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ArribaAbajo- LXXX -


Los dos miedos



- I -

   Al comenzar la noche de aquel día
      ella, lejos de mí,
-¿por qué te acercas tanto?- me decía
      ¡tengo miedo de ti!


- II -

   Y después que la noche hubo pasado,
      dijo cerca de mí:
-¿por qué te alejas tanto de mi lado?
      -¡Tengo miedo sin ti!






ArribaAbajo- LXXXI -


La vuelta al hogar



- I -

   Después de un viaje por mar,
volviendo hacia su alquería,
oye Juan con alegría
las campanas del lugar.


- II -

   Llega, y maldice lo incierto
de las venturas humanas,
al saber que las campanas
tocan por su padre a muerto.






ArribaAbajo- LXXXII -


A rey muerto, rey puesto

El principio de toda tentación es no ser uno constante...


(Kempis, lib. I cap. XII)                


   Murió por ti; su entierro al otro día
pasar desde el balcón juntos miramos,
y espantados tal vez de tu falsía,
en tu alcoba los dos nos refugiamos.
   Cerrabas con terror los ojos bellos;
el requiescat se oía. Al verte triste,
yo la trenza besé de tus cabellos,
y ¡traición! ¡sacrilegio!- me dijiste.
   Seguía el de profundis, y gemimos...
El muerto y el terror fueron pasando...
y al ver luego la luz cuando salimos,
-¡qué vergüenza! -exclamaste suspirando.
   Decías la verdad. ¡Aquél entierro!...
¡El beso aquél sobre la negra trenza!...
¡Después la obscuridad de aquel encierro!...
¡Sacrilegio! ¡Traición! ¡Miedo! ¡Vergüenza!






ArribaAbajo- LXXXIII -


Hastío

    Sin el amor que encanta,
la soledad de un ermitaño espanta.
¡Pero es más espantosa todavía
la soledad de dos en compañía!






ArribaAbajo- LXXXIV -


Las dos copas



- I -

    Le dijo a Rosa un doctor:
-Se curan de un modo igual
las dolencias en amor,
en higiene y en moral.
   Yo, aunque el método condene
lo dulce en lo amargo escondo:
esta copa es la que tiene
dulce el borde, amargo el fondo.
   Dios sin duda así lo quiso,
y esto siempre ha sido y es:
tomar lo amargo es preciso,
bien antes o bien después.-


- II -

   Rosa luego, de ansia llena,
dice en su amoroso afán:
-mezclados cual dicha y pena
lo dulce y lo amargo van.
   Merced a doctor tan sabio,
ve, aunque tarde, mi razón,
que aquello que es dulce al labio
es amargo al corazón.
   Yo, que hasta el postrer retoño
agosté en mi edad primera,
brotar no veré en mi otoño
flores de mi primavera.
   Fui dejando, por mejor,
lo amargo para el final,
y esto, según el doctor,
sabe bien, mas sienta mal.
   Cumpliré una vez su encargo:
tú, copa segunda, ven,
pues tomar antes lo amargo,
si sabe mal, sienta bien.
   ¡Oh, cuán sabio es el doctor
que cura de un modo igual
las dolencias en amor,
en higiene y en moral!»-.






ArribaAbajo- LXXXV -


Mal de muchas

   ¿Qué mal, doctor, la arrebató la vida?-
Rosaura preguntó con desconsuelo.
-Murió, dijo el doctor, de una caída.
-Pues ¿de dónde cayó? -Cayó del cielo.-






ArribaAbajo- LXXXVI -


Bodas celestes

   Te vi una sola vez, sólo un momento,
mas lo que hace la brisa con las palmas
lo hace en nosotros dos el pensamiento;
y así son, aunque ausentes, nuestras almas
dos palmeras casadas por el viento.






ArribaAbajo- LXXXVII -


Las dos esposas


      Sor Luz, viendo a Rosaura cierto día
      casándose con Blas,
-¡Oh, qué esposo tan bello! -se decía;-
      -¡pero el mío lo es más!-

   Luego en la esposa del mortal miraba
      la risa del amor,
y, sin poderlo remediar, ¡lloraba
      la esposa del Señor!






ArribaAbajo- LXXXVIII -


Conversiones

      Brotó un día en Rosaura el sentimiento
de su primer amor, y en el momento
volando un ángel, con fervor divino,
para guiarla al bien del cielo vino,
mientras un diablo del infierno, ardiendo,
para arrastrarla al mal, llegó corriendo.
   Ante Rosaura bella,
ángel y diablo, enamorados de ella,
divinizado el diablo se hizo bueno,
y el ángel se impregnó de amor terreno;
y al ser transfigurados de ese modo
por voluntad del que lo puede todo,
fue el ángel al infierno condenado,
y el diablo al cielo fue purificado.
¿De qué gracia y malicia estará llena
mujer que con mirar salva o condena?






ArribaAbajo- LXXXIX -


Memorias de un sacristán



- I -

   Dos de Abril. -Un bautizo. -¡Hermoso día!
El nacido es mujer; sea en buen hora
Le pusieron por nombre Rosalía.
La niña es, cual su madre, encantadora.
Ya el agua del Jordán su sien rocía;
todos se ríen, la niña llora.
Cruza un hombre embozado el presbiterio;
mira, gime y se aleja: aquí hay misterio.


- II -

   A unirse vienen dos de amor perdidos.
El novio es muy galán, la novia es bella.
¿Serán en alma como en cuerpo unidos?
Testigos; primas de él y primos de ella.
En nombre del Señor son bendecidos.
Unce el yugo al doncel y a la doncella.
Dejan el templo, y al salirse arrima
un primo a la mujer, y él a una prima.


- III -

   ¡Un entierro! ¡Dichosa criatura!
¿Fue muerto, o se murió? ¡Todo es incierto!
Solos estamos sacristán y cura.
¡Cuán pocos cortesanos tiene un muerto!
Nacer para morir es gran locura.
Suenan las diez. La iglesia es un desierto.
Dejo al muerto esta luz, y echo la llave.
Nacer, amar, morir: después... ¡quién sabe!






ArribaAbajo- XC -


El anónimo

   Sobre la tumba de ella escribió un día:
-¡Por darte vida a ti, me mataría!
Y al otro día, por autor incierto
con lápiz al final se vio añadido:
-Si ella hubiese vivido,
ya de hastío tal vez la hubieras muerto.-






ArribaAbajo- XCI -


Nuevo tántalo

    Hay un rincón maldito en el infierno
desde el que, en vaga y celestial penumbra,
para aumentar el sufrimiento eterno
otro rincón del cielo se columbra.
¿Por qué de mi alma el tenebroso invierno
la hermosa luz de tu semblante alumbra,
si es mirarse en tus ojos retratado
hacerle ver el cielo a un condenado?






ArribaAbajo- XCII -


El almez



- I -

   Junto a este mismo almez, a Rosa un día
hice votos de amarla eternamente.
Se está oyendo en el aire todavía
      de mi acento el rumor.
¿Por qué siento, mis votos olvidados,
esclavo de otra fe, nuevos ardores?
Pasa el tiempo de amar y ser amados,
      mas no pasa el amor.


- II -

   Otro día, a Rosaura encantadora
al pie del mismo almez juré lo mismo,
y recuerdo que entonces, como ahora,
      cantaba un ruiseñor.
Pasó al tiempo, y los nuevos ruiseñores
vinieron a cantar a otra hermosura;
porque se van amados y amadores,
      pero queda el amor.


- III -

   Después, al pie de este árbol, he sentido,
extático mirando a Rosalía,
momentos de emoción, en que he perdido
      para siempre el color.
¡Ay! ¿Pasarán, como pasaron antes
sino el amor, las almas que lo sienten?
¡Sí! ¡que es siempre, siendo otros los amantes,
      uno mismo el amor?


- IV -

   Almez, a cuyo pie tanto he adorado,
de amores que aún vendrán altar querido,
que enciendes, recordando mi pasado,
      de mi sangre el ardor...
Tú morirás, cual muere nuestra llama,
y otro árbol nacerá de tu semilla,
porque, aunque, es tan fugaz todo lo que ama,
      es eterno el amor.


- V -

   Y cuando el mundo al fin sea extinguido
y se oiga en las regiones estrelladas
del orbe entero el último crujido
      en inmenso fragor,
Dios de nuevo la nada bendiciendo,
de ella hará otros almeces y otros mundos,
e irá un hervor universal diciendo:
      -¡Amor! ¡amor! ¡amor!...-






ArribaAbajo- XCIII -


¡Así!



- I -

      -Mira hacia allá. Tu eléctrica mirada
¿por qué se clava con ardor en mí?
¡Es mi pecho un volcán! ¡Muero abrasada!
      ¡No me mires así!-


- II -

   -Mira hacia acá. Tus ojos inconstantes
ya no se clavan con ardor en mí;
si he de vivir, mírame así... como antes...
      Fíjate bien: ¡así!-






ArribaAbajo- XCIV -


El alma en venta

      Así con Satanás Julio habló un día:
-¿Quieres comprarme el alma? -Vale poco.
-Tan sólo por un beso la daría.
-Antiguo pecador, ¿te has vuelto loco?
-¿La compras? -No. -¿Por qué? -Porque ya es mía.






ArribaAbajo- XCV -


El ojo de la llave

No te ocupes en cosas ajenas, ni te entrometas en las cosas de los mayores.


(Kempis, lib. XI, cap. I)                




- I -

A los quince años


   Dos hablan dentro muy quedo;
Rosa, que a expiar comienza,
oye lo que le da miedo,
ve lo que le da vergüenza.
Pues, ¿que hará que así le espanta
su amiga, a quien cree una santa?
No sé qué le da sonrojo,
mas... debe ver algo grave
      por el ojo,
por el ojo de la llave.

   El corazón se le salta
cuando oye hablar, y después
mira... mira... y casi falta
la tierra bajo sus pies.
¡Ay! si ya a vuestra inocencia
no desfloró la experiencia,
no miréis por el anteojo
del rayo e luz que cabe
      por el ojo,
por el ojo de la llave.

   Desde que a mirar empieza,
de un volcán la ebullición
sube a encender su cabeza,
va a inflamar su corazón.
Claro; el ser que piensa y siente,
siempre, cual ella, en la frente
tendrá del pudor el rojo
cuando de mirar acabe
      por el ojo,
por el ojo de la llave.

   De aquel anteojo a merced
mira más... y más... y más...
y luego siente esa sed
que no se apaga jamás.
Mas ¿qué ve tras de la puerta
que tanto su sed despierta?
¿Qué? Que a pesar del cerrojo
ve de la vida la clave
      por el ojo,
por el ojo de la llave.

   Haciendo al peligro cara,
ve caer su ingenuidad
la barrera que separa
la ilusión de la verdad.
Pero, ¿qué ha visto, señor?
Yo sólo diré al lector,
que no hallará más que enojo
todo el que la vista clave
      por el ojo,
por el ojo de la llave.

   Siguen sus ojos mirando
que habla un hombre a una mujer,
y van su cuerpo inundando
oleadas de placer.
Su amiga de gracia llena,
¿no es muy buena? ¡ah! ¡sí, muy buena!...
¿pero hay alguien cuyo arrojo
de ser mirado se alabe
      por el ojo,
por el ojo de la lave?


- II -

A los treinta años


   Mas, quince años después, Rosa ya sabe
      con ciencia harto precoz,
que el mirar por el ojo de la llave
      es un crimen atroz.
   Una noche de Abril a un hombre espera:
      la humedad y el calor
siempre son en la ardiente primavera
      cómplices del amor.
   Húmeda noche tras caliente día...
      Rosa aguarda febril.
¡Cuánta virtud sobre la tierra habría
      sino fuera el Abril!

   Y como ella ya sabe lo que sabe,
      después que el hombre entró
de hacia el frente del ojo de la llave
      cual de un espectro huyó.
   Y cuando al lado de él, junto a él sentada,
      en mudo frenesí
se hablan ambos de amor sin decir nada,
      Rosa prorrumpe así:

   -¿El ojo de la llave está cerrado?
      ¡Ay, hija de mi amor!
Si ella mirase, como yo he mirado...
      Voy a cerrar mejor.






ArribaAbajo- XCVI -


Mis lecturas


   Después de Job, para templar mi enojo
leo cantos de Byron con ardor;
pero, espantado de los dos, arrojo
si a Job con pena, a Byron con horror.

   Entre un vil muladar y un negro infierno,
me quita éste la fe, y aquél la calma:
y al fin, entre el antiguo y el moderno,
prefiero el Job del cuerpo, al Job del alma.






ArribaAbajo- XCVII -


Cuando pitos flautas...

    Nunca de joven, mi bien,
me diste a besar tu mano,
y hoy me besan, siendo anciano,
tus nietas cuando me ven.
Las mandas besar, a quien
tú no has besado jamás,
porque humillándome vas,
por medios de astucia llenos,
joven... por carta de menos,
viejo... por carta de más.






ArribaAbajo- XCVIII -


Lo de siempre



- I -

    Un galán la adoraba,
y ella reía, mientras él lloraba.


- II -

   Después de cierto día,
mientras ella lloraba, él se reía.






ArribaAbajo- XCIX -


El juego de las gramáticas

   Para entenderse mejor,
dos que se vieron y amaron,
con avidez estudiaron
ella ruso y él francés.
   Pero pronto un nuevo amor
sus lenguas vino a cambiar,
y tuvieron que estudiar
ella español y él inglés.






ArribaAbajo- C -


La viuda y el filósofo


ELLA:

    -¡Muerto mi bien, me matará la pena!

ÉL:

-¡Ay! ¡cuánto envidia ese dolor mi hastío!

ELLA:

-¡Urna es mi corazón de polvo llena!

ÉL:

-¡Mi pecho es un sarcófago vacío!

ELLA:

    -¡No hay suerte tan cruel como mi suerte!

ÉL:

-¡Dichosa la que amó y ha sido amada!

ELLA:

-¡Hoy en mi corazón reina la muerte!

ÉL:

-¡En el mío es peor, reina la nada!






ArribaAbajo- CI -

   Para querer a un rico, que es un necio,
por pobre me entregaste al abandono.
Si ha sido por codicia, te desprecio;
si ha sido por amor... ¡te lo perdono!






ArribaAbajo- CII -


Amores de ultratumba



- I -

    Que le enterrase mandó
Almanzor el aguerrido,
entre el polvo recogido
en las batallas que dio.


- II -

   De una muerta que adoré,
y a la que nunca he olvidado,
cuando me muera, enterrado
entre sus restos seré.


- III -

   ¡Yo más feliz que Almanzor,
en mortaja diferente,
gozaré perfectamente,
si él la gloria, yo el amor!






ArribaAbajo- CIII -


Ellos y ellas

   Se quieren dos, y él y ella
de amor o de bondad el pecho lleno,
mientras él nos pregunta: -¿Es bella, es bella?-
ella va preguntando: -¿Es bueno, es bueno?






ArribaAbajo- CIV -


El amor y la fe

Al pie del retrato de Quintana, en el álbum de la señora condesa de Antillón.



   Jamás cantó la fe ni los placeres,
pero probó su musa soberana
que no son ilusiones los deberes
ni el patriotismo una palabra vana.
Mas, no adorando a Dios ni a las mujeres,
¿cómo amaba y creía el gran Quintana?
Yo, exceptuando el amor, nada deseo.
Si suprimís a Dios, en nada creo.






ArribaAbajo- CV -


Cuestión de nombre

      De una hermosa pagana la existencia
salvó un cristiano, y con fervor divino
la pagana dio gracias al Destino,
y el cristiano alabóa la Providencia.






ArribaAbajo- CVI -


El gaitero de Gijón

A mi sobrina Guillermina Campoamor y Domínguez.





- I -

   Ya se está el baile arreglando.
Y el gaitero ¿dónde está?
-Está a su madre enterrando,
pero en seguida vendrá.
-Y ¿vendrá?- Pues ¿qué ha de hacer?
Cumpliendo con su deber
vedle con la gaita... pero,
¡cómo traerá el corazón
      el gaitero,
el gaitero de Gijón!


- II -

   ¡Pobre! Al pensar qui en su casa
toda dicha se ha perdido,
un llanto oculto le abrasa,
que es cual plomo derretido.
Mas, como ganan sus manos
el pan para sus hermanos,
en gracia del panadero
toca con resignación
      el gaitero,
el gaitero de Gijón.


- III -

   No vio una madre más bella
la nación del sol poniente...
pero ya una losa, de ella
le separa eternamente.
¡Gime y toca! ¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
      el gaitero,
el gaitero de Gijón.


- IV -

   La niña más bailadora,
-¡aprisa!- le dice -¡aprisa!
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.
Y al mirar que de esta suerte
llora a un tiempo y los divierte,
¡silban, como Zoilo a Homero,
algunos sin compasión,
      al gaitero,
al gaitero de Gijón!


- V -

   Dice el triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
-¡Madre mía, madre mía,
cómo alivia el suspirar!-
Y es que en sus entrañas zumba
la voz que apagó la tumba;
¡voz que, pese al mundo entero,
siempre la oirá el corazón
      del gaitero,
del gaitero de Gijón!


- VI -

   Decid, lectoras, conmigo:
¡Cuánto gaitero hay así!
¿Preguntáis por quién lo digo?
Por vos lo digo, y por mí.
-No veis que al hacer, lectoras,
doloras y más doloras,
mientras yo de pena muero,
vos las recitáis, al son
      del gaitero,
del gaitero de Gijón?...






ArribaAbajo- CVII -


Los extremos se tocan

   Mientras la abuela una muñeca aliña
y , haciéndose la niña, se consuela,
haciéndose la vieja, usa la niña
el báculo y la cofia de su abuela.






ArribaAbajo- CVIII -


La condición

    Al regresar del otero,
lleno de gozo y cariño
les dio a una niña y un niño
dos pájaros un cabrero.
Dándole un beso primero,
la niña al suyo soltó;
al pájaro que quedó
no se le pudo soltar,
porque e niño, por jugar,
el cuello le retorció.






ArribaAbajo- CIX -


Las tres navidades



- I -

      Colgó zapato Luz con blanca mano
en la noche de Reyes al sereno.
Pasó, haciendo de rey, Ana su tía,
y, al despertar la niña muy temprano,
viendo de dulces el zapato lleno,
se puso colorada de alegría.


- II -

   Puso Luz su zapato en la ventana
en la noche de Reyes con recato.
Pasó un rey, que era un joven de alma pura,
y Luz, al despertar por la mañana,
encontrando una flor en el zapato
se puso colorada de ternura.


- III -

   Ya es Luz una mujer; mas suele ahora
el zapato colgar lo mismo que antes,
y un Creso, que en poder no hay quien le venza,
pasa haciendo de rey, y ella a la aurora,
al ver lleno el zapato de brillantes,
se pone colorada de vergüenza.






ArribaAbajo- CX -


Cuestión de fe

    Ya el amor los hastía
y hablan de astronomía;
en tanto que él, impío,
llama al cielo el vacío,
¡ella, con santo celo,
llama al vacío el cielo!






ArribaAbajo- CXI -


Amor al mal

   Por más que me avergüenza, y que lo lloro,
no te amé buena, y pérfida te adoro.






ArribaAbajo- CXII -


Verdad de las tradiciones



- I -

   Vi una cruz en despoblado
un día que al campo fui,
y un hombre me dijo: -Allí
mató a un ladrón un soldado.


- II -

   Y ¡oh pérfida tradición!
Cuando del campo volví,
otro hombre me dijo: -Allí
mató a un soldado un ladrón.






ArribaAbajo- CXIII -


Mal de amor

    ¡Ya no tengo esperanza
de que acabe jamás la pena mía,
pues al perder en ti mi confianza
no he perdido el amor que te tenía!






ArribaAbajo- CXIV -


La noche-buena



- I -

   Son hija y madre; y las dos
con frío, con hambre y pena
piden en la Noche-Buena
una limosna por Dios.


- II -

   -Hoy los ángeles querrán-
la madre a su hija decía,
-que comamos, hija mía,
por ser Noche-Buena, pan.-


- III -

   Y al anuncio de tal fiesta
abre la madre el regazo,
y sobre él a aquel pedazo
de sus entrañas acuesta.


- IV -

   Al pie de un farol sentada,
pide por amor de Dios...
Y pasa uno... y pasan dos..,
mas ninguno le da nada.


- V -

   La niña, con triste acento,
-pero ¿y nuestro pan?- decía;
-Ya llega- le respondía
la madre... ¡Y llegaba el viento!


- VI -

   Mientras de placer gritando
pasa ante ellas el gentío,
la niña llora de frío,
la madre pide llorando.


- VII -

   Cuando otra pobre como ella
una moneda la echó,
recordando que perdió
otra niña como aquélla.


- VIII -

   -Ya nuestro pan ha venido-
gritó la madre extasiada...
Mas la niña quedó echada
como un pájaro en su nido.


- IX -

   ¡Llama... y llama!... ¡Desvarío!
Nada hay ya que la despierte:
duerme, está helando, y la muerte
sólo es un sueño con frío.


- X -

   La toca. A1 verla tan yerta,
se alza, hacia la luz la atrae,
se espanta, vacila... y cae
a plomo la niña muerta.


- XI -

   Del suelo, de angustia llena,
la madre a su hija levanta,
y en tanto un dichoso canta:
-¡Esta noche es Noche-Buena!...






ArribaAbajo- CXV -


Las buenas pecadoras

   Después de días de tormentas llenos
te vi en misa rezar con santa calma,
y dije para mí: -«¡Del mal el menos;
da el cuerpo al diablo, pero a Dios el alma!».






ArribaAbajo- CXVI -


La ley del embudo

   De su honor en menoscabo
faltó un esposo a su esposa;
ella perdonó amorosa,
y el público dijo: -¡Bravo!
Faltó la mujer al cabo,
harta de tanto desdén,
y el falso esposo ¿también
perdonó a la esposa? No;
el esposo la mató,
y el público dijo: -¡Bien!






ArribaAbajo- CXVII -


Rogad a tiempo

   Marchando con su madre, Inés resbala,
cae al suelo, se hiere, y disputando
se hablan así después las dos llorando:
-¡Si no fueras tan mala!... -No soy mala.
-¿Qué hacías al caer?... -¡Iba rezando!






ArribaAbajo- CXVIII -


Hero y Leandro



- I -

   A Hero Leandro adoraba,
y, por verla, enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.


- II -

   Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en los noches de tormenta
de faro al joven servía.


- III -

   Una noche a Hero, cansada
de mirar hacia Bizancio,
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.


- IV -

   Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero,
tienen el cuerpo de arcilla
aun teniendo alma de acero.


- V -

   Y lo mas triste es que, apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire desde Atenas
la luz, soplando, apagó.


- VI -

   Viendo él la luz apagada,
sintió aquel olvido tanto,
que maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.


- VII -

    Y queriendo, o sin querer,
de pena se dejó ahogar,
sin que él pulese saber
si le ahogó el llanto o la mar.


- VIII -

   Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.


- IX -

   Y cuando muerto le vio,
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió
como él, por él, y con él.


- X -

   ¡Que ellas, fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!






ArribaAbajo- CXIX -


Guardas inútiles



- I -

   Ya anocheció; ¿quieres que hablemos, Lola,
      aquí, a solas los dos?
-La que es buena, señor, nunca está sola,
pues está con su madre o está con Dios.


- II -

- Lola, ¿es verdad que un día os encontraron
      solos, allí, a los dos?
-Eso es porque aquel día se quedaron
mi madre en casa y en el cielo Dios.






ArribaAbajo- CXX -


Contrastes



- I -

   ¡Mucho le amaste y te amó!
¿Recuerdas por quién lo digo?
Era tu amante y mi amigo.
¡Amaba, sufrió... y murió!
Cuando su entierro pasó,
todos te oyeron gemir;
mas yo, Inés, al presentir
que lo habías de olvidar,
sentí, viéndote llorar,
la tentación de reír.


- II -

   Al año justo ¡oh traición!
al baile fui de tu boda,
y allí cual la villa toda
vi el gozo en tu corazón.
¿Y el muerto? ¡En el panteón!
¡Ay! cuando olvidada de él
a otro jurabas ser fiel,
yo, al verte reír, gemí,
y dos lágrimas vertí
amargas como la hiel!
   ¡Primero amor! ¡luego olvido!
Aquí tienes explicado
por qué en el baile he llorado
y en el entierro he reído.
¡Siempre este contraste ha sido
ley del sentir y el pensar!
¡Por eso no hay que extrañar
que quien lee en lo porvenir,
vaya a un entierro a reír
y acuda a un baile a llorar!






ArribaAbajo- CXXI -


El pájaro ciego



- I -

Porque dicen que un pájaro en cegando
      canta más y mejor,
los ojos le vació como jugando
      Casilda a un ruiseñor.


- II -

Y después ¿cantó más y con más fuego
      el ruiseñor? ¡Ah, sí!
Se siente más cuando se está más ciego.
      ¡Esto lo sé por mí!






ArribaAbajo- CXXII -


Dos libros de memorias



- I -

Lo escrito en el libro de él

    Así se hace uno querer.
¡Cuánto gusto a aquella fatua
con mis posturas de estatua!
Miro... y mira... Al fin, mujer.
Escribe para hacer ver
que tiene las manos bellas.
¿Se va? Pues sigo sus huellas,
porque prueba su rubor
que ya está muerta de amor.
Ésta es como todas ellas.


- II -

Lo escrito en el libro de ella

   Aquel don Juan de parada
pone para enternecerme
los ojos como quien duerme:
cree el muy necio que me agrada.
¡Qué osadía en la mirada!
¡Qué modos tan importunos!
Me voy, me voy; hay algunos
que amantes dignos de algunas,
creen que todas somos unas
porque ellos todos son unos.






ArribaAbajo- CXXIII -


El amor y el interés


    Sentía envidia y pesar
una niña que veía
que su abuela se ponía
en la garganta un collar.

   -«¡Necia! -la abuela exclamó.-
¿Por qué me envidias así?
Este collar irá a ti
después que me muera yo».

   Mas la niña, que aún no vela
con la ficción la codicia,
le pregunta sin malicia:
-«Y ¿morirás pronto, abuela?».






ArribaAbajo- CXXIV -


Lo que se piensa al morir



- I -

   Cree la vulgar opinión
que el alma de un moribundo
piensa, más que en este mundo,
en Dios y en la salvación.
Oye, Leonor, la canción
que hirió el pensamiento mío
al son del eco sombrío
de mi funeral campana:
-«CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río».


- II -

   Partiste, y del sentimiento
en cama enfermo caí,
y cuando a exhalar por ti
iba ya mi último aliento,
embargó mi pensamiento,
en vez de tu amor y el mío,
este cantar tan vacío
que oí de niño a mi hermana:
-CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río».


- III -

   Y como todo el que olvida
es de salud un dechado,
después que te hube olvidado
volví otra vez a la vida.
Aún vivo muerto, querida,
pensando con hondo hastío
que tú, en vez del canto mío,
oirás, al morir, mañana:
«CUCÚ, cantaba la rana,
CUCÚ, debajo del río».


- IV -

   ¿A qué tan grande inquietud
para llenar la memoria
de tantos sueños de gloria,
de amor y de juventud,
si, al llegar al ataúd,
podrán tu pecho y el mío
no oír más que el tema frío
de esta canción de mi hermana:
CUCÚ, cantaba la rana
CUCÚ, debajo del río?».






ArribaAbajo- CXXV -


Los progresos del amor



- I -

   Así un esposo le escribió a su esposa:
-O vienes, o me voy. ¡Te amo de modo,
que es imposible que yo viva, hermosa,
      un mes lejos de ti!
   ¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo, a todo!..».-
Y ella exclamó: -«¡No hay nada en este mundo
      que él quiera como a mí!»-.


- II -

   Mas pasan unos meses, y la escribe:
-¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!
¡Sólo él, él sólo, en mis entrañas vive!
      Piensa en él más que en ti.
   Su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado».-
Y ella prorrumpe: -«Es que, el ingrato, ya ama
      al hijo más que a mí!»-.


- III -

   Después de algunos años le escribía:
-«Espérame. Ya sabes lo que quiero:
mucho orden, mucha paz y economía.
      ¿Estás? Yo soy así.
   Cierra el coche: me espanta el reumatismo;
avísale que voy al cocinero».-
Y ella pensó: -«¡Se quiere ya a sí mismo
       más que al hijo y a mí!»-.






ArribaAbajo- CXXVI -


El último amor



- I -

   Ve un hombre amante a una mujer muy bella;
mas, por fatal disposición del hado,
       ella es más joven, y él
calla su amor, porque le apartan de ella
treinta años, en que el triste ha derramado
      un mar de llanto y hiel.


- II -

   ¿Qué pasa luego? Nada. Que entretanto
que ella un amor inmenso, aunque tardío,
      mira en él con piedad,
por la parte de allá del mar de llanto,
-¡Adiós -dice él,- último sueño mío,
      ¡hasta la eternidad!...-.






ArribaAbajo- CXXVII -


Venus sacratísima


   Una estatua de Venus Citerea
vio un abad en un huerto abandonado;
      la vistió, y con fervor
llevándosela al templo de una aldea,
transformó aquella afrenta del pasado
      en virgen del pudor.

   ¡Grande impiedad! ¡La diosa que en Oriente
se hace adorar porque al desnudo ostenta
      su hermosura carnal,
cubierta con un velo en Occidente,
encantando a los fieles, representa
      la belleza moral!

   ¡Hondos misterios de la fe que ignoro!
Se deja Venus contemplar sin velo,
      Y es ideal lo real.
Mas se cubre después con seda y oro,
y Venus pasa del Olimpo al Cielo,
      y es lo real ideal.






ArribaAbajo- CXXVIII -


Una cita en el cielo


   -«En la noche del día de mi santo»
      (a Londres me escribiste),
«mira la estrella que miramos tanto
      la noche en que partiste».-

   Pasó la noche de aquél día, y luego
      me escribiste exaltada:
-«Uní en la estrella a tu mirar de fuego
      mi amorosa mirada».-

   Mas todo fue ilusión; la noche aquella,
      con harta pena mía,
no pude ver nuestra querida estrella...
      porque en Londres llovía.






ArribaAbajo- CXXIX -


Rosas y fresas



- I -

   Porque lleno de amor te mandé un día
una rosa entre fresas, Juana mía,
tu boca, con que a todos embelesas,
besó la rosa sin comer las fresas.


- II -

   Al mes de tu pasión, una mañana
te envié otra rosa entre las fresas, Juana;
mas tu boca, con ansia, y no amorosa,
comió las fresas sin besar la rosa.






ArribaAbajo- CXXX -


El gran festín



- I -

    De un junco desprendido, a una corriente
      un gusano cayó,
y una trucha, saltando de repente,
       voraz se lo tragó.
   Un martín-pescador cogió a la trucha
      con carnívoro afán,
y al pájaro después, tras fiera lucha,
      lo apresó un gavilán.
   Vengando esta cruel carnicería,
      un diestro cazador
dio un tiro al gavilán, que se comía
      al martín-pescador.
   Pero ¡ay! al cazador desventurado
      que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia y en vedado,
      un guarda lo mató.
   A otros nuevos gusanos dará vida
      del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
      a empezar otra vez.


- II -

   ¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos,
      ¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
del universo en el atroz festín?...






ArribaAbajo- CXXXI -


El buen ejemplo

   Dejó un proyectil perdido,
de una batalla al final,
junto a un asistente herido,
medio muerto a un general.
   Mientras grita maldiciente
el general: -¡Voto a brios!-
resignado el asistente
murmuraba: -¡Creo en Dios!-.
   Callan, volviendo a entablar
este diálogo al morir:
-¿Tú qué haces, Blas? -¿Yo? Rezar.
¿Y vos, señor? -¡Maldecir!
   ¿Quién te enseñó a orar? -Mi madre.
-¡La mujer todo es piedad!
-¿Y a vos a jurar? -Mi padre.
-Claro; siendo hombre... -Es verdad.
   -Rezad, señor, como yo,
-Eso es tarde para mí.
Yo no creo... porque no.
Tú, ¿por qué crees? -Porque sí.
   -Ya hay buitres en derredor
que nos quieren devorar.
-¡Son los ángeles, señor,
que nos vienen a salvar!-.
   Y ambos decían verdad,
pues a menudo se ve
que halla buitres la impiedad
donde halla ángeles la fe.
   -¡Adiós, señor!- ¿Dónde vas?
-Voy allí... -¿Dónde es allí?
-A la gloria... -¿Y dejas, Blas,
a tu general aquí?
   No me dejes, mal amigo.
-Pues venga esa mano... -Ten;
y, aunque dudé, iré contigo,
creyendo en tu Dios también.-
   Y así, cuando ya tenían
una misma fe los dos,
abrazados repetían
el «¡Creo en Dios!» «¡Creo en Dios!».
   Y, como era ya un creyente,
pasó lo que es natural,
que, abrazado a su asistente,
subió al cielo el general.






ArribaAbajo- CXXXII -


La ley del hambre

   Corre la madre al motín,
adonde el rencor la llama,
dejando un niño en la cama,
bello como un serafín;
   niño que al ver junto al lecho
de una Virgen el retrato
que da alegre y sin recato
a un niño Jesús el pecho,
   con hambriento frenesí
ansioso a la Virgen toca
en los pechos y en la boca,
como diciendo: «¡A mí, a mí!»
   Pero, aunque con vivo anhelo
el niño el pecho pedía,
la Virgen se sonreía
más impasible que el cielo.
   Y mientras la madre hiere
gritando: «¡muera el tirano!»
y hambrienta y puñal en mano
lucha y lucha, y mata y muere,
   el niño, exánime y yerto,
hunde el dedo en el papel,
gime airado, tira de él,
rasga el cuadro, y cae muerto.
   Así, venciendo a los dos
del hambre la dura ley,
ella, inicua, mata al rey,
y él, impío, rasga a Dios!






ArribaAbajo- CXXXIII -


Lo que es el Olimpo

    ¿Qué es el Olimpo? -Para el niño, un juego
de pájaros, de músicas y flores.-
¿Qué es para el joven? -Lupanar de amores,
eterna forma del Elíseo griego.-
   ¿Qué es para el hombre? -Para el hombre ciego
es un templo de glorias y de honores;
y el viejo se lo finge en sus dolores
como un rincón de paz y de sosiego.-
   Y el viejo ya senil ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida morada?
En un no ser, que es menos que la muerte.
   ¡Así la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta suerte
en flores, en amor, en paz, en nada!






ArribaAbajo- CXXXIV -


Los tres guardapelos



- I -

    La madre de mi amor, que está en el cielo,
cuando era niño aún, como un tesoro
llevaba en un hermoso guardapelo
cabellos míos del color del oro.


- II -

   Otra mujer, que con el alma toda
me quiere, tan leal como hechicera,
aún guarda desde el día de mi boda
un rizo de mi oscura cabellera.


- III -

   ¡Ay! ¡como nadie, por horror al frío
quiere hoy tocar de mi cabeza el hielo,
ya sólo para ti, cabello mío,
mi sepulcro será tu guardapelo!






ArribaAbajo- CXXXV -


Viaje redondo



- I -

A la ida


   Parte el buque, y lo bate inútilmente
      la tempestad. ¿Por qué?
Porque al ir, la tormenta es impotente
      contra el genio y la fe.

   Sobre el buque los pájaros cayeron
      cansados de sufrir.
Los hombres, sin piedad, se los comieron;
      salió el sol, y ¡a vivir!

   ¡Qué hermoso es el principio de la vida!
      ¡sentir, creer, triunfar!
¡Un viaje, en buque nuevo, es a la ida
      un festín sobre el mar!


- II -

A la vuelta


   Nada, a la vuelta, a resistir alcanza
      los ímpetus del mar.
¡Sin juventud, sin fe, sin esperanza,
      es inútil luchar!

   De pedazos del buque haciendo naves,
      y ansiando otro festín,
en cómoda actitud vieron las aves
      el naufragio hasta el fin.

   Y haciendo ellas después lo que antes vieron,
      con un hambre voraz
las aves a los hombres se comieron...
      y ¡todo quedó en paz!






ArribaAbajo- CXXXVI -


Caballos y caballeros



- I -

   Cercado un francés quedó,
pero, escapando ligero
el caballo, al caballero
de los prusianos salvó.
De éstos el corcel huyó
con tanto ardor y constancia,
que el francés con arrogancia,
después que pasó el rastrillo,
desde su propio castillo
libre gritó: -¡Viva Francia!-


- II -

   Sitiado por hambre, y fiero
destrozándolo a sablazos,
se fue comiendo a pedazos
al caballo el caballero.
-¿Al que lo salvó primero
le pudo matar después?-
¡Sí! ¡por un vil interés
hacen mil gentes que callo
lo que hizo con su caballo
el caballero francés!