Presentación del portal Iris M. Zavala
Por Ángela Rico Cerezo
Apenas habían transcurrido veinte años desde el final de la Guerra Civil, cuando Iris M. Zavala (Ponce, 1936-Madrid, 2020), una joven antillana, tan menuda como estudiosa, pisó por primera vez suelo español. Siguiendo las huellas de Miguel de Unamuno, su pasión insomne
, arribó a Salamanca para realizar su tesis doctoral sobre el teatro del autor bilbaíno, bajo la dirección del célebre profesor Fernando Lázaro Carreter.
Zavala no tenía en su equipaje ropa de abrigo adecuada para hacer frente al recio frío salmantino, pero sí traía consigo, bien aprendidas, las lecciones de otros grandes escritores y pensadores: exiliados españoles, norteamericanos, centroeuropeos y argentinos, que habían recalado en la Universidad de su Puerto Rico natal (Juan Ramón Jiménez, Federico de Onís, Francisco Ayala, Aurora de Albornoz, Eugenio Granell, Risieri Frondizi, Georges Ferdinandy, Ludwig Schajowicz...) y la marca indeleble que la condición de nómadas de todos ellos le había transmitido. Al abrigo de sus nuevas lecturas y de los intercambios intelectuales con sus nuevos maestros y amigos (Enrique Tierno Galván, Alonso Zamora Vicente, Manuel García Díaz, Antonio Tovar, Antonio Domínguez Ortiz...), se terminó de fraguar su «deseo de España». Y, desde entonces, Iris M. Zavala consagró su vida y sus máculas, hasta rozar la ceguera, al estudio de la cultura hispánica y a las relaciones entre las dos orillas del Atlántico, gastando su vista en archivos y bibliotecas de España, México, Estados Unidos, Italia, Francia, Holanda,... Y todo ello en unas épocas en las que muy pocas mujeres estudiaban y muchas menos lograban fortalecer una carrera académica.
La profesora Zavala abrió y transitó vías de estudio poco frecuentadas. En una carta fechada en 1964, el insigne D. Ramón Menéndez Pidal le escribía: «No creo, efectivamente, que pueda Ud. llamar infidelidad a Unamuno el que ahora se dedique Ud. a escribir un trabajo sobre Kazantzaki, máxime sabiendo la admiración que este sentía por don Miguel». Y, tras Kazantzaki, el libertinaje erudito del siglo XVIII, el anarquismo literario, Alejandro Sawa, la historia social y la historia feminista de la literatura española, Bajtín, la poesía del Caribe...; sin desatender por ello la obra de autores consagrados como Santa Teresa, Rubén Darío, Valle-Inclán o Juan Ramón Jiménez.
Como testimonian las palabras de Menéndez Pidal, la correspondencia conservada en su archivo personal es testigo de la generosidad con la que intercambió materiales, información y consejos con colegas hispanistas de todas las latitudes. Durante la presentación en Barcelona de su penúltima novela, Dora (2009), Zavala declaró: [Los jóvenes hispanoamericanos] a mí me piden a cada rato: “¿Puedo colgar eso en internet?”. Pues sí, hombre, si les interesa, cuélguenlo, si las cosas son de todos
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Esta página de autor, que recoge el espíritu valiente y pionero que guio la obra zavaliana —pues con él se inaugura la presencia femenina en el portal de Figuras del Hispanismo—, es un espacio en el que, a pesar de su ausencia, la profesora Zavala puede seguir contagiando a lectores e investigadores su deseo de saber y su entusiasmo por el arte y la literatura.