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Carlos Arniches

Biografía de Carlos Arniches Barrera (Alicante, 1866-Madrid, 1943)

Por Joseba Barron-Arniches Ezpeleta

Carlos Arniches, 1929.

Nace el 11 de octubre de 1866 en Alicante. La familia de Carlos Arniches se trasladó a vivir en Barcelona en 1880. Sería el quinto de un total de siete, todas chicas menos él. En Alicante disfruta de grandes amigos para toda la vida como Rafael Altamira, José Dicenta, Vicente Bañuls y otros. Junto a ellos forja el carácter que después plasma en sus obras.

En Barcelona desarrolla su faceta de periodista. Trabaja en La Vanguardia y aprende la importancia de la síntesis que de forma magistral aplica en sus sainetes.

Se traslada a Madrid en 1885 para estudiar Derecho, cosa que no culmina ya que prefiere la escritura y la dramaturgia. Es una época de lucha y miseria, llega a dormir en un banco del Prado y a pedir dinero prestado para volver a Barcelona.

Tras ahorrar lo suficiente se traslada de nuevo a la capital y la suerte le sonríe: recibe el primer encargo. Se trata de un libro para la Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena por el que recibe sus primeras 5.000 pesetas. Después llega el estreno de la primera obra en 1888: Casa editorial.

Carlos Arniches, 1900.

El teatro simbólico ocupa una primera fase de la producción de Carlos Arniches. Los personajes son la verdad, la mentira, la poesía, la ortografía… Pronto gira hacia el teatro de los enredos y equívocos donde se muestra como un mago. En 1890 estrena su primera obra en solitario: Nuestra señora. Sigue trabajando en colaboración denunciando la política chapucera y ladrona, los matrimonios de conveniencia, el abandono de los recién nacidos, los chulos y los vividores a cuenta de las mujeres.

Está estrenando cuatro obras cada año: es el rey del trimestre, el que más cobra. En 1899 es cofundador de la SAE y gracias a Doloretes, la obra alicantina más famosa, se consigue tanta recaudación que la Sociedad sale adelante.

Escribe metódicamente desde las 9 de la mañana. Dedica una hora a hacer gimnasia, desayuna y se ponía a escribir. La primera hora a una obra, descansa, escribe otra hora sobre otra obra, y así hasta cuatro o cinco obras de forma simultánea todos los días de su vida, incluidos sábados, domingos y fiestas de guardar. Es un trabajador incansable, y así lo será hasta los 76 años con los que le llega la muerte. Los personajes elegidos tienen sus propias características, algunos son «reutilizados» de otras obras, su presencia en la obra de nueva gestación provoca nuevos chistes, derroteros inesperados de la acción. Esto divierte sobremanera a don Carlos y le llama para seguir «la trama» con sus «personas» que no personajes. Cada banquete, cada homenaje, cada celebración era un fastidio formidable ya que le estaba alejando de ese momento único que es «la creación». Nunca manifiesta problemas para la inspiración: la sociedad que le rodea esa la que le inspira: sus problemas, sus rencillas, sus soluciones… Todo entra en el teatro de Carlos Arniches. Es cierto que él ejercía con maestría una «teatralización» de cada tema, de otra forma, la exposición simple de cada caso habría resultado de un tedio insoportable.

Se casa en 1894 con Pilar Moltó y Campo-Redondo, maestra de la Escuela Normal, que será una pieza clave en el desarrollo de su Etapa Histórica, grupo de obras con temática variada sobre diferentes conflictos bélicos como Tabardillo sobre la guerra de la independencia de 1808 a 1814, La guardia amarilla sobre la guerra de 1508 en Flandes y otras siete más.

Tiene tres hijos varones y dos hijas entre 1895 y 1902. Su segundo hijo, José María llega a ser campeón de España de esgrima en 1915.

Sigue desarrollando su carrera en solitario y en colaboración de forma indistinta con grandes éxitos como El santo de la Isidra, La fiesta de San Antón, El puñao de rosas… hasta la aparición de la primera «historia grotesca de su teatro» en la obra El príncipe heredero en 1896. Está poniendo la primera piedra de su futuro teatro: la tragedia grotesca.

Carlos Arniches estudiando, 1936.

Antes de poder despegar hacia ese teatro de altura deberá romper con uno de sus colaboradores más habituales, Enrique García Álvarez, cosa que ocurre en 1912 con citación para un duelo que afortunadamente no llegó a celebrarse.

Tras un año de profunda catarsis y gracias a la ayuda de Pilar, remonta su trabajo denunciando el maltrato a la mujer con la obra de El amigo Melquíades y Serafín el pinturero. Entre 1915 y 1917 escribe los Sainetes del Madrid castizo para ser leídos en la revista Blanco y Negro.

En 1916 estrena su primera Tragedia Grotesca: La señorita de Trevélez. A esta le seguirán 30 obras más que lo llenarán de éxito y reconocimiento.

El pensamiento de Carlos Arniches está plasmándose en sus obras: la mujer es el baluarte de una sociedad gobernada por hombres sin valor, chulos conquistadores despreciables, vagos, mendigos y pobres profesionales, políticos corruptos, aristócratas caducos y una iglesia con sacerdotes «trinchera» muy válidos frente a una jerarquía opresora. Todo desembocará en su obra capital: Los caciques en 1920.

Alicante le tributa un espléndido homenaje en 1921 nombrándole «Hijo predilecto». A los pocos días de ese homenaje estrena otro de sus éxitos, Es mi hombre.

En 1922 compra en Hortaleza la finca de Los Almendros en la que celebra interminables reuniones literarias con la generación del 27, Lorca, Dalí, Buñuel, Ugarte, Bergamín, etc. También en este año es nombrado presidente de la SAE en la que desarrolla un trabajo excelente para potenciar a los jóvenes talentos.

Los veranos en el País Vasco le permiten acercarse a este pueblo que deja reflejado en obras como La leyenda del monje, ¡Qué encanto de mujer!, La tragedia de Marichu y Mari Eli. El deporte del frontón es una de sus pasiones junto a la del fútbol: acude con frecuencia a los partidos del Athletic de Madrid del que se hace socio.

«El padre Pitillo» (1946).

Madrid le rinde su tributo en 1931 otorgándole la antigua calle del peñón con el nombre de Calle de don Carlos Arniches.

El Arniches más comprometido con su patria le hace escribir la obra Los hermanos Dorronsoro firmada en 1934 y que no llega a los escenarios. Una obra en la que muestra las dos Españas, sus envidias y las posibles soluciones por la reconciliación a través del perdón.

El estallido de «la revolución de 1936» hace que, recomendado por Indalecio Prieto, viaje a Alicante, después a Valencia y Barcelona para desde Marsella coger un barco hasta Buenos Aires. En Argentina tendrá una prolífica producción siendo su obra principal El Padre Pitillo, otra obra de una profunda crítica a la España caciquil, a la Iglesia alejada de los pobres y a la solución por el perdón. Es su obra más representada de toda su producción llegando a superar las 1.000 funciones. Treinta conferencias adornan su trabajo como dramaturgo en este país americano.

A su vuelta a España en 1940 estrena en Barcelona y Madrid dos obras de profundo calado filosófico: El hombrecillo y Don Verdades. Escribe el sainete Cosas Viejas y El autorretrato. Nos ha dejado 1.400 mensajes en sus 212 obras estrenadas, 223 poemas y 40 conferencias. Un intelectual comprometido con su tiempo, un periodista del teatro que consiguió, por medio de un fino humor unas veces, o de una carcajada franca otras, que todos se enterasen de lo que hacían mal, de sus vicios y errores, de sus posibles soluciones y de que el amor, el trabajo y el perdón entraban siempre en la ecuación que nos llevaba a la solución.

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