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Miguel Hernández

Biografía de Miguel Hernández

Por José Carlos Rovira (Universidad de Alicante)

Retrato de Miguel Hernández.Los datos de la biografía de Miguel Hernández, que vivió poco más de 31 años, aparecen en la cronología de esta página web. Quizá nos interese más ahora recordar lo que su obra tiene de autobiografía poética, en el sentido con el que Carlos Bousoño definía en 1960 el carácter inaugural de su última obra, el Cancionero y romancero de ausencias, escrito desde el último período de la guerra civil, desde fines de 1938, hasta la cárcel que el poeta sufre entre 1939 y 1942. Decía Bousoño: «Todo poema expresa la vida, pero a veces lo hace de una forma simbólica o indirecta. Miguel Hernández inaugura en este libro, y en otros suyos, una dicción en que la vida queda aludida de un modo relativamente inmediato; en numerosas ocasiones características sentimos el poema incluso como manifestación autobiográfica. En esto Miguel Hernández se adelantó a todos los poetas españoles de su tiempo, y como la estética posterior iba en gran parte a seguir, en diferentes versiones, tal derrotero, el poeta de Orihuela puede ser considerado como uno de los maestros de las venideras generaciones».

Portada «El rayo que no cesa», 1936.Recordaremos siempre la diferencia entre autobiografía y autorretrato literario para distinguir posibilidades de reflejo propio que Miguel Hernández realiza cuando, a lo largo de su vida y obra, crea imágenes de sí mismo, y no relatos de su vida, a través de sucesivos autorretratos que podríamos unificar como el del pastor, el amenazado por la fatalidad, el enamorado, el soldado y el derrotado, imágenes fragmentarias, diversas, como diferentes maneras de ir diciéndonos quién es: «Me llamo barro aunque Miguel me llame», dice como síntesis y autorrepresentación personal del profundo pesimismo de El rayo que no cesa.

O en otro momento afirma: Yo trato que de mí quede / una memoria de sol / y un sonido de valiente, ya en Viento del pueblo, en el poema «Llamo a la juventud», como síntesis de su imagen en el impulso épico de la guerra.

A veces, se funden en un poema autorretrato y autobiografía, como en «Canción del esposo soldado» de Viento del pueblo: He poblado tu vientre de amor y sementera, / he prolongado el eco de sangre a que respondo / y espero sobre el surco como el arado espera: / he llegado hasta el fondo.

Hay otro procedimiento, el más frecuente en la etapa final, que consiste en la creación de un personaje o de personajes, en los que el autobiografismo se produce también próximo a un espacio de autorreferencia indirecta, cuando el sujeto poético narra desde una perspectiva distante un tiempo y un lugar en el que se introduce por ejemplo desde la tercera persona verbal, distanciándose del yo, como en un poema de la última etapa, la del Cancionero, titulado «Sepultura de la imaginación», que recordamos en su comienzo: Un albañil quería... No le faltaba aliento. / Un albañil quería, piedra tras piedra, muro / tras muro, levantar una imagen al viento / desencadenador en el futuro.

Retrato de Miguel Hernández.El albañil es la imagen de sí mismo en un espacio de representación diacrónica, a través del fuerte contenido metafórico y la intensidad de lo narrado como clave histórica. El albañil quería levantar, aparte de muros, una imagen dedicada al viento, asociado al futuro y es la memoria, junto al significado del Viento del pueblo, la que aparece recorrida y hasta desencadenada aquí. El edificio que quería construir, por amor, tiene una realidad ascensional, determinada también porque las piedras son plumas y los muros pájaros, movidos por la imaginación. El albañil reía, trabajaba, cantaba, y fueron brotando los muros, que podían tener valor de vuelo, pero la piedra pesa y cobra su «torva densidad» por lo que Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra / fueron precipitados él y el viento.

La figura del albañil es una marca autorreferencial, como autorretrato ficticio que, en tercera persona, reconstruye como alegoría la historia del poeta, sepultado con el viento que fue símbolo de la antigua voluntad colectiva en la poesía de la guerra. Pero, al encerrarlo, al hundirlo, lo que se sepulta también es la imaginación. Consideramos que, más allá de todo, es también una reflexión metapoética que establece que lo que está viviendo es el fin de la poesía, porque la realidad sepulta toda ficción creativa. El propio discurso, la propia creación, es cancelada por lo que está sucediendo.

Hay otros poemas memorables en esta escritura última, como el «Vals de los enamorados y unidos hasta siempre», que Hernández escribió a fines de 1939 en el álbum de un amigo (José María López Entrala) en la prisión madrileña de Conde de Toreno. Comienza así: No salieron jamás / del vergel del abrazo. / Y ante el rojo rosal / de los besos rodaron. / Huracanes quisieron / con rencor separarlos. / Y las hachas tajantes / y los rígidos rayos, creando un motivo duradero en el Cancionero (en cuyo cuaderno también lo había escrito) como es el de los enamorados perseguidos, por huracanes ahora, por hachas y rayos como recuperación de términos propios procedentes del pasado; es además una lección de literatura, con San Juan de la Cruz o Quevedo al fondo.

Carta de Miguel Hernández a su querida esposa.El autobiografismo del Cancionero, existente sin duda en los poemas que remiten al fin de una guerra y al período carcelario inmediato, que tiene contraseñas de esos dos espacios vitales, presididos también por la muerte de un hijo, el nacimiento de otro, la ausencia de la mujer y de la libertad, la presencia de un odio atenazante, la afirmación del amor como única posibilidad de salvación... van configurando perfiles de una biografía fragmentaria, casi como un diario de cuatro años de la vida de un hombre situado ante un precipicio que determinaba la historia y lo que había vivido y seguía viviendo de la misma.

En ese sentido, la autobiografía (o el retrato, o la autorreferencia en tercera persona) nos lleva a la memoria, al poeta de la memoria histórica que podemos definir también con el sentido que creó un viejo maestro italiano, Oreste Macrì, para hablarnos de su obra: «El "mensaje" -decía Macrì- es una figura de lo posible, que es la raíz semántica de esta poesía, que señala uno de los rarísimos instantes de la historia lírica coincidente con la historia humana de la libertad y de la verdad».

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