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Manuel Luengo

Comentarios bibliográficos sobre Manuel Luengo

Con ocasión del primer centenario del restablecimiento de la Compañía de Jesús, Constancio Eguía dedicaba un artículo[1] al Diario inédito del P. Manuel Luengo[2]; en él citaba a algunos de sus biógrafos, mencionando la existencia de unas páginas «pocas aunque substanciosas» escritas sobre la biografía del P. Luengo por el P. José María Castillo (de las que nada hemos encontrado), y la recopilación de datos que, con el fin de escribir la vida de este jesuita, elaboró el P. Frías, sin que tampoco le fuera posible llevarla a cabo. Estos Apuntes para una biografía del P. Luengo, estaban destinados, en principio, por Lesmes Frías para encabezar la tercera parte de su Reseña histórica ilustrada, pero la necesidad de compendiar el volumen de la Historia de la Compañía de Jesús[3] fue la causa de que estas notas quedasen incompletas e inéditas, valiéndose de ellas el P. Eguía para sus artículos[4]. En el Archivo Histórico de Loyola hay copia mecanografiada de los datos que aporta Luengo sobre sus propias vivencias, destinadas al mismo fin de componer una biografía del diarista; estos apuntes remiten a las páginas del Diario[5].

A estos intentos por elaborar una biografía del P. Luengo, habría que añadir un trabajo de Conrado Pérez Picón, que se encuentra mecanografiado en el mismo Archivo de la actual Provincia de Loyola, y que también formaba parte de una «Breve reseña de la información del Archivo de Loyola»[6], que estaba preparando el P. Pérez Picón. En él se sintetizaban los datos que aportaba el Diario del P. Luengo en una doble vertiente: por una parte, sobre sus vivencias personales y, por otra, sobre los avatares que sufrió el Diario. Copia de este laudatorio compendio puede consultarse en el Archivo azpeitarra, ya que tampoco llegó a publicarse[7].

Pero si editar la vida de este jesuita semejaba poco menos que una misión imposible, algunos autores sí incluyeron en sus escritos datos biográficos puntuales. Así encontramos un párrafo sobre él en un artículo del P. Eguía[8] con datos sacados de la recopilación citada del P. Frías; a su vez, Evaristo Rivera, en su reconocida obra Galicia y los Jesuitas[9],cita los datos publicados por Eguía e interpone el segundo apellido de Luengo, Rodríguez, al primero, por motivos que desconocemos. Por su parte, Miquel Batllori incorpora al Diccionario de Historia Eclesiástica de España[10], una reseña sobre Manuel Luengo. Y el P. Portillo dedicó dos páginas a copiar, lacónicamente, lo que de su propia vida cuenta el diarista [11].

La singular personalidad que el P. Luengo dejó plasmada en sus escritos ha posibilitado que tenga todo tipo de críticos. Rafael Olaechea se refiere a él como «el impenitente censor, al que no se le puede tachar de estar indocumentado y para el que no había plaga, peste o derrota que no interpretara, machaconamente, como un castigo enviado por Dios a España por haber expulsado a los jesuitas»[12]. Constancio Eguía presentaba a Luengo como «un sujeto muy fiel y muy cuidadoso» y no dudaba en calificarlo como «el cronista de la expulsión y extinción de la Compañía de Jesús»[13]. Por su parte Teófanes Egido considera que Luengo «es más exacto en sus datos numéricos que en sus enjuiciamientos apasionados»[14].

En lo referente a su obra, ésta ha suscitado también diferentes análisis; uno de los incondicionales adeptos a la obra del P. Luengo fue, sin duda, Miguel Cascón quien aseguraba que el Diario era un «tesoro de singular valor», y dedicó un artículo en 1949 a transcribir y comentar parte de éste[15]. Explicaba, además, los avatares que sufrió el dietario desde la muerte de su autor hasta aglutinar todos los volúmenes en el Archivo de Loyola, formando el grueso del artículo la transcripción del Prólogo que escribió Luengo para su Diario. La inclinación que sentía el P. Cascón hacia la obra del diarista quedaba más que manifiesta cuando, en otro artículo, comentaba, al referirse a las anotaciones del P. Luengo, que estaban escritas «en el lenguaje sencillo e imparcial que tanto resalta en sus efemérides»[16].

Más fundado parece Maeder al afirmar que los manuscritos inéditos de los expulsos constituyen un testimonio precioso e irreemplazable para conocer sus vivencias[17], opinión a la que se sumaba Enrique Portillo cuando escribía: «Varios fueron los jesuitas que [...] tuvieron la feliz idea de escribir en Diarios la larga serie de sus trabajos y peregrinaciones, de sus esperanzas y triunfos, pero pocas de esas relaciones han alcanzado el mérito y la extensión del Diario del P. Luengo»[18]. La pérdida, en 1939, de la obra del P. Olcina, jesuita alicantino que escribió un largo diario, una colección de Papeles varios y otros libros, siempre relacionados con el destierro de 1767, ha hecho que muchos de los especialistas que actualmente investigan estos acontecimientos desconozcan esa rica producción, sobre ella puede consultarse la obra de Domínguez Moltó[19] y los datos que ofrece el P. Nonell en su obra sobre José Pignatelli[20], apoyándose, también, en muchos de los comentarios que, sobre este jesuita, escribió Luengo en su obra y reproduciendo partes del Diario.

Por contra, entre los más críticos con el escrito del P. Luengo ocupa un destacado lugar Miquel Batllori quien, al referirse a las obras que reseñaba a lo largo de su Diario, se sorprende de los elogios que muchos historiadores le han dado como fuente histórica en temas literarios y afirma que las críticas del diarista son fruto de unos «aires de suficiencia sorprenents, tan més que la insuficiència i la unilateralitat de la seva cultura són paleses»[21]. El P. Batllori nos pone así en guardia ante la obra que nos ocupa, de la que -aun considerándola muy importante por la enorme cantidad de información que suministra al historiador-, opina que muchos autores la han sobrevalorado y no duda en mostrar una absoluta aversión hacia Luengo cuando se refiere a los comentarios que éste hizo sobre escritores como Esteban Arteaga[22]: «Luengo es uno de esos viejos cerrados y antipáticos, presa de incomprensión posclimatérica hacia todo lo de los jóvenes...»[23]. Hay que considerar que Miquel Batllori pondera el aspecto literario de la obra de Arteaga, de ahí que las críticas efectuadas por Luengo hacia el que, despectivamente, denominaba el amigo de los ministros de España sea considerada por el P. Batllori como una muestra de «cerrazón para cuanto representaba nuevas formas de cultura», y apuntilla que en el P. Luengo «se ve un afán morboso de chismerías políticas y un espíritu de capillita, que llega a hacer antipático su mismo amor a la Compañía»[24]. Nada más alejado de la mente y la pluma del diarista, que utilizó sus «pocas letras» para dedicar su vida a una obra con la que alabar, defender y memorar los sufrimientos que en su seno soportaron los desterrados. No seremos nosotros los que discutamos al P. Batllori la calidad de las críticas literarias del P. Luengo, pero creemos que las perspectivas de ambos con respecto a Arteaga son irreconciliables porque establecen críticas fragmentadas; Batllori centrado en enaltecer la figura literaria y Luengo en desaprobar su deserción de las filas ignacianas.

Nos inclinamos a pensar que la ciclópea obra de Luengo es fruto del subjetivismo lógico de un expulso que no tenía ningún interés en presentar la vida de los jesuitas en el exilio dentro de una perspectiva objetiva; él era fiel a sus creencias, producto de la formación que había recibido y de una fidelidad sin fisuras a dicha educación, la misma que habían recibido todos sus cofrades y a la que permanecieron fieles la mayoría de ellos; de ahí su interés como muestra de la mentalidad de gran parte de los expulsos. Rafael Olaechea añadiría que «fruto de esa adhesión visceral a las opiniones teológico-morales de la "escuela jesuítica", en la que había crecido como quien respira, se había convertido insensiblemente en un maniqueo vergonzante, por lo mismo que era, sin sospecharlo, un auténtico sectario»[25].

Verdaderamente tenía pocos principios, aunque firmes: era incuestionablemente monárquico y absolutista, católico y muy romano, en el sentido ultramontano, es decir acérrimo defensor de las prerrogativas pontificias. El P. Luengo, además, peca de una retórica excesiva y vacua, propia de su monótono y reiterativo estilo, pero aporta con su obra gran cantidad de datos reveladores, fidedignos, y no pocas veces inéditos, de enorme utilidad para conocer el pensamiento de aquellos regulares y su época; de hecho todos los historiadores hasta aquí nombrados citan en sus trabajos gran cantidad de datos provenientes de este Diario. Así pues, respetando profundamente la opinión desaprobadora que los dos jesuitas anteriormente mencionados, los padres Olaechea y Batllori, muestran hacia el escrito de su cofrade, la opinión de Giménez López y Martínez Gomis sobre esta obra nos parece más ecuánime: «tras sus apuntes iniciales, el Diario [del P. Luengo] se convirtió en una auténtica historia de la Compañía de Jesús de la que, lógicamente, no puede desprenderse una notable carga apologética»[26].

En los últimos años, varios han sido los investigadores que han profundizado en la obra de este diarista, especialmente Antonio Astorgano Abajo, tanto para su profundo estudio sobre Lorenzo Hervás y Panduro[27], como en la lección de ingreso que leyó al formar parte de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País[28]. Y, cómo no, algunos de los miembros del Área de Historia Moderna de la Universidad de Alicante: Enrique Giménez López, Javier Burrieza Sánchez, Mar García Arenas, Carlos Martínez Tornero o María Dolores García Gómez, entre otros, se han sabido ayudar del Diario del P. Luengo en sus trabajos de investigación[29].

Inmaculada Fernández Arrillaga

[1] EGUÍA RUIZ, Conrado, «Andanzas de un diario inédito», Razón y Fe, 40 (1914), pp. 323-338.

[2] Titulado Diario de la expulsión de los jesuitas de los Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Viexa, despues mas en general de toda la Compañía, aunque siempre con mayor particularidad de la dicha Provincia de Castilla, (a partir de aquí Diario), cuyo original se encuentra custodiado en el Archivo Histórico de Loyola (A.H.L.), y del que parece existir copias en el Archivo de la Provincia canónica de Aragón, en Barcelona, y en la Biblioteca dell'Istituto Storico della Compagnia di Gesù en Roma. Esta última copia aparece con el título Diario sobre el destierro y vicisitudes de la Provincia de Castilla de la Compañía de Jesús... compendiados por el mismo autor, según BELLETTINI, Pierangelo, «Tipografi romagnoli ed ex gesuiti spagnoli negli ultimi decenni del settecento», en Il libro in Romagna, Florencia, 1998, p. 558 (3).

[3] FRÍAS, Lesmes, Historia de la Compañía de Jesús en su Asistencia moderna de España, Madrid, Administración de Razón y Fe, 1923, tomos I y II, 1923 y 1944.

[4] EGUÍA RUIZ, C., op. cit., 1914, p. 324 (4).

[5] A.H.L., Escritos de jesuitas del siglo XVIII, caja 40.

[6] FERNÁNDEZ DE ARRILLAGA, I., «El Archivo de Loyola en tiempos de expulsión y las aportaciones de los jesuitas llegados de Italia», Revista de Historia Moderna, Universidad de Alicante, 15, (1996), pp. 137-148.

[7] A.H.L., Escritos de jesuitas del siglo XVIII, caja 40.

[8] EGUÍA RUIZ, C., op. cit., 1914, p. 324.

[9] RIVERA VÁZQUEZ, Evaristo, Galicia y los jesuitas. Sus colegios y enseñanza en los siglos XVI al XVIII, La Coruña, Galicia Histórica, 1989, p. 638, n. 21.

[10] Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972, vol. II, p. 1.355.

[11] PORTILLO, Enrique, «Pío VII restablece solemnemente la Compañía de Jesús», Razón y Fe, Madrid, XXXIX (1914), pp. 5-15; 208-219 y 417-432.

[12] OLAECHEA, Rafael, «En torno al exjesuita Gregorio Iriarte, hermano del Conde de Aranda»,Archivum Historicum Societatis Iesu, 33 (1964), p. 203.

[13] EGUÍA RUIZ, C., «Dispersión total de los papeles jesuíticos en España», Hispania, XI (1951), p. 683.

[14] EGIDO, Teófanes, «La expulsión de los jesuitas de España», en Historia de la Iglesia en España, vol. IV: La Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII, Madrid, B.A.C., 1979, p. 756.

[15] CASCÓN, Miguel, «Manuel Luengo 1735-1816. Su diario y prólogos inéditos fuente de información para el reinado de Carlos III», Las Ciencias, 14 (1949), p. 519.

[16] CASCÓN, Miguel, «La emigración de los jesuitas españoles en el siglo XVIII y el Renacimiento de los estudios humanistas en Italia», en Anuario Cultural Italo-Español, Valladolid, vol. I, 1942, p. 53.

[17] MAEDER, E., «Las fuentes de información sobre las misiones jesuíticas de Guaraníes», Teología, 24 (1987), pp. 143-163.

[18] PORTILLO, Enrique, op. cit., pp. 417-432.

[19] DOMÍNGUEZ MOLTÓ, Adolfo, Vicente Olcina, fabulista. Luis Olcina, misionero, Alicante, Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1984.

[20] NONELL, Jaime, El V. P. José Pignatelli y la Compañía de Jesús en su extinción y restablecimiento, Manresa, 1894, 2 vols.

[21] BATLLORI, M., Els Catalans en la cultura hispanoitaliana, Barcelona, Biblioteca d’estudis i investigacions, Tres i Quatre, 1998, p. 70. Nos gustaría prevenir que a Luengo no le llegan los originales de muchas de las obras que comenta, por lo que, en algunas ocasiones, la crítica resulta muy subjetiva, pero siempre indica si le han llegado comentarios sobre la obra en concreto de otros a través de cartas, si sólo conoce la obra por comentarios verbales de allegados o si ha hojeado o no el libro que trata; y decimos hojeado porque ciertamente eso es lo que parece que hace la mayoría de las ocasiones, dejando llevar su pluma hacia críticas poco objetivas dependiendo de los autores de las mismas, sobre todo de si los considera amigos o no de la Compañía.

[22] Esteban Arteaga, natural de Madrid, había pertenecido a la Provincia de Toledo, se secularizó después al llegar a Bolonia y durante un tiempo recibió la ayuda económica del P. Francisco Javier Idiáquez. En 1784 le fue concedido el premio de pensión doble por su escrito acerca del Dogma italiano. La primera parte de su obra sobre el Teatro Musical italiano fue publicada en Bolonia en 1783; la segunda salió en 1786 y de nuevo obtuvo aumento de pensión un año más tarde. Fue uno de los pocos expulsos que defendió las ideas renovadoras de la intelectualidad más progresista del momento en Italia. Aunque íntimo de Nicolás Azara, nunca dejó de mantener contacto con los expulsos, a los que en ocasiones informó de los pasos que en su contra pretendía efectuar el Ministro; ése fue el caso de la carta que escribió a su amigo Antonio Palazuelos, perteneciente a la Provincia de Chile, sobre las consecuencias que podría tener la publicación de la segunda Memoria Católica. Hay copia en LUENGO, M., Colección de Papeles Varios, tomo 16, p. 161. En la misma Colección de Papeles Varios  se encuentra copia de Las revoluciones del theatro musico italiano. Notas a la disertacion italiana de Borsa sobre el gusto presente de la literatura italiana, tomo 15, pp. 249-261.

[23] En opinión del P. Luengo, Esteban de Arteaga no era más que uno de los secularizados a los que se les concedió el premio de pensión doble en 1784, más que por el aplauso con el que fueron recibidas sus obras, por haberlas dedicado a Nicolás de Azara, Agente de Madrid en Roma y Ministro interino, en aquel momento, por la ausencia de Grimaldi. Azara intervino a favor de Arteaga en la corte madrileña y ese trato familiar con los «enemigos de la Compañía» resultaba de todo punto detestable para Luengo y para la amplia mayoría de los expulsos españoles.

[24] BATLLORI, M., La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos (1767-1814), Madrid, Gredos, 1966, p. 75.

[25] OLAECHEA, Rafael, «Napoleón visto por un jesuita español exiliado en Italia», en Les espagnols et Napoleon, Études Hispaniques, Université de Provence, 7 (1984), p. 130.

[26] GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique y MARTÍNEZ GOMIS, Mario, «La llegada de los jesuitas expulsos a Italia según los diarios de los padres Luengo y Peramás», en RÍOS, Juan Antonio y RUBIO, Enrique (eds.), Relaciones culturales entre Italia y España, Alicante, Universidad de Alicante, 1995, pp. 63-77.

[27] HERVÁS y PANDURO, Lorenzo, Biblioteca jesuítico-española (1759-1799), edición de Antonio Astorgano, Madrid, Libris, 2007.

[28] ASTORGANO ABAJO, Antonio, La literatura de los jesuitas vascos expulsos (1767-1815), Madrid, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 2009.

[29] GIMÉNEZ LÓPEZ, Enrique, Y en el tercero perecerán : gloria, caída y exilio de los jesuitas españoles en el siglo XVIII : estudios en homenaje al P. Miquel Batllori i Munné, Alicante, Universidad de Alicante, 2002.

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