Semblanza crítica de Arturo Corcuera
Por Elena Zurrón Rodríguez
El poeta Arturo Corcuera nació en Salaverry (Departamento de La Libertad, Trujillo) en 1935. Estudió en el Seminario de Trujillo, y ya en Lima continuó su formación en el Colegio Hipólito Unanue y en la Universidad de San Marcos. Durante esta etapa de su vida en Lima, recibió algunos galardones importantes como el Primer Premio de Poesía de los Juegos Florales (1961) y el Premio Nacional de Poesía (1963). Es un integrante destacado y brillante de la Generación del 60 por su temperamento y por su trayectoria, que invita más a incluirle en esa generación que en la del 50 (a la que pertenece solo cronológicamente), así como por su formación en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, donde concluye sus estudios de Literatura en el año 1963 y en la que luego impartiría clases como profesor de Literatura.
En la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco, estos poetas crearon un espacio para reunirse a leer y a conversar sobre poesía y poetas españoles de la Generación del 27, como Rafael Alberti, García Lorca y Miguel Hernández, junto a los grandes maestros peruanos como César Vallejo, Abraham Valdelomar, José María Eguren, Martín Adán o César Moro. El poeta Antonio Cisneros evoca las reuniones de la Casa de la Poesía en tono coloquial y divertido: Íbamos a Barranco a la Casa de la Poesía, que no era sino un cuarto que habían alquilado Arturo Corcuera y Tomás Escajadillo, donde leíamos y chupábamos los poetas jóvenes de esa época
(Naranjo, 2015).
Se reunían poetas de diversas generaciones, principalmente de la universidad de San Marcos y de la Católica. Entre los asiduos figuraban Luis Hernández, César Calvo, Luis Enrique Tord -que por esos años escribía poesía antes de dedicarse a la historia-, Antonio Cisneros, Javier Heraud -que era uno de los anfitriones de la casa-, Tomás Escajadillo, Rodolfo Hinostroza, Mario Razzeto -que cantaba y tocaba la guitarra, secundado por Naranjo y Felipe Sanguinetti -humorista y autor teatral desaparecido prematuramente-, Ricardo Espinosa -poeta chiclayano que fue publicado por Javier Sologuren- y Mario Sotomayor, entre otros. Arturo Corcuera, en su trabajo «Platero en la Ciudad de los Reyes», reflexiona sobre la Generación del 60, y recuerda un automóvil, un Ford rojo Coupé del 32 de su propiedad al que apodaban Platero en la Universidad de San Marcos porque llevaba siempre un poeta al volante
(Araujo, 2000: 235). Cita a Fernando Tola de Habich junto con Mario Razzeto, Javier Heraud y César Calvo como compositores de un himno que cantábamos eufóricos y estridentes, cuando íbamos a leerles poesía a los pelícanos desde los botes viejos encallados en la playa de Pescadores
(Araujo, 2000: 235):
Platero es un carro excepcional
que viene con solo oírnos silbar
en alas de nuestra vieja amistad
nos sube a su lomo
nos saca a pasear...Eran los primeros versos de aquel himno que canturreábamos hasta que el corazón se ponía afónico [...] Según las pesquisas de González Viaña, con la chatarra de Platero, Víctor Delfín esculpió un caballito que más de una vez él ha visto galopar jineteando por la luna. «Paso a la poesía», advertía como un bocinazo o un dulce rebuzno victorioso, el altivo letrero que ostentaba en el parachoques [...] Platero dormía frente a mi casa en Manuel Gómez 458 amarrado con una soga al árbol. Llegó a entender y a compenetrarse tanto con la poesía que Reynaldo recuerda que Platero llegó, en ocasiones especiales, a caminar sin combustible.
(Araujo, 2000: 235)
Francisco Bendezú, Mario Razzeto, las hermanas Castañeda, las hermanas Bustamante, Adela Tarnawiecki, Katiusha Barrio, Tomás Escajadillo, Belisario Bernales, Juan Gonzalo Rose, Washington Delgado, Manuel Scorza, Leoncio Bueno, Carmen Luz Bejarano, Alejandro Romualdo, Javier Sologuren y el «Tío Frejolito», Alfonso Barrantes, entre otros, fueron los que acompañaron al poeta Arturo Corcuera en ese coche.
Javier Ágreda, en un artículo publicado en el diario La República el 4 de febrero de 2006, titulado «Corcuera y Noé delirante», afirma que Corcuera fue uno de los más entusiastas integrantes y promotores de ese grupo de poetas -junto con sus amigos César Calvo y Javier Heraud
(Ágreda, 2006).
Posteriormente, entre los años 1964 y 1966, se traslada a Madrid para seguir sus estudios de perfeccionamiento en la Universidad Complutense con la beca Javier Prado. Allí tuvo la suerte de asistir a un curso que, bajo el título de Teoría de la Expresión Poética, impartía el poeta, filólogo y crítico literario español Carlos Bousoño, brillante comentarista de la poesía de su alumno: Cuando conocí al crítico y poeta español Carlos Bousoño, me dio un consejo de oro: has descubierto una veta de oro, no la dejes, que no te importe la moda, sigue escribiendo así. Eso hice
(La República, 2006).
En su formación literaria tienen una gran influencia los poetas que le antecedieron como Martín Adán, José María Eguren, Javier Sologuren, Emilio Westphalen y Alejandro Romualdo, a quien conoció tempranamente. Se reflejan en sus versos las lecturas de Guillaume Apollinaire, Jacques Prevert, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Ramón Gómez de la Serna, así como la poesía de los clásicos y sus epigramas latinos. Igualmente, se aprecia en sus poemas la tradición oriental a través de los haikus japoneses. Poco a poco, y a medida que va atesorando vivencias, adquiere una sensibilidad original y personal de gran influencia española, por su inestimable vinculación poética con Vicente Aleixandre. Asimismo, recuerda que este escritor lo animó cuando le dijo: el poema breve es muy difícil, es como dar en el blanco teniendo muy poco tiempo y tú lo has logrado
.
En una entrevista que le concede a Sandro Cruz, titulada «Arturo Corcuera: "el mago de las palabras"», a la pregunta «¿Cómo [...] sobrevive un poeta en el Perú?», responde:
En el Perú el poeta hasta hoy continúa teniendo un sino trágico. Mariano Melgar fue fusilado, Javier Heraud fue acribillado a balazos, Luis Hernández se arrojó a las ruedas del tren, Manuel Scorza murió quemado en un accidente de avión, Abraham Valdelomar pereció desbarrancado desde un segundo piso, a Juan Ojeda lo mató un ómnibus y a José Lora un tranvía, Luis Valle Goycochea amaneció muerto en una calle de Lima, José María Arguedas se suicidó.
Y continúa:
[...] murieron muy jóvenes, después de una vida penosa, desamparados por el Estado, sin ningún seguro de salud. Por parte del Estado no hay ninguna ayuda: ni editoriales, ni premios, ni promoción de sus obras [...] En el Perú ya no hay ni premios nacionales.
[...] A estas dificultades súmale la hostilidad del medio limeño, las capillas, las mafias literarias.
(Cruz, 2004)
Arturo Corcuera es un poeta que, en el Madrid de los años 60, mantuvo relación poética y de amistad con los escritores que representaban la poesía social española durante los difíciles años de la dictadura franquista (José Hierro, Gabriel Celaya o Blas de Otero). Esta experiencia, unida a la influencia de César Vallejo, Emilio Westphalen y otros surrealistas peruanos, le hace decir: Todos los poetas me han enseñado algo. De todos he aprendido. Soy hijo legítimo de todos los poetas y admiro a todos los poetas de todas las lenguas que en el mundo han sido
(Cruz, 2004).
Muchos de sus poemas han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos, al alemán, griego, húngaro, inglés, italiano, búlgaro, francés, portugués, serbo-croata y ruso. Comienza a publicar en 1953, y con 18 años escribe Cantoral (Lima, Cuadernos Trimestrales de Poesía), continúa con El grito del hombre (Lima, Centro Federado de Letras UNMSM, 1957) y con Sombra del jardín (Lima, El Timonel, 1961). Muy pronto, desde 1956, los poemas de Arturo Corcuera fueron recogidos en antologías poéticas en el Perú y en otros países de América Latina. En 1963 escribe y publica en La Rama Florida su poemario Noé delirante, considerado por César Toro Montalvo como uno de los libros más hermosos de este siglo. En él asume una onda mágica, pero con una punta de crítica social
(Toro Montalvo, 2004: 166).
Noé delirante (Lima, La Rama Florida, 1963) fue publicado en varias ediciones: la primera, en 1963, con 28 poemas; en la octava edición, de 1997, reunía un total de 183 poemas, los mismos que figuran en su undécima edición, publicada en 2005. Estas composiciones fantásticas reflejan vivencias y lecturas de su infancia, como las adivinanzas, fábulas y leyendas, magistralmente sublimadas. La idea básica del poemario es la descripción, en cada composición, de un animal (el gallo, la araña, el sapo, el canario, la abeja, la tortuga, el gato, el picaflor), animales buenos y malos, por diminutos que sean. Por esa razón Noé delirante no es un bestiario tradicional dedicado a animales exóticos o fantásticos, sino que es un libro de poesía en forma de adivinanzas, fábulas, salmos, prosa poética, cuentos, sentencias, haikus, poesía visual y variaciones poéticas. En cuanto al lenguaje, crea un léxico mágico, irónico y lleno de humor con tintes surrealistas, aunque no deja de tener un tono sencillo y fácilmente comprensible. Arturo Corcuera ha confesado sentir la visión de Noé a bordo del Arca en medio del diluvio
en este poemario, rememorando tiempos de gozo y de quebrantos
.
Ruperto Macha Velasco, cuando leyó Noé delirante en una edición limpia y atractiva
de 1966, ya había leído la valiosa opinión de Carlos Bousoño y señaló:
Pocas veces llega a nuestras manos un libro de verdadera poesía. De ahí mi sorpresa al leer este libro del poeta peruano Arturo Corcuera. Lo primero que llama la atención en él es su riqueza imaginativa, su capacidad de apresar en rápido esguince intuitivo la relación oculta y necesaria entre dos cosas aparentemente remotas. En el actual panorama de la poesía, generalizadamente monótono, salvadas ciertas excepciones, la poesía de Corcuera que logra no solo conmover, sino caracterizadamente sorprender, es algo así como un refrigerio y un oreo que el lector agradece.
(Corcuera, 1966: 15)
La última edición de Noé delirante (Lima, Alfaguara, 2013) se estructura en varios libros y apartados: Libro primero, Presagios del diluvio; Libro segundo, De los duendes y la villa de Santa Inés; Libro tercero, Inauguración del otoño; Libro cuarto, A bordo del Arca. Este último mereció el Premio Casa de las Américas en 2006.
El poeta, con todo su ingenio y talento, compone versos originales que a veces nos provocan o nos enternecen. Para Arturo Corcuera la poesía es un fuego de palabras
(La República, 2006). Admirador de las greguerías y de los juegos de palabras de Gómez de la Serna, critica con gracia los «mitos» modernos de las películas de Hollywood como Buffalo Bill, el ratón Mickey, al mismo tiempo que se ríe del Pato Donald.
Noé delirante es un libro único y original con cierto aire ultraísta, que se ha editado en once ocasiones, cuatro de ellas con ilustraciones de la artista Tilsa Tsuchiya, que creó un mundo muy personal con una mezcla andina-japonesa que le diferenciaba de todos los artistas de su época, llegando a conseguir un estilo genuino y personal. En una entrevista a Arturo Corcuera realizada por Alonso Almenara, titulada «Tilsa Tsuchiya en el recuerdo de Arturo Corcuera», el poeta cuenta cómo conoció a la pintora que ilustró su libro Noé delirante:
Luego la conocí personalmente por intermedio de Winston Orrillo: fue a través de él que Tilsa se enteró de que yo había terminado un libro de poemas, Noé delirante, en su primera versión, y le había gustado mucho y quería ilustrarlo. Me llegó el mensaje y claro, como soy un poco descuidado, pasaron los días y no la llamaba, hasta que me mandó decir que estaba próxima de viajar a París y que si no le llevaba los originales no iba a poder hacerlo después. Le mandé finalmente los originales. Pensé que me iba a hacer... no sé, cuatro, cinco dibujos, pero me ilustró la mitad del libro. Cuando terminó quedé impresionado con el material. Se lo mostré a un editor, Carlos Milla Batres, y él me dijo: «tiene que hacerte todo el libro». Y él fue y le habló. Le dijo que iba a ser una gran edición y ella aceptó.
(Almenara, 2014)
Este libro de Arturo Corcuera ha servido de inspiración para una película del cineasta andaluz Daniel Lagares. Se trata de introducirse en la intimidad de su casa de Chaclacayo y en su mundo poético tan alegórico, en el que nos muestra la recreación del diluvio y los diversos animales que forman parte del bestiario de Corcuera: aves, elefantes de mimbre, un gato, una escultura de un gallo. El escenario es un arca.
En homenaje a su muerte, Odette Vélez Valcárcel, escribe «Para Daniel Arturo Corcuera Osores»:
Todavía recuerdo aquel verano del año 1986 en que visité por primera vez la casa de Arturo Corcuera en Chaclacayo. Tenía diecisiete años y no me entusiasmaba mucho la idea de salir de casa un domingo [...]. Sin embargo, esa mañana terminé yendo, un poco a regañadientes, a la casa de los Corcuera en Santa Inés, sin sospechar que pronto se convertiría en el segundo hogar de mis primeros años de juventud.
La casa era bella solo al mirarla desde fuera. Era de barro y madera, toda blanca, con puertas y ventanas azules, adornadas por diversas buganvillas lilas y rojas. Al llegar, nuestra presencia era anunciada por la amable danza de agitadas campanillas.
Odette Vélez Valcárcel continúa describiendo la «mágica» casa del poeta y de su familia en Chaclacayo:
Cruzando el umbral de la puerta entrabamos a un recinto mágico, poblado de maravillosos objetos de diversas partes del mundo que nos saludaban: baúles, máscaras, cofres, candelabros, cerámicas, lámparas, jarrones, relojes, lapiceros, instrumentos musicales y sombreros. La biblioteca aplaudía nuestra llegada y los libros acicalaban sus páginas para acariciar la imaginación. Pinturas, fotos, grabados y murales vestían las paredes como ventanas abiertas a otros sueños. Cientos de criaturas pintadas y esculpidas volaban a nuestro paso dándonos la bienvenida: jirafas, hipocampos, pájaros, gallos, sirenas y caballos […] hacia el patio y el inmenso jardín. Allí nos esperaban, entre abejas y ardillas, alegres árboles: el palto, el lúcumo, el mango, la parra, el chirimoyo, la mora; y elegantes flores: el jazmín, la cucarda, la amapola, el suche, además de otras plantas como el cedrón y la hierbaluisa que, serenamente, nos acompañaban luego de deliciosos almuerzos y buenos vinos.
(Vélez Valcárcel, 2017)
Después de Noé delirante publica los poemarios Primavera triunfante (Lima, La Rama Florida, 1963), Territorio libre (Lima, Cuyac, 1966), Las sirenas y las estaciones (Lima, Jurídica, 1967), Poesía de clase (Lima, La Rama Florida y Biblioteca Universitaria, 1968), La gran jugada (Lima, Arte/Reda, 1974), Puente de los suspiros (Lima, Edita, 1976), De los duendes y la villa de Santa Inés (Lima, Ames, 1977), Los amantes (Madrid, Tapir, 1987) y Prosa de juglar (Lima, Ignacio Prado Pastor Editor, 1992).
Posteriormente, su poemario más difundido es Declaración de amor o los derechos del niño (Lima, Nocedal, 1995), patrocinado por la UNESCO y publicado en un suplemento llamado Periolibros, que difundió la obra de grandes escritores en los más importantes diarios de América Latina: Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Augusto Monterroso, Julio Cortázar o César Vallejo. Arturo Corcuera forma parte de la Comisión Internacional de Personalidades a favor de la Infancia junto a grandes de la cultura y de la literatura de América Latina como Gabriel García Márquez, José Saramago, Mario Benedetti, Justo Jorge Padrón, Carlos Fuentes, Thiago de Mello, Álvaro Mutis, Rigoberta Menchú...
Viajó por todo el mundo representando al Perú: en 1972, en la Bienal de Poesía de Knokke, Bélgica; en 1974 formó parte del jurado del concurso Casa de las Américas, y en 1984 presidió la sesión de poesía en el Congreso Mundial de Escritores («La Paz, esperanza del Planeta») en Sofía, Bulgaria. Dirigió en Lima la revista de poesía Transparencias, fue fundador de la revista Visionario, y hasta su muerte en 2017 fue director de la revista Vuelapluma, que edita la Universidad de Ciencias y Humanidades de Lima. Igualmente, ha sido reconocido con multitud de premios tanto en el Perú como fuera de su país.
Después de Canto y gemido de la tierra (Lima, Rädda Barnen, 1995), Fiesta de sorpresas (Lima, Bruño, 1997), El libro de las adivinanzas (Lima, El Nocedal, 1997) y Parajuegos (Lima, Altazor, 2001), publica Sonetos del viejo amador (Lima, AFA Editores Importadores, 2001), Puerto de la memoria (Lima, Noceda, 2002), El bazar de los letreros (Lima, San Marcos, 2004), A bordo del Arca (Lima, Casa de las Américas, 2006), La flauta de Kikirikí (León, Everest, 2006), Breviario de Santa Inés (Lima, Lustra, 2009) y Baladas de la piedra, del amor y de la muerte (Lima, El Nocedal, 2016).
Arturo Corcuera falleció en Lima, el 21 de agosto de 2017. Su último poemario, Celebración de tu cuerpo (Lima, PEISA, 2017), aparecería póstumamente.
Premios
- 1.er Premio de los Juegos Florales de la UNMSM (1956).
- Premio Nacional de Poesía (1963).
- Premio César Vallejo (1968).
- Premio Internacional Atlántida de Poesía (Las Palmas de Gran Canaria, 2002).
- Premio Internacional Trieste de Poesía (2003).
- Premio Casa de las Américas (2006).
- Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile (2007).
- Gran Premio Especial de Poesía Mihai Eminescu (Rumanía, 2016).
- Premio Feria Internacional del Libro de Lima (2017).
Referencias bibliográficas
- ÁGREDA, Javier, «Corcuera y Noé delirante», La República (4/2/2006).
- ALMENARA, Alonso, «Tilsa Tsuchiya en el recuerdo de Arturo Corcuera», La Mula (29/9/2014).
- ARAUJO LEÓN, Óscar (comp.), Como una espada en el aire: antología documental, testimonial y poética de la Generación del 60, Lima, Universidad Ricardo Palma, Noceda y Mundo Amigo, 2000.
- «Arturo Corcuera: "La poesía, un fuego de palabras"», La República (2/1/2006).
- CORCUERA, Arturo, Noé delirante, Madrid, Jonás, 1966.
- CRUZ, Sandro, «Arturo Corcuera: "el mago de las palabras"», Red Voltaire (27/8/2004).
- NARANJO, Reynaldo, «[Correo electrónico a Elena Zurrón Rodríguez]» (25/9/2015).
- TORO MONTALVO, César, Diccionario general de las letras peruanas, Lima, San Marcos, 2004.
- VÉLEZ VALCÁRCEL, Odette, «Todavía recuerdo aquel verano del año 1986 en que visité por primera vez la casa de Arturo Corcuera en Chaclacayo», La Mula (21/8/2017).