Saltar al contenido principal

Leopoldo de Trazegnies Granda

Semblanza crítica de Leopoldo de Trazegnies Granda

Por Elena Zurrón Rodríguez

Leopoldo de Trazegnies Granda con sus padres y sus dos hermanos delante de su casa de Miraflores en 1948 (Fuente: Imagen cortesía de Leopoldo de Trazegnies Granda)

Leopoldo de Trazegnies Granda nació en Lima en 1941; es el tercer hijo de Ferdinand de Trazegnies, diplomático belga, fundador del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas, y de Rosa Granda Vásquez de Velasco, hija del doctor Carlos Granda. Vivió su niñez y juventud en el «literario» distrito de Miraflores, porque todo el mundo sabe que de Miraflores son Mario Vargas Llosa, Congrains, Salazar Bondy, Heraud, etc. Realiza sus estudios de primaria y de secundaria en el Colegio de La Inmaculada (Jesuitas) en Lima, pero termina su último año en la Unidad Escolar Hipólito Unanue en el barrio de la Victoria. Abandonó el derecho totalmente decepcionado y se dedicó a la informática, atraído por su faceta creativa. Eran los pioneros años 60, todo estaba por hacer, había que programar y diseñarlo todo, más tarde su trabajo técnico se convirtió en su profesión. La universalidad de los ordenadores le permitió residir en distintos lugares del mundo, hasta que al final se radicó en España.

En la actualidad, después de cuarenta años de residir en Sevilla, se ha convertido en un apasionado admirador y difusor de la poesía hispanoárabe de al-Ándalus, del fino lirismo que surgió en la España musulmana entre los siglos VIII y XV y que él recrea en su poesía como propio.

Alrededor del año 2000 creó la Biblioteca Virtual de Literatura, con la intención, en un principio, de difundir textos satíricos de otros autores, y continuó con el Diario Satírico AntiABC. A medida que empezó a ser conocida su web a través de internet y de las redes sociales desarrolló otras secciones: publicación de textos en prosa y poesía, crítica de libros, catálogo bibliográfico de escritores de habla castellana, biografías, ensayos de historia, diccionarios literarios, análisis de los clásicos... y la fue ampliando a otros géneros con secciones de cine, arte, comentarios de actualidad, videoteca, curiosidades, cafés literarios de diversas ciudades, y múltiples apartados más. Se ha convertido en un espacio de gran interés, muy visitado por estudiosos de literatura, historia, arte y amantes de la actualidad.

Publica En un diminuto mar del infinito (Madrid, Murillo, 1962), su primer libro de poesía, en la imprenta Murillo, que estaba en el n.º 2 de un callejón llamado Pasaje Valdecilla, cerca del Paseo de Rosales de Madrid, donde en feliz coincidencia también había impreso, antes de la Guerra Civil, algunos de sus libros Rosa Arciniega, destacada novelista e historiadora peruana. A raíz de su aparición, el crítico literario Estuardo Núñez incluye a Leopoldo de Trazegnies Granda en su obra La literatura peruana en el siglo XX: 1900-1965 como «poeta conceptual» (1965: 58), junto a algunos autores de la Generación del 60 como Livio Gómez (Infancia del olvido, Lima, 1960), Javier Heraud (El río, Lima, 1960), Arturo Corcuera (Sombra del jardín, Lima, 1961), Antonio Cisneros (Destierro, Lima, 1961) y Luis Hernández (Orilla, Lima, 1961).

Este primer poemario de Trazegnies, recibió diversas críticas considerándolo como una obra de juventud. En la España franquista y ortodoxa, tan apegada a la métrica y sus rimas, sus versos libres y abiertos a las vanguardias no encajaban. Francisco Umbral, en una crítica que le hizo en la Revista Española, le reprochaba la influencia ultraísta y surrealista, algo que el poeta aceptó con sorpresa: La imagen que va entre paréntesis, sobre todo, es definitiva para saber a quiénes ha leído -a quiénes ha escogido- Leopoldo de Trazegnies, a qué poetas prefiere y -deliberada o involuntariamente- sigue. Pero esa lírica suya, que no es suya, influida de ultraísmo, greguería y otras modalidades surreales es algo -ay- que ya está viejo (1962: 7). No obstante, no deja de encontrar alguna cualidad: "Caminos", precisamente, se titula el poema de Trazegnies que queremos reproducir en parte por lo que tiene de novedad e independencia. La existencia, el amor, la soledad, la tristeza, la amistad, todo tiene en Trazegnies un tono claudicante y sombrío. (1962: 7)

Sin embargo, la poeta y ensayista Carmen Castro, alejada de los corsés literarios del momento, capta la angustia existencial que expresan los primeros balbuceos poéticos de Trazegnies. La autora de Mujer sin Edén era partidaria de una poesía que reflejara la experiencia personal del autor, su carga de vida, sin darle tanta importancia a la forma, cosa que pareció atisbar en el poeta peruano, dedicándole unas líneas elogiosas en el diario Ya. Tales generosas palabras animaron a Trazegnies a continuar con su pasión literaria. Al mismo tiempo, colabora en la revista Familia Española con relatos y poemas, y en 1964 su cuento «El pacto» es seleccionado entre los doce mejores a optar al premio de la revista, premio que finalmente ganaría Félix Grande. En aquellos años conoce a la novelista Elena Quiroga, con la que frecuenta ambientes literarios y llega a conocer al gran poeta y Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre. Asimismo, tuvo la oportunidad de conocer al polifacético dramaturgo peruano Felipe Sassone, y de hacer amistad en el Colegio Mayor Guadalupe, donde residía, con sus compañeros literarios Fernando Tola, Coco Meneses y Manuel Pantigoso. En 1966 decide exiliarse por motivos políticos, a causa de la publicación de unos artículos como corresponsal del diario Expreso de Lima en los que cuestionaba la continuidad de la dictadura franquista. Pasa por Francia y luego consigue trabajo en la OCDE en Bruselas, en el departamento de relaciones con África y América Latina. Posteriormente, trabaja en la CIME hasta 1968, decidiendo volver a Lima ese año. Permaneció allí cinco años trabajando en diferentes empresas multinacionales de informática. En esta época publica su segundo libro de poesía, De las casas que nos poseyeron y fuimos abandonando (Lima, International Systems, 1973), por el que recibió Mención Honrosa en la II Bienal de Poesía (Panamá, 1972). Este libro es el primero que está firmado por su heterónimo L. Tamaral, el polígrafo políglota y bibliófilo que utiliza como su alter ego.

Portada de «De las casas que nos poseyeron y fuimos abandonando», Lima, International Systems, 1973 (Fuente: Imagen cortesía de Leopoldo de Trazegnies Granda)

Luis Enrique Tord señala la aparición de este libro en su artículo «¿Otro poeta?», poniendo en evidencia la riqueza poética que existía en esos años en Lima, en la que empezaban a publicar numerosos poetas de la Generación del 60 como Antonio Cillóniz, Fernando Tola, César Calvo, Javier Heraud, Rodolfo Hinostroza, entre otros. Tord escribe en su columna sobre el poeta L. Tamaral: Amable fluidez, ironía, desapego, impecable economía en el lenguaje caracterizan esta entrega que alcanzó Mención Honrosa en la II Bienal de Poesía de Panamá, 1972 (1972: 41). Se trataba de textos poéticos cortos en prosa. En Madrid, Carmen Castro le dedica una bella reseña titulada «Casas útiles», con ocasión de la exposición que se realizó en 1975 del arquitecto Walter Gropius, creador de la Bauhaus: Para que las casas no fueran nunca -como usted lo dice, con belleza que entristece- enfermas, inútiles, casa de los miedos, sino casas de la esperanza, de la música, de los juegos, y, en fin casa de trabajo. Esto es, casas donde la vida es posible y la muerte -si dura- no obstante, visible (1975: 16).

En Lima conoce en 1969 al poeta César Calvo, a través de Fernando Tola y de su tía la compositora Chabuca Granda, gran amiga del poeta y prima hermana de Rosa Granda, madre de Leopoldo de Trazegnies. Vuelve a España en 1973, y se establece unos meses en un pueblo al pie de Las Hurdes en Extremadura, en un intento de retirarse de la vida activa y dedicarse plenamente a la literatura. En 1975, reconociendo el fracaso de su bucólico proyecto, regresa a Madrid y dos años después, en 1977, se radica definitivamente en Sevilla, donde vive actualmente. A partir de este año publica en diversas revistas españolas como Renacimiento de Sevilla, La Bolsa de Pipas de Mallorca y Literaducto de Madrid. Y tiene un primer acercamiento a la poesía árabe con el poemario Versos del Oriental (Vizcaya, El Paisaje, 1982).

En esta segunda etapa de su vida, que va de 1975 a 2010, su producción poética se desarrolla al margen de las modas y de los «corrillos» poéticos e intelectuales. Se convierte en un freelance de la poesía, y se esconde en su biblioteca y en su desbordante imaginación para crear heterónimos que hablen por él y de él, así como la de sus sentimientos más profundos. Pasa su intensa vida huyendo, pero siempre hacia adelante, en una huida llena de curiosidad y de esperanza en el futuro.

En todos sus poemarios expresa, en boca de «otros», sentimientos que marcan su vida como la soledad compartida, la nostalgia, el amor y el desamor, el abandono, la liberación mental y la libertad, que se reflejan en una de sus frases poéticas escritas en su libro El podador de rosas: Tantear la felicidad es como podar rosas en la oscuridad (2010: contraportada). A pesar de ser un poeta que expresa emociones muy profundas, y que a veces es triste y se siente «adolorido» en el amor, la lectura de sus versos transporta al lector a un entorno real lleno de palabras hermosas y luminosas. Es el poeta de la luz y de la «geografía» y, por tanto, del arte, es como un renacentista que mezcla todas las «artes» al escribir sus poemas. Nos hace «viajar» con su poesía al misterio, al silencio y a la belleza del Albaicín y de la Alhambra, del mismo modo que en otras ocasiones nos traslada a los oscuros y recónditos jardines andalusíes, donde solo se escucha el sonido del agua de las fuentes y el canto de los pájaros, y donde se viven y se sueñan «alboradas».

Otras veces, como en los versos de Calendario de Lurín (Sevilla, Letraz, 1998), nos transporta a ciudades y pueblos del Perú. En vez de estampas que adornen cada mes, Trazegnies traza unos versos que expresan vivencias sentimentales, como en un almanaque poético antiguo. Con versos cortos, crea un entorno a la vez mágico y real. No hace falta una imagen, porque Leopoldo de Trazegnies Granda es un «maestro de las palabras».

Igualmente nos traslada a la Grecia de Alejandro Magno y a los versos de Teodognis de Alejandría, y da un salto en la historia y en el tiempo a la Hispania romana y a las casas de Itálica. En una prosa poética magistral nos explica, con todo lujo de detalles, cómo debe ser una casa «sensual y sensorial» para vivirla y disfrutarla con todos los sentidos, como un poeta hedonista que valora por encima de todo los placeres que nos depara la vida.

Como sus compañeros de generación, Arturo Corcuera o Marco Martos, es un estudioso de la poesía china y crea dos heterónimos chinos de la dinastía T'ang, Wang BaiYi (681-752) y Kuei Shi (698-758), que le hacen escribir poemas que cantan la belleza de las montañas y su bruma, cuando se decide a publicar estos poemas que tenía escondidos (Trazegnies o Tamaral, lo mismo da), las reacciones por parte del público lector, de la prensa y de los amigos no se hacen esperar: sorprenden y enamoran los versos de los poetas de Cinco poetas antiguos desconocidos (Sevilla, El-Quídam, 2008) y como es considerado «raro e inclasificable», los comentarios en general expresan admiración por la buena factura de sus versos y su estilo impecable de poeta conceptual, pero sobre todo por el halo de misterio que rodea y ha rodeado a este poeta.

Alfredo Valenzuela, autor de un libro sobre «escritores raros» titulado Leones y camaleones, incluye a Trazegnies entre los «camaleones», y se refiere a su obra poética como «poesía interpuesta», que se expresa a través de sus heterónimos. Tengo cierto pudor en escribir poesía directamente y prefiero hacerlo a través de mis heterónimos, declara el propio autor. Señala asimismo en El Correo de Andalucía, en el artículo titulado «Trazegnies, un raro autor adicto a los heterónimos», que si la reencarnación existiera yo habría sido uno de esos poetas de otras épocas y hubiera escrito así, pero como no existe se trata de pura intuición, de literatura (Valenzuela, 2009).

Estos poemas antiguos configuran un libro muy original, porque está firmado por su heterónimo principal, L. Tamaral, y contiene a sus heterónimos más queridos de distintas épocas y lugares, poetas todos ellos inéditos que el autor se inventa y con los que adopta nuevos registros, modelando con todos una obra diferente a la suya propia. Leopoldo de Trazegnies nos lo advierte en el prólogo de Cinco poetas antiguos desconocidos:

L. Tamaral [...] en sus constantes exploraciones, halló los papeles que ahora transcribo y se encargó de traducir la mayoría de ellos. El único vínculo que une a todos estos poetas es el de ser absolutamente desconocidos desde tiempos más remotos a nuestros días y el haber sido hallados en la biblioteca de L. Tamaral en Sevilla cuando falleció en inexplicable accidente el año 1992 durante la Exposición Universal.

(2008: 7)

Los heterónimos a los que Trazegnies es adicto (del griego «hetero», diferente y «onymos», nombre) no son simples seudónimos, sino que los dota de una biografía y bibliografía inventada, propia, y en definitiva vienen a ser el alter ego del autor ortónimo. Reúne en este libro poemas de Teodognis de Alejandría (griego), Sextus Piscius Caecilianus (romano), Wang Bai-Yi, Kuei Shi (chinos) y Shakîr Wa'el (persa).

En una entrevista concedida a Carlos Manzano en la revista Narrativas, el poeta afirma:

Invento heterónimos que escriben y actúan por mí para ocultar el pudor que me produce expresar mis sentimientos en primera persona. Por eso la mayoría son poetas. Me proporcionan la gran ventaja de no estar limitado al espacio y al tiempo en el que escribo. Tengo heterónimos que vivieron en Grecia, Roma o en la Granada nazarí. Algunos de mis heterónimos se pasean por internet con tanta soltura que yo podría parecer una criatura suya y otros han creado a su vez sucesivos heterónimos formando una red de personajes ficticios, es una literatura virtual en la que yo me he desdoblado y me encuentro muy cómodo.

(2011: 102)

Y sus palabras fueron premonitorias, porque hasta que no apareció este libro y se difundió por internet el nombre del poeta persa Shakir Wa'el, el manuscrito virtual había permanecido en la biblioteca de L. Tamaral, y es a través de las redes que este personaje medieval pasó al mundo real, dándose a conocer hasta su aspecto físico por la descripción que él hace de sí mismo en sus escritos, y que se corresponde con un hombre de piel muy blanca, de alta estatura y de ojos azules. Los versos de Shakîr Wa'el son los más visitados en la web.

En la entrevista «Trazegnies, un raro autor adicto a los heterónimos», ante la pregunta de si encarnar tanto heterónimo supone el riesgo de caer en la locura, el poeta responde con humor: No, porque uno ya está bastante loco, así que es imposible caer en la locura; salir de la locura a lo mejor es posible; al revés (Valenzuela, 2009).

Trazegnies atribuye a L. Tamaral una serie de escritos, de los que algunos han visto la luz y otros están en una nebulosa como el propio personaje: De las casas que nos poseyeron y que fuimos abandonando (Lima, International Systems, 1972), Los cuentos de Edom (Madrid, Antología Peliart, 1977), Versos del Oriental (Vizcaya, El Paisaje, 1982), Memorias de un putero (Sevilla, 1990) y Calendario de Lurín (Sevilla, Letraz, 1998; póstumo). L. Tamaral es lo que podríamos llamar un «heterónimo intermediario», es decir, Trazegnies se vale de él para endosarle toda su producción literaria, es su alma mater, es el poeta, cuentista, investigador, políglota y polígrafo amante de la belleza y de la coherencia y cuya azarosa vida fue ya en sí misma una obra de arte y su larga estancia en el mundo fue tal vez más apasionante que su propia obra creativa como señalan en la reseña «L. Tamaral, escritor incatalogable». Aparte de la obra creativa atribuida a Tamaral, este heterónimo tiene el mérito de haber descubierto los manuscritos del poeta persa Shakîr Wa'el.

Portada de «Para después de la luz», Madrid, Bubok, 2011 (Fuente: Imagen cortesía de Leopoldo de Trazegnies Granda)

En el poemario Para después de la luz (Madrid, Bubok, 2011), Trazegnies desarrolla otra serie de heterónimos, en este caso actuales y de diferentes países de habla castellana:

El azar me permitió descubrir los poemas de estos poetas desconocidos, sin obra editada, con los que me siento totalmente identificado y me he propuesto darlos a conocer.

Pertenecen a diferentes países y a culturas diversas, escriben con distinto estilo, pero todos intentan conservar el éxtasis que un día los deslumbró.

(2011: 13)

Este libro reúne la poesía inédita de siete poetas de distintas procedencias, entre los que se encuentra el propio Tamaral. En un juego literario de antólogo-autor-editor, Trazegnies se propuso darlos a conocer. Los poetas por orden de aparición en el libro son: L. Tamaral (Lima-Perú), Trinidad Portlumiere (Martinica-Francia), Roberto Dagrán (Sevilla-España), Alberto Ruiz Cánepa (Málaga-España), Nadim Martínez (San José-Costa Rica), Aubry Grosjean (Belgo-andaluz) y Gilberto Donaire (La Habana-Cuba).

En esta tercera etapa en la vida de Leopoldo de Trazegnies Granda, que comienza en 2010, el poeta se resiste a ser clasificado de «futurista» o de mirar al futuro, pero cuando deja la nostalgia atrás se convierte en un poeta con una gran capacidad de sorprenderse por todo lo que le rodea, de ilusionarse con las cosas más nimias y de amar, sobre todo de amar. Se concentra en la literatura y escribe la mayoría de sus trabajos en prosa, que reúne los siguientes libros: Cuando yo era sordo no oía el paso del tiempo (relatos, 2010), El podador de rosas (novela, 2010), A los leyenderos de Cervantes & Cía. (ensayo, 2010), El año que llegó Isadora (novela, 2011), Sevilla y la Lima de Pizarro (ensayo, 2011), Tamaral: historia de un fugitivo contada por otro (novela, 2012), La venganza de Matilde Ubaldo (relatos, 2013), En busca del Bulevar Proust (relatos, 2013), Lirismo andalusí (ensayo, 2015) y Los guerreros poetas (novela, 2017).

Tal y como se ha señalado, sus últimas obras comprenden un minucioso estudio histórico de la poesía hispanoárabe escrita en al-Ándalus entre los siglos VIII y XV, titulado Lirismo andalusí, y una novela publicada bajo el título de Los poetas guerreros. Lirismo andalusí es un ensayo histórico-literario cuyos fondos de investigación son muy rigurosos y especializados, pero que consigue dar una visión amena de los ocho siglos de convivencia hispano-arábigo-judía en al-Ándalus. En el prólogo afirma: los versos en la poesía árabe surgen como flores de arena y los poetas los cuidan como piedras preciosas para que nos los borre el viento [...] Las qasidas poéticas surgen luminosas en su imaginación como espejismos sensuales entre dunas (2015: 10). Los guerreros poetas (Madrid, Bubok, 2017) es una novela histórica que describe la vida del califa-poeta Abderramán V en la convulsa Córdoba de los últimos años de su esplendor. A la manera de los Kitab árabes, contiene innumerables incrustaciones poéticas que forman parte del propio texto.

En 2021 publicó su último libro de poesía, Versos de Shakîr Wa'el (Madrid, Bubok, 2021).

Referencias bibliográficas

  • CASTRO, Carmen, «Casas útiles», Ya (20/3/1975), p. 16.
  • «L. Tamaral, escritor incatalogable», Taller de Creación (s. f.)
  • MANZANO, Carlos, «Narradores: Leopoldo de Trazegnies Granda», Narrativas: Revista de narrativa contemporánea en castellano, n.º 21 (abril-junio 2011), pp. 100-106.
  • NÚÑEZ, Estuardo, La literatura peruana en el siglo XX: 1900-1965, México, DF, Pormaca, 1965.
  • TORD, Luis Enrique, «¿Otro poeta?», La Prensa, Supl. 7 días/7 libros (1972), p. 41.
  • TRAZEGNIES GRANDA, Leopoldo de, El podador de rosas, Sevilla, Bubok, 2010.
  • TRAZEGNIES GRANDA, Leopoldo de, Para después de la luz, Madrid, Bubok, 2011.
  • UMBRAL, Francisco, «Poemario», Poesía Española, Segunda época, n.º 113 (mayo 1962), pp. 6-8.
  • VALENZUELA, Alfredo, «Leopoldo de Trazegnies», en Leones y camaleones, Sevilla, Renacimiento, 2005, pp. 132-138.
  • VALENZUELA, Alfredo, «Trazegnies, un raro autor adicto a los heterónimos», El Correo de Andalucía (15/9/2009).
Subir