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Ramón de la Cruz

Las comedias y tragedias de Ramón de la Cruz

El número de comedias y tragedias que escribió Ramón de la Cruz, incluyendo las que se le atribuyen y las dos refundiciones de obras de Calderón (el auto El cubo de la Almudena y Andrómeda y Perseo, arreglo de Fortunas de Andrómeda y Perseo) excede un poco al de las zarzuelas, pero al seleccionar las obras destinadas a los diez volúmenes de su Teatro dio la preferencia a su teatro musical, con siete zarzuelas o comedias con música contra seis comedias , en 2, 3 o 4 actos; significativamente, no incluyó ninguna tragedia.

Es que Ramón de la Cruz, a todas luces, no tenía ninguna vocación de poeta trágico. Ya lo daba a entender en 1757, en el prólogo de Quien complace a la deidad acierta a sacrificar, al imaginar la dificultad que supondría la asimilación por el público de un género tan ajeno a sus gustos y costumbres, porque amante de las Comedias de sus Autores Nacionales, y en los Intermedios de la Representación jocosa de los donayres del país, dudo que jamás admita el Pueblo la austera seriedad de una Tragedia [...][1]. Pero también declaró en la Advertencia del autor al público que encabezaba en 1784 su edición de Manolo[2]: Conozco el mérito de las buenas tragedias; y miro su dignidad con tanta veneración como desengaño de ser obras y empeños muy superiores a mi instrucción y a mis talentos. ¿Fingida modestia? Sea lo que fuere, de las tragedias que remitió a los cómicos madrileños, pocas fracasaron rotundamente.

Añadía en la mencionada Advertencia: y por lo mismo protesto no ha sido mi ánimo, no lo es ahora ridiculizar dramas tan respetables, raros y difíciles, cuando en realidad, Manolo se burlaba de todo el género trágico; pero como por otra parte se estrenó el mismo día que su Bayaceto (adaptación de una obra de Nicolas Pradon) tampoco hay que descartar la posibilidad de que sea él también blanco de su propia parodia, creándose así cierta ambigüedad. La función tuvo éxito: se mantuvo en cartel durante once días (con una interrupción, no se sabe por qué, de un día en que se representó Afectos de odio y amor de Calderón), y hubo mucha concurrencia casi hasta el último día; volvió a representarse en 1777, durante siete días, aunque con un éxito mucho más regular.

Las dos tragedias de 1767, Ecio triunfante en Roma, y Sesostris, adaptaciones respectivamente de Metastasio y Apostolo Zeno, ya habían logrado la aceptación del público, por lo cual las repusieron cuatro veces entre su estreno y 1798. Tuvo menos suerte Hamleto (según Jean-François Ducis), y volvió D. Ramón a sus modelos italianos: a Apostolo Zeno con El severo dictador (citado en el prólogo de su Teatro), que se mantuvo durante quince días el año de su estreno y volvió a representarse seis veces hasta 1803; y a Metastasio con Talestris, y Atilio Régulo.

No todas las comedias que entregó a las compañías madrileñas fueron inversiones interesantes para los cómicos, ni mucho menos: Marta abandonada, Más puede el hombre que amor, Antígona, Mustafá triunfante y La toma de Jerusalem cayeron en el olvido después de estrenarse. Aquiles en Sciro, adaptación de una obra de Metastasio, volvió a representarse algunos años más tarde (en febrero de 1791), pero de poco sirvió haberla modificado, según una nota que figura en uno de los manuscritos: Esta comedia, cuando se ofrezca ablar della se suplica no se acuerden della, pues habiéndola exornado todo lo posible con música nueva (y haciéndola la Tordesillas) y no gustó nada, nada[3]. El propio Cruz sospechaba que su comedia no iba a gustar, porque carecía de lo que solía atraer al público; así pregunta la graciosa Polonia Rochel en El diablo autor aburrido, sainete representado el mismo día como entremés (es decir entre la primera y la segunda jornada): Señores, ¿y a esta comedia / que vamos a hacer tan mala, / o, a lo menos, sin graciosos, / sin asaltos y sin Magia, / qué saynetes se le ponen / de broma y qué dos tonadas / de buen gusto?, y aunque pongan intermedios nuevos, Quizás / en el primero [día] apesta ya / con todo nuebo, si es mala, comenta otro actor[4].

Explicaba pues el autor de antemano el posible fracaso de su comedia, atribuyéndolo a la concepción misma de la obra, basada en la aplicación de las directrices dictadas ya en 1776 por los adversarios del teatro popular: menos comedias «de teatro» (así llamaban a las obras que necesitaban una escenografía espectacular), como podían serlo las comedias de magia, que garantizaban la afluencia del público. Y efectivamente, por aquellos años, los espectadores acudieron poco a los teatros, abriéndose un periodo de crisis que repercutió gravemente en la situación económica de las compañías.

La comedia de Ramón de la Cruz más representada fue su traducción de la de Beaumarchais, Eugénie, única considerada como tal por el propio D. Ramón en el prólogo de su Teatro (a traducción estudiada sólo me pudo sujetar el respeto de quien quiso ver representada la Eugenia en verso castellano), pero también tuvieron mucho éxito la primera parte de La espigadera, inspirada en Les moissonneurs de Favart, y El divorcio feliz, sacada de una novela de Marmontel.

Es decir que si Ramón de la Cruz se valió mucho del teatro italiano para sus zarzuelas, las fuentes francesas, en el caso de las comedias como en el de los sainetes, fueron provechosas. Así se explica indudablemente la preferencia que les dio el autor al hacer su selección para su Teatro, pues con excepción de la segunda parte de La espigadera, que parece ser original, todas las comedias elegidas tienen un origen francés.

[1] Quien complace a la deidad..., op. cit., p. XXV.

[2] Madrid, Joachin Ibarra, 1784. Reproducida por J. M. Sala Valldaura en su edición de Sainetes de Ramón de la Cruz, Barcelona, Crítica, 1996, p. 319.

[3] Cit. por Cotarelo, Don Ramón de la Cruz..., op. cit., p. 255. Andrea Baldissera ha publicado una excelente edición de esta comedia (Pavia, Ibis, 2007).

[4] Luigi de Filippo, Diez sainetes Inéditos de Don Ramón de la Cruz, Madrid, Publicaciones de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, 1955, pp. 185-186.

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