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ArribaAbajoCanto XIV

Orlando en Albraca




    El poeta filósofo del Lacio
dice que la mujer (yo no interpreto
literalmente, porque el propio Horacio
se lo prohibe a un traductor discreto;
y si bien ocupando igual espacio  8605
puede expresarse en castellano neto
la misma cosa, hacerlo así sería
al bello sexo gran descortesía).
   Dice que la mujer, ya antes de Helena,
guerras al mundo ocasionó fatales,  8610
cuando el hombre, erizada la melena,
luenga la barba, en grutas y jarales
vida vivió de sobresaltos llena,
y sus rudos instintos animales
con gritos y baladros exprimía,  8615
sin rey, ni ley, ni juez, ni policía.
   No hubo aceros allí, pavés, ni cota,
y los inciertos amorosos goces
se disputaban, como la bellota,
a puñadas tal vez, tal vez a coces;  8620
andaban nuestros padres en pelota;
pero todo cambïó; cunden precoces
artes de destrucción; la ciencia avanza;
se inventan arco y honda, espada y lanza.
—602→
   El derecho de gentes, aunque justo,  8625
como el de ahora, usaba otro lenguaje;
tirano entre los flacos el robusto
hablaba a lo soez y a lo salvaje.
Decía: «A mí me toca hacer mi gusto,
porque tengo más fuerza y más coraje;  8630
y todo aquel que osado se me oponga,
sepa que este puñal le desmondonga».
   Así habló la razón, así el derecho;
hoy (a no ser en uno que otro caso)
no va un rey de ese modo a vías de hecho;  8635
y si saca su hueste a campo raso,
el probar que su fuerza y su provecho
son la justicia, es necesario paso;
y bien porro será quien no lo pruebe
en nuestro sabio siglo diez y nueve.  8640
   Ni fue el tipo de Aspasias y Lucrecias
el mismo que después: ancho el cogote,
y fornida la espalda, y carnes recias,
y encallecido el pie de andar al trote,
y un ribete de zafias y de necias,  8645
eran donaire y hermosura y dote;
y el rapazuelo a la materna ubre
mamaba lo rollizo y lo salubre.
—603→
   Por este de beldad primer instinto,
temprana Troya, ardió la choza un día,  8650
y el arroyo corrió de sangre tinto,
y el adüar cambió de dinastía.
Tipo después acá y allá distinto
prevaleció; la griega fantasía
encarnó el suyo en palpitantes bronces;  8655
¿mas fue mejor que el de antes el de entonces?
   Creo que una joroba no hermosea,
que un hombre sin nariz no es un Apolo,
y que la calva es una cosa fea
en el austral y en el opuesto polo;  8660
sigo también la popular idea
de preferir dos ojos a uno solo;
en esto mis creencias recopilo
sobre lo bello; en lo demás vacilo.
   Pero cualquier dechado de hermosura  8665
que una edad reconozca y autorice,
cualquiera que el lenguaje y la armadura
sean con que le ensalce y patronice,
siempre de amor la loca travesura
(y de ello Salomón que así lo dice,  8670
dejó en sí mismo insigne documento)
de la razón se burla y del talento.
   Testigo este Agricán, que delirando
de amor conmueve el Asia, y luto y duelo
a tantas gentes da; testigo Orlando,  8675
de varonil virtud cabal modelo
en otro tiempo, ahora oprobio infando
de la cristiana fe, del patrio suelo,
embelesado en tontos amoríos,
indignos de su fama y de sus bríos;  8680
—604→
   Testigo Sacripante, que destruye
todo su pobre pueblo circasiano
por un mentido bien, que se le huye,
cuando ya piensa en él poner la mano.
Y a tanto adorador ¿qué retribuye  8685
por el largo penar y el cotidiano
peligro de la lanza y de la espada
esta mujer falaz, desamorada?
   Desamorada para todos, menos
el que odia y vilipendia su hermosura;  8690
por éste sólo anubla los serenos
ojos, a los demás o falsa o dura.
¡Cuántos por ella extensos campos llenos
están de informes troncos, inmatura
mies de la Parca! Y ya su altar infausto  8695
viene en sangre a bañar nuevo holocausto.
   Forman los dichos caballeros nueve,
aunque pequeña, irresistible escuadra;
la cual, por dondequiera que se mueve,
enteras huestes rinde, abre, taladra.  8700
Como a una causa al parecer tan leve
tanto tumulto en su opinión no cuadra,
ignorando Agricán qué cosa sea,
dudoso un breve instante titubea.
   Mas luego Orlando le quitó la duda,  8705
que se le fue, con Durindana, encima.
No recibió Agricán jamás tan cruda
carga, y el mismo rey así lo estima.
En vano se enfurece, en vano suda,
—605→
en vano apela al arte de la esgrima,  8710
en vano el tiempo y el esfuerzo gasta;
escasamente a defenderse basta.
   Metióse por fortuna de repente
entre los dos gran golpe de canalla,
y a pesar de uno y otro combatiente  8715
partida fue la horrífica batalla.
Orlando se reúne con su gente,
y empujan juntos la cerrada valla
de tanta espada, lanza, pica, porra;
no hay sino su valor que los socorra.  8720
   Como silbante plomo un balüarte
de débiles adobes aportilla,
las filas de este modo rompe y parte
a gran correr la intrépida cuadrilla.
Descabezados troncos de una parte  8725
y otra cayendo van que es maravilla.
Al ver delante tanta sangre y tanto
destrozo, tiembla Angélica de espanto.
   Pues Agricán, que al fin se desembarga
del gran tropel en que arrastrado gira,  8730
y ve los caballeros a no larga
distancia, y la beldad por quien suspira,
pensad con qué furor vuelve a la carga,
y con cuánta violencia Amor le tira,
cuando a la mano el cielo le coloca  8735
la prenda antes guardada en la ardua Roca
   Contando que le echaba ya la uña,
aguija hacia los nueve; y como era
el buen Roldán la punta de la cuña
que hace en las filas tártaras tronera,  8740
embístele; y si bien no le rasguña
las encantadas carnes, de manera
le muele y le magulla y le fatiga,
que a recogerse en el pavés le obliga.
   En esto Radamanto, el jayanote  8745
que al Duque derribó, da en la tetilla
a Balán con el asta; al recio bote
—606→
va al suelo el rey, hundida una costilla;
pero esgrimiendo el corvo chafarote
lava con harta sangre esta mancilla;  8750
terrible cosa de mirar fue aquélla;
de un tajo solo, a dos o tres degüella.
   A su corcel por todas partes busca;
que pueda recobrarlo dificulto,
pues tan espesa polvareda ofusca  8755
los ojos, y tan grande es el tumulto,
el confuso tropel y la chamusca,
que a cuatro pies no se distingue un bulto;
triste de aquel que pierde en ella el tino,
pues de salud no encontrará camino.  8760
   Visto que le hubo en tan dudoso estrecho,
fue a socorrer Grifón al rey Balán;
y como en otro encuentro se le ha hecho
pedazos el lanzón, y aquel jayán
el suyo enristra y se lo apunta al pecho,  8765
temeroso Grifón de algún desmán,
tírale un tajo que le corta el asta
en dos pedazos, como blanda pasta.
   Radamanto, arrojando el cabo al suelo,
recibe con la espada al adversario.  8770
Trábase igual entre los dos el duelo,
y danse golpes con suceso vario.
No se llevaba el uno al otro un pelo
de ventaja; y durara el sanguinario
trance sin duda alguna todo el día,  8775
si no se entrometiera Santaría;
   Santaría de Suecia, que ha querido,
por sus pecados o su mala estrella,
lidiar con Antifor; y le ha cabido
—607→
tan desmedida zurra, que atropella  8780
atolondrado y casi sin sentido
por cuanto encuentra al paso, y va y se estrella
con Radamanto y con Grifón, haciendo
tanto alboroto y confusión y estruendo,
   Que el corcel del gigante se dispara  8785
y por las filas rompe como flecha.
Crece la turbación y la algazara;
todos corren a izquierda y a derecha;
corren, y nadie vuelve atrás la cara,
y cada cual a su vecino estrecha;  8790
éste empuja, aquél vuelca, esotro casca;
parece el campo súbita borrasca,
   Cuando a lo lejos por la mar serena
levanta el viento crespa espuma, y cunde
de un lado y otro el temporal, y suena  8795
más y más, según raudo se difunde,
hasta que el horizonte en torno llena,
y vasta playa estrepitoso tunde;
corriendo el campo va del mismo modo
la horrenda gresca, y lo alborota todo.  8800
   Miraba el ruso Argante en otra parte
la reñida refriega, y a su vista
hubo de presentarse Brandimarte,
a quien nada parece que resista.
Un rato aquel bribón se estuvo aparte,  8805
atisbando el momento en que le embista;
y cuando la ocasión vio favorable,
cierra con él, llevando en alto el sable.
   Brandimarte, si bien la desventaja
tuvo al principio, se repuso luego;  8810
sube el acero prestamente y baja,
y sigue entre los dos igual el juego.
Y de los nueve cada cual trabaja
no menos; y al herir no dan sosiego
Adriano, el conde Claros, ni Aquilante,  8815
—608→
ni el Rey Balán, que haciendo va de infante;
   Ni Antifor, ni Grifón, ni el conde Uberto,
ni Roldán, sobre todos animoso;
los cuales juntamente y de concierto,
acuchillando a roso y a velloso,  8820
dejan rastro larguísimo cubierto
de un cúmulo de muertos espantoso;
pero por más que ayudan a Balano,
fue menester dejarle en el pantano.
   Tremendo fue el destrozo, extravagante;  8825
y sin embargo, vese siempre el mismo
descomunal ejército delante,
que no cabe en el campo, ni en guarismo;
en medio de la trápala incesante,
parece que regüelda el hondo abismo,  8830
y que de tanta multitud se ahíta,
y nuevamente al mundo la vomita.
   Un poco menos fácil el camino
a la pequeña hueste se ofrecía,
pues se lo cierran Agricán, Brontino,  8835
Lurcón y Poliferno y Santaría.
Éste, llevando a Uldano de padrino,
a Antifor nuevamente desafía;
y sostiene a los dos aquel bergante
—609→
de Radamanto, y a los tres Argante.  8840
   Peleaba Antifor heroicamente
con todos cuatro; pero a tanto exceso
no pudo contrastar, por más valiente
que fuese; en suma, le llevaron preso.
Y vueltos al lugar do el remanente  8845
de la cuadrilla aguanta el grave peso
de la enemiga hueste, con más brava
furia la sanguinosa lid se traba.
   Hace la escolta de la bella dama
prodigios de valor en su defensa;  8850
pero Agricán, que cada vez se inflama
en pasión más ardiente y más intensa,
«A ellos», furibundo, «a ellos», clama,
y arremete de modo que no piensa
nadie sino en salvar la propia vida,  8855
de cien opuestas puntas combatida.
   La Dama, al verse en tan estrecho paso,
apelar al anillo determina;
mas metiólo en el seno por acaso
al salir del jardín de Dragontina;  8860
y buscándolo ahora (¡fuerte caso!),
no pudo hallarlo; y casi desatina
creyéndolo perdido, y que en perdello
a su mala ventura ha puesto el sello.
   Del cabello se tira, y se maltrata,  8865
y al Conde voces da que la liberte.
El Conde se enfurece, se arrebata,
y llamaradas por los ojos vierte;
tíñesele la cara de escarlata,
y aprieta las rodillas de tal suerte  8870
que no tuvo vergüenza Brilladoro
—610→
de echarse a tierra, y brama como un toro.
   Mas álzase ligero, que el sañudo
Conde le hace saltar de un espolazo.
Ni es ya a sus iras suficiente el crudo  8875
herir de punta y filo y cintarazo;
échase a las espaldas el escudo
como si le sirviera de embarazo,
y con ambas las manos empuñada
brilla como un relámpago la espada.  8880
   Muévese Durindana, que no fuera
cosa fácil decir si sube o baja;
y abriendo a su señor ancha carrera,
batallones enteros desparpaja;
asombro da mirar de qué manera  8885
punza, troncha, cercena, hiende, taja;
horroriza el silbar de la iracunda
espada, que de sangre el suelo inunda.
   A un peón que se mete en la jarana
degüella; y fue la cosa divertida;  8890
tiene tan fino el corte Durindana,
y cuando el buen Roldán le infunde vida
con tal blandura y suavidad rebana,
que el pobrecillo no sintió la herida,
y dando tajos con el ojo abierto,  8895
andaba acá y allá, y estaba muerto.
   Ocasión de su propia desventura
fue al pobre Radamanto su grandeza.
Viole tan alto Orlando, y se la jura.
—611→
Tírale un gran fendiente a la cabeza,  8900
y de la coronilla a la cintura
le parte en dos, y ni aun allí tropieza,
que hasta los dos arzones ha tajado;
cayó medio jayán de cada lado.
   Hállase Saritrón algo adelante,  8905
haciendo de peones gran cosecha,
y vista la tragedia del gigante,
de escabullirse la ocasión acecha.
Rebanóle la espada fulminante
el tronco de la izquierda a la derecha;  8910
cayó el sangriento busto al pie de Orlando,
y siguen las dos piernas cabalgando.
   Hácele igual honor al rey Brontino,
pues de un revés le corta la cabeza,
que con el yelmo y la cimera vino  8915
rodando por el campo una gran pieza.
Pendragón, rey de Gocia, en el camino
estaba por descuido o por simpleza;
tírale Orlando al cuello una estocada,
y le salió por la cerviz la espada.  8920
   La cual, no hallando obstáculo bastante,
hasta la guarnición no es mucho que entre,
—612→
ni que, como esconderse piense Argante
detrás de Pendragón, saliendo encuentre
la punta de la hoja penetrante  8925
al pobre diablo, y le barrene el vientre;
cae muerto Pendragón, y al mismo punto
Argante echó a correr medio difunto.
   Corría el infeliz cuanto podía,
sobre el arzón llevando la asadura,  8930
mientras que Orlando en pos también corría,
que la cuestión finalizar procura;
y de paso una gran carnicería
hace de cuanto encuentra en la llanura.
¿A qué pedir perdón, merced ni gracia?  8935
que su furia, aun matando, no se sacia.
   No hay terremoto, no hay tormenta oscura,
ni rápida avenida, que le iguale;
no le resiste espada ni armadura;
hüir o pelear lo mismo vale;  8940
pone espanto de lejos su figura,
que entre un montón de muertos sobresale;
parece que en el yelmo el rostro le arda;
todos al verle gritan: «¡guarda! ¡guarda!».
   Con Agricán batalla pavorosa  8945
trababa en tanto el joven Aquilante,
cerca de donde Angélica llorosa
llamaba a voces al señor de Anglante.
Era ya de Aquilante peligrosa
la situación; mas llega en ese instante  8950
el Conde, quebrantando armas, bridones,
—613→
banderas, caballeros y peones.
   Como era aquel mancebo su pariente,
sobrino de Alda bella, y le traía
a mal traer el Tártaro inclemente,  8955
y las plegarias de su dama oía,
quiso librar el pleito a un gran fendiente
sobre el testuz del rey de Tartaría;
tigre sobre la res no da igual salto
que el Conde sobre el rey, la espada en alto.  8960
   En la cabeza el más desapiadado
golpe que dado fue jamás, le asienta.
Merced al morrïón, que era encantado,
Agricán, si no es eso, no la cuenta.
Quedó el rey de sentido enajenado,  8965
y apenas a caballo se sustenta;
mas el gentil bridón, huyendo a escape,
impide que a su dueño el Conde atrape.
   Bayardo era el bridón, y el conocello
maravillado al conde Orlando deja;  8970
antes no pudo reparar en ello;
tanto le desfigura y desemeja
la malla que le cubre frente y cuello
y el cuerpo hasta la cola y la cerneja.
Orlando aguija con el doble empeño  8975
de apoderarse del bridón y el dueño.
   Síguelos por el campo a rienda suelta,
creyendo que la Dama no tenía
ya que temer; mas en la gran revuelta
que en derredor por todo el campo había,  8980
ejecutaron una acción resuelta
Poliferno, Lurcón y Santaría;
Santaría a la Dama echando el guante
llévasela abrazada por delante;
—614→
   Y defienden la presa Poliferno  8985
y el rey Lurcón, y se les junta Uldano,
sin duda alguna el más malvado terno
que tuvo en sus brigadas Agricano.
Los seis barones entre aquel infierno
de bruta gente casi dan de mano  8990
contra tan grueso ejército, a la empresa
de salvar a la mísera Princesa.
   Lástima grande causa oír el duelo
de la cautiva, que, a los vientos dando
la rubia cabellera, sin consuelo  8995
gritaba: «¡Orlando mío! ¡Amado Orlando!».
Traen a Clarïón al redopelo,
y a Brandimarte va el vigor menguando;
ni ya es Uberto a resistir bastante,
ni Grifón, ni Adrïano, ni Aquilante.  9000
   Agricán que entre tanto se recobra,
vuelve anhelante a vindicar su afrenta;
y vuelve en pos Orlando, que la obra
creyó acabada por error de cuenta.
Con gran sorpresa advierte que zozobra  9005
el bando amigo en muy mayor tormenta,
y oye la voz doliente de la Dama
que sin cesar «¡Orlando! ¡Orlando!», clama.
   Lánzase como un tigre a la pandilla
que le lleva su dueño soberano,  9010
y a Lurcón en la misma coronilla
un golpe da como de aquella mano;
hácele la cabeza una tortilla,
que, en vez de dar de filo, dio de plano;
—615→
el yelmo a tierra va, si antes redondo  9015
y empenachado, informe ahora y mondo.
   ¡Extraña cosa, inusitada y fiera,
que superar parece a fuerza humana!
No se ve de Lurcón la calavera
en parte alguna próxima o lejana;  9020
dentro del yelmo no se halló ni fuera;
volvióla toda polvos Durindana.
Medroso Santaría, sólo pudo
en la bella cautiva hacerse escudo.
   Otro recurso o fuerza o poderío  9025
que en aquel trance le defienda, ignora.
Sujeta el brazo y tiene a raya el brío
el Conde, por no herir a su señora.
Mas ella grita: «Orlando, Orlando mío,
si me tienes amor, muéstralo ahora;  9030
mátame con tus manos; antes muera
que verme de estos canes prisionera».
   Confuso el Conde y por demás perplejo
no sabe qué resuelva; al fin, la espada
envaina, y toma por mejor consejo  9035
matar a aquel ladrón de una puñada.
Temblaba el malandrín por su pellejo;
y al ver la invicta diestra desarmada,
creyó trocado el lance, y determina
valerse de ocasión tan peregrina.  9040
   De la Dama que lleva delantera
—616→
sobre el siniestro brazo echó la carga,
porque mejor de adarga le sirviera,
dado que menester hubiese adarga;
y al Conde una estocada en la ventrera,  9045
mucho más pronto que lo digo, alarga,
que, echado a las espaldas el escudo,
de todo amparo le creyó desnudo.
   Mas el escudo al Conde tanto importa,
como si fuera un bulto de diamante.  9050
El Conde quiso hacer la cuenta corta
pagando con usuras al instante;
a dos dedos del tronco de la aorta
le imprime el puño y el ferrado guante;
quítale así la vida; así rescata  9055
la bella presa; y de salvarla trata.
   En brazos la tomó, y el acicate
hincando a Brilladoro, hacia la Roca
corre veloz, y cuanto encuentra abate.
Agricán, que le ve, se abrasa en loca  9060
furia; seguirle quiere; mas combate
con seis a un tiempo, y lo peor le toca;
los seis la lid con nuevo aliento emprenden,
y ya en lugar de defenderse, ofenden.
    Llega en tanto a la puerta del castillo  9065
el Conde amante, y que le admitan ruega;
mas Trufaldín, el consumado pillo,
asomado a una torre, se lo niega;
y no sólo rehusa recibillo,
sino le insulta, y a intimarle llega  9070
que guerra les harán él y su gente,
si de allí no se apartan prontamente.
   Insta la Dama y llora; mas en vano.
Grita y brama Roldán; pero sin fruto.
Acércase Agricán; se acerca Uldano;  9075
y nada mueve el alma de aquel bruto.
—617→
Hierven de gentüalla risco y llano,
y estará toda en menos de un minuto
al pie del alta Roca; y el malvado
más terco cada vez, más obstinado.  9080
   Las piedras y los dardos menudea
mezclando con las obras el denuesto.
Pues ¿quién podrá formarse alguna idea
de la pasión, del frenesí funesto
que al corazón de Orlando señorea,  9085
en tal peligro y tal afrenta puesto?
Brama de enojo y de pavura treme;
mas no por sí, por ella sola teme.
   Teme por la beldad que adora fino;
en cuanto a sí ningún temor abriga.  9090
Le arroja de los muros Trufaldino,
y ya la chusma bárbara enemiga
envuelta en polvoroso remolino
osada embiste y más y más le hostiga
con dardos y venablos y saetas,  9095
al son de los clarines y trompetas.
   Clarïón y Aquilante y Adrïano
lidian con Agricán a todo trance;
el noble Uberto es un león insano;
donde él está no hay bárbaro que avance;  9100
proezas de ardimiento sobrehumano
hace Grifón en repetido lance;
y Brandimarte, si decirse puede,
en fuerza y brío a los demás excede.
   La Dama en tanto al pie del muro gime,  9105
y ruega humilde el Conde a Trufaldino
que por Dios se conduela y se lastime
de una infeliz que a tan crüel destino
reducida se ve; nada hay que lime
el corazón perverso, diamantino,  9110
de aquel traidor, para quien es materia
de pasatiempo el llanto y la miseria.
—618→
   No hay ruego, no hay promesa que le ablande,
y en el alma de Orlando el reprimido
furor fermenta; y cada vez más grande,  9115
revienta al fin con hórrido estallido.
Por más que el Conde a sus efectos mande,
por más que, en el hablar, desconocido
le fue el baldón, denuestos cuando tocan
en lo más vivo, a denostar provocan.  9120
   «Recibirásme, infame, a tu despecho,
le dice, haz cuanto puedes, cuanto sabes;
será este muro en átomos deshecho
para que al fin, como debiste, acabes;
arrancaré de tu alevoso pecho  9125
el corazón; lo comerán las aves;
nada, aunque fuese el mundo de tu parte,
de la horca, follón, podrá salvarte».
   Diciendo así, descarga con el lomo
de la espada tal golpe en la muralla,  9130
que hace saltar dos piedras de gran tomo.
Trufaldín, que de Orlando en la batalla
supo los hechos, y ve ahora cómo
terror infunde y susto a la canalla,
y se figura que a la Roca misma  9135
con la tremenda espada hunde y abisma,
   Y observa el fuego que en sus ojos arde,
y oye de aquel acento la braveza;
como de suyo es la traición cobarde,
pónese a tiritar de pie a cabeza;  9140
y si antes hizo de insolencia alarde,
de abatimiento ahora y de bajeza.
«Pon mientes, Conde, a lo que digo; apelo,
de mi verdad en testimonio, al cielo.
   «Negar no puedo, ni negar podría,  9145
que contra mi señora he delinquido;
—619→
pero la culpa principal no es mía,
que en Dios y en mi conciencia no he tenido
la menor intención de felonía,
y probarélo, siendo Dios servido.  9150
Contra mí cometieron mil excesos
mis camaradas y los puse presos.
   «Ésta es mi culpa, y es lo que me abona
si todo falso juicio se destierra;
porque jamás fue blanco una persona  9155
de tan injusta y tan malvada guerra.
Mas como el ofensor nunca perdona,
sé que, en viéndose libres, cielo y tierra
moverán contra mí, y han de quererte
inducir a mi afrenta y a mi muerte.  9160
   «Así que, mi señor, si entrar pretendes,
será con pacto y juramento expreso
de que a pie y a caballo me defiendes,
y me mantienes salvo, sano, ileso,
y si alguno me ataca, al punto emprendes  9165
batalla, y me le entregas muerto o preso.
Si esta precisa condición te agrada,
entras; si no la aceptas, no hay entrada.
   «Y lo que a ti te digo, a todos digo;
a nadie admitiré, sin que primero,  9170
poniendo a el alto cielo por testigo,
me dé palabra y fe de caballero,
que en todos lances estará conmigo
y ha de ampararme a fuero y contra fuero,
mientras se tenga en pie, mientras respire;  9175
y el que no jure así, que se retire».
    Orlando inexorable se lo niega,
antes con más enojo le amenaza;
mas la Dama intercede y se lo ruega,
y el cuello al Conde estrechamente abraza.  9180
Aquella alma soberbia se doblega,
y a Trufaldín le sale bien la traza.
—620→
El desabrido trago apura el Conde;
jura por sí y de los demás responde.
   Aquilante, Adrïano, Brandimarte,  9185
Grifón y Clarïón y el conde Uberto,
lidiando están con Agricano aparte,
que, si bien de fatiga medio muerto,
fiera descarga entre los seis reparte;
y aunque en la Roca al fin tomaron puerto,  9190
si Orlando en su defensa no viniera,
desocupado ya, no sé qué fuera.
   Pues, como digo, entraron en la Roca,
asilo dentro y fuera mal seguro,
donde por toda munición de boca  9195
un caballo salado, seco y duro,
se les sirve a la mesa, y no fue poca
dicha, que, estando bloqueado el muro
de tanta muchedumbre, alguna gente
tuvo en esta ocasión que estar a diente.  9200
   Cupo a Roldán de aquel caballo un cuarto,
y se comieron los demás el resto.
Aunque la carne está como un esparto,
no hubo ninguno que le hiciese gesto.
Diz que Roldán apenas quedó harto.  9205
Ello es que consumido ya el repuesto,
o han de buscar, lidiando, vitüalla,
o será con el hambre la batalla.
   Determinaron que al siguiente día
Roldán con este fin bajase al llano,  9210
y que le hiciese Uberto compañía,
Clarïón y Brandimarte y Adrïano.
—621→
Y porque justamente desconfía
de Trufaldín el Senador romano,
a Grifón y Aquilante en el interno  9215
ámbito del castillo da el gobierno.
   Orlaba el manto de la noche umbría
una cinta en Oriente rosa y alba,
y el coro alado en dulce melodía
cantaba ya la bienvenida a el alba.  9220
Sale Roldán con el naciente día;
y sonando su cuerno, hace la salva
al ejército tártaro; aquel cuerno
que remeda el bramido del infierno.
   No alegre entonces y festivo suena  9225
como de quien cazando se deporta,
sino como la nube cuando truena,
y sierpes de purpúrea lumbre aborta.
De sobresalto y de pavor se llena
la hueste de Agricano, y queda absorta;  9230
no hay uno solo que a Roldán resista;
todos corren, huyendo de su vista.
   Solo a los fugitivos el sañudo
Agricano delante se presenta.
El acero mostrándoles desnudo,  9235
en balde contener la fuga intenta;
que si atajarla en una parte pudo,
por otras mil la turbación se aumenta,
y al ronco son que amenazando brama,
veloz por todo el campo se derrama.  9240
   Vuelve altivo los ojos Agricano,
y al ver que en derredor de monte a monte
hierve el cobarde vulgo, y en el llano
la amedrentada turba hace horizonte,
la espada envaina; la derecha mano  9245
(cual ángel infernal que al cielo afronte)
alza, apretando el puño fieramente,
y de mirar no se dignó a su gente.
   Della no haciendo ya maldito caso,
—622→
monta el corcel, escudo toma y lanza,  9250
por la revuelta chusma se abre paso,
y a la contienda embravecido avanza.
Combatir quiere él solo a campo raso;
y lleno de valor y confïanza,
suena también su cuerno horriblemente.  9255
El resto oiréis en el cantar siguiente.

  —623→  

[601] 8614:



   y sus bajos instintos animales

  -[602]-  

8625-8627:



   El derecho de gentes era justo
   como es ahora, y hablaba otro lenguaje.
   Dominaba a los flacos el robusto


   Tirano de los flacos el robusto

8631-8632:



   Y el que contradijere lo que digo
   ha de saber que se las ha conmigo».



   ¿Hay quien se oponga a lo que yo dispongo?
   De una mojada, zas, lo desmondongo».

C:



   y sepa el que a mi buen placer se oponga
   que una mojada, zas, le desmondonga».

8636-8637:



   y al presentarse un rey a campo raso,
   a probar que su fuerza y su provecho

8645:



   con un si es no es de zafias y de necias.

8647-8648:



   y mamaba lo fuerte y lo salubre
   rapaz rollizo a la materna ubre.

  -[603]-  

8655-8656:



   nos legó el suyo en palpitantes bronces;
   ¿Y valió más que el de antes el de entonces?

8661-8662:



   Tengo por mal formado al que cojea
   y prefiero dos ojos a uno solo;

8664 B y C:



   También me inclino a la vulgar idea
   de preferir dos ojos a uno solo;



   en todo lo demás dudo y vacilo.

8665:



   Pero cualquier modelo de hermosura

8679:



   embelesado en necios amoríos,

  -[604]-  

8685:



   ¿Qué a los adoradores retribuye

8689-8696:



   Desamorada para todos, menos
   al aborrecedor de su hermosura;
   por él solo se anublan los serenos
   ojos, a los demás o falsa o dura.

V    ¡Tanto infeliz, que tantos campos llenos
   deja de informes troncos, inmatura
   mies de la Parca! Y cuánta al dios infausto
   mísera grey prepara otro holocausto.

vii-viii



mies de la Parca! Y a su altar infausto
cuánta aún nueva grey será holocausto.

8702:



   tanto bullicio en su opinión no cuadra,

8708-8709:



   descarga, como aquella que le arrima
   la furibunda espada. En vano suda

  -[605]-  

8718:



   y empujan juntos la erizada valla

8725:



   Descabezados troncos a una parte

  -[606]-  

8748:



   trabucó el rey, herida una costilla;

C:



   trabuca el rey, hundida una costilla;

8752:



   tal golpe da que a dos o tres degüella.

8757 B y C:



   la confusión, la grita, la chamusca,

8758:



   que a veinte pies no se distingue un bulto.

8768:



   en dos mitades, como blanda pasta.

8769 B y C:



   Radamanto, arrojando el cabo al viento,

  -[607]-  

8802:



   la sangrienta refriega, y a su vista

8805-8807:



   Un rato aquel bribón se pone aparte
   acechando el momento en que le embista;
   y en cuanto la ocasión ve favorable

8810:



   tuvo el principio, se repone luego;

8813-8815:



   al mismo tiempo cada cual trabaja,
-[608]-
   y al hierro cortador no da sosiego;
   Clarión ni Adriano ni Aquilante,

8817-8819:



   Antifor ni Grifón y el conde Uberto,
   y más que nadie Orlando valeroso;
   que todos juntamente y de concierto,

8824:



   fuerza les es dejarle en el pantano

8829:



   aunque la destrucción es incesante,


   por más que la matanza es incesante,

8831-8832 B y C:



   harto de aquella multitud maldita,
   y que otra vez al mundo la vomita.

8833-8834:



   Algo ya menos fácil el camino


   Ya un poco menos fácil el camino
   a la gallarda escolta se ofrecía,

8837:



   el cual llevando a Uldano de padrino

8839:



   y sostiene a los dos aquel gigante

  -[609]-  

8841:



   Peleaba Antifor bizarramente

8851-8852:



   mas Agricán, que cada vez se inflama
   de pasión más ardiente y más intensa

8855:



   nadie, más que en salvar la propia vida

8857:



   La Dama al verse en tan terrible paso

8865:



   Llora que es compasión, se desmelena;


   Llora, se desmelena, y se maltrata,

  -[610]-  

8875-8876:



   ¿Quién ahora podrá decir el crudo
   ataque y potencia de aquel brazo?


   estrago y la potencia de aquel brazo?


   estrago a punta y filo y cintarazo.

8886-8888:



   rebana, punza, hiende, raja;
   tiembla el suelo al silbar de la iracunda


   da pavor el silbar de la iracunda
   espada, y de caliente humor se inunda

8892:



   y cuando el brazo aquel le infunde vida

8899-8903:



   Lo ve tan alto Orlando, y se la jura.
   Tírale un altibajo a la cabeza,
-[611]-
   y en dos mitades hasta la cintura
   le ha dividido, y ni aún allí tropieza
   que hasta la misma silla no ha parado

8905-8912:



   Estaba Saritrón más adelante,
   sin pelear, haciendo la desecha
   mas al ver la tragedia del gigante
   de escabullirse la ocasión acecha.

V    Un tajo de la espada fulminante
   le partió de la izquierda a la derecha;
   cayó el sangriento bulto al pie de Orlando,
   y siguen las dos piernas cabalgando.

i B y C:



Estaba Saritrón algo adelante,

v



Mas silbando la espada fulminante

vi



el cuerpo, de la izquierda a la derecha

C:



el busto, de la izquierda a la derecha

vii



cae el sangriento busto al pie de Orlando

8913 B y C:



   Ni tuvo mejor suerte el rey Brontino,

8916:



   volando por el aire una gran pieza.

8918:



   estaba por acaso o por simpleza;

  -[612]-  

8923 B y C:



   ni que, como escondido estaba Argante

C:



   ni que, como acurrucado estaba Argante

8924 B y C:



   al pobre diablo, y le taladre el vientre;


   al pobre diablo, y que le horade el vientre

8935 B y C:



   No hay que pedir perdón, merced ni gracia

8938:



   no hay raudo vendaval que se le iguale;

8944:



   todos corren gritando: «¡guarda! ¡guarda!».

8949-8951 B y C:



   Vuelta en albo jazmín la tez de rosa;
   y llega el Conde en ese mismo instante,
   rompiendo y derribando armas, bridones,
   banderas, caballeros y peones.

  -[613]-  

B:



   rompiendo y derribando armas, troteros,
   estandartes, peones, caballeros.

8958:



   en el testuz del rey de Tartaría;

8961 B y C:



   Sobre la frente el más desapiadado

8975:



   Orlando está tras él con doble empeño:

8980:



   que en derredor a gran distancia había,

8984:



   llévasela de diestro por delante;

  -[614]-  

8991-8992:



   defender a la bella prisionera,
   pues ya imposible contra tantos era.
   acorrer la guarda de la empresa,
   de recobrar a la mísera princesa.

8993:



   Lástima daba oir el triste duelo

9002-9003:



   vuelve furioso a vindicar su afrenta


   vuelve enfadado a vindicar su afrenta
   y viene en pos de Orlando, que la obra

9005:



   Y vi gran sorpresa que zozobra

9009:



   Lánzase a la pandilla como un tigre

  -[615]-  

9015-9016:



   y el yelmo roto, por aquel terreno,
   rodando va, de sangre y sesos lleno.

9018:



   que superar parece a fuerza humana

9022 B y C:



   hízola toda polvos Durindana

9023-9024:



   medroso Santaría, absorto y mudo
   quiere de la cautiva hacerse escudo.

9030:



   si es que me amas, pruébamelo ahora;

9038:



   y al ver la fuerte diestra desarmada

9041-9050:



   La Dama que llevaba delantera
   para que le cubriese como adarga,
   ahora que la espada traicionera
   saca, sobre el siniestro brazo carga,

V    y una atroz estocada a la ventrera
   del Conde con dañado intento alarga
   que de reparo le creyó desnudo,
-[616]-
   teniendo a las espaldas el escudo.
   Mas el herir al Conde tanto importa

X    como el herir a un bulto de diamante

9062:



   con seis a un tiempo y lo peor le toca

9068:



   sale por una torre y se lo niega;

9073-9074:



   Insta y llora la Dama; pero en vano.
   Grita y truena el Barón; pero sin fruto.

  -[617]-  

9078:



   que estará toda en armas a un minuto

9083:



   ¿Quién podrá, pues, formarse alguna idea

9092 B y C:



   y ya la turba bárbara enemiga

9096:



   al son de mil clarines y cornetas.

  -[618]-  

9118-9119:



   y el lenguaje le sea desconocido
   del improperio, insultos cuando tocan

9127-9128:



   no te podrá salvar la tierra entera
   de la horca, villano, que te espera».

9140:



   pónese ya a temblar de pie a cabeza;

9143-9144:



   «Pon mientes, dice el Conde, a lo que digo;
   y séame Dios de mi verdad testigo.

  -[619]-  

9156:



   de más injusta y más malvada guerra

9168:



   entra; si no lo otorgas, no hay entrada.

9174:



   y ha de ampararme contra el mundo entero

9183-9192 B y C:



   Roldán juró sin embarazo alguno,
   y los demás tras él, uno por uno.
-[620]-
   Brandimarte, Aquilante y Adrïano,
   Grifón y Clarïón y el conde Uberto,

V   lidiaban con el tártaro Agricano
   que, si bien de fatiga medio muerto
   los acuchilla siempre, pero en vano,
   que en el castillo al fin tomaron puerto;
   aunque si Orlando no les acorriera

X   desocupado ya, no sé qué fuera.

9198-9200:



   estando en derredor el muro
   cercado de tantísima canalla


   de tanta muchedumbre de canalla
   que cuesta cada almuerzo una batalla

9198 B y C:



   fortuna, estando bloqueado el muro

  -[621]-  

9223:



   al ejército tártaro: su cuerno

9236:



   en vano contener la fuga intenta;

9246-9249 B y C:



   (como ángel infernal que al cielo afronte
   y a la lid le provoque fieramente)
   alza, apretando el puño; y de su gente

  -[622]-  

9249:



   Toda no haciendo ya maldito caso.

9252 B y C:



   y a la contienda furibundo avanza.

9256:



   como veréis en el cantar siguiente.






ArribaAbajoFragmento del Orlando Enamorado61


No hay libro de moral filosofía
de prácticas doctrinas tan fecundo,
como el que se nos abre cada día
en el vario espectáculo del mundo.
Ni sé si extravagante fantasía  5
mas bien que ciencia o si saber profundo
la de aquel que se ríe, a toda hora
de lo que pasa, o la de aquel [que] llora.
   Llora aquel pobre Heráclito hilo a hilo,
viendo de los humanos la miseria,  10
y se le vuelve lágrimas el quilo,
y do quiera para el llanto halla materia;
mientras, filosofando en otro estilo,
Demócrito no encuentra cosa seria,
locura en todo y necedad divisa;  15
todo le da ocasión de burla y risa.
   Y en verdad el que mira lo que pasa
—624→
encuentra a cada instante algún motivo
de reír o llorar, desde la casa
del proletario hasta el palacio altivo.  20
¿Quién es el que a esas cosas pone tasa?
¿Quién no sigue anhelante el atractivo
de un ensueño falaz? ¿Quién no loquea
aunque más cuerdo y próvido se crea?
   Ved cómo al pueblo estúpido fascina,  25
una palabra que no entiende, un eco;
corre en pos del, y salta, y desatina;
lo agarra ya, y encuentra un bulto hueco.
Y cuando venturoso se imagina
y a merced de este mágico embeleco  30
que todos sus sentidos emborracha
cree quebrantar los grillos, los remacha.
   A risa el chasco, a la verdad, provoca.
Pero ved lo que deja en su carrera
—625→
la fanática turba, ilusa y loca:  35
triste desolación, que deshiciera
en llanto amargo un corazón de roca;
duelo de la presente y venidera
generación; herida que aún no cura
un siglo de reposo y de cordura.  40
   Y no tan mal, si escarmentar lograra.
Pero otro nigromante viene luego,
con otro trampantojo

  —626→     —627→     -[623]-  

1. Lo comenzó a redactar:


   No tienen la moral

2-3. Primera redacción:


   de prácticas doctrinas más fecundo,
   que el que vemos abierto cada día

12. Primera redacción:


   y en todo para el llanto halla materia

Segunda redacción:


   y siempre para el llanto halla materia

15. Lo comenzó a redactar:


   locura en todo y vani[dad]

  -[624]-  

23. Este verso tiene dos intentos de redacción:


   de una vana quimera fantasmal?


   de un ensueño falaz?

25. Lo comenzó a redactar:


   Ved al

En este verso la palabra fascina sustituye a emborracha.

27-30. Primera redacción:


   y tras él grita, salta, desatina;
   lo agarra y halla sólo un bulto hueco
   en lo que de oro y perlas imagina
   y cuando con el mísero embeleco

Otro intento de redacción del segundo verso:


   lo agarra ansioso y halla un bulto hueco

33-34. Varios intentos de redacción:


   Risa da ver la burla, el engaño


   Reís de la ilusión, la burla, el chasco?


   Pero ved lo que ha dejado en su carrera
   robo, saqueo, sangre, luto, el daño


   Es cosa, a la verdad, de risa el chasco


   Cosa de risa es, en verdad, el [chasco]


   Cosa de risa, a la verdad, el chasco.


   Pues ved lo que ha dejado en su carrera,


   pero ved lo que deja; en su carrera


   pero ved lo que deja: sangre, luto,

  -[625]-  

35. Lo comenzó a redactar:


   esa turba fanática

36. Primera redacción:


   desolación y sangre por doquiera:

37. Sigue este intento de redacción:


   y no tan malo, si escarmiento fuera;
   Mas otra

41. Primeros intentos de redacción:


   y le hace cuerdo acaso el escarmiento?
   y no tan mal, si de lección sirviera.
   Desgracia tanta

42. La comenzó a redactar:


   Pero viene otro mago

43. Aquí se interrumpe el manuscrito original.








ArribaAbajoIII. Apéndice

  —628→     —629→  

ArribaAbajoDe «Windsor Forest», de Alejandro Pope

(Fragmento)


En el tomo I de El Censor Americano, p. 22 (Londres, 1820) aparece citado al final del artículo intitulado «Estado de la Revolución de América», un fragmento del poema de Alejandro Pope «Windsor Forest»62, y en nota al pie de página se publica la versión, precedida de la advertencia que a continuación reproducimos:

«Aunque parezca temeridad traducir a Pope, hemos creído conveniente hacerlo a beneficio de los lectores que no entiendan la lengua inglesa».

La traducción dice así:



    Extiende, o bella Paz, tu dulce imperio
De mar a mar; y la conquista cese,
Y no haya más esclavitud. El Indio
En su nativa selva exento, goce

Los frutos de su suelo, y los amores
De sus rojas beldades, Perú vea
Otra estirpe Real, y se levanten
Méxicos nuevas, coronadas de oro.

Según confesión de José Antonio de Irizarri, quien publicó los cuatro números aparecidos de El Censor Americano   —630→   en Londres 1820, Bello colaboró en sus páginas. Como una de las conclusiones del examen hecho por nosotros, nos atrevemos a adjudicar a Bello la versión de los versos de Pope, que fueron, expresamente traducidos para su inserción en el Censor.

No disponemos de testimonio documental alguno para dicha atribución, pero creemos ver el estilo de Bello en los versos en castellano.

LA COMISIÓN EDITORA.




ArribaAbajoAtesore el avaro...

(Rectificación de lectura)


En el tomo de Poesías (Obras Completas, Caracas, I, pp. 138-140), insertamos la transcripción de un manuscrito suelto, encontrado entre los papeles de Bello, contentivo de la versión de los primeros 24 versos de la Elegía I, Libro Primero de las Elegías de Tibulo. Iba acompañada nuestra edición del facsímil de una hoja del manuscrito de Bello.

A pesar de los continuos y prolongados esfuerzos que dedicó la Comisión Editora para llegar a la correcta lectura de la difícil caligrafía de Bello, debemos reconocer que en alguna ocasión ha sido preciso renunciar a la interpretación segura y firme de alguna palabra. Tal es el caso del verso 48 de la referida traducción de Tibulo, que hay que leer:


    dadnos granada mies y dulces vinos.

en lugar de grande mies, con lo que se restituye además la buena acentuación del endecasílabo.

Debemos esta afortunada rectificación a la atención acuciosa del escritor Rafael Ángel Insausti, quien comparó el texto impreso con el facsímil que lo ilustraba.

Dejamos aquí constancia de nuestro agradecimiento.

LA COMISIÓN EDITORA.



  —631→  

ArribaAbajoDe «La Marsellesa de la Paz», de Lamartine

(Fragmento)


En nuestro tomo I de las Obras Completas, p. 294, publicamos la primera parte de la versión de unos versos de Lamartine, guiados por la autoridad de Miguel Luis Amunátegui Aldunate, quien los había adjudicado a Bello en la Introducción a Obras Completas III, Santiago, p. xxi, sin indicación bibliográfica alguna.

Reproducimos el fragmento:



    ¿Para qué el odio mutuo entre las gentes?
¿Para qué esas barreras,
que aborrecen los ojos del Eterno?
¿Hay acaso fronteras
en los campos del éter? ¿Vense acaso
en el inmenso firmamento vallas,
linderos y murallas?
¡PUEBLOS, NACIONES, títulos pomposos!

¿Qué es lo que dicen? ¡Vanidad, barbarie!
Lo que a los pies ataja
no detiene al amor. Rasgad, mortales
(Naturaleza os grita),
las funestas banderas nacionales;
el odio, el egoísmo tienen patria;
no la fraternidad.

Al examinar metódicamente la colección completa de El Araucano, hemos localizado dicha estrofa como cita en la traducción del artículo «Los humanitarios» de Luis Reybaud, publicado en los números 720 y 721 de El Araucano, de 7 y 14 de junio de 1846.

En el mismo artículo, a continuación, hay otra estrofa traducida del mismo poema de Lamartine, «La marseillaise de la Paix»63 difícilmente adjudicable a Bello, que dice así:

  —632→  
    El pensamiento sólo
reconoce barreras:
ilustrándose el mundo
a la unidad se eleva.
Mi patria es todo pueblo
a do los rayos llegan
de las glorias de Francia;
y do su dulce lengua
el código promulga
de las inteligencias;
yo soy conciudadano
de todos los que piensan:
La verdad es mi patria...

Además, nos atreveríamos a afirmar, que la prosa del artículo no es de la pluma de Bello, ni por el estilo ni por el léxico. Todo nos hace sospechar que la atribución parcial de Amunátegui debe ponerse en duda.

LA COMISIÓN EDITORA.

  —633→  

Para el debido cotejo, insertamos el texto francés:



    Et pourquoi nous haïr, et mettre entre les races
Ces bornes ou ces caux qu'abhorre l'œil de Dieu?
De frontières au ciel voyons-nous quelques traces?
Sa voûte a-t elle un mur, une borne, un milieu?
Nations, mot pompeux pour dire barbarie,
L'amour s'arrête-t-il où s'arrêtent vos pas?
Déchirez des drapeaux; une autre voix vous crie:
«L'egoisme et la haine ont seuls une patrie;
La fraternité n'en a pas!».

Roule libre et royal entre nous tous, ô fleuve!
Et ne t'informe pas, dans ton cours fécondant,
Si ceux que ton flot porte ou que ton urne abreuve
Regardent sur tes bords l'aurore ou l'occident.

Ce ne sont plus des mers, des degrés, des rivières,
Qui bornent l'héritage entre l'humanité:
Les bornes des esprits sont leurs seules frontières;
Le monde en s'éclairant s'élève à l'unité.
Ma patrie est partout où rayonne la France
Où son génie éclate aux regards éblouis!
Chacun est du climat de son intelligence;
Je suis concitoyen de tout homme qui pense:
La vérité, c'est mon pays!




ArribaMiserere64

Traducción del Salmo 50



    ¡Piedad, piedad, Dios mío!
¡que tu misericordia me socorra!
Según la muchedumbre
de tus clemencias, mis delitos borra.
   De mis iniquidades
lávame más y más; mi depravado
corazón quede limpio
de la horrorosa mancha del pecado.
   Porque, Señor, conozco
toda la fealdad de mi delito,
y mi conciencia propia
me acusa, y contra mí levanta el grito.
   Pequé contra ti solo;
a tu vista obré el mal, para que brille
tu justicia, y vencido
el que te juzgue, tiemble y se arrodille.
   Objeto de tus iras
nací, de iniquidades mancillado;
—634→
y en el materno seno,
cubrió mi ser la sombra del pecado.
   En la verdad te gozas,
y para más rubor y afrenta mía,
tesoros me mostraste
de oculta celestial sabiduría.
   Pero con el hisopo
me rociarás, y ni una mancha leve
tendré ya; lavarásme,
y quedaré más blanco que la nieve.
   Sonarán tus acentos
de consuelo y de paz en mis oídos,
y celeste alegría
conmoverá mis huesos abatidos.
   Aparta, pues, aparta
tu faz ¡oh Dios! de mi maldad horrenda,
y en mi pecho no dejes
rastro de culpa que tu enojo encienda.
   En mis entrañas cría
un corazón que con ardiente afecto
te busque; un alma pura,
enamorada de lo justo y recto.
   De tu dulce presencia,
en que al lloroso pecador recibes,
no me arrojes airado,
ni de tu santa inspiración me prives.
   Restáurame en tu gracia,
que es del alma salud, vida y contento;
y al débil pecho infunde
de un ánimo real el noble aliento.
—635→
   Haré que el hombre injusto
de su razón conozca el extravío;
le mostraré tu senda,
y a tu ley santa volverá el impío.
   Mas líbrame de sangre,
¡mi Dios! ¡mi Salvador! ¡inmensa fuente
de piedad! y mi lengua
loará tu justicia eternamente.
   Desatarás mis labios,
si tanto un pecador que llora alcanza,
y gozosa a las gentes
anunciará mi lengua tu alabanza.
   Que si víctimas fueran
gratas a ti, las inmolara luego;
pero no es sacrificio
que te deleita, el que consume el fuego.
   Un corazón doliente
es la expiación que a tu justicia agrada;
la víctima que aceptas
es un alma contrita y humillada.
   Vuelve a Sión tu benigno
rostro primero y tu piedad amante,
y sus muros la humilde
Jerusalén, Señor, al fin levante.
   Y de puras ofrendas
se colmarán tus aras, y propicio
recibirás un día
el grande inmaculado sacrificio.

1-2:


   A tu piedad me acojo
   ¡Dios mío! ella me ampare y me socorra;

1:


   ¡Piedad de mí, Dios mío!

6:


   lávame más y más; que el depravado

13-16:


   Pequé contra tí solo,
   y a tu vista obré el mal; para que vea
   la tierra que eres justo,
   y el que te juzgue convencido sea.

29-30:


   Suenan en ti las voces
   de consuelo y de paz al alma mía

33-36:


   Aparta, ¡oh Dios!, aparta
   de mis culpas tu rostro
   hasta que ya no quede
   rastro de mal en este pecho ingrato.

33-35:


   Aparta, pues, aparta
   Señor, tu faz, de mi maldad horrenda,
   no dejes en mi pecho

37-40:


   En mis entrañas cría
   un puro corazón que te complazca;
   y un espíritu recto
   [...] reflejo de tu gracia...

45-46:


   Restitúyeme el gozo
   de la inocencia, de las almas vida

45-47:


   Vuélveme el intenso
   gozo, salud del alma; y fortifica
   mi pecho con el brío...

45-48:


   Mas vuélveme tu gracia,
   que es del alma salud, vida y contento
   y da a mi pecho débil
   de un ánimo real el noble aliento.

54:


   y firme amparo a...

54:


   ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Mi salvador clemente

55-56:


   y ensalzará mi lengua
   tu divina justicia eternamente.

57:


   Abre, Señor, mis labios

57-60:


   Abrirás, Padre mío,
   abrirás estos labios pecadores;
   y gozosa a las gentes
   anunciará mi boca tus loores.

61-62:


Porque si tú quisieras
   te hubiera dado víctimas sin cuento

61:


   Porque si sacrificio

65-68:


   Víctima acepta solo
   en esta vida el pecho atribulado;
   jamás, jamás desechas
   un corazón contrito y humillado.

65:


   Siempre a tus ojos gracia

65-66:


   Siempre gracia a tus ojos
   mi espíritu halló contribulado;

65-68:


   Víctima acepta sola
   mi espíritu fue, contribulado;
   y gracia halló a tus ojos
   un corazón contrito y humillado.

65-68:


   Víctima siempre acepta
   mi espíritu fue, contribulado.
   Gracia hallará a tus ojos
   un corazón contrito y humillado.

67:


   y hallo gracia a tus ojos.