informada de ellas, y llega a hacer un uso de
esos saberes que la coloca como una de las personas más
instruidas en la Nueva España de ese momento.
—[46]→—47→
La presencia de la Filosofía
escolástica en los Villancicos de Sor Juana
En los villancicos
de Sor Juana Inés de la Cruz103
palpamos la presencia de la filosofía. El villancico III del
primer nocturno a la Asunción, de 1676, es todo él un
dechado de conceptos filosóficos y teológicos. Si
quitamos el estribillo, encontramos sus ocho estrofas cargadas de
este tipo de conocimientos. Tiene alusiones a las costumbres de las
escuelas, esto es, de la universidad y de los colegios, que tal vez
conoció por lecturas o por relatos de sus amigos profesores,
como el propio Carlos de Sigüenza y Góngora. Comienza
así:
Alude a la
participación ontológica que la Virgen tenía
de la Inteligencia de Dios, por el singular privilegio que le
concedió por ser su madre. En efecto, ella tuvo
primacía ante todas las creaturas. Y, dado que la
sabiduría participada o infusa es superior a la adquirida o
teológica, por eso ella es la que puede tener la
cátedra más subida de teología. Y demuestra
que la Virgen tuvo el mejor conocimiento de las principales
materias del currículum teológico, porque las
experimentó en su propia vida y persona.
Ninguno de Charitate
estudió con más
fatiga,
y la materia de Gratia
supo aun antes de nacida.
Después la de Incarnatione
pudo estudiar en sí
misma,
con que en la de Trinitate
alcanzó mayor noticia.
—48→
Esto hace que la
Virgen esté por encima de los ángeles, que tienen un
intelecto muchísimo más puro que el del hombre, e
intuitivo. Ella les da clase en el cielo, dice Sor Juana,
fabricando, por supuesto, una imagen graciosa, pues los
ángeles no necesitan lecciones, al ser espíritus
puros, no discursivos. Y los llena tanto de amor a ella, que recibe
su aplauso y su asentimiento completo:
Juega Sor Juana
diciendo que los ángeles le dan su voto a la Virgen, como
hacían los alumnos con los profesores cuando concursaban por
alguna cátedra. Y alude al «vítor» o
aplauso de victoria que se le daba a alguien cuando se doctoraba o
conseguía ganar alguna oposición. Otro de los
villancicos, el VII de esa parte, es toda una lección de
retórica (que en ese entonces estaba aparejada a las artes o
filosofía), con varios de sus principales elementos. Ello es
muestra de que Sor Juana tenía un conocimiento nada
despreciable de estas cuestiones. Galanamente introduce su
exposición de la retórica mencionando a dos de los
más grandes oradores clásicos, como son
Demóstenes y Cicerón, uno de la tradición
griega y otro de la romana o latina. Lo hace en el estribillo, que
dice así:
También es
aquí la Virgen la catedrática. Al paso que la
presenta, Sor Juana define la retórica como el arte de
hablar bien, y el objeto de la —49→
misma, que es la cuestión, en este caso la de Dios,
por lo cual es interminable y puede darse en un discurso sin
fin.
Para quien quisiere oír
o aprender a bien hablar,
y lo quiere conseguir,
María sabe
enseñar
el arte de bien decir.
En enseñar ejercita
la dulzura de su voz
que a tiempo no se limita;
que como su asunto es Dios,
siempre es cuestión
infinita.
Enumera las partes
del sermón, o pieza oratoria, que son: exordio,
narración, confirmación y epílogo, pues en la
primera se capta la benevolencia del público y se plantea el
problema o el caso; en la segunda se expone la tesis que se va a
sustentar; en la tercera, que es la más ardua, se argumenta
a favor de la mencionada tesis, no sólo con lo intelectual
sino con lo sentimental; y en la última se saca la
conclusión y se acaba de persuadir de ella.
Su exordio fue
Concepción
libre de la infausta suerte;
su Vida la narración,
la confirmación su
Muerte,
su epílogo la
Asunción.
También da
indicios Sor Juana de conocer los tres famosos tipos de
retórica, que son el epidíctico, el judicial y el
deliberativo. En el primero se hace elogio o vituperio de las
personas; en el segundo se trata un caso forense; y en el tercero
se ventila una cuestión, sobre todo política. Ella
sólo alude al segundo, pero no podía hacerlo sin
conocer los que lo acompañan:
De persuadir la eminencia
lo Judicial lo pregona,
pues rendido a su elocuencia
el Juez Eterno, perdona
cuando lo mueve a clemencia.
Retórica se acredita
con todos los que la ven,
y a deprender los incita;
—50→
mas, ¿qué mucho diga
bien
quien en todo fue Bendita?
Menciona
además los instrumentos argumentativos de la oratoria, que
son el problema o pregunta (al que no alude porque ya lo
había hecho bajo la forma de la cuestión), la
proposición y el silogismo. En ellos se plantea la tesis y
con ellos se defiende. Y se añade la complexión, que
es la composición efectuada con los adornos.
Hace de su perfección
al silogismo galante
segura proposición,
y con su Asunción
triunfante
va a la eterna
complexión.
En el
ámbito de esa complexión por el ornato, habla de
varios recursos de la ornamentación elocutiva, y si excluye
algunos, se ve que lo hace por las exigencias de la rima y porque
sólo le bastaban unos pocos para dejar constancia de que los
conocía. Tales recursos son los tropos y las figuras. De
entre los tropos menciona la sinécdoque, la antonomasia y la
metáfora, el énfasis y el enigma; y alude a las
figuras:
Si a los tropos la acomodo,
ha ejercitado en el arte
el sinécdoque, de modo
que eligió la mejor
parte
y la tomó por el Todo.
Como Reina, es bien acete
la antonomasia sagrada
que como a tal le compete;
y hoy, al Cielo trasladada,
la metáfora comete.
Siendo Virgen, ha nacido
el Verbo, de ella humanado
énfasis tan escondido
y enigma tan intrincado,
que sólo Dios lo ha
entendido.
Sus figuras peregrinas
son las antiguas mejores
que las figuras divinas;
que en sus retóricas
flores
nunca se hallaron espinas.
—51→
Al terminar el
villancico, Sor Juana nos deslumbra con una brillante paradoja: la
exposición teológica de la Virgen es la más
completa y amplia, a la vez que la más lacónica,
porque se reduce a decir una sola Palabra o Verbo, que es el Hijo
de Dios. Por ello merece el lugar más encumbrado en el
cielo:
Tan lacónica introduce
la persuasión, que
acomoda
cuando elegante más
luce,
que su Retórica toda
a sólo un Verbo reduce.
En fin, por ser su
oración
en todo tan singular,
hoy con muy justa razón
al Cielo sube a gozar
la eterna colocación.
Algo de los usos
de la discusión dialéctica y del conocimiento de la
lógica por parte de Sor Juana se ve en otro villancico a la
Inmaculada Concepción de la Virgen. Sin necesidad de
expresar muchos de los términos usuales en la lógica
o dialéctica aristotélico-escolástica, la
monja jerónima da la impresión de una capacidad
inferencial y argumentativa que iba a la par de su habilidad
poética. En efecto, allí dice:
Allí se
detecta la presencia de las nociones de premisa, discurso y prueba.
Y un poco más adelante, en el estribillo, se pone un ejemplo
de esa inferencia limpia y precisa a la que hemos aludido:
Donde aparecen,
además de las anteriores, otras dos nociones de la
lógica, como son la de la ilación y la de
convertibilidad entre enunciados. Asimismo, en otro villancico, al
hablar de cómo Dios determinó conservar a la Madre de
Cristo limpia de pecado, Sor Juana da muestras de conocer el modo
como en la teología se explica el conocimiento que tiene
Dios de las cosas. Dice:
Menciona
más adelante lo formal y lo material110,
haciendo alusión al hilemorfismo aristotélico. Y, al
hablar de Santa Catarina mártir de Alejandría,
muestra buena parte de su defensa de la condición femenina
contra todas las privaciones que se le imponían -sobre todo
la del cultivo del intelecto-, y dice con mucho gracejo:
Esta es una de las
defensas más decididas a la vez que discretas y garbosas que
Sor Juana ha hecho de la mujer, sobre todo en lo que más
padeció ella, que fue el que por su condición
femenina vieran mal el que tuviera erudición. Por eso uno
entiende lo que ha dicho Rosario Castellanos: «En la historia de México hay tres
figuras en las que encarnan, hasta sus últimos extremos,
diversas posibilidades de la femineidad. Cada una de ellas
representa un símbolo, ejerce una vasta y profunda
influencia en sectores muy amplios de la nación y suscita
reacciones apasionadas tanto de adhesión como de rechazo.
Estas figuras son la Virgen de Guadalupe, la Malinche y Sor
Juana»112.
Es símbolo por el afán que siempre mantuvo firme de
avanzar en las letras, hasta donde su sociedad y su momento
histórico se lo permitieran. Trascendió la moral de
su época en punto de educación femenina, por su
intencionalidad decidida113.
Y, hablando de
moral, en las «Letras Sagradas para cantar», hay una
que habla del valor que en la ética tiene la
intención recta o buen deseo:
Es decir, el deseo
cuenta tanto en el acto moral, que el consentir a algo es casi como
ejecutarlo, y así lo toma Dios para el Libro de la Vida,
donde se apuntan las obras buenas de los hombres que han de
salvarse.
Y junta los
procedimientos de discusión con los conocimientos o,
más bien, creencias relativas a la cosmografía y al
cielo como casa de Dios, en otra letra que dice así:
Pasando a los
villancicos atribuibles a Sor Juana, en uno de ellos vuelve a
hablar de la Virgen como teóloga, que es algo que ya le
hemos visto hacer varias veces, aunque ahora de manera un tanto
diferente:
Pero el asunto es
el mismo: la Virgen es una demostración viva e insuperable
en la materia, disciplina o tratado de la gracia. Y, después
de llamar a los ángeles «Celestiales substancia»117,
repite el tema aludido, y que ya había tratado antes, de que
los ángeles son los discípulos de la Virgen en su
cátedra del cielo. También alude allí mismo a
varias costumbres de la universidad. Por ejemplo, el de los puntos
o temas de examen:
Viene la
oración o discurso, el claustro, la urna de los votos, la
aprobación, la defensa o argumentación, la pompa y el
paseo, el vejamen, el grado y el cancelario:
A la Oración, con
Gabriel
entró; y al salir del
Claustro,
en la urna de su
opinión
Tres Personas la aprobaron.
La venia de su argumento,
sin réplica se la han
dado
en la Escuela de la Gloria
Aquéllos más
graduados.
Sin dispensarle la pompa,
para el Empíreo Palacio
vistosamente el Paseo
es, de majestad y aplauso.
[...]
Sin el vejamen de Adán
con todo el género
humano,
entre todas las criaturas
hoy se le da el mejor Grado.
Coronándole las sienes
el divino Cancelario,
por la virtud de su ciencia
ocupa el mayor Teatro.
La oración,
que era la defensa de la tesis, se tenía en claustro pleno,
el cual aprobaba por votos, que estaban en la urna aludida;
después de eso se tenía el paseo, con la pompa de los
graduados, que incluía las ínfulas correspondientes
al grado obtenido. Eso lo concedía el rector, pero estaba
atento a ello el cancelario. Y el vejamen era un juego en el que en
forma de pieza teatral, se hacía burla de los que se
recibían. Así es la Virgen coronada con el grado de
doctora en teología y titular de la cátedra
más excelsa.
Algo parecido, de
expresiones acostumbradas en las aulas, lo vemos en otro de esos
villancicos dedicados a San Pedro119:
No solamente
sobresalió Sor Juana en la poética castellana, sino
que incluso se animó a hacer varias composiciones latinas, a
veces glosas de otros poetas, a veces ensayos propios. Cosas muy
curiosas de filosofía dice en uno de esos villancicos en
latín:
Se canta otra
alabanza de San Pedro cuando se menciona su lucha contra
Simón el Mago, gnóstico que le quiso comprar su poder
de hacer milagros, para usarlo en volar, y no pudo, cayendo con
gran estruendo:
Como se puede ver,
Sor Juana da muestras cada vez más notables de solía
de todo aquello que su inmensa lectura le hizo adquirir. Ella
solía dolerse de que, por ser mujer, le fueron cerradas las
puertas de la universidad. Pero la verdad es que en su convento
logró entregarse de manera muy amplia al cultivo de las
letras, tanto divinas como profanas. Tal vez no sea deslumbrante en
sí el caudal de conocimientos que en sus poemas muestra Sor
Juana; pero lo es si pensamos en las dificultades que ella misma
tuvo que arrostrar para poder dedicarse al estudio, dificultades
que, como sabemos, se le presentaron en todas las épocas de
su vida.