¿A quién le importa ya tu verde rayo - Allí el torrente de la luz bañando Anoche estuvo oyendo el jazminero Aquella pálida mujer de gafas Aquí, debajo de esta cruz descansa, Aún me queda un número en los guantes: Certero fue el disparo de la honda, Comprar camisas rojas y corpiños, Curioso ser de traje claro oscuro: Dar todas las mañanas el alpiste De ahora en más De golpe una vigilia la aparta de mi lado De mi mano derecha, El hecho es que es domingo y es preciso El viento de la noche entró en mi pecho, En apariencia soy vacío aljibe, En fin, me pasa por andar de pálida Entonces yo le hablaba quedamente Esta costumbre mía de quejarme Me cuentan de unas olas que levantan Me duermo. Mirarme en ellos todas las mañanas. Mujer: alforja de tesoro obrizo, No pidas más que el rápido recuerdo Paisaje de temblor: no son higueras Poeta de anteojos obscurísimos, Poner el mundo en orden a la siesta ¿Qué te traes luciérnaga? Quién diría que estoy descontentísima Sin advertirme que hay un franco límite Supongo que fue inmensa Te duermes, y la noche te depara Terrible oficio disponer de modo Tomarte de las manos, eso quiero, Un hombre lleva una mujer al río, Verás, mis precauciones son severas: Violenta mascarilla que ya es tarde Y aseguras que allá Y cómo cuesta no ponerme triste Y cuando esté dormida, ya lo sabes: Y desear de pronto ser aquella Y me atreví a mirar el firmamento Y si de tanto hacerme la promesa Ya sube al muro raudamente el gato,
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