Días hay que pasan como una
caricia descuidada, con el santo ido al cielo, con el alma puesta
en otra parte. Días en vilo, ingrávidos, sin sombra.
Días en que el latido se ha agazapado en algún
corazón remoto y subsiste, incontaminado pero inútil,
apenas como contracción. Días ensimismados como la
galería de una mina. Días como expulsados de un
jardín.
Vivir es un inacabado, inacabable,
horadado movimiento de erguirse. Lo peor es que flaqueen los
tendones de la vigilia.
Poema del desconsuelo
Llamo corazón a lo que se
emparenta con la llama. Y en consecuencia, inevitablemente, con la
ceniza.
Estoy de pie como tallo al que
hubieran raspado todas las hojas y todas las yemas.
La soledad de esas comidas sentado
a solas ante una mesa blanca, chirriantes ritos de comunión
estrangulada, esas comidas agrias que no pueden compartirse...
Inmenso grito de angustia,
semejante a un viento helado, que se cuela por todos los resquicios
de la creación.
¿Pues qué clave
enrevesada enlaza las geometrías interiores y exteriores del
hombre? (¿O no hay clave ninguna, sino sólo caos y
ruina y torpe desolación sin espinazo?)
Donde acaba el extravío
comienza la desolación. Y quién narrará la
desolación de las cimas.
Consuelo. Dos dulces manos cortadas
no pueden traer consuelo. No pueden traer alivio. ¿De
qué nos serviría? Íntegra tierra mansa,
unánime bestia moribunda.
¿Qué
pueden traer dos manos en vela
al
corazón insumiso de la noche?
Remoto núcleo de calor
rodeado por una costra impenetrable de cenizas:
hay
una almendra en el centro de la tierra.
Encuentro con el Ángel
Hoy he conocido al
Ángel.
Ganas dan de llorar. Qué
terca criaturilla miserable, desaseada, vanidosa. Qué plumas
grasientas de superviviente de marea negra, qué calva
vergonzante cubierta de pelo ralo y engominado, qué
barriguilla lúbrica, qué falta de dignidad,
qué intentos de cohecho, qué groseras familiaridades,
qué burdo narcisismo y qué tartajeo. Por no hablar de
la ridícula estatura de corneja...
No me cautivan las aventuras de la
humillación. Me negué a decirle mi nombre.
Enero es agua en el canal de
Landwehr
El teniente de cazadores
ordenó:
«La puerca tiene que
nadar».
El cazador Runge regresó una
hora después:
«La puerca ya está
nadando».
Berlín, 1919.
Enero es agua en el canal de
Landwehr
donde van borrándose las
manos
de Rosa Luxemburg.
Escena de infancia
De niño encendí
hogueras
para quemar lombrices de tierra
vivas.
Veraneaba entonces en el valle de
Hecho.
La crueldad de quienes
torturaban sapos me asqueaba,
alguna vez llegamos a las
manos.
Lombrices: carne
rosa hasta la indefensión,
universales anillos
de sufrimiento mudo.
Se retorcían como seres
humanos.
On Liberty
Una voz ladra: recógete en un
cubo,
y él lo hace.
La voz: recógete en un
vaso,
y lo hace.
La voz: en un dedal,
y lo hace.
Y por no molestar, con cuello
dócil
ejecuta el siguiente
movimiento
antes de que la voz ladre de
nuevo.
Héroe caído en indecorosa
postura
Intentaba
injertar alambradas en la barba de
un Marx
propenso a la calvicie.
Al ejecutar su alta y noble
misión
se estrelló desde lo alto de
los siglos.
Sus superiores hanlo
condecorado
póstumamente.
Es altamente improbable que nos
deje
descansar en paz.
Es
mucho más importante desenterrar a una corneja que mandarle
una petición al presidente
Cosas archisabidas. Mutatis mutandis, pueden
leerse
en autores de éxito como
Milan Kundera.
Pero ocurre que enfrente
está el otro mundo
—cosa que no menciono por
amor a la simetría.
El mundo donde los escuadrones de
la muerte
masacran a cientos de campesinos si
hay que arrancar de raíz
todo brote de sindicalismo
agrario.
Donde se arrasan selvas grandes
como continentes
para que bienolientes
niñatos calzados con playeras sin calcetines
puedan atiborrarse de hamburguesas
baratas.
El mundo de la «calidad de
vida»
cuya garantía última
se cuantifica en megatones.
El vampirismo. El soborno. El
exterminio.
Y entonces uno siente,
además de la
necesidad de ser malvado,
la de ser bueno.
Yo
celebro
Canto
mientras mi jardín se
agosta.
Canto
mientras agonizan mis animales mis
padres y mis hijos.
Canto
mientras mueren mares que no he
navegado
selvas que no he hollado
ciudades que no he conocido.
Canto
con mi dulce cósmica
expansiva
carraspera de cadáver
más brillante.
A
Juan Ramón Jiménez, absorto en New York
Yo hablaría del alma
si no fuese un aceite caedizo y
doloroso.
Hablaría del
ángel
si no estuviesen
químicamente ardiendo las cuatro esquinas del cielo.
Hablaría de la rosa
blanca y de la rosa amarilla y de
la roja
si no urdiese la espina el tejido
mismo de la carne.
Justificación de la
poesía
La poesía es
injustificable.
La tensión de las
sílabas no es ni con mucho tan alta
como la de las zumbantes torres
eléctricas hincadas en el lomo de la tierra.
La energía represada en los
versos resulta ridícula
en comparación con la
embalsada por la presa.
La canción y el cirujano
prestan ayuda a la vida
—¿quién
preferiría la de la canción?
La poesía tiene manos de
nieve,
tiene manos de cebolla, tiene manos
de arena.
Su respuesta al último
para qué
es un silencio
ensimismado de angustia y de
esperanza.
La respuesta del ser humano
al último para
qué
es también un silencio
ensimismado de angustia y de
esperanza.
El ser humano es
injustificable.
Incredulidad
No eres
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu
cuerpo
tendido e irradiante junto al
mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada
lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no
es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus
manos
hasta inundar todas las alcobas de
mi vida,
no es posible el latido de tu
sueño
cuando convoca
paisajes como caricias,
dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y
maravilla,
no es posible la paz de tu vientre
rubio
si te busco debajo de las
sábanas.
Desnuda no eres posible. Junto a
mí, no es posible.
Eres lo más real y no es
posible.
Manantial de lo habitable
1
Cuando estás
cuando no estás
por detrás de tus ojos
busco
siempre la misma voz
en tus palabras
siempre el mismo tacto
siempre la misma comunión
rasgada.
2
Desbordas
el espacio cercenado
la libertad contrita
el parco viático
visible
desmientes a
la inercia
limitas
las dudosas
prerrogativas del absoluto
en la caricia tus dedos
son una llave
tu cuerpo un manantial de lo
habitable.
Acto de presencia
Esas albas exangües en una
alcoba de plomo, después de que a lo largo de toda una noche
hierática la avispa nos haya embutido en la boca los huevos
amarillos de la muerte; esas albas de acidia en que querría
desabrocharte el mundo y apagarme en tu carne.
Pero tu piel constante me recuerda
siempre a tiempo cómo la poesía es una disciplina de
la presencia. La remisión inacabable del allende al
aquende.
Säulenmensa HUB
Encima de la mesa
tazas de café, un tiesto con
violetas, cuadernos abiertos.
Cuatro estudiantes africanos
y una estudiante alemana. Ella
les explica análisis
matemático
(menos a uno, notoriamente
distraído).
También a mí me hace
fruncir el ceño
el arte afirmativo. Pero en
Berlín,
cuarenta y nueve años y once
meses
después de la
Kristallnacht.
Placeres
He comprado dos cuadernos de
notas
buenos y muy baratos.
He visto una fuente de bronce
que representa a una mujer y un
hombre
desnudos dentro de una
pequeña bañera
mirándose a los ojos,
entre los dos robustos cuerpos una
tabla
que hace las veces de mesa, en las
manos
copas de vino,
en la izquierda del hombre una
rosa.
He reparado en la poco
llamativa
hermosura de la fuente
que ya había visto otras
veces.
Placeres
para toda la tarde.
Nos tornaríamos humanos
El pan incandescente de la
fraternidad.
Si comiéramos de él
nos abrasaría la boca.
Si comiéramos de él
nos desgarraría los miembros.
Si comiéramos de él
se quebraría el anillo.
Si comiéramos de él
nos tornaríamos humanos.
Material móvil (1987-1988)
He
visto demasiado
1
Yo he visto demasiado.
Ya no basta
que me desordenéis las
fichas o los versos.
Ya no basta
que deportéis ciudades,
carbonicéis bosques,
estranguléis ríos.
Ya no basta
embadurnar de sangre lo
encalado
o adoquinar con cráneos
mercados y zaguanes.
Ya no basta
que me raspéis la
retina
o me aplastéis los
dedos.
Ya no basta
descuartizarme
y dispersar mis miembros a
capricho.
Os digo
que he visto demasiado.
2
La cámara avanza con
lentitud lacerante
en interminables hileras de frascos
con formol
los fetos monstruosos
que dieron a luz muchachas
vietnamitas
afectadas por el eficaz defoliante
agente naranja
pródigo en dioxina
con que el ejército de los
Estados Unidos de América
arrasó la mitad de las
selvas del país
fetos con dos cabezas
amarillos cíclopes
diminutos
bracitos como alambres
retorcidos
piernecillas dobles triples
cuádruples
vagos esbozos híbridos de
bueyes
de peces de bejucos de
moluscos
trofeos ambiguos
de alguna pavorosa cacería
trashumana
la rebeldía elemental de un
pueblo se castiga
con un buen aguacero de mutaciones
genéticas
durante dos o tres
generaciones
y no pare usted de contar
de madrugada paren monstruos
las sedeñas muchachas de
Hanoi
si uno sólo de ellos
llorase
saltaría en pedazos el
planeta
de madrugada
es la una de la noche apago el
televisor
aún me extraviaré un
buen rato
en las desconstructivas
sutilezas
de Jacques Derrida y de Paul De
Man
pero quiénes son en realidad
los monstruos
y cuántos hemos nacido
muertos.
3
Inerme.
Quién confundiría con
un hombre ileso
a un desollado cubierto con su
piel.
Indemne.
Retornas
desde la noche cerrada de la
sangre.
Inerme.
Alma en vilo, cuerpo en vilo,
rebelión en vilo trizada
contra el muro.
Indemne.
La tortura, ese lacio
sonsonete
al que ya nadie presta
atención.
Inerme.
Tus manos ensangrentadas
contra lo irremediable.
Inerme.
Inerme.
Inerme.
4
«Y alimentaban a los hijos con los nietos»
Heiner Müller
Yo sé de gentes a quienes
degüellan
por lo menos tres veces cada
noche
y no pueden dormir.
He visto prótesis de
sal
en cuerpos que reniegan de la
infancia.
Sé de ojos que revientan de
tristeza.
Sé de los muchos mundos de
este mundo
donde pocos
crucifican a muchos.
Sé que no dignifica el
sufrimiento
y sé la radical
indignidad
de quienes no sufrimos.
Cuesta trabajo matar a
dentelladas.
Mas casi es de mal gusto andar con
dengues
cuando uno asesina simplemente
comprando
en grandes almacenes
impecables
(Jerry ya nunca sale de casa
sin su tarjeta American Express).
A veces no sé qué
hacer con tantos hechos.
Si ellos son los muertos yo estoy
vivo.
Si ellos los vivos, yo el
muerto.
Resulta inexpugnable la
posición de los muertos.
Los vivos son vulnerables en
extremo.
Pero en cuanto los muertos
empiezan
a tentarse las costillas,
entonces
son vulnerables de nuevo.
5
Dije: altas, feroces
son las tierras
del nacimiento.
Las derrotas de los campesinos
escarnecen
las victorias de los
generales.
De entre las maneras de ser
fiel
prefiero las amapolas
y la venganza.
Bruselas, 1988
1
La muerte tiene la última
palabra.
Las autopistas:
cinturones de castidad.
Protegen la perenne virginidad de
Europa.
Ya he perdido la cuenta, mas
recuerdo
que al desflorar a esta
doncella
salta la sangre de otros.
Con Mete y Nevin, amigos turcos,
visito
la
exposicióndeesasquehacenépoca
sobre los aztecas.
Abarrota las salas un
público cultísimo.
Raza roja, ergo predestinada al
tormento.
Los cuerpos a la mina o al cuchillo
o al fuego,
al museo los tesoros
culturales.
Cada cosa en su sitio.
De esta doncella dirían los
alemanes
—otro pueblo
cultísimo
rico en catástrofes,
poderoso en metáforas—
que tiene pelos en los
dientes.
Y la cena en el restaurante
vietnamita
estaba para chuparse los
dedos.
Las ventajas del imperialismo
son gastronómicamente
indiscutibles.
El sabor de la leche de soja
recuerda vagamente al de la
horchata.
Mi muerte tiene la última
palabra.
2
En este laberinto intestinal de
calles
seguir el rastro de algo
que llamamos futuro
el soliloquio de la violencia me
amodorra
no podría respirar
sin esta lámina
fría
hundida en mi costado
seguirle el rastro
no es difícil
reconstruir
el pánico
las vacilaciones en las
encrucijadas
las vaharadas de muerte que erizan
el cabello
ya no podría respirar
si en cada pulmón no
floreciese pujante
la rama de la traición
no es difícil seguirlo
va perdiendo
cada vez más sangre
Hay presas constituidas por la
fuga
yo
cartografío un
territorio
que se deshace a mis espaldas.
3
He visto
desiertas
todas las carreteras de
Europa.
(Las ciudades pendían de su
extremo
como muertos
apéndices).
Las he visto
bañadas
por una película
finísima de sangre.
En los vertederos las ratas
disputaban su alimento a las
panteras.
La unión de todas las
arterias venas capilares
de un solo cuerpo humano
mide muchos kilómetros.
4
Gobiernos optimistas conjeturan el
comunismo
de aquí a doscientos
años. Gobiernos aún más optimistas
consagran lo mejor de sus
esfuerzos
a masacrar campesinos
(política exterior)
y a quitar a quien no tiene para
dar a quien tiene
(política interior). En el
resto de los gobiernos
va abriéndose paso
inapelablemente
la auténtica tercera
vía: canibalismo
en pasado, presente y futuro.
El Santo Padre afirma que usar
cualquier método anticonceptivo
es oponerse a la idea misma
de la santidad de Dios. Su
teólogo personal,
monseñor Scaffarra, habla
sin tanto eufemismo:
tomar la píldora o calzarse
un preservativo
es homicidio. En los
próximos cuarenta años
la población de Nigeria
crecerá
de 95 a 301 millones (tasa de
fertilidad
superior a seis niños por
mujer). Cabe suponer
que los nigerianos apenas oponen
resistencia
a la idea misma de la santidad de
Dios.
Mi hermano biólogo me
escribe
que hindúes y
nepalíes se saludan
exclamando namasta, que
significa
saludo a los dioses que haya en
ti.
¿Dioses dentro de
mí?
En una cuarta parte de los
cuerpos
los habrá eliminado el agua
clorada,
en las tres cuartas partes
restantes
se los habrá comido el
hambre.
Corren malos tiempos para los
dioses.
Me avergüenzan
mis dioses, mi clase, mi
nación, mi continente
y la especie animal de nariz
triste
a la que pertenezco.
5
En este bendito jardín de
las delicias
que florece tras setos de alambre
de espinos
protegido por trincheras de cemento
armado
confieso que la
hermenéutica—
para consagrarse a la
hermenéutica hacen falta
intestinos más fuertes que
los míos.
6
El sufrimiento hiende la
mirada.
Europa es una flor
carnívora y hedionda.
Ha devorado el mundo. Ha
devorado
su invernadero. Ha devorado el
tallo.
Se devora a sí misma:
lancinante
perfección caníbal de
la nada.
Salvación del resto
1
Asomarse al borbotón de la
muerte
desde un cuerpo arrasado
sin las almenas del temblor
sin senderos internos
sin los ríos y avenidas
límpidas que salvan
beber sangre
beber enfermedades
pragmáticas
beber agua de
desesperación
en los ojos amarillos de esa mujer
cosida
o dulce cicatriz
ser expelido por el propio
aliento
reintegrarme al nido de la
angustia
que nunca abandonara.
2
El olor de la orina de mi
abuela
que se ha meado en la cama
llena el cuarto
su calor impregna el calor de mis
manos.
No me hablen de héroes.
Yo no voy a olvidar el color de
esta orina
ni el cristal de vergüenza que
velaba sus ojos.
3
El resto de la muerte en la
escudilla.
El resto de la entrega en tus
muñecas.
Apegarnos al resto. (Es menester
salvar
lo que podría
salvarnos).
Un rebañado,
irreconocible
resto de comunidad en los
rincones
más soleados y lentos de la
plaza.
El resto del miedo en tu abrazo
sonámbulo.
El resto irrestañable del
amor en tus manos
dulces de paciencia y humilladas de
artrosis.
En la escudilla, el resto de la
muerte. Cuando
mueres querría
caber en la muerte de todos
los seres del mundo
y contenerla.
4
Aquí he venido a morir.
Bajo
los ojos. Rehúso la mirada
de los vivos.
Tienes los labios hinchados. En las
fosas nasales
algodón. Cuerpo presente.
Intocable
tras los cristales, porque la ley
mortal
de esta ciudad estéril
prohíbe el contacto con la muerte.
¿Quién ha vedado
besar labios hinchados?
Aquí he venido a morir y no
es posible.
No he conocido un ser con menos
culpa. Las últimas semanas
creías que una servilleta de
papel
agujereada, zarcillo
salutífero,
te ayudaba a expulsar a los muertos
del mundo
concitados en tu vientre y tu
garganta.
Demencia senil, dicen. El
nombre
común de una
destrucción y una distancia.
Carraspeabas y tosías
muertos,
dulce mía, ya novia
de diecinueve mayos, ya niña
azul.
Esos muertos del mundo que apenas
eran tuyos
sino mucho más míos.
Hasta esa carga
hubieras querido ahorrarnos.
No he conocido un ser con menos
culpa.
Bajo los ojos, el cerco
común de una distancia y de
una destrucción.
Arco ciego el umbral de las
palabras. Las tuyas
anotadas (doce de enero,
ocho días antes de tu
tránsito):
Esto son cosas que se dicen y
no se creen.
Hemos llegado a una vida que
nadie sabe nada,
nadie comprende nada
y que todo hay que
hacerlo.
Alzo los ojos. Fronda de silencio.
Reingreso
en la mirada vacía de los
vivos.
Abierta la memoria, ciudad
torpe
animal desventrado
barranco en llanto.
Donde es posible la vida
(1987-1988)
Nacimiento telúrico
Nace dentro de la muerte de su
madre,
en un vientre de escombros,
sin rescate posible.
La querida familia le somete
a un bautismo purísimo
con aceite industrial.
La muerte, incestuosa, tiende al
niño
un puñado violento de
raíces.
Creced, multiplicaos, llenad la
tierra y sometedla;
dominad los peces del mar, las
aves del cielo y todos los
vivientes que reptan sobre la
tierra.
Mi
vida entre los muertos [selección]
1
De modo que por fin vas a
empezar,
virtuoso de la lezna,
con tus coplas.
El momento no está mal
elegido.
Pero tu propia voracidad te
traiciona.
Una rosa de talidomida te horada el
pecho
para que quepa un puño
o un feto inflamado
o un tubérculo.
3
Aquel guardián me dijo: es
casi gratis
y confortable nuestra brutal
sinfonía, asómate.
Advertí pronto la rotundidad
del engaño:
yo ya siempre había estado
dentro.
Sigo dando fe del estómago
externo
donde ácidos rabiosos nos
corroen los párpados.
4
Yo a la muerte no le regalo
nada.
Ni un cabello. Ni el beso de una
vieja.
Ni una preposición.
Ya el alquiler que pago es
exorbitante.
La muerte, grasa en la
colisión de clases.
La muerte, grasa en las
articulaciones del hastío.
Y un tajo por distracción
puede
cercenar la garganta a una ciudad,
y la gangrena
cebarse en otra.
El canto del gallo me ha abrasado
la lengua.
Comienza un día con
suburbios atroces.
5
Comienzo
reventándome los ojos
fuerzo
el desgajado laberinto de mis
venas
trazo con la cuchilla sobre mi piel
negra
las runas del dolor
me interno exangüe en mi
vientre
donde nada madura
pero no reconozco mis
entrañas
y se me escapa la
cálida
intimidad presentida de la
muerte.
6
Los muertos:
sus gruesas lenguas de arcilla
su exagerada sed de
conocimiento
sus pensamientos de cal
su compañía
ígnea.
Abruma a veces
la fidelidad canina de los
muertos.
Algunos son pura columna
vertebral
algunos son puro presentimiento
atónito.
Yo permanezco dulcemente en sus
costillas.
8
Los orgasmos de los muertos
desvencijan las ciudades.
Los sonámbulos se acuclillan
para rebañar la catástrofe.
Yo no he malbaratado las palabras,
pero aún
he de quemar esos lentos
cuadernos
donde se sedimenta la muerte.
9
El cielo despilfarra suficiencia
agria.
Una mitología de
cañones recortados
te venera las sienes.
Tres cosas te salvan:
la vergüenza, la
vergüenza y la vergüenza.
Morir es un modo de pedir
perdón.
No pueden mantenerse largo
tiempo
los pactos de no agresión
con la esperanza.
Pero tu rostro hierve.
10
Terraza con dulzura violeta.
Crepúsculo encomiable.
Café helado, lentísimo.
Comunidad mentida que irradia calor
falso.
De repente el ladrido
me ha arrancado de cuajo la
garganta.
11
Desierto
de espaldas heridas,
de manos suaves,
de irrefutable tibieza.
Reconozco el dulzor de la
estructura.
Reconozco la impertinencia de las
sendas.
El rastro de una víbora
sobre las dunas.
La soledad —mullida con
delación.
Desierto dulce como la vulva
de la mujer que amo.
12
Desde cuántos lugares
he intentado arribar a tu playa
blanca.
Hacia cuántos destinos
imposibles
me rechazaba
una y otra vez el filo de los
pájaros.
Noche asestada.
Un fanal amarillo en la playa
desierta.
Apenas oigo el mar sobre tu
vientre.
15
Y cuando el musculoso chorro de
tiniebla
surte de nuestra
entraña
y nos ahoga, encharcando
la respiración y el grito,
¿quién
osará todavía
referirse al
hombre,
esa larga pulsación
extravasada,
ese centón resabiado de
locura,
ese ojo sumergido,
ese muñón?
16
Sin salvaguardia
soñamos
el lento sueño adiposo del
veneno.
La mudez nos abriga.
Una mano atroz
afila el cuerno del amo
por si los sacrificios
numerosos.
Desmesurada noche
con madrigueras
lacónicas
para animales tullidos.
18
La eternidad, esa pantalla
triste.
Ese pulido soliloquio del
hastío.
La usura ha recobrado su elegancia
sarnosa.
La sangre de los mártires no
tiene ni siquiera
dos dedos de espesor.
19
Que asciendan lentas las palabras,
lentas.
Bien lastradas de cieno. Bien
lastradas de besos.
Que asciendan las palabras
retardadas
por siglos de obediencias
indebidas.
Y que severamente lastren al
cadáver bailón
en cuanto empiecen a entrarle
ganas
de entregarse frenético
a las sólitas piruetas.
20
Deja que sigan aullando los
cuchillos
mientras el veredicto al mejor
postor
inacabablemente confirma su
inocencia.
La muerte continúa desovando
en mis ojos.
Honor leproso
este estar medio vivo entre los
muertos.
El
largo aliento
1
Lo transmite por ejemplo
el beso de nutrición con que
una mujer
comunica comida ya mascada al
hijo.
2
Lo transmite cualquier persona
al enseñar a leer a otra
persona.
Palabras que son actos entre otros
actos.
3
Lo transmiten las manos de quienes
saben ver
la belleza dentro de la
agonía,
el veneno dentro de la
belleza.
Y el esplendor del mundo
refractado
en el turbio trabajo
inacabable
de nuestro llegar a ser.
4
Atroz la gana de libertad
no menos que el llanto de hambre de
las crías.
Para escapar del cepo la raposa se
roe
su propia pata.
5
Fraternidad:
no sólo he soñado con
ella.
Y el viento sopla tan fuerte
que arranca ramas de los
árboles
y sopla a veces tan fuerte que los
tumba.
Yo también he escrito
contra el mundo
simétrico.
6
Las palabras. Sé que quedan
las palabras
echando raíces en la carne,
afirmándola
contra la piadosa erosión
del tiempo
y la terca mirada blanca de la
muerte.
La
lengua de la muerte (1987-1988)
Recuento
El óxido de la
posesión me suelda la lengua.
La saliva de los imbéciles
apuntala los arcos de triunfo.
Un escalofrío seccionado
recorre el estiércol.
El fósforo seca la piel de
las mujeres.
La exquisitez de los torturadores
turba.
Enterramos al siglo en ataúd
de plomo.
La lengua de la muerte se introduce
en las ingles.
André Breton, erecto
post-mortem
«Desear el asombro desertiza»
Pedro Provencio
La Fundación Banco
Exterior
lo anuncia en desplegables a todo
color
en el diario de mayor tirada.
Azafatas reparten sonrisas de
alquiler.
El surrealismo: un
capítulo
—de los que entran seguro en
el examen—
en el manual de marketing.
Hay que poder plantar flores de sal
al margen
de un río clandestino.
Hay que poder llorar de rabia
devolver el aceite del
estrangulador
abrigarnos con la compasión
de las víctimas.
Pero André Breton
infalible
mente extraviado en un rigor
desierto.
Desdén arado por su propio
asombro.
Hay que poder olvidar la rabia y
las monedas.
Entre las tumbas hurgan voraces los
colonos.
Cuídate: no es cierto, nunca
es cierto
que un muerto no tenga nada que
perder.
Arquitectura interior
Excavaste en ti mismo
alcobas, escaleras, alacenas.
Dispusiste
cierto complejo equilibrio entre
las cavidades.
Las comunicaste
mediante los pasadizos
adecuados.
Decoraste con gusto y
sobriedad
los interiores, y colocaste una
buena cerradura
en la puerta que daba al
exterior.
Luego has tirado la llave.
Y hoy afirmas
que eres un ser de una pieza,
macizo, irreversible,
enteramente libre de
oquedades.
Las manos cortadas
«Va a ser entonces / cuando vas de verdad a tener
manos»