Calmante
Confidencia
A Leopoldo Alas
El progreso
I
II
Pero, aunque el orbe sumiso | |
ves a tu genio inmortal, | |
en tu nuevo paraíso | |
que renuncies es preciso | |
al árbol del bien y el mal, | |
�El bien y el mal! �Cara ciencia | |
que te arrojó del Edén | |
y te costó la inocencia! | |
y al fin -responde en conciencia- | |
�Qué sabes del mal y el bien? | |
Bien, para la ciencia humana | |
cuando lo intangible explica, | |
es palabra hueca y vana | |
a que tu razón liviana | |
conceptos sin fin aplica. | |
Siempre, de constancia ajeno. | |
tomas, tras breve intervalo, | |
la triaca por veneno: | |
lo que ayer fue malo es bueno; | |
lo que ayer fue bueno es malo. | |
Hoy las naciones aherrojas, | |
mañana expulsas los reyes; | |
y, entre mortales congojas, | |
como la selva sus hojas | |
mudas costumbres y leyes; | |
que, en perdurable ansiedad | |
y en insensato furor, | |
miserable Humanidad, | |
tu verdad sólo es verdad | |
después de haber sido error. | |
Y no es que, a puro ascender | |
por la esfera soberana, | |
nuevos astros logres ver: | |
�no tal! �el error de ayer | |
error vuelve a ser mañana! | |
La estrella que vacilante | |
se hundió en el triste Occidente | |
de tu horizonte inconstante, | |
con resplandor más brillante | |
vuelve a surgir por Oriente. | |
En alterna sucesión, | |
pasan por el fondo oscuro | |
de tu confusa razón | |
las ideas de Platón, | |
los átomos de Epicuro. | |
Uno te baña en el lodo, | |
otro en la luz increada | |
quiere fundirte a su modo: | |
Hegel te da su Dios Todo; | |
Schopenhauer, su Dios Nada; | |
Y hoy, con retorno imprevisto | |
por tu inteligencia ruda, | |
de nuevas armas provisto, | |
frente a la gloria de Cristo | |
su nirvana sienta Buda. | |
�Y, si orgulloso depones | |
los ídolos con que pueblas | |
tus absurdas religiones, | |
todas tus exploraciones | |
se pierden en las tinieblas: | |
En esa región sombría | |
que sonda tu mente ociosa, | |
nada alcanzan, alma impía, | |
tu vana filosofía | |
ni tu ciencia cautelosa. | |
�Qué importa! Con estupendo | |
valor, el cielo explorando, | |
sus senos vas revolviendo, | |
unas veces discurriendo | |
y otras veces observando. | |
Ya, con ridículo error, | |
piensas hallar la evidencia | |
cuando empuñas la mayor, | |
desenvainas la menor | |
y ensartas la consecuencia. | |
Y, en la ilusión que después | |
te ocasiona ese embolismo, | |
al Ser absoluto ves | |
encerrado entre las tres | |
paredes de un silogismo; | |
ya, prudente y sabihondo, | |
con tal jerga no te ofuscas: | |
quieres ver mondo y lirondo, | |
al mismo Dios; -y en el fondo | |
de tu retorta lo buscas. | |
Ingredientes preparando, | |
el uno del otro en pos | |
en ella los vas echando, | |
y aguardas que fermentando | |
salga la Esencia de Dios: | |
salvo (�como es natural!) | |
condenarlo en rebeldía | |
con sentencia capital | |
cuando, citado, en su día | |
no acude a tu tribunal. | |
Con prudente rigorismo, | |
toda hipótesis repudias, | |
y, a solas contigo mismo, | |
miras, observas y estudias | |
la piedra y el organismo. | |
Ves que al hierro busca el rayo.. | |
ves que palpita la arteria... | |
y, después de cada ensayo, | |
repites para tu sayo:- | |
��Son leyes de la materia!� | |
Y como, firme y certero, | |
todo, entre uno y otro polo, | |
sigue su ley, dices fiero:- | |
�pues el reloj anda solo, | |
�no hace falta relojero!� | |
Y, cuando de tu sistema | |
eliminas a Elihú, | |
sacas, por final teorema, | |
que hay una Fuerza suprema, | |
y esa fuerza no eres tú. | |
Conoce al pastor la grey, | |
conoce el siervo al Señor, | |
conoce al gañán el buey; - | |
y tú, que encuentras la ley, | |
niegas al Legislador. | |
Si alzarte quieres a Él, | |
tus sistemas son colosos | |
como esa férrea Babel | |
que en París levantó Eiffel | |
para recreo de ociosos: | |
pirámide irregular | |
que ni a los ojos agrada | |
ni se sabe a qué aplicar; | |
maravilla singular | |
que no sirve para nada; | |
obra inútil que, aunque dé | |
a su autor claro renombre, | |
es capricho puesto en pie, | |
de donde sólo se ve | |
la gran pequeñez del hombre. | |
Sabio que nunca te humillas, | |
y estudias, para negarlas, | |
las celestes maravillas: | |
�A Dios se va de rodillas!- | |
�Y tú no sabes doblarlas! | |
Ni tu ciencia analizarlo | |
ni tus ojos pueden verlo; | |
y en balde esperas hallarlo, | |
si en vez de reverenciarlo | |
te empeñas en comprenderlo. | |
�Abarcar quiere tu mente | |
lo infinito?-�Estás lucido | |
si ignoras, pobre demente, | |
que ha de ser lo continente | |
mayor que lo contenido! | |
�Cuándo más grande, alma terca, | |
será el puñado que el puño, | |
ni el cercado que la cerca, | |
ni el tornillo que la tuerca, | |
ni la moneda que el cuño? | |
En vano será que gires | |
del uno al otro confín | |
y que obcecado delires: | |
por donde quiera que mires | |
no has de hallar a Dios el fin. | |
�En vano, entre los escombros | |
de una y otra religión, | |
buscas prodigios y asombros, | |
si no nacen en tus hombros | |
las alas de la oración! | |
Con ellas se tiende el vuelo, | |
con ellas se alcanza todo, | |
mas tú, sin mirar al cielo, | |
te revuelcas en el suelo | |
corno un reptil en el lodo. | |
Desde él, con cerviz enhiesta, | |
lanzas a la eternidad | |
tu irreverente protesta, | |
como tu saber compuesta | |
de soberbia y ceguedad. | |
Pero Dios, a quien provoca | |
tu voz moviéndole guerra, | |
desprecia tu furia loca, | |
y al fin te tapa la boca | |
con un puñado de tierra. | |
Entregada a tu razón | |
la ciencia del bien y el mal, | |
y mudo tu corazón, | |
al par de tu religión | |
corre ciega tu moral. | |
Con descabellado intento | |
y absurda soberbia vana, | |
pides al entendimiento | |
lo que es en la vida humana | |
producto del sentimiento. | |
Buscas en la inteligencia | |
los frutos del corazón: | |
�Y la paz de la conciencia | |
no sabe darla tu ciencia | |
ni lograrla tu razón! | |
�Ah! lo que Bacon inquieto | |
no pudo en su genio hallar, | |
lo hallaron, claro y escueto, | |
en su ergástulo Epicteto | |
y Job en su muladar. | |
Y esa fuerza, que renombre | |
no busca, ni lucro en pos, | |
se llama, con vario nombre, | |
Virtud, si la alcanza el hombre; | |
Gracia, si la otorga Dios. | |
Ella a la ley soberana | |
la frente serena inclina, | |
y es su misión lisa y llana | |
de la voluntad humana | |
a la voluntad divina. | |
Al talento más experto | |
se aventaja el corazón | |
cuando a Dios se ofrece abierto; | |
que el bien no está en el acierto: | |
el bien está en la intención. | |
Sin más código moral | |
convertirás en edén | |
este infierno terrenal: | |
el bien es querer el bien; | |
el mal es querer el mal. | |
Mas �ay!, al error propicia, | |
tu torpe naturaleza | |
los dones más altos vicia: | |
Eva te dio su malicia | |
y Adán te dio su flaqueza. | |
De tu saber engreído | |
frunces la nublada frente; | |
que, soberbio y descreído, | |
siempre te halaga el oído | |
la lengua de la serpiente. | |
Nunca tus actos se rigen | |
por la sencilla virtud; | |
y en eso tienen su origen | |
los afanes que te afligen | |
de la cuna al ataúd. | |
�Qué vale que tu razón | |
su imperio en el mundo ejerza, | |
si, en constante agitación, | |
más deprisa que tu fuerza | |
va creciendo tu ambición? | |
Poco importa que del trueno | |
disponga tu voluntad: | |
jamás vivirás sereno | |
mientras lleves en el seno | |
la soberbia y la impiedad. | |
Ni aun ahuyentando la muerte, | |
ni aun suprimiendo el dolor, | |
feliz consiguieras verte: | |
�Qué te vale ser más fuerte, | |
si no sabes ser mejor! | |
�Y, mientras en lucha vana | |
te das a ti mismo guerra, | |
pretende tu mente insana | |
dirigir la caravana | |
de los hombres por la tierra! | |
�Ay! �aunque indagues ladino | |
las leyes que el orbe rigen, | |
mal trazarás tu camino | |
desconociendo tu origen | |
e ignorando tu destino! | |
Por saberlos, iracundo, | |
das tormento a tu razón; | |
y, con esfuerzo profundo, | |
por la evolución del mundo | |
calculas tu evolución. | |
Mas ni esa base ilusoria | |
te da firme fundamento | |
para adivinar tu historia: | |
�te es, por ventura, notoria | |
la suerte del firmamento? | |
Ya supones que, apagados | |
los soles, a ellos caerán | |
los planetas despeñados, | |
y, por el choque incendiados, | |
nebulosas formarán, | |
que, por los anchos abismos | |
de los espacios profundos, | |
con sus elementos mismos | |
darán, en nuevos guarismos, | |
origen a nuevos mundos; | |
ya llegas a presumir | |
que la Fuerza persistente | |
dejará de persistir, | |
o, en las esferas latente, | |
sueño eterno ha de dormir, | |
y los astros, a millones | |
parecerán, apagados | |
en las etéreas regiones, | |
negro enjambre de moscones | |
en éxtasis arrobados. | |
�Oh, si por frutos opimos | |
lograra tu entendimiento | |
agregar a sus esquimos | |
la historia de esos racimos | |
que penden del firmamento! | |
Si el cielo abarcar pudieras | |
y entre tus manos avaras | |
al fin cogido lo vieras, | |
�con qué placer lo exprimieras | |
y de un sorbo lo apuraras! | |
Mas, si por milagro un día | |
tanto hiciera tu poder, | |
ni aun así se aplacaría | |
esa eterna sed impía | |
de inquirir y de saber: | |
juzgando verdades claras | |
cuanto tu mente ideó, | |
si el secreto a Dios robaras, | |
aún conocer intentaras | |
lo que nunca Dios soñó. | |
Junto al borde del abismo | |
vagas triste y macilento, | |
engañándote a ti mismo | |
con el falaz espejismo | |
de tu propio pensamiento; | |
y tras él, de breña en breña, | |
tu inteligencia sin fe | |
desbocada se despeña: | |
tanto anhela cuando ve,- | |
y piensa ver cuanto sueña: | |
�crisálida misteriosa | |
que, si lo futuro escarba | |
y lo pasado desglosa, | |
no sabe si ha sido larva | |
ni si ha de ser mariposa! | |
Hablas de males y bienes; | |
y, cuando te encumbras más | |
y por más sabio te tienes, | |
ni sabes de dónde vienes, | |
ni sabes adónde vas. | |
Ya imaginas que a tu oído | |
llegan los cantos triunfales | |
del hombre futuro, henchido | |
de venturas terrenales | |
en progreso indefinido; | |
ya supones, sin embargo, | |
cansado de progresar | |
y hallando el camino largo, | |
que al fin podrás en letargo | |
delicioso reposar. | |
�Falso ensueño esplendoroso! | |
�Ilusión risueña y vana | |
pensar que, en ocio dichoso, | |
solaz encuentre y reposo | |
tu rendida caravana! | |
La idea que sin sosiego | |
persigue tu fantasía | |
soñando alcanzarla �ciego! | |
es la columna de fuego | |
que en el desierto te guía. | |
Tras ella caminarás | |
siguiendo su rumbo incierto, | |
mas nunca la alcanzarás: | |
por ella progresarás;- | |
pero siempre en el desierto | |
Humanidad que, sin tino, | |
fatigada de marchar | |
buscas fin a tu camino: | |
�no es arribar tu destino! | |
�Tu destino es caminar! | |
�Moisés! �Moisés! �no te entregues | |
a grata ilusión mentida! | |
�Por mucho que al cielo ruegues, | |
morirás antes que llegues | |
a la tierra prometida! | |
�Nunca esa tierra ilusoria | |
premio de tu afán será! | |
�Cuando alcances en la gloria | |
la palma de tu victoria, | |
ni tierra ni mundo habrá! | |
Mas no cejes receloso, | |
hombre, si Dios no te escucha; | |
que es empeño candoroso | |
buscar fijeza y reposo | |
donde todo es cambio y lucha. | |
Comprende al fin el misterio | |
que tu alto destino encierra: | |
la vida es un cautiverio; | |
y, aunque es la tierra tu imperio, | |
�no es tu galardón la tierra! |