Nació en Pliego (Murcia) el 23 de octubre de 1831. Falleció en Madrid el 11 de abril de 1905.
... por fin reapareció con dos hermosos libros de versos, �Horizontes� y �Dolores�; el crítico
se había transformado en un poeta de numen gallardo y estilo elegantísimo. La Academia de la
Lengua le eligió individuo de número, y el teatro Español, director artístico y literario.
Pero no ingresó en la Academia, no; Balart, habiendo escrito lo suficiente para dejar la
reputación de crítico y poeta bien sentada, y a pesar de morir a una edad respetable, es en cierto
modo un escritor malogrado por no haber dado de sí todo lo que valían su cultura, su ingenio y
su profundo entendimiento.
José Fernández Bremón.
Prólogo
FEDERICO BALART
Quiere la costumbre en este linaje de prefacios que se consigne un breve apunte biográfico
del prologado, es innecesario para el lector. Un crítico, dedicado a aquilatar el mérito del
poeta, necesitará, sin duda, conocer su historia, así como el ambiente y el momento en que
escribió, porque la obra es fruto de esos tres factores según la combatida e imperecedera teoría
de Taine. Para el lector corriente, ajeno a toda preocupación erudita y crítica, que busca en la
poesía el eco de sus propias emociones o que sólo pide al poeta la confidencia sentimental que
despierte en su espíritu resonancias afines, �qué importa quién fuera ni cuándo o cómo viviera
el autor? Sin embargo, rindiéndome a la costumbre consignaré algunos datos.
Federico Balart nació en Pliego (Murcia), el 23 de octubre de 1831. Diez y nueve años más
tarde vino a Madrid y aquí comenzó su carrera de escritor publicando sus primeras críticas
literarias hacia 1861 en el periódico Verdad, con el pseudónimo �Nadie�. Las continuó en LaDemocracia, con la firma �Cualquiera�. Intervino durante algunos años en la política; obtuvo
cargos: fue diputado, senador, subsecretario del ministerio de la Gobernación, consejero de
Estado. Abandonó la política. Guardó silencio durante doce años. Tornó al cabo a escribir.
Publicó, aparte nuevos artículos de crítica literaria, trabajos breves como Elprosaísmo en el
Arte y Novedades de antaño. Lo llamó a sí la Academia de la Lengua en 1891. Fue censor y
director artístico del Teatro Español. Pobre y agotado, murió en 1905.
Si toda su biografía estuviera encerrada en esas líneas, Balart estaría olvidado y sería muy
secundario su puesto en las letras españolas, aun reconociendo el valer que como crítico debe
concedérsele por su frase certera, su agudeza irónica y su seguro buen gusto. Pero sus títulos
al recuerdo tienen más sólido cimiento: se contienen en dos pequeños volúmenes de poesías
Dolores y Horizontes, loscuales tienes, lector, ante tu vista. Mientras se hable lengua española,
mientras la cruel separación de los seres amados haga vibrar de dolor las fibras de nuestro
corazón, o la inquietud del más allá abrume nuestro espíritu con la angustia infinita del
misterio, Balart vivirá entre nosotros porque supo, con palabras sencillas pero intensas, dar
forma a su dolorosa emoción y comunicarla al lector.
Dolores-publicado en 1893-, es una corta colección de poesías consagradas a la memoria
de su esposa, muerta poco tiempo antes. Aunque no todas escritas, sin duda, con igual propósito,
hay en todas ellas una cierta uniformidad de tendencia espiritual que las enlaza y las imprime
cierta unidad; forman todas una corona de pensamientos depositada sobre una tumba.
Descuellan las que llevan por título Preludio, Relicario, Insomnios, Recuerdo, Aspiración y
Restitución.
Aun cuando sólo hubiera escrito la primera y la última de las citadas, Balart tendría derecho
a ser reputado altísimo poeta. Los versos del Preludio son de aquellos que para siempre quedan
impresos en la memoria del lector:
�Yo te bañé con mi llanto,
yo te abrí la oscura caja,
y, dominando mi espanto,
yo te vestí la mortaja:
blanca toca y negro manto.
Tu cuerpo cubrí de flores,
y te ceñí por corona
(�postrer don de mis amores!)
el velo de tu Patrona
la Virgen de los Dolores.�
Ningún relato más sobrio ni más sencillo. La hojarasca usualmente mezclada a los artificios
retóricos está ausente de estos renglones. Son prosa rimada. Pero prosa rimada, viva y doliente,
transida por la más intensa emoción que se transparenta con irresistible vigor contagioso.
Tienen esos renglones la sobriedad del verdadero dolor, reconcentrado y esquivo; y, a la vez,
el movimiento de la acción sencillamente relatada. Y penetran en el espíritu reanimando y
caldeando acaso imágenes yertas de amarguras pasadas o evocando anticipados dolores.
�... yo te vestí la mortaja:
blanca toca y negro manto�
Aunque esos leves renglones caigan en el fondo de nuestra memoria para dormir en ella años
de olvido, emergerán de lo inconsciente y adquirirán nuevo valor significativo, cada vez que
nuestra alma perciba en la penumbra temerosa del arcano la sombra de la muerte amenazadora
para un ser querido.
Pertenece la poesía de Balart, tanto en Dolores como en las recopiladas en su volumen
Horizontes -publicado poco después-a la poesía llamada �filosófica� que tan alto esplendor
alcanzó en el siglo XIX y que logró en otros países adalides tan geniales como Leopardi v
Carducci, en Italia; Lamartine, Vigny, Hugo, Sully-Prud'homme, en Francia; Byron, Shelley,
Tennisson, en Inglaterra; y entre nosotros copiosos cultivadores, Tassara y Campoamor, Núñez
de Arce, Bartrina, Manuel Reina y Balart entre otros. Sin desdeñar la forma los poetas
filosóficos del siglo XIX, sienten la emoción de las grandes ideas y de las inquietudes
perdurables y universales de nuestro linaje. Por eso, a la vez que nos hacen sus confidencias y
parecen verter en nuestro espíritu únicamente el licor amargo que sus propias congojas destilan,
son eco de las nuestras; y dan forma a nuestras propias ansiedades. El verdadero poeta no es
un solitario que interpreta sus propios sentimientos exclusivos; es voz de la Humanidad.
En todos ellos afloran los mismos temas. Es que son pocas las cuerdas del alma humana y
menos aún los sentimientos que las hacen vibrar. El amor y el dolor; la vida fluente - y efímera
con su acre sabor a ceniza y su liviana y vacía fragilidad; la muerte con sus misterios
implacables y desoladores; la duda y la esperanza, la resignación y la fe encierran todo el
tesoro de las hondas emociones humanas y despliegan su riqueza sentimental al través de la
floresta literaria de todas las generaciones.
Pero sobre todas ellas, la muerte,- la muerte que, según el dicho de un filósofo, es como el
sol, a quien ningún humano puede contemplar frente a frente. La muerte, reveladora de la
vanidad irremisible de la vida, es la obsesión de Balart. Ella arranca a su lira los sonidos más
dolientes, los acentos más desgarradores.
��Vanidad!; �Vanidad! �Mísera suerte
de todo humano bien! Gloria, riqueza,
poder, talento, juventud, belleza...
�Qué hay seguro en la vida, qué? �La muerte!
grita en Ultra.
�Vanidad! �Vanidad! �Oh! �qué es la vida!
�Viento fugaz perdido en el espacio!
clama en Cenizas.
Resignado escribe en Quietud:
�No hay en el mundo sueño más tranquilo
que el sueño de la tumba...�
Pero la rebelión del ser humano contra el aniquilamiento de la muerte, contra esa quietud
eterna e inexorable de la tumba, hace surgir en nuestro espíritu una flor de esperanza que
proyecta sobre los infinitos espacios la silueta fortalecedora de Dios. La fe, que se eleva, hasta
los cielos, nutre sus raíces en la savia de las sepulturas. Balart en su Meditación, lo confiesa
�...Y al cabo las pupilas moribundas
se elevan hacia Ti�.
No falta quien moteje estas preocupaciones de la poesía del siglo XIX-cl gran siglo de la
lírica de �filosofía barata�. Lo es, en efecto, si por filosofía barata entendemos toda
preocupación por las ansiedades compartidas con los más de los hombres capaces de sentir. La
vanidad de la vida tiene sus acentos desgarradores en el Eclesiastés; la idea de la muerte hace
inclinarse la frente, vasta como un océano, de Pascal y vibra con eternos sones en Jorge
Manrique, como antes en los poetas árabes, y después en el alma torturada de Leopardi.
��Qué memoria en la tierra deja el hombre?
�Qué rastro deja por la mar la nave?�
escribe Balart. �Filosofía barata! Sí. Pero la más honda, la más íntima filosofía es siempre
vulgar; porque es el grito del dolor del hombre, cercado por la muerte impasible e inexorable
que lo acecha,- o el esfuerzo desesperado por comprender el enigma de nuestro ser y el misterio
de nuestro destino, por penetrar en el más allá: o la protesta desgarradora y amarga como la
impotencia contra el implacable decreto del hado que la condena a desaparecer. El hombre no
se resigna a ser en el océano de la vida como la ola que se encrespa, se corona de espuma,
estalla y se disuelve para siempre, sin dejar ni memoria ni huella sobre la superficie del mar.
Por, eso, anhelando consuelo, lo busca en la fe. Y cuanto torna sus ojos desde la sepultura a la
vida, es un resignado o un creyente. Esa filosofía barata, está tejida con la desesperación y la
esperanza de todas las generaciones y de ella arranca toda la poesía humana, la que forma
ideales perecederos que aparten del abismo los ojos, como la que, gozosa y triunfante, cree
vencer a la muerte cantando el amor.
Esa filosofía tiene en Balart interpretaciones indelebles. Desde las que transitan por los
renglones de Restitución, joya preciosísima de la lírica española, hasta el esbozo Cuatro tablas,
que recuerda versos de Heine. La colección que tienes en tus manos, lector, hecha con tino-ya
que no es mía- reúne lo mejor de Balart poeta, eliminando algunas composiciones que, por serlo
de circunstancias o por no responder a verdaderos sentimientos del autor, disonarían en el
conjunto. De aquellos aprende lector, de memoria los que por ser más dolorosos son más
humanos. Tal vez algúndía subirán de tu corazón, a tus labios. Y evocando, al repetirlos, el
dolor del poeta que los escribiera, te parecerá que aquél comparte tus propias amarguras. y
acaso te consolarán.
Este libro, que al mundo lanzado veo,
lector, contra el torrente de mi deseo,
por más que hoy tu mirada sobre él irradie,
para ti no se ha escrito.-�Ni para nadie!
Exudación de un alma de angustia llena,
la materia y la forma le dio una pena.
En sus versos, desnudos de gala y arte,
ni voluntad ni esfuerzo tuvieron parte:
lágrimas son que turbias se aglomeraron,
que en informes estrofas se coagularon,
y en un alma nacieron que el duelo enluta,
como la estalactita nace en la gruta.
Yo, que en densa tiniebla desparecido
soy un triste habitante del triste olvido,
mis canciones dejaba sonar a solas
como en playa desierta suenan las olas.
Al pie de árbol estéril, hojas caídas,
entre el polvo rodaron desconocidas.
Hoy, que contra mi gusto las lanzo al viento,
tales como las hallo te las presento.
La corrección mezquina, meticulosa,
que los versos a veces convierte en prosa,
si tersura les presta, verdad les quita:
�Quién corrige, quién pule la estalactita?
Lo que en su masa tosca puede agradarte
es ver cómo espontánea creció mi arte;
y de ese crecimiento pierdes la norma
cuando a la estalactita quitas su forma.
Si este libro robarte logra un momento,
sólo ha de ser en gracia del sentimiento;
sentimiento que es siempre, de varios modos,
si en cada cual distinto, común a todos.
En la roca pendiente sobre el abismo,
cruza el hombre los brazos entre sí mismo,
y duda, al ver el alma y al ver el mundo,
cual de los dos abismos es más profundo;
mas siempre halla en el fondo de entrambos huecos,