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ArribaAbajoActo IV

 

El teatro representa la torre donde está preso el CONDE.

 

Escena I

 

FERNÁN GONZÁLEZ.

 
FERNÁN
    ¡Oh rigor de mi desdicha!
Cruel fortuna, ¿por qué
ves con ojos envidiosos
mi ya malogrado bien?
¡Ah! Doña Sancha, mi esposa,5
ora donde quier que estés,
tú la humillación no sabes
en que tu esposo se ve,
que a saberla, tú vinieras
mis cadenas a romper.10
Rey don Sancho, ¿quién creyera
tan villano proceder?
Aunque en tratarme alevoso
comprendo que hiciste bien;
pues ¿qué mucho que los hombres15
den muestra de poca fe
si hasta la suerte me pone
tropiezos ante los pies?
¡Y que allí yo me cayera!
¡Que no supiera vender20
mi libertad a más precio!
¿Por qué con vida quedé,
si de lavar mi deshonra,
gran Dios, no me das poder?
Tú sabes que es la venganza25
de Sancho injusta y cruel,
que yo soy el agraviado
por más que él diga que lo es.
En el campo yo a su abuelo
cuerpo a cuerpo le maté;30
no traidor en mi palacio,
sino riñendo con él.
Mas ¿qué ruido oigo...?


Escena II

 

FERNÁN GONZÁLEZ, el ALCAIDE al paño y después DOÑA SANCHA.

 
ALCAIDE
Condesa,
advierte que manda el rey
que antes que pase una hora35
a Castilla has de volver;
y por la puerta secreta
que al campo da, esto ha de ser,
donde para abrirte espera
un guardia; y allí también40
te aguarda con tus caballos
tu gente.
SANCHA

 (Saliendo y adelantándose.) 

Andad; está bien.


Escena III

 

FERNÁN GONZÁLEZ, DOÑA SANCHA.

 
SANCHA
    ¡Querido esposo!
FERNÁN
¡Cielos! ¡Sancha mía!
SANCHA
    Concédeme, señor, que yo tus plantas
bese mil veces y en mi llanto bañe.45
¡Cuál mis ojos te ven! ¡Ah!, no son estos
aquellos lazos, no, que te estrechaban
dulces y hermosos, cuando en Burgos, conde,
feliz amor a entrambos enlazaba.
¿Quién, oh sol de mis ojos, pensaría50
que en hierros y cadenas se trocaran?
Pero ¡ay!, no llanto en tan amargo trance
te pide amor al corazón; venganza,
venganza solamente.
FERNÁN
Mal pudiera
sus agravios vengar quien torpe arrastra55
viles cadenas.
No: morir vilmente,
ofendido, humillado, sin mis armas
puedo sólo esperar. ¡Oh! Si matando,
morir siquiera de feroz batalla60
pudiera entre el estruendo! Digna entonces
mi muerte fuera de mi vida: aciaga
tal dicha, empero, me robó fortuna.
Mas ¿vos... y en este traje disfrazada?
Pues ¿cómo, cuando en Burgos os creía,65
en estos muros mi cariño os halla?
¿Quién nuevas os llevó? ¿Cómo pudisteis
de mis guardas burlar la vigilancia?
SANCHA
    Ora deja, señor, de mi venida
de preguntarme la ocasión ni traza.70
Apenas tiempo de acordar tenemos
qué nos resta que hacer. Aun la esperanza
vive en mi corazón; sí, que a tu lado
ya no soy yo, mi bien, tan desgraciada.
Ya en León estoy, ¿y lo demás75
qué importa? Contigo sé morir: esto te basta.
FERNÁN
    ¡Morir, Sancha! Jamás: no ha de bastarme
valor para envolverte en mi desgracia.
SANCHA
    No más quejas, no más: deja a los viles
que al peso del dolor rindan el alma.80
Los fuertes también triunfan cuando caen:
que es más grande y mejor la dura carga
soportar con paciencia, aunque tus hombros
oprima con dolor, que no arrojarla.
¿Qué los vencidos por tu antiguo esfuerzo85
de tu pecho dirán cuando la fama
tu flaqueza divulgue, cuando diga
que aquel que los venció también temblaba?
¿Qué Castilla dirá? Sí, que otro aliento
muy más heroico de su conde aguarda,90
no a nosotros tan sólo nos debemos,
que también somos feudo de la patria.
Esa Castilla mesma que te adora,
luego que tu prisión se divulgara
su fe con noble ardor acreditando95
para vengarte se arrojó a las armas.
Tus ricos-hombres todos, tus vasallos
en el monte emboscados, a la entrada
de la ciudad, con impaciencia esperan
que les dé la señal de la venganza.100
El fiel Gonzalo los gobierna y rige.
Todos ardiendo en vengadora saña,
al Dios del cielo, que castiga y premia,
sobre la cruz juraron de su espada
libertarte o morir.
FERNÁN
¿Qué es lo que escucho?
105
¿Y cómo salvaremos las murallas
guardadas de contino, inaccesibles,
que de tantos valientes nos separan?
¿O pensasteis acaso que segura
estará nuestra vida en este alcázar110
si el insensato arrojo de los nuestros
esta ciudad en su impaciencia asalta?
¿Yo he de sufrir sin pelear y ocioso
que harto fiel con su sangre derramada
castilla me rescate, con las manos115
vacías, aherrojadas, de las armas
escuchando el rumor y los gemidos
de los que muertos por salvarme caigan?
Nunca; jamás. A los valientes diles
que Castilla en su seno alimentara,120
que nunca olvidará Fernán González
cuánto le debe a su lealtad extraña.
Que las armas dejando, a sus hogares
se vuelvan, y que el conde se lo manda;
que sólo así cuanto por él hicieron125
puede ahora pagar, y así lo paga.
SANCHA
    ¿Que ellos las armas dejen? Por ventura
piensas, Fernán González, que lograra
sin ti volverlos nadie a sus hogares?
Ellos juraron, y la ardiente llama130
que arde en su corazón de amor al conde
nadie puede entibiar. No le enseñaras
tú a ser grande a Castilla, a ser heroica,
y acaso en tu defensa no se alzara.
No hay tiempo que perder. Óyeme. Un medio135
podemos aun probar: con cuatro guardias
por la puerta secreta, que da al campo,
la entrada se defiende de este alcázar,
que el ser aquesta parte inexpugnable
la precaución excusa: el rey me manda140
que salga por aquí: la noche oscura
con sus negras tinieblas nos ampara.
Viste mis ropas, y engañados todos
creerán ver en el bulto a doña Sancha.
FERNÁN
    ¿Quién? ¿Yo cubrirme con ropajes vuestros?145
¿Yo a los cobardes esconder mi cara?
SANCHA
    ¿Qué importa que la escondas un momento
si luego más terrible has de enseñarla?
Al campo sal, y en el oscuro bosque
que circunda a León de espesas hayas,150
ruinado, inmenso, colosal, suntuoso,
un monumento antiguo se levanta.
Templo fue de Minerva, cuando Roma
sus dioses y sus leyes dio a la España.
Hoy nada es ya: pero en su seno esconde155
los leales castellanos, que allí aguardan
que un héroe los conduzca a la victoria.
Corre, Fernán González.
FERNÁN
¡Prenda amada!
SANCHA
    Yo aquí me quedaré, del rey, don Sancho
a templar el enojo, y a una flaca160
mujer, ¿qué caballero ha de ofenderla?
No corro riesgo aquí; ninguno. Marcha.
Sin ti ¿qué hicieran los valientes todos
contra las huestes que León prepara?
Sin ti perecerán. Tu fuerte brazo165
el éxito hará cierto de las armas.
Inútil es que intentes disuadirme,
o los dos moriremos. Sí, mañana...
Aquí contigo he de esperar... escucha...
segará un vil verdugo tu garganta,170
o en un encierro eterno, mutilados
los ojos...
FERNÁN
¿Qué decís? ¿Así se trata
a un nieto de Porcellos, el que a Burgos
de muchos pueblos, por blasón, fundara?
SANCHA
    ¡Lejos de mí tan espantosa imagen!175
Antes que sobreviva a tal desgracia
mira este acero que, escondido, el punto
de derramar mi sangre sólo aguarda.
Elige, pues, en fin.
FERNÁN
¡Sancha!
SANCHA
Resuelve.
Mira a Castilla, triste, abandonada,180
ser presa de León, y al torpe yugo
dar la cerviz; y mira cuál la amaga
el moro cordobés, perdido el brazo
que del fiero Almanzor sólo atajaba
la ardiente furia. En fin, ¿un nombre vano185
para ti será el nombre de la patria?
¿Y tú al amor la inmolarás cobarde
de una débil mujer? ¡Cielos! La fama
a par que tu prisión rauda publica
también las nuevas lúgubres propaga190
que a entrar de nuevo al castellano suelo
sus banderas los bárbaros preparan.
No ya por mí, que con estéril llanto
que corras a vencer pido angustiada;
no ya por mí, cuyas caricias tiernas195
sin duda has olvidado; por la España,
que más de ti esperó: vuela, bien mío.
Salva, Fernán González, a tu patria.
Inútil le es tu muerte: ella lo pide.
Toda Castilla, conde, y doña Sancha,200
los dos objetos de tu amor ardiente,
unidos lo pedimos a tus plantas.
FERNÁN
    ¡Imposible! ¡Jamás! Vano es el ruego.
SANCHA
    No hay otro arbitrio... sí... sígueme y calla.
Urge ya el tiempo y la ocasión. ¿No escuchas205
los cerrojos crujir? ¿No oyes pisadas?
FERNÁN
    ¡Oh mujer celestial! ¿Yo abandonarte
sola y aquí...? Jamás.
SANCHA
No abandonada
estaré, cuando tú, venciendo, libre
contra León empuñarás la lanza.210
Antes de una hora en mi veloz caballo
a nuestros tercios en el bosque alcanzas.
Aquí es fácil que el caso no descubran,
pues yo he de procurarlo, hasta mañana.
Nadie espera este golpe; de improviso215
puedes dar el asalto antes del alba.
La confusión, la noche, la sorpresa...
Todo, en fin, la victoria te afianza
antes que aqueste engaño se trasluzca.
Pero el tiempo veloz corre, y... ya basta.220
Por la postrera vez... elige: o quieres
que este acero...
FERNÁN
Detente, esposa!
SANCHA
Marcha.
Nada escucho.
FERNÁN
¡Mi bien!
SANCHA
Nada.
Pues sea.
Pero ¡ay!, ¡cuánta amargura me preparas,
si descargando sobre ti don Sancho,225
dulce esposa, en mi ausencia, su venganza,
sólo entro aquí, con el estéril gozo
de vengarte, mi amor. ¡Ay! ¿Quién librara
al rey don Sancho de mi furia? Tiemble,
tiemble entonces León. Oh tú, que amparas,230
gran Dios, a la inocencia desde el cielo;
si siempre presenté sobre tus aras
un corazón cristiano, si en el campo
yo vencí tantas veces por tu causa,
no permitas, Señor, que el ciego enojo235
convierta el rey cruel contra la infanta.
Ampárala, gran Dios: yo a tu custodia
la fío y la consagro: por mi patria
corro a verter la sangre, que en defensa
de tu fe, tantas veces derramara.240
Si he de encontrarla víctima a mi vuelta,
hiéreme con tu rayo antes que parta.
SANCHA
    Ya se acerca el rumor, esposo: huyamos.
No abandonemos la última esperanza.
 

(Vanse.)

 


Escena IV

 

REY, CONDE DE MONZÓN, ALCAIDE.

 
ALCAIDE
    Fuerza es, gran señor, que el conde245
aun esté con la condesa,
aunque el salir debe ser,
como mandó vuestra Alteza,
por la entrada que hacia el campo
esconde la oculta puerta,250
porque a compasión el pueblo
con su vista no se mueva.
REY
    ¿Entró alguno a ver al conde?
ALCAIDE
    Nadie más que la condesa.
REY
    Bien está: cuidad en tanto255
que nadie pase las puertas.
Y entrad, y al conde decidle
que un gentil hombre le espera,
quien quiere a solas hablarle,
y esto, añadid, le interesa260
a su vida.
ALCAIDE
He de buscarle,
que aunque él aquí estar debiera,
para divertir su enojo
tal vez su estancia pasea,
que es grande la torre; acaso265
viendo está por las almenas
los campos tristes que envuelve
la oscura noche en tinieblas,
que en tales cuadros se agradan
los tristes con complacencia,270
si a despedir no ha salido
a su esposa hasta la puerta.
Yo, como tú alcaide y siervo,
le he de buscar por toda ella,
y en diciéndole el recado,275
que me manda tu grandeza,
volveré a traerte luego
de tu preso la respuesta.

 (Vase.) 



Escena V

 

REY, CONDE DE MONZÓN.

 
REY
    Yo mismo a la torre vengo,
porque mi madre no advierta280
esta visita que acaso
en palacio ver pudiera.
Aquí, depuesta del trono,
conde Monzón, la grandeza,
como simple caballero,285
mi antigua amistad intenta
hablar al conde a mis solas;
que mucho creer me cuesta,
sin poderosa ocasión,
la traición que le condena.290
Acaso ya arrepentido
de su primitiva idea
me descubra sus intentos,
y acaso, Monzón, aun pueda,
más que le pese a mi madre,295
hoy salvarle la cabeza.
¡Oh, si penetrar pudiese
cuanto mi pecho lo anhela!
Rinda nuevo vasallaje
a mi corona y mi alteza,300
jure a fe de caballero
hacer con León eterna
alianza, y aun el perdón
de su pasada flaqueza
lograré de su consejo,305
que a su castigo me fuerza.
MONZÓN
    Eso al influjo se debe,
tal vez, de doña Teresa.
Tan sólo don Nuño Ansúrez
y otros tres, a la clemencia310
se inclinan; que a los más grandes
les puede dar la grandeza
del conde enojos, y acaso
con su muerte ellos quisieran
estorbar que en adelante315
tanta sombra les hiciera.
Y yo en verdad mucho temo
que contener nadie pueda
a doña Teresa; jura
por las calles y plazuelas,320
excitando al pueblo todo
a imitar su saña fiera,
que no ha de salir ninguno,
ni el conde ni la condesa
de aquí, porque su venganza325
quiere dejar satisfecha;
y aun más que a Fernán González
maldice a su hermana mesma.
Empero, mirad que alguno
hacia nosotros se llega...330
Si no me engaño, el alcaide.
REY
    Oigamos lo que contesta.


Escena VI

 

Dichos, y el ALCAIDE azorado.

 
ALCAIDE
    Gran señor, inútilmente
por toda la torre entera
buscó al conde mi cuidado,335
pues que en ella no le encuentra.
REY
    ¿Qué decís?
ALCAIDE
Pero su esposa
aun no dio a Burgos la vuelta,
y preguntada, responde
con natural extrañeza,340
que el conde con ella estaba,
y en la torre estar debiera.
REY
    ¡Santo cielo! ¿Así guardáis
los presos que se os entregan?
ALCAIDE
    Señor... yo... si... al mismo punto345
se escuchan voces diversas
que en el puente y el rastrillo
y de las murallas fuera,
señal de algún alboroto
son, que vuestra madre intenta;350
y en la confusión tan sólo
pude oír por las troneras
a los guardas del alcázar
gritos de ¡venganza!, ¡muera!;
Y aun, gran rey, si no me engañan355
de lejos las apariencias
a entrar aquí se dirige
esa muchedumbre fiera.
REY
    ¿Qué pensáis, Monzón, de aquesto?
Forzoso es que yo lo inquiera.360
ALCAIDE
    Mas ¿no escucháis el estruendo?
¿No oís el rumor más cerca?
Corro a estorbar que la turba
entrando hasta aquí os ofenda.

 (Vase.) 

REY
    ¿Qué hacer, Monzón? Pero ¿qué oigo?365
¿Qué ruido, qué alarma es ésta?
TERESA

 (Dentro.) 

   ¿Quién me osa negar la entrada?
Villanos, romped las puertas
si insisten los miserables,
por su mal, en defenderlas.370
REY

 (A MONZÓN.) 

    Ya, Monzón, el descubrirme
en tan rudo trance es fuerza.
MONZÓN
    No expongas, señor, tu vida;
yo saldré, don Sancho: espera.
A tu lado va, señor,375
don Osorio en tu defensa.


Escena VII

 

Dichos, DOÑA TERESA y los suyos.

 
 

Soldados y pueblo de León agolpándose a las puertas; entran varios con teas.

 
TERESA
    ¡Venganza, cielos, venganza!
¡Muera Sancha...! ¿El rey? (¡Ah, ciertas
mis sospechas son.)
REY
Teneos.
¿Dónde vais de esta manera?380
¿Quién para tal desacato
os dio, señora, licencia?
¿Nada está de vos seguro?
¿Qué ocasión, qué nueva ofensa
para forzar este alcázar385
a tan grande exceso os lleva?
¿Donde a un preso de alta clase
se le custodia y encierra?
TERESA
    ¿Qué es preso ya? ¡Fementido!
¿Yo he de oírlo con paciencia?390
Cuando sé que el conde lejos
libre los campos pasea,
vengo, Sancho, y os encuentro
solo aquí con la condesa
disfrazada y...
REY
¿Será cierto?
395
¡Corrido estoy de vergüenza
y de rabia!
TERESA
No finjáis;
mal el disimulo os sienta.
REY
    ¿Qué decís, que no os entiendo?
¡Por San Pedro de Cardeña!400
TERESA
    ¿Conque no sabéis que al conde
le visitó la condesa,
para dejarle su traje,
en su lugar quedando ella?
¿Que, ya en el rastrillo, un guardia405
le conoció, y resistencia
yendo a hacer, con un puñal
a dos derribó por tierra;
y espantados los demás
de sus bríos y sus fuerzas,410
a su nombre que les dijo,
dejan temblando las puertas?
¿Quién, si vos no le amparáis,
a tal acción se atreviera?
REY
    ¿Yo ampararle que el castigo415
le previne?
TERESA
Enhorabuena.
Antes que mañana luzca
de Febo la luz primera,
veréis asaltar, oh rabia!
De León la ciudadela,420
por los tercios castellanos,
su caudillo a su cabeza.
Que inútilmente lo siguen
por el campo a rienda suelta
tus soldados, pues lo amparan425
su caballo y las tinieblas.
Y esa loca, que ha nacido
mi hermana para mi mengua,
si hoy mediador ha encontrado
para enfrenar mi violencia,430
no ha de librarse algún día
de mi venganza. ¡Yo ciega
de cólera estoy! Lo juro
por la sangre que la tierra
bebió de don Sancho Abarca,435
mi muerto padre, que muerta
sólo, cadáver, su esposo,
aunque entre en León por fuerza,
la ha de sacar, y lo juro
por esta misma cabeza440
que sobre el robusto cuello
para daño suyo alienta.


Escena VIII

 

Dichos, DOÑA SANCHA.

 
 

Al salir a la escena se quita y arroja la loriga del CONDE que se supone haberle dejado éste y queda en traje blanco.

 
SANCHA
    Sí, mujer feroz; ya basta
de fingimientos: sí, aquesta
es doña Sancha, y su triunfo,445
sábelo, y su gloria es esa.
REY
    ¡Oh Dios! ¡Qué traición! ¡Vos... Sancha!
SANCHA
    Sí; mañana, aunque hoy yo muera,
vencedor entrará el conde
y vengará sus ofensas.450
TERESA
    En tanto que en necias pláticas
inútil el tiempo vuela,
acudamos al remedio.
Rey don Sancho, si tú esperas
vilmente ocioso en tu Corte455
que a quitarte el trono vengan,
mejor por tus intereses

 (Con ironía.) 

tu madre incesante vela.

 (Vase.) 



Escena IX

 

REY, MONZÓN, DOÑA SANCHA.

 
REY
    Conde ilustre, sus miradas,
su acento, todo me aterra:460
a las murallas corramos,
a que guarden bien las puertas,
y a evitar los desenfrenos
que ya mi madre fomenta.
Vos, señora, aunque confieso465
y admiro vuestra grandeza,
advertid que el rey don Sancho,
aunque burlado se vea,
sabrá defender su trono,
mas que en su defensa vierta470
cuanta sangre real de godos
corre hirviendo por sus venas.
SANCHA
    Oye, don Sancho: repara
que ya no está en tus cadenas
el conde Fernán González,475
y que de ti pende entera
la suerte que hoy a tus reinos,
y a tu mismo trono espera;
que el que gobierna en Castilla
nunca abusó de su fuerza,480
pero si al rigor le obligas,
mañana, don Sancho, tiembla!