[Nota preliminar: Esta obra pertenece a la Colección Teatro clásico español. Canon 60. La colección esencial del TC/12. Grupo de investigación PROLOPE. Edición digital con introducción y aparato crítico por gentileza de los editores.
Testimonios antiguos:
PARTES:
PRIMERA EDICIÓN:
-Docena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez, Madrid, 1619.
Ejemplares cotejados:
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R-14105.
Biblioteca Histórica Marqués de Valdecillas, Universidad Complutense de Madrid, FOA 242.
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R.24983.
Biblioteca Apostolica Vaticana, Ciudad del Vaticano, KKK.v.1.9.
Staatsbibliothek, Berlín, Xk 3142.
Bibliothèque Nationale de France, París, Yg. 767.
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R 25182.
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R 25183.
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R 25127.
SEGUNDA EDICIÓN:
-Docena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez, Madrid, 1619.
Ejemplares cotejados:
Biblioteca Nacional de España, Madrid, R 13863.
University of Pennsylvania, Rare Book & Manuscript Library, 868V C pt. 12 1619.
Biblioteca de Castilla-La Mancha, Toledo, 1-1953.
Biblioteca Estense, Módena, A.56.G-9.
British Library, Londres, 11726.k.18.
MANUSCRITOS:
Melbury House, Biblioteca privada (Reino Unido). S. XVII.
Fuente Ovejuna, ed. M. C. Llerena, prólogo S. Gilman, Círculo de Lectores, Barcelona, 2000.
Fuente Ovejuna. El caballero de Olmedo, ed. M. G. Profeti, Biblioteca Nueva (Clásicos de Biblioteca Nueva, 32), Madrid, 2002.
Fuente Ovejuna, eds. A. Blecua y B. Morros, Vivens Vives, Barcelona, 2004.
Fuenteovejuna, ed. PROLOPE, PPU, Barcelona, 2009.
Fuente Ovejuna, ed. M. G. Profeti, en Comedias. Parte XII. Tomo II, coord. J. E. Laplana Gil, Gredos, Madrid, 2013, pp. 829-964.]
Este año se cumplen 400 años de la publicación del Arte nuevo de hacer comedias de Lope de Vega, una obra fundamental de la cultura española. Escrita para ser leída ante la academia del siglo XVII, este compendio sobre el arte dramático acabó sentando las bases del teatro español del Siglo de Oro. Con Fuenteovejuna, considerada por la crítica de todos los tiempos como una de las obras clave del teatro español en general y del teatro de Lope en particular, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) difunde y promueve a uno de los mejores autores dramáticos en español y continúa con la línea de trabajo iniciada hace varios años destinada a la recuperación de nuestros clásicos universales.
Fuenteovejuna forma parte de un amplio proyecto pedagógico que recorrerá diferentes ciudades de la geografía española. El objetivo de esta actividad es acercar de una manera amena y atractiva el texto de Lope de Vega a alumnos de primaria y secundaria. Además, con el fin de cautivar a nuevos espectadores para el teatro clásico, el montaje facilita la comprensión del proceso dramático, desde el texto escrito a su representación en las tablas.
La compañía «Rakatá Capricante» ofrece un moderno montaje que persigue adentrarse en Fuenteovejuna de una forma amena y haciendo hincapié en aspectos de la condición humana que eran motivo de preocupación lo mismo hace cuatro siglos que hoy día.
La representación se completa con una campaña escolar destinada a favorecer la comprensión y a estimular el gusto por el teatro clásico en el público más joven. Con este fin se ha elaborado esta guía didáctica, se ha publicado la versión íntegra del texto y se ha realizado una edición crítica que, junto con la inestimable ayuda del docente, serán los instrumentos básicos para el acercamiento directo de los alumnos a la obra.
Previo a la representación, como apoyo al material pedagógico y para enriquecer aún más la experiencia, está previsto que los actores visiten los diferentes centros educativos. Se busca la máxima implicación dinámica y lúdica de los espectadores de nuestro teatro del presente y del futuro.
Soledad López.
Presidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales
Palabras del director
Aproximándose a las palabras de Lope de Vega. Cortar o no cortar...
RESPETO, HUMILDAD, IMAGINACIÓN... Éstas son las palabras que definen mi aproximación a una de las obras maestras de Lope de Vega. He trabajado con el teatro de Lope de Vega durante más de veinticinco años, y he aprendido a fiarme siempre de él como escritor, y confiar en que todas sus palabras son deliberadas y necesarias. Siempre parto de la premisa de que un hombre que escribió tan prolíficamente seguramente tendría poco tiempo para corregir. Modificar, tocar, cortar una gran obra como Fuenteovejuna debería hacerse con sumo cuidado y sólo como último recurso.
En los ensayos, a medida que los actores y yo avanzamos y entramos en la obra, brota más profundamente el significado y sentido de la misma, y se empieza a comprender el lugar de cada palabra en la sinfonía de esta arquitectura dramática. Entro siempre a los ensayos tras un prolongado estudio de las palabras y con el texto en su totalidad y, después, y a través del proceso de ensayos, los actores y yo descubrimos cuáles son las pocas palabras que no ayudan a contar la historia, y cuáles requieren algún tipo de intervención.
Las razones para cualquier cambio tienen que ser muy importantes.
Valores, significados y connotaciones del momento histórico presente pueden, a veces, pesar demasiado sobre una frase o verso y, para un público contemporáneo, la palabra de Lope puede haber perdido su significado original o, en algunos casos, puede haber adquirido un significado opuesto incluso a la intención con la que la usó el poeta. Llegados a este punto se puede buscar una alternativa o, en casos extremos, omitir una palabra o retocar un verso. Si buscamos una alternativa, esto implica necesariamente esforzarse en hallar una palabra con el número de sílabas correcto o un verso con la intención, rima y métrica apropiadas.
A veces Lope incluye textos que tienen una intención satírica muy específica para su época. La sátira del mundo coetáneo se elabora a menudo a través de una expresión muy concreta e idiomática, parte necesaria de esa crítica. Estos pasajes del texto que están íntimamente asociados a modas y costumbres del siglo XVII también pueden ser muy difíciles de entender para el público de hoy, que puede sentirse perdido. Basta imaginar lo que un público de dentro de 400 años pensaría del guión de un episodio de los Guiñoles. Cuando Lope habla de y a su propia sociedad de forma tan directa, el texto es muy difícil de comprender en la puesta en escena y la representación de hoy, 2009. La palabra no es ya una herramienta para la comunicación, sino un impedimento. Ciertamente se puede leer y estudiar un texto dramático del Siglo de Oro español y disfrutar de estos pasajes con la ayuda de las notas al pie, como en la edición que en este libro se presenta; pero en el teatro, en la puesta en escena hoy, una palabra tiene que conectar con inmediatez, claridad y verdad, y si no lo hace, o si se convierte incluso en una rémora, habrá que valorar la necesidad de retocar en ese punto concreto el texto. Y aquí ya la imaginación toma relevancia: es posible utilizar el espíritu del texto de Lope y buscar una palabra o frase que tengan un sentido acorde con el original para nosotros hoy e insertarlas en el texto, con respeto pero sin miedo, porque en este caso estaríamos cumpliendo con la intención de Lope, aunque no con la palabra exacta de su texto.
Por otro lado, hay mucha confusión en algún pasaje del texto acerca de la atribución de varios versos. En esas ocasiones tenemos una incertidumbre frustrante acerca de quién dice qué. La palabra Regidor, por ejemplo, se utiliza a menudo y se podría aplicar a Esteban, Alonso o Juan Rojo, o incluso otro personaje (vv. 2073-2077, 2261, 2272). Y en el texto, tal como nos ha llegado, no se especifica. Así lo perciben incluso los filólogos. Como director, debo tomar unas decisiones al atribuir esos versos a unos u otros personajes. Y los personajes (y los actores) en escena necesitan unas pautas muy claras. Si el texto que tenemos no nos lo da, es el director quien debe tomar decisiones y elegir opciones.
Lope es un escritor muy económico y preciso. Shakespeare entierra bajo enormes cantidades de versos a algunos de sus personajes y a los actores que los representan, y a veces puede ser imprescindible cortar al Poeta de Stratford-upon-Avon, ya que su generosidad puede pesar como una losa sobre el actor en la representación. Lope, en cambio, creó textos austeros que requieren muy pocos o excepcionales cortes, fundamentalmente por las razones que aquí se han expuesto. Si tenemos una obra maestra es deseable disfrutar de todas y cada una de las palabras que la componen. Para ello, todas las palabras del texto de la puesta en escena deben tener la claridad y precisión que tenían cuando Lope las escribió con su pluma en un papel hace 400 años.
Puesta en escena: encontrar un espacio para la coreografía de Lope
Lope es un escritor muy «físico». Su texto requiere movimiento; en su obra hay una vitalidad sin límites. Él es, creo, tanto un coreógrafo como un poeta, así que para montar sus obras necesito un escenario escueto, algo abierto y libre, algo así como un espacio de baile, de manera que pueda desplazar a los actores con libertad y dinamismo. Las obras de Lope no son naturalistas, no requieren un abarrotamiento excesivo de mobiliario: necesitan más energía y fluidez que el movimiento de la vida diaria. Lope crea su propia elevada realidad, y sus personajes precisan moverse de acuerdo a cada incidente de la historia. Éste es un teatro narrativo donde la dinámica del argumento es primordial, así que la representación de la obra debe reflejarlo: se necesitan entradas y salidas breves y claras, y un decorado muy sencillo que pueda ser transformado rápidamente y sin esfuerzo. Cualquier elemento sobre el simple escenario debe ser mínimo y sugestivo, y nunca rezagar la transición de un lugar a otro.
Declamación del verso: El actor como detective retórico
Éste es un arte noble, cuyos principios básicos, que se pueden aprender con suma rapidez, lleva muchos años perfeccionar. Mi proceso con los actores es detallado y específico: los entreno para ser detectives, examinando la multitud de pistas retóricas que el autor ha integrado en su texto. No podemos aquí detenernos en cada una de las técnicas y métodos, pero diré que la declamación del verso está vinculada con el fortalecimiento del actor para que encuentre por sí mismo la flexibilidad de éste. Las reglas retóricas no son restrictivas o inhibidoras, sino un medio para liberar al actor hacia su propia expresión, como un gran músico: los versos indican las notas, y el ejecutante es libre de tocar esas notas según su deseo. El secreto es encontrar esas notas en la poesía. El intérprete debe estar entrenado para examinar el verso como un forense, con sus ojos, con su mente, su cuerpo y su boca. Es un proceso intelectual, emocional y físico. Todo lo que el actor necesita saber sobre la psicología de su personaje, sobre el movimiento de su cuerpo, está ya integrado en el verso.
Laurence Boswell.
Del texto a la escena: La potestad del director
«Los productores del espectáculo escogieron el lugar y el momento de la representación: la situación en un espacio y un tiempo, en función del público al que deseaban dirigirse».
Tadeusz Kowzan, Literatura y espectáculo.
La lectura de Fuenteovejuna sólo puede darnos en palabras rasgos que, en escena, se captan con la mirada e incluso, a veces, con la mera intuición. Porque lo verdaderamente peculiar del drama reside en el proceso de comunicación exigido por el propósito espectacular; lo verdaderamente fascinante del hecho teatral es que sólo se consuma cuando el texto es llevado a las tablas y, sólo entonces, el mosaico de signos que se ponen en juego cobra su auténtico sentido ante los ojos del espectador. En el teatro, la dialéctica emisión-recepción se densifica en una serie de niveles superpuestos: el texto creado -emitido- por el dramaturgo es transmitido a un público colectivo que ya no lee, sino que ve y oye el «más perfecto simulacro de experiencia directa», como dijo Pavel Campeanu. Pero, entre la creación literaria y la observación del espectáculo, median las lecturas privilegiadas de quienes abordan la tarea de convertir el drama, escrito, en teatro, representado: los directores de escena. Son ellos quienes deben acrisolar esas «matrices textuales de representatividad» de las que habló Anne Ubersfield, e insuflar savia vital a su propia lectura.
Cuando Lope de Vega creó Fuenteovejuna lo hizo pensando en su puesta en escena, en la traslación de los diálogos y las acciones al tablado del corral. Los destinatarios eran los hombres y mujeres de su tiempo, aquellos con los que compartía unas coordenadas históricas, sociales y culturales en su sentido más amplio, aquel vulgo para el que el Fénix concibió lo mejor de su obra. Y, en consecuencia, el texto de la comedia se gestó desde las bases de una virtual, aunque bien prevista, representación. Pero, desde entonces, han pasado casi cuatrocientos años; han cambiado radicalmente el mundo, las personas y los entresijos del microcosmos teatral. Y, por más que Fuenteovejuna, como obra de arte que es, siga diciéndonos mucho, puede haber determinados pasajes, determinadas expresiones que ya no nos digan nada o que nos digan algo muy distinto de lo que quiso decirnos Lope. Ahí entra la labor, y el derecho, de los directores de escena. El texto del Fénix, el que escribió hacia 1612, es inalterable como creación literaria -y somos los filólogos quienes debemos fijarlo en una versión lo más fidedigna posible-, pero la representación, destinada a un público determinado en un lugar y tiempo determinados, no sólo permite, sino que exige una mínima coherencia pragmática.
Los cambios que Laurence Boswell y la compañía Rakatá han introducido en su versión de Fuenteovejuna deben verse por tanto como modificaciones requeridas por esas circunstancias actuales de recepción que Lope ni siquiera podía intuir en los primeros años del siglo XVII. Los usos lingüísticos han cambiado, y unos versos como «seguro, Fernando, estaba / de vuestra buena venida» (vv. 52-53) adquirirían, hoy, un sentido contrario al que tenían en tiempos del Fénix. De ahí la propuesta «ajeno, Fernando, estaba / de vuestra buena venida». La general omisión áurea de los grupos consonánticos cultos ha perdido vigor y, aunque se mantiene la forma clásica en los casos en que no hay alteración semántica, se plantea su modificación en un ejemplo como «seta», secta, en el verso 1513, por mucho que la rima consonante pueda quedar afectada. A veces la oscuridad procede de alusiones a contextos que han quedado demasiado lejos: «A fe que no ganéis la palmatoria» (v. 893) actualiza la costumbre que tenían los maestros de entregar la palma con que aplicaban los castigos al alumno que primero llegaba. Boswell y Rakatá lo han cambiado por «a fe que en llegar pronto no hubo gloria», más comprensible y acorde con el horizonte de expectativas del receptor actual. Determinadas expresiones, generales en su época, han adquirido un sentido coloquial que podría dar lugar a una suerte de comicidad totalmente ajena a la intención de Lope: «Soy, aunque polla, muy dura» (v. 215) se cambia por «Soy, aunque moza, muy dura»; y, en la misma línea, el verso final del primer acto, «¡Vive el cielo, que me corro!» (v. 860), desvirtuaría considerablemente el sentido primero y mermaría la tensión de la escena. La propuesta de Boswell y Rakatá, «¡de vergüenza estoy rabioso!», permite que el impacto pretendido en origen se mantenga. El contexto sociocultural crea un sustrato de conocimiento cambiante que también debe ser tenido en cuenta a la hora de proyectar la representación. Es lo que sucede con la mención a una «Gila» que se casa en los versos 1411 y 1414: el cambio a «Juana» se explica por la coincidencia del nombre original con el de un célebre humorista madrileño fallecido hace pocos años.
La corrección política es otro de los criterios tenidos en cuenta a la hora de preparar el texto para llevarlo a escena. En la tercera escena del primer acto, Frondoso ironiza sobre la costumbre de utilizar eufemismos y, para ello, recurre a ejemplos que podrían dar lugar a una comicidad fácil a costa de determinadas minusvalías. Es en estos casos donde Rakatá opta por introducir cambios, eliminando toda referencia a las taras físicas.
En el peculiar proceso comunicativo que perfila la representación teatral, Lope es el emisor, sí, pero a él y a su obra se yuxtapone -y a veces, por fuerza, se superpone- la lectura del director. Una lectura mediatizada por su propia intencionalidad y, ante todo, por ese cúmulo de circunstancias pragmáticas que, no sólo matizan, sino que determinan decisivamente el espectáculo. El texto es historia, la representación es aquí y ahora: es de la perfecta articulación de ambos de lo que depende la grandeza y actualidad de nuestro teatro clásico.
Por último, digamos que, si algún purista quiere objetar contra este tipo de intervenciones por considerarlas anacrónicas, puede hacerlo, pero no estará de más recordarle que, en la época de su creación, las obras eran sometidas a todo tipo de modificaciones: desde la eliminación de papeles en función del número de actores de que dispusiera la compañía, hasta intervenciones de la censura o interpolaciones de mano ajena a la del autor para ampliar el papel de un actor que deseaba mayor protagonismo. Una comedia ambientada en Francia, por ejemplo, podía pasar a situarse en Albania por razones diplomáticas (así sucedió con La batalla del honor, de Lope). La modificación impuesta en este caso destrozaba sistemáticamente, entre otras cosas, la métrica de la obra (Francia es voz bisílaba y Albania trisílaba). Antonio Escamilla, director de una compañía, que hacía el papel de gracioso, añadió en su copia de Cada uno para sí, de Calderón, veinticuatro versos de su propia mano para aumentar su papel y su gloria: así parecía seguir el adagio del título de la comedia. Las respetuosas y escasas intervenciones de Laurence Boswell y de la compañía Rakatá, como se ha visto, responden a criterios bien distintos, bastante más generosos, para gloria de Lope.
Una buena comunicación entre los que nos dedicamos al estudio de la historia literaria, a establecer los textos dramáticos de Lope, de Calderón o de Moreto, y quienes se dedican a realizarlos, a volver a subir a los tablados a esos personajes, esas historias y esos versos, no puede dar otro fruto que una muy deseable divulgación y revitalización de nuestro patrimonio cultural. De la mano, en ello estamos. Y el grupo PROLOPE no puede más que agradecer a la compañía Rakatá que haya dado los primeros pasos para este acercamiento.
Introducción didáctica
1. Vida de Lope
Félix Lope de Vega Carpio nació en 1562. Procedía de una familia humilde, del Valle de Carriedo, en la montaña cántabra. No hay datos precisos sobre su madre, Francisca Fernández, y de su padre, Félix de Vega, se sabe que era bordador. Según cuenta el propio escritor, tras una breve estancia en Valladolid, su padre se mudó a Madrid en 1561, atraído por una aventura amorosa. La esposa fue en su busca y de la reconciliación nació Lope en 1562, recién convertida la villa de Madrid en la capital del imperio de Felipe II. Fue un niño muy precoz: leía latín y castellano y escribía comedias (Yo las componía de once y doce años / de a cuatro actos y de a cuatro pliegos / porque cada acto un pliego contenía). Se cree que a esta edad escribió El verdadero amante. Debido a su talento, se le llevó a la escuela que regentaba en Madrid el poeta y músico Vicente Espinel, a quien siempre citó con admiración y respeto en sus escritos.
Sus primeros estudios y su primer amor. Continuó su formación en 1574 en el Estudio de la Compañía de Jesús y desde 1577 a 1581 estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, pero no logró ningún título. Por su conducta desordenada y mujeriega no era apto para el sacerdocio y sus altos protectores dejaron de costearle los estudios. Para ganarse la vida, trabajó como secretario de grandes personajes y escribía comedias y piezas de circunstancias. En 1583 se alistó en la marina y combatió en la batalla de la Isla Terceira a las órdenes de don Álvaro de Bazán. Estudió por entonces gramática y matemáticas en la Academia Real y sirvió de secretario al Marqués de las Navas. Tuvo múltiples relaciones amorosas. Elena Osorio fue su primer gran amor, la «Filis» de sus versos, a la que pagaba con comedias para la compañía de teatro su padre. En 1587 Elena aceptó casarse por conveniencia con el noble Francisco Perrenot Granvela, sobrino del poderoso cardenal Granvela. LOPE, entonces, hizo circular unos libelos contra ella y su familia:
Una dama se vende a quien la quiera.
En almoneda está, ¿quieren compralla?
su padre es quien la vende, que, aunque calla,
su madre la sirvió de pregonera...
Denunció la situación en su comedia Belardo furioso y en una serie de sonetos, por lo que un dictamen judicial lo envió a la cárcel. Reincidió y en un segundo proceso judicial lo desterraron ocho años de la Corte y dos del reino de Castilla, con amenaza de pena de muerte si desobedecía la sentencia (años más tarde recordó sus amores con Elena Osorio en su obra La Dorotea). Al poco ya se había enamorado de Isabel de Alderete y Urbina, con quien se casó en 1588 tras raptarla con su consentimiento. En sus versos la llamó con el anagrama «Belisa».
Carrera militar y exilio en Valencia. En mayo de ese mismo año intentó reanudar su carrera militar alistándose en la Gran Armada, pero la derrota de ésta le hizo abandonar la milicia y dirigirse a Valencia. Allí participó en la «Academia de los nocturnos» (las academias literarias, especie de tertulias en que se departía sobre cuestiones literarias y humanísticas, se pusieron de moda por esos años en España siguiendo usos italianos; fueron importantes también las de Madrid o Sevilla). En Valencia entró en contacto con el grupo de dramaturgos valencianos, que implicó un importante impulso creativo para LOPE. En ese tiempo, además, parece haber sido uno de los poetas que colaboró en las partes sucesivas de Flor de varios romances, cuya primera edición debió salir en Valencia poco después de 1588.
Vuelta a Castilla. Tras cumplir los dos años de destierro del reino de Castilla, se trasladó a Toledo en 1590 y allí sirvió al marqués de Malpica y un tiempo después, entre 1592 y 1595, al duque de Alba. Al servicio de éste tuvo acceso a su importante biblioteca y pudo leer el teatro de Juan del Encina, que le ayudó a configurar el personaje del «gracioso». En el otoño de 1594 murió Isabel de Urbina de sobreparto y escribió por entonces su novela pastoril La Arcadia.
Vuelta a la Corte. En diciembre de 1595, tras cumplir su condena de destierro de 8 años de la Corte, regresó a Madrid. En 1596 fue procesado por amancebamiento con la actriz viuda Antonia Trillo. En 1598 se casó con Juana de Guardo, hija de un adinerado abastecedor de carne, lo que motivó las burlas de otros escritores como Góngora, que lo acusó de haberse casado por dinero. Tuvo con ella, sin embargo, un hijo muy querido, Carlos Félix, y tres hijas. Poco después se enamoró de Micaela de Luján, la «Celia» o «Camila Lucinda» de sus versos, mujer bella, pero inculta y casada, con la cual mantuvo relaciones hasta 1608 y de la que tuvo cinco hijos, entre ellos dos de sus predilectos: Marcela (1606) y Lope Félix (1607). Después de 1608 se separa de Micaela de Luján y en los siguientes años LOPE tiene un gran número de amantes, muchas de ellas actrices. Para sustentar tantas relaciones e hijos, trabajó incansablemente, sobre todo en la escritura de comedias, que varias veces fueron impresas sin su consentimiento y sin corregir (→ Restaurar los textos). Sólo a partir de 1617 pudo tomar el control de la publicación de sus comedias. En 1605 había entrado al servicio de Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, duque de Sessa. Esta relación le atormentó años más tarde, cuando LOPE tomó las órdenes sagradas y el noble le continuaba utilizando como alcahuete, a la vez que como secretario, de forma que incluso su confesor llegó a negarle la absolución. En 1609 leyó y publicó su Arte nuevo de hacer comedias e ingresó en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento en el oratorio de Caballero de Gracia, a la que pertenecían casi todos los escritores relevantes de Madrid. Entre ellos estaban Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes (con el que mantuvo unas relaciones tirantes). En esos años termina la comedia pastoril Los pastores de Belén, dedicada a su hijo Carlos.
Sacerdocio y nuevas obras. En 1614, al recibir las órdenes sagradas en Toledo, expresó su arrepentimiento; no le faltaron tormentos y luchas interiores. Escribió las Rimas sacras, libro introspectivo y devoto. Es la época de la revolución estética provocada por las Soledades de Luis de Góngora, del que admiró la tensión estética del verso, aunque tomó distancia de los gongorinos y siguió cultivando su característica mezcla de conceptismo, casticismo castellano culto y elegancia italiana.
En sus comedias se burló indirectamente de la nueva estética, atacando a Góngora y especialmente a sus discípulos. Éste reaccionó con sátiras, y la rivalidad entre los dos poetas produjo versos cruzados de gran ingenio. También tuvo que luchar contra los desprecios de preceptistas que criticaron su fórmula dramática por ser contraria a las tres unidades de acción, lugar y tiempo, entre otros los poetas Cristóbal de Mesa y Cristóbal Suárez de Figueroa, y sobre todo Pedro Torres Rámila, autor de la Spongia (1617), libelo destinado a denigrar el teatro de LOPE y toda su obra narrativa, épica y lírica.
Contra esta crítica respondieron furiosamente los amigos humanistas de LOPE, encabezados por Francisco López de Aguilar. Animado por estos apoyos, pero asediado por las críticas de cultistas y aristotélicos, prosigue con sus intentos épicos. Tras el Polifemo de Góngora, ensaya la fábula mitológica con cuatro poemas: La Filomena (1621), La Andrómeda (1621), La Circe (1624) y La rosa blanca (1624). Y vuelve a la épica histórica con La corona trágica (1627, en 600 octavas sobre la vida y muerte de María Estuardo). Mientras tanto, en estos años ha proseguido la edición de sus Partes de comedias; en 1619 se publica la Parte XII, que contiene Fuenteovejuna.
Últimos años. Se enamoró de Marta de Nevares, una relación «sacrílega» dada su condición de sacerdote; era una mujer muy bella y de ojos verdes, como declara Lope en los poemas que le compuso llamándola «Amarilis» o «Marcia Leonarda», como en las novelas que le destinó. En esta época cultivó especialmente la poesía cómica y filosófica, desdoblándose en el poeta heterónimo burlesco Tomé de Burguillos y meditando serenamente sobre la vejez y su alocada juventud en romances como las «barquillas».
Los últimos años de LOPE fueron infelices a pesar de los honores que recibió del público, del Rey y del Papa. Sufrió que Marta se volviera ciega en 1626, y muriera, loca, en 1628. Su hijo Lope Félix, de su relación con Micaela de Luján y que también tenía vocación poética, se ahogó pescando perlas en 1634 en la isla Margarita. Su amada hija Antonia Clara, fue secuestrada por un novio (apellidado Tenorio). Sólo una hija natural, la monja Marcela, le sobrevivió. En esta época se publica una de sus últimas obras, las Rimas de Tomé de Burguillos (1634).
Lope de Vega murió a los 73 años, el 27 de agosto de 1635. Su muerte fue muy sentida. Doscientos autores le escribieron elogios que fueron publicados en Madrid y Venecia. Durante su vida, sus obras obtuvieron una mítica reputación. «Es de Lope» fue una frase utilizada frecuentemente para indicar que algo era excelente, lo que no siempre ayudó a atribuir sus comedias correctamente. Su discípulo Juan Pérez de Montalbán escribió la obra Fama póstuma a la vida y muerte del doctor fray Lope de Vega Carpio (Madrid, 1636), para enaltecer su memoria.
2. Fuenteovejuna
Dentro de la inmensa producción literaria de Lope de Vega, esta obra posee un prestigio especial y es considerada una de sus obras maestras. Reúne gran parte de las características que el propio Lope aconsejó en su obra Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). Fuenteovejuna (escrita entre 1612-1614 y publicada en 1619), como la práctica totalidad de las comedias barrocas, está escrita en verso. Consta de tres actos.
Es una obra estructuralmente compleja, en el argumento se mezclan hechos histórico-político-legendarios con un drama de honra y honor, tema que inspiró en el Siglo de Oro un gran número de obras, algunas del mismo Lope, como Peribáñez, y de otros autores, como El alcalde de Zalamea de Calderón. Veremos en las próximas páginas cómo casi todos los elementos utilizados por Lope de Vega en esta obra provienen del cronista Rades y Andrada, del que toma literalmente el tiempo histórico (época de los Reyes Católicos, antes de la toma de Granada), el lugar (Fuenteovejuna) y los motivos (los malos tratos del Comendador hacia los habitantes del pueblo, y especialmente la violencia sexual que ejerce sobre las mujeres, que será la chispa que encienda el fuego de la revuelta popular que acaba con su vida).
Pero Lope realizó sutiles e importantes cambios respecto a la crónica histórica para expresar ideas universales e intemporales como son el derecho del pueblo al honor (respeto, estima, dignidad) y a recibir un trato justo de sus gobernantes, a los que de hecho también está dirigiéndose el autor, aconsejándoles no comportarse tiránicamente. Estos cambios, unidos a los valores literarios de la obra, le dan un significado moral y político absolutamente distinto al que plantea el cronista. Además, han transcurrido unos 135 años desde los hechos históricos (1476) hasta el momento en que se escribe la obra (1612-1614). Las Órdenes Militares (Calatrava, Santiago y Alcántara) ya no tenían un sentido militar ni tenían poder sobre señoríos feudales. Su papel era sólo honorífico, ceremonial y de lucimiento cortesano.
Desde nuestra óptica actual, la obra puede parecernos plagada de arcaísmos y giros caídos en desuso, pero se puede apreciar el ritmo y la musicalidad del verso y la expresividad. La palabra poética que impregna toda la obra de emoción, color e imágenes. Es una obra dirigida al intelecto y también al sentimiento y a los sentidos.
3. Resumen por actos
Acto I
VERSOS 1-172. Fernán Gómez ha sido nombrado Comendador Mayor de la Orden de Calatrava, con jurisdicción sobre la villa de Fuenteovejuna, donde ha establecido su residencia y cuartel. Mientras espera impaciente a ser recibido en Almagro por el Maestre, se queja ante sus hombres de confianza, Ortuño y Flores, de su falta de cortesía, pues le está haciendo esperar. Atribuye este hecho a la inexperiencia y a la excesiva juventud del Maestre (se deduce por las citas históricas que tendría 18 años). Cuando al fin es recibido, el Comendador le insinúa que es a él a quien le debe el puesto y se refiere también a las difíciles circunstancias (muerte prematura de su padre y de la persona en la que abdicó entre otras) que le están llevando a gobernar sin ningún consejo, ni supervisión. Este discurso hace mella en el Maestre porque en la segunda escena del acto, visita al Comendador, se disculpa y, a pesar de que es su subordinado, acepta su consejo de tomar partido en la guerra civil que se está librando entre los partidarios de doña Juana y su esposo Alfonso V de Portugal y los partidarios de los reyes Isabel y Fernando, para tomar militarmente Ciudad Real, ya que es un punto estratégico vital.
VERSOS 173-444. Con un rápido cambio de escena, Lope de Vega nos traslada desde el ámbito señorial hasta el popular a través de la conversación de dos mujeres de Fuenteovejuna: Pascuala y Laurencia, que dialogan sobre las artimañas del Comendador para seducir a las mozas de la villa. Laurencia critica a las mujeres que se dejan engañar por el Comendador y explica que no está dispuesta a sucumbir, a pesar de que la galantea, por razones de honor y porque prefiere la vida sencilla del campo antes que las «finezas cortesanas» que pudiera ofrecerle el Comendador. Pascuala, se muestra más débil, considerando incluso imposible resistirse. A su conversación se une un grupo de tres hombres jóvenes de la aldea, todos conocidos y amigos que vienen discutiendo sobre lo que es o debe ser el amor en sus concepciones aristotélica, pitagórica y platónica: Mengo afirma, aristotélicamente, que los elementos están en perpetua discordia y que lo mismo sucede con los temperamentos de los hombres. El único amor que existe es el amor a uno mismo. Barrildo, respaldado por Frondoso, defiende el amor pitagórico, que es la causa fundamental de la armonía del universo y Laurencia interviene alegando la tesis platónica en la que el amor es deseo de la belleza y virtud de lo amado.
VERSOS 445-634. Se agrega al grupo Flores que, en un largo romance fuertemente evocativo relata que el Maestre de Calatrava, con la ayuda de las tropas de su amo, el Comendador, está a punto de conquistar Ciudad Real, en favor de los intereses del Rey de Portugal. El Comendador regresa victorioso a Fuenteovejuna y un cortejo lo recibe con música, canciones y ofrendas sencillas del campo, en el que participa todo el pueblo de Fuenteovejuna. Al final de la fiesta el Comendador envía a sus criados para que retengan a Laurencia y Pascuala. Ellas se resisten, pues adivinan las intenciones sexuales que se esconden en la invitación y se retiran dejando a los hombres frustrados. Fernán Gómez no comprende que las villanas no le obedezcan y Pascuala replica que ellas le deben obediencia pero no en cosa que ponga su honra en peligro.
VERSOS 635-722. Lope con una gran habilidad interrumpe la acción en la aldea y nos introduce por primera vez y por brevísimo tiempo en el ámbito social más elevado: el de los reyes Fernando e Isabel que reciben en audiencia a don Manrique y a dos regidores que les informan de la caída Ciudad Real a manos del Maestre de Calatrava, en cuyas filas milita el Comendador Fernán Gómez. La Reina advierte sobre la gravedad de perder una ciudad que es paso entre Andalucía y Castilla y dispone su urgente reconquista.
VERSOS 723-860. Laurencia está conversando con Frondoso cerca del arroyo donde ha ido a lavar. Éste le declara su amor pero ella muestra una actitud (aparentemente) desdeñosa e indiferente. Interrumpen su coloquio porque se aproxima el Comendador. Frondoso se oculta entre la maleza y Fernán Gómez requiere de amores a Laurencia. Se despoja de su ballesta para demostrarle que no quiere hacer uso de la fuerza, aunque mostrando una actitud violenta cuando ella se niega. Argumenta que otras mujeres han sido suyas sin tantos «remilgos» y cuando está a punto de violarla, Frondoso sale de su escondite y apunta al Comendador con la ballesta. Lo desafía y pide a Laurencia que huya. Frondoso se aleja también pero dejando profundamente humillado al Comendador que anuncia que se vengará.
Acto II
VERSOS 861-940. Aparentemente reina la calma en Fuenteovejuna y un regidor y el alcalde Esteban conversan sobre las falsedades de la astrología. A este diálogo se incorporan Leonelo y Barrildo quienes derivan la conversación hacia la utilidad de la imprenta y la educación que ofrece la Universidad de Salamanca (en la que ha estudiado Leonelo). Protestan por la excesiva facilidad con que se publican libros, y por la vanidad de quienes presumen de ser sabios sin serlo. Se incorpora al grupo Juan Rojo y un labrador y comentan el intento de violación de Laurencia por el Comendador y la necesidad de remediar estos atropellos.
VERSOS 941-1138. Irrumpe el Comendador en la conversación de la plaza y con tono insolente pide a Esteban que castigue a su hija porque no ha accedido a sus deseos y además le exige que prenda a Frondoso por el agravio que le ha hecho en el campo. Esteban contesta con dignidad y energía exigiendo respeto al honor de las gentes de Fuenteovejuna. Todos los presentes respaldan a su alcalde y recriminan al Comendador los conflictos que causa en el pueblo. El Comendador se burla abiertamente de la idea de que los villanos puedan «tener honor», pues considera que es un privilegio que sólo pueden poseer los nobles. El Regidor, le recuerda sutilmente que la sangre de los villanos es infinitamente «más limpia» que «la de muchos que se tienen por nobles». El Comendador, ofendido, los expulsa a todos del lugar de reunión. A solas con sus criados se lamenta de la actitud de los villanos y juntos se solazan comentando las conquistas femeninas que ha disfrutado el Comendador y hacen un «inventario» de mujeres del pueblo que serían deseables. Son interrumpidos por el soldado Cimbranos que advierte que Ciudad Real está casi tomada por los Reyes Católicos y que tendrá que darse prisa para impedirlo. El Comendador reúne a todos sus hombres y prepara su marcha.
VERSOS 1139-1653. Laurencia y Pascuala hablan del peligro que corre Frondoso si permanece en la villa, pero éste se niega a huir, pese a los consejos de Laurencia, que ya no oculta su amor por él. Aparece Jacinta, agitada y temerosa porque la persiguen los criados del Comendador. Mengo trata de defenderla y apela a la condición de caballero del Comendador, pero es atado a un árbol y azotado, y Jacinta, entregada a la tropa. Mientras tanto Frondoso vuelve a declarar su amor a Laurencia y ella acepta ser su esposa, pero con el consentimiento de su padre. En un nuevo cambio de escena Esteban y el regidor comentan el castigo infligido a Mengo y el mal que se le ha hecho a Jacinta, una doncella ejemplar. El alcalde se pregunta para qué sirve su autoridad si ha de permanecer pasivo ante tanta injusticia, y desea el triunfo de Isabel y Fernando en la guerra, pues cree que pondrán fin a los abusos en las villas que dependen de señores feudales. Interviene Frondoso para pedir la mano de Laurencia; Esteban acepta pero le pide a su hija su parecer. Ella declara su amor y se concierta el matrimonio y, aunque Esteban ofrece una dote apreciable, Frondoso la rechaza. En Ciudad Real triunfan las fuerzas de los Reyes Católicos y el Comendador incita a huir al joven Maestre de Calatrava. Fernán Gómez regresa a Fuenteovejuna en el momento en que se está celebrando alegremente la boda. El Comendador irrumpe en la boda acompañado de criados y soldados y ordena que no se celebre y que se lleven presos a los novios. En un acto más de tiranía despoja de su vara de alcalde a Esteban y le golpea con ella. Los habitantes de Fuenteovejuna protestan de un modo u otro, excepto Mengo, escarmentado con los azotes recibidos. La tensión se halla en su límite más alto.
Acto III
VERSOS 1654-1849. Reunión del pueblo en la Sala del Consejo: Los hombres discuten los conflictos que sufren y exponen soluciones posibles. Juan Rojo sugiere que la villa se acoja a la protección de los Reyes Católicos. El Regidor propone matar al Comendador. Mengo declara que esta propuesta es demasiado atrevida y otros, como Esteban, alegan que el Rey es el único verdadero señor y no el Comendador. Después de largas deliberaciones, descartan recurrir a los Reyes, quienes viajan a Córdoba a reafirmar su Señorío. Entra en escena Laurencia, que ha logrado escapar del cautiverio, reclamando a gritos poder tomar parte y voz en el consejo de hombres y reprocha a los varones, particularmente a su padre, el no haber emprendido acciones para rescatarla y defender el honor de la comunidad. Afirma que las mujeres de la villa sabrán hacer lo que los hombres no son capaces de concebir: defender su honra a mano armada. Su discurso aumenta el coraje del pueblo y la asamblea determina matar al Comendador y, con esta resolución se dirigen hacia la casa de la Encomienda.
VERSOS 1850-1921. Frondoso está a punto de ser colgado cuando llega el pueblo en tumulto. El Comendador, Flores y Ortuño se disponen a defenderse, pero las puertas caen y el pueblo grita vivas a los reyes y muerte a los tiranos. El Comendador pide que le expongan sus quejas y ofrece reparación por los agravios cometidos, pero no es escuchado y cuando recuerda que es el Señor de la Villa, le contestan que los Señores son los Reyes. Las mujeres permanecen cuidando las puertas y se preparan para recibir el cuerpo del Comendador cuando sea arrojado por la ventana. Flores, aunque herido, logra huir.
VERSOS 1922-2126. Lope introduce un brusco salto y en la escena siguiente conduce la acción al Palacio Real. Allí los Reyes son informados de la reconquista de Ciudad Real y poco después llega Flores, huido de la aldea, con la noticia de la ejecución del Comendador. Describe la saña con que ha sido matado y profanado su cadáver. El Rey ordena que un juez vaya a Fuenteovejuna para aclarar los hechos y buscar a los culpables de «tan grave atrevimiento», que merecerá un «castigo ejemplar». De nuevo la acción pasa a la aldea, donde el pueblo está celebrando la muerte del tirano y muestran su cabeza ensartada en una lanza. Los músicos cantan un estribillo en honor de los Reyes Católicos y Mengo improvisa coplas refiriéndose jocosamente a los azotes que ordenó darle al tirano. Juan Rojo presenta el nuevo escudo de Fuenteovejuna que reemplazará el de Calatrava por el de los Reyes. Esteban propone acordar las respuestas que darán a las autoridades cuando se averigüen los hechos. Todos se comprometen a afirmar que «Fuenteovejuna lo hizo». Se anuncia la llegada del juez que viene acompañado por un capitán y su tropa para restablecer el orden.
VERSOS 2127-2456. El Maestre de Calatrava es informado por un soldado de los violentos hechos de Fuenteovejuna y la muerte del Comendador. Amenaza con asolar la villa, pero el soldado lo invita a ser prudente. Pone en duda la legitimidad de que Fuenteovejuna pase a depender de los Reyes Católicos, pues había sido dado por reyes anteriores en encomienda, pero decide ponerse a su servicio y evitar represalias, por su deslealtad en la guerra de Ciudad Real. La acción se traslada a la villa, a la que ha llegado el pesquisidor. Éste no consigue arrancarles, ni aun con la tortura, nada más que las palabras acordadas. Frente al decidido comportamiento de toda la aldea, el juez renuncia a proseguir su investigación por falta de pruebas y el pueblo celebra su victoria. Laurencia y Frondoso hablan sobre el final de sus penalidades. Los Reyes conceden el perdón, en primer lugar, al Maestre de Calatrava, que se declara arrepentido de sus errores de juventud y se pone a su servicio y, en segundo lugar, al pueblo de Fuenteovejuna (tras oír a sus representantes) por la muerte del Comendador.
4. Los hechos de Fuenteovejuna según las crónicas
4.1. Versión de la Crónica de Rades (1572)
Ésta es la versión principal que Lope utiliza. El fraile Rades y Andrada escribió el suceso de Fuenteovejuna en 1572, 96 años después de que hubiesen pasado los acontecimientos (1476). Se basó en la Crónica de las Tres Órdenes Militares, a su vez, escrita por la propia Orden de Calatrava. Para este autor se trata de la muerte cruel de un Comendador «en manos de una turba violenta que, una vez muerto, saquearon su casa y le robaron su hacienda». La crónica reconoce sin embargo que el Comendador había hecho «tantos y tan graves agravios a los de la villa que resolvieron volverse contra él y matarlo». Algunos de estos delitos eran que «tomaba por fuerza a las hijas y mujeres de la villa y que les robaba sus haciendas, para sustentar a sus soldados». Según la crónica, los habitantes del pueblo, furiosos «se juntaron una noche del mes de Abril, del año de mil y cuatrocientos y setenta y seis, los Alcaldes, Regidores, Justicia y Regimiento, con los otros vecinos y con mano armada, entraron por fuerza en las casas de la Encomienda, donde el dicho Comendador estaba». Los agresores atacaron a los soldados del comendador Fernán Guzmán, hiriéndole y después tirándolo por una ventana a la calle, donde «los otros que allí estaban con lanzas y espadas, pusieron las puntas arriba, para recoger en ellas al cuerpo, que aún tenía ánima. Después de caído en tierra, le arrancaron las barbas y cabellos con grande crueldad».
Añade la crónica que las mujeres de Fuenteovejuna participaron en el motín danzando y cantando. Los Reyes Católicos mandaron a un juez para investigar el caso y castigar a los culpables, pero nadie delataba a los responsables y los interrogados se limitaban a responder «Fuenteovejuna». Puesto que el juez no pudo encontrar ningún culpable y, tras ser informados sobre el comportamiento del Comendador, los Reyes Católicos «mandaron que quedase el negocio sin mas averiguación».
4.2. Versión de Alonso de Palencia (1477)
Este autor es contemporáneo de los hechos y en su Crónica de Enrique IV, presenta una versión de los acontecimientos completamente distinta de la de Rades. Los culpables y los motivos son diferentes. Según se desprende de su relato, la rebelión fue instigada por Rodrigo Girón, maestre de Calatrava y, por tanto, jefe del Comendador, bajo el pretexto del aumento de las rentas anuales. Había diferencia de opinión entre ambos, ya que el Maestre apoyaba al rey de Portugal mientras que el Comendador apoyaba a los Reyes Católicos. El cronista sugiere que los vecinos inventaron la historia para disculpar sus crímenes, acusando al Comendador y pidieron volver al señorío de Córdoba pero que, en realidad, el Comendador «era un hombre de grandes bondades, que visitaba a los enfermos, que había escogido a sus soldados entre los vecinos y les daba salario».
Sugiere también que el Comendador era considerado un «valiente caudillo» del que el Maestre quería deshacerse y por este motivo preparó la rebelión del pueblo, con el pretexto de que había aumentado las rentas anuales. Este cronista señala la misma fecha del asalto, la noche del 22 de abril de 1476, y que «Las dificultades en el país en aquellos días impidieron al Rey [Fernando el Católico] castigar a los inicuos rústicos y vengar la desastrada muerte del Comendador, tan leal a su partido».
4.3. Versión de Ravael Ramírez de Arellano (1911)
Este historiador aportó una nueva versión gracias a fuentes documentales desconocidas hasta el momento que encontró en un Archivo de Córdoba. Opina que la rebelión la inició la ciudad de Córdoba para tomar la villa de Fuenteovejuna bajo su jurisdicción. Recuerda que había un conflicto entre la ciudad de Córdoba y la Orden de Calatrava: el rey Enrique IV donó en 1464 la villa de Fuenteovejuna, que pertenecía a la ciudad de Córdoba, al Maestre de Calatrava. El 11 de junio de 1465 Enrique IV mandó una cédula por la que anulaba las mercedes hechas, fundándose en la ley de Valladolid de 1442, que autorizaba el derecho de rebelión y autorizaba a Córdoba para que recuperase a mano armada los lugares que de ella se hubieren separado. Como consecuencia de esta cédula, Fuenteovejuna volvió a pertenecer a la ciudad de Córdoba.
Pero en 1468 el Comendador Mayor de Calatrava se apoderó militarmente de Fuenteovejuna y en 1469 el rey anuló otra vez las mercedes que había hecho, así que no se sabía bien a quién pertenecía Fuenteovejuna. El Comendador optó por quedarse a vivir allí. A la muerte de Enrique IV, la ciudad de Córdoba pidió a los Reyes Católicos la restitución de Fuenteovejuna que le fue concedida y autorizaron a los vecinos a «alzarse y rebelarse para nos e para la dicha nuestra corona real sin por ello caer ni incurrir en pena ni calumnia alguna». Teniendo en sus manos esta autorización, Córdoba convenció a los habitantes del pueblo para que se rebelasen contra el Comendador y les envió ayuda armada. La Orden de Calatrava apeló a Roma para que hiciese justicia. La ciudad de Córdoba fue condenada a pagar 150.000 ducados a la Orden y el conflicto quedó zanjado.
4.4. Versión histórica actual
La versión del historiador Rafael Ramírez Arellano es la más aceptada por los historiadores actuales con ciertos matices. Además, se trata de una lucha de soberanía y de una guerra civil. Tras la muerte del rey Enrique IV de Castilla, en 1474, su hermanastra Isabel se coronó reina de Castilla con el pretexto de la «impotencia» de su hermanastro que tenía una hija que debería ser la heredera legítima, doña Juana, casada con Alfonso V de Portugal (circunstancia que complicaba su causa y confería al conflicto carácter internacional). Sus enemigos la acusaban de no ser hija del Rey (al que consideraban impotente) sino de ser hija de un cortesano, don Beltrán de la Cueva, por lo que se referían a ella despectivamente como «la Beltraneja». Este conflicto conduce a una guerra civil entre los castellanos defensores de uno u otro bando y que terminó con el triunfo de Isabel sobre las tropas portuguesas en la Batalla de Toro, en 1476.
En el conflicto aflora también el choque entre la vieja ideología feudal y las ideas de los Reyes Católicos de construir una monarquía fuerte, por lo que tenían que reducir los poderes feudales para dar al Estado una firme unidad y concentrar el poder en las manos del Rey. Además, las Órdenes militares, que habían sido muy útiles en las guerras de reconquista en siglos anteriores, especialmente por su intervención en la victoria de las Navas de Tolosa de 1212, ya no eran necesarias y habían creado un grupo poderoso y arrogante que, en ocasiones, al igual que otros miembros de la nobleza, desafiaban a los nuevos reyes Isabel y Fernando.
5. Los personajes y su función en la obra
Rodrigo Téllez Girón
Maestre de la Orden de Calatrava (Muy joven-Inexperto-Valiente guerrero-Astuto-Sabe escuchar)
Su cargo era la máxima autoridad de la Orden Militar de Calatrava con sede en los Palacios Maestrales de Almagro. Lope lo presenta desde la primera escena como un joven sin experiencia que cae bajo la influencia corrupta del Comendador para eximirle así de responsabilidad en los futuros acontecimientos. Por un lado para disculpar al Maestre, porque era antepasado de su protector, el duque de Osuna; por otro, para enfatizar la nobleza y generosidad de los Reyes que perdonan a sus enemigos, presentando así a la Corona como elemento de unión y estabilidad en los momentos de crisis, muestra de la clara superioridad de la jurisdicción real sobre cualquier otra. El Maestre es valiente como caballero armado y hábil como político, pues es capaz de obtener el perdón de los Reyes a pesar de haberse enfrentado en armas contra ellos; prevé que el futuro está de parte de los Reyes y aprovecha la necesidad que tienen de gente a su lado. Sabe escuchar buenos consejos de un simple soldado Señor, tu enojo reporta, / porque ellos al Rey se han dado, / y no tener enojado / al Rey es lo que te importa, vv. 2139-2142.
Los Reyes perdonarán al Maestre, pero no le devolverán el feudo de Fuenteovejuna, pues cuando el Maestre pide al Rey que castigue al pueblo por haber asesinado a su Comendador, Fernando el Católico le contesta: Eso ya no os toca a vos, v. 2357.
Fernán Gómez
Comendador Mayor de la Orden de Calatrava (Edad avanzada-Arrogante-Lascivo-Perverso-Soberbio-Lujurioso-Arcaico-Hombre sin honor-Traidor a sus Vasallos-Traidor a sus Reyes-Traidor a su Orden-Sabe manipular-No sabe escuchar)
Su cargo era una de las dignidades más importantes de Calatrava, con la responsabilidad de una Encomienda o territorio de la Orden. Bajo su jurisdicción estaba la villa de Fuenteovejuna. Es el protagonista imprescindible de la obra, desencadenante de los hechos que se narran. El pueblo matará al Comendador porque se ha excedido en sus funciones y se ha guiado por el deseo de satisfacción personal y no por su deber de gobernante. Al contrario que su superior, el Maestre, aunque imparte consejos a los demás no sabe escuchar buenos consejos.
Lope mostrará desde el primer momento la falsedad del personaje, que se presenta como el defensor de la cortesía (Es llave la cortesía / para abrir la voluntad / y, para la enemistad, / la necia descortesía, vv. 13-16) aunque actúa siempre de forma contraria. Así, nada más ser recibido por su Maestre y, mientras se disculpa por haberle hecho esperar, sus primeras palabras son descorteses y arrogantes (Tenía / muy justa queja de vos, / que el amor y la crïanza / me daban más confïanza / por ser, cual somos los dos, / vos maestre en Calatrava, / yo vuestro Comendador, vv. 44-50). Le recuerda de inmediato que su cargo se lo debe a él (honrar, / que he puesto por vos la vida / entre diferencias tantas / hasta suplir vuestra edad, vv. 55-57). Estas duras palabras son encajadas cortésmente por el Maestre y el Comendador aprovechará para pedirle que se levante contra los reyes Isabel y Fernando y que tome por las armas a Ciudad Real. También desde el Acto I se van mostrando los rasgos tiránicos del Comendador (aún más reprehensible por la condición religiosa de la Orden) que considera que por su cuna es el único depositario del honor y que tiene derecho a disponer de todas las mujeres de la villa, por ser su señor feudal. Los diálogos de la gente sencilla, en su aparente tosquedad, demuestran que son más puros de corazón y los verdaderos depositarios del honor. Lope de Vega prepara emotivamente al espectador, con un ritmo cuidadosamente estudiado, para aceptar la ejecución del Comendador, que ha cometido dos grandes crímenes: un crimen contra el Estado, al rebelarse contra los Reyes Católicos, que son sus soberanos, y por otro lado, un crimen contra la villa, a través de las continuas y cada vez más graves afrentas a sus habitantes, a los que, por su cargo de señor feudal tenía el deber de proteger.
Ortuño
Criado del Comendador (Alcahuete-Socarrón-Leal)
Sirve de ayudante del Comendador en sus correrías sexuales. Es sumiso como corresponde a un criado de la época, pero Lope apunta algunas muestras de pensamiento propio y algo socarrón. Cuando no consigue encerrar en el palacio a Laurencia y a Pascuala, como le ha exigido el Comendador, sabe que va a ser reprendido, pero acepta que: Quien sirve se obliga a esto. / Si en algo desea medrar / o con paciencia ha de estar / o ha de despedirse presto, vv. 631-634. En ocasiones, como Flores, trata de dar algún buen consejo al Comendador, pero éste no sabe escucharlos (Un popular motín mal se detiene, v. 1861).
Flores
Criado del Comendador (Mensajero-Alcahuete-Leal-Sutilmente crítico)
Criado alcahuete y mensajero. Como el mensajero de las tragedias griegas, es el portador de sangrientas noticias que el espectador no ve: una de ellas, la destrucción de Ciudad Real, y otra, cuando relata a los Reyes que han dado muerte al Comendador. En ambos romances, en los relatos de ambos sucesos, Lope de Vega introduce paralelismos: en Ciudad Real el Maestre mandó cortar las cabezas de los rebeldes y permitió al Comendador llevar todo el botín que consiguiera; en Fuenteovejuna Laurencia y sus secuaces, recogen el cuerpo de Fernán Gómez en sus picas y espadas, saquean su casa, reparten sus bienes y Laurencia manda cortar su cabeza para exponerla en una lanza como si fuera una bandera.
Un segundo paralelismo se produce entre el discurso de Flores ante los Reyes y el de uno de los regidores de Ciudad Real, quien relata a los soberanos la toma de la ciudad. En ambos se informa de una rebelión y, en ambos, los Reyes deciden tomar medidas urgentes para atajarla y castigar a los culpables. Un tercer paralelismo se observa entre los sabios consejos del soldado mensajero del Maestre (que se ponga de parte de los Reyes), y las advertencias de Flores al Comendador (Cuando se alteran / los pueblos agraviados, y resuelven, / nunca sin sangre o sin venganza vuelven, vv. 1871-1873); mientras el primero acepta el consejo, el segundo no sabe escuchar.
Este personaje introduce contrapuntos críticos, puesto que junto a la exaltación de las proezas militares de sus señores de la Orden de Calatrava, vencedores en la toma de Ciudad Real, presenta también el testimonio de la firme lealtad de la ciudad a la Corona: La ciudad se puso en arma, / dicen que salir no quieren / de la corona real, / y el patrimonio defienden, vv. 501-504.
Cimbranos
Soldado (Mensajero elocuente-Leal a su amo)
Participa en las órdenes tiránicas del Comendador, en la escena en la que éste hace atar a un árbol a Mengo y azotarlo por haber defendido a Jacinta. Su romance, avisando al Comendador de que vuelva a Ciudad Real urgentemente, porque los leales a los Reyes (el conde de Cabra y el Maestre de la Orden de Caballería de Santiago) están cercando la ciudad y puede perderse, es de una gran elocuencia y fuerza persuasiva: Ponte a caballo, Señor, / que sólo con que te vean / se volverán a Castilla, vv. 1127-1129.
Esteban
Alcalde y padre de Laurencia (Edad madura-Honorable-Honrado-Orgulloso-Juicioso-Previsor-Valiente)
Uno de los alcaldes del pueblo, es un aldeano sencillo pero con grandes virtudes, contrapuestas a las maldades del Comendador. De modales educados y edad madura (Un hombre cuyas canas baña el llanto, v. 1664), es previsor y sabe escuchar, tanto a sus vecinos como a su hija; posee cierta cultura y es inteligente, no supersticioso (critica los engaños de la astrología, pide el parecer de su hija antes de casarla).
Esteban explica y razona todos sus actos para que el espectador/lector entienda las razones que mueven a un hombre que representa a la autoridad a rebelarse contra ella. Los cambios que va experimentando su conciencia política a lo largo de la obra son paralelos al comportamiento cada vez más tiránico del Comendador.
En su primer discurso de bienvenida al Comendador, expresa su sometimiento feudal al Comendador, Señor de la villa. Cuando Esteban se entera de que el Comendador ha tratado de violar a Jacinta y a su propia hija, apela a una autoridad más poderosa: En las ciudades hay Dios / y más presto quien castiga, vv. 1009-1010. Esta insinuación enfurece al Comendador y ordena expulsar a todos de la plaza.
El siguiente enfrentamiento se produce cuando Fernán Gómez apresa a Frondoso y a Laurencia durante su boda y manda apalear a Esteban con su propia vara de mando (símbolo de todo el pueblo). Entonces, prefiere la autoridad real frente a la del Señor feudal: que reyes hay en Castilla / que nuevas órdenes hacen, / con que desórdenes quitan, vv. 1622-1624. En el último acto, su pensamiento político ya ha evolucionado hacia la monarquía absoluta: El rey solo es señor después del cielo, / y no bárbaros hombres inhumanos, vv. 1702-1703.
Alonso
Alcalde (Hombre juicioso-Valiente-Compasivo)
Al igual que Esteban, es alcalde del pueblo. Sus intervenciones son tan juiciosas que queda salvaguardado que siendo una autoridad haya participado en la muerte del Comendador. En la obra aparece por primera vez en la fiesta con la que todo el pueblo le recibe cuando vuelve de la toma de Ciudad Real. Lope deja constancia, como en todos los casos, de que, inicialmente, no está contra la autoridad del señor feudal. Sus palabras de bienvenida: Descansad, señor, agora, / y seáis muy bien venido, / que esa espadaña que veis / y juncia, a vuestros umbrales, / fueran perlas orientales, / y mucho más merecéis, / a ser posible a la villa, vv. 581-587.
Pero irá cambiando su opinión por los actos despóticos del Comendador. La primera vez cuando éste, furioso con lo que le ha ocurrido con Frondoso y Laurencia en el arroyo, irrumpe en la plaza. Los hombres reclaman respeto a su honor y les replica que los labradores no poseen honor porque ésta es una virtud que solamente poseen los nobles, insinuando además que las mujeres de la villa se honran, v. 998, en prestarle favores sexuales, a lo que Alonso replica con valentía (Esas palabras les honran, / las obras no hay quien las crea, vv. 999-1000).
Sus siguientes intervenciones, serán para condolerse de los ultrajes que han sufrido Jacinta y a la mujer de Pedro Redondo. Así pues, el espectador ha visto la evolución de un hombre noble y justo, que terminará abocado a participar en un asesinato por las injusticias que están sufriendo sus vecinos.
Laurencia
Hija del Alcalde Esteban, enamorada de Frondoso (Joven dama-Sencilla-Valiente-Firme-Luchadora-Mujer de honor)
Adquiere un papel mucho más importante que las tradicionales damas de las comedias de la época. Se convierte en la voz del pueblo que se levanta en armas contra el tirano al convencer con su arenga a toda la villa. Al mismo tiempo, Lope de Vega ha introducido paralelismos entre el discurso que Fernán Gómez incitando a su Maestre Rodrigo Téllez al ataque de Ciudad Real y el discurso en el que Laurencia incita al pueblo de Fuenteovejuna. Es un romance con el mismo número de versos y con la misma fuerza persuasiva. El Comendador pidió una guerra sangrienta, y Laurencia anima al pueblo a sacar la sangre destos traidores, v. 1779, para defender su honor y el honor de toda la villa como comunidad humillada por un tirano.
Laurencia queda emparejada con la Reina al ser el opuesto femenino del Comendador: Ella defiende a Fuenteovejuna en el plano local como Isabel la Católica defiende a Ciudad Real en el plano nacional. Laurencia «exige» a los hombres que actúen urgentemente para salvar a la villa, y la Reina «ordena» que no haya dilación en rescatar a Ciudad Real que ha sido arrasada por las armas, también por el Comendador. Presenta, como la reina, todas las virtudes esperables de una mujer cabal de su época: es clara pero discreta, tiene iniciativa pero no usurpa el poder de los varones (amenaza con hacerlo, pero sólo si ellos no actúan de acuerdo al papel que les corresponde en la época); desea y ama, pero únicamente aceptará al amado cuando sea bendecido por la iglesia y la autoridad paterna.
Frondoso
Labrador enamorado de Laurencia (Joven galán-Valiente-Impetuoso-Constante-Altruista-Hombre de honor)
Presenta todas las virtudes opuestas al Comendador y es el primero que se enfrenta, por amor, con el señor de la villa. Lope lo retrata como valiente y generoso (rechaza la dote de Laurencia, se niega a huir de la villa a pesar del peligro de ser ahorcado, para no abandonar a los demás.). Su personaje presenta cierto paralelismo con Fernando el Católico: Frondoso rescata a Laurencia de las garras del tirano, como el Rey rescata Ciudad Real para el Estado.
Su propio nombre y el de su amada evocan el mundo de los pastores de la Arcadia, la verdad y la pureza de la gente del campo. Ambos se mofan de la falsedad de los cortesanos que no llaman a las cosas por su nombre (al ciego, tuerto [...] Al ignorante, sesudo [...] gracioso al entremetido, vv. 294, 297, 302). Su relación amorosa es un símbolo de la unión del pueblo mismo (e incluso, como figuras paralelas de los Reyes, de la unión de España), que a su vez también los ama Frondoso explica a Laurencia que su unión matrimonial es una preocupación local: Mira que toda la villa / ya para en uno nos tiene; / y de cómo a ser no viene, / la villa se maravilla. / Los desdeñosos extremos / deja, y responde no o sí, vv. 1299-1304. Y Laurencia replica: Pues a la villa y a ti / respondo que lo seremos, vv. 1305-1306. todas las implicaciones dramáticas y simbólicas del amor de Laurencia y Frondoso hacen más patéticas las injusticias que sufren por parte del Comendador.
Pascuala
Labradora amiga de Laurencia (Joven-Sensata-Ve venir los problemas-Valiente decidida-Mujer de honor)
Es víctima de los acosos del Comendador y aunque en la conversación con Laurencia en el primer acto comenta que no está segura de poder resistirse a sus insinuaciones sexuales, cuando llega la ocasión es clara, firme y valiente. Así, cuando el Comendador trata de encerrarla en su palacio con intenciones sexuales, alegando que es su amo y señor, ella le replica que no para cosas tales, v. 604.
Su personaje muestra algunos paralelismos con Mengo: sus respuestas o sus opiniones sobre el amor están llenas del sentido común de una mujer del campo, que no debe fiarse de los hombres, porque cuando sienten deseos: somos su vida, su ser... pero pasadas las ascuas todo cambia, vv. 267-269. Es la única mujer torturada por el juez pesquisidor, a cuya presión no cede y responde como todos sus vecinos, lo que habían acordado: Fuenteovejuna lo hizo, v. 2238.
Mengo
Labrador de Fuenteovejuna (Joven-Gracioso-Gordito-Bonachón-Generoso-Valiente-Hombre de honor)
Sobre él descansan los pocos momentos de comicidad de la obra, pero no sigue el patrón común de los graciosos de otras comedias del Siglo de Oro.
Al inicio hace burla del amor y lo define como egoísmo, alegando que no hay más amor que el natural, que nadie tiene amor / más que a su misma persona, vv. 401-402. Sin embargo, este mismo personaje, aparentemente egoísta, es quien intenta protege a Jacinta de los acosos del Comendador, al igual que Frondoso defiende a Laurencia. Del mismo modo contradictorio, en las deliberaciones en la plaza para decidir la rebelión se muestra miedoso, pero después es el más decidido: Ir a matarle sin orden. / Juntad el pueblo a una voz, / que todos están conformes / en que los tiranos mueran, vv. 1807-1809. Más adelante protege a los demás declarando que Fuenteovejunica lo hizo y, aunque inculto, como él mismo se define (Yo no sé filosofar; / leer... ¡ojalá supiera!, vv. 371-372) es capaz de hablar ante los Reyes Católicos en defensa de todo el pueblo.
Barrildo
Labrador de Fuenteovejuna (Sensato-Culto-Hombre de honor)
Su primera aparición es en el debate sobre el amor que sostienen los jóvenes labradores, al que después se suman Laurencia y Pascuala. Barrildo defiende ideas sobre el amor contrarias a las de Mengo (Sin amor no se pudiera / ni aun el mundo conservar, vv. 369-370). Vuelve a aparecer en otra discusión de carácter intelectual y, siendo un simple campesino, contradice al bachiller Leonelo sobre el valor de la imprenta con argumentos sensatos y dando muestras de una mente más avanzada.
Cuando participe en la asamblea de los hombres y en el motín de la casa del Comendador, cantando y mueran los tiranos, v. 2055, Lope habrá dejado constancia de que estamos ante un labrador (representativo de los demás labradores de la villa) informado, con sentido común y juicio propio. El espectador percibe que actúa movido por razones y argumentos y que no estamos ante la venganza de un pueblo burdo o inculto.
Leonelo
Licenciado por Salamanca (Joven-Culto)
Joven licenciado que regresa a Fuenteovejuna después de haber estudiado en Salamanca. Es un personaje que sólo aparece al principio del segundo acto discutiendo con Barrildo en la plaza del pueblo sobre la Universidad, los libros o la imprenta, pero no tiene continuación en la acción. Con su presencia Lope deja constancia de varios temas, por un lado que en el pueblo hay un bachiller que ha ido a la Universidad, por tanto no es una aldea de ignorantes. Esteban, cuando recalca al Comendador Mirad que en Fuenteovejuna / hay gente muy principal, vv. 981-982, está refiriéndose, entre otros, a Leonelo, que está presente en la plaza. Además, la escena de su intervención crea una pausa de serenidad que prepara, por contraste, el efecto dramático cuando el Comendador irrumpe en la plaza y pretende que el alcalde Esteban, castigue a su propia hija por no haber querido ceder a sus deseos sexuales.
Jacinta
Labradora de Fuenteovejuna (Joven-Mujer de honor-Clara-Valiente)
Es la víctima de los abusos más viles del Comendador, que la da a la tropa para que la violen: Ya no mía, ¡del bagaje / del ejército has de ser!, vv. 1271-1272. A lo que ella replica: No tiene el mundo poder / para hacerme, viva, ultraje, vv. 1273-1274. defiende con firmeza su derecho al honor hasta la muerte. Dice cuando la persiguen los criados del comendador que van a Ciudad Real, / más de infamia natural / que de noble acero armados, / me quieren llevar a él, vv. 1192-1195, dejando constancia de la inversión de valores que supone que los que tienen el noble oficio de caballeros guerreros pervierten su deber y su función social.
Jacinta argumenta a favor del honor y honra de los simples labradores al aludir a su padre (que si en alto nacimiento / no te iguala, en las costumbres / te vence, vv. 1263-1265) dejando claro, de nuevo, que es la manera de proceder, y no la cuna, lo que hace a los hombres y a las mujeres nobles.
Jacinta será uno de los principales desencadenantes de la muerte del Comendador y un personaje que en el plano emotivo ayuda al espectador a distinguir entre venganza y justicia, porque ante el horror que se le avecina, ella ruega al Comendador que se apiade de ella; al responder éste escuetamente No hay piedad, Jacinta reclamará una justicia superior: Apelo de tu crueldad / a la justicia divina, vv. 1276-1278.
Juan Rojo
Regidor de Fuenteovejuna, tío de Laurencia (Hombre maduro-Hombre de honor-Prudente-Reflexivo-Influyente-Hombre de honor)
Es una autoridad del pueblo que en sus opiniones da muestras de sabiduría, prudencia y conocimiento político. En las deliberaciones en la plaza del pueblo, sobre las tropelías del Comendador, expresa su anhelo de que los Reyes Católicos puedan reconquistar Ciudad Real de las manos de la Orden de Calatrava y que la villa pase a estar bajo su jurisdicción. Los historiadores confirman que muchas villas deseaban estar bajo el señorío de los reyes (realengo) en lugar de estar bajo el señorío de un señor feudal, pagando incluso grandes sumas de dinero para ello. Lope está expresando, a través de un simple regidor de pueblo, ideas políticas avanzadas en su tiempo y que conoce el proceder antagónico de uno y otro tipo de gobernantes.
Como en los demás casos, queda claro que no se rebela contra la autoridad legítima del Comendador sin antes haber razonado. En la asamblea del pueblo, tras escuchar los argumentos de todos sus vecinos, expone que aunque estén sufriendo injusticias hay que pedir primero justicia de los Reyes que van a viajar a Córdoba: Mas, pues ya se publica y manifiesta / que en paz tienen los reyes a Castilla / y su venida a Córdoba se apresta, / vayan dos regidores a la villa / y, echándose a sus pies, pidan remedio, vv. 1677-1681. Pero cuando Barrildo alega que los Reyes están ocupados en asuntos más graves, entonces, se suma a la decisión de todos. Así, puesto que no pueden esperar justicia, tendrán que ejercerla ellos mismos. Juan Rojo será el que cuelgue en el Ayuntamiento el Escudo con las Armas Reales, con el que se autoproclaman súbditos de la Corona, dejando constancia de que no se han levantando contra la autoridad y la ley, sólo contra la autoridad que la quebranta.
Cuadrado
Regidor de Fuenteovejuna (Valiente-Atrevido-Hombre de honor)
Cuadrado es, junto a Juan Rojo, el otro regidor de Fuenteovejuna y por tanto, integrante del consejo de la villa y responsable de salvaguardar el bienestar y los intereses de su comunidad. Aparece por primera vez en la reunión del pueblo, cuando están departiendo sobre diversos asuntos e irrumpe el Comendador y ofende a Esteban. Sus primeras palabras son: Lo que decís es injusto; / no lo digáis, que no es justo / que nos quitéis el honor, vv. 986-988, demostrando al mismo tiempo valentía y una clara conciencia sobre la justicia. Cuando debate con el Comendador sobre el honor de los villanos, Cuadrado le espetará que ellos son cristianos viejos, y que tal vez «otros» sean de origen judío: Alguno acaso se alaba / de la cruz que le ponéis, / que no es de sangre tan limpia, vv. 991-993. Lope introduce discretamente el tema de las luchas entre cristianos viejos y nuevos, que desde la época de los Reyes Católicos y durante todo el Siglo de Oro fueron una constante. Cuadrado ayudará a Juan Rojo a colocar el escudo de los Reyes en el Ayuntamiento.
Regidores de Ciudad Real
Informan a los Reyes (y al espectador) de lo que está sucediendo en la guerra que mantienen contra la Orden de Calatrava. En el mensaje de la toma de Ciudad Real, uno de los regidores narra a los Reyes, tanto el de sus enemigos como el de ellos mismos: El famoso don Rodrigo / Téllez Girón, cuyo esfuerzo / es en valor estremado, / aunque es en la edad tan tierno [...] nos puso apretado cerco. / Con valor nos prevenimos / a su fuerza resistiendo, / tanto, que arroyos corrían / de la sangre de los muertos, vv. 667-670, 674-678. El respeto al «enemigo valiente» es una cuestión de honor de la época, presente en otros escritores, como Calderón, o incluso en obras pictóricas, como en Las lanzas de Velázquez.
Pueblo de Fuenteovejuna
Labradores, muchacho, músicos En Fuenteovejuna, Lope de Vega ha descubierto al pueblo como un personaje colectivo, siendo uno de los valores de la obra que le ha dado mayor alcance universal. Los labradores en su conjunto representan la voz del pueblo y la unidad como base del triunfo. No hay ningún vecino, sea hombre, mujer o niño, que siquiera bajo tortura, señale al autor directo de las muertes. Lope ha ido mostrando a lo largo de la obra, que todo el pueblo es víctima de los abusos de un tirano y que se han levantado contra la autoridad porque ésta no ha respetado el orden moral que debe constituir la base de una correcta organización social. El pueblo verá reconocidos sus derechos porque han conservado puras sus costumbres, opuestas a la vida corrupta de la ciudad y porque son respetuosos con la ley cristiana y con la autoridad del Rey.
Al presentar las torturas a un muchacho, Lope recalca el valor de la inocencia ante la opresión. Demuestra la vileza del torturador por un lado y, por otro, que todo el pueblo fue torturado y hasta los más débiles e indefensos, mujeres y niños, fuertes en la unidad, fueron capaces de no delatar. Los músicos desempeñan una función fundamental, al crear los contrapuntos entre lirismo y serenidad y los presagios dramáticos que se desencadenan después. Participan en el festejo cuando en el primer acto el pueblo tributa honores al Comendador, cantando (Sea bien venido / el Comendadore, / de rendir las tierras, / y matar los hombres, vv. 529-532): contrasta su lealtad y pureza con el grosero comportamiento del Comendador, que al final de la fiesta quiere retener a Laurencia y a Pascuala.
En los cantos de boda reflejan el comportamiento depredador del Comendador: Al val de Fuenteovejuna / la niña en cabellos baja; el caballero la sigue / de la cruz de Calatrava, vv. 1548-1551, y la fuerza irresistible del amor: Mas, como quien tiene amor / los mares y las montañas / atraviesa fácilmente, vv. 1564-1566, que se rompe con la brutal entrada del Comendador y la frase sentenciosa de Pascuala: ¡Volvióse en luto la boda!, v. 1644.
La evolución de los músicos en los acontecimientos es paralela a la evolución que presenta el pueblo. Si al principio han cantado vivas al Comendador, cuando el pueblo está festejando en la plaza la muerte del tirano cantarán a los Reyes Católicos: ¡Muchos años vivan / Isabel y Fernando, / y mueran los tiranos!, vv. 2030-2032, 2056-2058.
Juez
(Cumplidor de su deber)
Es enviado por los Reyes a Fuenteovejuna para que haga las averiguaciones de lo que sucedió con la muerte del Comendador. Cumple una doble función en la obra: 1) que quede constancia de que se ha respetado la ley, pues se ha intentando averiguar el delito: A Fuenteovejuna fui / de la suerte que has mandado, / y con especial cuidado / y diligencia asistí. / Haciendo averiguación / del cometido delito, vv. 2361-2366; pero, 2) por otro lado, no puede condenarse al pueblo entero sin pruebas: porque conformes a una, / con un valeroso pecho, / en pidiendo quién lo ha hecho, / responden: «Fuenteovejuna» / Trescientos he atormentado / con no pequeño rigor / y te prometo señor / que más que esto no he sacado / [...] / Y pues tan mal se acomoda / el poderlo averiguar, /o los has de perdonar, / o matar la villa toda, vv. 2369-2376, 2381-2384.
Don Gómez Manrique
Informante y consejero de los Reyes (Prudencia-Sabiduría-Obediencia-Eficacia-Dignidad)
Es el sabio consejero que está siempre presente cuando salen los Reyes. Sus palabras son escasas pero se deduce que sus consejos son muy apreciados por los Reyes. Su primera aparición está relacionada con la urgencia de enviar a un mensajero de confianza a pedir ayuda a otros nobles que apoyen la defensa de Ciudad Real. La Reina Isabel expresa su plena confianza en él: Partiendo vos a la empresa, / seguro está el buen suceso, vv. 721-722. Al final de la obra, aunque ya está reconquistada Ciudad Real, se asegura de dejar al conde de Cabra vigilando por si volviera su enemigo, Alfonso de Portugal. El Rey Fernando le responde: Discreto el acuerdo fue, v. 1934. En el acto final intercede ante los Reyes para que perdonen al Maestre. Se dirige a la Reina, apelando a su instinto maternal (recordando que los errores del Maestre se deben a su juventud) y a su fama de estratega militar y política, pues sabe la Reina apreciará que es mejor que los nobles rebeldes se sumen a su causa en lugar de tenerlos como enemigos: Mi fe, señora, os empeño, / que, aunque es en edad pequeño, / es valeroso soldado, vv. 2310-2312. Lope, a través de su personaje, deja claro que los Reyes cumplen el ideal de los buenos gobernantes, saben escuchar buenos consejos y saben rodearse de los mejores del Reino.
Isabel I
Reina de Castilla, esposa de Fernando de Aragón (Ideal de buen gobierno-Unidora de reinos-Sabe perdonar-Sabe escuchar y atraer a buenos consejeros)
Junto con el Rey, representa la autoridad y el orden al parar los excesos del Comendador en Ciudad Real. Sus intervenciones son breves, con distanciamiento y solemnidad, como había expresado Lope en su obra El Arte Nuevo de hacer Comedias.
Interviene, discreta, de forma secundaria con su marido, el rey Fernando, pero Lope también deja constancia de su papel de Reina. Antes de tomar decisiones pide el parecer de su esposo, como corresponde a su papel de mujer. Pero, inmediatamente emite juicios políticos como corresponde a su papel de Reina y da órdenes para no perder Ciudad Real, adelantándose al enemigo: Y es bien ganar por la mano / antes que el daño veamos; / que si no lo remediamos, / el ser muy cierto está llano, vv. 639-642. Muestra conocimientos políticos y militares: Y puede el de Portugal, / hallando puerta segura, / entrar por Estremadura / y causarnos mucho mal, vv. 703-706.
Fernando de Aragón
Rey de Aragón, y de Castilla por su matrimonio con Isabel (Ideal de buen político-Une al Reino-Sabe escuchar y perdonar)
Representa la síntesis y figura del buen Rey, según la concepción de la monarquía absoluta que los Reyes Católicos introdujeron en España (al igual que estaba ocurriendo en los demás países de Europa). Desde esta concepción de la monarquía, se defendía un Estado fuerte y unido y para ello tuvieron que acabar con el poder de la nobleza medieval y revestirse de nuevos poderes. Entre otros, extendieron la idea de que su mandato tenía un origen divino y de que su papel era el de ser protectores del pueblo y el de garantizar la ley y el orden social.
En Fuenteovejuna, Lope de Vega, totalmente de acuerdo con este papel de la monarquía (al igual que su público), expone la simbología divina de la Monarquía por boca de Esteban: El rey solo es señor después del cielo, v. 1702. El espectador entenderá que dios ha perdonado al pueblo de Fuenteovejuna por haber asesinado al Comendador, a través del Rey.
El Rey, juez y protector supremo, encarna la legalidad y el restablecimiento del orden social tras el mal proceder del Comendador. En la obra queda patente que Fernando el Católico, al igual que el juez, condena su asesinato, pero concede el perdón a la villa ante la falta de pruebas. En palabras de Esteban: que reyes hay en Castilla / que nuevas órdenes hacen, / con que desórdenes quitan, vv. 1622-1624, coincidiendo con lo que los historiadores señalan sobre que muchas villas que dependían de la iglesia o de las Órdenes Militares, preferían estar bajo jurisdicción Real, porque los señores feudales fijaban sus propios tributos y establecían su propia ley, lo que suponía mayor inseguridad y desprotección que las villas de realengo.
Fuenteovejuna
Comedia famosa
Félix Lope de Vega Carpio
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
FERNÁN GÓMEZ,
[Comendador Mayor de la orden de Calatrava.]